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Full text of "Colección de documentos inéditos para la historia de España"

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COLECCIÓN 

DE  DOCUMENTOS  INÉDITOS 

PiRA  LA  HISTORIA  DB  ESPAI^A. 


D,.i„to, Google 


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COLECCIÓN 


PARA 

LA  HISTORIA  DE  ESPAÑA, 


Individuos  de  la  Academia  de  la  Bistoría. 


Tomo  XXV. 


MADRID. 

IMPHENTA    DE    LA    VI«DA    DE    CALERO. 

IIS4. 


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HISTORIA 

CONDE  PEDRO  NAVARRO, 

GENERiL  DE  INFANTERÍA  ,  MARINA  É  INGENIERO, 
EN   LOS    REINADOS   DE 

T    ttl 

DOÜA  mu  T  St  HIJO  DON  (ARIOS. 

Duetm  Gallomm  parrn  ucutaa. 
CaplMn  que  tigoü  el  pinlda  [rincéi. 
Su  EriTtrio. 

POK 

SOV  ISABTIH   SE    LOS   BEBOS, 


^ 


Va  ¡lastrada  con  documentos,  con  el  retrata  de  Pedro  Navarro  y  un 
facsliiiile  de  una  carta  saya  aatúgrafa. 


DglizecbyGoOglC 


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ADVGRTENCU  PRELIMINAR. 


Hace  muchos  afios  que  puse  fia  á  esta  HUtoría 
del  CoDde  Pedro  Navarro,  comenzada  en  tierra  93- 
traSa.  Un  día  qae  por  casaalídad  hablé  de  ella  en  el 
palacio  del  Senado  con  mi  compa&ero  é  ilustre  ami- 
go el  Señor  Don  Martin  Fernandez  de  Navarrete, 
me  dijo  que  el  Seffor  Don  José  de  Vargas  Ponce, 
Director  que  fué  de  la  Academia  de  la  Historia ,  se 
había  ocupado  del  mismo  asunto,  y  que  me  facili- 
taría el  manuscrito.  Me  le  entregó  con  efecto,  y 
TÍ  que  el  Señor  Vargas  habla  llevado  su  obra  hasta 
el  fin ;  pero  dejando  sin  corregir  la  mayor  parte  de 
ella  j  en  términos  de  no  ser  fácil  comprenderla 
otro  que  el  mismo  autor.  En  cuanto  á  los  escrito- 
res que  conveniaD  al  objeto ,  así  el  Señor  Vargas 
conao  el  que  esto  escribe ,  claro  es  que  podrían  ser 
los  mismos,  como  Guiccíardiní ,  Jovio,  Zurita,  y 
entre  los  inéditos  Gonzalo  Fernandez  de  Oviedo, 


zecbyG00¿ílC 


Pedro  de  Torres,  etc. ;  mas  el  Señor  Vargas,  que 
según  parece  escribió  en  1810,  tuvo  á  su  disposi- 
ción la  celebré  Biblioteca  de  Don  Luis  de  Salazar 
que,  habiendo  pasado  intacta  ála  Nacional,  noha- 
bia  sufrido  todavía  los  estravfos,  y  aun  podemos 
añadir  sustracciones  posteriores,  con  su  vuelta  al 
monasterio  de  Monserrat  en  1814,  con  su  regreso 
á  la  Nacional  en  1821 ,  su  traslación  al  Monasterio 
otra  vez  en  1824,  y  su  entrega  á  la  de  Cortes  y 
vuelta  á  la  de  la  Academia  después  de  1836.  De 
aquí  es  que  encontrando  entre  los  documentos  co- 
piados por  el  Señor  Vargas  algunos,  que  no  existen 
en  el  día ,  aunque  anotados  en  el  índice  de  MM.  SS. 
de  la  Biblioteca  Nacional,  se  han  indicado  en  sus 
respectivos  lugares  por  lo  que  aclaran  y  aun  confír- 
inan  los  hechos  de  que  se  trata.  Por  lo  demás  y  sin- 
tiendo, como  se  debe  sentir,  que  el  Señor  Vargas 
Ponce ,  pues  que  sobrevivió  bastantes  años  todavía, 
no  hubiese  en  sus  dias  llevado  á  cabo ,  á  causa  de 
sus  persecuciones  políticas  tal  vez,  la  orden  de  la 
Regencia  de  13  de  enero  de  1814,  para  que  se  im- 
primiera asi  su  Vida  de  Pedro  Navarro  como  la  de 
Don  Hugo  de  Moneada  (1);  si  se  comparase  su  ta- 
rea con  la  que  hoy  se  publica,  se  vería  sin  duda  su 

(1)    Torao  23,  número  t.*  de  esta  Ooleccíon. 


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superioridad  en  el  eslilo  ;  la  mayor  importancia  que 
como  marino  dio  á  las  campañas  marítimas  de  Na- 
varro. Tal  cual  es  sin  embargo  nuestro  trabajo,  y 
no  obstante  que  en  el  retiro  de  tantos  anos  no  ha 
sido  fácil  enriquecerle  con  noticias  relativas  á  los 
adelantamiento  de  nuestra  infantería  principalmente 
en  la  época  de  Pedro  Navarro ,  sale  á  la  luz  pública 
á  instancia  de  algún  amigo;  siquiera  porque  se  sepa, 
qaien  fué  aquel  hombre  extraordinario,  y  para  que 
en  tiempos  en  que  fueron  desgraciadamente  fre- 
cuentes las  deserciones  militares  y  políticas,  se  co- 
nozca cual  era  sobre  los  tornadizos,  la  opinión 
de  nuestros  antepasados.  Yalmaseda  1.*  de  julio 
de  185^, 

'íltttttiit  De  foi    9€eto4. 


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HISTOHIA 

PEDRO  NAVARRO,  CONDE  DE  OLIVETO, 

SN  EL  BBIHO  DE  ÑAPÓLES. 


rnilERA  EFOQA. 

Desde  I4«0  i  1499. 


Reprimidos  por  los  muy  esclarecidos  Fernando  é  Isa^ 
bel  aquellos  bandos  y  nobles  ambiciosos  que  ,  descono- 
ciendo el  amor  á  la  patria,  perturbaron  á  Castilla  y  á  laa 
tres  provincias  Vascongadas  en  los  reinados ,  especial- 
mente de  Juan  II  y  de  Enrique  [V,  entre  la  mucbedum-r 
bre  de  capitanes  insignes  y  funcionaríos  ilustres ,  que  del 
vulgo  ó  de  la  mas  modesta  hidalguía  salieron  á  dar  gloria 
y  poder  á  la  renaciente  España,  aparece  como  en  pri- 
mer término  un  aventurero  llamado  Pedro  Navarro.  Su 
historia  que  nos  proponemos  ordenar  con  lo  que  los  na- 
cionales y  mas  los  extranjeros  admirados  escribieron ,  no 
llamará  tanto  la  atención  por  su  valor  y  proezas  «n  la  mar 


zecbyG00¿ílC 


12 

y  cntiiina  y  dcbnjo  de  tierra,  como  porque  su  trágico  fin, 
á  pesar  del  alto  lugar  y  reputación  de  que  gozaba,  nos 
confirma  en  que  el  patriotismo,  aunque  de  reciente  data, 
imponía  ya  deberes,  cuyo  desvio ,  aun  mediando  excusas 
tolerables,  se  castigaba  con  inflexible  rigor. 

A  pesar  de  quo  en  su  epitafio  le  llamaron  cántabro ; 
de  que  el  obispo  c  historiador  Paulo  Jovio  que  le  cono- 
ció  y  trató  familiarmente  dijo  en  su  elogio,  refiriéndo»e 
á  lo  que  él  mismo  le  contó,  que  según  costumbre  de  la 
Cantabria,  anduvo  algún  tiempo  embarcado  (1):  que 
Gaspar  de  Baeza,  traduciendo  ese  elogio  no  muchos  años 
después  de  escrito,  puso  Vizcaya  por  Cantabria  (2) :  que 
el  caballero  Brantome,  á  quien  debemos  la  publicación 
de  su  epitafio  y  su  traducción  en  francos,  empleó  la  pa- 
labra vizcaíno  por  cántabro,  habieiido  conocido  en  Ñá- 
peles algunos  militares  quo  alcanzaron  á  Navarro  (3): 
que  éste  en  la  correspondencia  con  el  Rey  Católico  se  ti- 
tulaba  su  /iel  vasallo  ( 4) ;  y  que  prescindiendo  de  lo  que 
mas  adelante  apuntaremos,  no  estando  el  reino  de  Na- 

(1)  Pauli  Jovii,  etc.  Elogia  virontm  betliea  virtut»  Ulualrium, 

lib.  6.  P«lriM  Navarnu familiariter  miiem  nobit  cognitus  {ut 

ipM  dicebatj  navali  disciplinre,  u(  in  Cantabria  moris  tit,  i«se  ati- 
quamdiu  dedil, 

(2)  Elogios  ó  vidas  breves  de  los  caballeros  antiguos  y  moder- 
nos etc.  Traducidos  por  el  liceociado  Gaspar  de  Baeza.  Granada 
1568,  pág.  164.  A  Pedro  Navarro cmociio  familiarmente  y  de- 
clame que  como  es  uso  en  Viieaya  se  diá  algunos  dias  á  andar  por 
la  mar.  Según  D.  Nicolás  Antonio,  Baeza,  qae  en  1 562  habia  ya  tra- 
ducido y  publicado  en  Salamanca  )a  {.*  y  2.*  parlo  de  las  Histo- 
rias de  Jovio ,  murió  de  30  años. 

(3)  Brantome ,  Vies  det  Grandi  Capitaines  etrangert  et  frangoii, 
D.  Pedro  da  Navarre.  Ossibus  et  memoriie  Petri  Navarri  Cantabri 
Aux  os  el  á  la  memoire  de  D.  Pedro  de  Navarre  Biscain, 

(4)  Véase  el  Documento  núm.  I. 


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15 

varra  uoido  todavía  á  los  demás  de  España ,  cuando  Na- 
rarro  mandaba  sus  ejércitos  y  armadas,  no  parece  razo- 
nable que  á  un  extranjero  se  connáran  cargos  tan  impor- 
tantes, no  faltando  nacionales  muy  aptos  para  llenarlos; 
prevalece  la  opinión  de  que  verdaderamente  fué  navarro. 
El  mas  respetable  testimonio  que  para  esto  hemos 
encontrado  es  el  del  capitán  Gonzalo  Fernandez  de  Ovie- 
do. Tratando  este  muy  apreciable  escritor  de  las  empre- 
sas y  valor  de  su  contemporáneo  Pedro  Navarro,  cuenta 
en  sus  Quincuagenas,  hasta  el  dia  no  publicadas  por  la 
imprenta,  haber  sido  navarro  por  su  nacimiento  é  hijo  de 
un  hidalgo  llamado  Pedro  de  Roncal  que  él  conoció  (i ). 
Quizás  de  aquí  derivase  decir  el  historiador  de  Carlos  V 
y  obispo  de  Pamplona  Seftor  Sandoval  y  otros  escritores 
del  siglo  XVlI,  que  nuestro  conde  no  soto  se  llamaba 
Pedro  de  Roncal ,  sino  que  habia  nacido  en  el  vallo  de 
.  su  apellido  en  Navarra  (2);  adelantándose  los  genealo- 
gislas  en  aquel  siglo  y  los  analistas  navarros  en  el  si- 
guiente á  dar  por  cosa  cierta  y  sentada  que  nació  en  la 
viUita  de  Carde,  una  de  las  siete  que  constituyen  la  reu- 
nión ó  comunidad  del  valle  de  Roncal ;  que  su  verdadero 
nombre  era  Pedro  de  Yerelerra ,  que  en  vascuence  sig- 
niñea  clérigo  y  que  su  descendencia  al  tiempo  en  que  es- 
cribían se  conservaba  en  el  poseedor  de  la  casa  de  aquel 
apellido  (3). 

(1)  Quinquagma  1.'  Eítancia  39.  p&g.  9í.  HS.  en  la  Bibliote- 
ca nacional. 

(S)  Sandoval,  Historia  de  Carlos  V,  tomo  2,  líb.  17,  §  20. 
García  de  Góngora,  Historia  apologética  y  Deseripcion  del  reino  de 
Navarra,  liK  2,  cap.  3,  §2,  pág.  14,  v. 

(3)  Aleson  ,  continuador  de  los  Annales  de  Navarra  del  P.  Mo- 
rel,  lib.  35,  cap.  13,  §  2,  mira.  6,  pág.  177.  Elizondo,  Epitome  de 
los  Annalet,  lib.  k,  cap,  6,  pág.  615. 


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Í4 
Es  probable  que  las  memorias  y  escritos  calificados 

do  aulénlicos  por  los  mencionados  analistas ,  que  en 
ellos  croian  encontrar  la  fe  necesaria  en  este  punto ,  no 
sean  por  ventura  una  genealogía  de  los  dos  apellidos  de 
Navarro  y  Verelerra ,  que  se  lee  en  la  Hisloria  del  Cole- 
gio viejo  de  San  Bartolomé  de  Salamanca.  Eo  ella,  y  con 
el  empeño  que  se  advierte  de  que,  contra  el  espíritu  del 
caritativo  y  benemérito  fundador ,  brillen  mas  los  cole- 
giales por  su  alcurnia  que  por  sus  letras,  se  cuenta  que 
D.  Diego  Antonio  Navarro.de  Vereterra,  recibido  colegial 
en  8  de  diciembre  de  1685,  era  sexto  nieto  de  D.  Juan 
Sanz  de  Vereterra,  hermano  tercero  de  nuestro  conde 
Pedro  Navarro.  Estos  dos  hermanos  se  quiere  que  fueran 
hijos  de  Pedro  Suarez  de  Vereterra ,  Coronel  ó  Almirante 
del  valle  de  Roncal,  nietos  de  Sancho  Roncal  de  Vere- 
terra y  biznietos  de  Pedro  Sanz  de  Vereterra  y  de  Doña 
Catalina  López  Urriqui ,  tjue  por  los  años  de  127i  vi-  . 
vian  en  el  lugar  de  Carde  en  Roncal ;  y  como  sí  ya  tanta 
antigüedad  no  bastara  para  ennoblecer  no  digamos  á  un 
colegial  que  comenzaba  sü  carrera  ni  aun  á  nuestro  con* 
de ,  cuyo  esfuerzo  fué  tan  grande ,  sino  á  muchos  magna- 
tes y  Príncipes ;  todavía  el  genealogísta  y  el  crédulo  his- 
toriador del  colegio  remontaron  la  ascendencia  del  cole- 
gial basta  Garci  Sánchez  de  Vereterra,  que  acaudillando 
á  la  gente  roncalesa  hacia  el  año  de  785 ,  venció  en 
Olast  al  Bey  moro  de  Córdoba  Abderraman ,  que  trataba 
de  penetrar  en  la  Galia  gótica ,  y  perdió  en  la  tentativa 
su  cabeza  (i). 


(i)  Historia  rfet  CoUgio  vitjo  da  San  Bartolomé  por  D.  Fian- 
cisco  Buiz  de  Vergara ,  aumeouda  por  e)  marquéG  de  Alveotos. 
Madrid,  1766,  tomo  2.%  núm.  100,  pág.  519  y  524. 


zecbyG00¿ílC 


15 
Para  ser  iloatre  la  familia  de  los  marqueses  de  Gazta* 
naga,  á  la  que  parece  pertenecer  esla  genealogía ,  no  ne- 
cesita mendigar  Falsos  timbres  tan  antiguos,  cuando  tos 
tiene  muy  propios  y  muy  seguros.  Nada  diremos  de  su 
poco  justificado  enlace  con  el  conde  Pedro  Navarro ,  por- 
que no  es  posible  justificarle  cuando  el  mismo  conde  y  su 
padre  le  rechazan.  Ni  aun  el  menor  indicio  apareció  hasta 
el  dia  de  que  hubiesen  usado  alguna  vez  del  apellido  de 
Vereterra ;  y  lo  que  el  genealc^isia  añade  acerca  de  que 
Garci  Sánchez  de  Vereleira  después  del  suceso  de  Olast 
agregó  á  los  doa  ptnoi  sobre  doa  rocas  de  sus  armas  una 
cabeza  alusiva  á  la  de  Abderroman ,  al  paso  que  sirve 
para  probar  la  Falsedad  de  la  genealogfa  con  la  falsedad 
de  los  sucesos  y  de  las  circunstancias  en  que  se  apoya, 
nos  sirve  también  de  prueba  de  que  Pedro  Navarro  no 
tuvo  el  apellido  de  Vereterra,  pues  desconoció  entera- 
mente sus  armas.  Aun  cuando  la  batalla  de  Olast  suce- 
diera, que  ni  está  probado  ni  es  tampoco  fácil  de  asegu- 
rar que  en  el  siglo  VIII  y  en  Roncal ,  ó  sea  en  lo  mas  ás- 
pero y  encrespado  de  los  Pirineos  navarros,  ocurriera  una 
batalla»  fué  sin  duda  muy  posterior  al  tiempo  en  que  se 
supone.  Tan  doctamente  como  acostumbra  lo  demostró 
el  Mtro.  Risco  en  su  Va$c<mia  contra  el  P.  Uoret  (1 ),  á 
quien  sigue  el  genealogista ;  y  no  habiéndose  comenzado 
á  usar  en  Navarra  las  armas  y  los  blasones,  según  el  mis- 
mo analista ,  sino  unos  quinientos  años  antes  de  que  él 
escribiera  sus  Investigaciones  históricas ,  en  que  lo  in- 
dica (2);  ya  el  suceso  de  Olast  Fuera  en  785  como  pre- 


(1 )  Etpaaa  sagrada,  tomo  32,  cap.  16,  pág.  36i  y  sig. 
(2]  Ed  el  lib.  3,  cap.  &«  §  2,  habiendo  sido  impresas  en  el 
lo  de  1665. 


zecbyG00¿ílC 


16 

tende,  ó  bien  en  9G1  como  señala  el  Miro.  Risco,  en 
ninguno  de  los  dos  casos  aparece  que  se  usaran  armas  cii 
Tíavnrra.  En  cuanto  á  nuestro  conde,  referiremos  mns 
adelante  que  por  no  conocerlas  ni  tenerlas ,  pidió  á  Paulo 
Jovio  que  le  arreglara  y  compusiera  una  empresa  ó  divisa 
alusiva  á  sus  hazañas. 

No  habiendo  mar  en  Roncal  y  creyendo  tal  vez  los  escri- 
tores que  refutamos,  que  el  oficio  de  marinero,  y  marinero 
en  Vizcaya,  país  tan  noble  com«Roncal(l),  no  era  tan  hon- 
roso como  el  de  labriego  en  aquel  valle,  cuentan  que  can- 
sado Pedro  Navarro  de  labrar  sus  propias  heredades  y  con- 
ducir sus  ganados  como  lo  practicaban  los  demás  ronca- 
leses,  todo  lo  abaiiddnó  para  mejorar  de  suerte.  El  viaje 
sin  embargo  no  fué  largo  ai  á  ningún  estado  ó  gran  me- 
trópoli ocasionada  á  enriquecerse  con  el  tráfico  ó  con  cl 
ingenio,  sino  á  la  modesta  villa  y  boy  ciudad  de  San- 
güesa, cabeza  de  la  merindad  á  que  también  pertenecía 
Roncal.  Un  dia  en  que  por  no  haber  hallado  ocupación, 
se  paseaba  ocioso  por  su  puente,  refieren  los  mismos  escri- 
tores, que  encontrándole  unos  mercaderes  genoveses,  que 
regresaban  á  su  patria ,  y  prendados  del  buen  modo  y'des- 
pejo  con  que,  preguntándole  por  la  posada  los  guió  á  ella  y 
sirvió,  mientras  permanecieron  en  Sangüesa,  le  admitie- 
ron en  su  compañía  y  le  llevaron  á  Genova.  Allí  siguen, 
con  que,  según  unos,  sentó  plaza  de  soldado  de  marina  en 
un  corsario ,  y  conociéndole  natural  de  Navarra ,  comen- 
zaron á  llamarle  Navarro,  y  según  otros  se  hizo  merca- 

(||  Acerca  de  la  iofanzoata  ó  hidalguía  que  de  resultas  de  la 
balulla  de  Olasl  concedió  el  rey  de  Navarra  Forlun  García  á  loa  ron- 
caleses  y  lo  que  era  la  nobleza  en  aquel  reino ,  Téanse  los  artículos 
Hidalguía  y  R-mcal  del  Diccionirio  de  las  antigüedades  de  Na  van  a 
del  Sr,  Yaiíguns. 


3vGooglc 


der  negociando  con  tas  presas  que  tomaba,  y  en  su  mayor 
parte  eran,  como  entonces  se  usaba,  de  moros  (i). 

EUta  narración  propensa  como  se  vé  á  atenuar  la  hu- 
milde condición  en  que  Navarro  nació,  y  sobre  todo  sus 
atrocidades,  cunndo  fué  roas  bien  pirata  que  eorsario,  no 
guarda  conformidad  ni  con  lo  que  escribió  Gonzalo  de 
Oviedo ,  ni  con  lo  que  el  mismo  Navarro  contó  á  Paulo  Jo- 
vio.  El  primero  dice ,  que  desde  muchacho  sirvió  al  mar- 
qués de  Cotron,  caballero  del  reino  de  Ñapóles,  y  que  des- 
pués de  cogido  et  marqués  por  las  turcos ,  anduvo  en  las 
correrías  que  en  su  lugar  rcrcrirómos  (2);  y  el  segundo 
feGereque,  habiendo  algún  tiempo  navegado  j^or  los  ma- 
res de  Vizcaya,  enfadado  de  aquella  vida  se  fué  á  Italia, 
en  donde  pudo  acomodarse  de  mozo  de  espuela  (de  pala- 
frenero dicen  otros)  del  Cardenal  Joan  de  Aragón  (¡í). 

(I )  Aleson ,  coDtiDuador  de  Horet ,  ea  los  Annatas  de  Navarra, 
tomo  6.  lib.  3S,  cap.  li,  %.  2,  núra.  6. 

(8)  QniuqnageDB  l.'EsUncia  39. 

(3)  Elogia  etc....  ul  Jaamii  Aragonis  Cardinali  á  peáilibut 
terviret.  Baeza,  ibi,  pAg.  \&^.  Lope  Garcia  de  Salaiar,  que  escribió 
su  Bleanandaiitas  y  Fvriunai  hacia  el  año  de  1 470 ,  IrdUudo  De 
laCasaé  linage  de  Davalot  é de m  crecida  é de  su  caída,  dice  "que 
el  linaje  de  Üávalos  eraa  del  reino  de  Navarra  é  de  estos  vino  en 
CastilU  UD  fijodalgo  mancebo  áú  XVI  años  que  llamaban  R.*  Da- 
vales, que  fué  mozo  de  espuela  del  rey  D.  Enrique  Ul  de  este  nombre 
é  deepacA  ^fué  page ,  ¿después  camarero,...  i  fué  Condestable.''  So 
vd  pues  que  laii  bajo  empleo  era  bien  propenso  á  subir  muy  alto  y 
laiubien  á  morir  en  desgracia  como  le  succiJió  al  Conilestiible  Itai 
López  Davalo»,  desterrado  en  Valencia  en  lí28.— V,  Generaciones 
y  Semblamos  de  Fernán  Peres  de  Gnzman  al  fio  de  la  Crvnica  de 
Jua:i  Jl.  Segnn  el  misuio  Gonzalo  Fernandez  de  Oviedo,  citado  por 
rl  Sr.  Clenieacin  en  las  Ilustraciones  al  Elogio  de  la  Reina  Doña 
Isabel,  pág.  188,  la  primera  guardia  que  tuvo  el  Itey  Católico,  la 
joDtó  el  capi^Q  Gonzalo  de  Ayora,  tomándola  de  los  mozos  de  es- 
paelat  de  los  caballeros  cortesanos. 

Tomo  XXV.  '1    .; 


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t8 

i485. — Fué  este  cardenal  hijo  del  Rey  D.  Fernando  I 
de  Ñapóles  y  de  Isabel  de  Glaramonte.  Murió  en  Roma  con 
sospechas  de  envenenado  en  octubre  de  i  485,  sin  (ener 
apenas  veinte  y  un  años  (1).  Do  sus  resullas  quedando  nues- 
tro Navarro  desocupado ,  y  pareciéndole  mal  el  ocio  de 
aquella  corte,  prosigue  su  amigo  iovio,  qne  se  fué  á  tomar 
partido  en  la  guerra  de  Laca  6  Lunigiana  (2] :  de  suerte 
que,  atendida  la  robustez  que  necesitaba  para  acompañar 
como  espuelista ,  ó  ya  fuera  á  pié  ó  á  caballo  al  cardenal 
cuando  cabalgaba ,  y  el  esfuerzo  que  luego  comenzó  á 
mostrar  en  la  guerra  Lunigiana ,  no  parece  exagerado  re- 
putarle entonces  como  de  veinte  y  cinco  años,  y  que 
pudo  por  lo  tanto  nacer  hacia  el  de  i460. 

Si  en  nuestras  provincias  Vascongadas,  hoy  tan  pobla* 
das  y  apacibles,  y  si  en  medio  de  sus  pobres  y  ásperas 
montañas,  los  bandos  de  Gamboa  y  Oñez  por  mandar  en 
tan  corto  y  miserable  recinto,  derramaban  entonces  la 
sangre  á  torrentes  y  combatían  en  batallas  ordenadas,  sin 
que  hubiera  reunión  pública  con  cualquiera  objeto  que 
fuese ,  ó  bien  de  familia  y  parientes  por  boda ,  entierro  ó 
misa  nueva ,  que  no  acabase  en  desafío  y  pelea  con  loa 
del  linaje  contrario  y  su  bando,  ¿qué  no  sucedería  en 
aquel  siglo  y  en  esa  hermosa  Italia  llamada  por  la  natu- 
raleza á  ser  politicamente  una ,  y  constantemente  con- 
trariada por  intereses  eitraños ,  y  loque  espeor,  y  todavía 
continúa,  por  los  mismos  italianos?  Repartida  entonces  en 
multitud  de  pequeños  estados  y  repúblicas,  celosos  todos 
unos  de  otros  y  aspirando  á  dominarse ;  y  divididos  á  su 

(1)  Haratori,  Annall  d^Ilalia,  tom.  9,  pág.  549,  sn.  1UI&. 
Alphonsi  Giaeoníi ,  Viite  et  res  gesta  Pontificum  el  Cardinalium  at 
Augusto  Oldoina  S.  J.  reeogniía,  \om.  3,  pAg.  70. 

(3)  JoTÍo  y  Baeza  ibi. 


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49 

Tez  en  bandos  ó  facciones  interiores  afiliadas  .á  las  de 
güelfos  y  glbelinos,  que  era  el  nombre  de  tas  principales, 
en  nada  sus  insensatos  hijos  seguían  ni  se  asemejaban  á 
los  antiguos  romanos  sus  progenitores,  sino  en  llamar  bár- 
baros á  los  que  no  eran  italianos.  En  todo  pensaban  en- 
medio  de  sus  adelantamientos  en  las  artes  y  en  las  letras, 
menos  en  que  asi  como  la  república  romana  dominó  con 
la  unión  y  el  patriotismo  al  mundo,  y  los  extraños  y  bár- 
baros acabaron  con  el  imperio  desunido ,  así  también  su- 
cumbirían ellos ,  pasándose  siglos  como  ha  sucedido  y  to- 
davía sucede  en  España ,  antes  de  que  el  poder  de  la 
naturaleza ,  no  obstante  Id  superioridad  de  su  fuerza  sobre 
el  de  la  política ,  los  restituya  á  la  uninacionalidad  que 
con  los  montes  y  los  mares  les  tiene  señalada. 

En  aquella  confusión ,  y  al  tiempo  de  morir  e)  carde- 
nal de  Aragón ,  se  distinguían  en  Italia  por  la  cruda  guer- 
ra que  se  hacían  en  la  Lunigiana  ó  campos  de  Luca  las 
dos  repúblicas  de  Florencia  y  Genova.  Había  comenzado 
en  el  año  de  1484  por  disputarse  ambas  repúblicas  la  po- 
sesión de  la  ciudad  de  Serezana ,  que  sin  razón  ni  motivo 
fundado  babia  vendido  á  los  florenlines  Agustín  Fulgosío, 
genovéa  (1).  Pero  lo  que  con  mas  ardor  se  disputaba  era 
e!  castillo  de  Serezanello ,  que  para  sujetar  á  los  de  Sere- 
zana babia  en  otro  tiempo  levantado  sobre  una  peña  muy 
inmediata  á  la  ciudad  el  famoso  Castruccio  Caslracani 
que,  pasando  de  mancebo  de  mercader  á  soldado,  llegó 

(1)  Ubcrli  Folleto  Geimentium  Húloría  ele.  Ínter  Antiquita- 
rum /ío/ifE  scriptores ,  lib.  Xl.pag.  561.  Eoannoqai  fuít  hujus 

sseculi  oclagesimiis  quartus bellum  ínter  GeDuenacs  et  FIü- 

reDtinos  in  agro  Luoeusi  orluiii  tist....  causa  i|U«  boc  bellnm  con- 
fíiTitSergiananrbs  fuit  quain  Augustinuí  Fulgosíus,  iacoiisulla  ra- 
lioae  floreatinis  Tendíderat. 


zecbyG00¿ílC 


20 

con  su  valor  y  Jilígfincia  á  ser  Príncipe  de-Laca-  y^de  la 
Luniginna  (i  ).         * 

1486. — Inocencio  VIH  que,  como  sus  predecesores  en 
el  ponliGcado,  aspiraba á  dominarla  Italia,  mediando  en- 
tre las  dos  repúblicas  en  1 486 ,  logró  introducir  la  paz  en 
ellas.  Las  basüs  Tueron ,  que  los  florenlincé  cnlrcgarian 
Serezana  y  Sereíanello  á  los  genoveses  en  cambio  de  Píe- 
Ira  santa  que  estos  les  habian  tomado.  En  cuanto  á  la  res- 
titución de  Serezana  ningún  reparo  opusieron  los  floren' 
Unes :  mostráronse  por  lo  contrario  muy  eficaces  en  cum- 
plirla ,  empleando  pura  la  de  Serezanello  tanta  astucia  y 
lentitud  qne  al  fin  paró  en  resistencia.  Atribuyóla  alguno 
á  sugestión  del  papa  Inocencio,  altamente  ofendido  de  los 
genoveses,  por  el  subido  interés  á  que,  desconfiando  de 
el ,  le  prestaron  cierta  cantidad  que  !e  urjta  (2) ;  pero  pa- 
rece mas  cierto,  y  los  sucesos  así  lo  probaron ,  que  los  tío- 
rentines  no  queri&n  desprenderse  del  castillo,  esperanza* 
dos  en  que  desde  él  no  tardarían  en  recobrar  á  Serezana. 

i487. — Aprestaron  con  este  fln  y  desde  principios  de 
1487  cuanto  juzgaban  necesario.  Los  genoveses  que  lo  su- 
pieron, ordenaron  á  Juan  Luis  Fiesco  y  á  su  gente  quo  pu- 
sieran cerco  á  Serezanello.  Sin  descuidarse  los  Horcnlines 
trataron  de  disputarlo ;  y  tan  resuello  y  afortunado  andu- 
vo el  conde  de  Pitigliano,  su  general ,  que  enconirundo  en 
15  de  abril  á  los  genoveses,  los  venció  en  batalla  cam- 
pal, prendió  á  su  general  Fiesco,  y  descercaron  á  Sereza- 
ncl  lo :  amedrentados  con  lo  cual  los  que  defendían  á 
Serezana,  al  ver  que  los  florentines  se  preparaban  para 

(1 }  Jovio  en  las  Bislorias  de  su  liempo  y  en  el  elogio  de  Chs- 
trnccio.  Nicolás  Machiavelli  vn  su  vida  que  Jovie  dice  haber  es- 
crito con  poca  exactitud. 

(3)  Vberius  Folíela  ibi. 


3vGooglc 


SI 

UD  asalto  geooral ,  enarbolaron  bandera  blanca  el  22  de 
junio,  y  entregaron  por  capitiflacion  la  plaza  (i). 

Hemos  entrado  en  estos  pormenores  porque  en  esa 
guerra  de  Luca  6  Lunigiana  y  en  las  empresas  de  Seré- 
zaúa  y  Serezanello  convienen  los  italianos  mas  fidedig- 
nos en  que  militó  Pedro  Navarro  como  simple  peón  ó  sol- 
dado de  inrantería,  aunque  diGercn  en  tas  banderas  que 
siguió.  Paulo  Jovio  su  amigo  ,  y  por  eso  muy  digno  de  fe, 
da  por  sentado  que  estuvo  con  los  florentines ,  cuyo  ge- 
neral Pedro  Montano  ó  del  Monte  no  le  dio  al  princi- 
pio mas  de  treinta  reales  mensuales,  basta  que  viendo 
cuanto  excedia  á  los  demás  soldados  en  capacidad  y  en 
las  obras  de  ingenio  que  ejecutaba ,  especialmente  abrien- 
do minas  y  henchiéndolas  de  pólvora,  le  dobló  al  cabo  de 
algunos  meses  la  paga  (2).  Guicciardini  por  lo  contrarío 
asegura  que  seguia  á  tos  genoveses ,  y  que  con  etlos  mi- 
litaba como  infante  particular,  según  algunos  le  afirma- 
ron al  cercar  en  1487  la  peña  de  Serezanello  guarda- 
da por  los  florentines ;  contra  la  cual,  aunque  aplicó  sus 
minas,  que  por  primera  vez  se  usaron  entonces  en  Italia, 
apenas  produjo  efecto  la  explosión  por  no  haberse  exca- 
vado lo  suficiente  en  la  peña  para  llegar  hasta  detiajo  de 
las  murallas,  y  quedó  por  lo  tanto  abandonada  esa  inven- 
cicKi  hasta  mas  adelante  (3). 

0)  Uaratori,  ibi,  pj^.  553  y  555. 

(2)  Paulo  Jotío  en  su  Elogio  y  Baña  ea  la  tradaccion  pooe  rea- 
Jes  por  liíialit  dtnariis. 

(3)  Gnicciardini,  htoria  if  Italia,  edición  de  1563  en  Venecia, 
lib.  6,  pág.  150,  tralando  de  las  mioas  qne  Navarro  cmpteó  eo 
1503  contra  los  caslillos  de  N6po1es  ¡  la  tfuale  spreie  (ftipugnalio- 
ne  era  Uata  la  prima  volla  aaata  in  Italia  tía  GcHoveii  coi  quali  te- 

■  tonda  eke  affermami  aleuni,  militaba  per  f ante  prívalo  Pietro  Na- 
varra quando  l'aiuM  1487  i'aeeamparono  Ma  Racta  de  Strezúiullo 


zecbyG00¿ílC 


Sin  decirnos  de  donde  lo  iomaron  los  aoalislas  de 
Navarra ,  sostienen  que  nuestro  conde  aodaba  con  los  ge- 
novases,  á  quienes  acompañó  eri  el  socorro  que  enviaron 
á  los  florenlioes  en  la  guerra  que  tenían  con  los  písanos. 
Ed  el  sitio  que  entonces  pusieron  á  Pisa,  refieren,  haber 
sido  en  donde  observando  Navarro  el  poco  lino  con  qtie 
dirigían  las  minas,  que  entonces  comenzaban  á  usarse,  et 
ingeniero  encargado  de  ellas,  se  ofreció  á  prepar&r  otras 
que  hicieran  mayor  estrago ,  y  habiéndolo  conseguido  muy 
pronto ,  mereció  su  obra  tanta  admiración  como  aplauso. 
La  brecha  que  de  la  eaplosion  resultó  concluyen  con  que 
fué  tan  capaz  y  practicable  para  el  asalto  ,  que  los  sitia- 
dos al  ver  que  todo  estaba  ordenado  para  él  se  rindieron 
por  capitulación  (1);  mas  como  la  guerra  entre  florenti- 
nes  y  písanos ,  á  que  parece  que  aluden ,  y  el  sitio  consi-- 
guiente  á  ella  solo  tuvieron  lugar  en  los  años  de  1496  y 
1499.  cuando  Navarro,  como  veremos,  andaba  en  empre- 
sas de  otro  carácter ,  no  merece  tomarse  en  coenta  la  re- 
lación de  los  que  se  tenían  por  sus  paisanos  (2). 

Mas  grave  sin  duda  alguna  en  lo  que  coneieme  á  nues^ 
tro  minador,  es  la  autoridad  de  so  contemporáneo  Her- 
nando del  Pulgar.  En  el  año  de  1487  y  casi  en  los 
mismos  din^  en  que,  según  los  italianoa poco  há  citados, 
vencieron  los  florentinos  á  lo»  genoveses  y  se  apoderaron 

Umita  da  i  Fiorenlim',  ove  con  una  cncn  m  iÍmitmod«  mpersoito  parte 
áe  la  muraglia,  ma  non  €onq¡ii$tando.  la  recta  per  enere  la  tníita 
penelrata  tanto  sollo  i  fondamenti  del  muro,  guanta  era  neterssa—. 
rio,  non  fu  lequitaio  per  allora  le  essempio  di  ipiesta  cosa. 

(1)  Aleson,  Anuales  de  Navarra,  tooi.  5,  parte  2,  tifa.  16,  cap.  S, 
núm.  2. 

(2)  Haratori,  Annali  d'IiaUa,  ibi,  pdf;.  58T,  aii.  de  1496, y 
pig.  597 ,  en.  d«  ]  i99,  en  cayo  día  t.*  de  ngesto  djice  ^ac  el  gv 
neral  (lorentin  puso  sitio  i  Píei. 


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25 

luego  de  SerezDna.  nos  cuenta  aquel  testigo  de  vista  y  dís* 
tinguido  cronista  de  los  Reyes  Católicos ,  que  se  rindió  á 
estos  en  27  de  abril  la  ciudad  de  Velez-Málaga.  y  algu- 
nos dias  después  el  fuerte  casUllo  de  Bentomiz,  en  que 
pusieron  por  alcaide  á  Pedro  Navarro  (1).  Y  para  conflr- 
mamos  el  diligente  historiador  Esteban  de  Garibay  en  que 
fué  el  mismo  aventurero  Navarro,  cuya  vida  escribimos,  al 
referir  el  mismo  acontecimiento  que  Pulgar,  le  da  el  título 
de  capitón ,  y  añade  que  de  pobre  mozo  qae  se  platicaba 
por  tradición  haber  tido  marinero ,  aunque  hidalgo,  vino 
dtspuea  á  Beñalarte  tanto  ^ue  mhió  á  Conde  (2). 

Si  llama  la  atención  que  un  escritor  tan  entendido  en 
las  cosas  de  Navarra  como  lo  fué  Garibay ,  y  que  debió  si 
no  alcanzar,  á  lo  menos  oir  y  tratar  á  los  que  alcanzaron 
y  trataron  á  Navarro ,  no  solo  le  tenga  por  guipuzcoano  ó 
vizcaíno ,  sino  que  le  represente  como  Pulgar ,  peleando 
contra  los  moros  de  Granada ;  no  la  llama  menos ,  que  dos 
muy  esclarecidos  críticos  y  académicos ,  en  este  siglo  y 
en  el  pasado ,  ninguna  mención  hicieran  de  acontecimien- 
to tan  notable.  Ni  el  Sr.  Glemeacin  en  su  ms^nífico  Elo- 
gio de  la  reina  Doña  Isabel ,  se  acuerda  de  Navarro  ni  de 
■US  minas ,  no  obstante  haber  consagrado  una  Ilustración 
entera  de  su  Elogio  á  señalar  los  adelantamientos  del  arte 
militar  en  aquel  reinado  (3) ;  ni  el  Sr.  D.  Vicente  de  los 
Ríos  en  su  precioso  Discurso  sobre  los  ilustres  artilleros 
españoles  desde  los  Reyes  Catátteos  á  su  tiempo,  aunque 

(O  Crónica  áelos  Rexes  Calólleos  etc.  Zmh^ozí  ,  196?.  Parte  3, 
cap.  70  y  73. 

(S)  Garibay,  Compendio  hiuorial,  Amberes,  1571,  tom,  2,  ca- 
pitulo 31,  pig.  U34  y  lib.  19,  cap.  16,  pág.  1245. 

(3)  Mtmoriat  de  la  Academia  de  la  Hiiioria,  l<)ma6.  Ilustra- 
ción 6,  pág.  167. 


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34 

atribuye  constantemente  á  Pedro  Navarro  la  itiTencion  de 
laa  minas  contra  tas  plazas  de  guerra,  se  acuerda  de  las 
(|ue  se  usaron  contra  la  de  Mñlaga  en  el  mismo  año 
.  de  1487  eii  que  se  rindió  Á  18  de  agosto  (1).  Ambos  es' 
critores  sin  embargo  hablan  leido  y  releído  como  lo  prue- 
ban sus  escritos,  la  Crónica  de  Pulgar  y  enterádose  no 
solo  de  que  Navarro  fué  alcaidü  de  Bentomiz  por  el  Rey 
Católico,  stQO  de  que  éste  mandó  cercar  á  Málaga,  minar- 
la por  cuatro  partes;  siendo  tanto  lo  que  minaron  los 
cristianos  y  contraminaron  los  moros  desde  el  punto  que 
to  sintieron,  que  encotitrándose  debajo  de  tierra,  el  mis- 
mo Pulgar  reQere,  que  peleabpn  y  se  herían  con  las  lan- 
zas y  las  espadas  (2). 

Es  por  cierto  muy  de  sentir  que  el  Sr.  Bios  tan  hábil 
en  la  critica  (3)  como  en  la  tormentaria,  no  tratara  de 
investigar  si  realmente  nuestro  Pedro  Navarro  fué  alcaide 
de  Bentomiz  en  el  año  en  que,  según  los  escritores  italia- 
nos, asedió  con  los  florenlines  ó  genovescs  á  Serezana  y 
Serezanello,  y  si  entre  las  minas  abiertas  contra  Málaga, 
no  las  hubo  por  ventura  de  la^  que  cargándose  con  pól- 
vora y  rebentando ,  asombraron  entonces  por  primera  vez 
en  Italia.  Quizás  le  apartase  de  lo  primero  haber  obser- 
vado que  Pulgar  ni  antes  ni  después  de  lo  de  Bentomiz, 
mencionó  para  nada  á  Navarro,  y  que  tampoco  se  acordó 
de  él  ni  le  aludió  el  Cura  de  los  Palacios  en  su  Historia  de 
los  Reyes  Católicos  no  publicada  todavía.  Quizás  le  preo- 
cupase también  tener  á  Navarro  por  róñenles  y  vertladera- 

(1)  Ibidem,  tomo  í.  Parle  3,  del  Discurso,  ariic.  1.* 
(S)  Crónica,  ibi,  cap.  62  y  85.  De  ias  peleat  que  pasaron  en  lat 
minas  etc. 

(3)  Véase  sn  bello  Discurso  preliminar  á  la  edición  del  D,  Qui- 
jote, por  la  Real  Academia  Española. 


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25 

meDlé  nacido  en  Navarra,  de  cuyo  reino,  no  incorporado 
todavía  con  los  de  Castilla  y  Aragón,  no  aparece  haber 
asistido  otro  á  la  empresa  de  Velez-Málaga ,  sino  D.  Fe- 
lipe de  Aragón  y  Navurra,  bastardo  del  difunto  Principe 
de  Viana ,  y  sobrino  por  lo  tanto  del  Rey  Católico ;  mas  en 
lo  tocante  á  las  minas  mediaban  otras  razones.  Pulgar  tra- 
tando de  una  de  las  abiertas  en  Málaga,  cuenta  con  su 
habitual  exactitud ,  que  asi  que  los  moros  la  vieron  derri- 
bada, "cobraron  tanto  esfuerzo  que  pensaron  cometer 
■  pelea  por  todas  partes  á  6n  de  quemar  é  derribar  las 
•  otros  minas  é  armaron  sus  albatozas  é  rornesciéronlas 
>de  gentes  é  de  tiro»  de  pólvora  {\):"  lo  cual  dejando 
aparte  tantos  maestros  de  fabricarla  así  como  la  artillería, 
tantos  ingenieros  y  artífices  como  acudieron ,  y  tantas  y 
tan  nuevas  invenciones,  como  el  mismo  Pulgar  rcliere 
que  se  practicaron  en  la  guerra  de  Granada  (2) ,  bien  po- 
dían haber  despertado  la  atención  de  algún  militar  enten- 
dido, para  que  comparándolas  qon  Ins  atribuidas  á  Na- 
varro, supiéramos  si  en  lo  que  especialmente  toen  á  las 
minas,  no  fué  mas  bien  un  perfeccionadorque  un  inven- 
tor de  lo  que  ya  se  conocía  en  España. 

Esta  investigación  acaso  hubiera  conducido  á  conocer 
el  distrito  en  que  tuvo  eso  principio,  y  tal  vez  el  en  que 
nació  Navarro.  Entre  las  gentes  que ,  llamadas  sogim  eos* 
lumbre  de  otros  afios  á  la  guerra  de  Granada ,  acudieron 
en  el  de  1487  á  la  conquista  de  Velez-Málaga  y  Málaga, 
las  hubo  de  Vizcaya  y  sus  Encartaciones  (5) .  Eran  estas  por 

(1)  CrÓQÍca,  ibi,  cap.  85,  y  Nebrija  queeola  suyalalioa  le  si- 
gue   esaclamente. 

(2)  Ibid.  cap.  ki  j  46. 

(3)  Colección  de  Cédulas,  Carlas-patentes  etc.,  concernientes  á 
las  ProTÍiicias  Vascongadas  impresas  de  Real  orden  en  1828,  lom.  t. 


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26 

ventura  entonces  la  única  comarca  de  España,  en  cuyos 
pueblos  cercanos  á  la  costa  podía  un  solo  individuo,  como 
hoy  todavía  sucede ,  alternar  en  los  dos  oGcios  de  mina- 
dor, extrayendo  la  mina  de  hierro  del  Tamoso  monte  de 
Somorrostro.  situado  por  Plinio  en  la  Cantabria,  y  de 
navegante  ó  marinero  transportándola  por  mar  á  los  puer- 
tos y  ferren'as  de  las  provincias  de  Santander  y  Asturias, 
y  de  Guipúzcoa.  Bayona  y  tierra  de  Labort  (i). 

Gomo  no  creemos  que  Navarro ,  si  nació  y  fué  labriego 
en  Roncal ,  por  mucho  in^nlo  que  tuviera  y  le  concede- 
mos ,  recibiese  por  ciencia  infusa  la  pericia  en  el  navegar, 
en  trazar  y  delinear  fortalezas  y  en  rendirlas  con  tas  mi- 
nas ;  hemos  siempre  propendido  á  que  nació  en  las  En- 
cartaciones de  Vizcaya ,  y  tuvo  educación  algo  mas  esme- 
rada de  la  que  se  refiere.  De  este  modo  y  mas  recordando 
que  las  tres  provincias  Vascongadas,  después  de  reprimí* 
dos  los  bandos ,  se  transformaron  en  un  país  belicoso  y  en 
un  activo  arsenal  de  donde  así  salían  distinguidos  oGciales 
de  mar  y  tierra  y  naves,  artillería,  pólvora,  lanzas,  pa- 
vesos  y  todo  género  de  armas  para  asegurar  nuestras  cos- 
tas y  las  fortalezas  de  Sicilia  (2) ,  como  corsarios ,  piratas 

pág.  16^.  Garla  de  los  Reyes  de  27  de  Agoslo  en  Miilaga,  maadan- 
do  pagar  enlreotrus  íJuanJeAedo,  vecino  de  Vaimnseda ,  lo  qae 
habían  addanlado  á  la  gente  de  á  pie,  ballesteros  y  lanceros  de 
Vizcaya  y  las  Encartaciones ,  por  los  días  que  además  de  los  cíenlo 
porque  snlieroo  de  sus  casas  pagadas  por  los  concejos,  se  dela- 
vieron  sin  duda  hasta  conquistar  aquella  ciudad. 

(1)  Ibid.  pég.  V7  y  IIÜ.  Cartas  de  los  mismos  Reyes  de  18  de 
julio  de  1i75  y  23  de  marzo  de  4&87,  permitiendo  á  Pedro  de  Sa- 
Iszatfu  vasallo,  por  los  servicios  que  lea  babia  hecho  en  la  guerra 
contra  Portugal,  extraer  la  vena  de  Somorrostro  para  San  Juan  de 
Luz ,  Bayona  y  tierra  de  Laborte ,  y  que  se  pudiera  extraer  libre- 
mente. 

(2)  Esta  transformación  de  las  provincias  se  deduce  de  muchas 


3vGooglc 


27 
y  aventureros ,  que'algnna  vez  castigaron  los  Reyes ;  nos 
es  lícito  inferir  que  Navarro  fué  uno  de  ellos  y  nació  en 
Vizcaya,  Por  cántabro  hemos  ya  visto  que  le  tuvieron  sus 
contemporáneos ,  y  que  los  que  Íes  sucedieron ,  dieron  á 
esa  denominación  latina  la  vulgar  de  vizcaino.  En  lo  antí* 
guo  como  en  el  dia ,  en  el  cómun  de  Aragón ,  á  tos  naci- 
dos de  las  tres  provincias  Vascongadas  se  los  suele  desig- 
nar con  el  nombre  de  navarros.  Participando  Paulo  Jovio 
de  esa  vulgaridad  que  hubo  de  llegar  á  Itnlia  mediante  su 
trato  y  roce  frecuente  con  Us  gentes  de  Aragón,  no  debe 
causar  novedad  que  alguna  vez  en  sus  escritos  llamara 
Reyes  de  Cantabria  á  los  de  Navarra ,  mayormente  si  se 
atiende  á  que  Pedro  Mártir  hacia  lo  mismo .  residiendo 

BMiles  provisioDcs  que  se  encuentran  recopiladas  ea  U  Colección 
qne  dejamos  citada.  Por  una  de  16  de  diciembre  de  1480  aparece 
qne  los  Reyes  Caldlicos  mandaron  acopiar  armas  para  proveer  laa 
fortalezas  de  Sicilia  y  la  armada  contra  el  turco,  y  que  en  Us  fer- 
rerias  de  Álava,  Guipúzcoa  y  Vizcaya  las  labrasen  dejando  toda 
labor.  Por  otra  de  URS  se  mandó  á  la  Janta  de  Guipúicoa,  vista  U 
habilidad  de  la  geale  de  aquella  provincia,  que  preparase  naves  con- 
tra los  moros  de  Granada.  Por  otras  de  18  de  marzo  de  1486  y  2i 
de  julio  de  1487,  se  mandó  pagar  á  unos  corsarias  guipaicoaiios 
los  robos  y  costas  qae  habían  hecho  á  nnos  mercaderes  bretones,  y 
prohibiéodoles  el  corso  &  loa  armadores  de  la  misma  provincia, 
mientras  no  dieran  Ganzas  en  los  puertos  de  que  salían,  de  respetar 
las  alíanzHS  y  amistades  de  la  Corona.  Por  otras  en  fm  de  22  de  se- 
tiembre ,  29  de  noviembre  de  1488  y  %0  de  enero  de  1489,  se  man- 
da fabricar srtiUeria  en  Vizcaya  y  Guipúzcoa,  ayudará  Maestre-Xi- 
mon  y  &  Garcia  de  Orejón,  vecinos  de  Santander,  con  carbón,  l»^ 
Ba,  acémilas  y  posadas  mientras  la  fabricaban  y  para  transportarlas 
lombardas  y  otras  armas  hasla  los  puertos  en  donde  ae  hubiesea 
de  embarcar  para  Sicilia,  y  para  que  con  el  mismo  destino  y  pre- 
ferencia á  cualquiera  otra  obligación  y  contrato  se  fabricase  en  laa 
tres  provincias  cierta  cantidad  de  cerbatanas,  espingardas,  lanzas, 
balleslaa,  saetas,  corazas,  celadas,  capacetes,  barnotes,  paveses 
y  otras  ormas. 


zecbyG00¿ílC 


S8 

<le  muy  otras  en  E^pañn  (1 ).  Da  suerte  que,  prescindiendo 
de  si  Pulgar  al  publicar  la  Crónica  piucho  después  del  su- 
ceso do  Bentomiz ,  designó  á  Navarro  con  el  nombre  que 
eulónces  le  daban  ;  si  juntnmos  á  tantos  antecedentes  el 
de  que  mas  adelante  le  bemos  de  ver  acompañado  de  un 
presbítero  llamado  Taramona;  podremos  insistir  en  que 
siendo  ese  nombre  el  de  un  lugar  de  las  Encartaciones  en 
el  concejo  de  Gatdames,  era  sin  duda  paisano  de  Navarro, 
y  éste  por  lo  tanto  cncartiido. 

Mas  ya  lo  fuese  ó  roncales,  ó  bien  navarro  ó  vizcaíno, 
BU  nacimiento  en  nuestro  sentirla  ningún  pueblo  ennoble- 
ce. Hombre  sin  ide.is  de  patria  y  que  á  lodos  vendía  su 
sangre,  nada  bace  dudar  tanto  de  quo  estuviera  en  VeteZ' 
Málaga ,  como  no  verle  participar  del  espíritu  nacional  y 
caballeroso  que  como  á  porfía  mostraron  los  capitanes  que 
militaron  en  la  guerra  de  Granada.  Pasando,  como  ya  re- 
ferimos ,  de  cspuelista  do  un  cardenal  á  infante  aventu- 
rero en  la  guerra  Lunigiana ;  tomada  Serezana  por  los  flo- 
rentines,  nos  cuenta  su  amigo  Jovio  que  se  lanzó  otra  vez 
á  an.lar  por  la  mar,  dándose  al  corso  contra  los  corsarios 
ó  pirarlas  africanos  ("2]. 

Era  este  ofício  lucroso  entóneos  y  mirado  ul  parecer 
sin  prevención.  Emprendíase  con  apariencias  do  religiony 
bajo  pretexto  de  perseguir  á  los  turcos;  y  de  tal  modo  lo 
practicó  Navarro,  ya  tomándoles  sus  navios,  ya  dcsembar- 


(0  V.  catre  otras  epístolas  He  Pedro  Márlirla  215  del  libro 3, 
escrila  en  1 Í99 .  ea  que  dice  Lerini  Camei  Navarra  qua  in  Cania- 
iris  est  comeitn&llls. 

(2)  Jovio  en  su  Elogio:  Ferum  Strgiano  oppitlo  á  FtoreMmt  m 
poíesiafem  redado,  iurum  mariiima  exerdiaiionis  muñera  eample- 
xtu,  multa  litloiibut  A/rita,  Puniát  preedonibut  infeilutt  dttri- 


3vGooglc 


29 

criDtlo  en  las  playas  afrícnnas,  que  de  sus  resultas  se  ha 
escrito  que  le  apellidnroo  Roncal  el  salteador  (1) ;  sobre- 
nombre que  si  el  estado  social  de  entonces  llegó  ñ  tenerle 
por  honroiú,  el  nuestro  por  mas  que  le  vituperen,  no  de- 
jaría de  mirarle  con  horror. 

Muchos  &ti09  posó  Navarro  en  tan  terrible  ejercicio. 
Paulo  Jovio  ó  avergonzado  de  sm  horrores,  aunque  no  de- 
bian  escandalizarle  entonces,  6  por  que  él  no  quiso  con- 
társelos, no  desciende  ó  sus  pormenores.  Los  contempo- 
ráneos sin  embargo,  cuentan  algunos  atentados  suyos  que 
no  fueron  contra  los  turcos  que ,  siendo  genei'alincnte 
odiados,  ya  se  infiere  como  los  tratarla,  sino  contra  cristia- 
nos aliados  y  en  buena  unión  con  los  españoles.  Entre  los 
hombres  señalados  que  en  aquel  tiempo  nos  dicen  haber* 
se  dado  al  corso ,  uno  de  los  mas  distinguidos  por  su  na- 
cimiento y  estado  fué  D.  Antonio  de  Centellas ,  vulenciano 
de  sangre  ilustre,  y  solo  parecido  á  Navarro  y  á  su  pai- 
sano Menaldn  Guerra  (2)  >  en  el  desdichado  Gd  que  tuvo. 
Por  su  muger  era  marqués  de  Cotron  ó  Gotrone ,  ciudad 

(4)  Rio»,  Disearso,  pig.  45. 

(2)  La  osadía  de  Henaldo  Guerra  ,  navarro  seftuD  unos  ,  y  viz- 
caíno según  el  Iraüuclor  de  la  Vida  del  Gran  Capitnn,  escrila  en  !»• 
lia,  llegó  en  H97  al  punto  ile  sorprender  el  castillo  de  Ostia  i  la 
emtioradnra  del  Tiber,  sin  permitir  que  por  el  rio  subieran  vive- 
res  i  Roiua.  Tenia  aterrada  aquella  ciuduil  y  sos  cercaolas ,  y  ha- 
biénduse  burlado  de  cuanta  gente  envió  contra  él  Alejandro  VI,  fué 
e)  Gran  Capitán  con  la  suya  á  combatirle ,  y  habiéndole  rendido  le 
entró  en  Roma  alado  y  montado  en  an  caballa  iietjro.  Tomasa  i'oslo: 
DeiCompem/io  <Íelia  Isloria  riel  ityiio  de  Nopoli  de  Paatfotfo  Collc- 
naeaoac.  in  fenefía.  16|».  lib.  8 .  pág.  381.  Jtítnaldo  Guerra  de 
f\'avarra,/anioio  pirata, ele.  Zurita,  tomo  5,  lib.  3,  del  rey  D,  Fer- 
nando, cap.  1,  pAg.  116,  aSu  de  1497  ;  pero  ie  llama  Uenaul  de 
Gaerri,  y  aHade  qne  el  Gran  Capitán  asegnró  |a  vida  A  todos  los 
veBcidos.  El  poeta  Cantalicio  le  llama  fraucrs  en  sus  verüos. 


zecbyG00¿ílC 


So 

marítima  de  Ñapóles ;  y  ambicioso  é  inconslaote ,  tiabiéD- 
doae  en  las  guerras  de  aquél  reÍQO  declarado  unns  veces 
por  los  barones  anjoinos  ó  franceses  y  otras  por  los  arago- 
neses y  españoles ,  resentido  de  que  estos  no  le  admitie- 
ran en  la  tregua  que  con  aquellos  concertaron  en  1497, 
se  declaró  por  la  Francia  y  alzó  banderas  por  ella.  Ter- 
minada la  guerra ,  y  expulsados  de  Ñapóles  los  franceses , 
el  Gran  Capitán  retuvo  como  en  depósito  y  para  la  segu- 
ridad del  reino  seis  plazas  importantes  de  la  Calabria,  que 
guarneció  fuertemente ,  y  entre  ellas  la  de  Cotron.  Vién- 
dose entonces  et  marqués  vencido  y  privado  de  su  estado, 
se  entregó  al  corso  y  piratería  contra  los  turcos,  que. 
cautivándole  al  fin,  le  llevaron  á  Conslanlinopla,  en  donde 
murió  degollado  (1). 

A  ser  cierto,  como  González  Fernandez  de  Oviedo  es- 
cribió ,  que  Pedro  Navarro  desde  mucbacbo  sirvió  al  uaar- 
qucs  de  Cotron.  atribuirian  á  esa  causa  la  protección  que 
le  dispensaron  tanto  el  marqués  como  su  familia.  Los 
historiadores  no  la  indican ,  y  solo  sabemos  por  Pedro 
Bombo,  á  quien  en  su  tiempo  veremos  en  correspondencia 
epistolar  con  Navarro ,  que  noticioso  el  Senado  veneciano 
de  que  los  de  Cotron  acogían  á  aquel  pirata,  á  quien  lla- 
ma Pedro  Cántabro ,  y  que  á  la  sazón  se  hallaba  eo  Ori- 
ceí/a(2],  determinó  buscarle  y  destruirle,  para  que  no 

(1)  Zorita,  tomo  5,  tib  2,  cap.  11  .  pig.  72,  lib.  3,  cap.  6  y  7. 
pAg.  t2b  y  125,  ano  de  U97,  y  lib.  5  del  rey  D.  Feruando,  ca- 
pitalo  6,  pág.  254^ año  de  1502.  TriíianiCaraceioti,PatñciÍíiapo- 
lilani,  Opuscalii  histórica,  p¿g.  8S  y  83.  De  vtu-igtote  foriona,  In~ 
ter  Herum  IlaJiearum  Scríptoret,  lom.  22.  Tríslaii  fué  coa  temporá- 
neo según  Muratori  en  el  prólogo. 

(2)  Oricella,  ha  de  ser  la  ¡tota,  ailuada  á  dos  leguas  y  medía  de 
Cotron ,  qae  aunque  no  leaia  buea  muro  era  lugar  que  imporlaba 
mucho  por  el  puerto  y  señorío  de  Gotrou ,  y  por  eso  se  apodera 


zecbyG00¿ílC 


31 
siguiera  causando  daño  á  los  naturales  de  la  república. 
Envió  al  intento  contra  él  y  con  alguna  gente  embarcada 
en  dos  buques  menores  llamados  Gripos.  al  valienle  An- 
drés  I-oredano,  capitán  por  el  mismo  Senado  de  una 
gran  nao  de  guerra  y  carga.  Echadas  las  anclas  á  alguna 
distancia ,  y  retardado  el  desembarco  hasta  después  de 
amanecer  >  Navarro  que  vio  que  se  le  acercaban  como 
unos  trescientos  hombres ,  que  eran  los  desembarcados, 
les  salió  impávido  al  encuenlro  con  su  gente,  y  con  cuan* 
ta  inrantería  y  caballería  babia  en  Cotron ,  y  envió  á  su 
socorro  Antonio  de  Centellas,  que  Bembo  llama  Alcaide 
de  aquel  costillo.  Trabóse  luego  entre  unos  y  otros  un 
recio  y  muy  sostenido  combate ,  en  el  que  al  cabo  de 
seis  horas  lograron  los  venecianos  que  muertos  muchos  de 
sus  enemigos,  heridos  unos  ochenta,  y  entre  ellos  el 
mismo  Pirata ,  los  demás  huyeran  y  se  refugiaran  al  cas- 
tillo. Allí  sigue  Bembo  que  sin  descansar  los  combatie- 
ron, y  que  tomada  á  poca  costa  la  torre  con  cuantos  la 
defendian ,  nueve  de  lo$  cuales  fueron  con  toda  solemni- 
dad ahorcados .  acometieron  vigorosamente  al  castillo.  La 
guaraicioD  se  derendió  con  obstinación,  y  tanto  que, 
viendo  los  venecianos  al  cabo  de  dos  dias  de  combate 
que  nada  conseguían  >  su  historiador  «oncluye  con  que, 
«  destruida  una  parte  de  sus  murallas,  ganada  la  artille* 
«  ria ,  talado  el  campo ,  ó  incendiada  la  armada  del  Pira- 
•  ta,  tomaron  á  embarcarse  sin  otra  péi-dida  que  la  de  un 
«  muerto  y  muy  pocos  heridos  (1). 

"  Cogido  el  Marqués  por  los  turcos  y  llevado  á  Tur- 
de  ella  el  Gran  Copiían,  según  Zoríla,  lib.  3,  del  Bey  D.  Poroan- 
üo ,  cap  6  y  7 ,  pig.  Í2k, 

(O  Pelri  Bembi,  Hiitoria  véneta  ele., lib.  4,pig.  52,  edil. 
1551.  Nosiro  auiem  in  mart. 


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32 

■  quía ,  cuenta  Gonzalo  Fernandez  de  Oviedo  (1)  que  Pe- 
>  dro  Navarro  anduvo  con  una  nave  del  mismo  Marqués  al 

■  corso  por  el  Mediterráneo,  é  hizo  muy  buenas  cosas." 
Tal  vez  entre  ellas  sucedieran  las  que  provocaron  la  in- 
dignación de  los  venecianos;  6U  contemporáneo  Ovie- 
do no  tas  refiere  cual  nos  convendría  saberlas,  sino  que 

•  en  vista  de  ellas  la  Marquesa,  mujer  del  Marqués,  y 
«  D.  Enrique  su  hijo  le  dieron  la  nao  en  que  andaba, 
<  y  continuando  su  corso  el  año  de  14'it9,  topó  con  uou 
«nao  di)  porlugne.'es ,  la  cual  tomara  st  no  le  hirieran 
«  con  un  tiro  de  pólvora  que  le  llevó  la  mayor  parte  do 

*  las  nalgas  y  herido  arribó  á  Civita  vieja ,  puerto  de 

■  Roma  al  fin  del  Tiber,  y  como  se  vido  sano  se  fué  al 
«  Gran  Capitón  D.  Gonzalo  Fernandez  de  Córdova,  que 
«  con  el  ejército  de  España  por  mandado  de  los  Reyes 
a  Católicos  favorecía  contra  Traiiceses  el  Rey  Federico  de 
.  iNápoles  (2)." 

(I)  Qainquageaa  i.'  Estancia  XXXIX,  píg.  9i. 

(3)  Anda  equivocado  Goazulo  Fernandez  de  Oviedo  en  cuanio 
á  lo  que  dice  de  haber  dado  lí  Navarro  la  mnrqueu  de  Cotron  y 
sa  hijo  D.  Kiiriqne  una  nao  para  andar  al  corso  intes  de  kW, 
puesta  qile  D.  Enrique  liijo  único  del  marqués  fué  con  posteriori- 
dad Cautivo  de  los  moros  al  mismo  tiempo  qui^  su  padre.  Parece 
estarlo  igunlmenie  Zurita  (IÍb.  S,  del  Rey  ü.  Fernando]  al  rererir 
en  el  nño  de  150S  que  D.  Antonio  Centellas  marqués  de  Cotron  y 
su  hijo  O.  Rnrique  de  edad  de  veinte  años,  llevados  cautivoíi  á  Cons- 
tantinopl.i  D.  Enrique  murió  en  la  prisión  y  al  psdre  le  cortaron  U 
cabeza.  Quizás  esto  sucediera  en  aquel  año  de  1508  i  mas  en  el 
de  loOl ,  segnn  resulta  de  la  súplica  que  en  favor  del  hijo  y  del 
padre  diri^iié  el  marqués,  de  Manlna  á  los  Iteyes  C»ti)licos  ya  es- 
taban los  dos  en  sn  cautiverio. — Véase  el  Uucumenlo  núm.  2. 


3vGooglc 


SBfiDNDA  BPOCi. 
Desde  1499  á  I504. 


Ese  Navai^o  que  acabamos  de  ver  perae^piido  como  pi- 
rata, y  vertiendo  su  sangre  por  robar,  no  á  los  infieles 
Bolamenle ,  sino  á  los  portugueses  sus  hermanos  y  cristia- 
DOS  como  él ,  vamos  á  verle  en  la  segunda  y  ya  mas  segura 
época  de  su  vida ,  admirando  á  Europa  con  su  valor  y  pe* 
ricia  militar.  Afiliado  en  el  ejército  del  Graa  Gonzalo  de 
Córdoba ,  serán  teatro  de  sus  hazañas  al  lado  de  tan  insig- 
ne capitán ,  Gefalonia  en  el  archipiélago  de  Grecia ,  y  en 
Ñápeles  y  su  reino ,  las  plazas,  castillos  y  campos  de  Man< 
fredonia.  Canosa.  Taranto,  Castellaneta,  Altamura,  Con- 
versano ,  Castel-Ovo ,  Gaeta ,  Boca-Guillerma ,  Monte- 
Casino,  Roca-Secca  y  Garellano.  Ora  derribando  murallas 
y  rindiendo  las  fortalezs  con  sos. tremendas  minas,  ora 
defendiéndolas  con  su  indomable  esfuerzo,  ó  bien  pelean- 
do en  batalla  al  frente  de  la  infantería  española  que  solió 
invencible  de  su  escuela ,  Navarro  aparece  siempre  como 
un  guerrero  singular  á  quien  no  se  encuentra  copia.  Mas 
como  sus  hazañas  están  en  todo  relacionadas  con  la  política 
de  nuestra  nación  en  el  tiempo  á  que  hemos  llegado,  tene- 
mos por  oportuno  dar  alguna  noticia  de  esta ,  y  do  cir- 
cunstancias y  personas  que  amenicen  algún  tanto  la  seque- 
dad de  nuestra  narración. 

Tono  XXV.  Z 


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54 

Muerto  ea  abril  de  i  498  Garlos  Vni  de  Francia,  que 
tan  mal  parado  saliera  eo  el  año  anterior  de  su  empresa 
sobre  Nápoies,  Luis  XII  qne  le  sucedió,  aunque  le  so- 
brepasaba en  el  ansia  de  conquistar  aquel  reino  y  de  do- 
minir  á  Italia ,  aparentó  al  Rey  Católico  deseos  de  llevar 
á  cabo  la  concordia  y  paz  que  Garlos  su  antecesor  había 
comenzado  á  negociar.  Ambicioso  ain  embargo  y  dando 
oidos  á  los  lisonjeros  de  bu  corte ,  tardó  poco  en  titularse 
Rey  de  Jerusalen  y  de  una  y  otra  Sicilia,  y  mostrando 
desden  por  el  Bey*Católico  y  sus  aliados,  penetró  en 
Italia  en  1499  de  concierto  con  los  florentinos,  los  vene- 
cianos y  el  Papa  Alejandro  VI  (1). 

La  poca  resistencia  que  encontró  en  Genova  y  en 
Hilan ,  le  persuadió  de  que  con  igual  facilidad  llegaría  á 
Ñapóles  y  se  apoderaría  de  aquel  reino.  Sosteníale  en  su 
ilusión  contemplarle  por  un  lado  desapercibido  para  la 
defensa ,  y  privado  por  otro  de  la  pericia  y  denuedo  del 
Gran  Gonzalo  de  Córdoba,  que  en  junio  del  año  anterior 
había  regresado  á  España.  Todo  en  realidad  era  propicio 
á  sus  proyectos ,  y  no  hubiera  tardado  en  realizarlos  á  no 
habérselos  frustrado  la  sagacidad  del  Rey  Católico,  prime- 
ro con  negociaciones  en  que  con  destreza  le  insinuó  los 
derechos  de  la  casa  de  Aragón  á  Nápoies ,  y  proponién- 
dole después  el  repartimiento  de  aquel  reino  (1). 

Para  salir  el  Rey  Católico  adelante  en  tu  proyecto  in- 
teresó  al  señor  de  Larius,  gran  favorito  de  Luis  XII,  ofre- 
ciéndole  con  el  titulo  de  marqués  la  ciudad  de  Cotron, 
que  aun  retenían  los  españoles  en  Calabria.  Con  tal  se- 
creto se  negoció ,  que  hasta  que  los  Reyes  de  España  en 

(1)  Beroaldez.— Gura  de  losPatücios,  cap.  168. — Guicciardi- 
ni  al  priacipio  del  lib.  i>.— Zurita,  lib.  3,  cap.  19,  21,25  y  26. 

(2)  Znrilj,  ibi,  cap.  27,  39  y  M. 


Dg,l,zecbyG00¿ílC 


35 

noviembre  de  1500  le  ratificaron  en  Granada ,  nadie  tuvo 
noticia  de  un  tratado  (1) ,  del  que  resultó,  aegun  con  gra- 
cia escribia  Pedro  Mártir,  que  el  Rey  D.  Fadrique  de  Ná* 
poles,  desgraciado  cachorrillo  metido  entre  do$  leones 
hambrientos,  se  quedase  sin  su  reino,  fallo  de  medies 
para  resistirlos  (Í2). 

Antes  de  publicarse  el  tratado  el  Rey  Católico  siem- 
pre previsor  apoyándose  en  lo  convenido,  y  ao  pretexto 
de  auxiliar  á  los  venecianos  acosados  de  los  turcos ,  ha- 
bla mandado  Salir  de  Málaga  patH  Sicilia  una  numerosa 
armada.  Iba  en  ella  de  general  el  Gran  Gonzalo  de  Cór- 
doba ,  que  tanta  fama  habia  adquirido  en  su  primera  ex* 
pedición  á  Ñapóles.  Aunque  los  escritores  varian  así  en  el 
día  de  su  salida  como  en  el  número  y  clase  de  buques  que 
la  componían ,  habiendo  algunos  que  la  suponen  hasta  de 
sesenta  velas  entre  naos,  carabelas  y  fustas.  Los  mas  con- 
vienen en  que  llevaban  trescientos  hombres  de  armas  y 
otros  tantos  ginetes  ó  caballos  ligeros ,  y  treinta  piezas  de 
artillería,  variando  igualmente  en  el  número  de  peones, 
que  unos  cuentan  de  siete  mil,  otros  de  cuatro  mil,  agre- 
gando algunos  otros  cuatro  mil  mas  de  mar  (3). 

(I)  Zañla,  lib.  %,cap.32.— GuicciardÍDi,  lib.  5. — Zorita  dice 
que  el  tratado  se  firmó  ud  día  intes  de  que  partiera  de  Granada  la 
Ueioa  de  Portugal  Doña  María,  segunda  muger  del  Rey  D.  Haouel, 
que  fué  A  23  de  septiembre;  pero  GianDODe,  mejor  informado,  cnenta 
en  SQ  Istaria  dvilt  del  regno  di  Napaíi  que  fué  en  11  de  uoTÍembra 
de  1300:  lib.  29,  eap.  3,  pAg.  459. 

(2]  Epiílolarum,    lib.    ik,    epístola  escrita  á    16   de  febrero 

de  4  501 Faciic  factum  palo  ut  ¿nfelix  Federieut  regno  spatie- 

tuF.  Catelluí  namijae  solas,  duobus  fameUcts  leoniiui ,  haudqtia- 
quam  polis  erii  cbsistere, 

(.3)  El  canónigo  Pedro  do  Torres  en  sus  Apuntes,  piig.  12,  y 
['1  Cura  de  los  Palacios,  cap.  il%,  en  su  historia,  aquellos  y  psU 
un.  SS.  diceuque  la  armada  salió  de  Milaga  e1  4de¡nlÍo  de  1500. 


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36 

1500. — Entre  los  caballeros  y  soldados  de  fama  que 
en  busca  de  honra  y  fortuna  acompañaban  al  Gran  Gon- 
zalo en  aquella  expedición ,  cnenla  la  Hisloria  á  D.  Diego 
López  de  Mendoza,  hijo  del  Gran  Cardenal  de  España, 
á  Zamudio ,  Víllalbfi ,  Pizarro  el  padre ,  Diego  García  de 
Paredes,  Luis  de  Herrera,  moseo  Peñalosa,  el  comenda- 
dor Mendoza,  mesen  Foces,  y.al  giboio  Pedro  Paz  que  iba 
con  la  compañía  de  D.  Juan  Manuel ,  y  se  señaló  en  aque- 
llas guerras  tanto  por  la  exigüidad  de  su  persona  co- 
mo por  su  extraordinario  valor  (I).  A  tan  ilustre  cuadri- 
lla veremos  muy  luego  asociado  á  nuestro  Pedro  Navarro, 
sobresaliendo  en  unas  ocasiones  por  su  arrojo  y  en  otras 
por  su  serenidad,  y  principalmente  por  su  industria  y 
astucia. 

Tocó  la  armada  en  Mallorca  en  donde  el  Gran  Capitán 
solemnizó  con  su  presencia  la  procesión  del  Corpus.  Si- 
guió á  Gerdei'ia,  y  desde  allí  por  causa  de  los  calores  tar- 

La  Crónica  del  Gran  Capitán,  impresa  en  AtcaU  en  158Í»,  refiere  qne 
faé  en  5  de  jonio ,  y  oíros  suponen  ine  en  mayo.  Difieren  iguat- 
mentaen  cnanto  al  dia  do  su  llegado  á  Uesin»,  y  al  número  de 
buques  que  salieron  de  Málaga.  Paulo  Jovio,  en  bu  Hisloria  delCran 
Capitán,  traducida  por  Blas  Torretlss  en  1584,  lib.  1,  pág.  22. 
ouenla  que  crao  cuatro  carracas  gcnovesas  bastecidas  de  toda  mo- 
nición (le  guerra,  y  que  la  mayor  dcllas  llamada  la  Camila,  era  la 
capitana ,  y  aliando  dcsias  fueron  otras  treinta  y  cinco  naves  de 
carga,  tiicte  bergantines  armados,  ocho  galeras  y  cuatro  fustas,  lle- 
vando en  ellos  cerca  de  ocho  mil  infantes  escogidos  y  mil  y  dos- 
cientos caballos. 

(1)  Gibber,  le  llamú  Paulo  Iuyío  algnna  vez,  y  Brsntome  que  lo 
coloca  entre  los  grandes  capitanes  extranjeros ,  refiere  que  cuando 
cabalgaba  metido  en  las  grandes  sillas  usadas  en  su  tiempo,  iba 
tan  escondido  que  con  diñculted  so  le  veia,  y  CBando  se  pregun- 
taba por  él ,  si  iba  i  caballo ,  respondiao  como  por  risa ,  que  se 
habia  visto  pasar  un  caballo  bien  ensillado  y  embridado,  pero  que 
nadie  iba  encima. 


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3? 

dó  trece  dias  en  llegar  á  Hesina .  habiendo  mnerto  de 
sed  en  el  intermedio  algunos  hombres  y  muchos  caba* 
líos  (f } ;  indicio  cierto  de  no  navegarse  entonces  ni  con  la 
pericia  ni  con  la  previsión  que  después.  Mientras  que  en 
Mesina  reparaba  el  Gran  Capitán  esas  y  otras  faltas  de  la 
armada ,  observando,  y  era  su  principal  encargo,  tos  mo- 
vimientos de  los  franceses  en  Ñápeles ,  recibió  á  Fran- 
cisco Florido,  embajador  de  Venecia .  remudóle  en  nom- 
bre de  aquella  república  que  cuanto  antes  la  ayudase  con 
su  gente  y  sus  navios  á  recobrar  las  islas  que  en  el  Adriá* 
tico  le  habian  tomado  tos  turcos. 

Accedió  el  Gran  Gonzalo  á  la  demanda ,  y  reforzado 
con  unos  dos  mil  peones  españoles  muy  esct^idos  que  va- 
gaban por  Italia ,  y  entre  otras  naves  con  cuatro  barcas 
vizcainaa ,  en  las  que  creemos  que  estaba  Navarro,  se  di- 
rigió con  muy  recio  temporal  á  Corfú.  Desde  aquella  isla 
se  trasladó  á  la  de  Zante ,  á  la  que  también  llegaron  doa 
carracas  con  ochocientos  hombres  enviados  por  el  Rey  de 
Francia  en  auxilio  de  tos  venecianos ;  y  á  luego  de  eso 
la  armada  de  estos  mandada  por  el  general  ó  proveditore 
Benedicto  Pésaro  (2). 

Presuntuoso  y  vano  en  conservar  el  nombre  y  autori- 
dad de  la  república  mas  de  lo  que  sus  fuerzas  permitían, 
pretendió  como  sus  capitanes  pasara  sin  saludar  las  ban- 


(1)  Zurita,  íbi,  cap.  11  ,  dice  que  llegó  la  armada  á  tesina  en 
18  de  julio;  otros  qne  en  i.*  de  agosto. 

(2)  El  Cura  de  los  Palacios  refiere  que  las  dos  armadas  se  jan» 
Uron  ea  S8  de  octubre ,  y  Zurita  por  lo  contrario ,  que  salió  de 
HesÍDa  la  espsSola  en  27  de  eetiembre ,  llegó  i  Corfú  el  2  de  oc- 
tubre, volvió  á  salir  el  3  y  llegó  el  7  i  Zante,  que  el  llama  Jas- 
toñio,  lib.  \,  del  Rey  D.  Peraando,  cap.  19,  S%  y  25,  y  Cr6ai~ 
ea  del  Groa  Capi/an ,  lib.  1 ,  cap.  9. 


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38 

deras  Reales  de  España  al  juntarse  con  nuestra  armada. 
Tanto  se  alteraron  y  de  tal  modo  se  indignaron  los  viz- 
cainos  que  iban  en  ejla,  que  en  fituy  poco  se  erró  de  dar 
mas  ayuda  al  turco  en  aquella  jomada  que  á  loi  venecia- 
nos  mismos  (I).  Enmendóse  el  ultraje  de  modo  que  los 
agraviadas  quedaren  del  todo  satisfechos ;  y  saltando  en 
tierra  ambos  generales,  tuvieron  un:)  entrevista  en  el 
muelle  mismo  de  Zante.  Uno  y  otro  se  presentaron  acom- 
panados  de  los  principales  capitanes  de  mar  y  tierra  que 
los  acompañaban,  y  todos  con  el  mayor  boato  ,  presentán- 
dose, dice  Zurita,  vestidos  á  su  manera  los  venecianos 
con  ropas  largas  de  grana  y  tercioptlo  carmesí ,  á  guisa 
de  gente  de  paz ,  y  los  nuestros  con  ropas  cortas  y  capas 
gallegas  á  uso  de  guerra  (3). 

De  la  conferencia  entre  Gonzalo  y  Pésaro  resultó  di^ 
rigirso  las  dos  armadas  á  la  isla  de  Cefalonia ,  cuyo  puer- 
to que  pasa  por  uno  de  los  mejores  del  mundo,  pues 
boja  ciento  y  cincuenta  n^illas,  era  de  mucha  mas  seguri- 
dad que  el  de  Zante.  Dominaban  los  turcos  la  i^la.  y 

(1)  Zurita,  ibi. 

(2)  Zurita,  cap.  25.  El  mismo  Zaríta  caenla  eo  el  capitulo  7 
Ae\  libro  2,  que  no  la  primera  expedición  del  Gran  Capitán  é  Ña- 
póles ,  conociendo  el  Rey  Católico  ser  aquella  lierra  mas  i  propó- 
sito para  peones  qne  para  f;epte  de  é  caballo,  mandó  embarcar  mil 
y  quinicDtoa  de  aquellos  en  Asinrias  y  Galicia.  Tratando  Paulo  Jo- 
vio  de  que  entonces  y  en' el  primer  asalto  á  Bivacandida  fué  re- 
chazada la  infantería  ,  cuenta  que  eran  aquellos  infanles  gal/fgot  de 
la  última  parte  de  España;  los  cuales  en  aqnel  tiempo  asaban  en 
general  rodelas  grandes  y  azagayas  peqaeBas.  Algunos  traian  pe- 
queños broqueles  de  hierro  y  largos  lanzones  y  con  su  necio  géne- 
ro'de  armas  daban  que  reirá  todos;  pero  era  tal  sn  ánimo  y  lige- 
reza de  cuerpo  que  en  ninguna  manera  debian  ser  menospreciados. 
Li6.  i  de  las  Histortat,  cap.  7 ,  p6g.  95,  de  la  traducción  de  Bae- 
za,  año  de  1496. 


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teoiao  guardado  con  trescientos  hombres  muy  escogidos 
el  fuerte  cantillo  de  San  Jorge,  que  los  venecianos  habían 
inútilmente  combatido  en  el  año  anterior  por  tiempo  de 
cinco  meses.  Llegadas  las  escuadras  el  2  de  noviembre, 
y  retirados  los  franceses  por  no  pagarles  los  venecianos  el 
sueldo  devengado  desde  que  llegaron  á  Zante ,  se  comen* 
zóen  8  del  mismo  á  combatir  el  castillo.  Tan  furiosamente 
lo  hacia  la  artillería  de  los  venecianos  con  unas  piezas  de 
bronce  llamadas  batiliieog ,  que  las  pelotas  de  hierro  que 
lanzaban  penetraban  ocho  pies  en  la  muralla  (i).  Ni  aun 
cf>B  haberles  derribado  una  gran  parte  de  ellas,  sin  em- 
bargo, se  amedrentaron  los  turcos;  lo  cual  visto  p<»r  el 
Gran  Capitán ,  que  gran  deseo  tenia  de  acabar  con  aque< 
lia  empresa,  mandó  minar  la  villa,  dice  su  coronista,  por 
diversas  partes ,  y  que  sobre  todo  por  donde  él  tenia  au 
estancia  se  hiciera  una  mina  muy  grande ;  y  llenas  que 
fueron  todas  de  pólvora  y  tapiadas  cou  un  fuerte  muro, 
un  martes  á  25  de  noviembre  se  les  puso  fuego ;  mas 
aunque  rebentaron  con  gran  fortaleza,  y  derribaron  dos 
buenos  pedazos  del  muro ,  los  turcos  á  pesar  de  la  nove- 
dad de  la  explosión  se  mantuvieron  impávidos.  Tenían 
como  los  de  Málaga  preparados  sus  reparen ,  y  con  admi- 
rable serenidad  y  todo  género  de  artificios  rechazaron  á 
los  españoles ,  que  con  increíble  arrojo  triaron  por  las 
escalas  al  asalto  [2). 

Estas  minas  ninguna  duda  deja  el  coronista  de  que 
las  dirigía  Navarro.   "  Rechazado  de  alli  á  poco,  sigue, 

(1 )  Jovins ,  De  vita  el  reías  gestts  Consati-i  Ferdinandt  Corda~ 
bm,  Itb.  1 ,  pág.  226.  Haieiat  Pisaurut  aenta  tormenta  ingeatis 
ntagniludinií ,  qute  Basüisci  nomine  vocabantur.  Horum  tanta  ñt 
erat  ut  pila/errea  oclonum  peáum  murum  transverberarent. 

(3)  Crániea  dd  Groa  Capilm ,  cap.  9, 10  y  11.  Zurita,  ibí. 


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40 
•  otro  asalto  de  los  veneciaDos ,  babieodo  en  aquellos 

■  días,  el  conde  Pedro  Navarro  (el  cual  despnes  en  la 

■  guerra  alcanzó  suprema  bonra ,  eieodo  ínvenlor  de  co- 

■  sas  maravillosas ),  derribado  una  pafte  del  muro  y  ba- 

■  ciendo  cavar  algunas  minas  en  el  fundamento  donde  es- 
« taba  asentada  la  fortaleza,  y  metiendo  en  ellas  bamles 

<  de  pólvora  para  dalles  después  fuego ,  que  con  la  vío- 

<  lencia  de  aquel  elemento  cerrado  por  donde  pudiera 
>  espirar ,  rompía  con  gran  presteza  cuanto  topaba ,  como 

<  no  produjesen  efecto  alguno  por  las  contraminas  de  los 
«  sitiados .  el  Gran  Capitán  determinó  dar  otro  tiento  (1)." 

Dispuso  con  rancba  priesa  hacer  aparejos  é  ingenios  con 
que  poder  tomar  mejor  á  to^  enemigos.  Entre  los  varios 
que  mandó  preparar  fueron  tres  grandes  minas  que  hinchió 
de  mucha  pólvora  é  hilóla»  cerrar  con  un  muro  muy  fuer- 
te  y  después  que  las  minas  fueron  acabadas  y  los 

otros  ingenios  y  aparejos  fueron  hechos  y  la  puente  de  ma- 
dera para  subir  por  ella  acabada ;  como  voladas  las  minas 
ningún  efecto  produjesen  por  haber  sido  contraminadas, 
se  ordenó  un  asalto  general.  Ejecutóse  con  efecto,  y  al 
cabo  de  una  obstinada  y  valerosa  resistencia  en  que  los 
turcos  quedaron  reducidos  ¿  pchenta ,  entraron  los  nues- 
tros en  el  castillo,  fidelantándose  á  todos,  aunque  herido, 
el  valeroso  capitán  de  infantería  Martin  Gómez ,  y  loán- 
dose mucho  á  Juan  de  Piñeyro  comendador  de  Trebejo  (2). 

1501. — Recobrada  Ccfalonia  y  restituida  á  los  vene- 


(1)  Annque  algunos  atribnyen  i  Hernando  del  Pul^r  la  Cró- 
nica del  Gran  Capitaal,  copia  en  este  pasaje  literalmente  i  Paalo 
Jovio  en  sa  vida.  Nuptr,  dice  en  la  púg.  S28,  eos  diei  Pelnts  Na- 
varrui  qui  postea  ad  summum  imperii  militaris  honortm  etc. 

(2j  Crdnica.  cap.  12  y  14.— Zurita  ibi,  cap.  30. 


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41 

ciaDos  que  para  recompeosar  á  Gonzalo  de  haber  obrado 
como  uno  de  sus  ciudadanos  y  patricios ,  le  enviaron  una 
embajada  con  regalos  que  puso  ¿  merced  del  Rey ,  que- 
dándose solo  con  el  privilegio  de  Noble  en  aquella  repú< 
blica  (i),  determinó  regresar  con  la  armada  á  Sicilia. 
Detenido  algunos  días  por  el  tiempo  borrascoso  y  suma 
escasez  de  víveres,  se  dio  al  fln  á  la  vela  en  17  de  enero 
de  1501.  Estaba  la  isla  á  su  llegada  apestada.  Las  gen- 
tes de  la  tierra  trataban  á  sus  soldados  como  á  enemigos, 
y  faltando  la  obediencia,  solo  ala  fuerza  se  sacaba  de 
ellos  lo  necesario,  En  medio  de  aquellas  escaseces  se  io- 
trodojo  la  indisciplina  en  la  gente  de  guerra,  especia- 
mente  en  le  vizcaína ,  que  ni  aun  con  los  escarmientos  s» 
pudo  sujetar;  siendo  entonces  cui>ndo  al  verlos  tan  des> 
mandados  cuentan  baber  dicho 'el  Gran  Capitán  mas  do 
una  vez,  que  mucho  mas  quisiera  ser  leonero  que  tener 
cai^o  de  aquella  fiacion  (2). 

Con  ella  y  como  de  su  país ,  es  de  creer  que  andu- 
viese Pedro  Navarro,  aunque  sin  acompañarla  en  su  indis- 
ciplina, al  partir  el  Gran  Capitán  de  Mesina  en  25  de  julio 
y  desembarcar  en  Calabria ,  para  apoderarse  de  orden 
del  Rey  Católico  de  lo  que  se  habia  repartido  en  Ñápeles. 
Acompañábanle  al  intento  trescientos  hombres  de  armas  y 
otros  tantos  gínetes.  con  unos  tres  mil  ochocientos  infantes 
españoles,  á  que  se  agregaron  muy  luego  otros  setscienles 
que  nuestro  embajador  en  Roma  recibió  á  sueldo,  de  los 
que  en  la  guerra  de  la  Romana  militaban  con  el  Duque  de 
Yalentinois.  hijo  del  Papa  Alejandro  VI,  y  terrible  sdver- 


(t)  PetriBembi,  /íistoría  feaeta,  lib.  5,  pág,  107.  Goníedvuir 
que  dns  etse  venelat  el  ipse  ridertíur.  Zurita ,  ibi  cap.  39. 
(9)  Zurita ,  ibi  cap.  27. 


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42 

gario  de  España.  Incorporáronselo  también  muchos  caba- 
lleros y  aventureros  napolitanos  del  partido  aragonés,  y 
entre  ellos  Próspero  y  Fabricio  Colona ,  cabezas  de  su  po- 
derosa familia;  viéndose  el  rey  D.  Fadrique  en  la  angus- 
tia de  que  el  Católico  su  deudo,  en  quien  confiaba  que 
le  auxiliase  como  anteriormente  contra  los  franceses,  &&• 
piraba  por  lo  contrario  á  despojarle  también ;  y  en  su 
despecho  quiso  llamar  á  los  turcos,  pero  entregando  á 
aquellos  la  ciudad  de  Ñápeles  y  otras^  acabó  por  irse  á 
Francia  (Í). 

Fué  entonces  cuando  el  Gran  Capitán  hizo  á  Pedro 
Navarro  capitán  de  infhnleria  como  era  razón;  aludiendo 
tal  vez  con  eso  Paulo  Jovío  que  lo  refiere  (2) ,  á  que  era 
la  recompensa  de  loa  servicios  prestados  en  Cefalonia, 
aunque  sus  minas  habían  sido  de  muy  corto  efecto  toda- 
vía. Tardó  poco  Navarro  en  corresponder  á  la  distinción 
que  acababa  de  recibir  y  debia  solo  á  su  mérito ,  mos- 
trando un  valor  indomable ,  y  dando  á  la  infantería  que  á 
ejemplo  de  la  suiza  habia  comenzado  á  ordenar  Gonzalo 
de  Ayora,  una  fuerza  desconocida  (3).  En  medio  del  poco 
aprecio  con  que  generalmente  se  la  miraba  entonces,  así 
por  combatir  á  pié  y  mal  armada ,  como  por  la  gente  vil 
y  soez  que  comunmente  militaba  en  ella ,  Navarro  la  real- 
zó de  tal  modo  que  quien  mas  le  admiraba  vencer  con 
ella,  no  era  tal  vez  su  protector  Gonzalo,  sino  los  nobles 

(1)  Zurita,  ib),cap.  ii,  45  y  i8.  César  Dorja,  duque  de  Valen- 
ÜDois,  íué  tal  el  odio  que  tenia  i  Espafin,  aunque  el  Papa  sn  padre 
era  español ,  qne  se  llamaba  César  Borja  de  Francia  ,  y  en  el  prin- 
cipal cuartel  de  sas  armas  traía  las  de  aquel  reioo.  Hnrió  desastra- 
damente junto  ¿  Viana  en  Navarra. 

(2)  Iotío,  en  sn  Elogio. 

(3)  Clemencia,  llnstracíon  6,  al  Elogio  de  la  Reina  Doña  Isabel, 

§.  m. 


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43 

franceses ,  cuyo  asombro  era  mayor  cuanto  mai  ruines 
eran  los  españoles  que  los  Teneian  (1). 

1 502.  De  los  pueblos  que  mas  proDlo  presenciarou  el 
gran  valor  de  Navarro,  el  primero  fué  ManFredonia.  Estn 
ciudad  y  la  de  Taranto  fuertes  por  la  naturaleza  y  el  arte, 
en  la  controversia  suscitada  sobre  si  al  Rey  de  Francia  ó 
al  de  España  correspondian  la  Capitanata  y  la  Basilicata 
y  otras  tierras  no  bien  expresadas  en  el  tratado  de  repar* 
ticion,  resistieron  su  entrega  al  Gran  Capitán  y  se  man- 
tuvieron por  el  duque  de  Calabria  D.  Hernando  de  Ara- 
gón, hijo  del  rey  D.  Fadriqne.  De  Taranto  al  cabo  de  pro- 
mesas, negociaciones  y  treguas  por  nn  lado,  de  amenazas 
por  otro  y  de  haber  Navarro  interceptado  por  mar  á  unos 
franceses  que  iban  á  levantar  banderas  por  Francia ,  se 
apoderó  al  fin  Gonzalo  en  6  de  marzo  de  i  50'¿  (2) ;  mas 
de  la  de  Manfredonia  dio  el  encargo- á  Pedro  de  Paz. 

Presentado  éste  al  frente  de  ella  y  observando  que  si) 
gobernador,  siguiendo  el  espíritu  áe  D.  Fadrique,  quería 


(1)  Es  curioso  lo  que  Paulo  Jovio  escribe  en  el  capflnlo  i  del 
libro  9  de  sus  Historias  acerca  del  poco  caso  que  se  hacia  de  la  in- 
fantería cuando  Carlos  VIII  de  Francia  invadió  i  Ñápeles  en  1495, 
y  el  Gran  Capilan  le  hizo  salir  de  aquel  reiuo;  pero  en  todavía  mas 
curioso  lo  que  Nicolás  Hachiavello  escribía  de  la  francesa,  compa- 
rándola con  la  espafiola  en  su  tiempo.  £  dipoi  sonó  per  le  ierre  tut- 
ti  ignobili  i  genti  di  mesiiero,  ¿  stanno  tanto  sotioposti  d  noiíH  Í 
tanto  tono  in  ogni  alione  depretsi ,  che  sonó  vili  e  pero  ti  vede  che  il 
Re  nelle  guerre  non  si  serve  di  loro  perche  faimo  caitiva  prova.  Btn- 
cAe  fi  lienno  li  Cuaseoni  de  ch'il  Be  si  serve  che  sonó,  un  poco  me- 
glia  che  gli  olí ri  ¿ nasee  perche  sonó  vicini  á  conjini  di  Spúgna,  che- 
vengono  á  ¡enere  un  poco  dello  spagnuolo.  Opera  di  Niccolo  Uachia- 
relli,  4782  in  Firenze,  tom.  2,  pé,^.  133.  Ritrato  di  Francia. 

(S)  lovius,  Historiarum,  pñg.  22i.  Zurita  en  el  oap.  57  del  li- 
bra i ,  pone  la  rendiciou  de  Taranto  en  1 .'  de  ourzo ,  que  un  de»- 
pacbo  del  Gran  Capitán  del  10  lo  Bja  en  el  6,  y  refiere  el  pasaje 
de  Navarro. 


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44 

entregársela  á  los  franceses,  pidió  refuerzo  al  Gran  Capi- 
tán. Envióle  éste  sin  detención  á  D.  Diego  de  Mendoza 
con  cien  hombres  de  armas,  á  Diego  de  Vera,  insigne  ar- 
tillero de  aquel  tiempo,  con  diez  piezas  entre  cañones  7 
faloonetes ,  y  al  jaque  de  los  jaques  Diego  García  de  Pa- 
redes, f  á  Pedro  Pizarro  y  nuestro  Navarro  con  dos  mil  io- 
Ibntes.  Apenas  llegados  en  4.*  de  marzo  y  plantada  la  ar- 
tilleria  contra  la  plaza,  emprendieron  el  combate.  Hasta 
el  3  no  cesaron  de  tirar,  de  modo  que  en  el  dia  4  Man- 
ftedonía  se  rindió  á  los  españoles ,  quedando  Pedro  Na- 
varro de  gobernador  de  su  castillo  con  una  guarnición  de 
cuatrocientos  infimtes  (1). 

Iban  las  cosas  nüentras  tanto  disponiéndose  de  mo- 
do, que  la  guerra  era  inevitable.  Cuanto  mas  negociaban 
los  dos  Reyes  para  entenderse  en  lo  que  tan  fácilmente 
se  babian  repartido,  y  cuanto  mas  aires  uno  y  otro  se  da* 
ban  de  buena  ib ,  mas  lejos  se  encontraban  de  aproxi- 
marse. Las  conferencias  que  pasaron  entre  el  Gran  Gon- 
zalo y  el  Duque  de  Nemours,  general  de  los  franceses, 
ningún  fruto  produjeron.  Ambos  caudillos  aparentaron  á 
porfía  los  mas  delicados  modales  y  el  mayor  deseo  de  la 
paz,  al  cabo  de  las  cuales  se  descubría  la  guerra.  Remi- 
tióse pues  la  decisión  á  las  armas,  y  como  los  franceses 
reforzados  con  dinero  y  dos  mil  suizos,  confiaran  en  que 
su  superioridad  les  daria  la  justicia ,  tos  sucesos  como  mas 
de  una  vez  oconleció  >  acabaron  por  darles  un  amargo  de- 
sengaño (2). 

(1)  Zarita ,  ibi ,  cap.  57,  aanqne  Taria  algún  tasto  en  la  gente 
qne  fué  de  socorro  i  Hanfredonia,  y  nada  cuenta  del  combate.  Co- 
mentarios del  Sr.  Hernando  de  Alarcon,  lib.  k.  Crónica  del  Grtm 
Capitán,  ]ib.  8,  cap.  35. 

(S)  Sobre  las  conlerencias  entre  Amaifi  y  Átela  en  ana  capilla 


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45 

El  sagaz  Gonzalo  persuadido  de  que  con  sus  reduci- 
das fuerzas  no  podría  reBÍstir  á  las  mayores  de  los  fran- 
ceses, determinó  suplirlas  situándolas  en  sitios  fuertes. 
Encerrándose  desde  luego  ep  Barieta  con  algunos  pocos 
españoles ,  repartió  á  los  demás  capitanes  en  varios  pun- 
tos.  y  á  Pedro  Navarro  que  ya  en  ese  tiempo  tenia  grande 
opinión  de  soldado  (i),  encargó  de  la  defensa  de  Canosa 
con  quinientos  ó  seiscientos  infantes,  pues  hay  variedad, 
aunque  escasa,  en  el  número,  y  los  capitanes  Peralta  y 
Coello. 

Era  Canosa  un  pueblo  pequeño  no  bien  situado  y  poco 
capaz  de  defensa.  EIn  conservarle  el  Gran  Capitán  ó  á  lo 
menos  en  defenderle  >  no  se  proponia  mas  que  consumir 
en  combates  las  fuerzas  francesas,  en  tanto  que  le  llega- 
ban de  España  loa  refuerzos  prometidos,  y  que  de  dia  en 
dia  esperaba.  Apenas  encerrudos  Navarro  y  sus  compañe- 
ros en  Canosa,  cayeron  sobre  ellos  en  15  de  agosto  el 
Duque  de  Nemours,  Virey  de  Ñapóles  por  los  franceses, 
y  Mr.  d'Aubigni  escocés ,  muy  distinguido  y  acreditado , 
que  militaba  en  aquellas  fitas  (2).  Acompañábanlos  cinco 
mil  infantes  y  de  ellos  quinientos  alemanes  y  ochocientos 
suizos,  con  cincuenta  lanzas  y  muy  numerosa  artillería; 
y  Navarro  sin  intimidarse  á  la  vista  de  fuerzas  tan  impo- 
nentes, dio  colocación  á  las  suyas,  situándose  él  con 
ciento  y  cincuenta  soldados  al  frente  del  mismo  Nemours, 

á1.*  de  abril  y  29  de  junio,  Zurita  ibi,  cap.  60  y  66.— Jbvwj  ibí, 
pÍE- 236. 

(1)  Comentariot  dtl  Sr.  Alarcoa,  ibi. 

(2)  Acerca  de  loa  cspilaues  franceEeB  qUe  oqul  meDcionamos, 
y  en  adelante  meDcioiiarémoa,  dá  algunas  nolicias  biográficas  Bran- 
tome  eu  sos  yiet  det  hamnus  illuttres  el  Grmdt  Capitmaet  fran- 


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46 
aposentado  á  orillas  del  rio  Lopanto  que  corre  inmedialo 
ú  Canosa. 

CoD  tan  arrebatado  furor  cuentan  los  escritores  que  la 
artillería  francesa  batió  la  plaza  dos  alas  y  dos  noches  por 
el  lado  que  defendía  Coello,  que  al  tercero.  Tiendo  en 
tierra  gran  parte  del  muro ,  creyeron  los  sitiadores  que 
podían  encaminarse  al  asalto.  B¿y  quien  dice  que  la  cerca 
de  Canosa  estaba  tal  que  por  ella  podía  subirse  á  caba- 
llo (1);  y  los  franceses  lo  verificaron  con  tan  obstinado 
esfuerzo ,  que  solo  al  cabo  de  dos  buenas  horas  de  muy 
recio  combate,  pudieron  ser  rechazados.  Guiados  de  un 
villano  que  saliéndose  de  Ganosa  deacubrió  á  Nemours  su 
Üaqueza  por  el  lado  que  la  defendía  Navarro ,  llevaron  ba- 
cía allá  su  artillería ;  y  al  cabo  de  tirar  un  día  y  una  noche 
sin  descanso ,  como  á  la  mañana  del  quinto  dia  de  sitio, 
los  franceses  observasen  que  la  mayor  parte  de  la  mura- 
lla estaba  caída,  repitieron  por  allt  el  asalto.  Los  españo- 
les redoblaron  como  en  el  anterior  su  esfuerzo  de  modo 
que  al  cabo  de  hora  y  media  de  muy  porfiado  combate, 
tuvieron  los  franceses  que  retirarse  con  perdida  de  mas 
de  ciento  y  cincuenta  (1). 

La  noticia  de  lo  que  pasaba  en  Canosa,  sigue  la  Cró- 
nica ,  agitó  el  ánimo  do  los  soldados  españoles  que  se  ha- 

(1)  Znrita,  lib.  i,  cap.  69.  Cneala  D.  Oírlos  Coloma,  testigo 
por  decirlo  asi  preseocial,  que  coando  los  españoles  enlregaron 
en  1597  la  plaza  de  Amiens,  que  tan  valieo  temen  te  defendió  el  go- 
bernndnr  Hernán  Tello  de  Portocarrero,  natural  de  Toro,  y  pot  bu 
mucrU;  bI  marqués  de  Montenegro,  las  balerías  ó  llñmense  brechas 
estaban  ,  especialmente  la  del  rebellín  tales  que  sinayuda  alguna  su- 
bió por  ella  Madama  Gabriela,  dama  de  Enrique  IV,  y  otras  idu- 
clias  damas  que  fueron  á  ver  á  sus  maridos,  sabiendo  qaa  la  guarni- 
ción capitulaban.  Guerrat  ele  Flandn  pág.  VVA, 

1^)  Cráuica,  lib   2,  cap.  46  y  47,  [nÍ);.  71,  v. 


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47 
liaban  en  Barleta  con  el  Gran  Capitaa.  Fuéronee  á  él  cod- 
moviilos  é  indignados  pensando  en  el  gran  riesgo  que  cor- 
rían Mavarro  y  su  gente ,  pidiendo  que  los  llevara  á  su 
socorro  y  exponiéndole  con  Tebemencia  cuan  fuera  de  ra* 
zon  era  sabiendo  el  estrecho  en  que  se  encontraban  Na- 
varro y  los  otros  españoles ,  dejarlos  asi  abandonados:  que 
viese  que  no  solo  por  lo  que  tocaba  al  mejor  servicio  del 
Rey  se  les  debia  dar  socorro ,  sino  por  lo  que  en  ello  se 
interesaba  la  honra  dé  España  que  recíbíria  gran  menos* 
cabo  sufriendo  á  la  vista  de  sus  mismos  ojos  tal  daño  y 
ofensa  hecha  en  los  suyos ,  y  que  por  lo  tanto  estaban  de- 
terminados á  socorrerlos  ó  á  morir  en  la  demanda. 

Aunque  el  Gran  Capitán  no  desaprobaba  interiormente 
aquel  m»do  de  explicarse ,  quiso  según  el  coronista ,  que 
el  asunto  se  examinara  con  detención ,  sin  tardanza,  y  al 
intento  convocó  á  consejo  á  los  principales  capitanes. 
Puesto  el  punto  en  discusión,  todos  dice  que  opinaron 
que  no  debia  darse  el  socorro  por  no  ser  ellos  tan  pujan- 
tes y  fuertes  como  el  francés.  Solo  Diego  García  de  Pare- 
des, á  quien  el  coronista  se  muestra  siempre  propenso, 
opiné  porque  á  todo  trance  se  diera ;  parecténdole  cosa 
fea  que  por  ningún  género  de  miedo  se  dejase  de  socor- 
rer á  tan  noble  gente  y  mas  en  aquella  ocasión  en  que  tan 
dispuestos  estaban  los  soldados ;  oyendo  lo  cual  el  Gran 
Capitán  y  los  demás  que  con  él  estaban ,  desde  luego  pa- 
reciéndoles  bien  la  propuesta  de  Paredes ,  ordenaron  que 
con  la  mayor  diligencia  se  comenzara  i  entender  en  el 
socorro  de  Canosa. 

Por  primera  diligencia  parece  que  dispusieron  la  sali- 
da en  aquella  misma  noche  de  algunos  caballos  ligeros 
que  explorasen  la  sittiacion  que  ocupaban  los  sitiadores. 
Todo  sin  embargo  fué  inoportuno,  porque  mientras  se  an- 


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48 
daba  eo  calos  acuerdos,  los  franceses  que  por  ventura  Iob 
habían  penetrado ,  apresuraron  y  repiUeron  los  asaUos. 
Peleaban  los  de  adentro  mano  á  mano  con  los  de  afuera,  y 
Jos  españoles  que  siendo  tan  pocos  de  todo  el  ejércilo  fran* 
cés  se  defendían ,  no  solo  usaban  de  las  armai  defensiras, 
sino  de  cuanto  su  ingenio  les  sugería.  De  piedras  y  aceite 
hirviendo  con  lo  cual  quemaron  á  muchot  franceset,  dice 
también  el  coronista ;  mas  como  el  muro  estuviese  desba- 
ratado y  por  tierra,  y  los  sitiados  hubiesen  perdido  ya  mu- 
cha gente ,  contemplando  Navarro  inútil  la  defensa  contra 
fuerzas  tan  superiores,  determinó  al  6n  rendir  la  plaza  con 
honrosas  capitulaciones,  y  la  entregó  en  2i  de  agosto  (1). 
Esta  entrega,  á  la  que  hay  quien  cuenta  haber  prece- 
dido catorce  asaUos ,  é  matar  los  cercados  á  los  cercadores 
mas  de  mil  hombres  sin  perder  quince  de  los  suyos ,  di- 
cen algunos  que  se  aceleró  porque  el  capitán  Peralta  en- 
flaqueció tanto  en  el  puesto  que  defendía ,  que  se  puso 
en  trato  con  los  franceses  y  persuadió  á  los  soldados  que 
forzaran  á  Navarro  á  que  se  entregara ;  lo  cual,  añade  el 
muy  respetable  Zurita,  hubo  de  hacer,  estando  ya  el  Gran 
Capitán  determinado  de  socorrerlos  en  aquella  misma  no- 
che (2).  Refieren  otros,  y  esos  italianos  contemporáneos  y 
tan  bien  informados  como  Guicciardini  y  Jovio,  que  Na- 
varro capituló  cumpliendo  con  las  órdenes  que  el  mismo 
Gran  Capitán  le  comunicó  secretamente  de  no  aguardará 
ejecutarlo  en  el  último  peligro ,  sino  que  con  tiempo  aten- 
diese á  BU  persona ,  y  tratase  de  conservar  tan  valiente 
guarnición ,  en  la  que  la  compañía  de  Navarro  parece  que 
era  de  vizcaínos  (5). 

(1)  Ibi.cap.  47. 
(%)  Zurita,  ibi. 
(3)  Guicciardini,  htoria  ¿'Italia,  lib.  5,  p¡lg.  138,  dice  qm;  Na- 


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A9 

La  Gi-ónica  del  Gran  Capitán,  de  la  que  hemos  toma- 
do varios  pormenores'  algún  tanto  vulgares  y  de  menos 
importancia ,  no  entra  en  los  relativos  á  la  gloriosa  capi- 
tulación de  Navarro  y  á  su  salida  triunFante  de  Ganosa. 
Hay  sin  embaído  entre  sus  coetáneos  uno  quo  al  rererír 
todo  lo  que  entonces  se  decía,  da  á  su  narración  tal  inte- 
rés que  aunque  Navarro  no  hubiese  obrado  otras  acciones 
que  las  pasadas,  merecía  bien  el  título  de  hombre  aptísi- 
mo para  la  guerra  de  mar  y  de  tierra ,  que  Pedro  Már- 
tir, que  también  hübia  sido  soldado,  le  dio  cuando  esta- 
ba en  Canosq ,  sin  duda  por  lo  que  oyó  en  Venecia ,  cuan- 
do regresaba  de  la  embajada  que  con  él  enviaron  los  Be- 
yes Católicos  al  Soldán  de  Babilonia  (I). 

"  El  Gran  Capiian,  cuenta  el  Cura  de  los  Palacios 
después  de  referir  lo  de  los  coloree  asaltos  que  ya  indi- 
camos, "  envió  á  decir  á  Pedro  Navarro  que  ansí  por  la 

■  villa  ser  flaca  como  por  no  tener  el  aparejo  para  le  so- 
«  correr,  por  estar  todo  el  ejército  de  Francia  allí  junto 

■  sobre  él,  que  si  no  se  podía  tener  que  íleiese  el  mejor 

*  partido  quepudiesc ,  ó  que  st  algunos  dias  se  podia  t¿- 

■  ner,  él  le  socorrerla  aunque  á  mucho  peligro  le  fuese. 
«  El  dicho  Pedro  Navarro  no  tenia  gana  de  bacerse  par- 

•  tído.  sino'  tenerse  hasta  ser  socorrido;  é  uno  de  los 

Turro  capituló  sah'e  ló  robe  el  Ir  personti  Jovms,  De  vita  magni  Goh~ 
taivi,  lib.  2,  pág,  241.  Erat  Canusü  Pelrui  Noforrui  cum  sua 
Coalabroritin  cohorte  j  cui  Colliut  sclopelarios  circiler  ducenlos  addi-- 

ilerai fier  Iriduum  incredibiU  viriule  suslinuit..  .  niti  per  ocultot 

uiuaios,  jubente  Cousali'O  lU  sibi  consutcret  ,fortitsimo¡que  militares 
oMServarel ,  parcitdum  ette  ceusuil ,  ele, 

(1)  Epiblüld  2^0,  ejc  urbe  aqiiis  circumsepfa  III  nonas  jiinii, 
MDil.  Caiiuíiam   Homaaa   clade  oppidiim  insigne  in  Apiilia  Galli 

adoriaiilur Oppidum  prtxsidio  tenet  cum  tliiecla   maiiu   Pclrus 

qiiidant  Navarras  vtr  mari  ac  tena  bello  apiissimus,  ' 

Tomo  XXV,  4 


„.b,Googlc 


so 

■  otros  (los  capílnoes  secrelamefite  irfllaba  partido  por  el 

■  peligro  que  esperaban :  é  ansí  cuando  supo  esto  Pedro 

■  Navarro  é  que  medio  no  llevaba  de  se  poder  defender^ 

■  acordó  de  bacer  el  mas  honroso  partido  que  jamás  Din* 

■  guno  hizo  en  esta  manera :  que  le  dejasen  salir  al  dicbo 

■  Pedro  Navarro  con  los  otros  dos  capitanes  con  toda  su 

•  gente  armados  por  medio  de  su  real ,  con  sus  banderas 
<  tendidas  é  sus  alambores  é  trompetas  tañendo  é  dicien- 

■  do  España ,  España ,  é  que  dejasen  salir  todos  los  del 

■  lugar  que  con  él  quisiesen  ir  con  toda  la  bacienda  que 

■  quisiesen  llevar,  é  que  á  los  que  quedasen  no  les  fuese 

•  fecho  enojo  alguno.  E  ansí  salieron  é  se  fueron  camino 
«  de  Barleta,  donde  se  habia  encerrado  el  Gran  Capitán  á 

■  los  10  de  julio,  é  les  salió  á  rescebir  el  Gran  Capitán  ma» 

■  de  una  milla  del  lugar;  lo  abrazó  é  le  besó  en  el  rostro 
«  á  Pedro  Navarro  é  le  dijo  muchas  palabras  de  honra  é 

■  de  amor  (1)." 

Lo  mismo  substancialmente  Confirman  el  protonota- 
rio  Pedro  Mártir  y  Paulo  Jovio.  El  primero,  que  anda- 
ba en  la  corte  de  los  Beyes  Católicos,  en  una  carta, 
que  lleno  de  admiración  por  las  proezas  de  Navarro, 
escribió  en  Zaragoza  en  setiembre  de  aquel  año  (2),  y 
el  segundo  añadiendo  á  su  capitulación  y  salida  de  Cti- 
nosa  circunstancias  muy  gloriosas,  convienen  en  que  se 
estipuló  que  le  hubieran  de  dar  acémilas  para- conducir 
sus  heridos,  y  que  al  verle  solir  de  la  plaza  con  sus  soU 
dados  y  tion  aire  do  vencedores,  mas  que  de  vencidos, 

(1)  Historia  dt  ¡os  Reyes  CaióUtos,  M.  S.  en  la  Bib.  Nucioiial, 
cap.  175. 

{2)  Epístola  S47.  Mira  de  Pedro  Navarro.....  feruniur....  Per 
Gallorum  ordinct  Hispaiiia,  Hispaiña,  tíispania  vit'ttt ,  suilalis  »w- 
eibut  proclamando  Irantisse  fcruiiiur  ad  suos. 


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51 

se  maraTÍllabaD  altamente  los  franceses  de  que  tan  pocos 
hombres  como  aquellos  hubiesen  pcJido  resistir  á  la  mn- 
chedumbre  de  los  suyos,  y  á  tantos  peligros  y  asaltos  [1): 
de  suerte  que  al  ver  como  celebrabaa  escritores  tan  gra- 
ves la  capitulación  y  salida  de  Canosa ,  no  se  tendrá  por 
exagerado  al  poeta  napolitano  y  testigo  que  al  referirlas 
en  su  Cojisalvia,  cantó  que  desde  aquel  dia  en  adelante 
ya  no  tuvieron  los  franceses  valor  para  asaltar  ningún 
castillo  en  que  hubiera  guarnición  española ;  y  exclamó 
al  6d  :  /  Oh  valeroso  Navarro  que  acostumbrado  siempre 
á  vencer  y  ó  poner  en  fuga  á  los  enemigos,  con  solo  ha- 
ber perdido  ahora  un  lugar  ha  sabido  vencer  ejércitos  en- 
teros (%l 

Apoderado  Nemours  de  Canosa  amenazaba  desde  allí 
al  Gran  Capitao  7  á  los  españoles  que,  faltos  de  todo, 
se  mantenian  encerrados  con  ¿1  en  Barleta.  Molestaba 
también  á  los  que  guardaban  algunos  otros  pueblos  cer- 
canos pero  menos  importantes :  siendo  su  empeño  arro- 
jarlos de  los  ptlntos  que  con  stlmo  acierto  y  vista  la 
inferioridad  de  su  número  habian  elegido,  y  el  de  los 
nuestros  por  lo  contrario  guardarlos  y  mantenerlos  Ín- 
terin les  llegaban  los  refuerzos  prometidos.  Gomo  tan 
córennos  estaban,  los  encuentros,  escaramuzas  y  com- 
bates parciales  entre  españoles  y  franceses  eran  muy  fre- 
cuentes. De  sus  resultas  y  del  agravio  que  los  últimos 

(1)  Jovius,  ibi.  Galli^ue  item  ianunta  piahertnt  quibus  saucii 
adveherentur  el. 

.  (2!  Baptista  Caotaliciiis  napoliteDas.  De  bU  rtcepla  Parthenope. 
Cwualvia,  Ubrtt  quaiuor.  Neapoli  1 506,  lib.  2.  Eb  meaus  raro  ea 
italiano  con  el  Utalo  de  Le  Hitiorie  de  Síontignore  Gio.  Baitisia  Can- 
laíiciof  ele.  ,De¿le  guerre  falte  in  Italia  da  Conialyo  Ferrando  rfi 
Aflar.  CoscQía,  1395,  lib.  2,  pig.  30. 


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52 

sentiao  con  el  reciente  suceso  de  Navarro,  se  dejaron  al- 
gunos decir  que  si  Lien  era  cierto  que  los  peones  ó  tea 
infantes  españoles  era  gente  esforzada  y  valiente  'no  asi 
la  caballería  que  con  sus  giros  y  caiacoles  acostumbra'- 
ba  huir  cobardemente  de  las  lanzas  francesas  (1);  bala- 
dronada harto  jaclaociusa  de  que  hubieron  de  retractar' 
se ,  por  consecuencia  de  aquel  público  y  solemne  desafío 
que  entre  once  franceses  y  oíros  tantos  españoles  á  ca* 
bailo  tuvo  lugar  entre  Rarlela  y  Vitelo  en  27  de  setiem- 
bre (2). 

Navarro  mientras  tanto  y  aun  sin  haber  apenas  repc 
sado  de  las  fatigas  de  Canosa  Fué  enviado  á  proteger  á  Ta' 
ranto  amenazado  por  Nemours.  Gobernaba  aquella  plaza 
como  teniente  del  Gran  Capitán  su  sobrino  Luis  de  Her- 
rera ,  y  no  contaba  con  otra  fuerza  que  la  de  unos  cien 
ginetes  ó  caballos  ligeros.  Importaba  su  posesión  así 
por  su  fortaleza  como  por  ei  sitio  en  que  estaba,  y  ya 
fuese  para  asegurarla  de  bs  asechanzas  enemigas,  ó  por- 
que al  mismo  tiempo  quisiera  el  Gran  Cbpilan  dar  á  su 
sobrino  un  acreditado  maestro  militar,  le  envió  de  so- 
corro á  Pedro  Navarro  con  alguna  gente.  Llegó  tan  opor- 
tunamente que  muy  pronto  frustró  una  sorpresa  inteih^ 
tada  por  el  mismo  Nemours  en  persona  con  trescien-^ 
tos  hombres  de  armas  ,  otros  tantos  caballos  ligeros,  cin- 
co mil  infantes.;  nueve  piezas  de  artillería  (5) :  eso  sin 

(1)  Jováti.  De  fila  magni  GúnicdvC ,  Ub.  2,  pág.  SSS. 

(2)  Crónica,  cap.  53- — Zuriia>  tíb.  5,  cap.  3,  j  sobre  todo  la 
Fida  del  Gran  Capitán  por  el  Sr.  D.  Manuel  José  Quintana  entra 
las  de  sus  Españolet  ilustres;  en  la  que  tanibien  se  reGere  el  de- 
safío qoe  mus  adelante  tuvieron  trece  italianos  coa  trece  franceses. 
El  de  los  españoles  Ic  pone  Zurita  en  SO  de  seliembre. 

(3)  Jovio,  ibi. 


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embargo  no  fué  mas  que  el  preludio'de  lo  que  muy  pocos 
dias  después  emprendió  Mr.  de  Laude .  capilao  Traiicés 
muy,  distinguido. 

£ra  su  ánimo  dar  un  tiento  á  Taranto  por  el  lado  del 
castillo ;  y  reunida  toda  la  gente  francesa  aposentada  em 
Castellaneta  y  sus  cercanías  emprendió  la  marcha  con 
ese  ño.  Sin  obstáculo  y  coo  el  mayor  orden  llegó  hasta 
las  murallas  de  la  plaza.  A  punto  estaba  ya  de  arreme- 
terla y  todo  parecía  caminar  de  acuerdo  con  sus  deseos, 
cuando  Navarro  y  Herrera  que  le  acechaban  y  habian  de- 
jado acarear ,  cayendo  de  improviso  eon  su  gente  sobre 
Mr.  de  Laude  y  la  suya,  trabaron  un  recio  combate.  Pe- 
leóse por  una  parte  y  otra  con  el  encarnizamiento  que 
mas  de  una  v  ez  se  observó  en  aquella  guerra ,  y  era  con- 
secuencia inmediata  de  la  exalloda  nacionalidad  de  ambos 
combatientes.  Entre  los  españoles  habifr  algunos  bailes^ 
teros  y  escopeteros ;  y  por  desgracia  de  Hr.  Laude  uno 
de  estos  le  mató  de  un  tiro.  Dispersóse  su  gente  en  se- 
guida ,  y  la  española  se  retiró  sin  otra  pérdida  que  la  de 
dos  muertos  y  oioco  heridos  (i). 

Ni  aun  con  tan  dura  lección  desistieron  los  franceses 
de  sus  proyectos.  Conocian  la  importancia  de  Taranto  y 
aspiraban  por  lo  mismo  á  su  posesión.  Animábalos  tam- 
bién la  escasa  gente  española  que  tenian  al  frente ,  sus 
priraciones  y  la  falta  de  todo  que  sentían;  persuadi- 
dos sin  embargo  de  su  vigilancia  acudieron  á  la  astucia 
para  sorprender  la  plasa.  La  Crónica  del  Gran  Capitán, 
que  en  la  narración  de  los  sucesos  se  acerca  mas  de  una 
vez  al  gusto  y  tendencias  de  los  soldados .  cuenta  que  ha- 
biéndose desertado  un  napolitano  de  la  compañía  de  Luis 

(I)  Cróaka,  ibi,  cap.  65,  p&g.  90. 


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54 

de  Herrera ,  se  fué,  Eegan  los  de  Taronlo  creyeron,  á  con- 
tar al  enemigo  la  situación  en  que  se  encontraban:  Pre- 
sentóse á  pocos  dias ,  y  dándose  aires  de  pasado,  otro  sol- 
dado francés  que  hablaba  regularmente  en  castellano,  y  se 
mostraba  indignado  de  que  el  olro  desertor  hubiese  indi- 
codo  á  los  enemigos  el  modo  de  apoderarse  de  la  ciudad 
que  tanto  deseaban.  Propuso  á  Herrera  y  Navarro  que  si 
querían  asegurarse  de  él  se  la  pondría  en  las  manos ,  pre- 
sentándose en  la  noche  siguiente  y  á  la  hora  convenida 
en  el  paraje  á  que  les  aseguró  que  le  traería  engañado. 

Aunque  esta  relación  tiene  aire  de  ser  una  tergiver- 
sación del  suceso  del  capitán  Alonso  de  San  Severino ,  dis- 
tinguido caballero  napolitano ,  y  muy  apreciado  del  Gran 
Capitán,  que  por  aquel  tiempo  andaba  en  tratos  con  el 
duque  de  Nemours,  y  con  setenta  de  su  compañía  se 
pasó  por  último  á  los  franceses  (i);  seguiremos  con  que 
habiendo  acudido  los  dos  capitanes  españoles  á  la  hora  y 
paraje  señalado,  en  lugar  del  desertor  que  aguardaban, 
descubrieron  al  amanecer  un  grueso  de  gente  francesa 
que  á  buen  paso  venia  sobre  ellos.  Luis  de  Herrera  y  Pe- 
dro Navarro,  conocido  entonces  el  engaño,  se  recogieron 
ú  gran  priesa  á  Tarpfito.  Corriendo  en  pos  de  ellos  los 
franceses  llegaron  hasta  sus  murallas,  desde  donde,  senti- 
dos de  no  haberlos  alcanzado,  se  retiraron  á  sus  alojamien- 
tos ;  mas  Navarro  y  Herrera  que  conocían  bien  el  pais  y 
sabían  por  donde  debia  cada  uno  pasar  para  recogerse  al 
suyo,  sin  detenerse  en  Tfip^to  salieron  secretamente 
por  la  puerta  que  iba  á  Puzano.  Alojábase  allí  el  capitán 
Fabricio ,  hijo  del  conde  de  Conza  con  su  gente ,  y  car- 
gándole al  paso  Herrera  y  Navarro  que  estaban  embosca- 

0)  Zurita,  lib,  5,  cap.  13. 


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55 

dos  junto  á  una  iglesia,  el  primero  con  sesenta  ginetes,  y 
el  segundo  coa  ciento  y  cincuenta  infantes,  de  tal  ma- 
nera le  hizo  fuego  la  infantería  emboscada ,  hasta  donde 
le  atrajeron  con  engaño,  que  muertos. cincuenta  france- 
ses de  los  sesenta  que  le  acompañaban,  toda  la  demás 
gente  incluso  el  mismo  Fabrício  cayó  en  poder  de  los  dos 
astutos  españoles  (i). 

1503.  Esto  aconteció  entrado  ya  el  año  de  1S03,  año 
glorioso  ^ara  el  Gran  Capitán  en  que  recogió  los  laureles, 
que  justamente  merecían  las  mas  altas  dotes  que  nunca 
tuvo  general ,  y  á  los  cuales  concurrió  Navarro  como  uno 
de  los  mas  insignes  guerreros  que  para  su  logro  le  acom- 
pañaron. Ea  tanto  que  en  mayor  teatro  le  vemos  figurar 
continuaremos  con  que ,  todavía  en  Taranto  con  Luis  de 
Herrera  y  su  gente  de  á  pié  y  de  á  caballo ,  se  apodera- 
ron de  Gastetlaneta ,  pueblo  de  allí  distante  diez  y  ocho 
«lillas  en  que  babia  una  guarnición  francesa  numerosa. 
Quejábanse  los  vecinos  tanto  del  mal  trato  de  los  france* 
ees  como  de  que  atentaban  á  sus  mujeres;  y  ya  fuese  el 
Grao  Capitán  quien  primero  se  entendiera  con  ellos ,  ó 
bien  qué  Herrera  y  Navarro  los  incitasen  á  revolverse  con- 
tra sus  opresores,  convinieron  aquellos  en  que  en  el  día 
en  que  lo  emprendiesen  y  les  bcititasen  la  entrada  en  la 
ciudad,  oslarían  alli'dispuestos  á  sostenerlos.  Concertado 
todo  y  bien  cumplido,  apenas  en  el  dia  señalado  comen- 
zaron los  vecinos  á  moverse  antes  de  amanecer,  que  ya 

(f )  Crónica,  íbi,  cap.  67. — Zurita  en  el  cap.  8  del  lib.  6,  coenlB 
baber  sucedido  esle  encuentro  al  volver  Berrera  y  Navarro  con  la 
fuerza  que  refiere  la  Crónica,  de  la  escaramuta  en  qne  murió  Mr.  de 
Laude,  que  él  llama  Lauda.  Tres  solo  añade  que  escaparon  de  los 
que  llevaba  el  Gande  de  Gouza,  y  eran  Ireiota  y  tres  hombres  de  ar- 
mas, cincuenta  archeros  y  diez  estradiotes  ó  gineiesj^riegos. 


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56 

los  dos  capitanes  españoles  estaban  á  las  puertas  de  la 
ciudad.  Entrando  on  seguida  en  ella ,  prendieron  y  mata- 
ron sesenta  hombres  de  armas  y  cíen  ardieras,  contán- 
dose entre  los  muertos  a)  capitán  Simonet,  comandante 
de  la  plaza  ;  cogieron  trescientos  caballos,  y  rendida  Cas- 
lellaneta-,  muchos  otros  pueblos,  y  fué  lo  mas  importante, 
alzaron  banderas  por  el  Rey  de  España  (I). 

Ofendido  el  virey  Nemours  con  esta  pérdida,  reunió 
en  Canosa  cuanta  gente  pudo  y  salió  á  vengarse  de  los  de 
Castellanela.  El  Gran  Capitán,  que  de  lo  que  pasaba  en 
el  campo  francés  estaba  pronto  y  bien  informado,  no  se 
descuidó  en  oponerse  á'su  intento.  En  tanto  que  Navarro 
le  frustraba,  introduciendo  en  Caslellaneta  trescientos  de 
los  suyos  la  noche  antes  de  acercarse  Nemours  á  ella. 
Gonzalo  de  Córdoba  saliendo  también  de  noche  y  con  se- 
creto de  Barleta,  con  alguna  gente  y  artillería,  se  puso 
antes  de  amanecer  sobre  Ruvo,  llamando  su  atención  so- 
bre aquella  plaza.  Era  su  comandante  en  aquella  snzon, 
un  capitán  de  múcba  fama  llamado  Mr.  de  Lapalice ,  y 
por  los  españoles  el  capitán  la  Paliza ,  Gran  Mariscal  de 
Francia  (2).  .acompañábanle  doscientos  hombres  de  armas 
;y  otros  doscientos  archeros  gente  toda  muy  escogida ;  de 
suerte  que  cuando  plantada  la  artillería  y  batida  la  mura- 
lla ,  el  Gran  Capitán  ordenó  el  asalto,  fué  el  combate  de 
los  mas  recios  y  obstinados  que  se  vieron.  Siete  horas  hay 
quien  cuenta  que  duró ,  hasta  que  al  fin  Francisco  Sán- 
chez, despensero  mayor  del  Rey,  ó  sea  tesorero  del 
ejército ,  plantó  el  primero  la  bandera  sobre  los  muros  de 
Ruvo.  Saltaron  con  él  otros  españoles  á  la  plaza,  y  ense- 

(1)  Jovius.  De  vila  maguí Gonsalvi,  ibi,  píg.  246.^^níítiV(T, ca- 
pitulo 71— Zurila.  lib.  S,  cap.  13,  ano  de  1503. 

(2)  Branlomc.  Homines  ilhistrcs,  ole.  Mr.  de  LapaUct. 


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'57 

ñoreándiose  de  ella  cogieron  seiscientos  caballos ,  premlie* 
ron  á  Mr.  de  Lapnlice ,  y  al  teniente  del  duque  de  Sabo- 
ya  que  le  aconipañaba  y  á  otros  muchos  frauceses  distin- 
guidos (1). 

(4)  JoTÍos.  De  vita  magni Gonsnlvi,  pig.  346.  Certaium  ett  per 
sefilem  horas  summa  coHtclione.....  Primum  quod  iUaium  est ,  reppul- 
tií  Gallií,  iiexi/tum ,  fuit  Franciseus  Sanees  qai  fírgii  Htipania  dit- 
pensator  eral.  Zurila,  ibi ,  cap.  1 4 ,  y  ea  el  73  dice ,  refiriéndose  al 
mismo  Sánchez ,  que  despensero  mayor  era  aquel  á  cuyo  cargo  es- 
taba  tener  la  cuenta  del  dinero  del  ejircilo,  pues  lo  rreibian  ¿I  y 
tus  ministros.  Como  pafecp  reppgnanle  que  se  cogieran  lautos  ca-:- 
ballüs,  siendo  al  parecer  tan  poco  namerosa  la  |;uaraicioii,  coavie- 
ne  saber  cual  era  en  aquel  tiempo  el  armamento  mas  usual  <le  la 
caballería  é  infanteria.  Tratando  el  díligeote  y  muy  apreciable  Zu- 
rita (lib.  3,  del  Bey  D.  Fernando,  cap.  6),  del  que  en  el  afta 
de  ^h9^  Lutrodujo  Don  Sancho  de  Castilla  en  la  gente  destinada  á 
defender  el  Rosellon  ,  dice  que;  "  siguiemlo  la  costumbre  italiana  y 
«francesa,  se  introrlujo,  que  de  allí  adelante  los  hombres  de  ar- 
«  mas  trajesen  almetes  y  lanzas  de  firmas,  y  sus  espadas  ó  esto- 
«  qnes,  y  un  caballo  encubertado  y  otro  para  un  page  con  sus  ma- 

■  las  eo  los  arzones :  y  de  veinte  en  veinte  hombres  de  armas  ha- 
»  bia  un  cabo  de  escuadra  qne  primero  pe  llamaba  cuadrillero,  y 
a  porque  en  las  otras  provincias  se  acostumbraba  que  cada  hombro 
a  de  armas  tenia  un  archero  ó  balirslero  á  caballo ,  y  tanto  número 

■  de  gente  parpóla  inútil,  y  también  era  muy  necesario  á  \a. gente 
«de  armas  llevar  consigo  ballesferoi  á  caballo,  se  USÓ  algUD  liem- 
«  po  que  en  cada  compania  habia  respecto  de  las  lanzas  el  quinto 

■  de  ballesteros  qne  traían  corazas,  armadura  de  cabeza  ,  füida  ,  y 

■  los  que  entonces  llamaban  gacetes.  Repartiéronse  los  peones,  que 
I  asi  se  llamaban  en  este  tiempo  y  mucho  después,  en  tres  partes; 
>  el  un  tercio  con  lanzas  como  los  alemanes  bs  traían  ,  que  llama- 
a  ron  picas,  y  el  otro  tenia  el  nombre  antiguo  de  escusados ,  y  el 
a  tercero  de  espingarderos  y  ballesteros  que  se  ufaban  entonces,  y 
o  llevaban  1as  ballestas  tan  fuertes  qne  no  se  podían  armar  sino 
c  con  cnatro  poleas,  y  iban  estos  peones  repartidos  en  cnadrillaa 

■  de  cincuenta  en  cincuenta,  y  cada  compañía  de  hombres  de  ar- 
a  Blas  llevaba  A  su  cargo  alguna  parte  ríe  la  artillería  del  campo 
B  á  respeto  de  las  piezas  (]ue  tenia  el  ejército.»  Acerca  clel  suces» 


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.    58 

EsLa  operación ,  emprendida  con  el  fin ,  como  se  ha 
dicho ,  de  apartar  al  Duque  de  Nemours  de  sus  proyectos 
sobre  Castellanela ,  se  termiaó  con  tal  suerte  y  oportuni- 
dad, que  al  día  siguiente  ,  dos  horas  antes  de  anochecer 
ya  daba  el  Gran  Capitán  la  vuelta  á  Barlota.  De  sus  re- 
sultas se  encontró  Nemoars  burlado  y  en  la  mayor  ansie- 
dad. No  podía  ir  al  socorro  de  Ruvo,  porque  ya  los  «lyos 
le  habian  perdido,  y  no  podía  tampoco  continuar  á  Cas- 
tellaneta ,  por  miedo  de  que  los  españoles  mientras  tanto 
no  se  apoderasen  de  otros  pueblos  y  basta  del  mismo  Ca- 
nosa. En  semejante  conflicto,  nada  le  pareció  mas  acer- 
tjido  que  recogerse  á  ella  y  asegurarla ,  juntando  cuanta 
gente  pudiera  de  la  que  guardaba  puntos  menos  seguros ; 
con  cayo  fin  ordenó  á  Hr.  de  Bramonte  que  se  hallaba  en 
las  Grutallas ,  que  al  punto  de  recibir  su  aviso ,  le  siguiera 
á  Ganosa ,  por  el  camino  que  el  mismo  Nemours  llevaba: 
mas  apenas  Pedro  Navarro  y  Luis  de  Herrera  entendieron 
estar  las  Grutallas  libres  de  franceses  que ,  saliendo  de 
Taranto  con  alguna  gente  pusieron  aquel  y  otros  pueblos 
á  la  devoción  de  España.  Pasaron  en  seguida  á  Asti,  que 
iuan  de  Lezcaoo  no  bahía  podido  tomar  con  la  gente  de 
mar  que  había  desembarcado  de  sus  galeras ;  la  entraron. 


de  Rufo ,  pueden  tambieD  verse  la  Crónica  del  Gran  Capitán ,  ca- 
pitulo 78,  pAgina  98,  y  Guicciardiai  en  el  lib.  5,  pAg.  Uk  v.  Se- 
gún Zurita  fué  tomada  en  23  de  febrero  de  1503. 

Tratando  el  mismo  Zurita  del  armamento  de  los  doscientos  Aem- 
bret  de  armas  y  irescienlos  giaetet ,  cou  que  las  Cortes  de  Aragón, 
reunidas  en  abril  de  aquel  año,  acordaron  servir  par  tres  meses  en 
aquella  guerra  de  la  Pulla  y  Calabria ,  dice  que  Tué  esta  gente  muy 
lucida  y  bien  armada,  é  iban  los  komhres  de  armat  con  sus  pajes 
y  con  caballos  encubertadoa  y  todas  armas  blancas ,  y  los  ginetes 
segOD  era  costumbre  coo  corazas,  capacetes,  armaduras  do  brazos, 
quijotes  y  faldares.  Ibi,  cap.  23. 


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59 

saquearon  y  abandonaron  muy  luego ,  trasladándose  des* 
pues  á  Francavilla  que  los  admitió  sin  resistencia  (I). 

Cuando  esto  sucedía  á  principios  de  marzo  de  i503, 
las  cosas  tornaban  tan  á  favor  de  los  españoles  en  medio 
del  hambre  y  privaciones  de  lodo  género  que  sufrían  ea 
las  costas  de  Calabria  y  la  Pulla  como  adversas  se  mos- 
traban á  los  franceses  que  dominaban  en  lo  demás  de  Ña- 
póles y  de  nada  carecían.  Conociéndolo  Nemours  llegó  á 
temer  que  no  le  cercaran  en  Canosa ,  y  tan  deseoso  de 
evilarlo  como  de  mantener  su  reputación ,  mandó  reunir 
allí  cuanta  gente  le  fuera  dado ,  para  ir  luego  á  dar  con 
ella  sobre  Barleta.  Gomuaicadae  al  intento  sus  órdenes  á 
los  capitanes  franceses ,  y  entre  los  italianos  que  seguían 
sa  partido  á  Mateo  de  Aquaviva  situado  en  ConvereanOi 
les  prevenía  ante  todo  que  se  juntaran  en  Altamura  ,  con 
Luis  d'Ars,  en  quien  confiaba  mucho,  y  que  desde  allí 
unidas  todas  sus  fuerzas  y  mimdadas  por  el  se  encamina-* 
sen  á  Canosa,  en  donde  le  encontrarían. 

Asi  que  el  Gran  Capitán  entendió  este  movimiento, 
cuyo  objeto  al  pronto  no  atinaba ,  comenzó  á  precaverse 
contra  cualquiera  suceso.  A  Pedro  Navarro  y  á  Herrera, 
qae  aun  continuaban  en  Francovílla,  les  ordenó  que,  de-> 
jando  á  Taranto  á  buen  recaudo ,  se  le  juntasen  cuanto  an- 
tes en  Barleta.  En  oso  andaban,  cuando  por  acaso  suce- 
dió caer  en  maqos  de  Navarro  una  de  las  cartas  en  que 
Luís  d'Ars  y  Mateo  de  Aquavíva  concertaban  el  modo  y 
día  en  que  habían  de  reunirse,  para  buscar  luego  juntos 
al  virey  Nemours  en  Ganosa,  Enterado  por  este  medio  el 
astuto  Navarro  del  día  en  que  Maleo  se  encaminaría  á  Al- 
tamura, con  tal  destreza  se  emboscó  que,  sorprendiéndole 

0)  Crónica,  ibi,  cap.  73,  p4g.  100. 


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60 

al  paso ,  aunque  se  defendió  con  valor,  cayó  al  fín  prisie- 
iiero.  Murió  su  hermano  Juan  de  Aquavjva,  y  rota  su  ca- 
ballería ,  fué  por  la  mayor  parte  presa  de  Herrera  y  Na- 
varro que ,  prosiguiendo  su  viaje  á  Barleta ,  todavía  al 
paso  hallaron  ocasión  de  acreditar  su  denuedo  (1). 

Obedeciendo  las  órdenes  de  Nemours ,  iba  desde  Con- 
versano  a  juntarse  con  él  en  Ganosa  el  marqués  de  Biton- 
to.  Acompañábanle  cincuenta  hombres  de  armas  con  otros 
tantos  cnbaltos  ligeros  y  unos  trescientos  paisanos.  Habién- 
dolos descubierto  Pedro  Navarro  y  ia  compañero  echaron 
adelante  algunos  do  sus  caballos  ligeros  que  los  entretuvie- 
sen y  cebaran,  mientras  que  su  infanlería  los  alcanzaba. 
Asi  sucedió ;  dándose  tan  buena  maña  ,  que  toda  la  gente 
del  marqués,  mediando  un  recio  combate  fué  desbaratada, 
muerta  una  gran  parte ,  preso  él  y  cogido  lodo  su  recuaje 
en  que  iba  su  recámara  oon  mucha  plata ,  dinero ,  joyas  y 
ropas,  por  ser  el  marqués  persona  muy  principal  y  muy 
señalado  también  en  la  guerra  (2}. 

Al  ver  tantas  y  tan  felices  empresas  y  con  tanto  acíei^ 
to  combinadas  ¿qué  cosa  mas  natural  que  ,  al  llegar  Na- 


(t)  Crónica,  cap.  71»,  p;íg.  100  v Joviu¡,\\i\,  pág.  253.  5ef/ 

daminlerse  Arsius  et  Aquaviva  de  profeclioni¡  die  constituunl ,  Na- 
varrut  círca  Tarenlum  Anii  litleras  "líeí-cí^íV,— Gnicciartiini,  lib.  5, 
p%.  1^7,  llama  á  Hateo  de  Aquaviva  tlnqae  de  Atri,  y  lio  alJuaa 
qae  otros  dicen  su  hermano. 

(1)  Jovio  ni  Guicciardini  do  mencionan  este  suceso.  Zurita,  li- 
bro S,  cap  26,  le  junta  con  el  anlerior,  y  le  ceíiere  como  sucedido 
once  días  antes  de  la  batalla  úe  Seminara ;  mas  la  Crónica  del  Gran 
Capitán  las  distingue  y  aun  casi  señala  los  dias  qos  mediaron  entre 
uno  y  oiro ;  al  paso  que  no  dá  razón  del  qae  Zurita  refiere  en  el  ca- 
pitulo 19,  al  tiempo  que  Herrera  y  Navarro  iban  á  juntarse  con  Lez- 
cano — Recuas ,  recuaje ,  fardaje ,  hoy  brigadas  t  bagaje,  V.  i  Pul-  . 
gar,  Nebrij'a  y  otros. 


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Gl 

varro  y  Herrera  á  Barleta  con  los  trescieDlos  infantes, 
cuareola  lanzas  y  ciento  cincuenta  caballos  ligaros  que 
llevaban ,  se  holgara  el  Gran  Capitán  con  ellos ,  los  aca- 
riciase y  encomiara  la  prisión  de  un  caudillo  de  tanto 
nombre  como  Aquavíva  y  aun  del  marqués  de  Bitonto? 
¿  Cómo  no  regocijarse  de  que  á  tan  buen  tiempo  se  le  jun- 
tasen unos  hombres  tan  valientes  y  seguros ,  y  de  tanto 
provecho  para  loque  meditaba  (1)?  A)  cabo  de  lantos 
meses  de  privaciones  y  esperanzas,  hobisn  ya  desembar- 
cado algunos  refuerzos  de  España  en  Calabria,  y  entro 
ellos  dos  mil  gallegos  y  asturianos.  De  sus  resultas,  y 
muerto  Luís  Portocarrero  que  los  mandaba,  D.  Fernando 
Ab  Andrade  que  le  sucedió.  den'Otó  en  21  de  abril  á  loa 
franceses  en  Seminara,  á  que  se  siguió  ser  prisionero  su 
general  D'Aubegni  y  sus  principales  capitanes  (2).  Llególe 
por  entonces  también  al  Gran  Capitán  un  auxilio  de  dos 
mil  alemanes ,  y  ya  con  tales  fuerzas  se  resolvió  á  salir  de 
Barleta  con  toda  su  gente ,  y  á  buscar  y  presentar  batalla 
á  la  francesa. 

Moviéndose  pues  con  ese  ánimo  el  jueves  27  de  abril, 
se  aposentó  la  primera  noche  en  Canas,  pobre  lugare- 
jo  á  seis  millas  de  Barleta ,  pero  muy  célebre  por  la  vic- 

(t)  JotÍo,  ibidem,  Eo  nfgotm  eX ítiaert  JelicUer  gesto  Nmiarrut 
tt  Errera  Baroliwn  peiveniunt ,  etc. 

(2)  Gnicciardini ,  lib.  ü:  Obigni  benche  fuggiste ,  nella  rotea  dt 
Angiiola  riachiutoni  dentro  dentro  fu  conslrelio  ad  nrrendersi  prigio- 
Mr.— Zurila  cuenta  deteDÍdamente  la  batalla  de  Semenara  en  el  ca- 
pilufo  S5  del  libro  5  del  rey  D.  Fernando ,  y  que  habiéndose  amcH 
tinado  iJntea  de  ella  los  gallegos  por  la  paga,  hubo  para  una  con 
las  Cadenas  y  collares  de  oro,  la  plata  y  dinero  que  tenían  y  dieron 
\y.  Fenwndo  de  Aadrade,  Garvnjal,  Figuercdo  y  otros  (capitanes. 
A  D.  Fernando  de  Aodrsde  le  llama  la  Crónica  del  Gran  Capitán  en ' 
el  cap.  78  del  lib.  1,  pAg.  206  ,  gallego  y  conde  de  Villalba. 


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&2 

loria  que  eü  él  alcanzó  Aníbal  délos  romanos.  Resuel- 
to en  consejo  de  ^erfa  que  el  ejército  se  dirigiese  á  la 
Cerinola ,  lugar  de  poca  importancia,  aunque  bien  situado 
para  combatir,  se  emprendió  la  marcba  al  dio  siguiente, 
después  de  haber  confiado  á  Pedro  Navarro  y  Diego  Gar- 
cía de  Paredes  los  seis  mil  infantes  españoles  é  ilalianos 
de  que  se  componía  el  ejército  (1).  El  terrena  por  donde 
se  camioaba  era  muy  raso  y  estéril ,  y  todo  Cubierto  de 
cañaveras  y  gamones  muy  altos.  La  sequedad  del  suelo  y 
los  ardores  del  sol  causaron  tal  sed  que  los  soldados  se 
desbandaban  para  remediarla,  y  muchos  se  quedaron  en 
el  camino ;  .viéndose  el  general  Gonzalo  en  el  caso  de  que 
para  aliviar  la  fatiga  de  los  infantes,  mandase  á  la  gente 
de  á  caballo  tomarlos  &  las  ancas ,  y  como  alguno  murmu- 
rara fuese  él  quien  primero  diera  el  ejemplo  (2). 

Llegada  la  gente  á  las  viñas  de  Cerinola  y  algún  tanto 
refrescada,  dio  orden  de  fortificar  el  campo  y  que  plan- 
tada la  artillería,  combatiera  un  castillo  que  defendía  el 
lugar  y  tenia  guarnición  francesa  (5).  Mientras  tanto  el 
virey  Nemours,  noticioso  del  rumbo  que  seguia  el  ejér- 
cito y  de  la  sed  y  fatiga  que  le  acosaba ,  pensando  que  si 
le  alcanzaba  en  el  raso  le  sería  fácil  desbaratarle ,  ee  mo- 
vió á  gran  priesa  contra  él.  Su  ansia  por  alcanzarle  fué 
tal ,  que  se  colocó  en  la  vanguardia  á  la  cabeza  de  cuatro- 


(1)  Crém(a,c»p.'}S,  pág.  101. 

(S)  Jovio,  ibi ;  pig.  253.     Zurita,  ibi ,  cap.  27. 

(3)  Crónica,  ibi,  cep.  75,  que  es  la  que  segnioios  porqae  otras 
histonadores  difieren  eo  algo. — GuUciardiut ,  libro  5,  pág.  iiS, 
E  fama ,  che  f¡uel  di  perirono  nel  caminare  di  seie  molli  di  ciascuaa 
delU  partL—ZañlA  dice  (cop.  27 ) ,  qne  por  guardar  la  ordeiiaiua 
<le  la  iDr^aterla  se  lardaba  uua  hora  por  milla,  y  con  mucho  tra- 
bajo ppdiao  caminar. 


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C5 

cientoit  y  cincuenta  hombres  de  armas  y  quinientos  caba* 
líos  ligeros.  De  nada  sin  embaído  le  sirvió ,  porque  cuan- 
do llegó  á  conseguirlo-,  ya  le  encontró  en  posición  y  algún 
tanto  reposado,  y  al  Gran  Gnpílan  que  tranquilamente  y 
lejos  de  intimidarse  al  acercarse  fuerzas  tan  superiores 
ordenaba  sosegadamente  las  suyas.  En  lo  tocante  á  la  in- 
fantería, DOS  dice  su  coronista  que  formó  con  ella  un  6a- 
tallon  que  dividió  en  tres  esctiadrones .  uno  de  alemanes, 
que  situó  en  una  viña  hacia  la  parte  de  Barleta ,  y  dos  de 
españoles ;  el  uno  de  estos  que  coloc¿  hacia  el  lado  de 
Cerinola  le  cooGó  á  los  capitanes  Zaniudio,  í*iilarro  y  otros, 
y  el  restante  á  Diego  García  de  Paredes  y  Pedro  Navarro, 
encargándoles  la  guarda  de  la  artillería  situada  en  una  vi- 
ña por  donde  estaban  los  franceses  (1). 

Caia  el  sol  al  descubrirlos  por  entre  las  cañaveras  tan 
cercanos  ya,  que  ambas  artillerías  se  comenzaron  á  salu- 
dar. En  medio  de  este  cañoneo  aconteció  aquel  dicho  del 
Gran  Capitán  que  tan  aplaudido  fué  de  sus  mismos  enemi- 
gos. Cuéntase  que  al  cargar  Un  lombardero  español  un  ca* 
ñon,  se  le  cayó  de  una  bota  en  el  suelo  un  raitro  de  pólvora 
de  las  carretas  do  venia  la  munición,  que  llegó  hasta  don* 
de  el  cañón  se  había  de  cebar ;  y  queriendo  el  artillero  po- 
ner fuego  al  cañón  sopló  la  mecha  jf  saltó  una  centella  en  el 
suelo  donde  desde  el  rastro  de  la  pólvora  fué  el  fuego  ade* 
/aníe  hasta  dar  en  la  bota ,  que  encendida  comunicó  el 
fuego  á  los  carros  de  munición.  Quemóse  con  eso  cuan- 
ta pólvora  habia  en  el  ejército;  y  pensando  el  Gran  Ga- 
pilan  que  ese  accidente  tal  vez  decaería  el  ánimo  de  sus 
soldados,  prorumpió  en  aquella  esforzada  y  bella  excla- 
mación de  ea  amigos  y  compañeros  no  os  alteréis  por  ¡o 

(I)  Crónica,  ibi. 


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G4 

5«¿  habéis  visto ,  que  estas  son  lús  luminarias  y  mensagc- 
ros  de  la  victoria,  y  por  lo  tanto  cúmplage  la  falta  de  la 
artillería  con  el  poder  de  nuestro  corazón  y  ánimo  inven- 
cible (1).  ,       . 

No  se  dirigieron  ásordot  ni  á  pusilánimes  esta»  pala- 
bras. Pedro  Navarro  y  García  de-  Paredes  que  las  oyeron 
y  que  quemada  la  pólvora  ya  no  necesitaban  guardar  la 
artillería,  al  ver  que  el  yirey  Nemours  y  Mr.  de  Chan- 
demier  con  toda  su  infantería  y  gente  de  armas  se  diri- 
gían hacia  ellos,  so  adelantaron  á  recibirlos  fuera  de  las 
viñas  con  unos  quinientos  infantes  españoles  de  los  su- 
yos. Allí  fué  el  pelear  y  el  apretar  los  puños.   "  Mezcla' 

■  ronse  los  unos  con  los  otros  muy  reciamente,  dice  la 

•  crónica  del  Gran  Capitán,  haciéndose  entre  ellos  una 

*  muy  reñida  y  peligrosa  batalla  en  la  que  allende  de  las 

■  espadas  andaban  tantas  escopetas  y  ballestas  que  mu- 

*  cha  gente  de  una  parle  y  otra  cala  en  el  campo  muer- 

•  ta ;  pero  los  dos  capitanes  (Navarro  y  Paredes] ,  con  la 

<  suya  hicieron  tanto  de  sus  personas  y  tan  valerosamen- 
«  te  trabajaron  que  en  bien  poco  tiempo  rompieron  toda 
«  el  avanguardia  francesa ,  y  mataron  mas  de  treínla  fran- 

<  ceses,  entre  los  cuales  en  este  primer  encuentro  murie- 
«  ron  el  duque  de  Nemours  de  un  arcabuzazo  que,  es- 

<  tando  en  el  fosó  sin  poder  pasar  adelante  le  dieron,  y 
«  Mr.  de  Chande»  {'í)  que  según  dicho  es,  llevaba  la  van- 

{1}  Crónica,  'M.—Jovio,  ibi,  pñg.  1S&,  aunqoe  diGere  algo  de  la 
Crúnica  romiene  en  que  al  anunciar  i  Gonzalo  el  incendio  res- 
pondió ain  ¡amularse  Practarum  ornea  accipio,  ¿Quid  rtiim  nobit 
latiui  accidere  poltttl  qiiam  provenicnüs  victoria  laiuinana  speela- 
f/jic.^— Guiccíaidini,  también  con  le  m  pora  neo,  dice  ai  fín  del  lib.  5. 
Gonsalvo  griló....  Idilio  annuncia  manifeitamentt  la  vi/loria  daiu/oM 
íi-giio  clie non  ha  biiogna  piu  adaperare l'arligleria. 

(S;  Zorita  le  da  el  Ululo  de  coronel  de  los  suizos ;  rosE  Branio- 


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65 

■  guardia :  los  cuales  murieron  como  muy  esforzados  y 

■  valientes  caballeros  y  capílanes  peleando^  En  eslo  los 

<  franceses  desmayar'on  viendo  muertos  á  sus  capitanes 
«  y  caudillos;  y  no  pudiendo  sufrir  mas  á  tos  españoles 
«  Volvieron  las  espakiasi  y  toda  la  otra  gente  del  escua- 

■  dron  de  Diego  García  de  Paredes  y  Pedro  Navarro  que 
«  serian  mil  y  quinientos  hombres  saltó  luego  fuera  de 
« los  viñas  j  juntándose  con  la  otra  gente  que  primero 
«  faabia  salido ,  siguieron  la  victoria  por  aquella  parto  y 
«  de  tal  manera  que  la  gente  de  armas  francesa  por  se 

•  salvar  de  los  españoles  á  gran  priesa  huía,  y  rompiendo 

■  por  un  costado  su  propia  infantería  los  apremiaron  do 

■  modo  quG  infantes  con  infantes  se  mezclaron  con  tanta 

■  fortaleza  que  era  cosa  de  ver En  esto  los  españoles 

<  llevaban  lo  mejor,  cuándo  el  Gran  Capitán  viendo  á  los 

•  franceses  ir  de  vencida  arremetió  con  toda  la  restante 

<  gente  de  armas  y  caballos  ligeros  y  dio  tan  recio  en 

•  ellos  que  por  su  venida  todos  fueron  en  muy  poco  es- 
«  pació  desbaratados  y  metidos  en  rota  siguiéndolos  el 

<  Gran  Capitán  con  toda  su  gente  mas  de  seis  millas  ma- 

<  tando  y  hiriendo  hasta  que  no  hallaron  con  quien  pe- 
-tear(l)." 

Fué  esta  batalla  una  de  las  mas  célebres  que  basta 
entonces  presenció  la  Italia.  Aunque  los  españoles  eran 
algo  superiores  en  infantería,  los  franceses  lo  eran  mu- 
cho mas  en  ca1)allería.  Sus  hombres  de  armas  principal- 
mente eran  tan  escogidos  que  se  asegura  haber  dicho  el 
Gran  Capitán  que  tan  bien  armados  y  aderezados  habia 


me  no  le  refiere  e&ire  ellos ,  y^Guicciardiiii  lo  llama  Mr.  di  Cian- 
áat  y  es  el  mismo  Cbandeniier. 
(f)  Cróoica,  cap.  76,  pág.  103. 

ToHO  XXV.  5 


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66 

grandes  liemp08  que  do  se  veían  en  Italia  (1).  En  medií 
hora  que  según  Paulo  iovio  duró  la  pelea  {% ,  ó  bien  se- 
gún la  Crónica,  desde  puesto  el  sol  haota  hora  y  media 
noche  murieron  mas  de  tres  mil  y  quinieDtos  franceses 
y  pasaron  de  quinientos  los  presos  con  pérdida  de  solos 
cíenlo  de  los  vencedores,  que  todavía  hay  quien  reduzca 
á  nueve  (5).  Toda  la  artillería  y  cuanto  llevaban  los  Tran- 
ceses  lodo  cayó  en  manos  del  ejército  español,  que  al  día 
siguiente  sábado,  rendida  á  discreción  Cerinola  con  su 
castillo,  se  encaminó  á  Ñapóles  en  el  lunes  inmediato. 

La  entrada  del  Gran  Capitán  en  aquella  ciudad  en  la 
tarde  del  i  4  de  mayo  de  1503  fué  un  verdadero  y  osten- 
toso triunfo  (4).  En  medio  con  lodo  de  tantos  y  tan  re- 
pelidos aplausos  y  festejos,  su  primer  cuidado  fué  apo- 
derarse cuanto  antes  de  los  castillos  y  fortaleza  de  la  mis- 
ma capital.  Al  abandonarla  los  franceses,  boLian  dejado 
en  ellos  numerOBos  y  no  mal  provistas  guarniciones,  que 
entretuviesen  la  defensa  hasta  que,  reunidos  los  restos 
de  su  derrotado  ejército ,  volvieran  reforzados  á  socor- 
rerlos, ahuyentando  á  tos  españoles;  y  ¿  la  previsión  de 

(1)  Znrita,  lib.  S,  cap.  37. 

(2)  Jovio,  ibi.  rugnatnm  est  sd  Geríonem  Oie  veneris  IT  Ka- 
leod.  maias  (28  de  abril],..  Casa  tunt  ad qualuor  millia  hoslium 
tanta  ceUritaie  faalUateque  ul  eam  temihora  mommlo  res  eaepta 
ionfectaqat  tu  f  itec  ceatum  qaidem  ex  viclorUtat  perieríni. — Guie— 
ciardini  refiere  qne  el  combate  duró  poco ,  y  que  se  observó  qne 
esta  derrota  y  la  de  Aubigni  Fueron  eu  riérnes,  día  reputado  feliz 
para  los  españoles. 

(3)  Zonta,  ibi. 

(V)  Zurila,  lib.  5,  cap.  30,  pone  esta  entrada  en  16  de  ma- 
yg,  pero  Guicciardiiii,  y  sobre  lodo  Giaanone,  que  debia  haberlo 
bien  averiguado,  la  fijan  en  el  dia  1^,  refutando  el  último  en  ana 
nota  á  los  escritores  que  la  señalan  eu  el  1S  y  en  el  16.  Gienno- 
ae ,  Ittoria  eit'iU  di  Napoh,  lib.  29 ,  cap.  k ,  pig.  Vl\ . 


3vGooglc 


67 

estos  y  de  sa  general  no  se  escapaban  tales  proyectos. 
Era  el  Castel-nuovo  ó  castillo  nuevo,  situado  á  orilla  del 
mar  y  junto  al  puerto ,  el  mas  importante  por  su  situa- 
ción. Con  muchas  y  buenas  defensas  y  quinientos  sóida- 
dos  escogidos  de  guarnición,  aunque  en  opinión  de  al- 
gunos no  estaba  suficientemeote  artillado,  contaba  con 
grandes  medios  de  resistencia,  y  podia  ser  socorrido  por 
mar.  Cabalmente  por  eso  y  porque  el  Gran  Capitán  desea- 
ba salirse  cuanto  antes  en  busca  de  los  franceses ,  que 
ya  86  rehacían ,  conociendo  prácticamente  el  mérito  de 
Navarro  como  ingeniero  le  encargó  de  aquel  sitio,  po* 
DJendo  ó  sus  órdenes  la  infanleria ,  única  gente  que  con 
él  había  entrado  eo  Ñápeles,  y  la  artillería  á  ta  de  Diego 
de  Vera  (4). 

A  la  ambiciosa  intrepidez  y  pericia  de  Navafro  no  se 
podia  presentar  ocasión  en  que  lucirlas  con  mas  gloria. 
Sin  titubear  declaró  que  tardarla  poco  enapoderarse  de 
todos  aquellos  castillos  y  fortalezas,  y  ejecutadas  muy  lue- 
go algunas  obras  plantó  contra  la  de  Castelnuovo  la  arti- 
llería que  en  gran  parle  era  de  la  tomada  á  los  franceses 
en  Cerinola.  Aunque  bo  dejaba  de  causar  estrago  en  el  cas- 
tillo ,  como  Navarro  observase  que  la  torre  de  San  Vicente 
que  cubria  uno  de  sus  flancos  dañaba  considerablemente 
á  los  suyos,  determinó  tomarla  antes  de  pasnr  adelan- 
te (2).  La  empresa  era  difícil.  Estaba  la  torre  situada  so- 
bre un  peñasco  no  muy  fuerte  a  la  verdad ,  pero  que  se 
adelantaba  al  mar  precisamente  en  el  punto  por  donde 
sus  aguas  pasaban  al  foso  del  castillo.  Acometióla  sin  em- 
bargo Navarro ,  y  cuando  ya  en  gran  parle  destrozuda ,  se 

(1)  Crónica,  cap.  6k. — Zorita,  ibi.,  cap.  30. 
(S)  Jovio.  Da  vila  M.  Goiualvi,  lib.  2,  [>ng.  256.— GuiccbrJini, 
lib.  6. 


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C8 

tralalia  de  asaltarla,  luvíeron  los  capilfines  siliadorcs  por 
mas  acertado  tomarla  por  arte  que  por  fuerza  y  perdien- 
do gente  ;  en  lo  cual  siguieron  sin  duda  el  consejo  do  Na* 
varro .  que  muy  confiado  éa  su  industria  se  encargó  de 
ejecutarlo» 

Entoldó  al  inteato  una  barca ,  cubriéndola  con  fuertes 
maderos  que  á  los  que  fuesen  dentro  resguardara  de  los 
tiros  de  los  franceses  puestos  en  lo  alto  de  la  torre.  Metió- 
se á  su  tiempo  en  ella  con  Veinte  ballesteros  y  otros  tan- 
tos escopeteros ,  y  cou  otros  cuarenta  bien  arniados  dis- 
puso que  el  capitán  Martin  Gómez ,  que  ya  se  señaló  en 
Cefalonia,  entrase  en  una  barca  descubierta.  Un  dia,  cuan- 
do todo  estuvo  ordenado,  salieron  del  puerto  las  dos  bar- 
cas una  bora  antes  de  anochecer,  y  con  gran  disimulo  y 
al  remo  navegaron  en  dirección  opuesta  á  la  torre.  Cam- 
biando de  rumbo  tan  luego  como  obscureció .  acercóse  á 
ella  Píavarro  con  su  barca  y  groo  silencio ,  por  donde  la 
artillería  habla  derribado  un  buen  pedazo  del  muro.  A  la 
cabeza  de  su  gente  comenzó  á  salir  por  allí  en  tanto  que 
Marliu  Gómez  con  la  suya  y  no  menor  arrojo  vencia  por  el 
lado  opuesto  los  obstáculos  que  se  \f  presentaban  :  y  tan 
buena  mano  so  dieron  los  dos ,  pero  especialmente  Navar- 
ro, que  al  llegar  Martin  Gómez  al  patio  de  la  torre,  ya 
estaba  aquel  preparando  reparos  no  solo  contra  los  que 
desde  lo  alto  de  ella  les  tiraban ,  sino  contra  los  que  desde 
el  Castel-nuovo  que  dominaba  el  patio  les  ofendían  á  des* 
cubierto. 

Lo  trinchera  que  al  intento  hicieron,  les  puso  muy 
luego  en  estado  de  poder  ellos  tirar  á  los  que  para  ofen- 
derles se  asomasen  á  la  torre :  lo  mejor  sin  embargo  fué 
que  como  los  que  la  guarnecían ,  oyeron  distintamente  el 
golpeo  de  los  picos  y  azadones  de  los  que  trabajaban  en 


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la  Irinchera ,  se  amedrectaroD  creyendo  que  los  minaban 
j  que  iban  á  ser  volados.  Prevenido  Navarro  de  que  que- 
rían rendirse ,  convinieron  en  que  si  en  aquella  nocbe  y 
hasta  el  medio  dia  siguiente  no  tos  socorrían  del  Castel- 
nuovo ,  entregarían  la  torre  sin  otra  condición  que  la  de 
salvar  sus  personas ;  coyo  término  pasado  sin  recibir  so- 
corro alguno,  salieron  los  defensores  y  se  retiroron  ai  cas- 
tillo dejando  á  Navarro  dueño  de  la  torre  en  el  dia  28  de 
mayo  {i). 

Terminada  con  tanto  arrojo  esta  empresa ,  siguió  Na- 
varro con  mayor  fervor  la  de  Gaslel-nuovo,  A  la  mucha  ar- 
tillería con  que  antes  la  combatía  por  varías  partes ,  agre- 
gó las  cuatro  piezas  que  acababa  de  lomar  á  tos  franceses, 
colocándolas  en  lo  alto  de  la  torre.  En  seguida  y  para  que 
el  combate  fuera  mos  terrible  y  decisivo ,  comenzó  á  ca- 
var las  minas  que  tanto  espanto  ponían  en  sus  enemigos. 
poco  diestros  todavía,  por  no  ser  vieja  la  invención,  en  el 
arte  de  las  contraminas  (2).  Una  de  ellas  parece  fué  orden 
expresa  del  Gran  €apitan  que  se  abriera  debajo  del  alma- 
cén ó  Casa  de  la  mvnicion  del  mismo  castillo:  lo  cual 
obedecido  y  concluidas  las  otras  minas,  Novarro  siguiendo 
su  sistema ,  las  kincJiió  de  muchos  barriles  de  pólvora,  y 
junto  con  eso  las  hizo  cerrar  de  un  fuerte  muro  y  pared 
espesa  (3) 

Cuando  ya  todo  estuvo  á  punto  para  el  asalto ,  le  se- 
ñaló el  Gran  Capitán  para  el  i3  de  junio.  Reunida  en 
aquel  dia  la  infantería  española  con  mucho  aparato  de  es- 

(t)  El  Cura  (1»  los  Palacios,  cap.  Í80.— CrAuca,  oap.  8i Zu- 
rita, lib.  5,  cap.  3i. 

(S)  GaicciariliDÍ,  lib.  6,  pig.  450:  i  moái  auwi  Ml'offat  per- 
che non  tono  ancora  iscogilali  i  modi  dclle  iiftst. 

(3)  Crónica,  cap.  86. — Znrili),  ibi. 


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70 

calas  y  gran  ruido  de  trompetas ,  se  encaniiDd  resuelta  al 
castillo.  Sus  defensores  que  lo  obstirvaban  y  do  sabían 
que  era  un  atnque  fingido  ,  se  adelantaron  animosos  á  re- 
chazarle. Era  eso  lo  que  Navarro  buscaba.  Dada  la  señal 
convenida  y  retirada  con  gran  concierto  su  gente,  se  dio 
fuego  á  la  mina  de  la  Casa  dé  munición,  con  tal  efecto 
que  oo  solo  voló  un  lienzo  del  adarve  de  la  ciudadela, 
sino  la  misma  casa  con  los  reparos  dentro  dispuestos  para 
su  defensa.  Entonces  el  animoso  Navarro  que  aquel  mo- 
mento espiaba ,  poniéndose  a  la  cabeza  de  dos  compañías 
de  infantería ,  y  presenciándolo  desde  sus  torres  y  azoteas 
las  damas  y  caballeros,  todos  los  curiosos  en  6n  de  Ña- 
póles ,  arremetió  el  primero  por  el  adarve  arriba  con  tan- 
ta furia  que  lanzó  de  él  á  los  que  le  defendían.  Acometió 
en  seguida  á  los  que  oslaban  en  la  ciudadela.  Resistié- 
ronse con  grandísimo  esfuerzo,  pero  no  pudiendo  sopor- 
tar el  de  Navarro  y  los  suyos  se  retiraron  con  precipi- 
tación al  castillo  por  el  puente  levadizo  de  la  Puerta 
Real.  Tal  fué  sin  embargo  el  ímpetu  de  Navarro  y  de  la 
gente  que  le  seguia,  que  entrando  por  el  puente  mezcla- 
dos con  los  franceses,  rompieron  sus  cuerdas  y  cadenas 
para  que  no  le  alzasen  ,  y  quedaron  con  eso  dueños  de  la 
ciudadela  y  de  cuantos  muros  y  torres  se  acababan  de  la- 
brar para  su  defensa. 

Los  sitiados  que  en  aquel  lance  no  murieron  se  re- 
fugiaron como  pudieron  al  castillo :  su  diligencia  sin  em- 
bargo en  cerrar  las  puertas,  de  nada  les  aprovechó; 
porque  Navarro  y  sus  soldados  los  embistieron  como  lo 
habían  hecho  en  el  puente.  Ganaron  al  instante  el  rebe- 
llín ,  y  por  otro  puente  que  desde  él  y  la  ciudadela  daba 
paso  á  la  torre  llamada  del  Oro ,  se  dirigieron  contra  esta 
nuestros  atrevidos  soldados.  Guiábalos  como  siempre  Na> 


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71 

Tarro ,  que  arrimándose  á  la  torre .  empleó  para  acsbar 
coQ  SUS  valientes  defensores  la  pólvora  y  otros  artificios  de 
fuego  >  dándose  tan  bueua  maña  que  una  parte  de  los  sur 
yos  la  entró  por  fuerza  de  armas,  otra  por  las  estancias 
que  servían  de  escribanía  y  tesorería ,  y  otra  ayudándose 
de  las  picas,  poruña  ventana  que  quedó  abierta,  y  la  ar- 
tillería acabó  de  arruinar. 

Ya  no  faltaba  mas  que  apoderarse  del  castillo.  Para 
legrarlo  Navarro ,  tomada  que  fué  la  torre ,  se  situó  á  sus 
puertas  cou  algunos  capitanes  y  bastante  gente.  Todos 
entonces  con  él  y  como  á  porfía  con  hachos,  picas  y  otros 
ingenios  se  esforzaban  en  romper  tas  puertas  en  tanto 
que  la  guarnición  con  piedras,  pólvora,  cal  y  aeeiie  hir» 
viendo  se  defendían  vigorosamente.  Una  hora  se  comba- 
tió allí  coD  el  mayor  denuedo ,  hasta  que  los  defensores 
«cesados  á  un  tiempo  desde  )a  torre  del  Oro .  y  sus  ven- 
tanas y  eseribanía  ó  sea  contaduría ,  desde  las  mismas 
puertas  del  castillo  y  de  todas  partes  en  fin ,  con  la  arti- 
llería y  todo  género  de  ofensas,  decayéndola  el  ánimo, 
habieron  de  pedir  partido.  Estando  cerca  el  Gran  Caph 
tan .  cesó  de  una  y  otra  parte  el  combate  y  se  comenzó  á 
tratar  de  las  condiciones  de  la  raidicion ;  mas  mientras 
que  se  disoatian  los  españoles  que  estaban  en  la  torre  dd 
Oro  y  sus  estancias,  obstinados  en  abrir  las  puertas  del 
castillo  volvieron  á  combatirle  con  la  artillería .  y  algu- 
nos lograron  penetrar  en  él  por  la  Puerta  Real.  No  se 
estuvieron  quietos  los  defensores,  sino  que  con  su  pólvo- 
ra y  artificios  de  fuego  abrasaron  á  mas  de  cincuenta, 
coya  mitad  casi  murió ,  quedando  los  otros  muy  lisiados  y 
estropeados:  lo  cual  visto  por  los  demás  españoles  se  em- 
bravecieron de  tal  modo  que  entrando  con  grande  ímpetu 
en  el  castillo  se  rindieron  los  franceses  á  discreción.  En  se- 


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72 

guida  quitadas  las  derensas  entraron  también  Pedro  Navar^ 
ro ,  Ñuño  de  Ocampo'y  otros  c&pitaneR  con  la  infantería  eD 
ordenada  Torniacion  >  y  saquearon  ó  su  salvo  el  castillo, 
obtenida  para  elto  la  mas  completa  autorización  del  Gran 
Capitán  (1). 

En  tan  famosa  jornada  quo  áofó  dos  boras  y  en  la  que 
no  solo  toda  Ñapóles  que  lo  vio ,  sino  los  mismos  españo- 
les se  admiraron  de  haber  gnnado  en  tan  breve  espacio 
una  ciudadela  y  castillo  guardados  por  ocbocientos  hom- 
bres ;  el  primer  papel  después  del  General ,  lo  representó 
Pedro  Navarro.  Siguióle  Ñuño  de  Ocampo,  á  qnien  el  Gran 
Capitán  entendiendo  que  el  que  por  ganar  á  Ga8tel-=nuovo 
se  expuso  á  tilinto  peligro ,  se  eipondria  al  mismo  6  & 
mayor  por  defenderle ,  le  confirió  su  tenencia ,  mandando 
para  dar  á  Navarro  una  muestra  de  aprecio,  que  en  el  cas* 
tillo  qnedára  de  guarnición  su  compañía,  que  pasaba  por 
la  de  mas  escogidos  y  valientes  solda^  del  ejército  (2), 
Entre  los  soldados  y  tantos  otros  valientes  que  en  aquella 
ocasión  se  distinguieron ,  merece  una  especial  mención  de 
los  historiadores  Juan  Pclaez  de  Berrio,  natural  de  Jaén, 
y  uno  de  los  pajes  ó  gen  ti  les- hombres  del  Gran  Capitán. 
Fué  el  primero  según  unos,  que  entró  en  el  castillo  se- 
guido de  solos  tres  soldados ,  y  peleó  con  tanto  ánimo 
que ,  aunque  recibió  siete  heridas  y  le  llevaron  un  dedo 
déla  mano,  perseveró  haciendo  rostro  &  los  enemigos 
hasta  que  llegando  mas  gente  los  hizo  retroceder  (5). 
Cuentan  otros  que ,  llegando  al  tiempo  que  los  franceses 

(1]  ZuriU,  lib.  5,  cap.  34,  coya  narración  aunque  algo  con- 
fnsa  hemos  seguido  por  pareceroos  mas  metódica  qae  )a  d«  la 
Crónica  del  Gran  Capílan. 

(2)  Zurita,  ibi. 

(3)  Ibid. 


3vGooglc 


.  75 

eonenzabao  á  alzar  el  puente  levadizo,  con  una  mano  se 
asió  de  las  cuerdas,  y  con  la  espada  que  traía  en  la  otra 
cortó  las  de  ambos  cabos ,  y  cayendo  con  la  puente  ó  la 
puerta  del  castillo,  entró  por  ella  adelanto  peleando  con 
gran  fortaleza ,  hasta  que  riéndose  solo  y  sin  quien  le 
socorriera  acabó  como  valiente  soldado  digno  de  eterna 
memoria  (1). 

Pero  Id  mayor  prueba  de  la  confianza  del  Gmn  Gapi-< 
tan  en  Navarro  estuvo  en  que ,  urgiéndole  salir  contra  los 
franceses  que  se  iban  reuniendo  y  ordenando  en  Oaeta  y 
otros  pantos ,  le  puso  por  capitán  y  cabeza  principal  de 
toda  la  gente  que  dejaba  en  Ñápeles.  Componióse  de  mil 
infantes  y  con  ella  babia  de  tomar  Navarro  el  Cantillo  del 
haeTO  ó  CattetrOvo,  situado  en  yn  peñasco  aislado  enme* 
dio  del  mar  y  sin  otra  comunicación  con  la  tierra  que  la  de 
un  puente  de  piedra  bastante  lat^o  (2).  A  esta  dificultad 
se  agregaba  la  de  poder  ser  socorrido  por  mar;  y  como  no 
andaban  lejos  las  galeras  franccsos,  para  Uevor  Navarro  á 
cabo  sa  ebipresa  la  arremetió  con  aquella  activa  resoln-r 
cíon  que  tan  natural  le  era.  Comenzó  por  plantar  la'arti-- 
Hería  en  el  inonte  Ptzzifalcon&  que  dominaba  al  castillo . 
Con  tal  fuerza  y  tan  á  oicnudo  mandó  en  seguido^  disparar- 
la contra  él,  que  apenas  podian  asomarse  los  franceses 
para  atender  á  su  defensa.  El  castillo  sin  embargo,  no  era 
el  punto  principal  á  que  se  dirigían  los  conatos  de  Navar< 
ro ,  sino  contra  una  casamdla  colocada  al  cabo  del  puente 

(1)  Crónica,  ibi,— Jovio.  De  fila  M.  Gomalfi,  pág.  2&7.  Mura- 
lú  corona  decus  promeruil  adolcieeiu  ex  armigerií  i'.oiualvi  pueris 
Joannes  Pelaef  Berriut,  qui  pínats  pluteum ,  Gallo  tí  manuM  dttrun- 
canU  audacler  apprekcnderat. 

[%)  Crónica ,  cap.  88  y  93.— Zurita ,  cap.  35.— Jovio ,  ibi. 


3vGooglc 


74 

y  contigua  al  castillo  >  por  donde  forzoiameote  habia  que 
pasar  para  entrar  en  él. 

Ai  ver  Navarro  que  por  mas  que  la  combatía  adelan- 
taba poco  en  su  empresa ,  ansioso  de  ganar  tiempo  se  de- 
terminó  á  acometerla  personalmente.  Púsose  á  la  cabeza 
de  cincuenta  valerosos  soldados  de  los  suyos,  y  tan  deno- 
dadamente arremetieron  con  la  casamata,  que  sus  defen- 
sores la  abandonaron  retirándose  al  castillo.  Navarro  en- 
tonces á  su  pié ,  bien  persuadido  de  que  por  la  fortaleza 
del  sitio  dentro  del  mar  era  muy  difícil  sino  imposible 
entrarle  de  otro  modo  que  con  aquella  lü  estr.aüa  y  ma- 
ravillosa industria  en  laque,  como  dice  2¡urita ,  se  señalé 
sobre  todos  los  capitanes  de  su  tiempo ,  comenzó  á  minar 
en  la  peña  viva.  Comprendiendo  los  franceses  su  peligro, 
asi  que  sintieron  el  ruido  de  los  picos,  trataron  á  todo 
trance  de  impedir  su  progreso.  Saltando  del  castillo  hasta 
unos  veinte,  con  la  mas  resuelta  voluntad  y  ánimo  atre- 
vido, arremetieron,  con  los  minadores  justamente  á  tiempo 
en  que  Pedro  Navarro  y  Martín  Gómez  tos  activaban  coa 
su  presencia.  Al  frente  entonces  de  unos  treinta  de  tos 
suyos,  y  ayudados  de  la  artillería  do  Pizzifalcone ,  arre- 
metieron contra  los  agresores  de  modo,  que  á  no  conte- 
nerles el  daño  quo  con  piedras  y  fuegos  artificíales  les  lia* 
cían  desde  lo  alto  del  castillo,  entraran  revueltos  en  él. 

Retirados  tos  enemigos  volvió  Navarro  á  sus  minas. 
Tan  sostenido  trabajo  empleó  en  ellas  que  al  cabo  de 
nueve  dias  ya  tenia  abiertos  dos  hornos  de  bastante  capa- 
cidad. Mandó  en  seguida ,  según  su  método  habitual ,  hen- 
chirlos  con  pólvora  y  cerrarlos  después  con  nn  maro  tnay 
fuerte;  lo  cual  cumplido,  ordenó  dar  fuego  á  los  horni- 
llos ,  puesta  la  gente  en  armas  para  acometer  por  donde 


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75 

roas  cooTÍDÍera.  El  erecto  del  uno  parece  que  fué  tan  re* 
ducido  como  terrible  la  explosión  del  otro.  Abrióse  gran 
parte  del  pefkosco  y  vino  abajo  un  buen  trozo  del  moro 
del  castillo ,  cayendo  al  mar  envueltos  con  los  escombros 
muchos  de  los  franceses  que  le  defendían.  Los  españoles 
entonces  se  dieron  á  subir  por  las  ruinas  con  tal  intrepi- 
dez ,  que  los  sitiados ,  habiendo  tenido  la  de^racía  de 
que  se  volviera  contra  ellos  y  quemase  á  ito  f)ocos  una  cava 
que  habían  gembraio  de  pólvora  para  darla  fuego  cuando 
lot  nuestros  estuviesen  arriba ,  y  antes  de  tiempo  $e  en- 
cendió ,  acabaron  por  rendirse  á  discreción ,  salvas  las  vi- 
das como  en  los  otros  castillos  (1). 

Así  en  2  de  julio  de  1503,  y  á  los  veinte  dias  de  ha- 
berse rendido  á  Navarro  el  Gastillo-ouevo  ó  Castet-nuovo. 
se  le  rindió  el  del  Huevo  ó  Castel-Ovo.  Si  asombrados 
quedaron  los  napolitanos  tanto  d<!l  efecto  de  las  minas  en 
el  primero ,  como  del  arrojo  con  que  Navarro  le  asaltó  pa> 
sando  intrépido  sobre  sus  ruinns :  la  rendición  del  segun- 
do, reputado  hasta  entonces  por  inexpugnable,  no  solo 
dejó  atónitos  á  los  que  lo  presenciaron  en  Ñápeles  sino  á 
los  italianos  todos  >  y  á  la  Francia  entera,  á  la  que  sus  sol* 
dados  rendidos  llevaron  la  noticia  del  terrible  artificio  con 
que  Navarro  lo  había  conseguido  (2).  La  prueba  de  este 
asombro  la  tenemos  en  que  tanto  los  escritores  italianos 
como  los  franceses ,  olvidando  ó  ignorando  que  Pedro  Na- 

(1)  Crónica,  ibi,  cap.  93  y  Qi^.— Zorita ,  ibi,  cap.  37— .Jorio, 
ibi ,  p.íg.  S5T.  Saeeeitit  rtipi  Navarrus ,  ptrfositsque  eautihus  tdie' 
n  atque  vlgetiimo  He  quam  noeam  arcem  ad  lerlium  Muí  Jumo» 
ettpermt ,  igne  tuMiiit  etc. 

(2)  Huralori.  AnnaU  ^Italia,  tom.  \,  pig.  S3,  1503.  E  in 
tmto  il  CcsteÜQ  dtl  üovo  ir  Napoli  per  una  mina  (cosa  allor  nuoTa) 
tie  /eee  saltar  eolia  polve  dafaow  PUlro  Navarro  venne  m  f^er 
de  Coiualvo. 


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76 

.  varro  había  ya  usado  las  minas  en  Cefalonia  >  suponen  que 
por  primera  vez  las  aplicó  á  Castet-Ovo ,  con  el  lerrible 
efecto  que  dejamos  reOerido ;  deteniéndose  Guicciardinl  á 
contar  con  este  motivo  lo  que  ya  mas  atrás  indicamos 
acerca  de  su  primero  é  inúlü  ensayo  en  1487  contra  el 
castillo  de  Serezanello  (i). 

No  ha  fallado  sin  embargo  quien  entre  los  italianos  y 
en  el  mismo  siglo  de  Navarro  le  negara  tan  espantosa  in- 
vención. En  nn  curioso  tratado  de  Pirotecnia .  impreso 
en  Venecia  en  1569,  se  lee  que  quien  le  aconsejó  á  em- 
plear las  minas  contra  Gastel-Ovo  fué  Francisco  Jorge, 
ingeniero  de  Sena,  y  muy  escelento  arquitecto,  que,  es- 
tando en  Ñapóles  con  gran  sueldo  al  servicio  del  Rey  de 
Francia ,  se  posó  at  del  Rey  de  España  (2) ;  mas  tanto  lo 

(1)  GaicciardÍDÍ ,  lib.  6;  y  véasela  nota  puesta  alpiádela  pá- 
gtúa  9. 

(2)  Piroteehnia  dtl  S.  Vannuixio  BiriaouceSo  Senete  ;  nella  qua- 
U  li  tralla  non  tolo  delta  dii>ersitá  delle  miaere,  ma  ancho  di  quaal» 
ti  ficerea  alia  practica  di  ene.  E  di  quanto  tappartiene  altarte  de 

.  lafatioae  ó  geilo  de  melalli  ele,  nuovamcnte  stanipato — In  Veii^- 
tía.  Appresso  P.  Gerónimo  Gigllo  i  oompngni.  SI.DLtX,  con  estam- 
pas, lit).  X>  cup.  UII.  Delle  mine  el  ioterranei  adatlamenti  can  che 
fauno  rouinar  te/ariezze  inexpugnabili  eo-'l  Jaoco,  per  non  poterutü 
aecastare  con  arliffliária—rpig.  326  v...  E  il  primo  iavenlor  diquesta 
in  Italia,  fu  Francesco  di  Giorgio,  eioe,  qiiet  Ceorgio  ingenieri  Se~ 
nete  tccellenlittimo  arehilelo;  ancor  che  tal  gloria  si  deite  el  tfíasi, 
da  ehi  non  sa,  al  Capitana  Pietro  Navarra:  quatfu  ten  eseeutore, 
ma  non  inventare  di  coial  effclo.:  perche  (carne  sempre  ttfienej  ,  che 
la  fama  delle  gran  cote  diasi  alli  pia  degni ,  pero  á  quello  fu  altri~ 
buila  el  non  al  vero  imentare  f  carne  ui  ha  dtttajr  concioiia  que  Fran-> 
eeseo,  che  (per  le  me  viriuj  siaaa  in  Napofí,  con  gran  tiipendio, 
fatie  tollo  dal  Re  di  Spagna  al  Re  di  Frania:  e  qaetio  estendo  ri-> 
chietto  dal  delta  Capitana  lo  eoHsiglio  nel  far  l'impreta  del  eastello 
dell'Om,  propiaquo  alia  cilla  di  Napoli  el  mostraadoli  difar  tre  di 
quetle  mine,  etfecele  empire  di  detia  polvere,  si  che,  qitando  parac~ 
gU  lempo  ,  offese  salto  la  eapella  de  ta  chiesa  del  catletla,  el  tan  bo- 


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77 

que  repetidamente  hemos  anunciado  acerco  del  uso  de  las 
minas  dentro  y  fuera  de  nuestra  patria  antes  de  emplear- 
las contra  Castel-Ovo,  como  lo  que  refieren  los  escritores 
franceses ,  poco  propensos  á  encarecer  las  cosas  nuestras, 
ninguna  duda  dejan  de  que  la  invención  fué  española ,  y 
Navarro  el  primero  que  con  tanto  asombro  la  aplicó  en 
Italia.  El  P.  Daniel  por  no  citar  otros  >  al  referir  la  rcndi- 
cion  Je  los  dos  castillos  de  Ñapólos,  y  como  Navarro  hizo 
minar  la  muralla  de  el  del  Uvo  por  la  parle  de  Pkzifal- 
cone ,  sin  que  se  apercibiera  de  ello  la  guarnición  france- 
sa, sigue  con  que  en  el  ataque  de  aquellos  dos  castillos 
86  comenzaron  á  .usar  las  minas ,  pava  hacer  saltar  las  mu* 
rallas  del  modo  que  se  usaban  cuando  ét  escribía.  «  Por- 

>  que  si  bien  en  todos  tiempos  se  habin  minado  ú  mas 

>  bien  zapado ,  para  abrir  brecha  en  las  plazos  j  eso  con- 

■  sistia-unicamente  en  escavar,  por  ejemplo,  debnjo  de 
•  una  torre  y  entibarla  con  maderos  ó  estacas ,  á  medida 

■  que  se  le  quitaban  las  piedras;  cuya  operación  termina* 

>  da ,  se  daba  á  las  estacas  ó  postes  que  servían  para  la 

■  entibación,  una  capa  de  pez,  resina  ó  cualquiera  otra 


nissimo  lueeciio  hebbt  rffeio  il  sao  diitfgno:  tat  ehefeee  rouiaar  iit 
niettíe  una  parí t  di  tjuel  itvglio  ,  iatiemecoa  la  capella  ,  et  gran  parre 
áelU  Fraitceii,  che,  per  diffenderlo ,  denlra  tlauano l  di  mamera,  che 
ton  pochiiiimo  eoMi ráelo  li  Spagiali  taliii  per  te  Scale,fatsgli  dalla 
rouina ,  Ui  éntrorono  dentro :  fa  poi  qaeslo  modo  utato  tn  piu  altrt 
luochi ,  ma  in  muuno ,  ek'io  tappia,  he66e  effeto  con  tanta  nmiiuii 
forti  rtspetto  alia  qualita  del  íaito,  o  per  miglior  adatiamento  fat' 
touiei,  Har  voleadoui  diré  il  modo  et  ordiae  commune,  colqaaia  ü fon- 
no  quesle  cose,  ele.;  y  íigae  el  modo  lie  abrir  ]be  itiinnB,  cargarlas 
y  liarlas  facgo  con  una  estanipila  ((ac  sirve  at  intento,  l'^ata  opinión 
siguió  ianibien  el  I>r.  Cristóbal  Snarez  de  Figucroa  en  gu  Plesa. 
univeríol  de  toda*  ¡ai  artes  jr  eicaciat.  Discui'so  80  llamando  al  iii' 
venlor  Francisco  Jorge. 


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78 
»  cosa  combustible ,  se  les  ponía  fuego ,  y  luego  que  se 

•  quemaban ,  la  torre  se  hundiia  en  el  foso ;  pero  nunca , 
o  concluye  el  mismo  historiador ,  sirvió  la  pólvora  para 

■  eso ,  hasta  que  habiendo  Pedro  Navarro  perfeccionado 

■  la  invención  que  ya  se  habla  empleado  contra  Sereza- 
»  nollo,  la  empleó  afortunadamente  contra  los  castillos 

•  de  Ñapóles,  y  puso  con  ella  á  los  españoles  en  posesión 
»  de  tan  importante  conquista  (i)". 

Mientras  que  la  Italia  y  aun  podemos  añadir  la  Europa 
la  contemplaba  atónita  y  la  desventura  de  los  franceses 
en  Ñapóles ,  Navarro  colmado  de  gloría  y  sus  soldados 
ricos  con  lo  pillado  en  los  castillos ,  dejaron  la  capital 
para  juntarse  con  el  Gran  Capitán.  Encontráronle  en 
Roca-Guillermo  disponiéndose  para  poner  sitio  á  Gaeta, 
fortaleza  célebre  hasta  en  nuestros  días,  y  de  manera,  di- 
cen los  antiguos,  que  ningún  ejército  por  muy  poderoso 
que  fuera  bastaba  á  sojuzgarla  á  no  tener  la  mar  y  estre- 
charla al  mismo  tiempo  por  tíerrai  Componíase  su  guar- 
nición (le  cuatro  mil  y  quinientos  hombres  de  pelea,  y 
aunque  á  la  sazón  había  bastantes  enfermos,  toda  era  en 
general  gente  muy  escogida  y  capaz  de  gran  defensa  (2). 


(<)  Histoire  de  Franee.  LouirXIf,  vol.  8,  an.  1503,  p4g.  380. 
En  cuanto  á  lo  que  sorprendió  en  España ,  no  hay  mas  qué  leer  la 
epístola  361  de  Pedro  Hirlir,  escrita  en  Segovia  el  XIV  de  las  ca- 
lendas de  noviembre  de  1503,  eo  la  que  trata  de  la  rendición  de 
Castel-Ovo —/*«(««  !>favarrus...„  ane  nova  it/am  slruxit  oppagnatú)- 
nem  gua  minut  hcstes  putaAant,  mniculos  intra  vivi  taxi  cm-ernaiet 
perfoisores  et  catones  fffeeit,  etc. 

(,2)  Crónica ,  cap.  95. — El  Cnra  de  los  Palacios  en  el  cap.  t9l 
cuenla  que  se  sitió  i  Gaela  en  1.*  de  julio  da  t503;  pero  si  Na- 
varro, rendido  en  el  dia  2  Caslel-Ovo,  se  juntó  coa  el  Gran  Ca- 
pitán óiiles  de  asediar  aquella  plaza,  oo  parece  conformarse  las 
datas.— Zurita,  ibi,  cap.  37. 


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79 

Sieodo  la  plaza  7  la  guarnición  tan  respetables,  el 
Gran  Capitán  que  contaba  con  muy  poca  aftillería ,  no 
hizo  por  el  pronto  masque  amagarlas.  Recibida  una  bue- 
na porción  de  la  ganada  en  los  castillos  de  Ñápeles  y  de 
la  que  aití  habia  dejado ,  y  colocada  oporlunamenle  para 
el  ataque,  i  fin  de  asegurarla  contra  las  salidas  de  la 
plaza,  cuentan  que  el  Gran  Capitán  siluó  fu  gente  tíin 
cerca  de  ella,  que  desde  Ins  murallas  ó  desde  el  monte  en 
que  se  encuentra,  se  alcanzaba  con  una  piedra  al  campo 
español.  A  Navarro  en  aquella  colocación  ,  dice  la  Cró- 
nica del  Gran  Capitán  que  le  locó  situarse  de  los  nios 
próximos  y  con  mil  y  quinientos  infniítes  en  un  jardín  á 
la  derecha  de  ta  puerta  que  do  la  ciudad  iba  al  mar  (1); 
y  á  Diego  García  de  Paredes,  bajo  la  fe  de  Gonzalo  Fer- 
nandez de  Oviedo,  se  refiere  que  habiéndole  opuesto  con 
su  gente  á  un  torreón  de  la  marina,  teniendo  á  su  dere- 
cha á  Pedro  Navarro,  como  los  servidores  de  este  y  los 
que  asentaban  el  real' hubiesen  adelantado  su  pabellón 
al  de  Diego  García ,  mandó  este  á  los  suyos  con  ceño  que 
le  retirasen:  advertido  lo  cual  por  Navarro  se  excusó 
muy  comedido ,  dando  la*  orden  inmediatamente  de  que 
asi  se  verificase  para  que  Paredes  tuviese  la  preferencia. 
Tan  pagado  siguen  que  se  vio  aquel  valiente  de  este  come* 
dimiento  que  dijo:  "  dojadlo  estar ,  y  pues  no  es  llegado 
>  el  pabellón  del  Señor  don  ITgo  de  Cardona ,  tomen  ese 

•  pabellón  y  asiéntenlo  aquí  al  par  del  mió  para  el  Señor 

•  Pedro  Navarro  y  para  mí ;  y  así  se  hizo  en  grado  y  vo- 
■  luntad  de  ambas  partes.  Y  Don  Ugo  se  aposentó  en 

•  aquel  pabellón  primero;  y  estando  sentado  en  una  silla 

•  entró  una  pelota  de  artillería  que  habia  dado  unos  veiu- 

(1)  Crónica,  ibi. 


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80 
•  le  pasos  antes  en  tierra ,  y  al  segundo  sallo  le  lleTÚ 
B  ambas  piei'Das  á  Don  Ugo,  y  le  malo  so  desveutura;  y 

>  murió  como  católico  en  su  oficio ;  dejando  mu«fao  do- 

>  lor  de  su  muerte  al  Graa  Capitán  y  á  todos  los  espa&o- 
.le8{i)." 

A  este  pasaje  un  si  es  ó  no  poético  y  algún  tanto  in- 
Verosimil,  atendida  la  noticia  dada  de  ambes  conten- 
dientes .  agregaremos  para  amenizar  tan  sangrienta  nar- 
ración ,  en  tanto  que  de  otro  modo  ifeferimos  la  muerte 
de  D.  Ügo.  otro  pasaje  filgo  mas  poético  sin  duda  y  de 
todo  punto  iocreible.  Con  tanto  Turor  se  combatían  sitia- 
dos  y  sitiadores  en  Gaeta,  que  verdaderamente  parecía 
estar  allí  junto  todo  el  ejército  y  rumor  del  infierno  (2). 
Al  empeño  de  los  prímel'os  en  mantenerse  y  en  disponer 
reparos  y  defensas  para  cualquier  evento,  sobrepasaba  el 
de  los  segundos  en  apretarlos.  Sabían  que  la  plaza  iba  á 
ser  fuertemente  socorrida  por  mar ,  y  querían  para  fru6< 
trarlo  que  se  rindiera  cuanto  antes:  de  modo  que  agre< 
gándose  á  la  penoéa  situación  en  que  se  encontraban  los 
sitiadores .  haberse  venido  abajo  una  buena  parte  de  las 
murallas  de  la  plaza,  determiiid  el  Gran  GapAan  tentar 
un  golpe  decisivo  contra  ellas. 

Como  que  la  empresa  era  peligrosa ,  los  capitanea  y 
soldados  se  prepararon ,  confesándose  los  unos  y  haciendo 
testamento  los  quo  tenían  do  qUe.   Llegado  el  día  seña- 

(2)  El  señor  Vargns  Ponce  en  la  Fir/a  de  Diego  García  de  Pa- 
redes, H.  S'  en  la  Academia  de  la  HUloria ,  y  en  la  de  Pedro  Na- 
varro, reñriéndose  a  Gonzalo  Fernandez  de  Oriedo,  que  efecli- 
rainente  asi  lo  cuenla  en  lo  agregado  á  la  Quiatpiageiía  Z.'  Biblió- 
(ecB  nació  nal. 

(1 )  Crónica ,  ibi.— El  Cora  de  Iob  Palacios  dice  que  desde  Gaeta 
batían  el  Real  por  trece  [lartes. 


PglizecbyGoOglC 


81 

lado ,  y  cuando  ya  lodos  formados  en  secrtílo  y  ánles  de 
amanecer  esperaban  al  pié  del  muro  el  toque  de  la  trom- 
peta que  era  la  señal  de  arremeter;  he  aquí  que  según 
el  poeta  Cantalicio ,  á  quien  sigue  la  Crónica  del  Gran 
Capitán ,  se  oyó  con  asombro  una  voz  que  dccia ;  dejad 
la  batalla  y  tornad  atrás  vuestras  banderas  (I):  voz  qne 
por  mas  diligencias  que  se  practicaron  no  se  pudo  averi- 
guar  de  donde  salía.  Sin  embargo  como  en  medio  de 
ellos  hubiese  el  Gran  Capitán  entendido  que  eran  inmen- 
sos los  aparejos  de  toda,  especie  dispuestos  para  defen- 
derse dentro  de  la  plaza;  cambiando  de  resolución  y  sin 
dar  valor  ni  á  lo  dispuesto  en  aquel  día ,  ni  á  lo  mucho 
que  en  tos  anteriores  se  había  adelantado  con  los  consejos 
de  Navarro ,  y  sobre  lodo  cqn  bu  obstinado  y  arriesgodo 
empeño  de  abrir  minas  para  apoderarse  de  Gaeta  con  la 
misma  buena  suerte  que  de  los  castillos  de  Ñápeles  (2), 
ordenó  la  retirada  con  gran  pérdida  de  los  suyos,  siendo 
de  los  mas  señalados  D.  Ugo  de  Cardona  y  D.  Juan  de  Es- 
pes  (3). 

Siguióse  a  eso  que,  reforzados  los  sitiados  con  cinco 
mil  hombres,  para  no  perder  mas  gente  al  frente  de  la 

(1}  Crónici,  ití.—Cantafycü  Epiacopi Gonstdvia ,  lib.  k. 

pox  est  aeies  audíla  per  omaes, 

Parcile  pugnare  el  convertiré  tigna  retrorsum. 

(2)  Panto  Jüvio  en  is  vida  del  Graa  Capitán,  pig.  2^,  explica 
de  este  modo  lo  que  Navarro  (rabajó  en  Gaeta.  Jam  Navarrui.,^ 
tonabalur  codcm  artificio  quo  Ncapoli  felicissime  uium  fueral ,  plú- 
teos faceré  effottere  eaniealit,  mtrnium  pinaat  detérgete,  f^erum  Sa- 
lasíuí  et  Alfgria  Gallorum  el  F'asconumfreii  preesidio,  Navarrum 
iniqao  loco  taita  molieiitem  aisiiltie  cvnieciit  Colubrittarum  et  falco- 
nuoi  pilU  perlurbabaiil ,  usque  adeo  violenter ,  ut  non  solum  qui  circa 
tormenta  alque  dggeret  in  opere  versaretitur,  verum  el  qui  pracul  in 
tasirit  esteat ,  vita  periculutn  ailiretif,  ele, 

(3)  Crónica,  Íbi.-Zurita,  lib.  5, cap.  bl. 

Tomo  XXV.  C 


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plaza ,  determinó  el  Gran  Capitán  situarse  cii  CasUglione, 
pueblo  pequeño ,  reputado  por  el  antiguo  Formiano,  man- 
BÍon  deliciosa  en  tiempo  de  Cicerón ,  y  tan  inmediato  á 
Gaeta ,  que  en  realidad  quedaba  por  tierra  tan  cercada 
como  antes.  Emprendido  muy  ordenadamente  el  movi- 
miento en  7  de  agosto,  los  franceses  así  que  lo  observaron, 
salieron  de  la  plaza  con  alguna  infantería  y  lodos  sus  ban- 
deras de  gentes  de  armas.  Cubrían  la  retaguardia  espaüo- 
la  con  quinientos  infantes  de  su  nación  Diego  García  de 
Paredes.  Pedro  INaTai-ro,  el  capitán  Pízarro  y  el  coroael 
Villalba ,  y  tan  reciamente  voWieroD  sobre  ellos  que  los 
forzaron  á  regresar  á  la  plaza  desbaratados  (1). 

Este  acontecimiento  y  la  pesadez  con  que  nuestra  ar- 
tillería arrastrada  por  bueyes  se  movia ,  fueron  sin  duda 
la  causa  de  que  la  retirada  no  se  completase  eo  aquel  tlia. 
Al  continuarla  en  el  siguiente  8  de  agosto ,  recelando  el 
Gran  Capitán  que  los  franceses,  no  obstante  la  ruda  lec- 
ción recibida  en  el  anterior ,  tomarían  á  (aligarle ,  refor* 
zó  la  retaguardia  con  mas  gente,  y  se  quedó  en  ella  acona- 
pañando  á  Navarro  y  á  Paredes.  Correspondiendo  el  suce- 
so á  su  previsión,  apenas  el  ejército  se  babía  movido,  que 
los  franceses  cayeron.sobre  él  con  el  mismo  furor  que  la 
víspera.  El  combate  fué  reñidísimo,  andando  tan  inme- 
diatos los  unos  de  los  otros  que  se  herían  con  las  espa- 
das; hasta  que  en  lo  mayor  del  aprieto,,  trasladándose 
Navarro  y  Paredes  con  parle  de  su  gente  al  tugar  que 
mas  lo  necesitaba,  y  dando  de  recio  Eobre  los  enemigos 
los  pusieron  en  fuga  y  persiguieron  y  "á  golpe  de  espada 
•  entraron  con  ellos  hasta  la  mitad  del  arrabal  de  Gaeta 
■  coa  pérdida  de  mus  de  ciento  y  cincuenta  franceses  y 

(1)  Crónica,  ibi. 


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85 

<  todavía  los  si^ieran  mast,  si  et  Gran  Capitán  no  diera 
*  orden  de  retirarse  y  de  seguir  tranquilamente  como  lo 
(  hicieron  á  Mola  y  á  Castellón  (t)." 

Mientras  que  en  esto  se  andaba,  y  la  suerte  se  mos- 
traba algon  tanto  desfavorable  á  tas  armas  españolas ,  los 
habitantes  de  Roca-Guillerma ,  en  donde  dominaban  los 
anjoinos.se  entendieron  con  la  guornicion  francesa  do 
Gacta  para  libertarse  do  la  española ,  y  entregarles  por 
consecuencia  su  fortaleza.  Concertado  el  dia,  dieron  los 
vecinos  principio  á  su  empresa  sorprendiendo  en  su  igle- 
sia y  al  tiempo  que  oian  misa  al  gobernador  Tristan  de 
Acuña  y  ó  otros  muchos  españoles.  Abiertas  en  seguida 
las  puertas,  y  entrados  seiscientos  franceses  y  gascones 
que  en  las  cercanías  lo  esperaban,  se  habrían  desde  luego 
apoderado  del  castillo  ó  fortaleza,  si  Pedro  Mellado,  Fran- 
cisco Hongo,  Peña  y  Francisco  Bravo,  cuatro  soldados  cu- 
yos nombres  merecen  repetirse  con  aprecio,  no  se  hubie- 
sen retirad»  con  oportunidad  á  ella,  y  defendidola  valien- 
temente (2).  Dio  esto  lugar  á  que  llegando  la  noticia  al 
Gran  Capitán  ordenara  á  toda  priesa  á  Navarro  que  con 
el  coronel  Zamudio  volara  á  socorrerlos ;  y  ya  fuesen  seis- 
cientos hombres  ó  bien  dos  mil  y  quinientos  los  que  le 
acompañasen,  tan  diligente  anduvo  Navarro  que,  salien- 
do de  su  alojamiento  en  el  mismo  domingo  al  mediodia, 
y  llegando  puesto  el  sol  al  pié  de  la  montaña  en  que  está 
situada  Roca-Guillerma,  después  de  pasar  allí  tranquitu- 
mente  la  ooche.  bastó  que  al  amanecer  se  mostrara  re- 
pentinamente á  los  franceses  pora  que  los  que  desde  el 
pueblo  combatían  la  fortaleza,  le  abandonaran  al  inslan- 

(1)  Crónica,  cap.  96.— Zurita,  cap.  i3,  IÍb.  5. 

(2)  La  Crónica  del  Gran  Gapitaa,  sin  nombrar  i  los  soltlados, 
dice  qae  fueron  siele  los  qae  se  rerugi<iron  i  la  fortaleza. 


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te.  Entrando  entonces  Navarro,  y  sabiendo  que  á  lodo 
andarse  retiraban  por  la  via  de  Pontecorvo,  dejando  á 
Zamudio  en  el  pueblo  con  una  parle  de  la  gente ,  salió 
con  la  otra  á  perseguirlos ,  y  habiéndoles  preso  ó  muerto 
unos  ciento  que  alcanzó,  se  tornó  á  Roca-Guillerma  que 
incendió  y  saqueó  en  pena  de  su  traición  (1). 

Aunque  en  tanto  que  la  actividad  y  denuedo  de  Na- 
varro y  su  gente ,  campeaban  en  esta  y  otras  empresas, 
se  manlcnia  el  Gran  Capitán  en  Castíglione  amenazando  á 
Gaeta,  tuvo  al  fin  que  abandonar  aquella  importante  si- 
tuación. Supo  que  el  ejército  francés  que  venia  á  socor- 
rer al  que  quedaba  en  Ñapóles ,  había  ya  pasado  el  Tiber, 
y  á  buen  andar  se  acercaba  al  reino  ;  y.  levantando  al  ins- 
tante su  campo  de  Castellón,  se  situó  en  la  misma  noche 
á  orillas  del  rio  Lirís  ó  Careliano.  Do  allí  dejando  ú  Pe- 
dro de  Paz  con  mil  y  quinientos  peones  y  algunos  gine- 
tes  para  la  guarda  de  aquel  paso  del-rio,  se  fué  á  San  Ger- 
mán, á  donde  llegó  en  el  domingo  8  de  octubre,  y  lomó 
posición  al  frente  de  los  franceses  que  ya  estaban  en  Pon* 
tecorvo(2). 

El  ejército  que  estos  traían  y  cuyo  general  era  el  mar- 
qués de  Mantua ,  se  decia  componerse  de  mil  almetes, 
do6  mil  caballos  ligeros  y  nueve  mil  infantes,  la  mayor 
parte  italianos  con  tretttla  y  seis  piezas  de  artillena; 

(1)  Crónica,  cap.  98.— Jov¡o  ibi.,  p%.  261.  Kxierruit  tos  Na~ 
farrus:  et  depulío  Callorum  prasülio  Icvilatis  afqiie  perfidia  pae- 
nat  dure  capU.-~l\iñ\a,  lib.  5,  cap.  43,  pone  este  suceso  en  el  la- 
ñes \k  de  agosto,  y  añade  qae  Navarro  prenilió  al  capitán  Casano- 
va  que  servia  al  Itey  de  Navarra,  y  de  Gaeta  bsbia  salido  k  prote- 
ger d  los  de  Uoca-Guillerma;  y  qae  prendió  ademits  quinientos 
hombres,  qne  por  faltar  gente  en  las  galeras  los  envió  el  Graa  Ca- 
pitán ¿  ellas. 

(.2)  Zurita ,  lib.  5 ,  jp.ip.  49  y  57. 


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85 
la$  diez  y  seta  cañones  y  eulebrinas ,  y  las  restantes  de  las 
que  llamaban  girifaltes  y  falconetes  con  muy  cumplida  mu- 
nición (i).  Tanta  gente  y  provisión  podían  arredrar,  y  mas 
cuando  todo  le  escaseaba,  á  quien  no  fuera  el  Gran  Ca- 
pitán ;  mas  lejos  de  eso,  apenas  llegado  á  San  Cernían,  or- 
denó á  Pedro  Navarro  que  al  siguiente  dia  lunes  con  in- 
fantería y  artillería  competente  fuese  á  combatir  los  fran- 
ceses que  Pedro  dé  Médicis  hablo  dejado  á  defensa  de  la 
abadía  y  castillo  de  Uonte-Casino ,  v  no  quería  sufrir  que 
allí  estuvieran. 

A  la  penosa  situación  de  aquella  antiquísima  abadía 
en  una  alta  montaña  se  agregaba  entonces  haberla  forti- 
ficado los  franceses,  y  reforzádose  además  con  gente  de 
la  tierra.  Navarro,  habiendo  empleado  todo  aquel  dia  con 
sn  genial  actividad  en  subir  trabajosamente  la  artillería, 
al  inmediato  martes  10  de  octubre,  emprendió  resuelta- 
mente el  ataque.  Tan  vigoroso  y  sostenido  fué  que  á 
poco  y  á  viva  fuerza  se  apoderó  de  la  abadía  con  muerto 
y  prisión  de  cuantos  la  guardaban  y  sin  pérdida  de  nin- 
guno de  los  suyos.  Este  hecho  de  armas  en  que  se  dis- 
tinguieron los  dos  capitanes  Ochoa  y  Juan  ó  Jordán  de 
Arteaga.  y  en  que  á  no  oponerse  con  su  espada  García 
de  Lison ,  los  soldados  españolea  habrían  saqueado  hasta 
el  sagrario  y  las  reliquias  (2) ,  fué  tenido  en  mucho  así 

(f)  Ibid.,  cap.  57.  El  ejército  francés,  segan  Guicciardini ,  li- 
bro 6,  se  componía  de  800  lanzas,  cinco  mil  gascones,  que  cooda- 
cia  la  Treraoaille,  y  ocho  mil  suizos,  qne  cou  los  soldados  de  Gae- 
ta  companJBD  1,800  lanzas  entre  italianos  y  franceses  y  mas  de 
diez  y  ocho  mil  infantes. 

íi]  Jovias.  De  pila  M.  Gonsaivi,  lib.  2,  pig.  SOI ae  nitl 

Canias  Uioaius,  qui  pietate  iiisigni  ad  Rabos  captivarum  famina- 
rum  pudorem  eonservarat ,  intealalo  gladio  pradones  eoercuissel,  ve- 
merabiUs  etiam  taaclorum  patnim  reUqaittf  loculis  srilieet  argentas 


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por  ser  aquel  caslíllo  "  uoa  fuerza  muy  principal  y  muy 

•  importante  por  el  paso  en  que  está ,  como  por  haberse 
■  tomado  á  vista  de  los  fuegos  del  ejército  francés ,  que 

•  se  apercibía  desde  allí  muy  clammente  y  por  muchas 
»  ahumadas  que  se  hicieron  do  quisieron  de  modo  alguna 
«  venir  al  socorro  {i)." 

Terminada  con  tal  prosperidad  y  rapidez  la  empresa 
de  Monte-Gasino,  proveyó  el  Gran  Capitán  á  los  lugares 
de  la  frontera  de  la  gente  que  cada  uno  requería  para  re- 
sistir á  la  invasión  francesa.  Quedóse  con  su  persona  y  la 
que  le  restaba  disponible  en  San  Germán,  hasta  que  di- 
vulgándose que  el  marqués  de  Mantua  jefe  del  ejército 
enemigo  habia  proferido  palabras  que  lo  eran  ofensivas, 
lo  mismo  que  á  sus  soldados,  se  fué  derecho  á  buscarlo. 

Es  curioso  á  propósito  de  estos  denuestos,  y  creemos 
como  Paulo  Jovio  que  lo  veGere ,  que  no  se  debe  callar  la 
costumbre  que  los  soldados  de  las  varías  naciones  que  en- 
tonces militaban  en  Italia,  tenían  de  afrentar  á  sus  con- 
trarios según  la  opinión  que  de  ellos  comunmente  se  for> 
maba ,  cuando  comenzaban  á  pelear  ó  como  hoy  diríamos 
se  batían  las  guerrillas.  Los  españoles  dice  que  llamaban 
borrachos  á  los  franceses  y  mea-vino:  los  franceses  á  los 
españoles  ladrones  ahorcados  por  la  rapacidad  de  sus  ma- 
nos:  los  alemanes  á  los  suizos  por  desprecio  covamelos  Ó 
vacas  ordeñadas  en  el  establo :  los  suizos  á  los  alemanes 
smocharos,  que  en  alemán  parece  signiQcar  puercos  be~ 
llacos;  y  todos  á  los  italianos  buj,arrones  \^).  Lo  que  el 

tonJiííB  profecía  twarüia  müilum  ceJ»'»en/.— Zurita,  ibi,  capila- 
lo  ^.—Crónica,  cap.  101. 

(1)  0<{/iica,  cap.  lOt. 

(2)  JoT¡us,ib¡,  píg.  i&i.Erat  fnírn mas apadmiliteíf'^uod mini- 
mi  pratermilteadum  videlurj  ut  teco  terio^e  íes*  muinít  eoniutnt' 


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marqués  de  Mantua  llamó  á  los  españoles  cuenlao  que  fué 
canalla,  expresión  harto  insolente  por  cierto  en  persona 
tan  altamente  colocada.  Porque  si  bien  de  allí  á  poco  dis- 
culpándose el  Gran  Capitán  delfuvorque  leacusabon  dará 
la  gente  de  guerra,  y  de  la  impunidad  con  que  dejaba  sus 
excesos,  respondió:  "  que  él  no  podía  alabarlos  de  retigio- 
>  sos,  porque  todos  los  mas  que  allá  iban  do  España  eran 
«  tales  que  no  loa  surríria  la  tierra  por  bus  delitos  ;  y  que 
«  no  se  podia  negar  que  no  cometiesen  algo  de  aquello 
<  que  se  les  imputaba,  aunque  no  quedaba  sin  casti- 
*  £(>  (^)<"  "^  '^  plugo  •  Y  tuvo  razón  tolerar  tal  denuesto 
del  general  de  un  ejército  enemigo  no  vencedor  ni  mejor 
disciplinado  que  el  suyo.  Púsose  pues  en  campaña  con 
él.  y  presentándose  á  'Una  milla  del  francés,  por  maa 
que  le  provocó  á  batalla .  y  les  requirió  á  que  si  tanto  la 
deseaban,  era  aquella  la  ocasión  de  ver  quienes  de  loa 
españoles  ó  franceses  eran  de  mejor  condición ;  el  mar- 
qués  de  Mantua  nada  mas  respondió  sino  que  en  el  Ga- 
rellaoo  se  verian  presto  (2). 

Ea  el  Gareglíano  ó  Garellaoo  un  rio,  dice  Zurita,  que 
nacieudo  en  el  Abruzzo  pasa  por  entre  San  Germán  y  las 
tierras  de  la  Iglesia.  Va  ahocinado  como  el  Genil  aunque 
es  muy  mayor  y  sin  otra  puente  que  la  de  Ponlccorvo, 
eiendo  muy  difícil  vadearle.  El  marqués  sin  embargo,  ha- 

lili  ex  propria  vulgarique  gentium  nota.--^  JVam  Gallos  Hápani  Bor- 
radial,  id  eit,  ebrios  el  ex  temuUnlia  vínum  meientet  pocabant.  Calli 
autent  Hispanos  áfttracimaKU  lalronei  taqueo  suspensos  appellahant: 
tieuti  Htlfetiot  Germani  ad  eiprimendam  gentil  ignobiliíalem  Cova- 
sneloSf/ioe  eit ,  vaccat  in  tfabulis  mulgentes ,  votare  eranl  lolili:  Ger- 
manos vero  Hehelici  Smocharos  qua  vox  germanice  sparcos  nebulones 
iudicat :  Itali  vero  ai  aliis  Bagroaet ,  koe  esi ,  puerarii  t-oearenlur. 

(1)  Zurita,  ibi,  cap.  73,  año  de  1S0(. 

(2)  tbid,  cap.  S7, 


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biéndosele  ya  unido  tres  mil  franceses  salidos  de  Gaela. 
lo  pasó  en  1 5  de  octubre  por  el  vado  de  Seprano ,  y  trató 
de  sorprendei'  á  Hoca-Seca,  punto  importante  en  el  lími- 
te de  los  Estados  pontificios.  El  Gran  Capitán  que  pene- 
tró su  designio ,  desde  San  Gci-man ,  en  que  todavía  per- 
mauecia,  ordenó  al  otro  día  i6  de  octubre,  que  Pedro 
Navarro  y  García  de  Paredes  con  la  inranlería  fuesen  por 
la  montaña  á  socorrer  á  Roca-Seca,  dirigiéndose  él  con 
Próspero  Colona  y  toda  la  gente  de  armas  por  el  llano. 
De  tan  acertada  disposición  resultó  que,  habiendo  entra- 
do Navarro  y  Colonna  en  la  Roca,  no  solo  obligaron  al 
marqués  de  Mantua  á  desistir  de  su  intento  y  repasar  el 
Garellano ,  sino  que  saliendo  contra  él  los  capitanes  Zamu- 
dio,  Pizarro,  Escalada  y  el  coronel  Villalba,  que  habían 
defendido  la  Roca,  y  alcanzando  su  retaguardia  desban- 
dada ,  le  mataron  y  prendieron  mas  de  trescientos  hom- 
bros incluso  un  capitán  (1). 

Tan  cercanos  andaban  ya  en  esto  los  dos  ejércitos 
que  bien  se  veía  que  uno  y  otro  general  buscaban  la 
ocasión  propicia  para  acometer  al  otro.  Corridos  así  algu- 
nos dias  é  insistiendo  los  franceses  en  pasar  el  Garellano 
por  un  puente  que  guardaba  Pedro  de  Paz  con  mil  y  dos< 
cientos  infantes  y  algunos  caballos ,  le  arremetieron  at  fin 
furiosamente.  Tres  dias  con  tres  noches  se  defendió  Paz 
valerosamente  del  ejército  enemigo.  Socorrióle  con  opor- 
tunidad el  Gran  Capitán  con  el  suyo ;  pero  recelándose  de 
un  nuevo  ataque  por  ventura  mas  vigoroso,  al  paso  que 
ordenó  á  Pedro  de  Paz,  que  se  recogiera  con  su  gente, 
dispuso  que  Pedro  Navarro  con  alguna  do  la  suya  pegase 

(\)  Jovio,  ibi,  pág.  262.— Zurita  ibi.— La  Crónica  del  GranCa- 
pilan  pone  el  movimiento  del  niarqnés  de  Uantua  en  el  último  dia 
de  octabre  y  )o  demás  en  los  primeros  dias  de  noTÍembre. 


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fuego  á  un  trozo  de  la  puente  que  estaba  labrado  de  ma- 
dera en  lo  quebrado  de  ella,  7  asentó  su  real  al  poso  de  la 
puente  (1). 

No  toca  á  la  historia  que  escribimos  rererír  todos  los 
pormenores  que  precedieron  á  la  batalla  del  Careliano,  j 
dieron  gloría  inmortal  A  Gonzalo  Fernandez  de  Córdoba. 
SdIo  diremos  qae  en  medio  de  la  agitación  y  amotina- 
miento de  su  ejército  por  el  crudo  temporal ,  por  el  hnm* 
bre  y  falta  de  pagas  en  que  se  vio ;  movimientos  y  desó^ 
denes  en  que  no  solo  tomaron  parte  los  Colonos  y  capi- 
tanes y  caballeros  napolitanos  que  onsiaban  porque  el  Rey 
Católico  restituyera  aquel  reino  á  su  srjbrino  D.  Fodrique, 
sino  hasta  D.  Diego  de  Mendoza ,  Iñigo  López  de  Ayola  y 
D.  Hernando  de  Andrade  (2) ;  para  gloria  de  Navarro,  na> 
die  escribo  que  participara  de  los  vergonzosos  extremos 
á  que  se  lanzaron  aquellos  y  otros  capitanes  españoles,  por 
otra  parle  muy  valientes  y  distinguidos.  No  nos  incumbo 
tampoco  describir  y  sobre  todo  poner  de  acuerdo  á  Guic< 
ciardini .  Jovio,  Zurita,  Alarcon ,  ta  Crónica  del  Gran  Ca- 
pitán y  otros  sobre  los  varios  incidentes  de  aquella  céle- 
bre campaña ,  en  la  que  no  deja  de  advertirse  et  deseo 
de  qtie  tales  ó  cuales  personajes  ocupen  el  primer  térmi- 
no ;  porque  para  nuestro  objeto  basta  que  en  ninguno  de 
ellos  ocupe  el  segundo  nuestro  atrevido  Encartado.  Nos 
envanece  por  lo  contrario  que  cuando  los  franceses  des- 
pués de  concluido  un  puente  de  barcas  posaron  el  Gare- 
llano  apoderándose  sin  resistencia  de  una  torre  que  les 
entregaron  los  infantes  que  la  guardaban  porque  les  ofre* 

(1)  Zurita,  ibirl.,  nodando  en  esle  tiempo  tan  juntos  Pedro  de 
Paz  y  Pedro  Navarro,  que  algaoa  vez  parece  dudarse  de  si  no  es- 
tán con  fundidos. 

{•£)  Zarila,  ibi,  cap.  58. 


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90 

cieron  salvar  sos  vidas  y  fardaje  :  aquello  de  talvar  la  vt- 
lía  por  temor  de  la  muerte  pareciera  lan  infame  y  se  tu- 
viera por  tan  ultrajante  al  nombre  español  ep  el  mismo 
ejército  poco  ánlos  amotinado ,  que  tumultuariamente  y 
como  por  juicio  público  de  los  demás  soldados  fueron 
condenados  y  sufrieron  una  muerte  horrible,  los  que  pu- 
diéndose acordar  de  la  defensa  de  Navarro  en  Canosa  co- 
metieron tan  cobarde  acción  (i). 

Fué  la  rendición  de  aquella  torre  en  medio  de  lan 
pundonorosos  sentimientos,  el  preliminar  de  los  célebres 
triunfos  y  victorias  que  en  los  fastos  de  nuestra  nacíoD 
aun  conservan  el  nombre  del  Garellano ,  por  haber  tenido 
lugar  á  orillas  de  aquel  rio.  Habiendo  intentado  su  paso 
por  el  puente  que  para  ello  construyeron ,  y  habiéndolos 
rechazado  con  gran  pérdida  aquella  infantería  siempre 
valiente  y  entonces  ayudada  de  La  gente  vizcaína  que, 
como  útil  para  cualquiera  afrenta  y  fatiga  mandó  el  Gran 
Capitán  desembarcar  de  la  armada  y  quedarse  con  ella  (1): 
excusado  es  decir  cuanto  se  luciría  Navarro.  Murieron  allí 
con  efecto  varios  capitanes  paisanos  suyos ,  mas  entre  tan- 
tos españoles  como  en  aquel,  dia  so  señalaroo,  es  muy 

(1)  lovíus.  ibi,  pAg.  263 Ea  dtdilia  uti  infamit  usque  adeo 

indecora  Hijpano  nomini  ia  easlris  visa  ett ,  ut  qtii  metu  morlis  tit- 
tam  strvaraitt  eoneursit  iratorum  mililum,  veluli  publico  indicio 
damnati  Irucidaliqíie  mitñrahitem  alque  leterrimam  mortem  subirerU 
etc.  Jovio  parece  colocar  este  suceso  mas  adelante,  pero  seguD  Zu- 
rita debe  (le  estar  aqui.  La  Crónica  del  Gran  Capitán  atribuye  este 
alentado  á  un  capitán  y  diei  eoldsdoE  gallegos,  que  estimando  mss 
la  cobdicia  del  dinero  que  no  la  honra  entrrgaron  la  torre  por  dot  mil 
corona)  de  oro ,  y  á  pesar  del  perdón  del  Gran  Capitán,  que  es  íd- 
dicio  da  haber  alguna  eiageracion  en  et  suceso ,  yuez-on  hechos  pie- 
sai  por  tot  demeu  toldado!  no  dejando  hombre  de  cUoi  á  vida.  Par,  S, 
cap.  107. 

(I)  Zurita  ,  cap.  S8  y  59  del  lib.  ^.—Cróuita,  cap.  109  y  sig. 


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91 
justo  que  todos  y  en  ocasiones  oportunas  renueven  lo  ine< 
moría  de  un  alférez  llamado,  según  Pedro  Mártir,  Alonso 
de  la  Parro,  natural  de  Pastrana  (1),  y  según  Paulo  Jovío, 
que  parece  mejor  informado,  Hernando  de  Illescas.  A  pe* 
sar  de  que  una  líala  do  cañón  le  llevó  la  mano  derecha 
con  que  sostenía  la  bandera,  siguió  sin  aliandonar  su  lu- 
gar sosteniéndola  con  la  izquierda  y  persiguiendo  al  ene- 
migo con  liis  suyos:  cuyo  servicio  loado  públicamente  y 
apreciado  por  el  Gran  Capitán  en  lo  que  merecía,  le  re* 
compensó  en  él  y  en  sus  hijos  con  una  pensión  de  qui* 
nientos  daeadot  anuales  sobre  las  rentas  de  Ñapóles  (2). 
A  ese  triunfo  mediaron  otros  cada  vez  mas  á  propó* 
sito  para  el  fin  que  el  general  español  se  proponía,  aun- 
que no  fueron  sino  parciales.  Continuaban  los  franceses 
de  resultas  del  anterior  tan  abatidos  como  orgullosos  se 
habían  mostrado  antes  de  intentar  el  paso  del  rio.  Si- 
guióse á  la  desgracia,  como  regularmente  acontece,  la 
discordia  entre  sus  capitanes  y  los  italianos  que  militaban 
con  ellos ,  y  por  último  dejar  el  mando  del  ejército  et 
marqués  de  Mantua  y  retirarse  á  Roma  despreciado  de 
los  fronoeses  que  ya  no  querion  obedecerle  y  le  denosta- 
ban públicamente  como  á  italiano  (5).  Cuéntase  también 

(O  Ptirí  Marifrís  Epistolar,  lib.  12.  De  Medina,  [X  Calend. 
Jimuarii  6  sea  á  2Í  de  diciembre  tie  1503. 

(3)  Jovio ,  ibi ,  pig.  36^.  Laudatar  quoque  puMko  praconio  Fer- 
dinam/tu  Híleieai  tignifer  hitpanitt,  fui  rapiente  ti  dexlram  tor- 
meali  jñla,  imperterrilut  vexiltum  lava  manit  MustuHl  el  in  halle  irv 
ptrrexif.  Hunc  poilta  Coitsalvui  rjusque  libtrot  i'irltilii  causa  ex  rt' 
gio  vectigali  aanuis  aureis  quiíigenlis  donafit. 

(3)  Ibiilem,  trat-indo  de  lo  que  decía  uno  de  los  Cftpttnnes  mas 
afamados  llamado  Snndriconst,  /i  in  corona  nriliiiim  iamunde  loijaens^ 
jare  aplimo  (inquit)  virt  Galti  mulctamar  á  Forluna,  pQllqiiam  tO 
ieftnium  est  ul  éirgroni  iia'o  parendum  exiftimemui. 


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92 

que  no  fuUú  entre  ellos  alguno  que  le  recordase  al  in- 
lenlar  el  paso  del  Careliano  sus  anteriores  bravatas  y  ha- 
ber llamado  canalla  á  los  e8pafioles(l),  cuyo  geneml 
siempre  con  el  empeño  do  echnr  á  los  franceses  de  Italia, 
ni  ver  que  aunque  decaídos  todavía  le  superaban  en  nú- 
mero, trató  de  darlos  la  última  mano. 

Dispuesto  un  puente  de  barcas  y  carros  para  pasar  ó 
buscarlos ,  y  amagando  echarle  en  una  parte ,  frustrando 
la  vigilancia  franceüa,  le  echó  en  otra,  y  pasó  al  otro 
lado  del  Careliano  en  el  jueves  28  de  diciembre.  Lleva- 
ba la  vanguardia,  según  Paulo  Jovio  á  quien  para  mayor 
brevedad  seguiremos,  el  italiano  Bartolomé  de  Alviano  ó 
Laviano,  célebre  caudillo  de  aquel  tiempo,  que  poco 
antes  habla  lomado  partido  por  España.  Así  que  La- 
viano pasó  el  puente  por  Sagio  acometió  á  las  compa- 
ñías normandas  que  allí  cerca  invernaban,  siguiéndole 
Navarro  con  su  infantería,  y  luego  Prospero  Golona  y 
Mendoza  con  lo  gente  de  armas,  y  por  fin  el  Gran  Capi- 
tán con  el  resto  de  la  caballería  y  los  alemanes.  Disper- 
sada la  caballería  francesa  y  la  infantería  norm.inda  con 
tan  inesperado  ataque,  y  llegada  la  noticia  á  sus  reales, 
todo  fué  confusión  en  ellos  sin  que  fuera  posible  á  les  ca- 
pitanes ordenar  ni  reunir  sus  gentes.  El  marqués  de  Sa- 


lí] Cnenta  Znríta,  ibí,  cap.  S9,  qae  al  pasar  el  ejército  fran- 
cas el  f  Deate  qae  habían  echado  sobre  el  Careliano  Mr.  d  'Aliebre, 
uno  de  sus  mas  distinguidos  opilanes ,  recordando  al  mirquis  de 
Mantua  la  maravilla  que  en  otras  ocasioaes  habia  mostrado  de  qne 
Un  vil  marranalla  los  hubiese  vencido  en  la  Cerinola  y  otras  par- 
les: Ea  le  dijo:  a/U  los  icaeis:  esot  son  los  españoles  fue  not  dtsba- 
rataron :  Ved  lo  que  ahora  hacen  sin  temor  de  ¡a  artillería  qae  lam 
repelidos  golpes  da  entre  ellot ;  pasemos  y  veréis  si  esa  aawlla  fvc 
detís,  sabe  Jugar  de  pica  y  lama. 


3vGooglc 


95 

luzes  que  babio  sucedido  en  el  mando  al  de  Mantua ,  pa- 
reciéndole  mengua  perder  la  artillería ,  embarcó  alguna 
para  Gaela,  y  emprendió  la  retirada  para  aquella  plaza; 
mas  cargando  en  esto  la  caballería  ligera,  y  en  seguida 
las  compañías  de  Navarro  sobre  los  reales  abandonados, 
notpresenlándose  nadie  en  armas  á  defenderlos,  fueron 
muchos  cogidos  prisioneros,  y  Otros,  desbaratadas  las  tien> 
das  y  medio  muertos  y  beladoa,  TueroD  cruelmente  de- 
gollados por  los  vizcaínos ,  sin  que  los  hombres  se  acor' 
dáran  de  haber  jamás  presenciado  Tuga  mas  fea  y  misera- 
ble (1). 

A  este  y  otros  desastres,  que  pueden  leerse  en  los  quo 
de  intento  se  ocuparon  de  aquella  guerra,  sucedió  la  ca- 
pitulación de  Gaeta  en  1."  de  enero  de  i  504,  entrar  en 
ella  nuestra  gente  en  el  miércoles  3  del  mismo,  alzarse 
acto  continuo  banderas  por  España .  retirnrae  abatidos 
y  destrozados  los  franceses,  y  acabarse  la  guerra  de  Ita- 
lia (2).  QnedaroD  sin  embargo  armados  algunos  barones 
anjoinos,  que,  por  no  estar  con  los  franceses  al  tiempo  de 
capitular,  continuaron  en  aquel  estado.  El  mas  notable, 
así  por  SD  obstinación  como  por  su  poder,  era  el  conde  de 
Capaccio.  Tenia  sus  lugares  en  el  Principado,  y  encer- 
rado en  el  de  Chelino  quo  era  el  mas  fuerte,  con  cuatro* 
cientos  franceses  é  italianos,  se  defendió  vigorosamente 
de  Gil  Nieto,  que  con  olgunos  españoles  le  tenia  cercado. 
Has  apenas  vio  que  Pedro  Navarro  con  mil  y  quinientos 


[1)  JoyIus  ,  lib.  3,  p&g.  S67....  Nuüa  unquam  ai  kominum  me- 
moria fxdior  et  miserahilior  f ocies  fug<x  fuil. 

(2)  Véase  sobre  los  desastres  de  los  franceses  en  esla  camp- 
ña,  al  mismo  JotíO)  Pedro  Uártir,  Guicciardiiii ,  lib.  6,1a  Cróiiira 
del  Grao  Capitán,  cap.  iOO  y  signieates,  y  Zorita  en  el  lib.  5,  del 
Rey  D.  Fernando,  cap.  60  y  sig. 


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94 

infantes  y  por  manilado  del  Gran  Capitán  se  dirigió  con- 
tra él ,  y  que  AUaTÍlla ,  Bocea  de  l'Aspero  y  otros  luga- 
res Tuertea  se  le  habian  rendido ,  y  que  con  su  gente  se 
aproximaba  á  Chelino,  que  se  entregó  sin  resistencia ;  per- 
diendo sin  embargo  su  estado  por  la  versatilidad  con  qne 
había  obrado  unas  veces  en  pro  y  otras  en  contra  del  Rey 
Católico  (i).  * 

PaciGcado  el  reino  de  Ñapóles,  y  publicada  la  paz  en- 
tre Francia  y  España  en  25  de  febrero  de  {504,  en  me- 
dio de  los  cuidados  que  al  Gran  Capitán  merecía  la  go- 
bernación de  un  ealado  tan  necesitado  de  ella,  no  se 
olvidó  de  recompensar  á  los  que  con  mas  inteligencia  y 
valor  le  habian  ayudado  en  tan  grande  empresa.  A  lo- 
dos según  su  mérito  les  señaló  pueblos ,  ciudades ,  alcai- 
días y  castetlaníns  de  plazas  y  castillos,  casas,  quintas 
y  heredades,  sin  olvidarse  tampoco  del  obispo  Caotalicio 
y  del  carmelita  Mantuano  que  le  habian  celebrado  con  sus 
versos.  En  tan  generosa  repartición  tocó  á  Pedro  Navarro 
la  ciudad  ó  villa  de  Olivólo  ú  Olveto  en  el  Abruzzo  con  su 
condado ,  derivándole  de  ahí  el  título  de  conde  con  que 
desde  entonces  le  apellida  la  historia  (2).  Al  confirmarle  el 
Rey  Católico  Ion  Insigne  merced  para  él  y  sus  sucesores, 
no  quedó  elogio  que  no  dispensase  á  Navarro  en  et  titulo 
que  le  despachó  enSegoviaá  1.' de  junio  de  í  505.  Llamó- 
le "  magnifico  y  valeroso  capitán  muy  fiel  y  muy  querido 
m  suyo;  dijo  que  en  todas  las  ocasiones,  lances  y  tiempos, 
•  así  de  guerra  como  de  paz,  y  señaladamente  en  la  recn* 
«  peracioa  del  reino  de  Ñapóles  finter  cceteros  excellviitj 

(I)  Crónica,  cap.  Hl  y  1H.—  Zurita,  62,  63.  65  y  70. 

¡2}  Jovto,-  íbi,  lib.  3,  pág.  270....  tt  Navarro  OU-oetum  in  Pra- 
rudiat  tribueral..^  I»  hU  fuere  Cantalicúti  el  Carmelita  Manluimui 
(ocni/t  <'(>(.— Crónica,  lib  3,  cap  f. 


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95 

>  habiá  soLersalido  entre  todos  aun  (o  el  arte  militar: 
•  que  de  todos  modos  se  había  mostrado  valentísimo  tanto 

■  con  su  ingenio  como  con  su  persona  ,  y  en  cuanto  era 

■  propio  de  un  óptimo  capitán  sin  reparar  en  gastos ,  Ira* 
I  bajos  ni  peligros,  obrando  en  fm  como  debe  un  vale- 

■  roso  soldado ,  y  fuerte  y  fidelísimo  jefe .  no  solo  para 
<  alcanzar  y  merecer  gloria  inmortal ,  sino  la  gratitud  de 

■  au  Principe  (1)." 


TIBGESA  EPOGi. 
Desde  1504  ¿  f  Mi. 


Tenemos  ya  conde  y  señoi*  de  vasallos  á  quien  estu* 
viera  ó  no  en  la  guerra  de  Granada ,  y  fuese  ó  no  alcaide 
de  Bentomiz ,  los  historiadores  que  le  conocieron  y  alcan- 
zaron ,  nos  presentan  como  obscuro  marinero  vizcaíno  i 
humilde  labriego  roncales  en  un  principio;  como  espue- 
lísta  del  cardenal  de  Aragón  después ;  como  soldado  de  á 
pié  y  aventurero  mas  adelante  en  la  guerra  entre  floren' 
tinea  y  genoveses;  y  por  último  como  pirata  á  quien  los 
venecianos  perseguían  de  muerte  pocos  años  antes  de  ser 
elevado  á  tan  alta  condición.  La  osadía ,  la  intrepidez,  el 

(t)  Véase  el  Docamenlo  núm.  3. 


3vGooglc 


9G 

itesprocio  de  la  vida  en  tos  combales ,  y  sobre  todo  la 
novednd  y  terribles  efectos  de  tas  minas  que  fueron  la 
base  de  la  elevación  y  merecida  fama  de  Navarro,  lodo  - 
lo  puso  por  obra,  sin  salir,  por  decirlo  asi,  de  la  clase 
de  subalterno.  Varaos  pues  á  presentarle  como  general  y 
cabeza ,  para  que  formando  el  juicio  que  se  debe  de  su 
genio  superior  y  extraordinario ,  lamentemos  a  su  tiempo 
que  á  quien  uo  amedrentaban  ni  tos  mares  embravecidos, 
ni  tas  baterías  y  falanjes  enemigas,  le  dominasen  los  ar- 
ranques del  ánimo  ofendido ,  faltándole  la  prudencia  para 
templarlos. 

Mus  antes  de  entrar  en  esa  relación ,  rectificaremos 
un  error  en  que  oos  parece  liaber  incurrido  el  diligente 
historiador  Sandoval  al  referir  entre  las  noticias  que  dejó 
de  nuestro  conde  ,  la  de  haber  venido  á  España ,  tenien- 
do guerra  el  Rey  Católico  con  el  Rey  Luis  de  Francia ,  y 
haberse  hecho  por  su  consejo  y  trazas  el  castillo  y  fortaleza 
de  Satsns  en  Cataluña  (1).  No  dice  de  donde  tomó  la  no- 
ticia ;  pero  habiendo  sido  la  guerra  entre' ambos  Reyes  y 
verifícádose  el  sitio  de  Salsas  en  el  eslío  y  otoíto  del  año 
de  1 503 ,  en  que  dejamos  referido  no  haberse  Pedro  Na- 
varro apartado  un  instante  de  Ñapóles  y  su  guerra,  no 
es  fácil  justificar  que  por  entonces  viniera  á  nuestra  penin- 
6u!a.  Cuando  los  franceses  se  movieron  coiilra  Salsas  á 
fines  de  agosto  de  aquel  aiio,  aquella  fortaleza,  dice  Zu* 
rila ,  no  estaba  acabada  de  fortíScar,  pues  fnllaban  de  la- 
brar las  principales  defensas  de  ella.  Cuando  en  el  mes 
do  setiembre  ÍDmcdiato  estaba  el  campo  francés  asentado 
hacia  la  parle  de  la  sierra  en  los  valles  que  son  todos  de 
peña  viva,  cuenta  el  mismo  historiador,  que  ni  se  podia 

(t)  Sandoral,  HtilortadeCárhs  V,\\h.  1T,  §20. 

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97 

cavar  ai  hacer  reparos  en  ellos,  y  lag  minas  se  hicieron 
en  tomo  de  la  fortaleza ;  lo  que  prueba  y  es  muy  de  no- 
tar .  que  tos  franceses  trataron  de  aprovecharse  de  In 
iaveacion  de  Navarro  contra  una  plaza  española  en  el 
misino  año  que  aquel  la  empleó  contra  los  castillos  de 
Ñápeles;  y  Analmente  para  quitar  toda  duda  de  que  ví- 
oiera  á  España  durante  aquella  guerra,  y  aun  de  que 
diera  consejo  para  levantar  aquella  fortaleza,  no  solo  le- 
ñemos el  testimonio  de  Pedro  Mártir  acerca  de  que  ya  en 
'1501  se  la  estaba  preparando,  sino  el  del  mismo  Zurita, 
que  ánles  de  referir  como  los  franceses  levantaron  el  sitio 
en  20  de  octubre  de  1503,  cuenta  que  al  ver  los  que 
defeodian  la  plaza  que  en  la  conservación  de  un  baluarte 
perdían  mucha  gente,  por  industria  del  Maestro  Itami- 
ro  Ingeniero  que  era  el  que  entendió  en  la  obra  y  forti- 
ficación de  aquella  fuerza,  pusieron  algunas  botas  de  pól- 
vora  en  una  bodega,  y  dando  lugar  á  que  los  franceses 
lo  tomasen,  cuando  estaba  mas  llena  de  gente,  le  pu- 
sieron fuego ,  y  saltando  el  baluarte  pereció  mucha  en 

éi(i). 

Volviendo  ahora  á  nuestro  conde  continuaremos  con 
que  en  tanto  que  sus  compañeros  descansaban  de  las  fa- 
tigas pasadas,  el  Gran  Capitán  que  no  descuidaba  el  go- 
bierno del  reino,  y  que  siempre,  como  dice  Paulo  Jo- 
vio  ,  amó  á  Navarro  por  la  eficacia  de  su  valor  no  muy  co- 
mún (2),  trató  de  no  tenerle  ocioso.  Habiendo  sabido 
que  los  turcos  preparaban  en  la  Voyosa  una  armada  de 
veinte  y  dos  galeras,  diez  galeazas  y  doce  fustas,  que 

(1)  Pedro  Mártir,  Epiuol.  228,  259  y  260,  Ub.  U  y  16. -Z«- 
rifa,  lib.  5,  cap.  50,  51.  SS  y  sig. 

(?)  Eq  su  elogio...  £t  Cmitalvo  imperalori  apprimt  caras  ali 
tjficatia  imuitatte  virtutit. 

To»o  XXV.  7 


„Googlc 


98 

con  mas  de  cuatro  mil  zapea  de  desembarco  se  decía 
que  caerla  Bobre  las  costas  de  Sicilia  y  la  Pulla,  ordenó 
á  Pedro  Navarro  que  cod  dos  naos  y  tres  fustas  la  fuese 
á  combatir,  llevando  eu  su  compañía  á  Diego  de  Vera. 
SatieroD  con  efecto  á  la  mar ;  mas  como  no  correspondie- 
ran las  noticias  de  tales  preparativos  á  lo  que  por  si  mis- 
mos observaron ,  regresaron  tranquilamente  ai  puerto  de 
Ñápeles  (1). 

Venían  mientras  laoto  al  Rey  Católico  desde  aquel 
reino  numerosas  quejas  y  de  todo  género  contra  el  Gran 
Capitán.  Partian  principalmente  y  como  siempre  suce- 
dió en  semejantes  ocasiones  de  los  que  en  el  reporlimiento 
de  las  mercedes  y  recompensas  al  fin  de  la  guerra,  ó  no 
las  alcanzaron  ó  no  lograron  las  que  creian  merecer: 
sucediendo  por  su  desgracia  y  en  poco  estuvo  que  para 
la  de  toda  la  nación ,  que  la  Reina  Católica  que  siempre 
le  miró  como  criatura  suya ,  y  en  todo  tiempo  le  faabia 
favorecido ,  falleciera  en  Medina  del  Campo  y  en  26  de 
noviembre  de  aquel  aúo  de  1504,  cuando  ya  las  quejas 
de  los  enemigos  de  Gonzalo  habian  introducido  en  el  áni- 
mo del  Rey  la  desconQanza.  Siguióse  á  eso  que  aquella 
clase  privilegiada  que  por  su  interés  anteponía  la  humi- 
llación, en  que  Enrique  IV  tuvo  á  Castilla,  á  la  gloria  y 
esplendor  que  á  la  naciente  España  habian  dado  Isabel  y 
Fernando,  obstinada  en  apartar  ueste  del  gobierno  en 
que  tan  maestro  se  había  mostrado ,  se  declarara  por  su 
yerno  Felipe  el  Hermoso  así  que  se  presentó  en  España, 
DO  obstante  la  poca  capacidad  y  el  mucho  despego  que 
por  ella  había  mostrado  en  su  primera  venida,  y  que  su* 
cediendo  en  la  corona  de  Castilla  por  su  mujer  Uofia  Jua* 

(1)  Zorila,  ibi,  cap.  80. 


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99 

na  juslameDle  llamada  la  Loca ,  pudieron  temerse  desór- 
denes de  consecuencia  (1). 

i  505.  — Previólos  sin  duda  el  fiey  Católico ,  y  alarmado 
por  otra  parte  con  el  ascendiente  que  en  Ñápeles  le  decían 
iba  tomando  el  Gran  Capitán ,  trató  con  su  acostumbrada 
sagacidad  de  remediar  á  uno  y  otro ,  sirviéndose  para  ello 
del  conde  Pedro  Navarro.  Ordenó  en  primer  lugar  al 
Gran  Capitán  despedir  toda  la  gente  alemana  y  mucha  de 
la  española  que  le  había  servido  en  aquella  conquista ,  y 
que  con  los  cuatro  mil  y  quinientos  peones  que  todavía  le 
quedaban,  se  viniera  á  España.  Aunque  el  Gran  Capi- 
tán ,  obedeciendo  este  mandato,  ya  tenia  en  25  de  abril 
de  1505  embarcados  sus  caballos  y  recámara,  se  detuvo, 
dice  el  exacto  Zurita ,  por  sobra  de  mal  tiempo  y  falla 
de  dineros  para  dejar  la  gente  de  armas  y  los  castillos 
proveídos ,  y  porque  la  gente  de  guerra  se  comenzó  a 
mover  y  alborotar  por  las  pagas ;  pero  encalcó  á  Pedro 
Navarro,  en  quien  el  Rey  tenia  gran  confianza ,  y  que  por 
mandado  suyo  regresaba  á  España ,  que  cuidase  de  infor- 
marle de  esas  y  otras  causas  de  sutardanza  {1). 

O  Navarro  á  su  llegada  a  España  no  correspondió  ala 
cooGanza  que  en  él  puso  el  Gran  Capitán»  ó  el  Rey  Cató- 
lico no  apreció  sus  ¡nrormes ,  ó  tal  vez  le  puso  de  su  par- 
te ofreciéndole  en  Segovia,  y  en  setiembre  del  mí^no  año 
de  1605,  la  capitanía  general  y  mando  de  la  infantería  de 


(1)  Sobre  las  qaejas  dirigidas  al  Rey  Catúlico  contra  el  Gran 
Capitán,  aunque  pueden  consultarse  i  Paulo  Jovio  en  el  libro  3.*  de 
sa  vida,  Uariane  en  el  capitulo  9  de)  lib.  28  de  su  Bialoria  de  Es- 
paSa,  y  oíros  escritores,  ninguno  mejor  que  ei  Sr.  D.  Hanue) 
José  Quintana  en  la  excelente  Fida  que  escribió  de  aquel  efclare- 
cido  capilao ,  y  esli  entre  las  de  sus  Etpañoiet  ilustres. 

(2)  Zurita,  lib.  6  del  Rey  D.  Fernando,  cap.  7, 9,  S«,  31,  etc. 


K 


„Googlc 


100 

la  expedición  que  preparaba,  contra  los  africanos  (1),  » 
Navarro  en  último  resultado  sacrificó  sus  afectos  y  debe- 
res para  con  el  Gran  Gapitao  á  la  dureza  de  la  subor- 
dinación militar.  Ello  es  que  en  vez  de  atenuarse  con  las  . 
noticias  de  Navarro  las  desconfianzas  del  Rey  Católico, 
aparece  que  por  lo  contrario  crecieron  después  de  su  ve- 
nida á  España;  llegando  al  punto,  cualquiera  que  fuese 
su  origen ,  de  que  resuelto  ¿  sacar  de  Ñápeles  al  Gran 
Capitán  y  asegurarse  de  su  persona ,  solo  confió  el  secreto 
y  el  proyecto  á  su  hijo  natural  el  arzobispo  de  Zaragoza 
que  le  había  de  suceder  en  el  virelnato ,  á  Pedro  Navarro 
que  había  de  ser  el  ejecutor,  á  D.  Ramón  de  Cardona  y 
á  un  tal  Alberico  Terracina,  hombre  muy  popular  en 
Ñápeles  que  le  habib  de  ayudar  (2). 

1506, — Yo  estaba  concertado  embarcarse  en  Tortosa 
el  arzobispo,  Alberico  y  Navarr.o ;  y  ya  estaba  también  con- 
venido que  al  llegar  á  Ñapóles  en  tanto  que  Alberico  cau- 
tivaba secretamente  á  los  populares  de  mas  influjo ,  ofre* 
cióndoles  en  el  gobierno  de  la  ciudad  otros  tantos  votos 
como  tenían  los  nobles.  Navarro  entrando  con  igual  se- 
creto por  la  puerU  falsa  del  Costel-nuovo ,  se  apoderaría 
del  Gran  Capitán .  que  allí  moraba  ;  cuando  el  Rey  Cató- 
lico mudó  de  parecer.  En  lugar  de  traer  á  España  por 
medios  tan  extraños  como  violentos  á  un  caudillo  tan  ilus- 
tro y  que  tantos  recelos  le  inspiraba ,  determinó  ir  per- 
sonalmente á  tomar  posesión  del  reino  de  Ñapóles ,  con- 
siderándole propio  suyo  como  dependiente  del  de  Aragón; 
determinación  consiguiente  al  convenio  celebrado  con  su 
yerno  en  junio  de  aquel  año  de  i  506,  de  que  resultó  que* 


(4)  ZoriU,IÍb.  7,  csp.  6.— Hariaoa^  lib.  S8,  cap.  18. 
(2)  Ibid,  ibi 


3vGooglc 


dar  cnleramente  apartado  de  loda  intervención  en  tos  ne- 
gocios de  CastiUa  (i). 

Al  embarcarse  en  4  de  setiembre  siguiente  en  Bar* 
celona  y  en  las  galeras  que  mandaba  D.  Ramón  de  Car- 
dona, aunque  ya  en  Castilla  se  quejaban  del  desgobier- 
no de  D.  Felipe,  de  sus  parciales  y  sus  flamencos,  iban 
muy  lejos  &ai  el  Rey  Católico  como  Navarro,  que  le 
acompañaba ,  de  pensar  en  la  mudanza  que  se  verificaría 
en  ella.  El  mancebo  y  hermoso  D.  Felipe  falleció  muy 
pocos  dias  después  en  Burgos  (2] ;  y  á  pesar  de  que  al 
Bey  su  suegro  le  alcanzaron  la  noticia  y  las  cartas  de  al- 
gunos Grandes  que  le  llamaban  á  Castilla  antes  de  llegar 
á  Ñapóles,  no  desistió  de  su  propósito.  Siguió  resuelto 
á  aquella  c^ital  en  donde  Fué  magníficamente  recibido, 
y  en  ella  dictó  entonces  y  después  para  ella  y  para  la  pa- 
cificación del  reino  tales  leyes ,  que  el  historiador  Gian- 
none ,  que  escribía  'cuando  ya  no  pertenecía  á  España, 
ni  habia  porque  adular  á  los  sucesores  det  Rey  Católico, 
las  llamó  leggi  tute  provvide  é  gavié;  añadiendo -que  en 
el  eslablecimíento  de  otras  semejantes  para  gobernar 
fuera  de  su  patria,  ningunos  imitaron  y  siguieron  á  los 
romanos  mejor  que  los  españoles  (3). 

De  las  dictadas  entonces  por  el  Bey  Católico,  la''con- 
cemiente  algún  tanto  á  nuestro  objeto  fué  la  que  mandó 
restituir  á  los  barones  anjoinos,  ó  como  hoy  diriamos 
afrancesados,  los  estados  y  bienes  que  perdieron  por 
serle  contrarios  y  con  los  cuales  se  había  premiado  á  los 

(1)  Znrita,  cap.  10  ysig.  — V.  Documento  iiám.  i. 

(2)  A  25  de  setiembre  de  f  506.  Mariana  ,  Historia  de  España, 
lib.  28 ,  cap.  23. 

(3)  GiannoM,  litaría  ciñió  del  rcgn»  di  NnpoU,  tlb.  30,  si 
fio  del  cap.  5. 


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i02 

españoles  y  á  muchos  napolíUraos  é  italianos  que  siguien- 
do su  partido  se  distinguieron  en  la  expulsión  (le  los  fran- 
ceses y  conquista  de  aquel  reino.  De  sus  resultas  Antonio 
de  Leiva,  Uernando  do  Alarcon ,  Gómez  de  Solís,  Pedro 
de  Paz>  Luis  de  Herrera,  Juan  Piñeyro,  Diego  García  de 
Paredes,  Francisco  de  Rojas,  D.  Pedro  de  Castro  y  otros 
quedaron  sin  las  mercedes  que  per  sus  señalados  servi- 
cios les  hizo  el  Gran  Capitán  (1);  roas  no  asi  Pedro  Nat 
varro.  Habiéndosele  perdido  el  título  que  del  condado 
de  Oliveto;  que  referimos  habérsele  despachado  en  Segó-  ■ 
via,  estando  el  Bey  Católico  en  Ñapóles,  mandó  al  mis- 
mo secretorio  Miguel  Pérez  de  Almazan  que  había  enten-. 
dido  en  el  primero  que  le  despachara  olro  como  lo  verir 
ficó  en  aquella  capital  á  25  de  mayo  de  1507,  concedién- 
dole de  nuevo  el  condado  y  quif^ientos  ducados  anuoles 
sobre  los  fuegos  y  sales  det  mismo  condado  (2).' 

1507.— En  Castilla^  mientras  tanto  todo  era  descon- 
cierto en  su  gobierno.'  Divididos  los  Grandes  en  faccio- 
nes y  atentos  generalmente  mas  á  su  provecho  que  al  del 
pueblo,  ya  se  dirigieron  al  Rey  de  Romanos  Maximiliano, 
ofreciéndole  la  regencia  del  reino  como  abuelo  paterno 
y  tutor  det  Príncipe,  que  después  fué  Carlos  V ,  ya  al  Rey 
de  Portugal  D.  Manuel,  que  aunque  yerno  del  Rey  Cató- 
lico, acaso  pretendía  como  bus  antecesores  convertir  en 
su  provechb  aquellas  alteraciones  (3).    A  los  terribles 

(1)  Mariana,  liK.  39 ,  cap.  i.— Zurita ,  lib.  7,  cap.  iO. 

(3)  Existe  como  el  minero  en  el  Archivo  del  Sr.  doqae  do 
Sesa ,  y  es  casi  idéntico  a1  que  va  en  el  Documenlo  núm.  3 ,  excep- 
to eu  añadir.....  neenon  qui'ngentoi  ducatoí  de  CarleiiU  anao  quoltiet 
Carlenorum  deeem  ducalo  guolÜet  compútalo  in  el  fitper  j'urióut  J'ti>~ 
culariorum  et  talit  et  per  se  et  tuos  haredei  et  íaccetsoret  eto. 

(3)  Zurita,  lib.  7,  cap  50,  ylib.S.cap.  I.'— rHariaM»  lib.  29, 
cap.  8. 


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103 
bandos  Oñecíno  y  Gamboino,  que  por  siglos  hablan  ensan< 
greñudo  y  perturbado  las  proTÍncías  Vascongadas,  com- 
paraba Pedro  Márlir ,  escribiendo  al  arzobispo  de  Gra- 
nada (1)  en  enero  de  i507 ,  las  facctones  que  en  la  corte 
de  la  infeliz  Doña  Juana  separaban  álos  magnates,  capi- 
taneados los  unos  por  el  duque  de  Nájera ,  y  los  otros  por 
el  Condestable  de  Castilla.  La  insolencia  y  atrevimiento  . 
del  primero  y  la  de  su  mas  fervoroso  partidario  D.  Juan 
Manuel,  llegaron  al  extremo  de  levantar  tropas  para  resis- 
tir al  Rey  Católico,  que  arreglado  lo  de  Ñápeles,  empren* 
dio  en  4  de  junio  su  vuelta  á  Castilla ,  habiéndole  prece- 
dido de  ocho  días  el  conde  Pedro  Navarro ,  con  lo  armada 
de  Daos  y  soldados  que  conGó  á  su  valor  y  pericia  (2). 

Llegados  uno  y  otro  al  Grao  de  Valencia ,  pero  con 
mucha  anticipación  Navarro,  recibió  este  la  orden  de 
adelantarse  á  Castilla  y  entrar  en  ella  precisamente  por 
Almazan ,  pasando  por  Aragón  (3).  Siguióle  de  allí  á  poco 
el  Rey  Católico  que  á  21  de  agosto  en  Monteagudo ,  pri- 
mer lugar  de  Castilla,  tomó  posesión  formal  de  su  go- 
bierno en  presencia  de  los  alcaldes,  alguaciles  y  demás 
oficiales  públicos  que  le  acompañaban ;  y  emprendido  su 
viaje  á  Tortoles ,  entre  Aranda  y  Valladolid ,  en  donde 
residía  Doña  Juana ,  aeudian  por  todo  el  comino  á  la  hila, 
dice  el  grave  Mariana  j  Grandes ,  Prelaáoi  y  Señores ,  si 
bien ,  para  vititalle  y  kacelle  reverencia ,  lot  mag  con  de- 
seo de  recompen$ar  con  la  presteza  los  deiervicios  pasados 
y  con  fingida  alegría  (4).  También  podemos  añadir  que 

(1>  Pelri  MartyrÍB  de  Anglcrla.  Epistolar.,  \ih.  SO,  Eplun- 
la  331  ,  Xri  KaUnd.  Februarii 

(S)  ZariU,  lib.  8,  cap.  7.— Mariana,  lib.  19,  cap.  8. 

(3)  Zorito,  lib.  7,  cap.  ¡A,  kky  49.— Mariana,  ibi,  cap.  9. 

(1)  HariaDa,  lib.  29,  cap.  10. 


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104 

por  respeto  al  Rey,  sostenido  por  Pedro  Navarro  y  m 
f;;ente;  sometiéndose  at  fin  lodos  cunndo  juntándose  el 
Católico  con  su  hija  en  28  del  mismo  mes ,  le  acató  res- 
petuosamente aquella  triste  Señorn ,  ó  pesar  de  &j,  per- 
turbación noental ,  se  echó  á  sus  píes  y  le  entreg;ó  la  som- 
bra de  autoridad  que  en  ella  se  reconocia  (1). 

Solo  D.  Juan  Manuel,  Señor  de  Belmente,  y  el  duque 
de  Nájera  quedaban  armados  y  braveaban  todavía  la  au- 
toridad del  Rey  Católico,  en  medio  del  gozo  popular  con 
que  se  la  acataba  en  Castilla  [ü).  Obstinados  en  que  el 
inconstante  y  deíocreditado  Rey  de  Romanos,  que  así  le 
llama  Zurita  (5),  fuera  quien  la  gobernase  en  nombre  de 
D.  Carlos  tan  nieto  suyo  como  del  Rey  D,  Fernando;  solo 
á  Id  fuerza  de  Navarro  cedieron ,  confiados  por  ventura  en 
que  les  vendrían  los  auxilios  de  Flándes,  que  fué  á  soli- 
citar  D.  Juan  Manuel  (4).  Entre  las  muchas  mercedes  que 
este  alcanzó  en  el  pasajero  reinado  de  D.  Felipe  el  Hermo* 
80,  se  contaba  la  alcaidía  del  castillo  de  Burgos,  tan  fuerte 
por  el  arte  y  su  situación ,  como  se  puede  inferir  de  que 
en  la  guerra  de  la  independencia,  defendiéndole  los  france* 
ses  en  1S12,  no  pudieron  someterle  los  ejércitos  aliados. 
Era  teniente  suyo  en  aquella  fortaleza  un  jaque  de  los 
de  aquel  tiempo  llamado  Francisco  Tamayo,  á  quien  ni 
las  ofertas  ni  aun  los  ruegos  que  con  menoscabo  de  su 

(1)  Hariaaa,  lib.  29,  cap.  10. 

(2)  Acerca  de  los  rundameDlos  qae  el  duque  de  Niíjera  y  Don 
Juan  Manuel  alegaban  para  sa  oposición  al  Bey  Calóllco  paede  ver- 
se la  Hiiioría  de  la  eaia  de  Lara  por  D.  Luis  de  Salazar  en  el  lib.  8, 
cap.  6,  pág.  126  y  siguientes,  tratando  del  segando  duque  de  Ná- 
jera. 

(3)  Zorita ,  lib.  8,  cap.  16,  ea  dond,e  advierte  que  basta  el  año 
de  1S08  DO  tomó  Maximiliano  el  titulo  de  Emperador. 

(V)  María  Da,  ibi. 


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105 

dignidad  le  dirigió  el  Rey  Católico,  pudieron  traer  á  la 
obediencia  debida ;  hasta  que  mandó  aprontar  la  artille* 
ría  que  estaba  en  Medina  del  Campo ,  causa  después  de 
su  ruina  al  sacarla  contra  loa  comuneros  (i] ;  y  que  Na'< 
varro  con  ella,  y  con  la  gente  que  traia  de  Ñápeles  pasase 
á  combatir  el  castillo.  Sin  tardanza  lo  puso  aquel  por  obra 
situándose  en  el  barrio  de  Santa  María  la  Blanca  al  pié 
casi  del  mismo  castillo ;  lo  cual  visto  por  el  atrevido  Ta^ 
mayo  entró  en  cuentas  y  le  rindió  (2). 

Ordenó  entonces  el  Rey  á  Piavarro  que  juntando  &  sus 
soldados  los  de  las  compañías  de  la  guardia  real  se  enca- 
minara á  la  Rioja  á  prender  al  duque  de  Nájero ,  y  á  apo- 
derarse de  sus  estados  ,  pues  que  no  quería  ceder  sin  que 
primero  se  (aentasen  las  cosas  á  su  manera  (3).  Con  la 
gracia  de  Nuestro  SeUor  Dios  y  con  las  armas  en  la  mano^ 
respondió  Navarro  desde  Melgar ,  que  estaba  pronto  para 
cumplir  su  mandamiento  y  abatir  y  aniquilar,  gastar, 
abrasar,  y  destruirá  los  que  desobedeciesen  los  suyos  (4}; 
y  emprendiendo  la  marcha  desde  Burgos  por  Viltafranca 
de  Montes  de  Oca  á  Belorado  y  desde  allí  á  Santo  Domiiy 
go,  resuelto  &  no  perder  una  hora  en  la  ejecución  de  su 
encargo  (5).  Anle$  de  llegar  las  cosas  á  tanto  extremo  me- 
diaron con  el  Rey  el  duque  de  Alba ,  el  condestable  da 
Cistilla  y  otros  Grandes,  y  se  spmetió  el  de  Nájera,  de-> 
jándosele  únicamente  aquella  fortaleza  y  entregando  at 

(1)  Sotaron  ariillcría  para  el  caitilto  de  B&rgos.  el  día  de  Saif 
Migurl.  MS.  del  canónigo  Pedro  de  Torres.  Acerca  de  la  des- 
Imccion  de  Medina  at  fiacar  la  arlilleria  en  tiempo  de  las  comuni- 
dades, coQSÚllese  al  P.  SandoTsl  y  otros  oscrtlores. 

(S)  Carta  de  Navarro  al  Rey. — V.  Documento  núm.  5. 

(3)  Hitiaria  de  la  casa  de  Lora,  \h\,  pig.  133. 

(4)  Garla  de  Navarro.— V.  Documento  Dúm,  6. 

(5)  Ibidem. 


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106 
duque  de  Alba  en  rehenes  las  de  Redecilla ,  Ribas  y  Val- 
maseda  con  las  demís  que  le  pertenecían  (1). 

Sosegada  Castilla  y  contenta  con  el  gobierno  del  Rey 
Católico  volvió  este  su  cuidado  á  los  armamentos  ya  prin- 
cipiados contra  los  moros.  Incitábale  á  eso  contar  enton- 
ces no  solo  con  seis  ó  siete  mil  bombres  dispuestos  á 
mantener  su  autoridad  si  se  renovaban  los  pasados  distur- 
bios ,  sino  el  fervor  con  que  el  pueblo  admitía  y  se  pres- 
taba á  semejantes  empresas.  Agregábase  también ,  fuera 
de  las  quejas  por  los  daños  que  los  moros  causaban  en  las 
costas  de  Granada  (2) ,  que  el  vecino  Bey  de  Fez  estaba 
mal  avenido  con  sus  hermanos,  y  convenía  aprovechar 
aquella  disidencia.  Uno  de  ellos  que  era  Rey  de  Túnez  y 
ambicionaba  mejor  estado,  envió  al  Rey  Católico  en  no- 
viembre de  aquel  año  de  1507,  cuando  mas  le  ocupaban 
las  pretensiones  del  duque  de  Nájera  y  D.  Juan  Manuel, 
una  solemne  embajada  prometiendo  ayudarle  en  la  con- 
quista de  Oran  y  otros  lugares  contiguos  en  la  costa ,  si 
con  sus  armas  le  aseguraba  la  posesión  de  los  mas  distan- 
tes y  sobre  todo  de  Tremecen  (3). 

1508. — El  Rey  Católico  que  nunca  abandonaba  sus 
proyectos  contra  tos  africanos ,  admitió  la  oferta ,  y  dio, 
ya  entrado  el  año  de  1508,  tas  órdenes  mas  eficaces 
para  que  cuantas  naves,  gente,  armas  y  demás  se  encon- 
trara en  el  puerto  de  Málaga ,  se  pusiera  bajo  el  mando 
del  conde  Mosen  Pedro  Navarro,  capitán  general  do  su 
infantería  (i).  Ya  estaba  pronta  á  salir  de  aquel  puerto  la 


(1)  Pedro  Bfirtir  en  varíu  epíitoTas.  ZariU,  lib.  8,  cap.  9.— 
Mariana,  ibi.,  cap.  10.  Cata  de  Lara,  ibi. 

(2)  Pedro  Míilir,  Rpíslol. ,  Kb.  SO,  Epist.  350. 

(3)  Zorita,  ibi.. cap.  11. 

(i)  Cartas  del  Rey  Católico  y  DoBaJcoDa.— V.Docnnwntonúm.T. 


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107 

armada ,  cuando  anteponiendo  los  oorsaríos  africanos  sus' 
arrremetidas  á  lo  acostumbrado  en  otros  años,  asaltaron 
las  costas  de  Andalucía ,  7  robaron  y  cautivaron  como  de 
costumbre.  Encnminábase  el  Rey  Católico  á  aquellas  pro- 
vinoias  á  castigar  las  demasías  del  marqués  de  Priego ,  y 
de  tal  modo  le  afligieron  con  la  relación  de  aquellos  re- 
cientes desastres ,  que  desde  luego  ordenó  á  Navarro 
abandonar  lodo  otro  proyecto  y  salir  con  la  mayor  bre- 
vedad á  castor  á  loa  corsarios ;  y  con  ton  acertada  rcso* 
loción  lo  ejecutó ,  que  además  de  tomarles  algunas  fus-~ 
las,  rescató  mucha  parte  de  lo  que'habian  robado  (1). 

Necesitábase  sin  embargo  disminuir  ya  que  no  impe* 
dir  enteramente,  por  no  ser  Tácil ,  la  repetición  de  tales 
rebatos.  Al  intento,  como  siguiendo  Pedro  Navarro  á  loa 
corsarios  hubiese  (legado  á  la  isla  ó  Peñón  de  VeliTz ,  á 
cuyo  abrigo  se  contemplaban  en  toda  estación  seguros  en 
la  ciadad  y  puerto  de  su  nombre ,  resolvió  apoderarse  de 
él.  La  empresa  con  todo  no  dejaba  do  ser  arriesgada.  £1 
Peñen  además  de  estar  apartado  del  continente  cosa  de 
setecientos  á  mil  pasos -y  alzado  del  mar ,  contaba  con 
buena  artillería  y  doscientos  moros  de  guarnición.  Ni  á 
reconocerle  ni  á  combatirle  despacio  nos  cuentan  que  se 
detuviera  el  Intrépido  conde,  sino  que  para  no  perder 
tiempo,  en  tanto  que  las  galeras  de  bu  armada  remolca-; 
han  las  naos  que  la  calma  no  permitía  navegar,  mandó 
que  un  galeón  fondease  entre  la  ciudad  y  el  Peñón  para 
cortar  su  comunicación.  Ordenó  igualmente  que  el  galeón 
se  entoldara  y  cubriese  con  sacas  de  lana  á  fin  de  quo  I0& 
disparos  de  la  fortaleza  no  ofendiesen  á  la  gente  que  iba 
en  él.  Llegadas  las  naos  y  fondeadas  al  lado  del  galeón,' 

(I)  Hariana,  ibi-,  cap.  ISy  Ht. 


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i08 

al  ver  los  moros  á  Navarro  disponiéndose  ó  desembarcar 
con  arlillería  en  el  Peñón,  le  abandonaron  amedrentados 
en  el  día  Í13  de  julio.  Subió  á  él  entonces ,  con  gran  re- 
solución, la  gente  española ,  y  cañoneando  desdo  su  do- 
minante elevación  á  la  ciudad  de  Velez  de  la  Gomera,  la 
destruyó  y  acabó  con  aquel  asilo  de  devastadores  de  nues- 
tras coatas  (1). 

Proporcionada  á  la  pena  de  los  moros  por  aqnella  pér^ 
dida  fué  la  alegría  del  Rey  Católico  y  de  los  moradores  en 
las  costas  de  Andalucía ,  y  mucha  parte  de  las  de  Valen> 
cía  y  Murcia.  Conociendo  el  victorioso  Navarro  cuanto 
para  la  seguridad  de  ellas  'valia  la  conservaron  7  defensa 
del  Peñón  le  fortificó  cuidadosamente,  puso  en  su  forta- 
leza ó  castillo  cinco  lombardas  de  las  que  entonces  se  usa- 
ban ;  dejó  guarnición  de  infantería  y  de  mar^  y  confió  su 
alcaidía  á  un  valiente  soldado  llamado  Juan  Villalobos. 
Proveyó  también  el  Rey  Católico  á  seguridad,  y  auoqne 
catorce  años  después  swpren'dieron  los  moros  y  se  apode- 
raron del  Peñón  con  muerte  de  Villalobos ,  te  regañó  en 
tiempo  de  Felipe  II  D.  García  de  Toledo,  y  todavía  con- 
servamos esa  memoria  del  valor  de  Pedro  Navarro  y  de 
BUS  atrevidas  empresas  (2). 

Solo  el  Rey  de  Portugal  D.  Manuel  se  mostró  ofendi- 
do de  lo  que  acabamos  de  referir.  Fundándose  en  que  Ve- 
loz de  la  Gomera  como  parte  del  reino  de  Fez  estaba 
comprendida  dentro  del  límite  de  las  conquistas  portu- 
guesas .  se  mostró  sentido  de  que  las  armas  del  Rey  su 

(1)  Pedro  HártíF,  Epittota  393,lib.  2).— Zmla,  ihi.,cap,23. 
— Uariana,  ibt.,  cap.  44- 

(2)  Carta  del  Rey  Católico  al  cardenal  Císneros.— Y.  Documen- 
to núm.  8 ¥.\  Cura  de  loi  Palaeios,  cap.  219. — Lais  del  Mármol^ 

Dcseripc'oit  del  áfrica,  lomo  2,  lib.  k,  cap.  V2. 


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109 

suegro  se  hubiesen  apoilct-ado  del  Peñón ,  y  le  pidió  ex* 
plicaciones  al  inlento.  Sin  convenir  el  Rey  Calótico  en  la 
justicia  de  la  reclamación  ni  desatenderla  tampoco .  re- 
plicó á  su  yerno  con  el  acierto  y  tino  que  le  distinguían. 
Dijo  que,  careciendo  de  fuerzas  para  conquistar  y  conser- 
var el  Peñón,  harto  desviado  por  otra  parte  de  los  demás 
dominios  portugueses  en  África ,  que  le  retendría  en  su 
poder  basta  que  se  decidiese  lo  justo,  ó  que  en  otro  caso 
le  indemoizana  oportunamente  (i)^  respuesta  sensata  y 
juiciosa  que  si  bien  no  contentó  al  monarca  portugués,  se 
presentó  luego  ocasión  en  Arcila  de  ver  que  si  tenia 
ambición  le  ^Cascaban  los  medios  de  satisfacerla. 

Poseían  los  portugueses  iquella  plaza  á  orillas  del 
Océano,  y  ó  poco  distancia  de  Tánger  y  del  Eslrecbo,  y  la 
tenían  no  bien  provista  ni  guarnecida.  Viéndola  en  tal 
estado  el  Rey  de  Fez,  creyó  que  acometiéndola  de  im- 
proviso, ni  se  podría  resistir  ni  ser  á  tiempo  socorrida. 
Púsolo  por  obra  en  10  de  octubre  con  tales  fuerzas,  que 
hay  quien  las  computa  en  veinte  mil  caballos  y  ciento  y 
veinte  mil  peooes  (Q).  siendo  así  que  sobraba  gente  con 
los  quince  mil  ballesteros  y  espingarderot ,  que  según 
otros  traía  ademes  de  la  caballería  y  buena  artillería  (5). 
Aunque  la  plaza  solo  contaba  con  unos  cuatrocientos  sol* 
dados,  la  defendió  valerosamente  su  alcaide  D.  Vasco 
Coutiño,  conde  de  Borba ;  pero  herido  de  un  saetazo  en  el 
brazo  y  aportillada  la  muralla  por  donde  entraron  los  ene* 
migos,  se  retiró  como  pudo  al  castillo.  Al  verle  poco  oper- 


(I)  ZnriU,  ibi.,  cap.  3i. 

(S)  UieroDÍmas  Úsorius,  De  rehus  Emmanndis  Lusilaniartgis. 
lib.  5.— Paria  de  Sousa,  Afrka  portuguesa,  cap.  7.  DÚm.  35. 
(3)  Zorita,  ibi. 


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m 

ciliido  para  una  larga  defensa,  pidió  auxilio  á  Lodas  par- 
tes, y  el  primero  que,  acudiendo  i  su  llamamiento,  entró 
con  él  en  Arcila,  fué  Ramiro  Nuñez  de  Guzman ,  corregi- 
dor de  Jerez,  con  trescientos  ballesteros  y  espingarderos  | 
algunos  caballeros  de  aquella  ciudad ;  mas  como  los  moros 
no  desistieran  de  su  intento  á  pesar  de  ese  y  otros  refuer- 
tos  que  liaron  de  Portugal ;  el  Rey  Católico  que  aun 
estaba  en  Andalucía ,  ordenó  á  Pedro  Navarro  que  salien- 
do de  Gibrallar  coa  las  galeras  tjile  mandaba,  se  dirigie- 
se inmediatamente  á  Arcila,  prefinendo  aquella  empresa 
al  ardid  de  quemar  unas  fustas  de  moros  que  proyec- 
taba (1). 

Obedeció  con  puntualidad  Navarro  y  antes  de  anoche- 
cer el  dia  30  de  octubre  en  que  zarpó  de  Gibrallar ,  yn 
estuvo  delante  de  Arcila  con  sus  galeras  y  tres  mil  y  qui- 
nientos soldados  en  ellas.  Fondearon  aquellas  al  dia  si- 
guiente, de  modo  que  lombardeaban  de  través  á  los  mo- 
ros ;  pero  como  á  pesar  del  daño  que  rccíbian ,  no  se  mo> 
vieran  los  sitiadores,  acostó  NavaiTO  por  aquel  lado,  y  á 
cosa  de  medio  dia  una  nao  con  mucha  y  buena  artillería 
que  á  los  pocos  disparos  les  obligó  á  mudar  el  campo  n 
otra  parte.  Desembarcando  entonces  Navarro  con  cien  es» 
pingarderos  y  metiétidese  en  el  castillo  tan  vigorosa- 
mente combatió  á  los  moros  desde  él  y  desde  la  armada 
que  á  la  noche  y  sin  ser  sentidos  levantaron  el  sitio  y  se 
retiraron  hacia  Alcazarquivir,  no  habiéndose  conocido  su 
partida  hasta  que  amaneció.  A  pesar  de  ser  tarde  pam 
perseguirlos,  Navarra  sin  embargo  salió  contra  ellos  acom- 
pañándole la  gente  que  con  él  entró  en  el  castillo  y  algu- 
nos soldados  viejos  de  la  guarnición ;  mas  regresando  sin 

(1)  V.  Documenlo  núm.  9. 


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rfccto  alguno,  prcsló  á  la  plaza  el  cuidado  y  atención  que 
merecía.  Reparó  sus  muros ,  la  proveyó  de  víveres ,  orde^ 
nó  otras  cosas  para  su  defensa ,  y  dio  de  todo  cuenta  al 
Rey  Católico  que  aun  remitió  otros  auxilios,  con  los  que 
quedó  bien  asegurada  (1). 

Aunque  el  Rey  de  Portugal  eslimó  este  socorro  cuan- 
to era  de  razón ,  todavía  pretendió  con  empeño  que  se  le 
restituyera  el  Peíion  (2),  siendo  así  que  para  consen'ar  las 
otras. plazas  africanas  le  escaseaban,  como  se  ha  visto, 
los  medios.  Esa  ambición  con  todo  no  le  apartó  de  mos' 
irarse  agradecido  y  generoso  con  nuestro  conde.  Seis 
mil  ducados  de  oro  cuenta  el  elegante  historiador  y  obis-  . 
po  portugués  Gerónimo  Osorio  que  le  quiso  regalar  por  el 
servicio  prestado ;  pero  que  Navarro  no  solo  tos  rehusó 
obstinadamente ,  sino  que  añadió  haber  hecho  lo  hecho 
•por  cauta  y  servicio  del  Rey  D.  Femando,  cuyo  sueldo 
recibía  y  cuyo  súbdiio  era  y  que  de  solo  él  como  tal  y  no 
de  otro  ninguno  esperaba  el  premio  y  la  recompensa  de 
sm  tareas  y  fatiga» :  respuesta  honrosa  y  delicada  que 
(lió  también  el  corregidor  de  Jerez ,  y  que  muestra  la  dis- 
tancia que  mediaba  entre  Mosen  Pedro  Navarro,  conde  de 
Oliveto ,  y  el  mismo  Pedro  que  pocos  años  antes  piratea* 
ba  para  vivir  (5). 


(1)  Pelri  MarlyriB,  Epitiol.  Wi ,  lib.  2Í  —Zorita  ,  ibi.— Ma- 
riana, ibi.  cap.  14.— HArmoI,  tumo  i,  lib.  i,  del  Reino  de  Fez.  En 
este  mismo  año  dice  que  se  partióla  conqnis[a  de  África  entre  el 
Rey  de  Castilla  y  el  de  Portugal,  y  cay6  a  Castilla  desde  TetuaD  ha- 
cia levante  y  á  Portagal  desde  Ceula  hasla  poaieDle. 

(2)  V.  Documento  nüm.  (0. 

(3)  Osorius,  ibi.  Pttro  aiitem  Navarro  srx  millia  nummorum  au- 
reorum  dota  misil;  quod  munut  iUe  accipere  aullo  modo  voliiil.  Se 
naiit  dixil  Brgis  Ferdinauíli  causa,  ai  jai  ili¡ieiuliis  aleialur  gesiiíse 


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112 

Sieado  tules  sus  acciones  y  tañías  h&  pruebas  Je  adhe- 
sión dadas  al  Bey  Católico,  nada  mas  natural  que  con- 
tar éste  seguro  con  semejante  caudillo  «I  éxilo  de  sus 
proyectos  contra  los  arricanos.  A  pesar  de  ser  ya  antiguo 
que  de  ellos  se  ocupaba  co<i  empeño,  los  tuvo  que  ínter* 
rumpir  por  causa  de  la  liga  que  en  10  de  diciembre  de 
aquel  año  de  1508  contrató  á  Cambray  con  el  Empera- 
dor, el  Rey  de  Francia  y  el  Papa,  para  obligar  á  los  ve~ 
neciatios  á  la  restitución  de  lo  que  cada  ifno  de  los  coli- 
gados pretendia  que  le  habian  uMi'pado.  Aunque  e)  Rey 
Católico  no  tenia  en  eso  el  mismo  interés,  iii  puso  en  la 
liga  tanto  calor  como  los  demás  asociados;  habiéndose 
convenido  en  uno  de  sus  artículos  que  para  1.*  de  abril 
de  1509  i  cada  confederado  tendría  pronto  en  Italia  su 
contingente  para  romper  las  hostilidades  contra  Venecia, 
hubo  de  aprestar  una  armada  al  intento  y  dar  ó  los  asun- 
tos de  Italia  la  atención  consiguiente  á  lo  tratado  (1).  No 
faltó  sin  embargo  un  hombre  extraordinario  y  de  un  des- 
prendimiento inconcebible  en  tinestros  dias ,  que  valién- 
dose de  Navarro  igualmente,  siguiera  con  mas  fervor  tal 
vez  que  el  mismo  Rey  Católico  sus  proyectos  contra  lus 
africanos, 

Desde  que  aquel  gran  Bey  volvió  de  Ñápeles  y  orde- 
nó el  gobierno  de  Castilla  le  instaba  el  cardenal  y  arzobis- 
po de  Toledo  fray  Francisco  Jiménez  de  Cisneros  á  In 
guerra  contra  los  moros.  Frustrada  con  la  derrota  del 
Alcaide  de  los  Donceles  en  1507  la  conquista  de  Mnzar- 
quivir,  para  la  que  adelantó  generosamente  once  cuen- 


qua  gtsserat,  elt  iiloque  taatum  taboris  el  iadiuiria  pramium  pollicc- 
rí,  eujut  eral  aíamHUt.  Idtm/ecit  Pnttvr  Xarisknsis. 
(f )  Zurita,  ibi-,  cap.  27.-Haríanaj  ibi.j  cap.  15. 


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115 

tos  de  maraTedís  (1) ;  quería  que  el  Rey  acabase  y  a6aii- 
zuse  aquella  conquista  coa  la  de  Oran ,  ó  que  le  permi- 
tiera ejecutarla  á  sus  expensas.  Vencidas  algunas  repug- 
nancias ,  si  bien  el  Rey  D.  Femando  le  agradeció  su  celo, 
y  poniendo  á  sus  órdenes  las  nates  y  galeras  del  reino  le 
despachó  en  ÍÍO  de  agosto  de  1508  la  patente  de  capitán 
general  de  toda  el  África,  no  convino,  aunque  se  lo  pi- 
dió, en  que  el  Gran  Capitán  fuese  su  lugarteniente  ge- 
neral (2).  Suponíale  en  connivencia  con  los  que  en  Cas- 
tilla aun  andaban  descontentos  con  su  gobierno  y  en  tratos 
con  el  Emperador  (5) ;  mas  en  su  lugar  ya  le  pidiera  el 
cardenal,  por  consejo  del  mismo  Gran  Capitán  que  tan 
conocidos  tenia  su  valor  y  pericia ,  ó  ya  se  la  diera  el 
Rey  por  la  sunia  coafianza  que  en  él  tenia,  fué  Mosen 
Pedro  Navarro  nombrado  maese  de  campo  general  ó  ca- 
pitán general  de  la  expedición  que  el  cardenal  costeaba, 
asociándole  parq  mandar  la  artillería  á  Diego  de  Vera ,  y 
por  cuartel-maestre  á  Gerónimo  Vianello ,  veneciano  á 
nuestro  servicio ,  muy  práctico  en  las  costas  de  Berbe- 
ría ,  y  sobre  todo  en  proveer  armadas  (4). 

É&  sobremanera  curiosa  la  relación  que  un  escritor 
nos  da  de  lo  que  Navarro  pidió  al  cardenal  para  aprestar 
la  suya.  Diez  mil  soldados  de  picas  y  coseletes,  ocho  mil 


(1)  Zorita,  lib.  6, cap.  15,  y  lib.  8,  cap.  11. 

(2)  Alvaro  Gómez:  De  rebus  geslU  Francisei  Ximenii,  lib.  k, 
fol.  101. — Archetipo  de  virtudes:  eípijo  de  Prelado!  el  veiieraile 
Fr,  Franeiica  Jiménez  de  Citnerot ,  por  el  Colegio  mayor  de  San  Il- 
defonso de  Alcalá,  lib.  3,  cap.  19.— ^ndoval.  Historia  de  Cór- 
/«r,  lib.  1,S.  27. 

(3)  Mariana,  ibi.,  cap.  15. 

(4)  Jotío  :  De  vita  magm  Consalvi,  lib.  3.— Alvaro  Gómez  y  Ar- 
qneliiM),  ibi. 

lono  XXV.  8 


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114 

esGopütcros  y  ballesloros ;  doscientos  azadoneros  coa  pi- 
cos, palas  y  azadones ;  dos  mil  hombres  de  á  caballo,  los 
quinienlos  de  armas  y  los  demás  gioetes ,  y  doscientos  es- 
copeteros y  ballesteros  á  caballo.  Para  su  mantenimiento 
y  transporte  pidió  veinte  mil  toneladas  de  navios,  diez 
galeras  y  en  ellas  quince  mil  quintales  de  bizcocho,  dos 
mil  fanegas  de  cebada  para  los  caballos ,  mil  y  seiscien- 
tas botas  valencianas  de  agua  para  beber,  mil  y  doscien- 
tos quintales  de  carne  salada,  quinientos  de  queso,  seis* 
cientos  de  pescado  cecial ,  ochocientos  barriles  de  sardina 
y  anchoa ,  treinta  botas  de  aceite ,  setenta  de  vinagre, 
trescientas  fanegas  de  sal  y  quinientas  botas  de  vino ,  con 
toda  la  artillería  ordinaria  que  conviniese  para  ciento  y 
cincuenta  velas  y  diez  galeras ;  y  con  especialidad  cuatro 
cañones  gruesos,  dos  pedreros,  seis  gerifaltes  y  cuatro 
culebrinas  para  desembarcar,  con  el  repuesto  necesario  de 
plomo  para  balas,  pólvora  sin  cuento,  hierro .  herramien- 
tas, picas,  coseletes  y  escopetas  proporcionadas  al  núme- 
ro de  gentes  de  guerra,  y  setenta  acémilas  para  las  mu- 
niciones y  servicio  del  Real  (1). 

A  todo  se  dice  que  accedió  el  cardenal ,  facultando 
además  á  Navarro  para  tomar  á  sneldo  cuantas  corapa- 
fiias  pudiera  délas  que  en  Italia  quedaron  y  habian  obe- 
decido al  Gran  Capitán.  También  le  ordenó  trasladarse  á 
lilálaga  á  reconocer  la  armada  y  aprestar  lo  que  faltase, 
mostrando  en  todo  la  mas  celosa  actividad ,  á  pesar  de  su 
edad  septuagenaria,  y  sin  advertir  por  ventura  que  ese 
mismo  celo  falto  de  inteligencia  en  aquello  de  que  se 
trataba  podia  ser  causa  de  disgustos.  Por  cartas  del  Rey 
Católico  á  Pedro  Navarro  y  al  cardenal  sabemos  que  á 

(1)  Arquetipo,  ibi. 


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115 

este  DO  soto  le  habían  becho  desconfiar  de  aquel  sino  de) 
mismo  Rey  (1).  La  causa  de  esa  desconfianza,  olvidando 
otras  políticas  y  acaso  mas  verdaderas,  fué  según  alanos 

>  la  condición  del  conde  poco  cortesana  y  sufrida ,  en  fin 

>  como  de  soldado ,  y  porque  el  cardenal  nombró  por 
»  capitanes  algunos  criados  suyos ,  de  compañías  que  (e- 

>  nía  ya  el  conde  encomendadas  á  otros  (2) ;  siendo  quizás 

■  mas  probable  según  otfos  que  eso  fuera ,  porque  los 

•  soldados  se  consideraban  como  ultrajados  de  que  cosa 
»  de  tanta  monta  se  manejase  por  quien  criado  en  el 

■  claustro  y  embozado  en  su  capucha  jamás  habia  visto 
B  ni  enemigos  ni  campamentos,  se  quejaba  de  la  lentitud 

■  con  que  se  obraba,  de  que  habia  descuido  en  los  arma- 

>  mentes  é  infidelidad  en  los  empleados  y  de  que  en  los 

■  buques  faltaban  las  provisiones  y  otras  cosas  necesarias. 

•  llegando  por  último  á  desconfiar  del  mismo  Pedro  Na- 

>  varro .  viendo  que  unas  veces  quería  desembarcar  en 

>  One  desde  donde  los  moros  nos  hacían  gran  daño ,  y 

■  otras  ir  á  cercíir  ¿  Teluan ,  que  le  parecía  mas  prove- 

>  Ch080{3)." 

Pero  dejando  á  parte  las  reflexicmes  á  que  Zurita  so 
entrega ,  tratando  de  la  pugna  entre  dos  hombres  que  por 
distinto  camino  habían  pasado  de  la  humildad  en  que  na- 
cieron á  colocarse  en  puestos  muy  eminentes ,  y  en  tos 
cuales  fil  uno  quería  mandar  con  la  humildad .  y  habien- 
do sido  siempre  religioso ,  á  quien  hacia  poco  caso  de 


(1)  V.  Documento  núm.  11. 

(2)  Mariana,  lib.  29,  cap.  18. 

(3)  Alvaro  Gómez,  ibi.-— One,  llamado  por  !o5  africanos  De- 
gral-Unein,  estaba  sitoado  en  el  Mediterráneo  á  la  altura  de  Alme- 
ría. En  1533.  fué  tomado  y  destruido  por  D.  AWaro  fiazan  el  Vie- 
jo.— Mármol,  tomo  2,  lib.  5,  cnp<  9. 


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H6 

eso ,  habituado  á  mandar  siempre  con  el  estoque  ó  la  pica 
en  la  mano  (I);  lo  cierto  fué  que  en  tauto  que  algunos 
liaron  á  tener  á  Navarro  por  incapaz  de  dirigir  tan 
grande  empresa,  no  habiendo  antes  entendido  en  otra 
igual .  el  cardenal  mortificado  con  lan  sostenidas  contra- 
dicciones, estuvo  á  punto  de  renunciar  á  ella.  Si  no  lo 
ejecutó,  no  tanto  da  á  entender  su  elocuente  hisloriador 
Alvaro  Gómez,  que  se  debió  á  las  cartas  del  Rey  Catoli" 
co,  "  como  al  descrédito  en  que  si  por  causa  suya  no  se 
■  verificaba  la  expedición ,  le  dijeron  que  iba  á  caer  la 
*  alta  dignidad  del  Primado  de  Toledo,  cuya  grandeza 

>  habia  sido  tal  en  todos  tiempos  quo  no  solo  pudo  man- 

>  tener  ejércitos ,  sino  conquistar  de  los  moros  pueblos  y 
» ciudades  fuertes  (2)." 

1509. — Vuelto  pues  el  cardenal  de  su  propósito,  pasa- 
ron á  principios  de  1509  á  verle  de  orden  del  Rey  en  Al- 
calá Pedro  Navarro  y  Gerónimo  Vianello.  De  su  entre- 
vista resultó  terminarse  algún  tanto  las  diferencias  con 
Navarro,  y  estipularse  con  toda  solemnidad  y  en  instru- 
mento público  las  obligaciones  recíprocas  del  Rey,  del 
cardenal,  del  mismo  Navarro,  y  de  los  que  á  sus  órdenes 
habían  de  militar  en  la  expedición.  Estipulóse  también 
que  esta  se  dirigiría  á  Oran  en  la  p/imavera  inmediata  y 
que  todo  lo  concerniente  á  ella  había  de  estar  pronto  y 
reunido  en  Cartagena  para  el  23  de  abril  de  aquel  año; 
siguiéndose  ó  la  estipulación  partir  Navarro  á  Málaga  para 
conducir  la  armada  á  Cartagena  con  oquel  fin ,  y  con  el 
mismo  á  los  cuarteles  en  que  invernaban  las  tropas,  sus 
jefes  y  capitanes ;  entre  tos  cuales  se  distinguía  Gonzalo 


(1)  Zorita,  lib.  8,  cap.  30. 

[i)  Alvaro  Gómez,  ibi. ,  pág.  103. 


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117 

de  Ayora,  que  fué  el  pnmer  creador  de  la  Guardia  Real 
^introductor  de  la  táctica  moderna  en  España ,  y  que  tan 
práctico  en  la  disciplina  militar  como  ardiente  defensor 
de  la  libertad  castellana,  murió  en  tierra  extraña  por  ha* 
ber  abrazado  con  calor  la  causa  de  las  comunidades  y  ha* 
berle  excluido  Carlos  V  de  sus  indultos  (1). 

Has  á  pesar  de  lo  estipulado  y  de  la  actividad  con  que 
todo  se  preparaba  no  dejaron  de  sobrevenir  nuevas  disi- 
dencias entre  el  cardenal  y  el  conde.  Como  aquel  en  con- 
cepto de  capitán  general  queria  mandar  en  persona  la  ex- 
pedición ,  anunció,  y  asi  lo  cumplió ,  que  queria  estar  en 
Cartagena  para  el  6  de  marzo ,  contando  con  que  para 
entonces  ya  podria  estar  en  aquel  puerto  la  armada  que 
de  el  de  Uálaga  habla  de  conducir  Navarro.  Presentósele 
éste  manifestando  no  haberlo  permitido  el  tiempo,  y  que 
aun  se  tardarían  diez  dias,  y  cuando  ya  se  verificó  la  tras- 
lacion  y  que  todo  estaba  reunido  y  pronto  para  dar  la  ve- 
la, vinieron  á  retardarlo  sucesos  muy  desagradables. 
Amotinados  los  soldados  por  uno  que  hahia  sido  zapatero 
en  Alcalá,  se  obstinaron  en  no  embarcarse  hasta  que  no 
se  les  pagase  lo  que  se  les  dcbia.  Castigó  Vianello  á  algu- 
nos coD  rigor  militar,  y  como  por  orden  del  cardenal  le 
reconviniese  por  eso  su  sobrino  García  de  Villarroel  que 

(1)  Alvaro  Gómez,  ibi.,  pig,  iOi.— Sobre  GoDzalo  de  Ayora  y 
BQ  táctica  pueden  verse  sos  Cartas  y  las  Ilustraciones  del  seSor  Cle- 
meocin  al  reinado  de  Doña  Isabel  en  su  Elogio. — Zurita  enellib.  8.*, 
c»p.  30  del  Rey  D.  Fernando  no  se  muestra  muy  generoso,  después 
de  decir  que  "  presumía  ser  muy  dieiítro  en  la  disciplina  militar, 
»  y  que  no  solo  podía  poner  las  manos  como  cualqniera  capitán  en 
X  los  hechos  de  la  guerra,  mas  intervenir  en  los  consejos/'  añadien- 
do '*  que  tenia  cargo  de  ordenar  la  historia  del  Rey ,  pero  ejercitó 
»  mas  BU  elocuencia  en  el  hablar  que  en  escribir  las  cosas  de  su 
» tiempo  como  fuera  razoD." 


.yCoOglc 


118 

mandaba  la  caballería,  y  Vianello  le  replicase  hablando 
mal  de  su  tío ,  le  dló  aquel  una  cuchillada  en  la  cabe^ 
que  hasta  que  no  se  curó,  detuvo  la  expedición  (1). 

Culpóse  de  todo  á  Navarro ,  suponiéndosele  en  conni- 
TODcia  con  Vianello.  Tmputósele  andar  buscando  armada  y 
caudal  para  guerrear  de  su  cuenta  contra  los  moros  de  Ar- 
gel ó  en  cualquiera  otra  parte.  "  Acasáronle  de  haber 

>  sido  quien  habituado  á  las  rapiñas  de  Italia,  y  olvidado 

■  de  lo  pactado  con  el  cardenal  acerca  de  que  la  paga  de 

•  los  soldados  no  se  entregara  á  los  capitanes  sino  que  la 

>  recibieran  de  su  tesoro,  para  que  según  la  experiencia 

>  probaba ,  ni  se  les  derraudase  en  lo  justo  ni  se  cobraran 

■  plazas  supuestas  al  ver  la  determinación  de  que  no  sa 

*  les  pagase  hasta  en  Oran ,  habia  por  una  parte  inducido 

>  á  los  soldados  á  desconfiar  del  cardenal ,  y  á  los  capita- 

>  oes  por  otra ,  especialmente  á  los  que  con  él  habian  mi- 

■  htado  en  Italia,  á  rescindir  sus  contratas  así  que  llega- 

>  ron  á  Cartagena ;  tan  codicioso  en  fin  y  tan  falto  de  pa- 

*  labra  describen  á  nuestro  conde,  que  habiendo  también 
»  pactado  con  el  cardenal  que  la  mitad  do  las  presas  se 

■  hubiese  do  aplicar  A  los  gastos  de  la  guerra  ;  habiendo 

•  tomado  algunas  después  de  estar  en  Cartagena ,  no  qui- 

>  so  de  modo  alguno  aplicar  al  común  la  parte  que  le  cor- 

>  respondía,  sino  con  evasivas  militares  convertirlas  en- 

>  toramente  en  su  provecho  y  el  de  algunos  otros  (2)." 

Por  su  parte ,  nos  cuentan,  y  ya  hemos  indicado,  que 
Navarro  se  quejaba  de  que  el  cardenal  hubiese  nombra- 
do capitanes  á  algunos  criados  suyos.  Recelábase  además 
de  que  la  expedición,  aunque  en  la  apariencia  preparada 

(1)  Alvaro  Gomez>  ibi. 

(2)  Ibidem,  p¿g.  107. 


3vGooglc 


119 

contra  el  África ,  no  se  dirigiese  contra  Venecia ;  alormáii' 
.  dolé  esto  de  modo  que  públicamente  decía  que  si  tal  su-, 
cediese  se  echaría  antes  al  mar  y  moriría  de  mala  muer- 
te í  lo  cual  atribuye  Zurita  á  escrúpulos  de  otro  orden, 
siendo  asi  que  pudieran  derivar  de  la  persecución  que 
cuando  era  pirata  sufrió  de  los  venecianos  (1);  llegando 
por  último  las  desconfianzas  á  punto  de  que  además  de 
prestarse  mutuas  seguridades  el  cardenal  y  Navarro ,  to- 
davía hiciera  este  pleito  homenaje  ante  el  conde  de  Alta* 
mira  j  en  manos  de  D.  Antonio  de  la  Cueva  de  obede- 
cer sin  replicar  lo  que  el  cardenal  le  mandase  (2). 

Mientras  tanto  los  soldados  que  en  la  furia  de  su  mo- 
tín á  grandes  voces  gritaban  paga ,  paga ,  que  rico  es  el 
fraile  (3) ,  y  que  todavía  se  resistían  á  embarcarse ,  si  no 
se  les  pagaba ,  se  fueron  serenando  con  las  razones  del 
capitán  Salazar  que  mandaba  la  gente  de  Toledo  y  les 
inspiraba  confianza.  Persuadido  sin  embargo  el  cardenal 
de  que  si  no  se  pagaba  no  habría  sosiego,  entre  receloso 
de  Navarro  y  de  que  los  soldados  se  le  fuesen,  para  cal- 
marlos ,  mandó  pregonar  un  bando  ordenando  que  todos 
acudiesen  á  cobrsr  su  sueldo  á  las  naos.  Ordenó  además 
para  pública  salisfaccion  de  los  interesados  que  los  sacos 
del  dinero  se  llevasen  á  la  Capitana  en  que  estaba  el  teso- 

(1)  Véase  mas  atrás  en  la  pig.  31. 

(2)  ZoriU,  ibi. 

(3)  Sandoval  en  la  Hiitoria  de  Cárloi  V,  lib.  1  .*,  %.  30,  supone 
ipieeataa  voces  partieron  de  los  soldados  después  de  llegar  á  Oran, 
También  pndiera  hacerla  creer  un  pasaje  de  Pedro  Mártir  de  An- 
gleria  en  la  epist.  420,  lib.  22,  en  qoe  trata  de  la  vuelta  del  cár- 
deos! de  aquella  plaza ;  pero  como  alli  ni  Alvaro  Gómez  ni  Zurita 
cuentan  qne  huhiera  nuevas  alteraciones,  puede  creerse  que  aque- 
JUs  voces  se  oyerou  va  Cartagena  antes  de  qne  i  los  soldados  se  les 
diese  la  paga. 


3vGooglc 


120 

rero,  á  vista  de  lodos  y  coronados  con  verdes  ramos, 
acompañándolos  la  música  militar;  consiguiendo  de  este 
modo  que  olvidados  enteramente  los  soldados  de  los  ante* 
ríores  motines,  acudieran  á  embarcarse  sobre  manera 
alegres  j  como  á  porGa  (1). 

Gozoso  el  cardenal  con  esto,  y  ya  curado  Vianello  de 
su  herida ,  se  embarcó  también  en  1 5  de  mayo  para  espc* 
rar  á  bordo  el  buen  tiempo.  Logróse  al  día  siguiente  cual 
se  deseaba ,  y  levada  el  ancla  salió  de  Cartagena  la  arma- 
da como  á  las  tres  de  la  tarde.  Componíase  de  óchenla 
naos  y  diez  galeras ,  con  el  número  de  buques  snficiento 
para  conducir  hasta  diez  mil  peones  de  desembarco  j 
cualro  mil  caballos  fuera  de  los  vivanderos  y  marineros  de 
que  iba  bien  provista:  y  continuando  cl  viento  con  igual 
favor  llegó  al  otro  dia  17  de  mayo ,  jueves  de  la  Ascen- 
sión, algo  después  de  anochecer  á  Mazarquivir,  gran  puer* 
lo  en  el  Mediterráneo,  como  á  una  legua  de  Oran ,  repula- 
do  entonces  por  el  mejor  y  mas  copaz  del  África  (2). 

El  cardenal,  á  quien  D.  Diego  FemaiHlez  de  Córdoba, 
Alcaide  de  los  Donceles  y  de  la  fortaleza  de  Mazarquivir 
salió  al  encuentro ,  no  quiso  de  modo  a^no  desembar- 
car á  BU  llegada.  En  vez  de  entregarse  al  sueño  como  su 
edad  requería ,  aun  cuando  supo  que  la  armada ,  á  pesar 


(1)  A1,*Bro  Gómez,  ibr,  pág.  i(l6...feita /ronde  eor<mafe,cuiie- 
tii  vidtntikus  et  lympanorum  lubarumque  sonum  audienliiiu,  futv 
prtiioíum  metailum  in  navim  prceioriam  eomilaianlttr,  uhi  pastor 
tedeiat,  tltpendta  qva  euique  deberenlur  numeraturut.  Hoe  tpeeta- 
cuto  ita  mnl  omnes  injlamali,  ut  iaeredibiUfesiinaiionr  ad  mutm  no- 
vel eonseenderiat,  teditiouii  ehliti,  tte. 

(2)  Mazarquivir  6  Marza-el-qaifir ,  segna  Luis  del  Mármol, 
qaiere  decir  en  arábigo  Puerto  grandt.  Desa-ipcion  del  Afriear 
lib.  5,  cap.  18^  pig.  193. 


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de  su  aúmero  y  de  la  oscuridad  de  la  noche  había  entra* 
do  sin  desgracia  en  el  puerto,  no  quiso  descansar,  sino  ve- 
lar y  ordenar  lo  que  se  habia  de  ejecutar  al  otro  día.  Pe* 
dro  Navarro ,  mientras  tanto ,  siendo  tan  excelente  capi- 
tán ,  como  sus  censores  reconocen,  no  estuvo  ocioso ,  ni 
omitió  nada  de  cuanto  en  aqaella  ocasión  convenia  tener 
presente.  A  todos  inspiraba  aliento.  A  todos  exortaba  ¿ 
pelear  con  ánimo  para  vencer  con  gloria  al  otro  dia ;  mas 
entonces  también  lo  mismo  que  en  cuanto  habia  precedí* 
do  se  vio  contrariado  por  los  que  con  menos  ínlelígeDcia 
en  la  milicia  y  cosas  de.  guerra  tenían  mas  ascendiente 
sobre  el  cardenal,  plabiéndose  discutido  en  va  presen- 
cia sobre  la  hora  y  modo  de  desembarcar,  y  adop- 
tada la  opinión  de  los  mas  que  estaban  porque  fuera  án* 
les  de  amanecer  para  apoderarse  de  noche  de  una  sier* 
ra  entre  Hazarquivir  y  Oran,  así  se  veríGcó.  Sin  embar- 
go, como  Navarro  nunca  fué  de  opinión  que  se  embarcase 
tanta  caballería  por  ser  áspero  el  terreno  y  poco  dispues* 
to  para  ella .  pareciéndole  por  el  pronto  innecesaria ,  no 
cuidó  de  su  desembarco,  sino  de  que  terminado  el  de  toda 
la  infantería,  los  esquifes  y  otros  buques  que  habían  de 
servir  para  et  déla  caballería  se  quedasen  á  la  orilla  (i). 
Anunciado  esto  al  cardenol,  creyendo  que  Navarro 
obraba  de  ese  modo  por  emulación  en  el  mando  y  afren- 
tarle, se  indignó  contra  él  y  ordenó  todo  lo  contrario. 
Principió  pues  la  caballería  á  desembarcar,  y  aunque  coa 
desconcierto  y  mucha  pérdida  apenas  lo  ejecutó  á  tiempo 
la  tercera  parte :  visto  lo  cual  por  Navarro  que  desde  las 
seis  de  la  maúana  so  hallaba  al  frente  del  castillo  de  Ha- 
zarquivir con  BU  ejército  formado  en  un  llano  y  repartido 

(1)  Alvaro  Gomex,  ibi.,  pág.  109. 


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122 

en  cuatro  cuerpos  de  á  dos  mil  y  quioientos  hombres^ 
suspendió  la  marclia  a)  enemigo.  Tratóse  entonces  de  que 
los  soldados  almorzasen.  Pusiéronlo  por  obra,  dispensan* 
dotes  el  cardenal  que  pudieran  comer  carne  pues  era  vier- 
nes. Rompióse  luego  la  marcha,  pero  como  el  cardenal 
qtiisiera  dirigir  el  ataque  montado  en  una  muía ,  revesti- 
do de  los  ornamentos  arzobispales  y  con  una  cruz  delan- 
te ,  le  exhortaron  todos  y  no  sin  pena  consiguieron  que  se 
retirara  al  pueblo.  Navarro  ya  solo  entonces  á  la  cabeza 
del  ejército ,  advírtienJo  que  los  enemigos  eran  muchos, 
y  que  estando  el  tiempo  tan  adelantado,  pues  erau  las  nue- 
ve de  la  mañana ,  acaso  vendria  la  noche  á  interrumpir  el 
combate ,  pensó  |en  suspenderlo  hasta  el  otro  dia ;  pero 
consultado  el  cardenal  respondió  que  arremetiese  al  ins- 
tante. Asi  lo  ejecutó  Navarro  con  su  habitual  resolución. 
Poniéndose  á  la  cabeza  del  escuadrón  de  reserva ,  y  orde- 
nando á  la  artillería  y  á  la  caballería  que  había  desembar- 
cado que  le  siguieran ,  sonadas  trompetas  y  tambores  y 
apellidado  Santiago ,  marchó  derecho  con  su  gente  á  to- 
mar la  sierra  que  separaba  á  Oran  de  Mazarquivir  (1). 

Los  moros  que  en  un  principio  aparecieron  como  de 
doce  mil  á  pié  y  á  caballo ,  reforzados  cada  vez  mas  y 
confiados  en  el  socorro  que  esparaban  de  Tremecen,  de- 
fendían el  paso  valientemente.  No  solo  usaban  de  las  sae- 
tas sino  de  grandes  piedras  que  echaban  á  rodar  contra 
los  nuestros ;  señales  una  y  otra  de  que  no  habían  adelan- 
tado gran  cosa  en  el  armamento  y  táctica.  Algunos  hubo 
tan  belicosos  y  resueltos ,  y  esta  es  también  señal  de  lo 
mismo ,  que  se  adelantaban  á  escaramuzar  con  los  cnstia- 


({)  Alvaro  Gómez,  ibid.— Hariana ,  lib.  39^  cap.  18,  dice  que 
eran  las  trea  de  la  larde  cuando  se  emprendió  d  combale. 


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125 

nos  y  a  provocarlos  en  su  misma  formación ;  cuyo  arrojo, 
no  obstante  estar  en  el  ejército  del  conde  severamente 
prohibido  salirse  de  las  Olas,  arrastró  tras  ellos  algunos 
especialmente  de  Guadalajara ,  que  adelantándose  dema- 
siado ,  pagaron,  como  por  lo  común  acontece,  su  falta  de 
subordinación  (1). 

El  ejército  entretanto  trepaba  bravamente  por  la  sier- 
ra ,  protegido  de  la  artillería  que  Novarro  babia  colocado 
con  inteligencia.  Ganado  un  manantial  de  agua  que  refri- 
geró mucbo  á  la  gente ,  y  mudada  la  artillería  á  un  punto 
entre  unos  lugares  y  unas  quintas,  fué  grande  el  estrago 
que  causó  entre  los  moros.  Nuestro  conde  que  lo  observó 
y  sabia  aprovechar  las  ocasiones,  poniéndose  entonces  á 
la  cabeza  de  unos  cuantos  soldados  escogidos ,  cayó  tan 
denodadamente  sobre  el  enemigo  que  amedrentado  huyó 
desordenadamente  y  abandmó  la  sierra ,  persiguiéndole 
con  no  menos  desorden  nuestra  gente ,  olvidada  la  subor< 
dinacion  y  desoídos  sus  capitanes  (2) 

En  esto  las  galeras  que  ya  se  habían  acercado  á  Oran, 
y  con  su  artillería  bien  dirigida  combatido  tas  murallas  de 
la  ciudad,  desembarcáronla Igu ñas  compañías  que  pene- 
trando en  ella  se  apoderaron  de  la  alcazaba  y  de  algunas 
torres.  Dirigiéronse  luego  á  abrir  las  puertas  por  donde 
los  que  habían  perseguido  á  los  fugitivos  trataban  de  pene- 
trar con  tal  empeño  que  basta  con  las  picas  se  empujaban 


(i)  Ibidem.— ZuriU,  ibi.,eDlre  los  maerloB  cita  á  Luis  de  Con- 
treras. 

(2)  Ibid...  Quai-e  lormenlis  inlerfcelas  et  suhurhanas  quatáam 
habitationeí  eoUocatis...  Navarras  et  atiquot  teUcti  mili/es  lauta /erra 
strageqae  ediderunt,  ut  terriSUi  mtíu  deiilitati  mauri  vini  illorum 
tuttiaere  itequiveriní,  sed  terga  daitíes,  monlera  deseruerunr,  noilris- 
qiu  líber  traaíttus  til  relictas  etc. 


3vGooglc 


124 

uno3  á  otros.  Ta  dentro  todos  combatieron  unidos  contra 
algunos  moros  que  no  obstante  ver  eo  la  ciudad  izadas  las 
banderas  cristianas,  todavía  querían  penetrar  en  ella.  Re- 
chazados al  On ,  todo  quedó  par  los  cristianos,  siendo  su  vic- 
toria tan  completa  que  solo  se  cuenta  haber  perdido  trein- 
ta hombres,  al  paso  que  de  sus  enemigos  se  dice  que  Tue* 
ron  cuatro  mil  muertos  y  cerca  de  cinco  mil  los  prisio- 
neros (1). 

Esta  conquista  de  Oran  veriGcada  en  el  dia  i7  de  ma- 
yo de  i509  con  tanta  facilidad,  que  solo  se  emplearon 
dos  ó  tres  horas  en  ella,  la  atribuyeron  algunos  escrito- 
res por  esa  razón  á  las  fervorosas  oraciones  de  quien  ia 
habia  costeado  tan  desprendidamente.  En  una  curiosa  re- 
lación escrita  de  orden  del  mismo  cardenal  Jiménez,  por 
quien  le  acompañó  en  aquella  expedición ,  se  dice  para 
probar  el  milagro  que  hubo,  especialmente  en  la  pelea, 
que  DO  solo  pareció  á  la  hueste  cristiana  haber  Dios  alar- 
gado el  dia  como  en  tiempo  de  Josué,  sino  que  cubría  á 
los  moros  una  niebla  tan  oscura,  que  les  impedia  ver  á 
los  cristianos  favorecidos  con  una  luz  clara  y  buen  tiem- 
po (2).  Otros  dijeron  que  solo  milagrosamente  so  pudo 
ganar  plaza  tan  importante,  habiendo  sido  tan  grande  el 
desorden  que  buho  en  nuestra  gente  sobre  todo  en  la  que 
llamaban  de  ordenanza :  añadiendo  otros  que  lo  mas  se 
debió  á  las  inteligencias  del  Alcaide  de  los  Donceles  y  de 
Mazarquivir  coa  un  judio  y  dos  moros  cobradores  de  las 
rentas  del  Bey  de  Tremecen  y  alcaides  de  las  puertas  de 
Oran,  los  cuales ,  cerrándolas  a  los  fugitivos  para  que  no 


(1)  Alvaro  Gómez  y  Zurita,  ibid. 

(2)  Zurita,  ibi.,  cap.  30.— Véasela  carU del  Mtro.Cazalla en  el 
Documento  núm.  12. 


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i25 

enlráran,  y  avisando  at  cardenal  para  que  enviase  desde 
Mazarquivir  gente  que,  como  lo  hizo,  asaltara  la  plaza, 
contribuyeron  encazmenle  á  tan 'gran  triunfo  (1).  Hubo 
empeño  en  no  atribuirle  de  modo  alguno  ni  á  Pedro  Na- 
varro, no  obstante  ser  tan  perito  en  la  milicia  como  sus 
mas  distinguidos  contemporáneos  reconocen,  ni  i  la  dis- 
ciplina de  sus  gentes,  mayormente  de  las  que  con  el  Gran 
Capitán  habían  estado  en  Ñapóles,  y  tan  superior  era  á  la 
de  los  africanos ;  porque  todavia  duraba  entonces  como 
por  lo  pasado  atribuir  al  acaso  á  los  milagros  lo  que  en 
la  guerra  era  consecuencia  precisa  del  valor  combinado 
con  el  arle  (2). 

Sin  embargo  los  mismos  panegiristas  del  cardenal  tie- 
nen que  reconocer  grandes  prendas  militares  en  el  conde 
Pedro  Navarro.  Soqueada  la  ciudad  y  pasado  el  primer 
desuden ,  cuento  Alvaro  Gómez  que  para  evitar  ser  sor- 
prendido, puso  con  suma  previsión  y  al  cuidado  de  acti- 
vos capitanes,  guardias  que  lo  impidieran.  Ordenó  ron- 
das, y  venida  la  noche,  en  tanto  que  los  demás  decansa* 
han  en  profundo  sueAo,  él.  que  dormía  mvy  poco,  y  que 
en  la  guerra  nunca  se  desnudaba  del  sayo  militar,  velaba 
por  todos  Cá).  Al  amanecer  el  siguiente  dia,  reconoció 
como  prudente  los  alrededores  de  la  ciudad.  Mandó  luc- 

(1)  Mármol,  Descripción  del  jifríca ,  lib.  5,  cap.  S8,  pég.  197. 

(2)  Vedro  Mártir,  dando  cnenta  de  una  carta  escrita  en  Valla- 
dolid  í  S9  de  abril  de  1 500  de  como  el  cardenal  adelantaba  los  fon- 
dos para  la  expedición  que  ya  estaba  en  Cartagena,  elogia  á  Navar- 
ro, diciendo  Primariuí  eit  ei  dador  Petrus  Ule  Navarrur  Comes, 
man  el  lerrii  Mlica  gloria  fama  illusiris.  Epistol.  4(3,  lib.  22.— 
Véase  la  carta  qne  le  escribió  Hernando  del  Pulgar  eloji.'ndole  An- 
tes de  prtir.  V.  Docnmento  núm.  13. 

(3)  De  rebus  getlis,  Ctc.  pig.  Ul....  nunjwom  militare  tegum 
txuil,  qiwd  illiperpctaum  in  ietíofuif,  eral  cm'in  somrii partiisimui. 


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126 

go  enterrar  los  muertos ,  trasladar  los  heridos  á  las  mez- 
quitas y  otros  lugares  seguros,  intimó  la  rendición,  ofre* 
ciendo  buen  trato ,  á  los  pocos  moros  que  aun  querían 
defenderse  en  algunas  casas,  y  dispuso  por  último  que  se 
esplorasen  las  cercanías  de  la  plaza,  para  que  al  entrar 
en  ella  el  cardenal,  que  aun  estaba  en  Mazarquivir,  nada 
turbara  ni  su  seguridad  ni  su  contento. 

Si  por  otra  parte,  y  como  el  mismo  Alvar  Gómez  re- 
fiere ,  al  entrar  en  Oran .  se  le  ofreció  como  á  general 
del  ejército  cuanto  se  habia  apresado,  mal  se  compa- 
dece ese  desprendimiento  con  la  rapacidad  de  que  al 
aprestar  la  armada  acusaban  á  Navarro.  Esa  contradicción 
y  la  suposición  de  que  él  mismo  se  jactaba  de  leaer  envi- 
dia de  aquel  hombre  con  capucha  (1)  confirman  en  la 
opinión  de  que  los  eclesiásticos  y  frailes  que  influían  con 
exceso  en  el  ánimo  del  cardenal  eran  antipáticos  á  aquel 
atrevido  guefrero,  que  en  todo  era  inferior  al  eminente 
y  virtuoso  prelado,  salvo  en  lo  militar.  Sin  embargo  se 
obstinaron  en  que  en  eso  le  sobrepasase ;  y  con  ese  em- 
peño cuentan  que  á  luego  de  entrado  el  cardenal  en  Oran 
y  de  consagrar  en  catedral  su  mezquita ,  como  tratase  de 
ordenar  otras  cosas  relativas  al  gobierno  militar.  Navarro 
le  dijo  resueltamente  que  en  adelante  no  toleraría  que 
siendo  él  tan  práctico  en  las  cosas  de  la  milicia,  le  man- 
dara otro  que  no  hubiese  jamás  vestido  aquella  ropa.  Con 
motivo  de  que  un  criado  suyo  mató  en  una  riña  á  otro 
del  cardenal,  cuentan  también  haberle  reprendido  con 
toda  severidad,  imputándole  ser  la  causa  de  los  motines 
del  ejército  y  de  faltarte  loe  soldados  á  la  subordina- 


(1)  Alvnro  Gómez,  ibid-,  pág.  M6...  uni^  homúUt  c 
ipse  dicebatf  invtdiosus  erai. 


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cion.  Aun  añaden  haberle  dicho  que  si  se  iba  luego  y 
él  quedaba  gobernando ,  no  dudaba  de  conquistar  muy 
pronto  gran  parte  del  África ,  que  el  mando  de  dos  per- 
sonas en  un  ejército  era  todavía  mes  de  temer  que  la  es- 
pada de  los  enemigos :  que  regresara  á  España  satisfecho 
con  haber  presenciado  aquella  importante  coaquista ;  y 
que  en  el  caso  de  querer  permanecer  en  etla  tuviese  en- 
tendido que  bahía  de  ser  como  mero  particular  y  sin  nin- 
guna acción  en  el  ejército ,  porque  en  adelante  todo  cuan- 
to él  obrase  lo  baria  en  nombre  del  Bey ,  que  únicamente 
le  había  eacai^ado  de  temer  á  Oran ;  y  terminado  eso  y 
hasta  que  otra  cosa  no  dispusiese,  su  mando  del  cardenal 
había  espirado,  siendo  por  lo  tanto  lo  que  mas  entóuces 
le  importaba  dejar  á  la  potestad  Real  la  dirección  de  todo 
y  á  los  militares  sus  espadas,  envolviéndose  él  como 
hombre  privado  en  su  ropón ,  en  la  inteligencia  do  que 
en  su  presencia ,  al  son  de  trompeta  y  con  banderas  des* 
plegadas  iba  á  proclamar  al  Rey  (1). 

Calló  Jiménez ,  prosigue  su  historiador  Alvar  Gómez, 
y  disimuló  que  así  se  fallase  á  lo  pactado  de  dejar  aquella 
conquista  para  la  mitra  de  Toledo ,  y  á  él  con  todo  el 
mando  y  gobierno  de  ella.  Las  palabras  de  Pedro  Na-> 
varro  le  habían  con  todo  parecido  muy  duras ,  y  de  ahí 
dedujo  que  su  situación  había  variado.  Meditada  esta  y 
pesadas  aquellas  conoció  al  fin  que  nada  le  estaba  me- 
jor que  confiar  toda  la  autoridad  á  Navarro  y  embarcarse 
prontamente  para  España.  Así,  después  de  haber  presen- 
ciado la  proclamación  del  Rey ,  lo  puso  por  obra  en  25 
de  mayo,  partiendo  de  Oran  en  una  galera,  que  en  el 

(1)  Alvaro  Gom^z,  Ibidem. 


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128 

misino  día  llegó  á  Cartagena  (i).  Su  arrebatada  venida 
causó  gran  novedad  en  el  reino ,  atribuyéndola  unos  á  mo- 
tin  de  toa  soldados  por  sus  pagas  ó  á  quo  se  enviaran  nuo* 
vos  Bocorros  á  los  que  allá  quedaban  (2) ,  otros  á  sospe- 
charse no  solo  de  Pedro  Navarro  sino  del  Rey  que  le  que* 
ria  entretener  en  aquella  guerra  para  divertirle  de  las  in- 
teligencias que  Iraia  con  algunos  Grandes  sobre  ol  gobier* 
no  de  Castilla .  ó  ¿ea  á  que  el  conde  intentaba  dejarle  en- 
cerrado en  Oran  y  encaminarse  él  con  lo  armada  á  otrn 
expedición  (5) ;  autorizándose  tal  vez  todos  estos  juicios 
con  que,  si  bien  el  cardenal  en  las  cartas  que^e  escribió* 
ron  de  su  orden  anunciando  su  llegada  así  que  desem- 
barcó en  Cartagena,  solo  manifestó  que  venia  á  procurar 
socorro  á  los  que  estaban  en  Oran  y  á  encomendar  al 
Rey  y  á  los  Grandes  la  conquista  ya  fácil  dol  Arríen  des- 
pués de  la  de  aquella  plaza  (4) ,  apenas  llegado  á  Alcalá 
expuso  al  Rey,  por  medio  de  fray  Francisco  Ruiz  su  com- 
panero y  gran  privado,  las  injurias  que  había  escuchado 
de  Navarro  y  su  rapacidad  (5). 

Sin  embargo  el  mismo  Alvaro  Gómez  que  tan  minu- 
ciosamente refiere  estas  y  otras  opiniones  relativas  al 
regreso  del  Cardenal ,  concluye  con  que  creería  lo  que 
dijo  y  encargó  al  padre  Ruiz ,  á  no  ser  mas  cierto  baber 


(1)  El  Cura  de  los  PalacíoSj  capit.  ^^.—Arqutíipo  de  virtuáet, 
lib.  3,  cap.  20. 

(2)  Petn  Hartyrís,  Epist.  &20^  ibi. 
(3]  Zorita,  lib.  8.  cap.  30. 

(4)  y.  DocameDlo  núm.  U. 

(5)  Alvaro  Gómez,  ibi.,  p'g.  ií7.  Pott  adytnlum  stium  liticrat 
ad  regem  compluii  dedil  querelarum  pleruu  quíius  et  Nof-arri  inju- 
rias et  rapaciíaiem  expotuit. 


3vGooglc 


129 

sido  la  causa  de  su  venida  un  lio  de  corlas  del  Rey  Ca> 
tólico  que  cayó  en  sus  manos  y  era  dirigido  á  Navarro, 
mandando  detenerle  en  Orón  el  tiempo  puramente  nece- 
sario para  arreglar  aquellas  cosas,  de  lo  cual  el  anciano 
y  sospechoso  Jiménez  dedujo  que  se  tramaba  algo  contra 
él.  y  hasta  que  podia  estar  de  peligro  su  vida  (4) ;  dedu- 
ciéndose de  todo  que  Navarro  obraba  sin  duda  alguna  ar- 
reglado á  instrucciones  que  tenía  del  Rey  Católico  :  que 
probablemento  éste  no  queria  dejar  al  araobispo ,  ya  fuer- 
te con  las  plazas  de  Alcalá  y  Talavera,  que  como  sus 
predecesores  montenia  armadas,  la  que  se  acababa  de 
conquistar ;  y  que  el  cardenal  estaba  rodeado  de  perso- 
nas tan  poco  afectas  al  Rey  como  á  Navarro ,  quien  por 
su  parte  no  debia  sufrir »  y  mas  teniendo  mal  genio,  qtm 
frailes  y  personas  que  no  eran  de  la  profesión^  militar 
ni  babian  practicado  la  guerra,  le  ultrajaran  tratándole  lo 
mismo  que  á  sus  soldados,  como  si  vivieran  en  un  con- 
venln. 

Pero  en  medio  de  los  favores  y  disfavores  con  que  el 
elegante  historiador  del  insigne  Jiménez  trata  á  nuestro 
conde,  pone  en  boca  de  aquel  un  elogio,  que  es  el  que 
mas  podria  lisonjear  á  un  hombre  de  su  clase.  Cuenta 
que  al  despedirse  de  él «  y  al  encalcarle  del  gobierno  do 
Oran  como  capitán  general,  le  dijo  en  presencia  de  Diego 
de  Vera  y  otros  capitanes ,  que  por  serlo  tan  esclarecido 
te  estaba  reeervada  la  gloría  de  sojuigar  el  África  ente- 


(1)  Dd  rebut.  lib.  h,  pig.  117...  mti  conilanlior  opintpfuitset 
UiierariunfaseUulum  <¡uem  rtx  ad  Navarrum  dtderat  in  Ximcnii 
iiiamis  primiim  dcveiiiisel...  Rcx  igitur  Navarro  per  Utieraa  manda-' 
tal  ut  laiiiisper  Ximcnium  a  iraicicadú  averierel,  dum  qut  prtescii- 
lia  rcbus  ageudis  necetai ia'/oref. 

Tomo  XXV.  9 


3vGooglc 


150 

ra  [{.).  También  aprobó  cuanto  Navarro  le  propuso  para 
asegurar  aquella  conquista ,  levantando  las  murallas  ar- 
ruinadas, edificando  cuarteles,  manteniendo  la  tropa  en 
ÍDcesante  actividad  y  ejercicio ,  con  otras  medidas  que 
prescindiendo  de  sí  el  conde  por  su  rusticidad ,  coido  el 
auditor  de  guerra  escribía  al  cardenal,  era  inepto  para  el 
gobierno  civil  (2),  prueban  que  era  el  que  en  la  situación 
en  que  se  encontraba  Oran ,  era  el  mas  conveniente  para 
su  seguridad  y  defensa.  También  nos  quedan  memorias 
de  que  no  era  tan  duro  .de  corazón  como  se  ha  pretendi- 
do (3),  sino  que  se  atenia  á  las  órdenes  del  Rey  que  lejos 
de  apartarle  del  gobierno  de  Oran  como  sus  detractores 
con  empeño  pretendían ,  le  conservó  y  mantuvo  en  él, 
hasta  que  le  pUso  á  la  cabeza  de  la  grande  expedición  que 
preparaba  no  solo  contra  los  reinos  de  Tremocen  y  Tú- 
nez ,  sino  por  Trípol  á  Levante  hasta  Alejandría  y  aun  á 
la  Tierra  Santa  (4). 

Aunque  tan  gigantescos  proyectos  se  los  moderaba  al* 
gon  tanto  el  auxilio  que  por  consecuencia  de  lo  tratado 
en  Gambray  debia  suministrar  á  loa  otros  coligados,  juzgó 
que  en  gracia  de  sus  armamentos  contra  los  moros  le  dis* 
culparían  su  tibieza  contfa  los  venecianos.  Proclapió  pues 
que  en  persona  dirigiría  la  expedición  contra  el  África,  y 
desde  luego  ordenó,  dice  Zurita,  que  se  hiciesen  "!20,000 
»  españoles  y  7,000  alemanes  de  gente  escogida  y  bien 
>  armada  de  la  que  llamaban  do  la  ordenanza,  mil  gastb- 

{<)  De  reius  ibL  Deinde  Navarrum  tese  illi  coaciliaas,  sopre~ 
mum  imperacorcm ,  caí  tamquam  duci  prastantisiimo  totius  África 
suhigenda  triumpham  dccernendum  speraret,  honorifice  dicü. 

(%  Ibid.,  fol.  121. 

(3]  V.  Documenio  oüin.  la. 

(i)  Zurita,  líb.  9,  cap.  1. 


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151 

»  dores ,  2,500  hombres  de  armas  y  otros  6,000  entre 

■  caballos  ligeros  y  ginetes  en  que  hubiese  1 ,500  balles- 
»  teros  y  espingarderos  á  caballo  de  los  que  se  solían  po- 

■  ner  á  retaguardia  para  guardar  ios  pasos.  Nombráronse 
a  capilaiies  de  los  njas  diestros  y  probados,  estando  todas 
» las  gentes  de  España  tan  puestas  en  servir  al  Rey  en 

•  esta  guerra  que  se  turo  por  cierto  que  saldría  doblado 

•  número  del  que  era  necesario....  Púsose  en  orden  la 

•  artillería  para  tres  baterías  que  eran  72 piezas,  y  aper- 

•  cibiéronse  100  naves  algunas  de  250  toneladas  en  \oa 

•  puertos  de  Fuenterrabía,  Pasages  y  otros  de  Guipúzcoa, 

•  mas  de  otras  100  en  los  de  Lequeitio,  Bermeo,  Bilbao 
>  y  otros  de  Vizcaya,  y  otras  30  aunque  pequeñas  en  Cas- 

■  tro-Urdiales,  Laredo  y  demás  de  la  Trasmiern  y  Astu- 

•  rias  (1)". 

Mucha  parte  de  tan  numerosa  armada ,  después  de 
reunida,  quedó  en  las  costas^de  España,  en  la  que  tam- 
bién quedó  el  Rey,  cediendo  á  buenos  consejos.  Otra 
parle  llegó  á  Mazarquivir,  en  cuyo  puerto,  habiéi^dose 
juntado  15  naos  muy  bien  armadas  y  algunos  otros  bu- 
ques .  se  embarcó  Pedro  Navarro  como  general  de  la  ctí- 
pedición,  acompañándole  alguna  gente  escogida  de  la 
que  estaba  en  Oran.  De  allí  salió  á  50  de  noviembre,  din 
de  San  Andrés,  llevando  como  5,000  hombres  lucidos 
con  mucha  y  buena  artillería,  siendo  (an  secreto  el  pun- 
to á  que  se  encaminaban ,  que  cuando  creian  que  desem- 
barcarian  en  Granada  se  encontraron  con  que  las  órdenes 
del  Rey  disponían  que  la  armada  fuese  á  invernar  en  Ibi- 
za.  Obedeciólas  puntualmente  Navarro,  y  a  la  llegada  á 
aquella  isla,  se  halló  con  que  Gerónimo  Viancllo  habia 

(I)  Zurita,  lib.  8,  cap.  í\. 


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i32 

lambieo  concurrido  á  ella  de  órJen  del  Rey  con  otra  par- 
le de  la  armada ;  la  caal  reunida  ya  toda  y  alg;uQ  tanlo 
mitigado  el  rigor  de  la  estación  ,  declaró  Navarro  que  la 
expedición  era  contra  Bugía.  y  se  dio  á  la  vela  en  1."  de 
enero  de  1510  (i). 

Bugía,  llamada  por  los  alárabea  Bugeija ,  era  una  ciu- 
dad antigua  y  populosa  que  estaba  bien  surtida  y  habia 
medrado  mucho  con  el  comercio.  Situada  en  terreno  des' 
igual  y  al  pié  de  una  alta  montafia,  tenia  en  esta  una 
buena  fortaleza  que  la  dominaba.  Su  puerto,  aunque 
poco  seguro,  servia  no  obstante  de  abrigo  á  muchos  cor' 
garios,  que  discurrían  por  nuestras  costas  haciendo  gran 
daño  en  ellas ;  siendo  ese  el  principal  móvil  del  Rey  Don 
Fernando  para  mandar  á  Navarro  á  que  ó  los  castigase  ó 
tomara  con  su  Rey  algún  asiento  para  que  no  los  acogiese 
en  su  estado  (2). 

Llegó  la  armada  á  Bugía  ánles  de  amanecer  el  día  5 
de  enero ,  y  reinando  un  viento  terral  que  no  la  permitía 
entrar  en  el  puerto,  se  vio  forzada  á  fondear  á  un  tiro  de 
ballesta  de  la  ciudad.  Dióse  con  eso  lugar  á  que  volviendo 
los  moros  de  la  sorpresa  que  les  causó  su  llegada,  em- 
plearan el  dia  en  evacuarla  de  gente  inútil ,  y  en  allegar 
unos  ocho  ó  diez  mil  peones  para  su  defensa:  situándolos 
su  Bey  Abderramen  en  la  sierra  que  dominaba  la  ciudad 
para  desde  allí  bajar  á  su  tiempo  á  impedir  el  desembar- 
co.Habiendo  cambiado  et  viento  un  poco  después  de  me- 

(1)  El  Cura  de  lus  Palacios ,  cap.  3S5.-  Zorita,  lib.  9,  cap.  1 

Sandoval,  lib.  1 ,  cap.  32,  pone  FormeiUera  por  Ibiza.— Según  Al- 
var Gómez,  pág,  11i,  moroi  se  llamaban  los  (jue  habilaban  ea  las 
pnblacioiies,  alarbct  ó  alárabes  ¿  les  qu;  habí  la  bao  sin  ellas  ai  ley 
en  loa  campo;. 

(2}  Sandural,  ibí.— Múrmol,  tom.2,  cap.  60,  pAg.  229. 


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.     133 

dio  dio ,  ya  á  las  dos  de  la  larde  estaba  toda  la  armada 
dentro  del  puerto,  en  cuyo  caso  Navarro  diligente  y  ac- 
tivo como  siempre,  entrando  en  un  batel  salió  á  recono- 
cer el  terreno  propio  para  el  desembarco;  y  babiéndole 
seguido  Diego  de  Vera  y  advertido  lodos  el  poco  efeclo 
de  la  artillería ,  resolvió  Navarro  que  aquel  se  verificase 
en  la  víspera  del  dia  de  Deyes. 

Puesta  la  gente  en  tierra  con  las  tafureas  (1)  y  barcos 
menores  de  la  armada ,  la  ordenó  Navarro  en  dos  escuo- 
drones.  Distribuyó  á  cada  uno  su  artillería ,  y  encargó  á 
sus  jefes  de  encaminarse  el  uno  á  la  ciudad  ,  y  de  arrojar 
el  otro  de  la  sierro  á  los  que  desde  ella  la  defendían.  Fué 
admirable  el  orden  con  que  este  comenzó  á  trepar.  Te- 
mierpn  los  moros  al  verle ,  y  á  pesar  de  ser  tan  menos 
en  número  los  nuestros  no  osaron  esperarlos  en  aquella 
situación  tan  ventajosa,  y  ss  retiraron  ala  ciudad.  Apode- 
rándose entonces  Navarro  de  la  altura  dispuso  que  mien- 
tras algunas  compañías  del  escuadrón  dirigido  contra  la  ciu- 
dad  la  atacalia  por  donde  llamaban  la  ciudad  vieja ,  otras 
del  que  estaba  en  la  sierra  la  combatiesen  desde  aquella 
altura.  Obróse  en  todo  con  tal  concierto  que  tardaron 
muy  poco  en  escalarla  y  penetrorla.  La  resistencia  del 
Bey  y  BU  gente  no  fué  á  la  verdad  notable  por  estar  per* 
suadidos  tal  vez  de  que  Navarro  solo  trataba  de  saquear 
la  ciudad ;  y  sucedió  por  lo  tanto  que  la  iban  abandonan- 
do á  medida  que  los  nuestros  iban  adelantando  en  ella. 
No  faltó  quien  escribiera  que  Navarro  ni  siquiera  había 
desenvainado  la  espada  en  tas  tres  horas  que  duró  la  ac- 
ción contra  Bugía  (2) ;  mas  es  indudable  que  desde  que 

(1)  Tafurea,  dice  e)  Diccíoaarío  de  la  lengua,  embarcación 
chata  y  sin  quilla  que  sirve  para  embarcar  y  conducir  caballas. 

(2)  Mármol ,  ibi. 


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154 

se  njioderó  de  elln  con  gran  presa  de  caulÍTOs  y  oíros  efec- 
los,  conoció  su  importancia  para  las  demás  conquislas 
que  meditaba  en  África  (1). 

Con  este  motivo  al  paso  que  á  Diego  de  Vera  le  encar- 
gó de  informar  al  Rey  Católico  de  tan  importante  con- 
quista ,  le  ordenó  también  pedirle  para  su  conservación 
un  capitán  de  confianza  y  dos  mil  hombres  mas.  Mientras 
tanto  y  atendiendo  á  su  seguridad  levantó  en  la  playa  una 
buena  fortaleza .  y  reparó  un  antiguo  castillo  que  defen* 
dia  el  puerto.  Nada  en  fin  descuidó  Navarro  de  cuanto 
un  capitán  entendido  debió  practicar  en  su  situación. 
Hasta  ee  mostró  político ;  porque  "  persuadido  de  que  en 

■  conquista  tan  estensa  y  de  gentes  tan  bárbaras  como 
» las  del  África  hnbía  necesidad  de  buenas  obras,  y  de 
>  aprovechar  los  bandos  pareciendo  imposible  concluirla 

■  únicamente  con  el  hierro  (2),"  acogió  con  suma  bondad 
.í  Muley  Abdalla,  sobrino  de  Abderramen,  que  preten- 
día ser  el  legitimo  Rey  de  aquel  estado  y  que,  privado 
de  la  vista  y  encarcelado  por  su  tio,  pudo  librarse  del 
encierro  y  refugiarse  á  Bugía.  Le  señaló  un  arrabal  para 
alojarse  con  los  pocos  que  le  acompáttoban.  Repartió  ó 
todos  armas  para  su  defensa,  y  dio  á  Abdalta  sus  médi- 
cos y  cirujanos ,  los  cuales  cortándole  la  carne  de  los  pár- 
pados que  el  fuego  le  habia  pegado  encima  de  loa  ojos, 
luego  se  entendió  que  estaba  sin  lesión,  y  con  poca  dili- 
gencia cobró  la  vista  al  cabo  de  algunos  aiio»  (5) :  de  mo- 
do que  con  tan  humano  proceder  además  de  atraer  Na- 
varro á  la  ciudad  muchos  prófugos,  Abdalla  y  los  suyos  lo 


(1)  V.  Docamento  Dúm.  16. 
(S)  Zurita,  lib.  9,  cap.  3. 
(3)  Sandoval,  iib.  1,§.22. 


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155 

ayuílaroD  contra  Abderromen  que  acampado  con  mucha 
morisma  y  algunas  compañías  de  alarbes  á  pocas  leguas 
de  Bugia  á  nadie  dejaban  salir  de  ella  (i). 

En  tal  situación,  habiendo  Pedro  Navarro  alcanzado 
de  Mallorca ,  Menorca  y  Cerdeña  parte  de  los  refuerzos 
que  solicitara,  antes  de  lanzarse  á  ninguna  otra  empresa 
llamií  á  consejo  á  los  coroneles  de  su  ejército.  Acordes 
todos  en  que  se  fuese  contra  Abderramen  y  su  gente, 
ordenó  Navarro  que  dos  cristianos  y  dos  moros  de  los  de 
Abdalla  reconocieran  sa  campo  y  los  pasos  y  caminos  que 
conducían  á  él.  Sabido  que  Abderramen  estaba  en  unos 
espaciosos  prados  en  lo  interior  de  unas  sierras ,  y  que 
bahía  camino  á  ellas,  dispuso  que  salieran  de  Bugía  los 
primeros  Diego  de  Vera  y  los  coroneles  Avila  y  Francisco 
Marques,  cada  uno  con  siete  banderas:  que  el  coronel 
Diego  Pacheco  los  siguiese  con  otras  diex  y  ocho,  tas 
ocho  de  su  inmediato  mando,  y  las  diez  restantes  de  las 
del  mismo  Navarro ,  conGadas  á  los  capitanes  Mosen  Bo- 
nastre  y  Alvaro  Paredes ,  y  que  en  la  retaguardia  se  co- 
locase el  mismo  Pedro  Navarro  con  los  compañías  de  la 
coronelía  de  Gerónimo  Vianello  (2). 

Instruidos  todos  de  lo  que  hablan  de  ejecutar ,  comen- 
zaron á  salir  de  Bugía  al  anochecer  del  15  de  abril.  Na- 
varro, a  quien  acompañaba  Abdalla  con  doce  de  á  caballo 
y  otros  tantos  peones  todos  moros ,  intentaba  sorpren- 
der por  cuatro  lados,  y  antes  de  que  amaneciera ,  el  cam- 
po de  Abderramen.  Habiéndose  caminado  toda  la  noche 
con  el  mayor  orden  y  sin  tropiezo  alguno,  al  entrar  an- 
tes del  alba  en  los  prados  en  que  estaban  los  enemigos, 

(1)  Sandoval,  Uirmol  y  Zurita. 

(2)  Zorita,  ibi. 


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J5C 

se  alarmaron  estos ,  no  se  sabe  si  porque  la  gente  Je  Die- 
go de  Vera  tomó  por  tiendas  de  campaña  algunos  algar- 
robos y  lea  hizo  fuego  (1),  si  porque  los  delanteros  tan 
codiciosos  como  solian  ser  los  soldados  de  vanguardia  ar- 
remetieron antes  de  tiempo ,  ó  bien  porque  un  tambor 
imprudente  dio  ta  señal  de  ataque  antes  de  tiempo  y 
despertó  á  los  que  dormian ,  poco  cuidadosos  de  tal  su- 
ceso (2). 

Dióse  con  esto  lugar  á  que  Abderramen  se  salvase  con 
muchos  de  los  suyos.  Pedro  Navarro,  aunque  sintió  el  in- 
cidente, sin  retroceder  ni  titubear,  ordenó  á  los  delan-r 
teros  que  se  contuvieran,  y  rehechos  suü  encuadrones ,  y 
mandado  dar  un  Santiago  cayó  su  gente  á  todo  correr  so* 
lire  las  tiendas  enemigas ,  que  aun  estaban  como  á  medía 
legua ;  tomó  cuanto  en  ellas  había ,  puso  fuego  al  campo 
y  siguió  á  los  fugitivos  hasta  encerrados  eo  las  sierras, 
computándose  los  muertos  en  500,  aunque  algunos  di- 
gan mas,  y  entre  ellos  la  mujer  é  hija  de  Abderramen,  los 
idcaides  de  la  ciudad  y  castilla  de  Bugla,  su  Mezuar  ó 
justicia  con  200  ó  600  prisioneros,  alguno  do  los  cuates 
se  cuenta  baber  dado  por  su  rescate  hasta  mil  tripolines, 
valiendo  cinco  mil  ducados  la  vajilla  de  Abderramen  que 
cayó  en  manos  del  alférez  de  D.  Diego  Pacheco  (S). 

Reunido  todo  lo  apresado,  así  en  plata  y  alhajas  como 
en  ganados,  y  puesta  en  orden  la  gente,  emprendió  Na- 
varro la  retirada  como  á  las  dos  de  la  tarde.  Dispúsola 
de  modo  que  iba  delante  la  presa.  Cubríanla  las  compa* 
nías  de  Avila,  Pacheco  y  del  mismo  Navarro,  llevando  la 


(1)  Mármol,  ibid. 

(i)  Pedro  Mnrtir,  lib.  23,  Epístola  437. 

(3)  Sandoval,  ibi. 


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137 

retaguardia  tas  de  los  coroneles  Marques  y  Vianello.  Como 
á  las  dos  horas  de  haber  caminado  con  las  precauciones 
que  su  situación  requoria  ,  se  apareció  Abderramen  ama< 
gando  á  los  tíltimos  con  unos  550  de  á  caballo  y  como  dos 
mil  de  á  pié;  mas  al  ver  el  orden  con  que  se  caminaba, 
y  que  la  e$pingarderia  al  acercarse  le  alejaba  y  no  le  per^ 
mitia  introducir  el  desorden  que  buscaba ,  apeló  á  una 
estratagema  que  repetido  mas  tarde  fué  bien  funesto  á 
otro  jefe  y  soldados  españoles  (1).  Juntó  una  gran  mana» 
da  de  camellos,  mandó  hostigarlos  con  furia  para  que  ca< 
yendo  de  tropel  sobre  la  retaguardia  la  abriesen  y  desor- 
denasen ,  facilitándole  con  eso  su  destrozo ,  que  reputaba 
tanto  mas  seguro  cuanto  que  los  nuestros  tenian  que  pa- 
sar dos  ríos,' uno  de  los  cunles  el  Huet-el-quivir  ó  Zinga* 
ñor  iba  entonces  muy  crecido ,  por  el  derrelimtento  de 
las  nieves  (2).  Era  cabalmente  aquel  el  punto  en  donde 
con  el  amparo  de  los  camellos  esperaba  Abderramen 
completar  su  proyecto,  y  ló  lográi-a  sin  duda  si  Navarro 
adivinando  su  intención  no  hubiera  tomado  las  mejores 
medidas.  Colocó  oportunamente  y  por  las  orillas  del  rio 
cien  ballesteros  á  una  mam  y  cíen  espingarderos  á  la 
otra.  Onienó  á  cincuenta  de  ellos  (fue  cuando  la  manadit 
de  camellos  se  les  acercase  como  á  cincuenta  pasos  dis- 
parasen sus  armas  contra  ellos ;  y  tan  acertada  fué  esta 


(1)  En  1581  el  gobernador  A^  Angra  en  las  lalas  Terceras .  ba- 
bieDilo  desembarcado  D.  Pedro  Valdés  Antes  de  que  llegara  D.  Lope 
de  Figoeroa,  qoe  apoderado  Felipe  II  dePortnpHÍ  iba  í  tomar  po- 
sesión de  aquellas  islas,  solió  por  consejo  de  un  fraile  una  manada 
de  Tacas  contra  Valdés  y  su  gente ,  qae  deí^ordenada  dejó  mas  de 
400  bombres  en  poder  de  los  portugueses  y  solo  con  dificultad  pudo,- 
embarcarse  el  reslo.—Ferreras ,  tom.  16,  pig.  S91. 

(S)  Mármol,  Descripción  del  áfrica,  tota.  3,  »p.  60. 


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158 

disposición  que  aturdidos  los  animales  los  unos  con  el 
ruido  y  los  otros  con  tas  heridas,  todos  se  dieron  á  huir 
un  atreverse  uno  solo  á  entrar  en  el  rio  (i). 

Al  ver  esto  Diego  de  Vera,  Gerónimo  Vianello  y  Francis- 
co Marques  enviaron  alguna  gente  contra  los  camellos,  y  se 
dieron  tan  buena  mano  que  siendo  unos  300  de  todos  se 
apoderaron.  Dadalaórdenderecogerse  y  emprendido  otra 
vez  el  paso  del  rio  volvieron  los  moros  á  amenazar  de  nue- 
vo con  unos  cíen  de  á  caballo  y  300  peones.  Por  fortuna 
ni  los  espinqarderos  ni  los  ballesteros,  puestos  antes  por  Na- 
varro en  la  orilla,  la  habian  abandonado  todavía,  y  con  su 
protección  pasó  el  río  y  llegó  á  salvo  la  camellad».  Pasóle 
también  la  gente  que  reunida  y  siguiendo  su  marcha  or- 
denadamente llegó  de  noche  á  Bugía,  sin  mas  pérdida  á 
pesar  de  haber  continuado  tos  amagos  del  enemigo,  que 
los  de  un  hombre,  pero  cansados  todo&,  y  muy  lastima- 
dos de  unos  cardos  tan  punzantes  como  abrojos  que  abim- 
daban  en  aquellos  campos  (2). 

El  asombro  que  en  nuestra  patria  y  principalmente  en- 
la  corto  causó  la  noticia  de  haber  Navarro  ganado  una 
ciudad  tan  importante,  nos  le  deja  presumir  el  que  ma- 
nifestaba Pedro  MárlíV,  al  comunicarla  al  conde  de  Ten-< 
dillu.  /  Oh  hazaña  digna  de  alabanza!  le  decía.  Nada  hay 
ya  arduo  ni  ái/icU  á  tos  españoleg;  nada  acometen  al 
azar;  atemorizaron  ai  África  y  la  llenaron  de  espanto  (5). 
El  Rey  Católico  gozoso,  con  la  conquista  y  deseoso  de  con- 

(f)  Zaríla,  ibi. 

(2)  Zurita,  UJrmol  ySandoval,  ibi. 

(3)  Epiíiola  i3i,  lib.  23,  desde  Uadríd,  el  19  de  las  Caleí». 
das  de  febrero  (23  de  enero  de  15^10).  O  laude  dtgauta  facinutl 
Niljam  fíispaiiis   ardimm,  nihil  aggredtuiüttr  intat*um,  Africtaa. 

formidine  replcvcruHl. 


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1S9 
servarla  con  et  menor  dispendio  posible ,  envió  á  Bugía  á 
Alonso  de  Rabnneda,  encargándote  de  entenderse  al  io'' 
lento  con  Abderramen.  y  Abdalla  que  simultáneamente 
buscaban  su  favor.  Llegado  allá  Rabaneda  7  unido  á  Gon- 
zalo Marino  de  RÍTCra,  á  quien  Navarro  nombró  su  lugar^ 
teniente ,- arreglaron  un  tratado  que  entre  otros  artículos 
comprendía  el  de  que  los  españoles  pudieran  levantar  dos 
fortalezas  y  poner  guarnición  en  ellas ;  que  para  su  manu* 
tención  se  tes  hubiera  de  suministrar  anualmente  y  á  pre^ 
cío  equitativo  tres  mit  y  seiscientas  fanegas  de  trigo,  mil 
cargas  de  cebada  y-  otras  tantas  de  leña ,  mil  comeros,  cin- 
cuenta vacas  y  otras  tantas  fanegas  de  baba?,  y  que  Abder- 
ramen, como  mas  rico  enviara  de  parias  al  Rey  de  España 
en  cada  año  tres  halcones,  tres  caballos  y  trescameltos  (1 ). 
Consecuencia  también  fué  de  la  conquista  de  Bugía  y 
del  espanto  que  como  decia  Pedro  Mártir  impuso  Pedro 
Navarro  á  los  africanos,  que  los  de  Argel ,  pueblo  entáo- 
ces  muy  poderoso,  sin  mas  que  enviarles  un  comisionado 
intimándoles  la  sumisión  al  Rey  Católico  y  la  libertad  de 
cuantos  cautivos  tuvieran,  no  solo  lo  ejecutaran  sin  repli- 
car, sino  que  dos  de  sus  mas  principales  ciudadanos  se 
Irashidaron  á  Bugia  á  concertarse  con  Navarro  sobre  lo 
que  les  había  intimado.  De  sus  resultas  en  Zi  de  enero 
de  aquel  año  de  i  510  se  (irmó  un  pacto  en  que  Navarro 
en  nombre  y  como  representante  del  Rey  Católico  se  obli- 
piaba  á  conservarles  sus  leyes,  privilegios  y  tribuios,  y 
los  argelinos  se  reconocían  vasallos  y  tributarios  del  mis- 
mo Rey,  á  quien  enviarían  dos  moros  de  los  mas  señala- 
dos á  prestarle  la  obediencia ,  como  efectivamente  lo 
efectuaron  en  Zaragoza  en  24  del  siguiente  abril  (2). 

(I)  Saotloval,  ibi.,  §.  36  y  22. 
(3J  Zurila,  ibi.,  cap,  2  y  13. 


3vGooglc  • 


1-40 

Muley  Yahia,  bey  de  Túnez,  que  ya  en  otro  liempo  pa- 
rece que  se  orrecia  por  vasallo  del  mismo  Rey  Católico  si 
le  protegía  contra  el  Rey  de  Fez  su  hermano ,  lo  puso  en 
ejecución  al  ver  los  triunfos  de  Navarro.  Por  un  solemne 
tratado  que  entre  los  dos  se  celebró  en  Bugía  á  23  de 
mayo  del  mismo  año  de  1510,  se  obligó  Muley  Yahia,  nde- 
más  de  otras  cosas  de  menos  interés,  á  servir  al  Rey  Ca-* 
tóllco  en  la  guerra  coiao  bu  vasallo  ,  pagándole  la  gente; 
á  prestarle  en  parias  y  en  reconocimiento  de  ese  vasallaje 
dos  caballos  y  cuatro  halcones  en  cada  año;  á  estregar 
en  rehenes  dentro  de  otro  á  bu  hijo  ó  á  dos  personas  de 
cada  lugar  de  su.  reino;  á  poner  en  libertad  á  lodos  los 
cautivos  cristianos,  y  á  trutar  bien  y  proveer  á  la  salva- 
ción de  todos  los  navios  de  cristianos  ó  de  moros  vasallos 
del  mismo  Rey  Católico,  que  dieran  de  través  »se  per- 
diesen en  las  costas  de  sus  dominios.  Igual  vasallaje  reco- 
nocieron los  moros  de  Tredeliz  ó  Ted~DeUz  a  diez  leguas 
de  Argel  y  en  su  provincia  y  costa,  y  muchos  otros  pue-* 
bles  y  ciudades  de  la  misma  y  de  la  de  Oran ,  en  donde  al 
tiempo  en  que  Navarro  se  disponia  á  salir  de  Bugía,  anda- 
ba en  tratos  el  Alcaide  de  los  Donceles  con  el  Rey  de  Tre- 
mecei^y  los  habitantes  de  Most9gan  (1).  ¿Qué  extraño  es 
pues  que  al  ver  nuestros  mayores  tan  grandiosos  resultados 
que  nadie  logró  después,  oyeran  con  gusto  que  sa  Rey 
pensaba  continuar  la  gtterra  hatta  ganar  la  cata  tan" 
ía  (2) ,  y  que  el  Rey  visto  lo  que  Navarro  había  consegui- 
do con  un  puñado  de  gente,  creyera  que  con  mejores  fuer- 
zas pudiese  conquistar  el  África  (3). 

(1)  Mármol,  lib.  5,  cap.  S^.—Zurile,  ibi.,  cap.  15  y  32. 

(2)  Zorita,  lib.  9,  cap.  i. 

(3)  Pedro  Mártir,  lib.  S3,  Epístola  ^35.  De  Madrid  el  16  (U  ks 
Calendas  de  abril  (H  de  marzo)  de  1510. 


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141 

Tan  persuadido  estaba  de  eso,  que  leoiendo  por  de 
h¡  corona  de  Aragón  las  conquistas  que  Navano  acobaba 
de  alcanzar,  y  creyendo  ser  los  mas  beneficiados  con 
ellas  los  reinos  y  señoríos- dependientes  de  aquella^  coro- 
na, determinó  pedirles  auxilios  para  llevarlas  adelante. 
Convocadas  Corles  á  Monzón  con  aquel  objeto  y  abiertas 
en  abril,  aunque  el  Rey  en  persona  les  pidió  lo  necesario 
para  la  conservación  de  Bugia,  y  para  lo  que  aun  faltaba 
que  hacer  en  Túnez  y  aun  en  el  mismo  Bugia ,  no  parece 
que  encontraba  según  Pedro  Mártir  muy  resueltos  á  los 
aragoneses.  Libres  y  enteramente  gobernados  por  tus  leyes 
y  no  por  mandato  del  Rey,  mostrábanse  algún  tanlo  dudo^ 
sos  (1) ;  pero  Zurita  afirma ,  que  babicndoles  dicho  "  que 

■  poc  una  parte  confiaba  en  que  no  olvidarian  que  sus 

■  antepasados  pospusieron  siempre  su  interés  al  de  sus 

*  Reyes;  y  en  que  por  otra  jamás  se  vio  que  se  pei-diera 

•  nada  de  lo  que  una  Vez  se  habia  conquistado  por  loa 
»  Reyes  de  Aragón;  fué  de  sus  resultas,  añade  aquel  an< 

>  naltsta ,  el  servicio  que  se  le  hizo  por  estos  reinos  y 

>  principado  de  Cataluña  el  mas  señalado  y  aventajado 

>  que  se  concedió  en  los  tiempos  pasados  porque  le  sír^ 

>  vieron  con  quinientos  mil  libras  {'i)." 

Navarro  mientras  tanlo,  teniendo  entendido  quo  el 
Rey  Católico  hnbta  nombrado  para  sucederle  con  el  man* 
do  de  Bugia  á  D.  García  de  Toledo ,  primogénito  del  du- 
que de  Alba ;  aunque  su  deseo  era  dejarle  en  posesión  de 
su  cargo,  al  verque  D.  García  no  llegaba,  que  en  Bugia 
no  se  podia  subsistir  por  falla  de  vitualles,  y  que  la  peste 


(1)  Epítt.  i38i  De  Monzón  priilie  Idos  M«¡i.  Hte  sunt  horunt 
ambagei,  qtti  ¡iberipatriis  IcgHiut  nil  imperio  Hrgis  gulnrnauliir. 

(2)  Zarila,  Itb.  9,  dul  llcy  Ü.  Fernamlo,  caj).  U. 


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142 

nrrebataba  cada  día  un  centenar  de  personas  (I),  adelan- 
tó su  salida  de  aquella  plaza  mas  de  lo  que  habia  penan- 
do. VeríGcóla  en  7  de  junio  con  unos  odio  mil  hombres, 
dos  mil  de  lo3  cuales,  y  entre  ellos  mas  de  quinientos  en- 
fermos, puso  á  cargo  de  Diego  de  Valencia,  á  quien  orde- 
nó que ,  pasando  primero  á  Ñapóles  a  recoger  municiones 
y  víveres,  se  le  juntase  luego  en  la  isla  de  Faviñana  de- 
lante de  Trápana  en  Sicilia,  bácia  la  cual  él  dirigió  su 
rumbo,  y  en  donde  ordenó  también  que  se  le  juntasen 
las  galeras  de  Nápolés  y  Sicilia. 

Cosa  de  un  mes  estuvo  Navarro  en  la  Faviñana.  En 
ese  intermedio  se  proveyó  de  agua  y  leña ,  y  el  ejército 
se  entregó  á  la  caza  muy  abundante  entonces  en  aquella 
isla  desierta  (2).  Al  cabo  de  ese  tiempo,  habiéndoselo 
juntado  las  galeras  que  esperaba ,  y  Diego  de  Valencia  con 
los  bastimentos  y  municiones  que  fué  á  buscar  á  Ñapóles, 
se  dio  á  la  vela  en  15  de  julio  para  Trípoli  (3).  Componíase 
su  armada  de  cincuenta  naves  de  gavia  con  once  galeras, 
inclusas  dos  de  Sicilia,  y  gran  numero  de  galeones,,  cara- 
belas, fustas  y  otros  buques.  Computábanse  en  catorce  ó 
quince  mil  hombres  la  gente  armada  que  conducían ,  con 
lodo  lo  cual  y  después  de  haber  pasado  á  la  vista  de  Mal- 
ta y  Pantanalea ,  navegando  siempre  por  el  golfo ,  se  en- 
eoalró  Navarro  en  el  dia  24  como  á  cuatro  leguas  de  In 
cosía  de  Berbería.  Siendo  baja  la  tierra  y  no  conociendo 
aquellos  parajes,  ordenó  á  Vianelto  que  como  negociaole 

(1)  HarmQl,  lib.  6,  cap.  40.— ZnriU,  ibi.,  cap.  46.-SaDdova1, 
lib.  1,§.  37.— V.  Docnmenlo  núm.  17. 

(S)  Mataron  (oí  del  ejército  en  aquel  livmpo,  dice  SaDdoval,  li~ 
brol.*.  §.  37,  icgunlotque  lo  vieron,  leU  milvetiaáot  y  otrat  lautas 
salvajinas  y  mat  de  tétenla  mil  conejes. 

(3)  V.  Documcnlo  nñm.  18. 


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U3 
había  residido  mucho  Uempo  en  Trípoli .  que  reconociera 
su  puerto  ^  el  terreno  mas  acomodado  para  desembarcar. 
Mientras  tanto  y  d  fin  de  practicarlo  con  mas  expedición 
en  su  caso,  mandó  trasladar  á  las  galeras,  fustas  y  de- 
más buques  de  remo  toda  la  gente  que  lo  habia  de  ejecu* 
tor  (1). 

Era  Trípoli  entonces  una  ciudad  rica  y  todavía  famo- 
sa por  su  comercio  con  el  Asia  é  Italia.  Estuvo  sujeta  á 
tos  beyes  de  Túnez ;  pero  no  pudiendo  sufrir  sus  injusti- 
cias se  alzó  contra  ellos ,  y  eligió  uno  de  entre  sus  mora' 
dores  que  la  gobernase  con  el  nombre  Jeque.  Situada  en 
un  llano  arenoso  y  en  su  mayor  parte  rodeada  del  mar> 
tenia  por  todas,  pero  principalmente  por  la-  de  tierra, 
buenas  murallas  con  muchas  torres  y  baluartes  bien  fur- 
tiScados  y  provistos  de  artillería,  y  con  un  foso  lleno 
además;  siendo  por  lo  tanto  capaz  de  grande  y  sostenida 
defensa.  Juntábase  á  todo  eso  haber  sido  los  habitantes 
avisados  mas  de  un  mes  antes  por  unos  genoveses,  de  la 
expedición  de  Navarro ;  y  habiendo  descubierto  á  Vianello 
en  el  reconocimiento  que  aquel  le  encargó,  se  dispiusie- 
ron  para  resistirle,  introduciendo  tantos  alárabes,  bere> 
bércs  y  otras  gentes  que  con  las  útiles  de  la  ciudad  se 
computaban  en  mas  de  catorce  mil  combatientes. 

Todo  sin  embargo  tenia  que  ceder  á  la  inteligencia  y 
resuelta  determinación  de  Pedro  Navarro.  Vuelto  Viane- 
llo y  oídas  sus  noticias,  aunque  pensó  desembarcar  al 
amanecer  el  siguiente  dia  de  Santiago  25  de  julio,  advir- 
tiendo al  salir  el  sol  que  por  la  oscuridad  de  la  noche  y 
poca  práctica  de  los  pilotos,  habia  la  armada  rebasado 
una  legua  de  Trípoli,  hubo  que  desandarla  con  la  clari- 

(1)  Zurila,  Mármol,  Sundoval. 


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Í-«4 

liad  del  día.  Llegada  al  puerto  y  dada  la  orden  de  desem- 
barco, comenzoron  los  soldados  á  ejecutarle  á  pesar  del 
soatenido  cañoneo  de  la  arlilleria  mora.  Acercándose  lue- 
go las  galeras  para  proteger  y  asegurar  la  operación,  no 
solo  alejaron  con  el  snyo  á  los  que  intentaban  impedirla, 
sino  que  apagaron  los  fuegos  de  la  ciudad ;  y  los  que  de- 
fendían sus  muros,  torres  y  bnluartes  tuvieron  que  re- 
cogerse á  cubierto.  Tul  actividad  en  fm  y  tanto  empeño 
puso  Navarro  en  el  desembarco,  que  á  las  nueve  de  lu 
mañano  ya  estaba  en  tierra  lodo  su  ejército  ordenado  y 
caminando  contra  la  plaza ,  dividido  en  dos  trozos  y  cada 
uno  en  cuatro  escuadrones  (1). 

El  trozo  de  vanguardia  le  tomaron  Diego  Pacheco  y 
Juanes  de  Arriaga  con  otros  dos  mil  hombres  de  sns  co- 
ronelías ,  y  Juan  Salgado  y  Martin  del  Águila  con  otros 
dos  mil  de  los  suyos.  Dióseles  la  orden  de  resistir  á  lodo 
trance  á  cuanlos  moros  de  á  pió  ó  de  á  caballo  vinieran 
de  fuera  de  la  ciudad  á  socorrer  é  impedir  el  asalto;  y 
para  indemnizarles  de  lo  que  perderían  por  no  hallarse 
en  él ,  se  concertó  y  convino  en  que  se  les  darían  para 
repartir  cuantos  esclavos,  ropas  y  telas  de  mercaderes  se 
ganaren  ,  quedando  para  los  que  'asallascn  la  ciudad  cuan- 
to dinero,  alhajas  de  plata  y  oro  y  ropa  corlada  se  encon- 
trase dentro  de  ella  (2).  ISavarro  Con  el  otro  trozo  en  quo 
iban  loe  demás  coroneles .  y  en  todo  como  unos  once  mtt 
hombres ,  debia  escalarla  cuanto  mas  untes  pudiera ,  fa- 

(1)  Zorita  dice  cioco  y-Uármol  cuntro  escuadrones.  En  estos  ¡r 
otros  eBcritores  qne  ta)  vez  alcanzaron  las  relaciones  oficíales,  se 
aüvierle  qoe  descuidan  la  descripción  de  las  operaciones  mililares 
que  importaria  comparar  con  las  modcroas,  y  no  ^olo  confuDcleii  ó 
quieren  explicarlas  sino  que  muchas  veces  son  incompreasibles, 

(2}  Miirmol  y  Sandoval,  ibí. 


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Toreciéndole  la  armada  oportunamenle  no  solo  con  el 
fiíego  de  su  arliilería  sioo  desembarcando  algunas  com- 
(laáías  de  infantería  y  marineros  que  esbalasen  el  cuartel 
de  la  marina. 

Aunque  se  intentó  lo  último  ningún  resultado  tuvo. 
Era  por  allí  la  ciudad  menos  flaca  de  lo  que  se  pensaba, 
y  el  combate  mas  serio  y  el  vator  mas  denodado  andaban 
por  la  parte  áe  tierra.  Defendíanle  bravamente  los  mo- 
ros y  apretaban  en  igual  proporción  los  cristianos,  siendo 
tal  la  perseverancia  de  estos  que  entre  diez  y  media  y 
once  de  la  mañana  ya  lograron  plantarse  sobre  los  muros 
do  la  ciudad.  Treparon  á  escala  vista  por  junto  á  la  puer* 
ta  llamada  de  lo  Victoria,  no  lejos  do  la  alcazaba,  siendo 
Juan  Ramírez,  infanzón  aragonés,  uno  de  los  ¡trímeros  quu 
salieron  y  que  á  pesar  de  estar  herido  no  abandonó  su  lu- 

Renovóse  alli  la  pelea ,  cbyendo  muchos  de  los  que 
subian.  Los  demás  no  por  eso  desfallecieron,  antes  bien 
obstinados  y  con  la  resistencia  mas  ¡mimosa  fueron  tantos 
.por  último  los  subidos,  que  despejados  los  muros  y  arro- 
jados los  enemigos  de  algunas  torres  y  baluartes,  saltaron 
á  la  ciudad  y  se  empezó  á  combatir  en  las  calles.  Privados 
de  socorro  los  nuestros  por  estar  las  puertas  cerradas,  mu- 
rieron no  pocos  de  los  primoro«  que  bajaron ,  hasta  que 
abriéndolas  por  dentro  y  entrando  de  tropel  Navarro  con 
su  gente  se  trabó  la  pelea  mas  sangrienta  y  terrible.  Nu 
hubo  plaza,  calle  ni  casa  en  que  no  se  combatiera  y  de 
que  á  los  cristianos  no  se  hiciera  gran  daño.  Forzóseles 
ulguna  vez  á  replegarse ;  pero  ai  Gn  creciendo  su  valor 
con  el  peligro,  obligaron  á  los  moros  á  retirarse  los  unos 

(1]  Zurita,  ibi. 

Tomo  XXV.  10 


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14C 

á  las  torres,  Iob  otros  á  la  mezquita  mayor  y  el  jeque 
con  8U  familia  á  la  alcazaba.  Duró  tanto  el  combate  en  la 
ciudad,  dice  Mármol,  y  estaban  unos  y  otros  tan  cansados 
que  parecía  burla  su  pelear  y  se  sentaban  á  descansar  unos 
mientras  los  otros  peleaban  (1). 

En  eslo  llegó  la  noche  y  con  ella  el  mayor  arrojo  de 
nueslra  gente.  Penetraron  en  la  mezquita  y  pasaron  á  cu- 
chillo á  cuantos  allí  encontraron ;  en  cuyo  estado,  creyén- 
dolo todo  perdida  los  que  defendían  las  torres ,  se  dieron 
á  partido.  Lo  mismo  hizo  el  jeque  entregándose  con  toda 
su  familia  á  Pedro  Navarro;  quien  recelando  que  acasd 
desde  la  alcazaba  salieran  arrebatadamente  contra  sus  sol- 
dados desmandados,  acudió  personalmente  á  evitarlo.  Tan 
acertado  anduvo  que  todo  en  seguida  cayó  en  su  poder  in- 
clusos los  buques  que  estaban  en  el  puerto  y  otros  que  en 
aquellos  dias  se  apresaron  con  mercancías  ó  que  persegui- 
dos encallaron  en  la  costa  (2).  Murieron  como  cinco  mil 
moros  y  se  cautivaron  infinitos,  contándose  entre  ellos 
ciento  y  ochenta  italianos  que  recobraron  su  libertad,  sien- 
do inmenso  el  saco  de  la  ciudad  y  no  pocas  por  lo  tanto 
las  disputas  que  ocurrieron  sobre  su  repartimiento.  Nues- 
tra pérdida  Ifl  computan  los  escritores  en  unos  trescientos 
hombres  y  entre  los  mas  distinguidos  lo  fué  el  almirante 
de  la  armada  Cristóbal  López  de  Arriaran  (3). 

La  conquista  de  Trípoli  á  25  de  julio  de  1510,  pasó 

{1 )  Deseripeivn  del  África,  lib.  6.  Del  reino  de  Tanei,  cap.  40.— 
Saadoval ,  íbi. 

(t)  Estos  buques  quizás  faesen  las  caatro  fuslas  y  una  carabela 
qa«  el  Principe  de  los  tarcos,  cnenta  Pedro  Mártir,  enviaba  al  so- 
corro de  Trípoli  y  fueron  apresadas  por  Pedro  Navario.  E¡iitio~ 
la  ki3. 

(3)  Mármol,  Sandoval  y  Zurita,  á  qoiea  spgaimos  principal- 
méate. 


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147 

y  se  rapató  como  una  de  las  maa  Tamosiu  de  aquella  edad. 
tu  escritor  siciliano,  que  pudo  alcanzar  á  Pedro  Navarro, 
reQere  que  para  perpetuar  su  memoria  acuñaron  una  mo- 
neda con  un  jugo  (1).  En  Roma  nos  dice  Pedro  Mártir  que 
el  regocijo  del  Santo  Padre ,  del  Sacro  Colegio  y  del  Se- 
nado de  la  ciudad  fué  proporcionado  al.  concepto  que  te- 
nian  de  no  haber  fuerzas  humonas  suGcíentes  para  conquis- 
tar á  Trípoli,  así  por  la  fortaleza  de  bu  situación,  como  por 
lo  que  la  habian  aumentado  las  obras  del  arte  (2).  Pero 
en  quien  mayor  contento  produjo,  como  era  natural,  aque- 
lla conquista  fué  en  el  Rey  Católico  (5).  Aun  estaba  en  las 
Cortes  de  Monzón  cuando  le  llegó  la  noticia  que  sirv¡(> 
para  declarar  mas  abiertamente,  su  ánimo  de  ir  en  persona 
á  continuar  la  giierra  de  África.  "  Allende  de  las  razones 

■  que  para  esto  piJblicaba  ora  muy  principal ,  dice  Zurita, 

>  la  de  que  los  lugares  en  la  costa  no  se  podian  sostener 

■  por  tos  grandes  gastos  que  arrecian  sin  que  se  ganase  la 

>  tierra  adentro ;  para  qne.ayudase  á  defender  los  lugares 

■  marítimos  teniendo  ealo  por  el  principal  fundamento  de 

>  aquella  empresa ;  porque  hallándose  medio  como  la 

■  guerra  se  pudiese  entretener  á  costa  de  la  misma  tierra 

>  seria  cosa  durable  y  acabado  aquello  se  podria  mejor 
•  proseguir  la  conquista  (4)".  Mas  en  tanto  que  el  Bey  Ca- 
tólico asi  discurría ,  y  que  en  su  corte  admirando  las  vici- 

(1)  Franeiui  Maurolfti  f  que  escribía  en  1562)  Sicanica  Hitio- 
riiK  [inTiutauro  Aatiquitalum  Silicia,  tom.  i,  líb.  6,  p&g.  272)  a<l 
ao.  1S10.  Ítem  Pttru»  Navarrtit  eum  claite  ac  copiU  ex  Hispania 
miitut  in  Sieiliam  traas/rciifvU ,  ae  TripoUia  expugnavit.  Excusa 

fiút  moatta  jugo  lignata  ob  cj'ui  memoriam, 

(2)  Petras  Hartjr,  il>i. 

-  (3)  Y«ase  la  c*rU  al  cardeadl  Jimcnez  ie  Cisncros  en  el  Docu- 
idcdUi  dúid.  19. 

[i]  Zarila,  lib.  9,  c»p  tC. 


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148 

situdes  humanas  ss  decio  al  ver  lo  sucedido  en  Tnpoli  quo 
los  africanos  tan  temibles  en  otro  tiempo  á  los  españoles* 
se  les  reodian  en  doDde  quiera  que  se  encootraban  (i); 
esas  vicisitudes  y  nuevas  complicaciones  en  Italia  dejaron 
sin  efecto  lo  que  el  Católico  proyectaba. 

Aunque  el  Rey  de  Francia  por  consecuencia  de  la  liga 
de  Gambray  se  mostraba  en  la  apariencia  aliado  suyo,  iba 
en  realidad  desmandándose  algún  tanto  y  procurando  lu 
ocasión  de  volver  á  la  conquista  de  Nápole«.  El  Papa  que 
lo  conoció  se  fué  acercando  á  los  venecianos,  y  resuelto 
ó  ecbar  á  los  franceses  de  Italia  buscó  al  intento  como  su 
principal  apoyo  el  del  Rey  Católico.  Concedióle  desde  lue- 
go la  investidura  del  reino  de  Ñápeles,  inclusa  la  parto 
que  por  el  tratado  de  su  repartición  en  1500  babia  que- 
dad» á  la  Francia ;  en  cambio  de  lo  cual  y  de  baberlo  eje- 
cutado, dejándole  libre  de  todo  censo  y  vasallnje,  el  Rey  lo 
prometió  auxiliarle  con  trescientos  caballos  (2). 

Fué  esto  causa  de  que  Pedro  Navarro  que  triunfante 
en  Trípoli^  quería  serlo  también  en  Túnez  ,  no  alcanzase 
los  cuatrocientos  hombres  de  armas  y  doscientos  caballos 
ligeros  que  para  ello  solicitaba.  £1  Rey  Católico  bien  de- 
seaba procurárselos ,  y  con  ese  motivo  ordenó  al  Virey  do 
Ñápeles ,  cD  donde  residían  la  mayor  parte  de  los  hombres 
de  armas ,  que  le  aprontase  cuanta  caballería  pudiera  (5) ; 
mas  aunque  tsmbíeu  mcindó  que  t^e  juntasen  los  navios 


(1)  Pedro  Múttir,  Epiíto/a  442.  lia  rerant  fices  versant  huma- 
nte. Formir/aiiUi  quondam  Hispanis  Aphri,  i-unc  Hispcnis  cedunt 
qnocamque  concarritar, 

(!2)  Zorita,  ibi.,  cap.  11  y  18. 

(3)  Véase  en  el  Documenio  nóm.  20  los  (]iipjns  del  Cran  Capi- 
Ud  por  qnerer  el  Rey  Calólico  que  rd  coRipnüia  de  homl  res  de  \\\- 
mss  pasase  cod  él  á  los  Gerbes. 


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149 

necesarios  para  el  Iransporlo ,  en  la  ¡ncertidumbre  de  sí  se 
podría  enviar  ó  no  la  caballería  dejó  á  'cargo  de  Nnvarro, 
ó  que  fueite  sobre  Túnez,  ó  que  enlre  Túnez  y  Trípoli  em* 
prendiera  lo  que  mejor  le  porecirse  (1). 

Navarro  en  tal  situación  ,  aunque  al  principio  perple* 
jo ,  determinó  al  6n  por  no  mantenerse  ocioso ,  salir  contra 
los  moros  de  Gerbes,  hoy  Zervi,  isla  lo  mayor  y  mas  prin< 
cipal  de  aquellas  costas,  que  bojea  como  seis  leguas  y 
dista  de  Trípoli  como  treinta,  rasa  y  arenosa,  sin  mas 
agaa  que  la  de  los  pozos,  y  tan  allegada  á  tierra  en  algu- 
nas partes,  que  entonces  se  comunicaba  con  ella  por  un 
paente  de  madera.  Abundaba  en  palmares  y  olivares,  po- 
blábanla muchas  alquerías  y  pocas  aldeas,  y  la  gobernaba 
nn  jeque  llamado  Yhaya.  No  tenia  mas  fortificación  que 
una  antigua  torre  levantada  en  la  marina  por  los  ca* 
talanes  que  la  dominaron  después  de  conquistada  en  1284 
por  el  célebre  almirante  de  Aragón  Boger  de  Lauria  (2). 
Como  que  sus  habitantes  causaban  grandes  dados  en  las 
costas,  en  aquel  tiempo  nuestras,  de  Sicilia,  Córcega  y 
Ñapóles,  antes  de  que  Navarro  saliese  de  Bugía  para  Trí* 
poli ,  habia  tratado  de  castigarlos  el  Rey  Católico ,  y  aun 
se  dijo  que  habia  dado  el  encargo  á  D.  García  de  Toledo 
así  como  el  de  suceder  á  Navarro  en  el  gobierno  de  Bu- 
gía ;  pero  como  D.  García  no  llegaba  y  la  peste  y  otras 
necesidades  apuraban  en  términos  de  no  poderse  ya  sub* 
sisltr  en  aquella  plaza ,  Navarro  antepuso,  como  ya  vimos, 
la  conquista  do  Trípoli ,  dejando  para  mejor  ocasión  la  do 
los  Gerbes  (5). 

(1)  Zorito,  jbi.,  csp.  16. 

(3)  Hirmol,  lib.  6.  Del  reino  de  Túnez,  cap.  11  .—Zurita,  (bi., 
cap.  17,  en  donde  pone  oíros  ponnenores. 
(3)  Zarita,  ibi.,cap.  16. 


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Para  dominar  á  estos  sin  gran  peligro  contaba  nuestro 
conde  con  el  espanto  que  tes  causara  lo  de  Trípoli ,  y  con 
estar  divididos  en  parcialidades  y  bandos  cada  ano  coa  su 
jefe  á  la  cabeza ,  aunque  al  parecer  el  uno  de  ellos  con 
oi  nombre  de  jeque  se  habia  ya  hecho  como  el  señor  de 
la  isla.  Fortificados  pues  el^aslitlo  principal  y  otro  mas  pe- 
queño de  Trípoli ,  y  arrancada  aquella  parte  de  la  ciudad 
que  dificultaba  su  defensa  y  dominación ,  embarcó  el  con- 
de su  gente  y  se  dio  á  la  vela  en  10  de  agosto  de  aquel 
nño ,  llevando  cosa  de  ocho  mil  hombres  en  ocho  galeras 
y  cuatro  Tustas  gruesas.  Su  principal  designio  era  ver  si  la 
isla  ae  le  sometió  de  paz  y  prestaba  vasallaje  al  Rey  Cató- 
lico ,  ó  en  otro  caso  reconocerla  de  modo  que  se  asegura- 
se la  empresa.  Hny  quien  dice  que  en  el  día  qne  arribó 
la  armada,  el  jeque  que  estaba  aniedrentado  con  lo  que 
le  contaron  los  prófugos  de  Trípoli  ofrecia  dar  al  conde 
veinte  y  cinco  mil  tripolines  por  una  vez ,  y  diez  mil  anua- 
les de  tríbulo  al  Rey  Católico  con  la  tenencia  del  castillo 
y  otros  derechos  en  la  isla  que  el  conde  no  quiso  admi- 
tir (1);  al  paso  que  otros  refieren  que  habiendo  desem- 
barcado tres  hombres  junio  al  puente  que  unia  la  isla  al 
continente,  y  penetrado  en  ella  con  bandera  de  paz  y  ha- 
blando en  algarobía  con  los  islei^os,  lejos  de  mostrarse  estos 
sumisos,  habían  roto  el  puente  firmemente  resueltos  &  de- 
fenderse ,  y  no  solo  desafiaban  al  conde  diciéndole  que  allí 
encontraría  hombres  y  no  gallinas  como  en  Trípoli,  sino  que 
alancearon  inhumanamente  á  on  parlamentario,  salvándo- 
se los  otros  dos  en  un  esquife  que  hallaron  en  la  costa  (2). 

(1)  Zurita,  íb^,cap-  19.— Mármol  pane  elembarqne  y  partida 
del  coode  en  el  lunes  30  d«  julio,  cinco  días  después  de  ganada 
Trípoli;  loijue  parece  muy  pronto. 

(2)  Saiidoval,  Historia  de  Cárhtf,  lib,  1,  g.  3.. 


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151 

Pedro  Navarro  en  vista  de  tal  decisión  y  arrojo,  ha-^ 
biendo  primero  rodeado  una  gran  parte  de  la  isla  y  reco- 
nocido el  fondeadero ,  mandó  alzar  las  velas  y  regresar  á 
Trípoli.  Ordenada  allí  de.nuevo  bu  gente  y  hecha  reseña 
general  en  el  dia  15  de  agosto,  la  mandó  de  nuevo  embar- 
car en  el  siguiente  16  para  emprender  el  mismo  rumbo. 
En  el  día  23 .  siéndole  muy  contrario  el  tiempo,  se  avista* 
roa  quince  naves  gruesas  de  á  dos  y  tres  gabias ,  que  for- 
maban la  armada  de  D.  García  de  Toledo,  la  cual  dete- 
nida largo  tiempo  en  Málaga  por  decirse  que  había  peste 
en  Bugia,  después  de  tocar  en  aquella  plaza  y  recoger  tres 
mil  soldados  de  su  guarnición  con  el  coronel  Francisco 
Marques,  siguió  ¿juntarse  con  la  de  Pedro  Navarro  para 
caminar  unidos  ó  los  Gerbes  (1). 

Acompañaban  á  D.  García  siete  mil  hombres.  Entre 
estos  iban  el  capitán  de  artillería  Diego  de  Vera,  que  tanto 
crédito  gozó  en  su  tiempo,  y  muchos  caballeros  bien  co- 
nocidos ,  aunque  no  muy  prácticos  todavía  en  las  cosas  de 
la  guerra.  Estaban  todos  tan  fatigados  del  temporal  y 
poca  costumbre  del  mar,  que  Navarro  viéndolos  con  ne- 
cesidad de  refrescos,  y  que  por  otra  parte  mostraban  su- 
mo deseo  de  conocer  la  ciudad  de  Trípoli  tan  famosa  en 
España  después  de  eu  conquista ,  se  prestó  gustoso  á  que 


(1)  Zorita , 'ibi.— El  Cora  de  loa  Palacios  eo  el  cap.  325  de  su 
iJisioria  US.  dice;  "  Edespoes  de  llegada  la  gente  toda  (á  Málaga) 
«  tardóse  mucho  ü.  Garda  en  embarcarse,  y  estuvo  alli  el  dia  de 
«  Sao  Juan  é  lidió  toros  é  muchos  de  tos  que  hahian  de  ir  en  la  ar- 
«  mada  asi  frailes  como  aludes  é  legos  por  la  tardanza  se  volvie- 
«  ron ;  é  DO  sé  si  se  hizo  esta  tardanza  porque  supo  e1  dicho  D,  Gar- 
.«  cía  que  morían  de  pestilencia  en  Bugia.  En  Gn  partió  de  Mála- 
«  ga  con  su  flota  ó  armada  con  siete  mil  hombres  después  de  haber 
«  estado  en  Malaga  (ros  mesea  é  mas." 


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153 

ilesemljnrcóran  en  ella.  VeriGcúronlo ,  y  repurados  loJos 
y  remediado  cuanto  to  necesitaba,  la  armada  reunida  se 
dio  de  nuevo  á  la  vela  en  el  márles  27  de  agosto ,  habien- 
do dejado  primero  en  Bugía  &  Diego  de  Vera  por  teniente 
de  Pedro  Navarro  con  tres  mil  soldados  de  los  coroneles  ' 
Palomino  y  Snmaniego  (i).  Sin  sdelantnrse  rosa  a^una  en 
el  primer  día  por  la  calma .  ni  sufrir  tonopoco  gran  cosa  en 
la  nuche  del  siguiente  por  un  temporal  ó  Tortuna  (2),  cor- 
ta pero  desecha,  que  experimentó  la  armada ,  se  encontró 
sobre  los  Gerbes  al  amanecer  el  jueves  29  (3).  La  capitana 
y  otras  dos  naos  que  por  mas  ligeras  se  adelantaron ,  sur- 
gieron en  una  ensenada  cerca  de  Gerapol ,  á  la  punta  del 
canal  donde  estaba  el  puente  quebrado.  Llegadas  las 
otras,  se  adelantaron  todas  á  la  vela  en  el  mismo  cuñal 
cosa  de  media  legua.  Dieron  allí  fondo,  y  pasado  el  dia, 
ordenó  Navarro  en  el  segundo  cuarto  de  la  noche  que 
toda  la  gente  se  trasladase  á  las  galeras ,  fustas ,  berganti- 
nes y  demás  buques  do  remos  para  desembarcar  al  espio- 
recer  el  inmediato  viernes  30. 

Tomóse  aquella  precaución  por  ser  la  costa  muy  difí- 
cil á  cnusa  de  los  bnjíos  y  del  poco  fondo,  y  aun  así  que- 
daron las  naos  como  á  media  logoo,  de  la  torre  señalada 
como  lugar  de  desembarco:  de  modo  que,  teniendo  los 
soldados  que  andar  gran  trecho  por  el  agua ,  aunque  solo 
llevaban  las  armas ,  cuando  después  de  tocar  la  tierra  se 
juntaban  con  sus  bandera»,  llegaban  fatigados  y  mojados. 
Notóse  sin  embargo,  y  con  razón  se  tuvo  por  cosa  extraña, 

(1)  Así  lo  dice  SandoTal ,  ibi ,  §.  39 ,  poniendo  la  aalids  de  la 
armada  en  el  dia  28  de  agosto. 

(2)  Nombre  que  en  lo  antiguo  se  daba  a),  las  tormentas  y  tem- 
porales. 

(3)  Zarila ,  ibi ,  dice  jueves  28  en  la  noche,  «lia  de  S.  Agustín. 


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15j 

que  aun  cuando  en  esa  operación  se  pasó  hasta  el  medio 
«lia ,  ni  se  recibía  daño  ni  se  vió  moro  alguno. 

Estaba  acordado  antes  de  que  llegara  D.  García  de 
Toleda  con  su  armada  que  el  coronel  Gerónimo  Vianelo 
llevase  con  su  escuadrón  la  d«lanlern ;  mas  habiendo  ro^ 
gado  el  D.  García  con  todo  género  de  instancias  y  súpli- 
cas que  se  le  conGase  á  él 'con  los  caballeros  y  gente  que 
le  acompañaban  ;  Navarro  vencido  al  fin  de  las  plegarias 
de  aquel  mozo  tan  ardiente  y  tan  ansioso  de  gloria  hubo 
de  convenir  en  ello ,  tomando  también  en  cuenta  la  ca- 
lidad de  su  persona  (1).  Dicen  algunos  que  se  holgó  mu- 
cho con  la  demanda  de  D.  García,  y  que  le  dejó  escoger 
la  gente  que  quiso.  A  otros  por  lo  contrario  oyó  Zurita 
afirmar  y  Pedro  Mártir  también  lo  confirma,  que  seña- 
lándole Navarro  el  lugar  que  como  á  genernl  le  corres- 
pondía ,  le  replicaron  él  y  otros  que  solo  habían  ido  á 
pelear,  y  que  aunque  Navarro  lo  resistió  y  aun  mediaron 
malas  palabras  con  alguno  sodre  ello,  consintió  al  fin  y 
)e  dejó  ir  delante  con  t,600  hombres  los  mejor  armados 
y  ordenados  de  toda  la  expedición  (2) ;  variando  su  plan 
de  no  combatir  hasta  la  caída  del  sol  (3). 

Los  quince  mil  hombres  de  que  al  parecer  constaba 
el  ejército ,  los  dividió  Navarro  en  siete  cuerpos  ó  escua- 

(1)  Pedro  Mártir,  Eptstúla  tk&.  Ex  maJriía  ia  Calend.  Ocio- 
iris  H\0..,.  horlalu*  monet ,  immn  et  tjuisnam  eiiel  canjea ans  orat^ 
farüt  ínter  eos  agilalum  fuisse  argumenñs  fertur.  At  vietus  lantén 
generesi  juvenis  preeibas,  Comes  primam  illi  acitm  in  halles  licet  iavi- 
lus  per  mis  sil. 

(2)  Zurita,  ibi,  cap.  |9,  aDadiendo  que  las  malas  palabras  fne-^ 
roD  con  Diego  de  Vera,  que  había  quedado  en  Trípoli;  en  cuyo 
caso  la  dispala  hubo  de  ser  antes  de  salir  de  allí. 

(3)  Alvaro  Gomei ,  lib.  4 ,  pSg.  i2h.—Nm-arnis  cnim  solis  ie- 
clinationem  expccta/idam  omnino  centcbal. 


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iS4 

tirones  según  unos,  y  en  once  se^un  otros (1).  Al  de 
vanguardia  ,  que  dejamos  dicho  haber  dado  á  D.  García, 
seguia  el  del  coronel  Francisco  Marques  con  unos  mil  y  dos- 
cientos. Venia  luego  otro  de  dos  mil  soldados,  muy  esco- 
gidos al  cargo  del  coronel  Jiuanes  de  Arriaran ,  y  detrás 
con  los  suyos  respectivos  los  coroneles  Pedro  diO  Lujan, 
llamado  generalmente  Píerna~ gorda,  D.  Diego  Pache- 
co, Valencia,  Nieto  y  otros,  cerrando  la  retaguardia  el 
coronel  Palomino.  La  artillería  compuesta  de  dos  caño- 
nes gruesos ,  dos  sacres  y  dos  falconetes  con  la  pólvora  y 
balerío  se  colocaron  en  el  centro ;  siendo  lóstima  ver  co- 
mo por  Talla  de  caballería  los  soldados  tiraban  los  unos 
los  carretones  de  la  artillería ,  iban  los  otros  cargados  con 
los  barriles  de  pólvora,  y  otros  allanaban  el  camino,  y 
aun  sobre  todo  su  trabajo  les  daban  palos  como  á  bes- 
tias (2). 

Serian  las  diez  y  media  de  la  mañana  cuando  empren- 
dido el  movimiento  después  de  haber  oído  misa,  la  sed 
que,  así  por  la  bora  y  modo  de  desembarcar  como  por  lo 
tardado  en  ordenarse,  era  ya  estimulante  en  la  gente-, 
creció  mas  con  el  caminar.  Ardia  el  aire  y  la  tierra  abra^ 
snba  con  el  calor  del  sol  en  aquel  día ,  cuenta  el  grave 
Gerónimo  de  Zurita,  y  la  sed  era  tanta  en  aquel  arenal, 
añade  el  obispo  Sandoval,  que  daban  por  un  trago  de 
agua  tres  tripotines  y  aun  veinte ,  y  algunos  cayeron  muer- 
tos lie  sed,  especialmente  de  tos  que  tiraban  la  artillería. 


(4)  Sandoval,  ibi,  §.  40,  dice  once  y  Zurita  siet»,  y  aonqne 
ambos  escritores  se  conoce  qne  tavíeron  é  la  vista  docamentos  au- 
téoticus,  no  dejan  de  variar  en  sus  relaciones,  conio  en  este  casv 
sucede  con  el  coronel  ralotnino,  que  según  Sandoval  quedó  en  Bo- 
gla  con  Diego  de  Vera ,  y  Zurita  pone  i  Isa  dos  eK  lo»  Gerbe». 

(3)  Sandoval,  ibi. 


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155 
Cubrióse  al  Gn  el  campo  de  oadáveres,  no  siendo  ya  dado 
á  ningún  jelb  en  medio  de  tal  ansiedad  mantener  el  or- 
den y  formación  que  se  le  habla  encomendado  (1).  Acer- 
cándose en  esto  D,  García  con  so  vanguardia  á  unaa  pal- 
meras y  luego  á  unos  olivares  en  donde  habia  unas  casas 
derribadas ,  por  mas  que  se  esforzó  en  contener  á  su  gen* 
te  nada  alcanzaron  ni  sus  amenazas  ni  sus  ruegos.  Tu-r 
vieron  nueva  de  que  allí  cerca  habla  unos  pozos  de  agua 
dulce ;  y  con  el  ansia  de  beber  se  desmandaron  todos  en 
tropel  por  llegar  á  ellos,  encontrando  muchos  la  muerte 
en  donde  creyeron  encontrar  el  alivio. 

Ya  fuese  casualidad  ó  bien  previsión  de  los  moros,  que 
aun  se  quiere  que  para  cebar  mas  á  los  sedientos  dejaron 
tilli  de  intento  cántaros,  calderetas,  jarros  y  hasta  sogas 
para  sacar  el  agua ;  con  el  ansia  del  beber  se  redobló  el 
desorden.  Aparecieron  entonces  y  cayeron  arrebatada- 
mente sobre  ellos ,  y  sin  que  se  s^a  en  que  número ,  los 
moros  que  todo  lo  observaban  y  estaban  en  emboscadas. 
Hay  quien  los  sube  hasta  tres  mil  de  á  caballo  con  mucho 
peonaje  allí  de  intento  preparado  (2),  y  quien,  suponien* 
do  que  todas  las  fuerzas  del  jeque  y  sus  hijos  no  exce- 
dían de  dos  mil  y  quinientos  peones  y  ciento  y  veinte  ca*. 
Iiallos  inclusos  cufirenla  alárabes ,  dice  que  los  que  con 
grandes  alaridos  atacaron  ¿  los  sedientos  é  hicieron  todo 
el  estrago  serian  ciento  y  cincuenta  de  á  pié  y  wios  se-^ 


(t)  Por  lo  cual  comenzaron  á  desordenarse  y  á  desmayar  tos 
Sel  coronel  F'ianelo  y  del  coronel  Pedro  de  Lujan  Pierna  gorda  qug. 
llevaia»  la  vanguardia  y  luego  todo  el  ejército  salvo  los  de  D,  Die-. 
go  Pacheco.  Asi  dice  Sandoval,  pero  discorda  en  lera  mente  de  Zo* 
rila  y  olroa ,  qa«  convienen  en  que  D.  García  llevaba  la  delantera  y 
faé  sa  gente  la  primera  que  ce  desordenó. 

(3)  Mármol,  ibi. 


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156 

icnta  lie  &  caballo  (t);  reduciéndolos  todavía  Pedro  Má^ 
tír  á  solo  unos  ochenta  de  los  últimos  (2),  Has  fuesen  tos 
que  qui:>lerBn>  pues  que  para  desordenar  un  ejército  no 
se  necesitaron  á  veces  tontos;  en  vano  fué  que  D.  García 
con  unos  cuantos  de  á  caballo  que  le  acompañaban  y  que 
en  todo  el  ejército  cristiano  apenas  llegarian  á  quince, 
tratara  así  que  descubrió  á  los  moros  de  opartará  su  gen- 
te de  los  pozos  y  ordenarla.  Ni  exhortaciones,  ni  ruegos, 
ni  desmontarse  y  tomar  una  pita  de  los  que  andaban  por 
el  suelo,  ni  su  ejemplo  peleando  á  pié  eon  gran  denuedo, 
ni  el  que  te  daban  otros  jefes  y  caballeros  que  le  acom- 
pañaban ,  nada  bastó  para  contener  la  fuga  y  el  desorden; 
siendo  lo  peor  haberse  comunicado  ó  los  escuadrones  in* 
mediatos  ó  pesar  de  la  esforzada  resistencia  de  Diego  Pa- 
checo ,  Gil  Nieto ,  Miguel  Cot^rero ,  Pedro  Lujan  y  otros, 
que  todos  cumplieron  con  su  deber,  saliendo  por  órdea 
do  Navarro  y  con  los  escuadrones,  de  retaguardia  que 
mandaban,  á  oponerse  á  los  fugitivos  (Z). 

¡  Qué  es  eslo  hijos  míos  y  mis  leones!  nos  cuentan  que 
esclamaba  Pedro  Navarro  en  medio  de  tan  triste  confu- 
sión. No  soliadea  vosotros  hacerlo  asi.  Acordaos  de  lo  que 
deciadei  en  Tripol.  Vuelta  ,  hermanos ,  vuelta :  no  hayáis 
miedo;  qae  moros  soa  y  pocos:  otras  veces  habéis  vencido 
muchos  mas :  aí¡ui  conmigo  qae  nos  va  la  honra  y  la  vida, 
acompañándolo  todo  con  lágrimas  que  le  salion  de  los  ojos 
y  que  si  bien  hicieron  que  algunos  volvieran  el  rostro  al 
enemigo  fué  con  tan  poco  aliento  que  muy  pronto  y  cie- 
gamente se  dieron  á  huir  hacia  la  mar  (4).,  En  semejante 

[1)  Zurita,  ibi. 
[i)  Epístola  i45. 

(3)  Zurita,  ¡bi. 

(4)  Sandoral. 


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157 
BÍtuacion  y  viendo  que  ni  con  la  vergüenza  ni  con  el  esl^ 
mulo  tos  podia  contener,  pues  que  estaban  todos  ame* 
drentados,  determinó  acudir  de  los  primeros  á  las  galeras> 
ya  para  salvarlas  de  que  en  el  desorden  se  hundiesen,  ya 
para  recoger  á  los  que  sin  atender  mas  que  á  sí  mismos  á 
todo  se  precipitaban ,  y  hasta  dé  las  mismas  galeras  eraa 
iabumanamente  rechazados;  aconteciendo  entonces  que 
si  hubo  muchos  que  se  ahognron  con  el  ansia  de  embar- 
carse hubo  todavía  muchos  mas  que  aun  después  de  em- 
barcados morieran  de  sed.  Las  mujeres  y  mozos  que  ha-* 
bía  en  la  armada,  contando  Con  la  conquista  segura  de  In 
isla,  habían  gastado  el  agua  dulce  en  lavar  la  ropa  y  otros 
usos  ;  y  eroD  ti  les  los  extremos  que  según  Mármol  se  ob* 
servaron  en  los  sedientos  qve  hubo  muchos  soldados  que 
perdieron  el  juicio  y  andaban  haciendo  visajes  y  locuras 
peligrosas  (i). 

En  tan  aciago  dia  y  eolre  las  personas  que  peleando 
valientemente  murieron  con  D.  García  de  Toledo,  padre 
que  filé  del  gran  duque  de  Alba,  se  conlat'on  García  Sar- 
miento ,  Cris  óbal ,  Vetazquoz ,  Loaysa ,  y  según  el  Cura 
de  los  Palacios  ba'sla  sesenta  hijosdalgo  de  casas  genero- 
sas que  le  acompañaban  (^].  En  los  otros  escuadrones 
murieron  también  de  entre  las  caballeros  y  personas  se" 
lialadas  D.  Alonso  de  Andrade,  Santangel,  Melchor  Gonzr<- 
lez,  hijo  del  conservador  de  Aragón,  y  los  capitanes  Saave- 
dra,  Sotelo  y  otros.  Nuestra  pérdida  en  muertos  y  cautivos 
la  computaron  algunos  en  cuatro  mil  hombres  (ó).  I.a  re- 
dujeron otros  á  tres  mil  y  aun  á  dos  mil,  quedando  qui- 

(!)  Descripción  del jif rica,  Wh.  6,cap,il. 

(á)  Hisforía  mi.  tie  los  Hey^í  Cmi'íícos,  cap  227. 

(3)  Zurita  ibid.— Mnríanajib.  29,  c»p.  25. 


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158 

liientos  caulivos  (1) ;  y  no  falta  quien,  reCriéndoso  a  tos 
que  de  estos  se  rescataron  después .  escriba  qiie  solo  fué 
üe  mil  y  quinientos;  los  mil  de  sed  y  los  restantes  en- 
tre muertos-  de  heridas  y  caulivos ,  siendo  casi  todos  de 
los  que  i  la  entrada  del  palmar  se  desmandaron  á  los  po- 
zos (2). 

Ed  cuanto  á  Pedro  Navarro ,  que  tantas  pruebas  de 
ánimo  y  valor  dio  en  aquella  ocasión ,  se  le  acusó  de  va- 
rios modos;  siendo  asi  que  su  mayor  y  acaso  su  única  fal* 
ta  fué ,  conociendo  la  inexperiencia  de  D.  García ,  haber* 
le  confiado  el  pfimef  puesto  del  ejército,  atendiendo  solo 
y  coa  demasiada  cortesanía  á  que  era  sobrino  del  Bey 
Católico  como  nieto  de  una  hermana  de  su  madre  [5).  Mo* 
tejáronle  los  unos  de  haber  perdido  la  jornada  por  no  ha* 
her  sacado  de  los  buques  de  comer  y  beber ,  habiéndole 
quitado  la  confianza  en  el  triunfo  el  juicio  que  siempre 
tuvo  muy  acertado  {Á) ;  y  otros  do  haber  dejado  la  gente 
en  el  campo,  de  haberla  desembarcado  muy  lejos  del  lu- 
gar mas  importante  de  la  isla  y  de  no  haberse  fortifícndo 
en  el  ponto  que  desembarcó.  Se  dijo  de  él  que  si  bien  era 
uno  de  ios  grandes  capitanes  de  su  tiempo  y  habia  mos- 
trado entonces  valentía/  no  así  el  consejo  conveniente  para 
el  campo  y  gobierno  de  un  ejército,  en  que  por  falta  do 
Diego  de  Vera  en  ei  Real  se  habia  notado  mala  orden  y 
poco  castigo ;  llegando  por  último  hasta  decirse  de  él  que  ' 


(1)  Sandoval,  ibid. 

(2)  Hármoi,  ibUI. 

|3)  Pedro  BIértir,  lib.  23,  tpíttol.  Ii5....  rntuil  romet  quamdia 
potuit,  Ad  veieraaot  eam  provinciam  alliaere,  íub  veltranorum  dü- 
tam  regula,  rem  miliiarem  príus  experiatur  quam  te  lanío  periculo 
exjionat,  ele. . 

(4)  Sandoval,  ibi.  %.  il.~MaríaDa,  lib.  S9,  cap.  25. 


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169 

con  ser  nacido  de  muy  baja  sueríe  era,  como  dice  Salustio 
de  ítlario,  soberbio  y  feraz  (1). 

Hablóse  lambien  mnl  de  Gerónimo  Víanelo.  Atríbuyó- 
seie  ser  quien  guiaba  á  Navarro  con  sus  coasejos  y  le  con- 
ilucia  á  empresas  vanas  y  peligrosas,  y  que  en  cambio  de 
eso  le  daba  siempre  Navarro  la  delantera  y  el  mejor  lugar 
ea  las  acciones,  agraviando  á  Diego  de  Vera  y  otros  que 
tenian  por  arrenla  á  la  nación  ser  antepuestos  por  un  ex- 
tranjero. Vianelo  con  efecto  lo  era ,  pero  tan  distinguido 
en  nuestra  milicia  que  ya  era  caballero  de  Alcántara  por 
los  servicios  prestados  en  ella  (2),  cuando  esa  distinción 
no  signiGcaba  tan  poco  como  en  los  siglos  posteriores 
al  XVI.  Y  fii  por  acaso  se  quiso  con  eso  acusar  á  Víanelo 
de  haber  sido  quien  indujo  á  Navarro  á  la  empresa  de  los 
Gerbes,  el  mismo  historiador  Sandoval,  cuyo  juicio  en 
ella  no  es  muy  favorable ,  afirma  que  siempre  estuvo  en 
el  ánimo  del  Roy  Católico  arrojar  á  los  corsarios  de  aque* 
lia  isla ,  y  que  si  el  Gran  Capitán  no  lo  puso  por  obra  en 
i501  al  regresar  de  Cefalonia  fué  por  haber  sobrevenido 
la  segunda  guerra  de  Ñapóles  (5). 

Tal  fué  la  infeliz  jornada  de  que  en  Castilla  parece  ha- 
ber derivado  el  dicho  de  los  Gerbes  madre  malos  son  de  ga^ 
aar  (4),  y  ese  será  el  término  de  todas  en  tos  que  no  pre- 
sida el  valor  con  la  prudencia  en  los  que  manden  y  la  mas 
ciega  subordinación  y  disciplina  en  todos  al  frente  del  ene- 
migo. "¿08  que  á  las  inaccesibles  Oran,  Bugia  y  Tripo- 

(1)  Zurita,  íbi.  Y  véase  á  stl  ahreviador  Abarca  en  loj  Anata 
de  Aragón,  Cap.  19,  núni.  5,  que  está  moA  doro. 

(9)  Asi  le  llama  Sandoval,  ibid. 

(3)  Historia  de  Carlos  A",  üb.  1,  g.38.— V.el  DocQinenlc.  nú- 
mero 21. 

li¡  ll)id.,S.U. 


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IGO 
k  li,  póderotas  por  mar  y  tierra  la»  tomaron  por  fuerza, 
» esclamaba  Pedro  Mártir  al  referir  oquella  derrota ,  y 
»  cott  tut  manos  creían  poder  ya  conquistar  el  cielo ,  catje- 
>  ron  muertos  á  centenares  con  las  hoces  de  unos  ochenta 
■  isleños  casi  desarmados  {i)":  conaumiéndose  al  fin  casi 
por  completo  una  multitud  de  diez  mil  hombres  fuertes  y 
tan  gloriosos  por  sus  victorias  y  trofeos  como  por  sus  con- 
quistas,  á  quienes  hasta  entonces  no  habían  podido  resistir 
ni  las  poderosas  torres  ni  los  muros  casi  diamantinos  de 
muchas  ciudades  (2).  Pedro  Navarro  sin  embargo  cumplió 
en  dia  tan  desgraciado ,  como  debía  esperarse  de  su  acre- 
dilado  valor  y  experiencia,  y  los  contemporáneos  y  testi- 
gos no  le  acusan ;  pero  ta  suerte  estaba  echada ,  y  la  muer- 
te desgraciada  de  D-  García  de  Toledo  y  la  derrota  consi- 
guiente fueron  como  el  primer  origen  de  sus  desgra- 
cias (3),  asociándosele  también  hasta  los  elementos  como 
entonces  se  decía. 

Tan  crueles  se  le  mostraron ,  que  recogidos  en  la  ar- 
mada tres  mil  hombres  que  con  el  coronel  Pierna  gorda 
pasaron  la  noche  en  tierra  (4),  apenas  se  habían  dado  lo- 


H)  Epíitola  íí^. 

[f]  lhid.,cp¿tlolakhñ...'  eoniutnpta  eit  landeta  universa  áeeem 
miilium  virorumforlium  glorióla  trophait  et  tptiHt  opÍmÍt  mullilu— 
Ho,  eui  nec  valida  poiuerunt  reiittere  turrtí  kaelenut,  nec  multarum 
feri  adamantina  urbium  mania. 

(3)  AWarus  Gomt:z,  De  mbusgeslis,  etc.^líb.  4,  fol.  12^.  Hiñe 
Navarro  prima  mali  labes  nam  cum  ejus  fraude,  id  accidUie  vulgo 
jactarelur,  rex  Ferdiiianditi  ut  Atbano  rrgulg  grarlficarelur;  leriio 
deiiide  anno  Navarrum ,  eruenlo  illa  pralio  ad  Havciutitt  habito,  ca/>- 
tum  nfglexit. 

(it)  Gonzalo  Fernandez  de  Oviedo,  tratando  en  su  Quinruag^nn 
primrra,  Eítama  XXX,  de  este  coronel  Pedro  de  Lujan  ,  llHniado 
Pierna  gorila ,  cuenta  de  él  en  la  prte  <iae  nos  concierne  ()ue  "so 


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iCl 

dos  á  la  vela  en  la  mañana  del  sábado  51  de  agosto  que 
sobreviniendo  una  furiosa  tempestad  tuvo  la  armada  que 
regresar  al  fondeadero  que  acababa  de  dejar.  GüDnto  allí 
sufrirla  la  gente,  faltándole  el  agua  que  sin  previsioD,  como 
ya  referimos,  se  había  gastado  lavando  la  ropa,  no  es 
difícil  de  inferir  ni  tampoco  las  amarguras  de  Navarro.  Se- 
renósd  al  Oo  el  tiempo  y  enviados  primero  al  Rey  Católi- 
co el  maestro  Alonso  de  Aguilar  y  Gil  Meto  para  informar- 
le de  lo  sucedido,  volvió  Navarro  á  darse  á  la  vela  en  5 
de  setiembre  para  experimentar  nuevos  desastres  y  tor- 
mentas. Tan  furiosa  fué  la  que  asaltó  en  el  segundo  din 
de  vibje  á  su  armada ,  qiie  perdió  cuatro  naos  con  toda  su 
gente ,  llegando  por  fin  á  Trípoli  al  cabo  de  mticfaos  dias 
de  penas  y  sufrimientos  en  el  i9  de  aquel  mes  (I). 

Navarro  en  aquella  ciudad  y  puerto  que  tan  gloriosos 

»hall6  en  el  afio  de  i  510  en  a(|iiella  jcirnada  de  los  Gerbes  en  donde 

>  los  moros  mataron  i  0.  García  de  Toledo  y  como  el  D.  García  om 
»  general  y  sin  eiperiencia  adelantóse  cou  ciertos  giiietes  y  caba- 
u  lleras  mancebos  que  le  siguieron  delante  de  los  escuadrones  qaa 

■  iban  en  la  Ordenanza.  Y  los  infieles  viendo  que  eran  pocosesos 
j>  delaDleros,  atendiéronlos  de  tal  manera  que  ¿  D.  García  y  á  los  que 

■  le  siguieron  los  nialaron,  y  como  los  desbarataron  el  ebcuadron 
w  flelantero  viendo  aquello  huyó  y  v  loo  á  dar  en  el  segnndo  y  ambos 
N  en  el  tercero  y  el  tercero  en  el  caarlo  del  cual  era  coronel  Pier- 
B  na-gorda,  y  desque  vido  la  eosa  en  tan  mal  estado  como  hombre 

■  de  grande  ánimo  apeóse  de  sn  caballo  é  |)USO  mano  á  la  espada  y 
»  procnró  de  hacer  deleoer  la  gente  él  y  el  conde  Pedro  Navarro  ó 

>  no  los  pudieron  detener  basta  llegar  i  la  costa  del  mar  donde  so 

•  embarcaron  los  que  pudieron  y  quedaron  mal  de  tres  milen  la  cas- 
»  ta  esa  uoclie y  el  loronel  Pierna-gorda  tuit  tHa  j-  el  dia  siguiente  ét 
»  ylot  deináí  u  embaicaron....  y  ninguno  de  los  hombres  de  cuenta 

>  y  señalados  quedó  mas  honrado  en  aqnella  jornada  que  Pierna^ 

*  gorda,  etc.  NS.  en  la  BibUoi:  nacioiu 

(1)  Zurita,  ibid.— Sundovul,  ibi-,  §.  i3;  pero  véase  princiiul- 
mente  el  Documento  núm.  %t. 

Tojio  XXV.  1 1 


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463 

y  DO  muy  lejanos  recuerdos  le  ofrecía ,  se  aplicó  á  refor- 
mar 8u  armada  y  su  gente  á  medida  que  se  le  iban  reu- 
niendo. Envió  á  Ñapóles  las  galeras,  se  desprendió  de  los 
navios  que  ganaban  sueldo,  y  despidió  basta  tres  mil  sol- 
dados de  los  mas  inútiles  y  enfermos.  Con  el  resto,  y  cuan- 
do todo  estuviera  pronto  y  ordenado ,  se  proponía  correr 
la  costa  entre  Gerbes  y  Túnez,  ganar  en  ella  cuanto  pu- 
diera y  pasar  de  ese  modo  el  invierno  en  unos  mares  que 
al  paso  que  le  parecían  los  mejores  para  aquella  estación, 
le  facilitaban,  no  estando  lejos  de  Sicilia,  ser  ayudado  do 
aquella  isla  en  cualquiera  mal  suceso.  Todo  en  fin  lo  dis- 
puso y  preparó  como  de  su  inteligente  actividad  podía 
esperarse ;  y  dándose  á  la  vela  en  el  viernes  4  de  octu- 
bre ,  dejando  en  Trípoli  á  Diego  de  Vera  con  tres  mil  bom- 
bres  para  su  guarda  y  defensa ,  ú  bien  al  pronto  el  vienta 
le  favoreció ,  tardó  poco  en  sufrir  otro  temporal  en  que 
estuvo  á  punto  de  perecería  armada,  compuesta  según 
algunos  de  sesenta  velas  y  cebo  mil  bombres  (1).  Perecie- 
ron sin  embargo  algunas  naves ;  corriéronse  otras  á  Malla 
á  donde  llegaron  con  suma  dificultad ;  y  Navarro  con  las 
que  pudieron  seguirle  arribó  otra  vez  á  TripoH  tan  angus* 
liado  como  se  deja  conocer.  Firme  sin  embargo  en  su 
propósito,  babíendo  allí  juntado  treinta  navios  y  cosa  de 
cinco  mil  hombres  volvió  á  darse  otra  vez  á  la  vela  como 
á  mediados  de  octubre  (2). 

Era  su  objeto  entonces  apoderarse  de  la  isla  de  los 
Querquenes ,  inmediata  á  la  costa  de  África  ;  pero  ó  por  la 
crudeza  del  invierno,  que  Pedro  Mártir  aseguraba  oobaber 

(1)  Mármol,  Del  reino  d«  Tanex,  )ib.  6,  cap.  40.— Zuñía  dice 
que  la  gente  eran  cuatro  mil,  y  la  tormeoU  ea  4  de  octubre  deEpnes 
de  haber  salido. 

(2J  Zurita,  Hb.  9,  cnp.  19. 


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1C5 

los  nacidos  conocido  otro  igual  en  Andalucía  (í).  yfué  tam- 
bién uno  de  los  mas  rigorosos  que  se  vieran  en  Italia  (2}, 
ó  por  ser  comunes  en  aquellos  marea  y  en  aquella  estación 
los  temporales.  Navarro  y  su  escuadra  sufrieron  muy  luego 
otro  en  que  estuvo  para  ahogarse.  Fué  entonces  cuando 
en  medio  del  mayor  peligro ,  y  cuando  el  almirante  de  la 
armada  llamado  Carranza  le  importunaba  para  que  se  sal- 
vase en  el  batel ,  le  replicó  con  la  mayor  decisión  que  no 
queria  abandonar  á  los  suyos :  lo  cual  sin  díjda  hubiera 
sido  una  bajeza  indigne  de  su  valor  (3);  hasta  que  al  íin. 
serenado  el  tiempo  y  regresando  á  Trípoli,  volvió  á  salir 
con  su  armada  ya  reunida  pero  variando  de  rumbo.  Diri- 
gióse primero  á  la  isla  de  Lampedusa,  situada  en  medio 
del  golfo  entre  Malta  y  el  continente  africano,  que  tenia 
por  abundar  de  leña  y  agua  ,  como  por  la  facilidad  de  ser 
proveído  de  Sicilia,  le  prometía  ventajas  en  el  estado  en 
que  se  encontraba  su  gente ;  y  habiendo  llegado  con  feli- 
cidad y  pasado  allí  lo  mes  duro  del  invierno  reponiéndose 
de  todo ,  apareció  sobre  los  Querquenes  «i  el  sábado  20 
lie  febrero  de  151i  (4). 

i  51 1  .—La  isla  de  tos  Querquenes,  situada  entre  la  de 
loa  Gerbes  y  Túnez,  se  hallaba  entonces  casi  despoblada  y 
sin  ningún  lugar  cercado  que  llamase  la  atención.  Los 
moros  la  destinaban  principalmente  al  pasto  de  sus  gana- 
dos ;  y  como  no  fuera  el  ansia  de  continuar  dominando  en 

(1)  Pedro  Mártir,  Epstola  4i9,  eo  Sevilla  á  31  de  enerado 
<514. 

^S)  MDralori,  Anual.  1SM>  Fu  quel  verao  uno  de  pin  rigorosi 
che  mai provoíte  l'Ilalia. 

(3)  Sandoval,  ibi.,  §.  41,  cuenta  esle  lempordl  y  diálogo  y  la 
salida  de  Navarra  de  Trípoli  con  treinta  velas  y  cinco  mil  buinlires. 

(í)  Mánnol,  ibi. -Salido val,  ibi.,  §.  M. 


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464 

la  costa  de  Arríca  ite  que  no  dista  mucho ,  no  se  alcanza 
que  de  su  conquista  resultase  grande  utilidad.  Quizás  la 
necesidad  de  remediar  á  las  grandes  privaciones,  especiol' 
mente  de  agua ,  que  el  método  de  aprovisionar  los  buques 
podia  ocasionar  entonces,  indujo  á  Navarro  á  apoderarse 
de  aquella  isla ,  ó  acaso  instrucciones  privadas  del  Rey  Ca- 
tólico de  no  descansar  en  sus  empresas ,  y  mas  bien  de 
mantenerse  cerca  de  Italia,  atendido  como  luego  veremos 
el  estado  de  esta.  Ello  es  que ,  habiendo  saltado  en  tierra 
alguna  gente  é  ido  con  ella  á  reconocerla  el  coronel  Ge- 
rónimo Vianelo ,  volvió  diciendo  que  había  encontrado 
tres  pozos  de  agua  dulce  y  saludable ;  de  cuya  conserva- 
ción y  limpieza  le  encargó  Pedro  Navarro.  Asi  lo  puso  por 
obra  al  dia  siguiente  con  algunos  capitanes  y  unos  cuatro* 
cientos  soldados ,  rodeando  los  pozos  de  una  albarrada  ó 
cerca  en  la  que  colocó  entre  dos  picas  una  escopeta,  para 
que  pudieran  resistir  cualquiera  tentativa  de  tos  moros  que 
apenas  se  habían  descubierto  todavía  (1). 

Visitó  Navarro  loa  pozos  por  la  tarde  y  todo  lo  encon* 
tro  bien  dispuesto.  Instando  á  Vianelo  para  que  volviese  á 
bordo ,  tanto  le  importunó  porque  le  dejase  á  derenderlos 
en  aquella  noche,  que  al  fin  hubo  de  consentir  en  ello. 
Mas  he  aqui  que  como  en  medio  de  los  mayores  sucesos 
□o  deja  de  ocurrir  algún  lance  vulgar  á  que  suelen  atri- 
buirse, los  historiadores  nos  cuentan  que  "  resentido  un 

>  alférez  de  que  Vianelo  le  hubiese  pelado  las  barbas  por 
I  que  al  limpiar  los  pozos  no  hizo  lo  que  le  mandaba,  al 

■  anochecer  se  pasó  á  los  moros,  que  pocos  y  amedrcnta- 

>  dos  se  hallaban  juntos  en  un  extremo  de  la  isla.  Conlán- 

■  doles  el  caso  y  lo  fácil  que  era  acabar  con  los  españoles 

[i]  UArmol.— Zurita  — Suodoval,  ibj. 


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165 

>  que  guardaban  los  pozos ,  supo  atraerlos  tan  resaelía- 

■  mente  á  su  propósito  de  venganza,  que  cayendo  de  8or> 

■  presa  sobre  ellos  pasada  la  media'nocne  del  dia  de  San 
•  Hateo,  á  casi  todos  los. mataron  incluso  el  coronel  Via- 

>  nelo  (1)."  Así  se  reitere  este  lamentable  suceso,  que  sin 
duda  no  hubiera  tenido  lugar,  aunque  aquel  Talieole  ve- 
neciano hubiese  pelado  las  barbas  al  alférez,  si  los  que 
guardaban  los  pozos  no  hubiesen  estado  descuidados,  y 
durmiendo  y  poco  vigilantes  que  fueron  como  siempre 
acontece  los  primeros  que  acabaron  (2).  Sabida  aque- 
lla desgracia  así  por  la  algazara  de  los  moros  como  por 
el  reconocimiento  que  Navarro  encomendó  al  coronel 
D.  Diego  Pacheco,  partió  de  allí  el  desventurado  conde 
triste  y  enfadado  y  con  tanta  falla  de  agua ,  que  acon- 
teció echar  á  la  mar  en  un  dia  cuarenta  hombres  muer- 
tos de  sed.  Sandoval  añade  que  hubo  de  ir  la  arma- 
da por  ella  á  los  Gerbes ,  cuyo  jeque  ofreció  generoso  á 
Navarro  todo  lo  que  quisiera ;  pero  la  suerte  no'casaba  de 
afligirle ,  y  al  cabo  de  nuevos  peligros  llegó  á  la  isla  de 
Caprí  con  las  reliquias  de  su  expedición  reducidas  á  vein- 
te y  tres  velas  y  solo  ouatro  mil  hombres,  después  de  to- 
mar al  paso  un  cárabo ,  que  venía  de  Túnez  cargado  de 
aceite  (3). 

(1)  Mármol,  ibi.— Sandoval ,  §.  43. 

(2)  Zariía ,  ibí.,  cap.  29. 

(3)  Mármol  y  Saadoral,  ibi. 


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CUABT&KPOGA. 
D«sde  «Mf  á  t513. 


En  taoto  que  el  conde  Pedro  Navarro,  ora  vencedor  ora 
vencido,  corría  con  tan  varia  suerle  los  mares  y  cosías  de 
África ,  el  Rey  Católico  aparentando  cada  vez  mas  celo 
por  conquistarla,  activaba  cuanto  podia  sus  armamentos. 
AI  verlos  tan  extraordinorios  y  que  se  aprestaban  dos  ejér- 
citos de  gente  práctica  y  usada  en  la  carrera  militar  e( 
uno,  y  de  soldados  nuevos  para  mezclarlos  con  los  vete- 
ranos en  la  ocasión  el  otro;  ee  acreditaba  cada  día  mas  et 
rumor  de  qae  el  mismo  Rey  en  persona  iba  á  dirigir  la 
empresa.  La  derrota  de  los  Gerbes  sirvió  también  para 
dar  mas  crédito  á  esas  voces,  pues  se  decia  de  público  que 
no  solo  qoeria  el  Rey  vengarse  de  aquellos  isleños ,  sino 
conquistar  resueltamente  á  Túnez  (I)- 

Muy  lejos  de  desvanecer  el  Católico  semejantes  ru- 
mores, daba  por  el  contrario  alimento  á  ellos.  A  pesar  de 
la  extraordinaria  crudeza  de  aquel  invierno,  se  trasladó 
por  enero  á  Sevilla,  sin  dominarle  otro  pensamiento  en 
medio  de  su  edad  y  de  las  incomodidades  del  viaje,  que 
el  de  activar  los  aprestos  militares  y  que  la  armada  y  todo 
estuviera  pronto  para  la  primavera  (2).  C^n  au  presencia 

(1)  Zorila,  lib.  9,  cap.  29  y  sig. 

(2)  Pedro  Mártir,  Epitiola  4i8  y  ii9. 


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167 
ea  Andalucía  y  con  sa  escitacion  caminaba  todo  con  la 
mayor  aclmdad ;  y  ya  se  habían  reunido  en  Sevilla  mu- 
chos caballeros  y  personajes  de  los  que  debian  acompa- 
ñarle en  aquella  jornada ;  se  habian  pedido  ¿  Inglaterra 
rail  archeros  que  se  contemplaban  muy  útiles  para  ella,  y 
ya  el  mismo  Bey  manifestaba  estar  á  punto  de  ír  á  Halaga 
á  embarcarse,  cuando  las  noticias  de  Italia  vinieron  á  dar 
á  BUS  armamentos  la  dirección  que  habia  previsto  y  que 
con  tacto  cuidado  disimnlaba  (1). 

Ya  en  su  lugar  indicamos  que,  apoyándose  en  el  plau- 
sible motivo  de  castigar  ¿  los  infieles  y  de  librar  de  ellos 
á  la  cristiandad ,  aunque  aumentó  sus  fuerzas  de  resultas 
de  la  liga  de  Cambray ,  no  se  mostró  tan  hostil  á  los  ve- 
necianos como  el  Rey  de  Francia  y  los  otros  coligados.  El 
Papa  Julio  II,  si  bien  no  profesaba  mucho  amor  al  Rey  Ca- 
tólico ,  temía  mas  la  dominación  de  el  de  Francia  en  Ita- 
lia ;  y  habiéndose  apercibido  de  la  ambición  'y  proyectos 
de  este ,  trató  de  conciliarse  con  los  venecianos  y  con  los 
demás  que  habían  tomado  parte  en  aquellas  contiendas.  No 
parecía  muy  dilicil  un  arreglo  en  medio  de  tan  encontra- 
dos intereses  ;  mas  he  aquí  que  lodo  se  descompuso ,  por- 
que entre  otras  cosas ,  los  franceses  se  declararon  abierta- 
mente contra  el  Papa ,  se  apoderaron  de  la  ciudad  do  Bo- 
lonia, que  era  del  patrimonio  de  la  Iglesia ,  la  entregaron  á 
los  BentÍTOglioB,  que  en  otro  tiempo  la  habían  usurpado,  y 
tomándolos  bajo  su  protección  les  enviaron  alguna  fuerza 
para  que  la  defendieran  (2). 

Aun  pasaron  mas  allá ,  pretendiendo  que  una  fracción 
del  colegio  de  cardenales  que  apoyaban  contra  el  Papa, 


(4)  Ihtáem.EpútclaW. 

(5)  Zorita,  ibi.,  «p.  32  y 


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168 

juntara  un  concilio  general  y  lo  destronase:  de  modo  que 
el  Rey  Católico  al  ver  la  favorable  ocasión  que  se  le  ofre- 
cía de  asegurar  la  posesión  del  reino  en  que  la  Casa  de 
Aragón  siempre  estuvo  interesada ,  y  de  romper  al  mismo 
tiempo  la  liga  de  Cambray  en  que  entró  con  muy  poca 
voluntad,  no  quiso  de  modo  alguno  desaprovecharla.  De- 
cidióse deade  luego  por  el  Papa  y  anlepfuiienclo.los  nego- 
cios de  Italia  i  los  del  África  con  que  hasta  enlónces  cu- 
briera sus  designios ,  ordenó',  despidiendo  primero  á  los 
mil  archeros  ingleses  ya  llegados  á  Cádiz,  que  tres  mil 
soldados  escogidos  de  los  que  se  destinaban  al  parecer  con- 
tra los  moros,  se  embarcaran  en  Málaga  para  Nepotes.  Asi 
con  efecto  lo  verificaron  llegando  á  principios  de  agosto. 
mandados  por  D.  Alonso  de  CarvajaK,  señor  de  Jodar ,  y 
distribuidos  en  quinientos  hombres  de  armas  de  las  guardas 
da  Castilla,  trescientos  caballos  ligeros  y  otros  tantos  gi— 
netes  y  dos  mil  soldados  de  á  pié  á  cargo  del  coronel  Za— 
mudio  (1). 

Dispuso  también  restituirle  á  Castilla  para  atender  des- 
de mas  cerca  á  los  negocios  importantes  que  en  ella  le 
preocupaban.  Era  el  primero  y  el  de  mas  trascendencia 
el  de  la  unión  del  reino  de  Navarra  con  los  otros  de  Ara- 
gón y  Castilla ,  en  que  ya  en  otro  tiempo  habia  pensado 
con  su  ilustre  esposa  la  Reina  Doña  Isabel,  y  que  en  aque* 
lia  ocasión  logró,  haciendo  diestramente  sentir  al  Rey  de 
Navarra  las  consecuencias  de  su  adhesión  al  de  Fríincia  y 
á  los  cardenales  cismáticos  (2).  Queria  además  juntar  las 

(1)  Zurita,  ihi.,  cap.  36.— Pedro  Táiitir,  EpiítoUt  iVi  y  i53.-r- 
Mariana,  lib.  30,  cap.  5. 

(2)  Declarada  la  guerra  eotre  EspgSa  y  Francia  por  consecnen- 
cia  déla  liga,  de  que  luego  se  tratará,  y  excomulgado  el  Rey  dePraa- 
cia  por  el  Papa,  [lidió  el  Catúlico  paso  á  los  de  Navarra  para  Jas  tro- 


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169 

Cói-tcs  de  Castilla  coolando  coa  que  ao  solo  le  preslarian 
ayuíla  y  favor  para  la  empresa  de  Navarra',  sino  para  re* 
iislir  á  cualquiera  otra  que  los  Traacesea  inlealasen  por 
aquella  frontera  ó  por  la  de  Guipúzcoa.  Por  lo  cual,  sa-r 
lieodo  de  Sevilla  para  Burgos  y  lomando  el  camino  de  Ex< 
tremadura  al  paso  por  Guadalupe ,  ordenó  á  Pedro  Navar- 
ro que  desde  la  isla  de  Gaprí  en  donde  se  encontraba  des- 
pués de  lü  de  los  Querquenes  aparentando  querer  volver 
á  las  costas  de  Berbert'a,  se  trasladase  al  reino  de  Ñápe- 
les con  las  reliquias  de  su  armada  (1). 

Ejecutólo  Novarro  y  llegó  ó  las  costas  de  aquel  reino 
casi  en  los  mismos  días  en  que  llegó  á  él  también  Don 
Alonso  de  Carvajal  con  la  gente  que  eacó  de  España.  La 
q'ie  llevaba  Navarro  na  pasaba  de  unos  mil  y  quinientos 
soldados  ,  todos  muy  maltratados  y  desfurrapa^os.  Des- 
pués de  desembarcarlos  en  Gaela,  para  estar  en  el  cami- 
no de  Bolonia ,  los  repartió  en  sus  burgos  y  en  la  Mota  y 
Castellón,  testigos  en  o^ro  tiempo  de  su  valor.  Allí  se 
encontraba  esperando  las  órdenes  del  virey  D.  Ramón  de 
Cardona,  que  por  su  parte  habia  llamado  las. compañías  de 
españoles  que  andaban  en  Italia ,  y  arreglado  todas  las  ca- 
ballerías que  habia  en  Nápoks,  cuando  habiendo  manda- 
do el  mismo  virey  que  para  despedir  del  ejército  los  ma- 

pta  que  con  el  duque  de  Alba  enviaba  contra  el  de  Francia.  Habién- 
doselo negado,  los  excoioQÍgú  el  Papa  como  i  cismílicos  en  1.*  de 
marzo  de  1512,  y  aolorizó  al  Key  Católico  para  hacerles  guerra. 
Verificólo  de  sus  resultas,  entrando  el  dnque  do  Alba  en  Navarra  y 
apoderándose  en  el  día  de  Santiago  de  Pamplona,  ¿  lo  cual  se  sigai¿ 
la  Gomision  de  aquel  reino,  que  unido  á  Castilla  en  1as  Cortes  d« 
BdrgOR  de  151 5,  no  ha  vnelto  n  separarse  después.  Sandova!,  lib.  í,_ 
§.  46.— Mariana,  IÍb.  30,  cap.  8. 

(1)  Pedro  Mártir,  Epínola  457,  á  6  de  julio  en  Guadalupe.— 
Zorita,  ibi.,  cap.  36. — Mariana,  ibi. 


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no 

rjneros  y  genlc  inúlil  que  tomaba  paga  y  le  reducían  ¿ 
solos  7500  hombres  hábiles ,  no  se  entregase  el  dinero  á 
los  coroneles,  sino  que  se  les  pagase  personalmente;  se 
movió,  como  en  Cartagena  al  embarcarse  para  Oran,  un 
grande  alboroto  entre  los  soldados.  Hubo  que  ceder  6  lo 
que  pedian,  y  sosegados  y  pagados  los  alborotados,  par- 
tió Pedro  Navarro  con  toda  la  infantería  para  Pontecorvo, 
siguiéndole  detrás  Zumudío  con  la  que  llevó  de  Espa- 
ña (1). 

.  Mientras  tanto  el  Rey  Católico  requirió  por  medio  de 
su  embajador  al  Rey  de  Francia ,  que  restituyese  á  la  Igle- 
sia la  ciudad  y  condado  de  Bolonia  de  que  se  había  apo- 
derado. Habiéndolo  resistido  como  era  de  e&perar,  se 
concertó  en  4  de  octubre  de  aquel  año  de  1511  entre  el 
Papa,  el  Rey  Católico  y  los  venecianos  la  liga  llamada 
santisima ,  por  el  fío  á  que  se  dirigia  de  defender  al  Papa 
y  la  libertad  y  unión  de  la  Iglesia  contra  los  cardenales 
cismáticos  y  contra  el  concilio  que  habian  juntado  en  Pisa, 
y  que  se  restituyeran  á  la  misma  Iglesia  la  ciudad  de  Bolo- 
nia y  lo  demás  que  se  le  había  usurpado.  Las  condiciones 
principales  á  que  se  obligaron  los  coligados  fueron  las  de 
que  el  Papa  acudida  con  seiscientos  hombres  de  armas 
mandados  por  el  duque  de  Termens :  la  señoría  de  Vene- 
cia  con  su  ejército  y  con  su  arn^ada  para  que  se  juntase 
con  las  once  galeras  del  Rey  Católico:  que  este  á  los 
veinte  días  de  publicada  la  liga  habia  de  enviar  contra  lo» 
franceses' un  ejército  de  mil  y  doscientos  hombres  de  ar- 
mas, mil  caballos  ligeros  y  diez  mil  españoles  de  á  pié, 
dándole  el  Papa  y  tos  venecianos  para  su  paga  cuarenta 
mil  ducados  en  cada  mes,  y  ochenta  mil  por  la  de  dos 

(!)  Zorita,  cap.  41. 


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17! 

meses  en  el  dia  en  que  se  publicase  la  alianza;  y  que  las 
tropas  de  todoa  los  coligados  hubieran  de  obedecer  al  ge- 
neral que  el  mismo  Rey  Católico  nombrase  (i). 

Hay  quien  dice  que  aquel  Rey  por  consecuencia  ^e 
esta  condición  "  estuvo  muy  inclinado  á  dar  á  Pedro  Na- 
> Tarro  el  piando  del  ejército  de  la  liga,  y  que   le  dnñó 

•  el  poco  esplendor  do  su  nacimiento;  porque  aunque  le 
■  parecía  que  los  españoles  le  obedecerían  si  él  lo  manda- 

•  ba,  como  lo  habían  hecho  en  AMca  poco  antes ,  dudaba 

>  mucho  de  que  obedeciesen  los  cobos  principnles  de  la 

>  Santa  Sede  y  de  Venecía.  Por  esla  razón ,  añaden   que 

>  nombró  por  general  al  vircyde  Ñapóles  D.  Ramón  Car- 

•  dona (2),"  mozo  de  gran  linaje,  de  buenas  maneras, 
alentó  y  elegante,  pero  que  como  con  razón  dubaba  Pe- 
dro Mártir  y  la  experiencia  acreditó  no  baslabn  eto  para 
mandar  ton  grande  ejército ,  pues  se  necesitaba  olro  mas 
práctico  (5).  Su  alcurnia  sin  embaído  ,  y  eso  nos  mues- 
tra los  obstáculos  en  que  hubo  de  tropezar  el  Cíttótico, 
no  bastó  para  acallar  la  altanera,  presunción  y  orgullo  ile 
Próspero  Colonna.uno  de  los  barones  napolitanos  mas  pre- 
ciados de  su  nobleza  y  poder.  Excusóse  de  salir  per- 
sonalpiente  á  campaña  á  la  cabeza  de  su  compañía  de 
hombrea  de  armas;  porque  dijo  que  no  tria  sino  con  Rey 
ó  kijo  de  Rey  (4) ,  y  no  pensaba  mal  por  lo  tanto  el  escri- 

(1)  Guicciardini ,  Títoria  d'lialia,  lib.  10.— Zurita,  lib.  9  ca- 
pítulo 3S.—MariaDa ,  lib.  30,  cap.  5. 

(2)  Aleson,  Jnnales  át  Navarra,  lib.  85,  cap.  í  2,  %■  3,p"g-  í'»- 

(3)  Epiíiola  469,  en  Burgos  j  5  de  diciembre  de  1 51 1 .  /j  Ra- 
monuf  nobili  genere  orlus  ett,  naiura  urbanas ,  milis  tlegoni.  At 
nació  an  ad  fanfam  exercitum  gu¿ernandum,  hae  salii  lint,  jnallem 

(4)  Zurita,  ibi.,  cap.  41,  y  Mariana  dicen  que  también  se  excu- 
sa Andrés  Carrafa,  conde  de  Sania  Sevcrina. 


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in 

tor  contemporáneo  que  miraba  como  una  desgracia  en 
Navarro  ser  hombre  que  habia  alcanzado  muy  grandes  ho* 
ñores  de  guerra  por  su  extraña  astucia  y  arte ,  sin  tener 
ningún  resplandor  de  linaje  (1) ,  porque  esta  fatta  inde- 
leble ,  según  las  opiniones  de  aquel  tiempo ,  no  bastaban 
su  valor  y  su  pericia  militar  para  borrarla. 

Ni  aun  el  segundo  lugar  se  le  dio  eo  el  ejército.  Con- 
cedióse á  Fabricio  Colonna ,  primo  de  Próspero,  oo  sin  re- 
gatear primero  los  honores  y  ventajas  con  que  habia  de 
regir  un  cargo  que  reputaba  por  inferior  á  su  alcurnia. 
Pidió  y  obtuvo  que  ya  que  el  virey  Cardona  precedía  á 
todos  como  general  de  la  liga ,  á  él  se  le  diese  el  nombre 
y  cargo  de  lugarteniente  y  gobernador  general  del  ejército 
Ae\  Rey,  y  por  ser  persona  de  tanto  nacimiento  se  dio  or- 
den, dice  Zurita,  de  honrarle  anteponiéndole  á  Pedro  iVa- 
varro  que  llevaba  cargo  de  capitán  general  de  la  infante^ 
ría  (2).  Logrado  eso  pidió  y  también  consiguió  llevar,  se- 
gún antes  lo  babian  usado  en  Italia  otros  gobernadores  y 
lugartenientes  generales,  una  bandera  cuadrada  con  las 
armas  reales,  oigo  diferente  y  menor  que  la  del  capitán 
general,  y  además  de  otras  distinciones  con  que  mortificó 
á  Navarro ,  llegó  á  pretender  que  al  voto  de  este  prefiriera 
el  suyo  en  los  consejos  de  guerra ,  agraviando  con  eso  á 
aquel  distinguido  guerrero  de  ud  moda  que  acaso  tuvo 
trascendencia  después  (5). 

E^tos  y  otros  puntos  prevenidos  y  ordenados,  salió  el 
virey  el  2  de  noviembre  de  Ñapóles  para  Aversa.  Su 
ejército  el  mas  numeroso  y  lucido  qae  hasta  entonces  tal 

(1)  Zarits,  ibi. 

(2)  Historia  del  marqués  de  Pescara  por  el  Mr».  Valles,  lib.  if 
cap.  3. 

(3)  Zurita,  ibi. 


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173 
^-ez  se  huiticse  visio  en  Italia ,  constaba  del  número  y  da* 
ie  de  geole  estipulada  en  la  liga.  Militaban  en  é)  los  ca- 
pitanes y  coroneles  mas  afamados  de  su  tiempo ,  y  los 
caballeros  y  barones  mas  orgullosos  de  Ñápeles  y  Sicilia, 
contándose  entre  aquellos  algunos  de  los  anjoínos.  De  £u 
lujo  7  ostentación  dará  uq  indicio,  que  á  los  cien  alabar- 
deros que  el  virey  babia  creado  para  guardia  de  su  per* 
tona,  "  los  llevaba  vestidos  con  ropetas  de  paito  verde 

■  oscuro  y  rosado  de  grano ,  jubones  de  raso  ó  tafetán 

■  blanco  y  morado ,  calzas  blancas  y  morados ,  gorras  de 

■  grana.  El  capitán  dellos  llevaba  sus  atavíos  dos  cabo-* 

>  líos  darmas  para  su  persona  ataviados  con  lodo  su  cum* 

>  plimiento ;  el  Uno  cotí  unas  sobrecardas  de  raso  morado 

•  cubiertas  de  chaperia  de  plata ,  de  unos  cordones  de 

■  San  Francisco  que  hacían  una  reja,  y  en  los  cuadros 

■  de  la  reja  sobre  el  raso  habia  dos  ESSES  de  plata  con 

>  un  sayoQ  de  terciopelo  carmesí  hecho  á  puntas  con  pes* 

■  lañas  de  raso  blanco.  £1  otro  caballo  llevaba  con  unas 

>  cubiertas  de  terciopelo  verde  y  raso  amarillo,  é  mita' 

>  des  cubiertas  de  unos  escaques  de  liras  de  tres  en  tres 

•  de  la  una  oolor  en  la  otra  sobre  pestañas  de  raso  blanco : 

•  el  sayo  de  esta  manera  sin  los  otros  alavios  que  llevó." 

"  Llevaba  mas  el  virey  cincuenta  continos  del  Rey 

>  lodos  mancebos,  hijos  de  caballeros,  los  cuales  iban  tan 

•  bien  ataviados  j  que  ninguno  llevaba  menos  de  dos  ca- 

■  balleros  de  armas  con  lodo  cumplimiento  de  sus  perso* 

•  ñas.  Llevaba  mas  XX  mozos  de  espuelas  con  ropetas  de 

•  paño  morado  y  jubones  de  terciopelo  verde  y  calzas  de 

•  grana.  Llevaba  XXIIII  coballos  de  su  persona,  ocho  es- 

•  tradiotes  y  ocho  gineles  con  XXIIII  pajes  en  ellos ,  res- 

•  lides  con  repelas  de  grana,  jubones  de  terciopelo  ó 

•  raso  negro,  gorras  de  grana,  capas  aguaderos  de  paf.o 


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174 

*  de  Perpiñan.  Llevaba  GG  gastadores  con  su  capitán  para 
1  asentar  bus  tiendas.  Llevaba  su  capilla  con  XIIII  can- 

*  tores  muy  cumplida.  Llevaba  sus  atabales  y  trompetas 

>  bastardas  y  trompetas  italianas  con  todos  los  cumpü- 
«  mientes  de  su  casa  y  criados  como  se  requería.  En  su 
»  persona  llevaba  unas  sobrevardas  y  sayón  de  brocado 

>  blanco  y  raso  carmest  hechas  á  girones  y  los  girones 
»  hechos  á  puntas  de  lo  uno  en  lo  otro  con  pestañas  de 

■  raso  azul.  Llevaba  unas  sobrevardas  y  un  sayón  de  raso 

*  azul  cubierto  de  unos  lazos  Ae  brocado  que  lo  cubría: 

■  todos  seütados  sobre  raso  blanco.  Llevaba  unas  sobre- 
»  vardas  y  un  sayón  de  terciopelo  carmesí  y  raso  blanco 

*  hechos  á  cuartos  y  sobre  los  cuartos  de  carmesí  había 

>  una  reja  de  Treson  de  oro ,  de  un  dedo  de  ancho,  hecho 
»  á  centellas;  dentro  en  tas  centellas  había  unos  Otros ¿b 
»  oro  relevados  que  descubrían  tanto  de  seda  como  era 

>  de  ancho  el  fresón.  Otros  muchos  atavíos  llevaba  de  su 
■.persona  forrados  y  por  aforrar,  cadenas,  bajílla,  que 

>  por  ser  breve  no  digo.  Llevaba  dos  cortinajes  y  cobcr- 

>  tores  para  dos  camas ,  una  de  brocado  carmesí  toda  y 

>  otra  de  brocúdo  blanco  y  raso  carmesí.  Dicese  do  cierto 

>  que  gastó  sin  lo  que  propio  suy¿  tenia,  veinte  y  dos  míl 
B  ducados  de  oro  antes  que  de  Ñapóles  partiese,  en  solo 

■  el  aparejo  de  su  persona  y  casa  (i)." 

De  solo  el  tren  de  dos  españoles  da  razón  et  curioso 
autor  de  esta  descripción ,  de  el  de  Antonio  de  Leiva,  que 
fué  de  los  mas  famosos  que  militaron  en  Italia  desde  el 
tiempo  det  Gran  Capitán,  y  de  el  de  Al  varado.  Nada 


{i)  H'ttloria  del  invicfítlmo  y  muy  aiiimoio  caballero  y  cn¡>iiaa 
D.  Heriiando  de  Avahs,  marquéí  de  Pescara,  recopilada  por  el  mars- 
irn  l-'alles  con  itiia  adición  hecha  por  Diego  de  Fuenlet,  Znragoza, 
4a63,  líb.  1,  cap.  3. 


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175 
cuenta  de  Navarro  qlie,  baliienJo  vuelto  do  las  mUerias 
y  trabajos  del  África  l&n  pobre  y  detfarrapado  probable- 
meote  como  bu  gente,  después  de  haberla  apaciguado, 
cuando  se  amotinó  por  las  pagas,  continuó  para  Ponlecor* 
To  con  su  infantería  de  vanguardia  seguido,  como  ya  refe- 
rimos, del  coronel  Zamudio  con  la  que  habia  llevado  de 
España.  Aun  no  habia  salido  del  reino  de  Nápole*,  cuan- 
do ya  Navarro  tuvo  que  reprimir  vigorosamente  un  aten- 
tado, que  indica  su  severidad  militar.  Los  coroneles  Luís 
Tineo  y  D.  Antonio  Gamporedondo  no  habiéndolos  queri- 
do acoger  en  el  lugar  de  Rocaseca ,  se  encaminaron  con 
suB  banderas  contra  él.  Resistiéronse  los  vecinos ,  y  resul- 
tando algunos  muertos  de  ambas  partes  en  la  pelea ,  man- 
dó Navarro  prender  á  los  coroneles  que  tomaron  porte  en 
ella.  Enviólos  luego  al  virey  que  ordenó  llevarlos  ol  Ca«~ 
tillo-^uovo  de  Ñapóles .  y  como  si  ya  no  bastase  haber 
castigado  en  los  gefcs  el  atentado  de  los  inferiores,  se 
deshicieron  sus  coronelins  y  las  de  Sancho  Velszquez, 
Juanes  y  D.  Diego  Pacheco ;  repartiéndose  la  gehle  de 
sus  compaftías  y  la  do  las  que  poco  antes  se  habían  albo- 
rotado ,  por  las  demás  que  en  aquella  ocasión  se  organiza- 
ron (i). 

Terminada  esta  operación  continuó  el  ejército  adelan- 
te llevando  siempre  nuestro  conde  !a  vanguardia.  El  Papa 
que  mucho  ansiaba  por  recobrar  á  Bolonia  instaba  al  vi- 
rey  para  que  cuanto  antes  se  encaminase  á  ella.  Parecía- 
le que  aun  antes  de  llegar  el  ejército  se  entregeria  sin 
soltar  un  tiro  ;  no  obstante  ser  una  ciudad  grande  y  po- 
pulosa, y  además  de  muy  aficionada  al  francés,  fuerte  por 
la  naturaleza  de  su  terreno  que  no  permitía  acampar  en 

(I)  Ziir¡la,;ibi. 


3vGooglc 


170 

6\  (i).  Opinaba  de  dielinto  modo  el  virey.  Pensaba  que, 
estando  el  invierno  tan  adelantado  era  lo  mas  convenien- 
te ir  primero  a  Florencia  f  apoderados  de  aquella  ciudad 
adicta  al  Rey  de  Francia  y  los  cismáticos,  pasar  en  ella  y 
8U  territorio  lo  roas  crudo  de  aquella  estación.  <^onio  on 
medio  de  esa  divergencia  prevaleciera  al  fin  la  opinión 
del  Papa ,  vdrió  el  ejército  de  dirección  y  lomó  la  del 
Abruzo,  país  trio  y  de  caminos  difíciles;  De  eso  resultó  que 
no  soto  enfermaron  muchos  de  los  soldados  recientemente 
salidos  del  benigno  temple  de  Ñapóles,  sino  que  no  pu- 
diéndose transportar  la  artillería  gruesa  para  trasladarla  á 
Rimini ,  hubo  que  embarcarla  en  Manfredonia  (2). 

1512. — Hasta  el  dia  de  Navidad,  primero  entonces 
del  año  de  1512,  en  que  se  unió  al  ejército,  tuvo  el  ri- 
rey  que  estarla  esperando  en  Imota,  último  lugar  de  la 
Romana.  Emprendido  entonces  otra  vez  el  movimiento, 
bastaba  enviar  un  trompeta  á  los  lugares  del  duque  do 
Ferrafa,  por  donde  pasaba  ó  se  acercaba,  para  que  se 
rindieran  al  vlrey.  Solo  se  mantuvo  firme  la  fortaleza  ó 
llámese  Bagtia  del  Fosmlo  de  Geniuolo,  que  el  duque  como 
partidario  de  los  franceses  y  enemigo  por  lo  tanto  de  los 
venecinnos  babia  levantado  sobre  el  rio  Po,  para  impedir 
que  por  él  subieron  las  gateras  de  estos.  Guarnecíanla 
250  infantes  valerosos  con  mucha  artillería  y  buena  gente 
para  servirla ,  y  estaba  por  otra  parte  tan  bien  entendida 
y  dispuesta  ,  que  se  creía  necesario  un  ejército  numeroso 
para  combatirla.  Pedro  Navarro  qne  con  su  infantería 
llegó  el  primero  á  Lugo  y  Banacabaln,  viendo  al  virey  de- 
tenido en  Imola  esperando  la  artillería  gruesa,  le  pidió 


(I)  lbi(l.,cap.  U. 
('i)  Itiiil.,  c'^|).  ^5. 


3vGooglc 


177 

exctUdo  por  algunos  de  tos  suyos,  que  para  conservar  su 
reputación  y  aterrar  á  los  enemigos  le  periniliera  expug- 
nar la  Baátia  ó  Baslida.  Concedido  que  le  fué  y  eneami- 
liado  contra  ella,  comenzó,  así  que  llegó,  á  combatirla  con 
tres  piezas.  Encontrando  en  bus  defensores  mas  resisten- 
cía  de  la  que  se  prometía .  mandó  fabricar  dos  puentes  de 
madera  para  atravesar  los  fosos  llenos  de  agua.  Apenas 
coocluidos,  cuenta  Guicciardini  que  los  españoles  camina- 
ron intrépidos  y  osados  al  asalto  y  que  al  cobo  de  diferen- 
tes tentativas  entraron  á  escata  vista  en  la  fortaleza,  de- 
gollando á  casi  todos  los  que  la  defendían ,  incluso  su  ca- 
pitán Vestitello  (i);  al  paso  que  Paulo  iovio  refiere  que  el 
asalto  se  verílicó  después  de  haber  Navarro  usado  de 
aquel  su  peculiar  artificio  de  las  minas  que  tan  gran  repu- 
tación le  dio  en  las  guerras  anteriores  (2]. 

Suceso  tan  arrojado ,  que  tuvo  lugar  según  unos  en  el 
último  dia  del  año  de  i  51 1 ,  y  según  otros  tres  dias  an- 
tes (5),  QÍDguna  ventaja  produjo,  do  obstante  la  celebri- 
dad que  se  le  trató  de  dar.  Quería  el  virey  que  la  Bastia 
o  Bastida  se  demoliese  y  Navarro  por  lo  contrario  sostenía 
su  conservación  ,  teniéndola  por  muy  útil ,  como  el  duqoe 


(t)  Guicciardini,  lib.  10.— Zurita,  ibi.,  cap.  K. 

(2]  De  vila  A/fami  DbcÍs  Ferrarir,  ^g.  Mh.  ¡taque  Ntwarrttí... 
ad  Butiaia  defertur,  ad  matitque  tormeniis  murum  alqae  aggtret 
vthcmtniisíime  qutuit  sao  tiiam  pecuUari  ariificio,  quo  nomea  cuacta 
expugttattdií  saptriorihus  bellis  fueral  conieculut ,  cunicutos  ogil  et 
luódilo  ac  incensó  sulphureo  pulvere  toliat  munilioais  fronlem  ab  tai- 
mo in  íummam  caronam  terribili  eum  fragore  extiadit ,  parotque  ai 
taparte  adtiuin  el  atceitsum  milUi.  Nee  mora  Hiipani  irrumpitní.... 
Cmtírudiiiir  iarra  aream  CastclU  yesiideUiis. 

l3j  Peiri  Bcinbi  Hisiorta  fenela,\ib.  12.  Ex  fíispauis  iirm  cfn- 
lum  in  en  oppugna'ioue  orcubueruiU  terlioque  ab  ea  re  dic  anuí  Jiuif 
fitii,  [lerj  ZuriU  le  refuta. 

Tomo  XXV.  líi 


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178 

de  Ferrara  en  eentído  ioTeno.  para  asegurar  la  navega- 
cioD  del  Pó.  DeGriendo  al  fío  el  virey  á  la  opinión  de  Na* 
Tarro  >  encargó  este  la  defensa  de  la  fortaleza  á  doscientos 
soldados  del  Papa  que  puso  en  ella  con  loa  capitanes  Saxo^ 
italiano,  y  Faronda.  español ,  mas  anduvieron  Un  débiles 
cuando  de  allá  á  poco  trató  el  duque  de  recuperarla  «- 
gulendo  su  anterior  propóúto ,  que  se  la  rindieron  con 
soma  facilidad  (1). 

Mientras  tanto  Navarro  que  faabia  regresado  á  Imola. 
siguió  con  el  ejercito,  y  en  el  lugar  que  le  corre^ndia.  á 
Butrí.  Allí,  y  antes  de  pasar  adelante,  llamó  el  virey  á  con- 
sejo de  guerra  para  decidir  lo  que  debia practicarse.  Fabril 
ció  Colono-  y  los  capitanes  que  con  él  y  con  la  caballería 
iban  eolónces  en  la  vanguardia,  opinaron  porque  ponién-' 
doso  el  Real  en  Cerlo  y  en  la  Piebe,  que  el  giboso  P^dro 
de  Paz  había  ganado  en  aquellos  días,  se  tomara  desde 
luego  á  Castel- franco ,  plaza  fuerte  é  importante  entre 
Carpi,  en  donde  alojaba  la  gente  francesa,  y  Bolonia ^ 
Fundábanse  en  que  además  de  poderse  desde  allí  correr 
el  campo  de  aquella  ciudad  y  apoderarse  de  los  pueblos 
cercanos  que  mas  convinieran,  no  se  exponía  al  riesgo  de 
poner  cerco  á  Bolonia  en  lo  mas  bravo  del  invierno  y  de- 
jando Ferrara  á  la  espalda.  Decían  también  que  cuando 
fuera  el  tiempo  mas  acomodado  para  emprender  aquel 
cerco ,  les  facilitaba  la  posesión  de  Castel^ranco  poderlo 
ejecutar  por  la  parte  de  Módena  que  era  en  sil  opinión 
el  lugar  mas  oportuno  para  ello ;  conformándose  mas  y  mas 
por  último  en  su  dictamen  al  oir  que  Gastón  de  Foix,  du- 


(I)  Jotío,  ibi.— Pedro  Uárlir,  Epísio¡.  478  y  i79.'Guicct3rd¡- 
ni,  lifa.  40,  dice  que  el  dttque  combatió  la  Bastía  con  nueve  piezas 
de  arlillerta. 


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119 

que  de  Nemours  y  general  Jel  ejército  francés,  camiiiabit 
ya  por  Rozo  y  Hódena  con  genle  de  ¿pié  y  á  caballo  á 
socorrer  á  Bolonia. 

Pedro  NaTarro,  á  quien  se  moteja  de  que  teniendo  gran- 
de opiaion  entre  la  gente,  si  no  se  seguia  &tt  opinión,  ser- 
via de  mala  gana  por  ser  terco  y  cabezudo  (I ),  sostuvo 
por  lo  twotrarío  que  lo  mejor  era  ir  cuanto  antes  y  dere- 
chamente por  la  montaña  á  cercar  aquella  ciudad.  AGrma- 
ba  y  soslenia  quo  la  tomarla  p»lmo  á  palmo  aunque  le  en- 
trase socorro ;  que  de  ningún  modo  convenia  detenerse  en 
Castel-franco,  asi  por  no  ocupar  gente  en  su  guarda,  como 
m»8  señaladamenle  porque  dislando  quince  millas  de  Bolo- 
nia no  se  podía  aprovechar  de  él  en  lo  principal;  y  como 
en  este  parecer  ampliado  y  mantenido  porfiadamente  por 
Navarro ,  se  hubiese  al  fin  fijado  el  virey ,  pasó  con  lodo 
el  ejército  á  situarse  á  cuatro  leguas  de  la  ciudad  (2). 

RecoDocido  al  otro  día,  que  fué  el  16  de  enero,  todo  el 
terreno  inmediato  á  ella  hasta  tiro  de  lombarda  ,  se  volvió 
á  discutir  en  consejo  lo  que  se  había  de  practicar  para  Tor- 
maliiar  el  sitio.  Acordes  Fabiicio  y  Navarro  en  que  desde 
luego  se  cercase  la  ciudad ,  se  puso  el  Real  en  la  quinta  lla- 
mada Belpogio  que  pertenecía  á  tos  Rentiv(^líos  (5).  Fií- 
brício  oon  BU  vanguardia  compuesta  de  setecientos  hom- 
bres de  armas ,  tjuinientos  caballos  ligeros  y  cinco  mil  in- 
fantes se  situó  entre  el  puente  del  Reno  y  la  puerta  de  Sim 
Feliz  para  impedir  el  socorro  francés ;  y  á  fm  de  enseño- 
rear  enteramente  la  montaña  que  domina  la  ciudad,  pu- 
sieron en  el  bosque  y  monasterio  de  San  Miguel  muy  in- 


(1)  Zorita ,  ibi .,  ca^.  45.— Hariioa,  liU.  30,  cap.  7. 

(i)  Zuriu  y  Hariuna,  ibi. 

\¿¡  Zurita,  cap.  i6.-'Huri.iiia ,  ibi. 


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180 
mediatos  á  ella  una  gran  parle  de  la  geale  y  la  arlille-^ 
rta(l). 

En  tanto  que  en  esto  se  andaba  se  introdujeron  en 
Bolonia,  en  donde  antes' no  liabia  mas  que  el  pueblo  ar- 
mado y  algunos  infantes  y  caballos  de  Bentívoglio ,  hasta 
doscientas  lanzas  Trancesas  y  dos  mil  infantes  tudescos  en-' 
viados  por  Gastón  de  Foix  (2).  Eran  sus  capitanea  Ivo 
d'Allegre  y  otros  caballeros  franceses  muy  distinguidos, 
que  no  solo  confiaban  en  su  valor  y  fuerzas  para  defender 
la  ciudad,  sino  en  los  mayores  socorros  que  su  general  les 
había  ofrecido.  Eranles  con  efecto  tanto  mas  necesarios 
cuanta  que  aquella  gente  no  era  suficiente ,  atendido  el 
recinto  de  Bolonia  para  poderle  cubrir;  las  forlificacloDes 
se  babian  levantado  muy  á  la  ligera ,  y  además  de  estar 
todo  dominado  por  la  montaña  en  que  se  habían  situado 
los  españoles ,  se  temía  mucho  á  la  infantería  de  estos, 
que  por  su  agiUdad ,  destreza  y  valor  no  bailaba  resisten- 
cia en  ninguna  fortaleza ,  según  acababa  de  conGrmarto 
OD  la  loma  de  la  Bastida  ó  Bastía  (5). 

En  medio  sin  embargo  de  ese  decaimiento  cobraron 
ánimo  los  sitiados  al  observar  la  lentitud  con  que  proce-* 
dian  los  sitiadores.  Nueve  días  llevaban  estos  al  i^dedor 
de  la  ciudad,  y  nada  aun  habían  emprendido  contra  ella^ 
Todo  era  discusiones,  ya  sobre  el  lugar  en  que  so  debía 
plantar  la  artillería  para  dar  principio  al  combate ,  ya  so- 
bre el  modo  do  impedir  la  entrada  del  socorro  anunciado. 
Lo  que  en  un  día  se  aprobaba ,  nos  dicen  los  historiado' 

(1)  GDicciardini,   lib.  10. 

(2)  Pedro  Hártlr,  Epiíiola  480,  dice  que  en  Bolonia,  babu 
praier  hahitalores  Gallorum  peditum  iría  mitUa,  ealapkraetorum 
iancea  quingeata  L-tc. 

(3J  GuicciarUint ,  ibi. 


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181 

res  que  se  desaprobaba  al  siguiente ;  siendo  mas  incons- 
tanles  las  determinaciones  á  medida  que  se  acreditaba 
la  Toz  de  estar  ya  Gastón  de  Foix  en  el  Final ,  á  veinte 
millas  de  Bolonia ,  con  ochocientas  lanzas,  mil  caballos 
ligeros  y  tres  mil  infantes ,  ó  los  que  se  juntarían  dos  mil 
gascones  y  algunos  caballos  del  duque  de  Penrara  ,  con  la 
firme  determinación  de  hacer  levantar  el  sitio  (1). 

Ya  en  esto  se  había  principiado  á  combatir  la  ciudad 
desde  el  alto  de  San  Miguel  con  dos  sacres  y  dos  culebri- 
nas (2).  Los  sitiados  correspondieron  también  con  su  ar- 
tillería menuda  y  mataron  de  un  tiro  al  coronel  Salgado 
y  á  Mosen  Juan  Bovadilla  (5).  Nada  sin  embargo  ade- 
tantaba  el  sitio  con  ese  cañoneo,  disputándose  mientras 
tanto  continuamente  y  no  sin  calor  en  el  ejército  sobre 
el  mejor  modo  de  llevarle  á  cabo ;  hasta  que  al  fin  viendo 
el  virey  que,  en  medio  de  opiniones  tan  encontradas,  los 
mismos  que  un  día  aprobaron  la  mudanza  de  Fabricio  Co- 
lona y  BU  gente  al  otro  lado  de  la  ciudad ,  la  desaproba- 
ron al  otro ,  se  decidió  por  el  consejo  que  privadamente 
le  dio  nuestro  conde ,  de  que  avituallando  primero  y  para 
cinco  dias  el  ejército,  se  le  mudase  todo  entero  al  otro 
lado  de  la  ciudad,  dejando  únicamente  en  San  Miguel  del 
Monte  una  guardia  para  su  custodia.  Desde  aquella  sitúa- 


(1)  GoicciardiDi ,  Zurita  y  Mariana,  ibi. 

(2)  Las  culebrina!,  qne  Bnliguamente  se  empleaban  para  arro- 
jar las  balas  muy  lejos ,  dice  rni  escrilor  que  eran  de  caatro  espe- 
cies y  se  distinguían  por  el  calibre.  Había  culebrina ,  inedia  cule- 
brina ,  cuarto  de  culebrilla  ó  sacrt  y  octavo  de  culebrina  ó  falcontle. 
Todas  estas  especies  si  tenidn  de  largo  30  ó  32  diámetros  de  sn 
boca  se  llamaban  Ugílimas,  y  sí  tenían  menos  bastardas.  Con  ^fol- 
conete  se  arrojaban  balas  de  dos  libras  y  media. 

(3)  Zurita ,  ibi. 


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182 

cion  crcia  Navarro ,  que  no  solo  se  podía  impedir  qoe  el 
ejército  enemigo  socorriera  á  Bolonia,  sino  que  acercán- 
dose él  con  el  nuestro  por  donde  no  estaba  preparada 
para  la  defensa,  ni  esperaba  ser  asaltada,  la  tomaria  in- 
fatiblemenle  en  aquellos  cinco  dias  OOD  U  aplicación  opor- 
tuna de  sus  minas  y  trabajos  (4). 

Tan  luego  como  esta  determinación  del  virey  fué 
conocida  de  Fabricío  Cotona  y  sus  partidarios ,  no  hubo 
uno  Bolo  que  no  la  contradijese.  Opusiéronse  abiertamente 
á  que  el  ejército  se  situara  en  un  lugar  en  que  no  podia 
recibir  de  la  Romana  las  únicas  T^uallas  con  que  se  sos- 
tcnia.  Las  consecuencias  de  eso  decían  que  serian  el 
desorden  y  disolución  del  ejército,  si  la  ciudad  no  se  lle^ 
gaba  á  tomar  dentro  de  los  dias  que  para  ello  se  seAala- 
ban.  [^opu»ieron  otras  dificultades  y  proyectos ,  siendo 
el  mayor  obstáculo  para  la  ejecución  de  cualquiera  de 
ellos,  la  ambigüedad  é  incertidumbre  en  que  todos  se  en- 
contraban. Mostráronse  a!  fin  mas  dispuestos  á  que  se 
asaltase  la  ciudad  por  la  parte  en  que  el  ejército  estaba, 
y  quién  mas  por  esto  instaba  era  el  legado  del  Papa  Juan 
de  Hédtcis,  fastidiado  de  que  tanto  se  tsu-dára  en  some- 
ter á  Bolonia  (2). 

A  ese  vehemente  deseo  acompañaban  sus  sospechas 
de  los  españoles ,  no  viendo  en  cuanto  pasaba  sino  el  pro-, 
ceder  artifícioso  del  Rey  Católico.  Mediaron  sobre  esto 
palabras  harto  serias  con  el  virey,  que  le  echó  en  cara, 
y  no  6ÍD  razón,  que  no  siendo  militar  ni  entendiendo  de 
las  cosas  de  la  guerra ,  diera  ocasión  con  sus  conversacio- 
nes y  solicitudes  á  precipitar  medidas  en  las  que ,  tratan- 

(1)  Guicciardiai ,  ibi. 
(8)  Ibid. 


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183 

dose  de  negocios  que  á  todoa  tanto  imporlaban ,  ninguna 
deliberación  estaba  de  mas:  concluyéndose  al  cabo  de 
tanto  hablar  con  seguir  el  virej  el  parecer  de  Pedro  Na^ 
vaiTO,  de  que  se  continuasen  las  provisiones  necesarias 
para  expugnar  la  ciudad  y  oponerse  al  socorro  francés ,  y 
de  que  le  plantase  la  artillería  como  á  unas  Ireficientas 
brazas  de  la  puerta  de  San  Esteban  en  el  caniino  de  Flo> 
reDcía ,  asestándola  contra  el  muro  que ,  volviendo  hacia 
la  puerta  de  Castiglione ,  Tormaba  ángulo  con  la  mon- 
taña (1). 

A  la  Tez  que  esto  se  practicaba  emprendió  Navarro 
una  mina  y  cava  subterránea  hacia  la  misma  puerta  de 
Castiglione,  dirigida  precisamente  contra  aquella  parte 
del  muro  en  que  había  una  capillita.  Era  su  objeto  asal- 
tar á  Bolonia  por  dos  parles  á  un  tiempo ,  contando  con 
que  divididas  de  ese  modo  las  fuerzas  de  los  sitiados  se- 
ria eo  cada  una  mas  flaca  la  defensa ;  pero  como  en  los 
trabajos  de  la  mina  oo  iie  adelantaba  tanto  como  la  arti- 
llen'a  contra  las  murallas  de  la  ciudad ,  aunque  ya  tenían 
abierta  una  brecha  de  mas  de  cien  brazas ,  y  que  los  si- 
tiados abandonaron  la  torre  de  la  puerta  por  no  poderla 
defender.  Navarro  se  opuso  á  que  se  diera  el  asalto  hasta 
qoe  la  mina  estuviese  perfeccionada.  Tan  temerarios  buho 
con  todo  algunos  soldados  españoles  que  aplicando  una 
escala  á  la  torre  la  entraron  por  un  agujero,  y  después 
de  plantar  su  bandera  en  ella ,  saltaron  á  una  casita  aban- 
douada  dentro  de  los  muros.  Aun  pasaran  mas  adelante 
con  los  demás  soldados  que  tumultuariamente  queriaq 
seguirlos,  si  en  tanto  que  á  estos  los  cortenían  fuera  los 

(I)  Guicciardini ,  ibi. 


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184 

ca[>¡taDe8,  á  ellos  no  tos  hubiesen  parado  los  reparos  que 
ilentro  descubrieron ,  y  la  arlilleria  que  para  defenderlos 
traían  los  sitiados  (1). 

Estos  sucesos  y  los  preparativos,  así  do  las  minas  como 

'  de  puentes  de  madera  y  de  faginas  para  pasar  nuestra  in- 
fantería los  fosos  y  encaminarse  al  asalto ,  tenían  conster- 
nados á  los  bolúñeses.  Conociendo  su  peligra  muy  cerca- 
no enviaron  mensajeros  é  Gastón  de  Foix  recodóle  con 
empeño ,  que  )w  socorriera  cuanto  antes.  Tan  propicio  le 
encontraron  que  en  el  mismo  dia  lo  verificó  con  mil  infan- 
tes,  y  al  siguiente  con  ciento  y  ochenta  lanzas  que  juzgó 
suficientes  para  defender  la  ciudad;  mas  antes  de  que  lle- 
garan ,  acabada  la  mina  y  cargada ,  mandó  Navarro  infla- 
marla, pronta  la  tropa  para  et  asalto.  Guícuiardíni,  a  quien 
principalmente  seguimos,  por  haber  sido  entonces  emba- 
jador de  los  ñorentínes  al  vírey  de  Ñapóles  (2),  cuenta  que 
la  mina  reventó  con  el  mayor  impela  volando  por  los  ai- 
res la  muralla  y  la  capillita  de  Nuestra  Señora  puesta  so- 
bre ella.  Tan  en  alto  quiere  que  fuesen  lanzadas,  que  se 
vieron  por  debajo  todo  lo  interior  de  la  ciudad ,  y  los  sol- 

.  dados  que  detrás  de  los  reparos  prevenidos  estaban  pron- 
tos para  defenderla ;  mas  por  una  casualidad  que  los  bolo- 
ñeses  atribuyeron  á  mílagrOj  reputando  por  imposible  que 
sin  el  auxilio  divino  pudiera  suceder,  la  muralla  y  la  ca- 

.  pilla  volvieron  á  caer  tan  á  plomo  en  el  lugar  que  antes 

■  ocupaban  y  quedaron  tan  encajadas  en  él ,  como  si  con  la 
explosión  no  hubiera  votado :  de  modo  que  no  pudiéndose 


(1)  Gaicclardini  y  Zurita,  ibi. 

(2)  Asi  se  dice  en  udb  nota  a)  libro  ÍO,  y  qae  Guícciardiní  te- 
nia entonces  veinte  y  nueve  años. 


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-i8& 

-por  esn  cansa  dar  por  aquella  parte  el  asalto  proyectado, 
juzgaron  nuestros  capitanes  que  tampoco  se  debía  dar  por 
la  otra  (i). 

Otros,  y  aca^o  no  mal  inrormados,  refieren,  que  la  opc-! 
mcion  se  frustró  por  la  nieve  que  durante  tres  días  no  ce- 
só de  caer.  Tanta  fué ,  y  tan  rigoroso  y  duro  aseguran  har 
ber  sido  el  tiempo,  qife  los  soldados  majados  y  revueltos 
en  el  cieno  no  se  podían  mover  ni  hacer  servicio  algu-? 
no  (2).  La  debilidad  del  muro  por  una  parte  y  la  humedad 
de  la  tierra  por  otra ,  la  pólvora  algo  mojada ,  y  acaso  no 
mucha  regularidad  en  la  cava ,  aGrman  otros ,  que  en  vez 
de  levantar  el  muro  en  alto ,  fueron  causa  de  que  la  mína 
reventase  con  poco  efecto  y  hacia  lo  interior  de  la  ciu- 
dad (3).  Otros  en  Gn  lo  atribuyeron  á  que  los  hornillos  se 
colocaron  y  cavaron  precisamente  debajo  del  grueso  de 
la  maralla,  sin  extenderse  á  ma^  terreno,  y  como  Navarro 
dicen  que  Fué  de  este  sentir  y  le  pareció  temeridad  dar 
por  allí  el  asalto,  no  estando  prevenido  de  las  escalas  ne- 
cesarias y  habiendo  visto  por  el  claro  que  dejaron  la  mura- 
lla y  capilla  al  volar .  que  los  enemigos  estaban  en  postu- 
ra de  recibirle :  el  virey  Cardona  siguiendo  su  parecer  di- 
lató el  darte  hasta  que  en  otra  parte  se  abriese  una  nueva 
mina  en  que  Navarro  comenzó  desde  luego  á  Irabajar-  (i). 

O  por  esta  razón  ó  porque  la  Burgesiade  Bolonia  tuvo 


(1)  Ibid...  Ailribaironoqueílo  caso  jr  Bohgneii  Á  miraeoU,  ripu- 
lanáo  impoisibile  che  lema  ¡'at/julorio  divino  fosie  poluto  ricongiu-< 
.  gnerti  cotí  appun/o  nei  medesimi  fondamenii  onde  fit  dip«i  ampfiaia 
■  quella  Capptlla  e  freipteniata  con  non  piccola  divoúone  del  papólo, 
{%)  Zurito,  ibi. 

(3)  Pedro  Hárlir,  Epittola  i60,  en  Burgos  á  21  de  febrero  de. 
1512. 

[i)  AlesoD.  Anales  de  Nm-arra,  lib.  17,  cap.  ^,  DÚd>.  h. 


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186 

mag  miedo  por  el  peligro  qtu  habia  corrido  que  valor  por 
el  milagro  que  habia  creido  (1),  so  fué  á  losBenlivoglíos, 
infitñndoles  para  que  ó  capitulasen  ó  apresurasen  cuanto 
antes  et  socorro  francés ,  porque  no  querían  correr  los 
riesgos  que  les  amenazaban.  Fuéronse  pues  sus  principa- 
les capitanes  at  duque  de  Nemours  Gastón  de  Foix,  y  de 
tal  modo  le  exageraron  su  peligrosa  situación,  que  si  den- 
tro de  tres  dias  no  los  socorría ,  le  dijeron  quo  se  rendi- 
rían. Bien  quena  Gastón,  mozo  joven  y  deseoso  de  gloría 
ir  en  persona  á  socorrerlos,  pero  llamaba  su  atención  la 
ciudad  de  Brescia  ocupada  por  los  franceses  que  los  vene- 
cianos,  cuya  era,  intentaban  recuperar.  Preliriéndola  en 
algún  modo  por  ser  mas  fuerte  que  Bolonia,  y  tratando 
de  ver  si  podía  conservar  las  dos ,  solo  envió  á  la  última 
UD  socorro  de  mil  infantes  y  alguna  caballería ,  que  aun- 
que entraron  en  ella  sin  perder  un  hombre ,  ni  los  espa- 
ñoles desmayaron  en  sus  proyectos,  ni  los  sitiados  se  alen- 
taron y  dieran  por  seguros  (2). 

Insistieron  por  lo  contrario  en  que  Gasten  de  Foix  los 
socorriera  mas  eficazmente  ,  y  que  él  mismo  en  persona,  y 
según  se  lo  babia  prometido,  fuese  con  el  socorro.  Tan  re- 
petidas instancias,  y  la  persuasión  de  que  la  crudeza  del 
tiempo  no  permitiría  á  los  sitiadores  atender  al  servicio 
con  la  vigilancia  debida ,  le  indujeron  al  fin  á  cumplir  su 
promesa.  Saliendo  del  Final  una  tarde  al  anochecer  y  de- 
jando allí  la  artillería,  con  tal  silencio  y  presteza  caminó 


(1)  Aleson ,  ibi.  Segnn  est«  mismo  anslista ,  Gastón  de  Poii, 
duque  de  Nemonrs,  sobrino  del  Rey  Lnís  Xll.de  Francia,  y  cañado 
del  Rey  Catútico,  como  hijo  del  infante  D.  Juan  de  Navarra,  era  tan 
navarro  como  Pedro  de  Vereterra,  qne  persiste  en  que  fuera  Ai- 
dalgo  roncales,  ibi.  cap.  2. 

[2j  Ibid. 


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487 

loJa  la  noche  á  pesor  de  la  nÍOTe  que  caía ,  del  víenlo  tni< 
petuoso  que  la  llevaba  á  los  ojos  de  los  hombres  y  de  tos 
caballos,  y  de  an  tiempo  en  fin  el  mas  horroroso  que  pueda 
describirse ,  que  al  amnnecer  del  día  siguiente  se  encon- 
lr¿  dentro  de  Bolonia  con  seis  mil  infantes  y  trescientas 
Innzas  según  unos .  con  setecientos  caballos  y  cinco  mil 
infantes  según  otros ,  y  con  mil  y  trescientas  lanzas  de 
hombres  de  armas-,  y  una  numerosa  infantería  de  tarios 
clases  según  otros  (i ). 

Esta  operación  que  los  escritores  de  aquel  tiempo 
recomiendan  como  una  de  las  mas  famosas  y  resueltas 
que  se  habían  visto ,  sc  practicó  con  tanto  silencio  como 
descuido  y  culpable  negligencia  de  los  españoles.  Un  día 
y  una  noche  estuvieron  sin  'saber  que  hubiese  entrado 
el  socorro;  durante  cuyo  tiempo  pensó  Nemours  comba- 
tirlos por  los  tres  puntos  que  ocupaban ,  y  no  lo  hizo  por 
haberse  opuesto  los  principales  capitanes  de  su  ejército  y 
sobre  todos  el  gobernador  de  Bolonia  Mr.  d'Allegre.  Cuan- 
do al  fln .  por  un  stradioía  griego  ó  albanés ,  'caballo  li- 
gero, que  habiendo  entrado  en  aquella  plaza  con  el  socor- 
ro ,  sali^  á  reconocer  nuestro  campo  y  Alé  prisionero ,  se 
supo  aquel  resultado,  juntó  el  virey  Cardona  su  consejo 
de  guerra,  y  en  él  se  determinó  la  pronta  retirada  de  la 
artillería  á  favor  de  la  niebla  espesa  que  habia ,  y  que  á 
la  primera  noche  la  siguiera  todo  el  ejército.  El  conde  Pe- 


dí Pedro  Bembo,  escritor  contemporáneo  en  an  fíistoría  ^ene-. 
ta,  lib.  12.  Fojui...  Mediolano  ciim  equitihus  seplingenfís,  mllilt-. 
ittí  quinii  miUibui  ineredibili  eeleri/ate,  nivoiis  lutossissimiique  iltru- 
Tihutf  Boñoniam  profeetus  ita  se  taet'li  in  nppidum  intutit  ui  Hispa- 
not,  etc. — Podro  Hártír,  Epíítofa  481,  en  Burgos  á  10  de  marzo.— 
Zorita,  ibi.,  cap.  i7.— AlesoQ  dice  que  el  socorro  entró  en  Bdonia.. 
el  i  de  febrero  y  no  et  4. 


3vGooglc 


dro  Navarro  fué  quien  mas  promovió  esta  determinación, 
y  la  cumplió  con  tanta  puntualidad  y  tan  extraordinario 
silencio,  que  si  grande  fué  la  sorpresa  de  los  españoles  al 
saber  la  entrada  del  socorro ,  no  debió  de  ser  menos  la  de 
los  franceses  cusndo  después  de  ejecutada  supieron  la  re< 
tirada  de  nuestro  ejército.  Al  amanecer,  la  artillería  que 
habia- caminado  por  lo  llano  cubierta  por  la  gente  de  ar-^ 
mas,  y  protegida  por  Navarro  y  ta  suya  que  marchaban 
por  la  sierra,  se  encontraba  ya  al  otro  lado  del  rio  que 
corre  á  una  milla  de  Bolonia ,  no  habiendo  tenido  otra 
pérdida  que  la  de  algunos  soldados  que  descuidados  ó  dor^ 
midos  al  levantarse  el  campo  ,  fueron  muertos  por  los  bolo- 
ñeses ,  que  salieron  á  reconocer  el  lugar  en  que  estaba  (1). 
De  San  Lázaro  en  donde  por  el  pronto  sentó  su  Real 
el  virey  Cardona  se  trasladó  dos  dias  después  al  pueblo 
nombrado  Castillo  de  San  Pedro.  A  Navarro  con  su  infan- 
tería se  le  destinó  á  Vimintano  y  a  Fabricío  Colona  con 
la  gente  de  armas ,  y  los  otros  capitanes  se  les  alojó  en  los 
lugares  del  contorno.  Según  sucedió  en  todos  tiempos, 
cuando  las  cosas  militares  no  salieron  tan  bien  como  se 
deseaba,  en  tanto  que  el  duque  de  Nemours,  sus'cnpilanes 
y  parciales  encarecían  el  haber  becho  levantar  el  síLio  á  un 
ejército  tan  afamado  como  el  español  y  en  que  militaban 
coudillos  tan  esclarecidos  como  Fabricio  y  Navarro  (2),  en 
nuestro  campo  y  entre  oGctales  y  soldados  se  murmuraba 


(1)  Ggicciardini,  Zurita,  Alesoo,  ibi.  EsU  retirada  dicen  anoa 
que  se  verificó  el  6  de  febrero,  y  no  falta  quien  diga  el  7. 

(2)  Jovius,  De  viía  Leonii  X,  tib.  2,  tratando  del  socorra,  dice : 
Aeeidit  auiem  id  qiia  nihil  álate  nottra  admirabilias  in  re  beUica/or- 
taise  eontingil,  ut  nihit  proriut  tentientibut  hispanit...  Bonooiam  M 
ingreiíits:  quam  Fairiiius  et  Navarras  vigilanttssimi  komines,  tal 
equitum  turmai..,  nihil  de  ejus  advenía  praseniUftnt. 


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189 

allamenlc  de  cuanto  ea  el  sitio  habia  ocurríJo;  Acusaba* 
se  al  Tjrey  del  tiempo  que  perdió  al  principio  dando  lu- 
gar á  los  boloñeses  para  repararse  y  ser  socorridos,  y  de 
lo  poco  que  lomó  en  cuenta  la  dureza  de  la  estación  y  la 
(lificullad  de  ser  abastecidos.  Decíase  de  Navarro  que  ba- 
bia  muy  mal  dirigido  las  minas  y  se  babia  mostrado  muy 
confiado  en  ellas  y  en  sí  mismo,  y  acriminaban  por  último 
la  falta  que  hubo  de  vigilancia  y  de  espías  para  dejar  pasar 
al  duque  de  Nemours  sin  dar  aviso  de  su  venida  ()}. 

A  estas  agregaban  otras  acusaciones  y  quejas  que  apa* 
recieran  mas  fundadas,  si  en  aquel  ejército  no  hubiesen 
militado,  además  de  Pedro  Navarro,  cuyo  dictamen  solía 
preferir  el  virey,  capitanes  y  hombres  de  guerra  tan  prác- 
ticos como  Antonio  de  Leiva,  el  capitán  Alvarado,  Gas- 
par de  Pomar,  D.  Juan  de  Cardona  y  el  marqués  de  la 
Padula  que  lodos  eran  del  consejo.  Mas  aunque  las  que- 
jas no  fueron  del  todo  infundadas,  y  que  en  tanto  como 
bblan  los  soldados  en  algo  hubieran  de  acertar «  no  fallo- 
baa  algunos  que  en  lo  concerniente  al  virey  le  escusaLsn 
con  que  á  frustrarse  la  empresa  de  Bolonia  babia  mas  que 
toilo  contribuido  el  carácter  avieso  y  terrible  del  papa  Ju- 
lio II  que  lodo  lo  quería  mandar  y  disponer  á  su  modo, 
habiendo  pretendido  que  hasta  se  emprendiera  el  sitio  sin 
que  llegáro  la  arlillería  ,  conlando  con  que  con  solo  avis- 
tar el  ejércilo  la  ciudad  se  la  rendirían  sus  parciales;  que 
ai  los  venecianos  habían  cumplido  lo  pactado  ni  llegado 
los  suizos  que  se  esperaban  ;  y  que  á  pesar  de  esa  fulta  y 
del  rigor  de  la  estación,  si  el  socorro  se  hubiese  retarda- 
do dos  días,  los  boloñeses  se  hubiesen  rendido  (2). 


(1)  Zurita,  ibi. 

(2)  Traláadose  del  Pnpa  díCC  Zurita,  qae  i¡ve 


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190 

Iiliealras  tanto  el  virey  llevando  Fabricio  Colona  la 
iranguardia  con  ochocientos  hombres  de  armas ,  el  man- 
cebo marqués  de  Pescara  mil  caholios  ligeros,  que  no  era 
poco  para  quien  salía  por  primera  vez  á  campaña  (i),  y 
Navarro  cinco  mil  infantes ,  se  encaminó  con  algunas  pie- 
zas de  artillería  á  Cento  y  la  Piehe.  y  él  se  fué  á  situar  ea 
Bntri.  Foix  por  su  parte  habiendo  dejado  á  Bolonia  cus- 
todiada uoD  trescientas  lanzas  y  cuatro  mil  ¡arantes,  sts 
dirigió  á  toda  priesa  conll'a  Brescia ,  cuya  importante  For- 
taleza habia  caido  en  poder  de  los  venecianos  en  el  dia 
antes  de  que  socorriera  á  Bolonia  (2).  Toca  á  la  historia 
general  referir  cuantos  sucesos  mediaron  en  aquel  tiempo 
y  la  diferente  tendencia  que  de  resultas  de  haber  sido 
favorables  á  los  franceses,  se  mostraba  en  cada  ejército  y 
sus  respectivos  generales ;  en  el  francés  todo  era  deseo  de 
combatir  con  el  español  y  derrotarle  ya  que  no  lo  habiu 
conseguido  en  Bolonia,  y  en  el  español  por  lo  contrario 
en  nada  se  pensaba  mas  que  en  conservaHe  sin  arriesgar 
batalla  ni  suceso  alguno  que  no  se  tuviera  desde  luego 
por  seguro  (5). 

Na  faltaba  sin  embargo  quien ,  como  Fabricio  Culona« 
al  ver  que  tos  franceses  se  encaminaban  ¿  Brescia,  opina- 
se porque  ó  se  les  persiguiese  en  aquel  camino,  ó  se  em- 
prendiera otra  operación  que  los  forzase  á  dejarle ;  ma^ 
aunque  habia  muchos  que  sostenian  la  opinión  de  Fabricio 
en  el  consejo,  el  virey  no  varió  de  dictamen.  Respondió 

moda  avieso  y  terrible  en  tú  que  corría  ma/or  peligro  y  á  donde  los 
yerros  no  sufrían  enmienda  era  la  eondicivnmai  inlolerable y  ¡lor  ella 
se  avenlaraba  á  perder  mucho.  Llb.  9,  ilel  Rey  D.  Ftíoando,  cd|i,  ^7. 

(I)  El  Mro.  Vulles  ea  ta  Historia,  ibi. 

(2'  GuicciardÍDi,  lib,  10. 

(.i]  Zuritii,  ibi.,  c;ip.  '¿%  . 


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191 

siempre  que  ti  los  francetes  iban  por  la  posta  él  quería 
irse  despacio  (1);  ocomodándose  enteramecle  á  lo  que  el 
iley  Católico  Iq  habia  anticipadamente  prevenido  acerca 
(le  que  en  lugar  de  convenir  con  las  priesas  del  Papo, 
obraae  por  lo  contrario  con  detención  y  que  se  situara  en 
un  lugar  fuerte  y  acomodado  para  recibir  vituallas ;  por- 
que acaso  en  ese  intermedio  sucediera  que  en  las  nego- 
ciaciones en  que  entendia,  se  tomasen  contra  los  france- 
ses y  se  llegase  á  vencerlos  sin  comprometer  la  suerte  del 
ejército  (2), 

Con  la  idea  de  inculcar  en  el  ánimo  del  virey  y  demás 
capitanes  del  ejército  este  proyecto  que  aludió  a  la  alian- 
za que  realizó  el  Rey  Católico  cod  el  de  Inglaterra  pai'd 
atacar  á  los  franceses  por  la  parte  de  Guipúzcoa  y  Navarra, 
tan  luego  como  supo  que  Gastón  de  Foix  habia  retomado 
á  Brescia  y  derrotado  á  los  venecianos,  mandó  partir 
para  Italia  á  Hernando  Valdés,  capitán  de  su  guardia. 
Después  de  haber  visto  al  Papa  en  Roma  y  alentádole 
en  BU  abatimiento  por  ios  triunfos  del  francés,  pasó  al 
cuartel  general  del  virey  Cardona ,  en  donde  reunidos  en 
su  presencia  el  virey,  Fabricio  Colona,  Pedro  Navarro 
y  los  denlas  capitanes,  habiéndoles  primero  enterado  de 
lo  que  el^Rey  Católico  trataba  con  los  ingleses,  suizos  y 
venecianos,  les  intimó  de  orden  suya  que  "si  las  cosas 

*  de  Italia  no  ayudasen  para  proseguir  la  guerra  con  se^ 
t  guridad ,  se  procediese  de  modo  que  nada  se  aventurase 
■  basta  que  se  rompiera  por  la  Guiena :  que  por  esa  razón 

*  cuando  se  puso  el  cerco  á  Bolonia  tuvo  harto  descon'- 


(1)  Zurita  ,  ibi-,  cap.  K.^Parui  Bembas,  Hinoria  Ventla, 
lib.  «2. 

(9)  ZariU,  ibi.,  cup.  SG. 


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192 

■  tonto  á  pesar  de  la  priesa  y  precipitación  dul  Papa .  por- 

*  que  aqiietto  iba  encaminado  contra  ese  fín :  que  do  obs- 

■  tante  saber  él'que  la  infantería  francesa,  no  siendo  de 
»  alemanes  ó  suizos  no  era  de  tanto  vigor  ni  tan  ejercitada 

■  en  la  guerra  que  pudiese  ofender  á  los  españoles ,  y  quu 
»  creia  que  aquel  su  ejército  según  su  esfuerzo  y  valor  y 

>  el  de  sus  capitanes  y  los  caballeros  que  iban  en  él ,  se- 

*  rian  bastantes  para  vencer  y  esperar  ta  batalla ,  aunque 

*  los  enemigos  fuesen  tan  numerosos  como  ya  eran:  con 

>  todo  les  encargaba  que  pensasen  en  que  de  su  conserva  - 

■  cion  dependia  todo  el  bien  y  remedio  de  la  Iglesia  y  de 

*  toda  lo  Italia :  que  por  lo  tanto  hasta  que  el  inglés  rom- 

>  píese  la  guerra  por  la  Guiena ,  les  repetía  que  se  gober- 

*  nascn  de  manera  que  en  todo  caso  se  conservasen  y  solo, 
»  ayudando  la  ocasión ,  emprendiesen  aquello  en  que  sin 
»  poner  el  ejército  en  aventura ,  se  ganase  repulacioo .  y 

*  que  DO  se  curasen  mucho  de  las  priesas  del  Copa,  cuya 

>  condición  él  conocia  muy  bien  (1)". 

Como  el  Rey  no  ignoraba  tampoco  que  entre  el  virey, 
Fabricio  y  Navarro  y  los  otros  capitanes  habia  mucha  di- 
visión y  discordia,  llevaba  también  mandato  el  mismo 
Valdés  para  amonestarlos  en  su  nombre,  y  hacer  que  ce- 
sase twla  diferencia.  Tales  prevenciones  y  avisos,  aun- 
que tan  acertados  como  mas  adelante  se  vio,  llegaban  sin 
embargo  tarde.  Cuando  Valdés  se  presentó  en  29  de  mar* 
zo  en  el  castillo  de  San  Pedro ,  en  donde  estaba  el  virey, 
hacia  ya  dios  que  uno  y  otro  ejército  se  encontraban  á 
la  vista,  y  á  muy  corta  distancia,  amenazando  el  fran- 
cés quererse  apoderar  de  Ravena.  Siendo  aquella  ctii- 
dad  el  punto  de  donde  el  nuestro  se  surtia  de  víveres  y 

(1)  Guicciurdiiii  y  Zurita,  Ibi. 


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193 
(enia  sus  almacenes,  así  que  el  virey  entendió  que  los 
frsoceses  se  encaminaban  á  ella,  dispuso  con  acuerdo  y 
consejo  del  legado  del  Papa  y  de  sus  capitanes ,  y  pre- 
senciándolo el  mismo  Vatdés.  que  Marco  Antonio  Colona 
sobrino  de  Fabricio ,  con  las  cíen  lanzas  de  su  compañía 
y  quinientos  infantes  españoles  caminando^de  noche  y  á 
toda  priesa  fueran  á  juntarse  con  la  gente  y  caballería 
que  anticipadamente  y  para  defensa  de  la  misma  ciudad 
de  Bavena  babia  situado  en  ella  con  D.  Pedro  de  Castro 
y  Luis  Dentici ,  caballeros  gbllego  el  primero,  y  napolita- 
no el  segundo  (i). 

Túvose  por  tan  arriesgada  aquella  empresa,  y  las  con- 
diciones del  servicio  militar  eran  entonces  tan  distintas 
de  las  nuestras,  que  Marco  Antonio  Colona  antes  de  salir 
á  ella  exigió  seguridades  que  hoy  ningún  oficial  osaria 
proponerlas.  Pidió  que  el  legado  del  Papa,  Fabricio  Co- 
lona su  tio,  Pedro  Navarro  y  los  demás  capitanes  jurasen 
ante  la  hostia  consagrada  acudir  á  su  socorro  tan  pronto 
como  supieran  que  habiendo  entrado  en  Ravena ,  babia 
Gastón  de  Foix  comenzado  á  combatirla  (2).  Así  con 
toda  solemnidad  lo  practicaron  y  no  dejaron  de  ponerlo 
por  obra  á  su  tiempo ,  dando  con  esto  lugar  á  una  de  las 
batallas  mas  famosas  que  presenciara  la  Italia.  Apenas  con 
efecto  babia  Marco  Antonio  entrado  en  Ravena  en  el  dia  8 
de  abril .  jueves  santo  de  aquel  año ,  que  ya  los  franceses 

(f)  Zarita,  ibi.,  cap.  61. -Pedro  Hérlir,  £/»j/o¿)  483.— Jovio, 
Dt  rila  Leonii  X,  etc.,  dice  que  D.  Pedro  de  Castro  salió  con  Uar- 
co  Aiitooio  Colooa,  á  quien  también  acompañaban  los  capitanes 
Salazar  y  el  famoso  Diego  García  de  Paredes. 

(2)  Jovius,  ibi.  — Guicciardini ,  Hieronimi  Buieei  Hiiíoriarum 
Raveanaiunt,VA¡.  8,  piíg.  6C7,  ia  tomo  7,  parte  prima  Aiaiquiíor- 
lum  I  faitee. 

Toad  XXV.  tZ 


„Googlc 


194 
comenzaron  á  combatirla  con  su  artillería  arrastrada  dp 

al  paso  lardo  y  perezoso  de  los  bueyes,  como  hacían  los 
españoles,  sino  de  caballos  mansos  y  ágiles  uncidos  por 
el  cuello  (i).  Con  tal  furor  continuaron  el  combate  en  el 
siguiente  viernes  santo  no  obstante  lo  religioso  del  dia. 
que  aunque  solo  babiao  arruinado  como  unas  treinta  bra< 
zas  de  muralla  >  y  todavía  quedaban  como  unas  tres  de 
altura ,  que  aolo  podían  subirse  con  escalas ,  delerminó 
su  general  que  se  procediera  al  asaKb. 

Dispuso  con  ese  fin  tres  escuadrones,  cada  uno  de  á 
mil  bombres  escogidos  entre  los  tudescos  ó  alemanes, 
italianos  y  Franceses  de  á  pié  que  militaban  en  su  ejérci- 
to. A  la  cabeza  de  cada  escuadrón  mandó  que  se  pusieran 
también  á  pié  diez  bombres  de  armas  por  compañía  de  las 
que  habia  en  el  ejército,  de  los  mas  animosos  y  resueltos ; 
los  cuales  cubiertos  con  las  mismas  armaduras  con  que 
peleaban  á  caballo,  guiaran  á  los  demás.  Verificáronlo 
con  tal  arrojo  y  denuedo ,  que  basta  cinco  veces  fueroa 
rechazados ,  según  unos  en  tres  horas,  y  según  otros  en  cin- 
co ,  retirándose  al  fin  con  muchos  heridos ,  y  dejando  mas 
de  trescientos  muertos,  entre  los  que  se  contaron  á  Hon- 
sieur  Spinay.  maestreado  la  artillería,  y  á  Mr.  de  Chantillón 
uno  de  loa  mas  esclarecidos  capitanes  de  caballería  (S). 
Un  escritor  que  de  intento  trató  da  las  cosas  de  Ravena 
cuenta  que  los  españoles  no  solo  emplearon  para  defen- 
derse y  con  admirable  resultado  uno«  fuegos  azufroso»  en- 
cerrados en  unos  luboi  de  madera  de  tres  pies  y  cubierlot 
de  barro  cocido .  que  arrojaban  á  los  enemigos  y  no  se  po' 


(1)  JoTÍns,  ibi.,  De  vita  Leonit  etc.— Pedro  Mártir,  ibi.,  In  Cana 
Domini  qua  fuil  hoe  tumo  Idiitim  AprUii  sexta. 

(2)  Jovius,  De  fila  Lconú,  ibi. 


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195 

dian  apagar  ni  apartar  de  donde  te  huhieten  pegada .  lo 
cual  parece  como  un  preludio  á  los  modernos  cohetes  á 
la  Congreve ;  sino  que  se  aprovecharoa  con  acierto  de  In 
artillería  gruesa  y  menuda,  y  de  piedras  gordas  y  largas 
TJgas  que  ecbabao  á  rodar  contra  los  que  arrimaban  las 
escalas  á  las  ruinas ;  y  sobre  todo  de  uo  grande  y  hermo- 
so cañón  llamado  culebrina,  que  colocado  por  Colona  en 
un  bastión  los  combatió  de  Satico  (1). 

Tan  pronto  como  el  virey,  que  al  ir  Marco  Antonio 
Colona  á  Ravena  se  babia  situado  con  el  ejército  de  la 
liga  bajo  los  muros  de  Faenza ,  supo  el  riesgo  que  aquel 
corría ,  partió  á  socorrerle  con  toda  su  gente ;  y  Gastón 
de  Foix  que  con  tanta  pérdida  acababa  de  ser  rechazado, 
así  que  entendió  que  Fabricio  Coloiia,  Navarro  y  los  demás 
capitanes  coligados  apenas  oído  el  cañoneo  contra  Rave- 
na se  habían  puesto  en  movimiento,  levantó  el  campo 
arrebatadamente  por  no  verse  metido  entre  dos  fuegos  (2). 
De  aquí  resultó  que,  habiendo  el  ejército  coligado  situñ- 
dose  en  un  paraje  llamado  Mulinüccio  í  dos  ó  tres  millas 
de  Ravena ,  los  Trancesea  que  lo  observaron  determinaron 
oponerse  ¿  que  pasái'an  el  ¡lonco  por  el  vado  que  ofre- 


(1  ]  Hieranimut  Rubaus,  lib.  8,  pág.  67.  Hispani  tulphureU  igni- 
túi  ufi  taní,  qttoi  ligneii  lubit  tripedatibut ,  a/que  illis  íeitaeeit  in- 
duMí,  miraiiii  iaeceitu  it  hostet  jaciebanl  ¡  aeque  enim  ulla  vi  exlíu- 
gui  poterant  aud  de  loco  dimoferi  ad  quem  adhmtiiuent :  majara 
úuuper  minofaque  tormenta  auidue  displosa,  el  ex  ruinaniia  «um- 
mitate  f  sosa  ingenletqae  trdtet  undique  demissa  ia  murum  ^adrrt 
conentei  in  prceeepi  delurbahant ,  reprimebaiii urque  tuhinde  et  t-ul- 
ntraianiur  qai  tcaia  luiibant.  Sed  Ínter  calera  máximo  fait  usui 
tormrnium  ingem  quod  eltgaatit  et  mira  magailudiius  talubrinam 
twca¿aní.— GuicciardÍQÍ  y  Jovio  ibi, 

(2)  Jofina,  Deviía  Lcaiúi...  a  Ravennaproperi  dieeisit  ntinler- 
e¡uju*f  ti  diuliut  hareret ,  lihinecette  foret  aneipili  praliodeceriare. 


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196 

cié.  Creyeron,  y  mas  teniendo  fuerzas  tan  superiores,  que 
aquella  era  la  ocasión  de  dar  la  batalla  que  tanto  deseaban 
y  tan  repetidamente  les  habia  recomendado  Luís  Xll  su 
Rey  (1). 

Con  esta  determinación  y  resueltos  á  combatir  á  los 
coligados  en  la  mañana  del  siguiente  onci  de  abril  do- 
mingo de  Resurrección,  pasaron  aquella  nocbe  del  sába- 
do sanio  en  echar  un  puente  sobre  el  Roneo  y  en  allanar 
sus  orillas  para  buscarlos  con  mas  facilidad.  En  el  campo 
de  la  liga  mientras  tanto  se  trabajaba  en  abrir  fosos  y  en 
resguardarse  con  tas  zanjas  que  daban  curso  á  las  aguas: 
disposición  debida  á  Peilro  Navarro  que  contra  el  parecer 
de  todos  los  capitanes  de  caballos,  y  especialmente  de  los 
italianos,  no  quiso  cunsentir  como  general  de  la  infantería, 
on  que  el  campo  se  mudara  en  aquella  noche  á  una  coli* 
na  inmediata  á  Ravena.  Acusósete  después  de  esa  terque- 
dad ;  pero  semejante  precaución  no  aparece  desacertada, 
mediando  entre  uno  y  otro  ejercito  la  vasta  llanura  deno- 
minada Sobre-clase  de  Ravena  sin  otra  defen  a  qae  los 
dos  riachuelos  Hotico  y  Sabio  muy  fáciles  de  vadear  (2), 
y  sobre  todo  la  Inferioridad  numérica  del  ejército  coligado 
comparado  con  el  francés.  Llegaba  este  según  algunos  á 
veinte  y  cuatro  mil  infantes  franceses ,  gascones ,  italianos 
y  tudescos ,  dos  mil  hombres  de  armas  y  mas  de  otros  tan- 
tos caballos  ligeros  con  cincuenta  piezas  de  artillería  (5); 


(f^Gnicciardini  y  Zarita,  cap.  55, 

(2)  Clastis  Ravena  la  llama  Pedro  Mártir  eD  sd  epístola  483.— 
SandoTal  en  el  Jib.  i,  %.  i&,  pone  la  batalla  ea  el  domingo  1 2  da 
abril ;  pero  los  mas  escriben  qne  fué  en  el  domingo  once.  Pedro 
Bembo  en  su  Hisloria  Fetiela  lib.  t2  expreeameote  afirma  qne  fuó 
ad  diem  fertium  Iduum  jáprilium,  qae  es  e)  once. 

(3)  GuicciardiQÍ  y  ZuriU^  ibid. 


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197 
en  tanto  que  los  coligados  apenas  contaban  con  nueve  mil 
infantes  españoles  y  cuatro  mil  ¡lalianos  poco  antes  alista- 
dos .  setecientos  hombres  de  armas  de  las  compañías  de 
España  y  quinientos  de  las  de  Italia  con  dos  mil  caballos 
liaros  italianos  y  españoles  y  veinte  y  cuatro  piezas  de 
artillería  (1). 

Antes  de  principÍAr  ta  batalla .  cuentan  los  historiado* 
res  que  el  galán  y  todavía  imberbe  Gastón  de  Foix  (*2] 
arengó  con  fervor  á  su  gente .  recordándola  "  que  aque- 

■  líos  españoles  no  eran  los  temibles  veteranos  de  la  guer- 
«  ra  de  Ñapóles .  sino  otros  tan  nuevos  como  inexpertos, 

•  que  solo  habian  peleado ,  contra  los  arcos,  flechas  y  des- 
> puntadas  lanzas  de  los  moros,  y  sin  embargo,  estos,  no 

■  obstante  ser  una  gente  flaca  de  cuerpo ,  tímida  de  áni- 

•  mo,  descarnada  é  ignorante  del  arte  militar,  la  habia 

•  vencido  con  ignominia  un  año  antes  en  los  Gerbos  de 
adonde  huyendo  aquel  mismo  Pedro  Navarro  que  tenían 

■  al  frente  y  tanta  fama  gozaba  entre  los  suyos,  dio  un 

•  memorable  ejemplo  á  Lodo  el  mundo  de  la  gran  diferen- 

■  cía  que  había  entre  batir  las  murallas  con  el  ímpetu  de 

■  la  pólvcH*a  y  con  las  cavas  á  escondidas  abiertas  debajo 

•  de  tierra,  á  combatir  con  verdadero  valor  y  fortaleza." 
A  estas  quieren  que  añadiera  otras  palabras ,  que  siempre 
hemos  tenido  por  mas  propias  del  estudio  y  sosiego  de  los 
escritores  en  sus  casas ,  que  de  la  agitación  y  silencio  que 
precede  á  las  batallas :  mas  sea  sin  embargo  de  esto  lo  que 
fuere,  y  ya  mediaran  ó  no  en  el  campo  español  iguales 
arengas ,  los  escritores  cuentan  también  que  el  legado  Me- 


tí) Ibid. 

(2)  JoTins.  De  ñla  Lemit  etc.  Erat  Fostciut  imberbU  adhueei 
pratlara  Jacit  masime  decorus. 


3vGooglc 


198 

(licis  dio  la  bendición  á  Iob  tropos  de  la  sania  liga  5  les 
concedió  una  indulgencia  plenaria  para  que  peleasen  coa 
fervor  (1). 

Gastón  ya  arengara  ó  no  á  los  suyos  Aió  principio  al 
combate  ordenando  á  la  infantería  alemana  pasar  el  Ron- 
co por  el  puente  que  al  intento  había  dispuesto.  Al  mismo 
tiempo  ordenó  también  que  el  cuerpo  de  batalla  con  gran 
parle  de  la  vanguardia  le  vadease  y  en  maa^  se  dirigiera 
contra  los  de  la  liga.  Mandaba  Fabrício  Colona  la  vanguar* 
dia  de  estos,  compuesta  de  ochocientos  hombres  de  armas, 
situados  á  la  orilla  opuesta  del  rio  y  todp  á  lo  largo ,  te- 
niendo á  su  derecha  un  escuadrón  de  seis  mil  inrantes. 
Detrás  y  paralelo  también  al  rio  estaba  el  cuerpo  de  bata- 
lla de  los  coligados  con  seiscientas  lanzas  y  á  su  derecha 
otro  escuadrón  de  cu^itifo  mil  infap^s  españoles  condu- 
cido todo  por  el  vírey  Cardona  y  el  marqués  de  la  Padula. 
Venia  luego  é  igualmente  con  el  mismo  paralelismo  al  rio 
la  retaguardia  á  cargo  de  Alonso  de  Carvajal  con  cuatro- 
cientos hombres  de  armas ,  y  cuatro,  mil  infantes ,  y  de- 
trás y  ó  su  derecha  el  marqués  de  Pescara  con  los  caballos 
ligeros  de  su  mando.  La  artillería  estaba  á  la  cabeza  de  la 
gente  de  armas ,  y  Pedro  Navarro  á  quien  se  debía  esta 
disposición;  sin  lugar  fijo  y  acompañado  únicamente  de 
quinientos  infantes  escogidos  para  acudir  á  donde  convi- 
niera ,  habia  entre  otras  precauciones  defensivas  adoptado 
"  la  de  colocar  sobre  el  foso  del  rio  y  al  frente  de  la  in* 
>fanteria  treinta  carros  cargados  con  artillería  menuda  y 
•  armados  con  unos  largos  cuchillos  y  espadones  que  nun- 


(1)  GuicciardiDÍ,  lib.  lO.^MarinDf^enel  cap,  9  del  libro  30  da 
traducida  con  elegancia  la  arenga :  lo  de  la  indalgencia  lo  refiere 
Vargas^ 


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199 

>ca  se  hal»an  visto  y  eran  como  los  carros  falcados  de  los 
■  antiguos  dirigidos  á  abrir  y  destrozar  las  filas  enemigas, " 
aunque  alguno  los  asemeja  á  los  caballos  de  Frisa  moder* 
nos  (1). 

Con  ellos  y  con  la  seguridad  que  le  daban  los  fosos 
pensaba  Navarro  no  soto  resistir  al  enemigo  sino  descon- 
certarle; y  80  proyecto  no  era  del  todo  infundado.  Ha- 
biéndose aquel  adelantado  como  á  unas  doscientas  brazas 
del  foso,  y  observado  que  nuestra  gente  se  mantenia  fir- 
me y  sin  abandonar  su  alojamiento ,  se  cerró  y  contuvo 
por  no  atreverse  á  pasar  mas  adelante.  Mas  de  dos  horas 
estuvieron  inmóbiles  uno  y  otro  ejército  en  esa  situación  y 
y  con  el  foso  en  medio ,  cañoneándose  de  parte  á  parte 
con  infinidad  de  -{iros  y  gran  daño  de  la  infantería  france- 
sa. Con  tanto  acierto  babia  Navarro  colocado  su  artillería 
que  causó  la  muerte  de  mas  de  dos  mil  enemigos  y  que 
de  cnarenta  capitanes  de  las  guardias  francesas  y  flamen- 
cas solo  se  salvasen  dos.  Gasten  entonces,  viendo  tan  mal 
parada  su  gente ,  sacó  del  centro  de  su  ejército  una  par- 
te de  la  artillería .  y  conduciéndola  el  duque  de  Ferrara 
con  ^n  celeridad  á  la  punta  de  una  de  sus  alas  en  que 
estaban  los  arcberos ,  y  que  formando  como  una  especie 
de  media  luna  envolvía  el  flanco  y  amenazaba  la  espalda 
(le  los  coligados ,  combatió  la  caballería  de  estos  con  tan- 
la  fuerza  como  poco  antes  la  artillería  española  lo  habia 
ejecutado  con  la  infantería  francesa. 

Para  preservar  Navarro  de  esc  estrago  a  ia  española 
que  babia  colocado  en  un  lugar  algo  profundo  junto  al 
nrcen  del  rio ,  la  mandó  echarse  boca  abajo.  Ningún  daño 


())  Guicciardini,  Hb.  10. — Hisioin  A  Franet  par  k  P,  Danúi, 
tomo  S,  pág.  59i.  ¿MI»  xn. 


3vGooglc 


200 

recibió  de  ese  modo,  pues  las  balas  le  iban  por  encima, 
al  paso  que  le  cauEaban  notable  en  la  caballería ;  cuyo  ge* 
neral  Fabrício  Colona ,  cuentan  que  gritaba  y  con  repeti- 
dos mensajeros  pedía  al  virey,  que  sin  aguardar  á  que  la 
artillería  le  acabase ,  emprendiera  la  batalla ;  pero  que 
Navarro  que  tuvo  tema  de  ser  siempre  de  opinión  contra* 
ría  á  Fabricio,  y  de  ser  hasla  protervo  (1)  contra  el  pare* 
cer  de  los  que  toas  lo  eniendian,  h  repugnaba  movido  de 
perversa  ambición;  porque  contando  quedar  victorioto  con 
solo  el  valor  do  la  infantería  español^,  ninguna  pena  le 
daba  de  que  los  demás  pereciesen ,  antes  bien  pensaba  que 
su  gloria  alimentaria  en  igtial  proporción  á  lo  que  aumen- 
tase el  daño  del  ejército  (2).  Suposición  harto  impertinen- 
te y  libro  en  escritores,  que  queriendo- como  disculpar  á 
su  paisano  Fabricio ,  no  temen  asegurar  que  su  desespe- 
ración y  falta  de  sufrimiento  llegó'al  punto  de  que,  escla* 
mando  ¡  si  todos  habían  de  morir  por  la  obstinación  de  un 
marrano  y  si  todo  el  honor  de  España  y  de  Italia  se  había 


(1)  Zurita,  )ib.  3,  c^.  €l ,  Un  popo  amigo  como  siempre  de  Na- 
Tarro,  le  da  esa  y  otras  califícaeionea  por  su  oposición  i  Fabricio;  y 
sa  abreviador  el  P.  Abarca,  eiageraado  fuera  de  lo  que  la  imparcia- 
lidad exige,  y  suponiendo  que  Fabricio  empleó  las  sumisiones,  las 
plegarias,  las  lágrimas  y  los  abrazos  para  que  Navarro  dejase  sa 
posición,  mal  todo,  aaaila,/a¿  implorar  y  llorar  á  un  tigre:  entes 
en  el  mismo  cap.  20,  pág.  390  del  tomo  II,  tratando,  del  litio  de 
Bolonia,  le  había  llamado  oto. 

(2)  Gnicciardirii  y  Jovio ,  ibi.  Mas  para  apreciar  lo  lijero  de  efr* 
tas  suposiciones,  basta  decir  que  hasla  el  mismo  Zurita  harto  des* 
favorable  &  Navarro,  caenta  i  este  propósito,  qne  quiso  goiernarlo 
todo  haciendo  el  principal  fundamento  de  la  infantería  española  como 
a  la  verdad  luvo  en  aquello  razan,  por  ser  la  mas  escogida  gente  jr 
mejor  que  hubo  en  aquellos  tiempos  y  paréetele  de  aventurarla  contra 
todo  el  ejército  junto  de  los  enemigos;  lo  cual  se  luvo  por  gran  teme- 
ridad y  detalino  :  los  eniendidos  sin  embargo  decidirán. 


3vGooglc 


do  perder  por  solo  Navarro !  se  ech¿  con  toda  su  coballer 
ría.  faera  del  reciotoDcomprendido  entre  los  Toaos ,  síq  es^ 
perar  la  órdeo  del  TÍrey  Cardona  (1), 

Al  verlo  la  francesa  que  era  mas  numerosa  ;  había  su* 
frido  menos ,  la  car^ó  y  desordenó ,  y  cogió  prisionero  al 
tan  impaciente  como  poco  valeroso  y  resignado  Fabricio. 
Los  carros  aleados  en  que  tanto  confiaba  Navarro,  aunque 
hicieron  g^nde  estrago  en  la  vanguardia  enemiga .  cesó 
{vonto  porque  algunos  de  sus  ardieres  de  los  mas  diestros 
entra  los  hombres  de  armas ,  desmontándose  de  sus  caba-r 
líos  y  calándose  con  intrepidez  y  de  dos  en  dos  basta  los 
costados  de  los  que  tiraban  los  carros .  desvanecieron  con 
desjarretarlos  toda  aquella  máquina  de  tiros  tan  eitraor^ 
diñarlos  (2).  Empeñada  ya  la  batalla  con  un  encarniza- 
miento pocas  veces  hnsta  entonces  visto ,  en  tanto  que  los 
principales  capitanes  de  la  caballerfa  de  la  liga  peleaban 
flojamente  y  abandonaban  el  campo,  ayudados  del  ejemplo 
de  su  mismo  general  Cardona ,  de  Alonso  do  Carvnjnt ,  do 
Hernando  de  Valdcs  y  hasta  de  aquel  Antonio  de  Leiv» 
que  tan  famoso  fué  maa  adelante  (3) ;  Pedro  Navarro  que 
con  su  gente  tendida  frustraba  el  cañoneo  francés  y  aguar* 
daba  á  venir  á  las  manos  según  su  costumbre ,  así  que  se 


(1)  Cnicciardini ,  ibi.  Pero  FiAritio  «selamanáo ,  kab&iamo  tioi 
lulñ  vituperosamente  d  moriré  per  l'obstinatione  el  per  la  malignitá 
¿"uit  Marrano..'  ha  l'honore  de  Spagna  el  d'¡la!ia  á  perderti per  una 
Navarro.  Harrsuos  llamabui  á  los  espafioles,  aludiendo  i  que  eran 
de  generación  y  raza  de  judiosj  6  sea  tomadizot  y  recien  conrerti- 
dos.— Nuiiez,  0üi/i^w  ¿econrencion,  ele.  S.*,  pig.   S3. 

(2)  Gaicciardini,  ibi. — k\tiO'a,  Anatet  de  Navarra.  Parte  2,  li^ 
hro  fO,  cap.  k. 

(3)  Guicciardini,  íhi.,  perche  il  vieerá  e  Carvagial  non  fata  tul- 
tima  esperieneia  de  ta  i'irlii  de  itioi,  si  mestono  infiiga.  Panlo  JovÍo 
aun  esU  mas  duro  que  Guicciardioi;  pero  Zurita  dice  que  segva  al- 


3vGooglc 


202 

acabasen  los  iWos ;  viéndose  abandonado  de  la  caballería; 
dio  á  sus  infantes  la  señal  de  acometer.  Obedeciéronla 
prontos ,  saliendo  con  espantosa  ferocidad  contra  un  cuer- 
po de  alemanes  qoe  se  les  había  acercado  mucho,  y  cuyo 
jefe  Jacobo  Eini>ser ,  uno  de  los  capitanes  de  mas  fama 
que  hnbia  en  el  ejército  francés,  habiendo  combatido  per- 
sonalmente y  de  pica  á  pica  con  el  coronel  Zamudio,  le 
derribó  este  de  su  caballo  y  murió  (1), 

Pero  nada  refieren  con  tanto  asombro  loshistoriadoresy 
no  sin  razón  añaden  no  haberse  nunca  visto  ni  oído,  como 
que  Navarro  observando  que  la  infantería  española  "ha- 

>  bia  padecido  algo  en  su  formación  y  en  el  primer  cho- 
»  que  con  los  alemanes  por  la  firmeza  de  sus  picas,  dispn- 
■  80  que  una  parle  de  aqueja ,  arrojando  las  suyas ,  po- 

>  niendo  mano  á  sus  espadas  y  puñales  y  cubriéndose  con 


gnoas  relsciones,  los  Durqiiesss  de  Pescarar  d«  la  Padula  y  Garvajal 
pelearon  tan  vate  roas  mente  que  rompieron  la  yangoardia  del  enemi- 
go, f  le  tomaron  algunas  banderas,  que  Leiva  luro  dos  caballos 
mnertos...  hasta  que  la  mayor  parte  de  nuestra  vanguardia  se  pnso 
eu  fuga  y  fueran  allí  muertos  D.  Gerúnimo  LorÍKy  Diego  Quiíiones. 
Has  adelante  maDÍfieata  el  mismo  Zorita  la  diversidad  con  que  los 
autores  alemanes,  italianos  y  franceses  escriben  lo  que  pasó  en  aque- 
lla jornada,  representándolo  con  grande  artificio  de  palabras,  y 
como  nuestro  objeto  no  sea  ponerlos  de  acuerdo,  referiremos  todo 
aqnello  en  que  figuró  Navarro  en  primer  lérmioo  y  fué  lo  prin- 
cipal. 

(I)  Hiríana,  Zurita  y  Aleson  signiendo  á  Guiociardini  y  otros 
cnentan  que  Zamndio  al  terciar  so  pica  esclamó  ;0  Rey  I  cum 
caras  cuestan  las  mercedes  ^c  nos  haces  y  cuan  bien  se  merecm 
en  semejantes  jornadas!;  pero  habiendo  maerto  en  aquella  Zamu- 
dio y  no  habiéndoselo  contado  por  lo  tanto  k  nadie ,  puede  eso 
pasar  por  naa  inveocion  de  los  que  describen  las  batallas  ni  mas 
ni  menos  que  oomo  se  dan  en  los  teatros  en  donde  u  mnere  can- 
tando. 


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205 

•  sus  escudos  j  ^dargu,  se  metiera  por  debajo  de  las  pi* 

>  cas  de  los  alemanes  y  tos  arremetiese  de  ese  modo.  Así 

•  lo  ejecutó,  situándose  entre  sus  piernas  y  haciendo  hor* 
»  rible  estrago  en  ellos  (1 ) ;  y  ya  casi  habían  llegado  á  la 

■  mitad  de  un  escuadrón ,  cuando  advirtiendo  que  la  in> 

■  fanlería  italiana  que ,  no  obstante  haber  sufrido  mucho 

>  de  la  artillería  aun  se  mantenía  firme ,  se  hallaba  com- 

■  batida  por  un  cuerpo  de  gascones  y  una  compañía  de 

■  caballos  franceses ,  tuvo  que  separar  una  parte  para  so> 

>  correrla,  quedando  la  otra,  aunque  fatigada,  conteDÍem 

>  do  y  resistiendo  á  loa  alemanes  {%." 

Hay  quien  afirma  que  esto  sucedía  á  tiempo  que  núes* 
tra  infantería,  que  apenas  habia  perdido  gente  todavía, 
habiendo  asaltado  á  la  artillería  enemiga,  estaba  ya  para 
ocupar  su  Real  y  dar  con  repetición  y  como  en  señal  de 
triunfo  el  Viva  España  (5).  En  tal  estado  ,  y  después  de 
haber  visto  al  cuerpo  de  batalla  francés  tocando  á  su  es-* 
terminio,  no'  quedando  á  nuestra  gente  otro  medio  de 
salvación  que  el  de  una  retirada ,  emprendió  sola,  &  pié  y 
sin  otro  apoyo  que  ella  mismo ,  una  de  las  mas  famosas 

(1)  JpTÍos,  De  vita  Leontá,  etc.  Ilaipte  teie  atqae  hattOM  freti- 
nut  erextre  laata  que  animorum  alaeritalt  Germanoi  ¿nvtuere  ut  num- 
quant  ai  alia  hominum  memoria  aut  ferocias  aut  aerius  lit  concar- 
jum.— Petrus  Martyr,  Epislola  M3...  Slratagemafe  uens  est  inaudito 
hacteons  in  ea  pugna  NiTarnis  Comen,  dnm  ¡onfii  hatiis  ab  aliii  hu- 
merit  certartnt  ulrimque:  deleeloi  jubet  quotdam  peditet  rti  bellira 
peritioret  tolo  tub  longarum  katlarum  umbra  ¡neurvari,  curlit  eniibut 
Uispani*  acciactott  qui  tx  intidiis  eerlanlibus  Galhrum  milílibut 

(2)  Guicciardint,  Hiertmimus  Rubsos,  ibi. 

(3)  Peirus  Hartyr,  ibi...  i'n  larmcntorum  vata  quidam  insiliiuH 
et  toa  patria  timbolum  mátíiplicato  promunt  elalit  clamoribiu..,  sed 
eum  se  a  tergo  videreiH  desertas,  ab  equitiius  cireunuepiwtiur,  pre~. 
munlur  undiqae. 


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204 

que  se  leen  en  las  historias.  El  mismo  conde  Pedro  Navar- 
ro,  cuenla  un  conlemporáneo,  dio  forma  á  los  oíros  seis 
mil  españole»  que  restaban,  como  se  saliesen  de  la  batalla 
juntos,  qtiedando  él  preso  (1).  lo  cual  aseguran  otros 
que  á  él  mismo  se  lo  oyeron ,  fué  porque  anteponicQcto  la 
muerte  á  su  salvación  y  no  queriendo  sobrevivir  á  tanto  es- 
trago ,  se  arrojó  temerariamente  á  los  tiros  de  los  enemi* 
gos  prefiriendo  el  morir  á  dejar  el  campo  de  batalla  (2). 
Pero  otros  aseguran  qw  eligiendo  como  mas  seguro  para 
su  retirada  el  camino  que  guiaba  á  la  Romana  y  á  un  lado 
tenia  la  mar  y  al  olro  grandes  y  continuos  pantanos,  la 
emprendió  por  él,  cubriendo  con  su  persona  la  retaguar- 
'  dia .  y  llevando  la  delantera  Samaniego ,  oriundo  de  Na-- 
varra,  según  escribe  el  P.  Aleson.  Con  tal  serenidad  y  con 
ánimo  tan  tranquilo  nos  dicen  que  caminaba  Navarro,  que 
apretándole  en  una  ocasión  el  enemigo ,  y  volviendo  re- 
suello contra  él.  le  paró  y  contuvo  largo  ralo  dando  lugar 
á  que  Samaniego  se  adelantase.  Cuéntase  qae  esta  resijel- 
ta  y  determinada  acción  le  salió  muy  cara ;  porque  habién- 
dose apartado  de  sus  compaüeros  mas  de  lo  justo  y  metí- 
dose  entre  los  franceses  mas  de  lo  que  debia,  le  díó  uno 
de  ellos  un  golpe  tan  recio  con  el  cabo  del  arcabuz,  que 
cayó  de  su  caballo  sin  sentido  y  como  muerto,  y  en  eso 
estado  fué  reconocido  y  preso  (3}. 

(1)  El  canónigo  Pedro  de  Torres  en  sus  Apuntes  biss.  en  la  M- 
blioleca  nacional,  que  va  pnent»  entre  los  Docamentos  en  el  núm  23. 

(2)  Jovio,  De  fita  Leonií  X...  ín  earecepiui  dijjiculrale  IVaearrw, 
sese  ullro  telis  objeclans,  ne  lantx  cladi  lupereiie,  ul  postea  dicere 
sole&at,  (Kíercípiíar.— Guicciardini,  ibi.  Nel  cual  lempo  Pietro  Na- 
varra desiderosa  piu  de  moriré  eht  di  salvarsi  é  pero  non  si  pariendo 
dada  balaglia,  rimasse  A  />r^ion«.— Hier^iinos  Rnb^ns,  ibi.,  pigi- 
na  673, 74  y  75 . 

(3)  AlesoD,  Anales  de  Navarra,  parle  2,  lib.  í8,  cap.  5. 


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205 

Esla  desgracia  con  lodo  no  privó  ó  Samaníego  y  á  la 
grnlc  que  quedaba  á  su  cargo  do  seguir  su  camino  al  paso 
regalar  y  prestintando  al  enemigo  muy  poco  frente .  Apa- 
rentando «n  BU  manejo  mas  bina  la  ejecución  de  una  con- 
certada maniobra  de  alarde  ó  instrucción  militar  que  el 
abandono  de  un  campo  de  batalla ,  rechazaron  con  impo- 
nente aspecto  y  animosa  serenidad  cuantas  cargas  les  dio 
la  caballería  enviada  contra  ellos.  Nemours  entonces  al  ver 
que  nada  absolutamente  los  perturbaba  y  que  la  victoria 
que  ya  le  halagaba,  no  seria  completa  si  no  la  consumaba, 
dando  fin  de  los  que  mas  parecían  vencedores  que  venci- 
dos ,  púsose ,  dice  un  escritor ,  como  león  rabioso  á  la  ca- 
beza de  cierta  porción  escogida  de  su  gente,  y  la  obligó 
con  juramento  á  morir  con  él  ó  á  dispersar  el  escuadrou 
español  (1). 

Como  lo  dijo,  así  parliú  animoso  y  resuelto  á  ejecutar* 
lo.  Estaba  ya  en  el  momento  de  dar  su  carga,  cuando  ó 
porque  cayó  el  caballo  y  con  la  armadura  no  se  pudo  le- 
vantar fácilmente ,  ó  porque  el  caballo  le  arrojó  de  si  mis* 
mo  (2),  ó  porque  al  volver  cara$  los  arremetidos  para  con* 
tenerle  se  metió  entre  sus  picas  con  la  rapidez  de  la  car- 
rera (5),  quedó  entre  ellas  cubierto  de  heridas  sin  que  le 
valieran  ni  su  gallarda  juventud,  ni  gritar  á  los  soldados 
españoles  que  no  le  matasen ,  pues  era  hermano  de  su  Rei- 
na Germana  de  Foix ,  y  su  Rey  te  quería  como  á  hijo  (4). 


(t)  Pedro  Mártir,  ibt. 

(2)  Guicciardini  y  Hubens  ibid. 

(3]  El  P.  Daniel  ibi.  pág.  59^,  tomo  8. — Brantome  en  la  ar- 
ticnlo,  dice  que  los  espa&oles  le  desjarreta  ron  el  caballo,  y  cayó 
en  tierra  contando  solo  desde  la  barba  &  la  frente  catorce  heridas. 

(k)  Pedro  Uártir,  ibi. —Brantome  atribuye  estas  palabras  i 
OJcto  du  Fois,  Señor  de  Lautrecb  ,  su  primo. 


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Murieron  cod  él  bo  pocos  de  los  que  le  acompañüban.  Fue- 
ron otros  heridos ,  libertándose  Odcto  de  Foix  su  paríeR' 
te  que  también  habla  caído  á  su  lado  por  merced  del  sol- 
dado Luis  Gordo  (1),  con  lo  cual  libre  y&  nuestra  infante- 
ría de  otras  persecuciones  y  molestias  siguió  impárida  su 
camino .  salvándose  al  Un  cotno  unos  cinco  mil  bombres 
de  los  ocho  mil  poco  mas  ó  menos  que  entraron  en  la  ba* 
talla  (2). 

De  este  modo  terminó  la  Famosa  de  Ravena .  do  la  que 
no  sin  razón  se  dijo  el  vencido  vencido  y  el  vencedor  per- 
dido ;  porque  aunque  los  francoses  quedaron  por  el  pron- 
to dueños  del  campo,  se  creyó  que  hablan  perdido  mas 
genle,  y  tuvieron  muy  luego  que  abandonar  la  Italia  (5). 
A  cuanto  ascendiesen  las  htijas  de  Uno  y  olro  ejército ,  ní 
entonces  ni  después  se  pudo  averiguar.  Uezclóse  en  eso 
como  de  costumbre  la  vanidad  nacional ,  y  el  deseo  de 
atenuar  la  desgracia  propia  para  aumentar  la  extraña. 
Cuentan  sin  embaído  los  franceses  que  al  saber  su  Rey  la 
muerte  de  su  sobrino  Gastón  de  Foix ,  de  Ivo  de  Alegre 
8u  segundo  y  de  tantos  otros  distinguidos  capitanes  y  ca- 
balleros que  le  acompañaban,  exclamó  /  Dio$  nos  guarde 
de  alcaniar  jamás  victurias  semejantes  (4] ! 

(1)  Jovio,  Elogia  ifirorum  ete, ,  en  el  del  mismo  Odeto  ó  ua 
Laulrecb. 

(2)  Pedro  Narlir  ibi.  Ex  forte  ocfo  miltihut  Hitpanorum  pedi- 
lUBt...  quinqué  millia  tvtsiiie  feruntur.  Zurita  dice  que  fueron  ena- 
Iro  rail  V  Pedro  de  Torres  seis  mil  los  que  se  salvaron. 

(3)  ibid.,  Epistola  M9,  á  27  de  junio  de  t5l2...  Gallos  i'n/u- 
gam  palitos  mediolauum  tt  confinia  deterere ;  lo  cual  coufirma  en  la 

Epistola  490  de  13  de  Julio. 

(i)  El  P.  Uaoiel,  ibi.,  pAg.  598. -Mariaaa,  lib.  30,  cap.  9.— 
Braiilnme ,  Iratondo  de  Mr.  de  la  Pallise,  dice  que  [.ais  XII  duseaba 
iiiHS  haber  iterdtdo  tres  bslatlas  como  aquella  quu  A  su  sobrino  Gas- 
tón ele. 


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207 

Dijeron  oíros  que  du  los  diez  mil  hombres  que  desnpa- 
recieron .  un  tercio  fué  de  franceses ,  y  los  otros  dos  de 
españoles  ó  de  la  liga  (1).  También  hubo  quien  aumentara 
ese  número,  en  tanto  que  Zurita,  refiriéndose  asíalos 
informes  que  el  Rey  Católico  mandó  tomar  como  á  los 
alardes  y  revistas  que  se  pasaron  después,  refiere  que  ne 
llegaron  á  mil  y  quinientos  de  á  pié  y  á  caballo  los  que 
murieron  en  aquella  jornada,  comprendiendo  entre  ellos 
á  D.  Juan  de  Acuña,  prior  de  Mecina  en  la  orden  de  San 
Juan,  D.  Gerónimo  Loriz  caballero  valenciano.  Diego  de 
Quiñones  Alvarado ,  Geróm'mo  de  Pomar  teniente  de  la 
compañía  de  hombres  de  armas  de  su  tio  Gaspar  de  Po' 
mar,  y  los  coroneles  Zamudio,  Juan  Diez  de  Aulx,  Ar- 
mendariz  y  casi  todos  los  capitanes  de  la  infantería  espa- 
ñola (2).  agregando  Paulo  Jovio  á  ese  catálogo  de  valien- 
tisimos  españoles  tan  gloriosamente  muertos  en  aquella 

ocasión  á  D.  Juan  de  Cardona ai  giboso  Pedro  de  Pa2 

que  tan  gloriosas  hazañas  acometió  en  tiempo  del  Gran 
Capitán y  de  los  que  habían  andado  con  Pedro  Navar- 
ro en  las  cosías  de  África  á  Samauiego ,  Juan  Navar- 
ro, Diego  Paniagua,  Clavcr,  y  Arteta  aguerridísimos  viz- 
caínos (3). 


(1)  GuicciardiDÍ ,  lib.  10. 

(3)  Pedro  Mártir  ihi. — Zurita,  lib.  9,  cap.  61 . 

(3)  Jovio,  De  vita  Mfonti  Ducis  Ferraría,  pág.  177...  Ex  tííi- 
panieo  qaoqae  exerdtti  occubuere  Joaimes  Cardonius...  Pelrui  eiiam 
Pacaus  Gibber  qui  mb  magno  Consalvo  praclara  olim  aim  laude  mi- 
lilarat.  Ex  Afrioanis  vero  Ugionibus..,  numeraianlur  Zamadiui  eí 
Samaneeus  et  secundum  kos  fatili  primores  Jaymuí  Dicctus,  Joannes 
Navarrus  et  Didacus  cognomento  Paniaqua ,  eum  coque  Claverius  et 
Áretela  Canlahrorum  pugnaeistimi,  Don  Juea  de  CardoDa  nouríó 
tle  sus  heridas  estando  prisioDcro,  y  de  Sjoiaaiego  cuino  oo  fuese 


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208 

Pero  lo  notable  de  esta  batalla  y  lo  que  la  hizo  una 
de  las  mas  famosas  que  'lasta  entonces  se  hubiesen  visto 
fué  su  duración.  Contra  la  común  costumbre  de  decidirá 
otras  en  un  momento  y  con  una  sola  arremetida,  se  com- 
batió y  disputó  en  ella  cerca  de  ocho  horas  según  anos  (1) 
y  cinco  según  otros  (2).  Los  cipilanes  á  su  vez  mostraron 
gran  vidor  y  pericia.  Pedro  Navarro  sobre  todo  descubrió 
lo  que  no  era  bien  conocido  todavía ,  que  el  alma  y  la 
fuerza  de  los  ejércitos  estaba  en  la  infantería ,  y  que  la 
española  con  lo  seguridad  que  ¿I  tan  poderosamente  ha^ 
bia  contribuido  á  infundirla,  no  solo  sobrepasaba  á  cuan- 
to haita  entonces  se  habia  encomiado  en  la  de  los  suizos 
y  alemanes,  sino  que  realmente  no  tenia  rival.  Así  es  que 
un  historiador  francés ,  que  no  descuida  las  glorias  de  su 
nación ,  apoyándose  aun  en  el  testimonio  de  los  que  asis- 
tieron ¿  tan  sangrienta  jornada,  y  pelearon  contra  Na- 
varro en  ella,  no  titubeó  en  afirmar  que  "aquel  á  pesar 

>  de  BU  derrota  y  prisión  adquirió  entonces  grande  hon- 
■  ra  ,  y  que  hay  muchas  apariencias  de  que  si  la  coballe* 
•  ría  so  hubiese  conducido  tan  bien  como  la  infantería 

>  española,  habria  perecido  la  mayor  parle  de  los  fran- 

>  ceses  que  con  tantas  desventajas  atacaron  (Z)." 

Aun  el  mismo  abreviador  de  Zunla  que.  Irnlando  do 
las  diiiidencias  de  Navarro  con  Fahricio  Colona  en  Bolo- 
nia y  Ravena,  le  apellidó  con  demasiada  licencia  oso  y  (/• 
gre,  después  de  referir  como  el  virey  Cardona,  Carvajal, 

otro,  beroos  dicho  que  se  retiró  cod  U  inrantería.  Véase  en  el  I>o- 
meiito  nún).  24  la  descripción  que  del  Talieote  Pedro  de  Taz  hizo 
el  poeta  GaDtalycio. 

(1)  El  P.  Daniel,  ibi.,  pig.  535. 

(2)  Zarila,  ibi..  cap.  61. 

(3J  ÜAtiiei  f  fíiítoire  de  Franee ,  ibi. 


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209 

Leiva  y  otros  hombres  de  probadísima  iadustria  en  la 
gaerra,  m  dejaron  arrebatar  de  la  san^.  Tuga  y  turba- 
ción de  los  soldados ,  llevándose  la  tercera  parte  del  ejér- 
cito, sin  hacer  la  última  prueba  de  su  virtud  (1) ,  no  pue* 
4le  menos  de  elogiar ,  como  Navarro  con  su  gente  destro- 
2Ó  á  la  infaoteria  alemana  y  gascona ,  pisó  y  trató  del  mis- 
mo modo  á  la  italiana  y  ahuyepló  y  rompió  á  la  Trancesa, 
y  ganaron  aquella  artillería ,  que  si  la  ganaran  antes  so 
llevaran  con  ella  toda  la  gloria  de  una  gran  vicloria,  á  la 
que  nada  falló  para  ser  muy  entera  sino,  la  asistencia  de 
nuestra  caballería  (2).  Otros  escritores  españoles  y  extran- 
jeros del  mismo  siglo  de  Navarro,  admiraron  también,  y 
como  no  podino  menos,  su  inteligencia  y  valor  en  aquella 
batalla  (3);  ante  los  ilolianos  sus  contemporáneos,  y  atin 
en  algún  nacional  que  los  sigue ,  encontró  muy  poca  gra- 
cia. El  historiador  del  marqués  de  Pescara,  que  con  refe- 
rirnos  menudamente  ios  terciopelos ,  rasos,  brocados,  pa- 
jes, vajillas  y  demás  adornos  con  que  el  virey  Cardona, 
Fabricío  Golona ,  el  marqués  de  Pescara  y  otros  caballe- 
ros napolitanos  salieron  á  campaña,  nos  dio  á  conocer 
cuan  poca  idea  tenian  de  la  guerra  (4) ;  comparados  con 

(1)  GuicciaHini,  lib.  10,  iVcícereeí  Carvagiale  timeisonoin/uga 
tondttteiidone  quasi  intero  it  teño  squadroue. 

(2)  Abarca,  Anales  de  jira^oa,  tomo  2,  cap.  20,  pág  392. 

(3)  Bernardino  Escalante  en  el  3."  de  sus  Diálogos  Militares, 
inipreEos  por  primera  vez  eu  Bruselas  en  1583,  elogiando  á  Na  van  o  y, 
su  gente  dice  que  "  los  españoles  que  se  hallaroD  en  la  hatalla  dn 
■  Ravena  yiendo  inclÍDada  la  vicloria  i  la  parte  enemiga  se  arrojn- 
»  ron  con  sus  eepadas  y  broqueles  contra  las  picas  de  un  grueso  es- 

>  cuadroD  de  tudescos  de  la  btiada  negra  y  los  rompieron ,  hacien- 

>  do  una  cruel  matanza  en  ellos  y  á  no  ser  socorridos  por  la  caba- 
»  Hería  Trauc esa  que  andaba  victoriosa  no  quedara  uno  solo  á  viihi/' 

(4)  Véase  como  Branlome  se  burla  con  razón  de  todo  pse  tren. 

Tomo  XXV.  f  i 


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210 

el  valiente  y  modesto  Navarro ,  á  quien  ya  ea  el  útie  de 
Bolonia  echó  en  cara  no  tener  ningún  retplandor  de  li- 
naje, recapitulando  cuantos  cargos  se  le  hicieron  y  siguien- 
do lileralmente  á  Paulo  Jovio,  no  sale  "de  haber  sido 

•  causa  del  acontecimienlo  de  Ravena  porque  persuadido 

>  de  una  cierla  obstinación  desatinada  de  ánimo  soberbio 

>  habia  dejado  pasar  el  río  no  solamente  á  toda  la  caballe- 

>  ría  francesa  mas  aun  .á  la  infantería  tudesca  sin  ningún 
» impedimento.  Porqae  habia  concebido  en  su  ánimo  que 

>  había  de  haber  aquel  dia  la  victoría  muy  cierta  y  abun- 

•  dante  del  enemigo  confiándose  en  el  valor  de  la  íoíaD- 
V  tería ;  la  cual  andaba  siempre  detenida  en  un  lugar  algo 

■  bajo  y  sumido ;  haciéndola  estar  con  los  cuerpos  tendí- 

>  dos  en  tierra  por  huir  los  tiros  que  pasaban  volando  por 

■  encima  de  la  cobeza ,  gritándole  Fabricio  en  vano  y  casi 

■  pronosticando  el  cruel  y  desatinado  fin  de  la  batalla.  De 

■  manera  que  en  tanto  que  el  conde  Pedro  Navarro  con 

■  pestilencial  consejo  trataba  la  cosa  con  tardanza,  aque- 

■  líos  hermosos  y  lucidos  escuadrones  de  los  caballos  del 
1  Papa  y  españoles  fueron  rompidos  con  el  artillería  fran- 

>  cesa  y  recibiendo  un  daño  fortísimo  fueron  desarmados 

•  por  toda  la  campaña  (1}." 

tratando  de  D.  Ramón  de  Cardona,  Viet  des  Gmnds  Capiíamet  tíraa- 
gert. 

(1)  Hiitoria  del  marqués  de  Peleara  por  el  Hlro.  Valles,  )ib.  1 , 
cap.  3.— Jovio  en  la  fida  del  mümo  mar<¡uis  comeaiando  por  Na- 
varrut  enim  insana  quadairt  elali  aaimi  oittinalione  indtUus  non  modo 
lottim  pene  Gallieum  equitatum,  sed  ipsius  queque  Germanorum  cokar- 
les  aiique  ulio  impedimtnio  amaem  transiré  permiuerat...  y  coocla-^ 
yendo  coq  Itaque  Navarras  dum  funesto  concilio  euaelaiiut  rem  ge- 
rit,  decora  illa  Hispanorum  et  ponlijicorum  equitam  agmina  tormén- 
ti*  Gallicis  consternuntur  el  miserahUi  aecepta  clade  roto  campo  ditst- 
pantur. 


ze'byGoOglc 


211 
Ningún  Tilor  dan  ni  estos  ni  otros  eicrítores,  ounque 
In  refieren  >  á  la  vei^onzosa  fuga  de  toda  la  gente  de  ar- 
maft  qne .  no  obstante  blasonar  de  mas  alto  origen  y  ri- 
queza que  Navarro  y  su  vilipendiada  íorantería,  la  dejó 
tal  veiE  por  eso  abandonada  en  el  eampo ,  cuando  su  ge- 
neral creía ,  y  el  aiiceso  lo  acreditó ,  que  con  ella  podia 
aventurarte  coatra  todo  el  ejércilo  enemigo  janto  (I).  En 
nada  tampoco  ó  en  muy  poco  acusaron  al  virey  de  Nápo> 
les  y  general  en  jefe  del  ejército  D.  Ramón  de  Cardo- 
na .  que  fué  de  los  primeros  que  huyeron  y  con  el  ánimo 
tan  preocupado  que,  al  salir  de  Romn  el  correo  para  el 
Bey  Católico  con  la  notieia  de  la  batalla,  aun  no  se  sabía 
á  donde  faabia  ido  á  parar ,  basta  que  al  fln  se  entendió 
que  alÓDÍto  y  espantado  con  el  ruido  de  la  artillería  y  ar- 
cabuces, y  sin  volver  atrás  la  vista  en  todo  el  camino, 
hobia  llegado  á  Jlnctma  (2).  Ni  se  acordaron  tampoco  do 
lo  tibio  que  anduvo  Mtóncea  Antonio  de  Leiva ,  origino* 
rio  de  aquella  misma  Vizcaya,  provincia  la  mas  feraz  de 
España  en  hombres  famosos  por  mar  y  tierra,  y  á  quien 
Navarro  nacido  en'ella ,  por  causa  del  desgraciado  fin  que 
tuvo ,  le  debe  ceder  la  pa|ma  de  ser  el  español  mas  insig* 
ne  que  después  del  Gran  Capitán  pasó  á  Italia  (S) ;  ni  por 


(1]  lbid.>  Zarita. 

(2)  Pedro  Mártir,  Epittola  483..-  Aufugii  inlerea  Bamonus  Pii>- 
rer.  Fvgmnt  eo  disetdenU  qai  lupereranf,  paucis  excepiit,  tquiíts... 
XamoMUi  a  Cardona  Prorex  nuspiam  ad  eam  utgue  horam  qua  labe- 
ilarúu  hiciUr  ad  Ho»  eepit,  reperilur.  Ibld.  Epíilolatók.  Raom- 
MU  Prorex  i  faga  numquam  retrosptxúte  didlur;  lUmee  Aatho- 

(3)  Paolo  Jotío  ea  el  Elogio  de  Aatonio  de  Leiva.  Neuw  tx  hit 
fid  ueculo  nostro  ai  Hitpaaia  in  italiam  venere  el  potl  magniim 
Caiuali-am  aliquid  praelari  Bomiiiii  mUiíiee  suní  toaseculi ,  ipio  Aii- 
tomo  Leva  vet  iiigado  aculior  vel  iltustribut  bello  f aclis  pratlaiuior 


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212 

último  hicieron  mención ,  dejando  aparte  á  variott  otros 
italianos  y  españoles, -de  Alonso  de  Carvajal,  de-quieii,  no 
obstante  el  concepto  de  valerosa  que  desde  la  guerra  de 
Granada  merecia,  escribieron  de  Roma  á  la  corte  del 
Rey  Católico  que,  " desertsado el  campo,  amedrentado 

•  con  la  arlilleria  cuando  la.gente  de  á  pié  peleaba  toda- 
» vía ,  habia  llegado  á  aquella  ciudad  volando  como  liebre 
» seguida  de  perros  y  diciendo  al  Papa  que  lodos  los  nues- 

>  tros  sin  quedar  uno  habían  perecido ,  y  salvádose  él 

>  solo  á  duras  penas  para  poder  contar  á  su  Santidad  lo 
«sucedido  (1)."  De  modo  que  juntando  á  eso  que,  "el 

■  Papa  al  virey  de  Ñápeles  le  llamaba  como  por  mofa  la 

>  señora  Cardona ,  por  que  tenia  mas  de  elegante  y  pulí- 

■  do  que  de  esclarecido  general :  que  todos  criticaron  la 
o  elección  que  el  Rey  Católico  hizo  de  él  para  tan  grave 
«cargo:  que  aunque  siempre  fué  bondadoso  y  de  tan 

*  agradables  maneras  que  por  ellas  se  distinguia  entre  los 
B  mas  apuestos  cortesanos,  no  era  ni  vigoroso  ni  práctico 

■  en  las  cosas  de  la  guerra,  y  que  algunos  criados  del  Rey 

efosii.  Huie  namque  Níwarruí  miierabili  fila  exitu  clarus  facüt  c&- 
dil.  Ipse  geniii  dacebat  ex  Cantabria  qua  una  omnium  Hispanite 
pr->vinciariím  optimorum  térra  mari'que  feracisiima  opinalur.,,  In- 
Urfuil  demum  Ravenna  Cardoitii  signa  lecului,  quofancslo  pralio 
non  ignominia  ted  laudi  fait  iaealumem  ectui'jie.— Branlome  aiu 
embarco,  y  en  medio  de  lo  que  elisia  á  Leiva,  dice  de  él  guUt 
futfort  blatmi  de  eeux  de  sa  nation,  meimet  det  Italieni  et  J'rait' 
foi»  de  navoir  par  moini  faiet  en  eetle  baiaille  de  Bavenne  qu*  les 
auiret  qui  s'enfuirent. 

(i)  Petrns   Harlir  Epitiela  484...  Ex  urbe  leriiiiur,  pedirum 

certamine  durante,  Caravaialum vi  tormeatorum  perierritum^ 

pugnam  diteruiste  et  volitando  Bomam  appuUum  tamquam  leporent 

eanibaí  intequtnlihus Poulijici  retulit  Carvaialuí  ad  itnum  in— 

lerüste  notlroi ,  ttque  vix  evasitse  ut  sua  Brati/udini  rem  eignifiai- 
retf  qiio  tibi  tuisqiic  rebui  tonsuUrrl. 


3vGooglc 


■2i3 

»  que  no  eran  de  los  mas  inferiores  ,  le  tenian  por  hijo 
•  suyo  y  creian  que  por  eso  le  colmaba  de  honores  (1);" 
nada  mas  natural  que  Leíva,  Carvajal  y  Ruiz  de  Cerón  es- 
«ribieran  al  Rey  Católico  contra  Navarro  (2) ,  y  que  en 
medio  de  aquel  terror  pánico  que  aun  en  el  mismo  Roma 
alcanzó  al  embajador  Gerónimo  de  Vic ,  que  sin  vergüen- 
za temia  la  muerte  como  una  tnujermela ,  y  trataba  de 
ponerse  en  salvo  (3);  Cardona  también  se  declarase  ene- 
migo de  Navarro  y  le  acusase,  y  que  el  Católico  al  fin 
creyéndolos  á  todos  ó  aparentándolo  concibiera  gran  tedio 
contra  él  (4). 

Hasta  conveniencia  y  aun  razón  de  estado  podia  en- 
contrar en  lo  último.  En  imputar  á  otro  la  desgracia  en 
vez  de  acusarse  á  sí  mismo  de  haber  conferido  mando  tan 
superior  á  persona  tan  inexperla  como  Cardona  y  los  otros 
caballeros  napolitanos  y  romanos  que  con  tantos  pages, 
lacayo»,  libreas,  oro,  piala  y  azul  pensaban  espantar  ¡a 
Francia  entera .  como  dice  con  gracia  BraoLome  (5},  na- 


(1)  Ibíd. EpUtola  (83.  Domiiuan  Cardonam  solet  nostrum  Pro- 
regem  Jalius  Pontifex  appellare  quod  magis  elegans  ei  perpolitus 
quam  egregias  Imperalor  sit...  Puiant  aliqui  nec  de  grege  quidem 
famüiarium, Regii  JUium  etse,  propíer  ea  tantos  illikonoret  tribaere. 

(2)  Zurita, lib.  10,  cap.  2,  tomo  6. 

(3]  Ibid.  Epístola  iSk...  audilu  pudendum  est ;  de  Hieronimo 
Vic  Regís  oralore  viro  valentino  rmllam  scribítur  fteminam  enerva- 
tius  unquam  timuisse  mortem. 

(4)  Jovius,  ¡iisloriarum  suí  temporis,  lib.  15,  pág.  167. 

(5)  Ed  sus  Vidas  de  los  Grandes  Capitanes  extranjeros  tratando 
de)  nisroo  D.  Ramón  de  Cardona,  dice,  qne  en  nn  libro  español 
titulado  Quesiíones  de  amor  vio  la  descripcioQ  de  todos  los  adornos, 
divisas  etc.,  qne  sacaron  á  campofia  Cardona  y  los  que  le  acompa- 
Daron  en  aquella  ocasión.  Las  hemos  ya  indicado  mas  atrás,  y  en 
medio  de  la  critica  que  Branloroc  hace  de  sa  tuga  que  le  hizo  llevar 
sobre  lu  frente  mas  vergüema  que  libreas  tenían  sus  pages ,  cabaUc- 


3vGoóglc 


214 

da  decaía  sa  previsión.  Aun  conociendo  el  mérito  de  Na< 
varro  que  tanto  reolzaba  la  pusilanimidad  de  sus  adven»- 

rios,  ¿quién  sabe  si  por  no  humillar  demasiado  á  estos, 
siendo  tantos  y  lan  orgullosos ,  no  lo  disimularía  f  Y  ei  por 
último  á  nuestro  Conde  se  le  acnsó  del  desastre  de  los 
Oerbes ,  tan  solo  por  ocultar  la  flaqueza  de  haber  conña- 
do  aquella  expedición  á  un  mozo  tan  inexperto  oomo  Don 
García  de  Toledo ,  solo  por  ser  sobrino  del  Rey ;  ¿  por  qué 
si  desde  entonces  el  duque  de  Alba  su  padre  fué  uno  de 
los  mayores  enemigos  de  Navarro ,  no  creer  que  fbese  tam* 
bien  quien  á  la  cabeza  de  los  cortesanos ,  y  después  de 
lodeRavena,  le  persiguiera  y  desacreditara  con  mayor 
tesón ,  para  ocultar  como  diestro  palaciego  y  con  mayo* 
res  apariencias  la  parle  que  pudo  tener  en  el  primero  y 
lastimoso  revés  que  experimentó  en  los  fíerbe3(t)? 

Así  cuentan  los  escritores  que  lo  hacia  en  tanto  qoe 
nuestro  Conde,  sin  que  le  fuera  dado  replicar  ni  descubrir 
las  flaquezas  de  sus  cobardes  detractores,  seguía  la  c<Hi' 
rlicion  de  prisionero.  Seguíanla  también  con  él  Juan  de 
Mediéis ,  cardonal  y  legado  del  Papa ,  Fabricio  Colona  y 
su  yerno  el  marqués  de  Pescara,  D.  Juan  de  Cardona 

roSf  mozos  Je  espuela  y  laeayoi,  cuenta  que  venció  k  los  franceses 
en  Calabria  y  qae  poco  tiempo  después  faé  mnerlo  de  un  oaBonazo 
en  Gaeta. 

(f  )  Con  eelo  coincide  lo  qne  dice  jilvaro  Gómez,  De  rehus  gtt- 
tii  Franeisei  Ximenii,  )ib.  6,  fol.  182.  Tratando  de  como  Navarra 
enlrii  al  eerTicio  de  Francisco  i.  Peirus  Na-earruí  quem  ad  Afri- 
eanam  expedilioitem  imperalorem  Ximeaias  hahuerat,  cnienla  Ufa 
apud  Ra-veimiun  pugna,  eum  foriiisimi  ntiíitis  el  optimi  diteit  parla 
prasiitiiset ,  ¿I  Gallii  captus  el  odio  qaorundam  nostrorum  quot  im- 
fensos  kahehat  iit  eusiadta  nrgUelus,  h  rege  Callorum  tUlidta- 
'fi  ele, 


Dg,l,zé.byG00glC 


315 

marqués  tle  la  Padula  (1) .  y  Gaspar  de  Pomar ,  que  mu- 
rieron de  sus  heridas ;  y  entre  oíros  capitanes  y  caballeros 
qae  no  abandonaron  el  campo  de  batalla  el  señor  Her- 
nández de  AlarcoD ,  que  también  fué  gravemente  heri- 
do (%.  El  cardenal  y  Navarro  enviados  desde  luego  & 
Bolonia,  fueron  recibidos  en  ella  afrentosamente,  A  Na- 
varro sohre  todo  le  ultrajaron  con  los  mas  injuriosos  dic- 
terios y  amenazas  la  chusma  pueril  y  los  artesanos  que 
saliao  de  sus  talleres  á  verle  pasar.  No  ialtaron  también 
algunos  vecinos  de  perversa  reputación  que  al  cardenal 
le  iusultaseo  coa  palabras  atroces ;  pero  acogido  benévola* 


(1)  Guiccúrdini  le  llama  Harqués  della  Palude,  Ufa.  10. 

(8)  Don  Antonio  Saarez  de  Alarcon  ,  que  nuDca  se  maestra  pro- 
picio á  Navarr»  en  bus  Comentarioí  de  los  hecho»  del  señor  Alar- 
tmt,  tratando  de  la  prÍHoa  de  Na*ano  dice  que  conoeeria  entónctt 
M>  era  el  mas  eotwenienle  su  voló  en  eila  batalla  por  mas  que  le  es- 
forió  su  porfía  6  su  empeño  de  singularizarse  de  los  demás,  Pero 
este  escritor  ó  no  leyó  bien  la  historia  contemporánea  ó  meditó 
poco  «obre  ella :  porque  habiéudose  debida  la  libertad  de  Italia, 
como  laego  veremos,  i  la  gente  que  tialvó  Navarro  y  á  los  Talien- 
tes  que  siguieron  sa  ejemplo,  Fabricio  Colona  y  los  dem&s  qne  ba- 
yeroa  y  se  encontraron  prisioneros  con  él  debieran  entonces  co- 
nocer que  si  le  hubiesen  imitado,  ó  no  estarían  en  aquel  caso,  ó  á 
lo  meóos  habrían  salvado  su  reputación.  Rn  este  caso  puede  po- 
nerse al  sefior  Hernando  de  Alarcon,  de  quien  cuenta  que  "babien- 
»  do  sido  herido  de  mnerte  y  lanzado  del  caballo  entre  los  cuerpos 
»  mnerlos  con  riesgo  de  ser  atropellado  de  la  caballería  ;  se  metió 

*  entre  ellos  lo  mas  qne  pudo y  alli  al  ña  hubiera  muerto  de- 

»  sangrado  si  un  negro  criado  sayo  llamado  Diego,  habiendo  oIh 
■  servado  donde  cayó  no  le  hubiese  buscado  y  conducido  aquella 
»  noche  inmediata  cubierto  de  sangre  y  hecho  una  llaga  de  heridas 

*  á  Imola  donde  Toé  entregado  á  las  tropas  del  duque  de  Ferrara, 
»  quedando  su  prisionero  junto  con  Fabricio  Colona  y  D.  Juan  de 

*  Cardona  etc.,"  lib.  7,  píg.  169  y  171. 


3vGooglc 


3IG 

mente  por  los  Beiitivoglios ,  antiguos  amigos  de  su  fami- 
lia ,  de  nada  llegó  á  carecer  (i). 

Celebradas  solemnes  exequias  en  Bolonia  al  desgra- 
ciado Gasten  de  Foix,  duque  de  Nemours,  Navarro,  el 
cardenal  y  otros  muchos  nobles  prisioneros  fueron  trasr 
ladados  á  Milán  (2).  Allí  se  encontraba  ya  el  cadáver  de 
Nemours ,  á  quien  los  suyos  preparaban  un  pomposo  fn- 
neral.  Querían  que  tuviera  todo  el  aire  de  un  antiguo  y 
magnifico  triunfo  romano ;  y  con  ese  ánimo  y  el  de  real- 
zarle cuanto  fuera  dable ,  en  medio  de  su  abatimiento, 
ordenaron  que  le  acompañasen  el  cardenal.  Pescara  y 
otros  prisioneros  ;  pero  que  sobre  todos  Navarro ,  tanta 
era  la  fama  de  que  gozaba ,  fuese  delante  de  las  andas 
del  cuerpo  muerto  y  entre  los  estandaríea  cogidos  del  Bey 
de  España  y  del  Papa  (5). 

Terminada  esa  tan  magnidca  como  lúgubre  ceremo- 
nia, se  comenzó  á  tratar  de  la  suerte  de  los  prisioneros. 
Desconocíase  entonces  y  aun  tardó  en  introducirle  en  Eu- 
ropa el  orden  y  método  hoy  seguido  de  que  cada  nación 
guarde  y  conserve  como  suyos  los  prisioneros  tomados  sin 

(i)  Jovíqs,  De  vila  Lronis  X,  lib.  2,  pág.  W.  Ipte  vera  medí- 
ees  legatutf  Peiruique  Navarrui  captivi ,  Bononiam  miliun/ur.  Na- 
varrum  iranseaniem  pueri  et  muUiludo  opijicum  ¡pcctandi  sludia, 
effttsa  indiffnatione  contumeliü  affecere.  Nec  legato  dffuere  improbi 
noti  eives  qui  alrocibus  verbis  itisuUarent  etc. 

(2)  IbiHem. 

(3)  Jovio  ,*  De  vita  Feráinandi  Davali  cogiwmenlo  Piícarü, 
lib.  i,  p&g.  302...  Nec  muUo  post  qunm  Gaalonia  Imperatoris  cadá- 
ver.,,  Hediulanum  deferretur,  co  eliam  Piscarías  cum  mollis  cap- 

tivis  est  perductns,  laler  eos  fuit  Joanaes  Medices et  Navarrus 

taati  nominis  dux,  qui  ad  cohonestandas  victoris  exequias  ioter 
cnpta  vexiUa  Hispanice  regís  atqne  pontificis,  feretri  leclicam  prece- 
debat  etc. — La  fíiitoria  riel  marqués  de  Pescara. —  Zaríta  y  Braiilo* 
me  en  1a  vida  de  Mr.  de  la  Pallicc. 


3vGooglc 


2i7 

dÍ8l¡ni;ion  de  clases  al  enemigo,  hasta  el  Gn  de  la  guerra 
ó  hasta  que  en  virtud  de  convenios  especiales  ó  de  olro 
modo  sean  canjeados  unos  por  otros.  Am  fué  qne  siendo 
en  aquel  tiempo  los  prisioneros  de  quien  los  tomaba  en 
la  batalla  ó  de  olro  modo  justo,  y  reputándose  como  una 
propiedad  suya  enajenable  y  permutable  á  su  voluntad  (1); 
acontecia  como  muy  justamente  observa  el  historiador  in* 
glés  Hume,  que  los  Príncipes  y  nobleza  iban  muy  desven- 
tajosamente entonces  á  la  guerra ,  porque  si  eran  prisio* 
ñeros,  ó  lo  estaban  toda  la  vida,  ó  adquirían  su  libertad  al 
precio  que  acomodaba  á  los  vencedores ,  y  con  frecuencia 
reduela  su  casa  á  la  indigencia  (2). 

En  las  guerras  que  á  fines  del  siglo  XV  y  principios 
del  XVI  hubo  entre  españoles  y  franceses,  especialmente 


(1)  En  la  Crónica  de  Enrique  II  aflo  9.',  de  1374,  cap.  8,  se 
lee  qne  en  aquel  año  t>3gó  aqael  Rey  lu  "qae  montóla  compra  que 
1  fizo  á  Mosenj  Beltran  (Du-Gaesclin)  de  la  cibdad  de  Soria  é  las 

>  villas  de  Alroazan  é  Atienza  é  los  otros  logares  que  le  habla  dado 
B  en 240,000  doblas,  e  dello  le  pagó  eo  dinero  é  ddlo  le  dio prisio- 

>  Htnu  en  paga.  Antes  le  babia  dado  el  Etey  de  Napol  por  oien  mil 
R  francos  de  oro  (*)  e  didle  agora  el  conde  de  Peñabroch  eo  otros 
B  cien  mit  Trancos  de  oro.  E  el  conde  fué  entregado  k  Mesen  Bel- 
I  traa  e  antes  qne  le  pagase  los  cien  mil  francos  de  sa  rendición, 
•a  morió  el  conde  en  poder  del  dlcbo  Mesen  Beltran  de  su  muerte 

>  natural.  £  dióle  mas  el  Rey  D.  Enriqne  al  dicho  Masen  Beltran 
B  en  cnenta  de  la  paga  veiatt  e  tas  prisioneros  caballeros  ingleses  que 
B  fueron  tomados  con  el  conde  de  Peñabroch :  e  otrosí  le  dio  otros 
ipriiioneros  que  tenia en  precio  de  34,000  francos." 

(2)  Hume,  History  of  Ingland,  Henri  VI,  tratando  en  el  ano 
de  lUO  de  qne  el  duque  de  Orleans,  que  hacia  veinte  y  cinco  años  _ 
que  estaba  prisionero  en  Inglaterra,  ofrecía  por  su  rescate  54,000  no- 
bles, equivalentes  i  36,000  libras  del  dia. 

(')  Ea  li  Cr&^leí  del  Biy  n.  P«dro  aho  de  lltrr,  cap.  31,  M  die«  que  el  Rej  n.  En- 
rique «i<iA  ai  Bejr  de  Napol  preio  desde  Dúrgos  al  cailillo  de  Curiel  c  despuea  lué  ren- 
d>d«  por  80,000  doblia  que  pigú  U  Reina  dolka  iaaa  de  Napol  su  mugei  por  él. 


3vGooglc 


218 

CD  la  segunda  expedición  del  Gran  Capitán  á  Nápolet, 
se  estipuló  y  concertó  entre  ellos  que  cada  infante  6  peón 
prisionero  hubiera  de  dar  por  su  rescate  la  paga  de  no 
mes ;  el  hombre  de  armas  la  de  tres ;  el  capitán  de  infan- 
tería y  su  alférez  la  de  seis  ;  el  capitán  de  una  banda  -de 
caballo»  la  de  un  año;  y  lo9capitanes  y  aventureros  déla 
clase  de  nobles  al  arbitrio  de  cada  general  (i).  Mas  al 
tiempo  de  la  batalla  de  Ravena  parece  que  el  Rey  de 
Francia  ordenó  que  "  ningún  capitán ,  oficial  ó  soldado 

>  de  su  ejército  soltara  á  ningún  prisionero  de  buen  doid> 
»  bre  y  apellido  sin  consultarlo  primero  con  él ,  para  que 

*  sabido  el  nombre  y  quien  era ,  y  pagando  primero  cierta 
1  cantidad  al  soldado  que  le  hubiese  cogido,  le  quedase 

•  entera  libertad  de  retenerlo  en  su  poder  ó  de  ponerlo 

>  en  la  cárcel  públi'ca  (2). 

Por  consecuencia  de  esta  medida  que  constituia  al  Rey 
de  Francia  arbitro  de  la  libertad  ó  encierro  de  los  gene- 
rales ó  jefes  enemigos  suyos ,  al  marqués  de  Pescara  pri* 
sionero  con  Navarro,  como  ya  hemos  referido,  se  le  puso 
en  una  fortaleza.  Los  que  sabian  la  averaion  que  su  pa- 
.dre  y  toda  la  familia  de  Avalos ,  mostraron  siempre  á  los 
franceses .  llegaron  á  temer  que  Luis  XII  su  Rey  le  en- 
cerrara en  mas  estrecha  prisión ,  ó  á  caso  le  condenase  á 
cárcel  perpetua  en  Francia.  Afortunadamente  para  el 

(1)  Jovins  ,  De  vita  Constdvi  ele.,  lib.  S,  pig.  339...  Caleri  áa- 
eei  ex  ordine  nohilium  41  capereniur  ex  sumtni  dueit  arbitrio  pendt- 
rent.  ele. — Crónica  del  Gran  Capitán,  lih.  2,  cap.  53,  pag.  78. — Zo- 
rita, lib.  3,  del  Rex  D.  Femando,  cap.  16 ,  aüo  de  1^95  y  lib  5, 
cap.  14  y  22,  afio  de  1603. 

f2)  Hiuoria  del  matates  de  Peteam,  1ib,  i,  cap.  (.  — Branto- 
me  en  la  *ida  del  mismo  marqués,  refiere  que  por  causa  suya  dí<S 
el  Bey  de  Francia  aquella  drdaa ,  después  de'hat>erle  concedido  la 
libertad. 


3vGooglc 


210 

marqués ,  militaba  entonces  en  los  ejércitos  de  aquella 
nación  el  milani^s  Juan  Jacobo  Trivulcio.  casado  con  su  tía 
Doña  Hipólita  Dávalos.  Su  crédito  y  la  estimación  en  que 
le  tenia  Luis  XII  eran  tales  que  le  premió  hasta  con  el  tí< 
lulo  de  mariscal  de  Francia,  y  tantas  fueron  sus  súplicas 
y  ruegos  por  el  sobrino,  que  al  fín  consiguió  ponerle  en 
libertad.  No  la  obtuvo  sin  embaído  de  balde.  Seis  mil  du- 
cados pagó  á  los  hombres  de  armas  franceses  que  le  pren* 
dienm,  y  si  el  rescate  no  fué  mayor,  nos  cuentan  los 
biógrafos  del  marqués  haber  sido,  por  creerse  "  que  no 

>  valia  mas  el  de  un  soldado  mozo  y  sin  barba  que  por  la 
»  primera  vez  que  había  tomado  las  armas  quedaba  bien 

>  castigado  además  con.  las  heridas  recibidas  en  la  bata- 
.  lia  ())." 

Pero  la  situación  de  Navarro  era  de  toda  punto  distin- 
ti.  Hombre  oscuro  ó  soldado  de  fortuna,  como  con  des- 
den se  solia  llamar  á  los 'que  sin  el  esplendor  del  linaje 
alcanzaban  por  su  mérito  y  valor  los  primeros  cargos  mi- 
litares, tenia  mas  reputación  y  mas  émulos -que  el  mar- 
qués, al  paso  que  carecía  de  su  riqueza.  El  Rey  de  Fran- 
cia que  sabia  lo  que  valia,  aunque  no  fuera  mas  que  por  lo 
que  destrozó  su  ejército  en  Ravena  haciéndole  pagar  tan 
cara  la  batalla  como  si  la  hubiese  perdido  (2) ,  le  impuso 
veinte  mil  ducados  de  rescate  y  se  le  guardó.  Careciendo 
de  ello  Pedro  Navarro  á  pesar  de  su  condado  de  Olivcto, 
de  tantas  campañas  y  servicios  y  de  tanto  como  al  tiem- 
po |de  la  expedición  de  Oran  le  tacharon  de  interesado  y 

(I)  Jotio,  Dtvita  Ferdiitandi Davali,  eto.—  Hisloña del marquii, 
Bnnlome,  íbi. 

(2]  Braiilome,  en  la  Vida  do  Luis  XII.  Mati  quel gain  fiit-ce?  et 
deis  batalla  de  ^tstna  unqui  eftuilaauui eher qu'tuitfaitt  une  au- 
Ire  pcrte. 


3vGooglc 


lie  propenso  á  las  rapiñas  de  Italia ;  hubo  do  resignarse  con 
su  suerte,  é  ir  preso  al  castillo  dé  Loches  muy  adentro  en 
Francia  {i). 


QUINTA  EPOG&. 
Desde  1513  á  151S. 


El  castillo  de  Loches,  en  que  fué  encerrado  Navarro, 
existe  en  la  ciudad  cabeza  del  distrito  de  su  nombre  en  el 
departamento  de  Indre  et  Loire,  cuya  capital  es  Totir^. 
Se  la  tiene  por  la  antigua  Luccce.  Lacheas ,  y  se  atribuye 
la  fundación  del  castillo  á  los  romanos.  Habiendo  perte- 
necido en  su  tiempo  álos  primeros  Reyes  de  Francia,  pa- 
só después  á  los  duques  de  Aquítania,  y  mas  tarde  á  ios 
condes  de  Anjou.  Vuelto  otra  vez  á  la  corona  le  habitaron 
y  aumentaron  considerablemente  en  sus  respectivos  reina- 
dos, Carlos  Vil,  Luis  XI,  Carlos  VIH,  Luis  XII,  Francis- 
co 1,  Enrique  11  y  Carlos  IX.  Por  mandato  de  Luis  XI  se 
pusieron  en  él  dos  cajas  de  hierro  de  ocho  pies  de  ancho 
y  de  altura  uno  mas  que  la  do  un  hombre  con  cerraduras 
y  precauciones  terribles ;  las  cuales  se  conservaban  toda- 
vía en  1789  al  principiar  la  revolución.  El  cfilebre  Feli- 
pe de  Commines  que  estuvo  preso  en  ellas  ocho  meses  y 
las  maldijo  como  otros  muchos  que  también  lo  fueron, 

(i)  Sandaval,  Hb.  17,  §.  9X).—Les  Annalet  d'  Aqu.il aine  par  Jtan 
Botichel,  á  Poitiers,  i6Vt,  k.'^'  Partie,  chap.  U,  |}%  353. 


3vGooglc 


cuenta  haberlas  inventado  el  obispo  de  Verdun ,  que  ape-* 
ñas  ncabada  la  primera  fué  enjaulado  en  ella  y  allí  pasó 
catorce  años.  Entre  tantos  como  fueron  presos  en  el  casti- 
llo, se  citan  con  mas  particularidad  y  como  mas  próximos 
á  la  época  en  que  lo  estuvo  Navarro  el  duque  de  AIcd^od 
en  1456  ^  Carlos  de  Milán,  ¿  quien  allá  cortaron  la  cabeza 
en  1468,  Felipe  de  Commines  en  i486,  y  el  duque  de 
Milán  en  1500  (1). 

Con  estos  antecedentes  aunque  no  mediaran  otras  cau* 
ms,  es  bien  fácil  de  inferir  cuan  tristes  reflexiones  suge- 
riria  á  Navarro  su  situación.  Mientras  tanto  sin  embargo 
y  gracias  así  á  su  arrojo  en  la  batalla  como  á  su  serenidad 
y  pericia  en  la  retirada  de  Ravena ,  mejoraban  de  dia  en 
dia  en  Italia  los  negocios  de  la  liga.  El  ejército  francés 
muy  lejos  de  encaminarse  al  reino  de  NápoIcs  ó  de  caer 
sobre  Boma  y  saquearla ,  como  después  de  su  cacareado 
triunfo  lo  esperaban  los  cobardes  ,  alónilo  con  la  muerte 
de  su  general  Gastón  de  FoÍx  y  con  tanto  daño  como  reci- 
bió se  mantenia  ocioso  é  irresoluto  á  cuatro  leguas  de  Aa- 
vena  y  mas  parecido  á  un  vencido  que  á  un  vencedor  aguar- 
dando con  Ur.  de  la  Palisse ,  que  le  mandaba ,  las  órde- 
ues  de  su  Rey  (2). 

En  el  de  la  liga  sucedia  lo  contrario.  Aunque  el  Rey 


(i  )  Leí  Memoiret  de  PkiUppe  de  Commines  Seigneur  d'ArgenlDn 
mr  les  priacipauxfakis  et  gestes  de  Loys  XI  el  Charles  VIH,  sonfits, 
1ÍT.  6,  chap.  13.  Anmiaire  da  Depariement  d'Indre  el  Loire  pour 
Fon  4833,  ele— Jovío,  lib.  \i,  lib.  1S,  dice  qne  Luis  XLI  hÍEo  mo- 
rir en  uua  jaula  coa  la  mayor  miseria  de]  mundo  á  Luís  Sforcia,  na 
dándote  logar  siquiera  para  que  se  consolase  escribiendo  ó  leyendo. 

(2)  Guicciardini,  lib.  {0...  Ma  l'eiscrciio  franeesse  rimasso  per  la 
Btorie  Je  Fois  et  per  tanto  damno  ricevuto  comme  stupido...  et  le  sol- 
ditíi.-.  parct-ano piu  limili ¿  fiíiti i/ie  ú  fÍitcitori,Qlc. 


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222 

Católico  con  la  primera  noticia  de  la  batalla,  temiooclo  por 
el  reino  de  Ñapóles  j  por  la  libertad  de  la  Iglesia  ame-> 
nazoda  de  los  cismálicos,  escribió  al  Papa  Julio  II  ofre- 
ciéndole grandes  socorros  y  que  el  Gran  Capitán  iria  á 
mandar  el  ejército ;  no  tardó  en  serenarse  y  mudar  de  pa< 
recer.  El  Papa,  á  quien  sus  cardenales,  amedrentados  tam* 
bien  con  las  primeras  noiit:ias,  instaban  que  recibiendo 
del  Rey  de  Francia  una  paz  honrosa,  que  no  dudaban  le 
otorgaría,  salvase  la  Santa  Sede  y  su  persona;  te  mantu- 
vo inflexible,  no  obstante  los  recelos  de  que  alarmado  el 
pueblo  con  las  exageradas  noticias  de  la  batalla,  estallase 
en  Roma  algún  motín.  \  eso  nos  refieren  los  historíadoreí 
que  por  el  pronto  contribuyeron  los  embajadores  de  Es- 
paña y  de  Venecia,  manifestándole  con  empeño  que  las 
cosas  no  estaban  tan  perdidas  ni  reducidas  á  tal  extremo 
que  no  dieran  lugar  á  grandes  esperanzas ;  mas  la  base  y 
el  fundamento  de  editas  y  de  todas  sus  exhortaciones  so 
debían  en  medio  de  la  aítíccion  general  al  prisionero  de 
Locbes.  No  lardó  mucho  en  saberse  que  la  inranteria  e»- 
pañota  habia  salido  de  la  batalla  unida  y  sin  perder  su  or- 
denanza, y  salvada  esa,  decían  los  embajadores  al  Papa, 
toda  la  demás  pérdida  era  de  poquísima  ó  ninguna  impor- 
tancia (1). 

Así  con  efecto  sucedió.  Unidos  á  los  cinco  mil  vale- 
rosos soldados  de  á  pié  con  tanto  acierto  retirados  por 
Navarro ,  como  unos  tres  mil  caballos  de  los  que  con  el 
Virey  Cardona  abandonaron  la  batalla ;  los  coligados  sino 
numérica ,  moralmente  por  lo  menos ,  y  mas  con  el  des- 

())  Guiccíardlni,  ibi.,  Sapeisi  pare  il  viceri  enersi  salvali  ton  la 
maggiore  pañi  di  cavatli  euersi  parlita  dal Jallo  iCarme  rítlretta  i'«r- 
tíeme  in  ordenama  la  fanleria  spagnuota ,  la  quale  te  fisie  lalva,  com- 
me  eravc  Uiinile ,  ogiú  allra  perdila  estere  de  piccolo  momento. 


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225 
concerlailo  proceder  de  los  n-aoceaes,  eran  ya  losmas  fuer* 
les  en  Italia.  Con  ese  apoyo  pudo  el  Papa  abrir  con  toda  so- 
lemnidad en  la  iglesia  de  San  iuan  de  Letran  el  concilio 
que  lleva  su  nombre ,  y  anatematizar  y  excomulgar  á  lo» 
cismáticos  del  conciliábulo  de  Pisa  y  al  Rey  de  Francia  y 
sus  iautores  justamente  en  el  mismo  día  tres  de  mayo, 
veinte  y  uno  después  de  lo  de  Ravena .  en  que  el  virey 
Cardona  entraba  como  triunfante  en  Ñapóles  con  aquellos 
soldados  abandtjnados  entonces  por  él.  Olvidándolo  todo 
el  Rey  Católico ,  que  en  apariencia  ó  en  realidad,  cuando 
supo  lo  sucedido,  se  mostró  muy  servido  del  ejército, 
"  porque  pelearon  generalmente  como  varones  de  gran 
■  esfuerzo,  y  dejaron  el  campo  con  tanta  sangre  ene- 

•  migatl),"  llevado  del  amor  y  afición  que  profesaba 
al  virey  >  cuando  dispuso  que  el  Gran  ,Capttan  ya  no  pa* 
sára  á  Italia ,  le  confirmó  en  el  mando  de  aquella  gente, 
confiando .  y  no  se  engañó ,  en  que  seria  otro  su  proco* 
der  en  adelante ;  mas  en  muchos  se  confirmó  con  eso  la 
opinión  de  que  era  hijo  suyo  (2). 

No  toca  á  una  historia  tan  personal  como  la  que  nos 
ocupa,  referir  como  con  la  protección  del  Emperador 
Maximiliano ,  la  diligencia  del  Papa ,  y  el  favor  y  defensa 
de  los  españoles,  volvió  á  dominar  en  la  Lombardía  Uaxi- 
miliano  Sforcia,  hijo  del  duque  de  Milán,  Luis  Moro;  los 
genoveses  se  sustrajeron  del  yugo  francés ,  y  aclamaron 
dux  á  luán  Fregóse ,  y  el  virey  Cardona  á  pesar  de  lo 
que  el  Papa  resistía  su  vuelta  á  la  Lombardía ,  restable- 
ció  ea  Florencias  los  Médicis,  "sacándolos  de  aquella 

•  sujeción ,  que  padecían  debajo  del  nombre  de  libertad 


(1)  Zañta,Iili.  lO.oip.  i. 
IS)  Ibidem,  cap.  21. 


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224 
n  siendo  una  muy  honesta  servidumbre  (!]."  Ni  esto  ni  si 

•  la  intención  del  Rey  Católico  no  tanto  era  de  subvertir 
K  la  libertad  florentina  como  apartar  la  ciudad  de  bu  adhe- 
>  sion  at  de  Francia,  y  de  sacar  algún  dinero  para  pagar 

*  su  ejército  (2) ,"  ni  si  los  franceses  salieron  de  Italia  ex- 
pulsados por  las  fuerzas  de  la  liga,  ó  por  el  miserable  es- 
lado  en  que  quedaron  después  de  la  batalla  do  Ravena,  ó 
porque  con  su  altanería ,  áspero  gobieruo  y  licencioso 
proceder  con  las  damas,  exacerbaron  al  pjieblo  [5),  po- 
demos hacer  mas  que  indicarlo  sumariamente.  Solo  y  por 
que  se  infiera  cuanto  habian  mudado  las  cosas  y  cual  era 
el  orgulloso  carácter  del  popa  Julio  II,  haremos  un  líjero 
alto  en  que  opoyado  principalmente  con'  los  suizos  que 
fueron  á  su  socorro  tío  quiso  de  modo  alguno  oir  las  pro- 
posiciones  de  paz  que  el  Rey  de  Francia  le  dirigió;  que 
antes  de  admitir  a  su  gracia  al  duque  de  Ferrara  Alonso 
de  Este  que  hahia  servido  á  aquel,  le  obligó  á  dar  liber- 
tad á  Fabricio  Colona ,  Hernando  de  Alarcon  y  otros  pri- 
sioneros de  Ravena  que  guardaba :  que  después  de  eso  y 
tratándole  como  feudatario  suyo,  no  contento  aun  con  que 
en  público  consistorio  le  pidiera  perdón  vestido  con  una 


(1)  Zurita ,  lib.  10 ,  cap.  20,  21,  22,  23  etc. 

(2)  Guicciardiaí  lib.  li,  perche  nel  Re  tTAragomt  non  tra  Ja 
principio  laalo  daiderio  de  loverlire  la  liberta,  qaaiUo  di  rimovere  ¡a 
Citla  dali  aderentia  del  Ri  di  Francia  el  di  trarnt  alcana  quantica 
di  danari  per  pagare  all'  etercilo. 

(3]  Huralori,  lomo  10,  año  de  1512,  tralando  de  la  salida  de  los 
franceses  de  I  Valia,  dice  que  fué,  portando  serouniuon  doeumrnioa 
i  Principi  de  non  mallrafare  i  popoli  masfimnnttnte  queidi  miovD  con- 
quifti,  Cerlamenle  Callcrigia  loro,  l'asprogoverno  e  il  lir.rncioso pro- 
cedereeotle  Domneavcano  tola/mente  rsacerbaii  i  Popolidclla  Lombar- 
dia,ehe  tiilli  ¿¡gara,  súbito  que  se  la  videro  bella, 
doniiiiaiioni. 


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225 
ropa  de  terciopelo  negro  sin  bonete,  y  con  una  cofia  de 
oro  en  la  cabeza ,  faltó  poco  para  que  no  le  enceirára  en 
el  castillo  de  Sanl-Angelo  y  le  cortasen  la  cabeza  (1);  y 
que  por  último  sn  atrevimiento  y  ansia  de  dominar  le  lle- 
varon hasta  el  punto  de  querer  lanzar  de  Italia  no  solo  á 
los  españoles ,  sino  á  todos  los  extranjeros ,  á  quienes  ape- 
llidaba como  por  dedprecio  bárbaros -j  ultramontanoi  (2). 
En  medio  de  tanta  inquietud  y  de  las  negociaciones 
que  octirrieron  entre  el  mismo  Papa ,  el  íley  Católico, 
el  emperador  Móximiliano,  los  venecianos,  los  suizos  y 
el  Rey  de  Francia ,  trató  el  emperador  de  reconciliar  á 
este  con  el  de  España.  PropOsd  para  ello  entre  otras  ba- 
ses la  de  que  nuestro  Infante  D.  Femando,  nieto  ó  un 
tiempo  suyo  y  del  Rey  Católico,  casara  con  Reinera,  hija 
segunda  de  el  de  Francia,  dándole  en  dote  el  ducado  de 
Milán.  En  donde  intervenian  intereses  tan  encontrados  y 
personas  tan  opuestas  como  las  que  por  desgracia  de  la 
Italia  tos  disputaban  en  ella ,  era  muy  difícil  sino  imposi- 
ble llegar  á  entenderse  sobr'e  eso.  Todo  eran  desconfian- 
zas, intrigas  y  enredos ;  en  medio  de  las  cuales ,  y  sin  que 
estuvieran  próximos  á  vencerse,  murió  en  21  de  febrero 
de  1513  el  papa  Julio  II,  hombre  impetuoso,  de  pensa- 
mientos demasiado  altivos  "  y  digno,  según  su  contcm- 

■  poráneo  Guiccíardini,  de  eterna  gloria  si  hubiese  sido 

>  un  Príncipe  seglar,  ó  si  et  cuidado  ó  conato  que  puso 

■  en  exaltar  y  engrandecer  la  Iglesia  en  lo  temporal  con 

>  las  artes  de  la  guerra,  los  hubiera  empleado  en  ensal- 

■  zarla  en  lo  espiritual  con  las  artes  de  la  paz  (ó)." 

(1]  Guiccíardini,  lib.  11.-  Zurita^  tbi.,  cap. 20. 
&)  Ibid.,  cap.  22  y  35. 

(3)  Zorita,  íbi.,  cap.  57,  dice  que  Julio  II  murió  en  20  de  fe- 
brero de  1513;  pero  Guicciardini ,  lib.  11,  afirma  que  Jiai  la  nufie 
JoM  XXV.  15 


„Googlc 


226 

Sucedióle  con  el  nombre  de  León  X  el  cardeaal  Juan 
de  Médicis,  que  habia  sido  su  legado  en  el  ejército  coliga- 
do ;  que  fué  prisionero  en  Ravena  y  TÍlípeodiado  ea  Bolo' 
nia,  cuando  entró  en  ella  con  Pedro  Navarro ,  y  que  con  él 
y  como  tal  prisionero  asistió  etl  Hilan  á  las  exequias  de 
Gastón  de  Foix.  Al  abandonar  los  franceses  aquella  ciudad 
le  llevaban  á  Francia  bien  custodiado.  Habiendo  un  día 
pernoctado  en  Pieve  del  Cairo ,  alborotados  algunos  de  sus 
vecinos  y  unidos  con  parte  de  sus  criados,  al  pasar  por  la 
mañana  el  Pó  por  la  barca  de  Batignano,  amedrentaron 
de  modo  á  los  que  le  guardaban ,  que  solo  trataron  de  sal* 
varee  y  no  de  defender  al  preso  (1).  Llegó  tan  á  tiempo 
á  Roma  que  habiendo  poco  después  muerto  Julio  II,  fué 
sublimado  al  solio  pontificio  nemine  discrepante  de  loa 
veinte  y  cuatro  cardenales  que  entraron  en  el  conclave. 
Corónesele  en  San  Juan  de  Lelran  con  tanta  pompa  y  con 
tanta  algazara  del  pueblo,  que  desde  la  inundación  de  los 
bárbaros  se  decia  no  haber  visto  en  Boma  dia  mas  mag- 
niflco  y  soberbio;  "haciéndole  todavía  mas  memora- 
B  ble  y  digno  de  admiraciou  el  considerar  que  aquel  que 

■  entonces  con    tanta  pompa  y  raro  esplendor  lomaba 

■  las  insignias  de  tan  grande  dignidad,  en  el  mismo  dia 
*  del  año  anterior  había  caído  miserablemente  prisíono- 
>  ro  (2)  con  Nuestro  conde  Pedro  Navarro,  á  quien  lejos 


diaanzi  al  vigessimo  primo  giornodi  Febraio,  eíleruio  gia  propincuo 
it  giorno. 

(1)  Guicciardini,  lib.  10. 

(2)  GuícciardÍDi ,  lib.  11,  «t  fece  questo  giorno  piu  mtmora- 
bile  el  di  maggiore  ammiraliont  it  eoiuiderare  cotui  che  hora  pi~ 
gtiava  con  ti  rara  pompa  el  splendere  te  inifgne  di  tanla  drgniía^ 
era  staio  nel  giorno  medlíimo  laniio  dinaini  /alto  miserabitnieule 
prigione. 


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227 

•  tJe  olvidar  en  su  grandeza  veremos  luego  cuanto  se  in- 

■  teresó  por  su  libertad." 

'    A  pesar  con  todo  de  (anta  admiración,  "y  del  gran 

■  placer  que ,  según  Guicciardini ,  causó  en  loda  la  Iglesia 

•  la  elección  do  un  pontífice  que  había  de  ser  rarísimo, 

•  así  por  la  fama  de  su  liberalidad ,  benignidad ,  castidad 
1  y  perfectas  costumbres .  como  porque ,  imitando  á  su 

■  padre ,  había  de  ser  muy  inclinado  á  los  literatos  y  hom- 

■  bres  de  genio,  y  sobre  todo  por  su  elección  limpia,  sin 

■  simonia  ni  sospecha  de  mancha  al};una  {i)."  Pedro  Már- 
tir de  Anglería,  que  por  un  criado  del  mismo  Guicciardini, 
embajador  á  la  sazón  en  España  de  los  florentines ,  supo 
aquella  elección  ,  no  pareció  muy  contento  de  ella.  Ape- 
nas podía  creer,  y  asi  lo  escribía  á  un  amigo,  que  el  sa- 
cro colegio  "  que  acostumbraba  colocar  én  la  Santa  Sede 
»  mas  bien  á  los  cardenales  decrépitos  que  á  los  de  edad 

•  juvenil  y  vigorosa,  hubiese  puesto  en  ella  á  Juan  dó 

>  Hédicis,  que  agn  no  contaba  treinta  y  ocho  años.  Tene- 
» mos,  pues,  le  decia,  un  pontífice  mozo  y  erudito,  mú- 

■  sico  y  muy  aGcionado  á  la  opera  y  á  lo»  conciertoa ,  na- 

•  da  guerrero,  sino  mas  bien  inclinado  de  suyo  á  la  pae, 

>  de  condición  suave ,  aunque  mas  inclinado  que  lo  justo 

>  á  sus  parientes  y  familiares  (2)."  Mas  el  Rey  Católico 
por  lo  contrario  se  holgó  altamente  con  la  elección.   El 

(1)  Goicciardini ,  '\\¡\.  f ata TeUtlione  candidamente  sema  simo- 
nía o  sotpetto  di  macula  alcana  etc. 

(2)  ...Vix  credcre  id  posiumus  quia  sil  anaum  nalus  noadum 
iKiavum  et  Irigetimum,  tohanique  Sacre  Sedií  Romanm  Cardinet 
potiut  deerepitoi  qaam  átate  virentei  dcligere,.,..  habcmus  Poniiji- 
tem  eruditum,  sed  musicam  et  qui  caDlorum  collegiii;  et  freqaeoti 
cortma  delecletar;  pacis  esl  taopie  amatar  ,  minime  Martialis,  uli- 
tis admwlam ,  luorum  et  affinium  el  familiaiium  aquo  ainauíior. 
EjHStola  519. 


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minucioso  y  veraz  Zurita  refiere  haber  oído  á  una  persona 
muy  grave  que  fué  del  Consejo  de  aquel  Rey  tan  de  cora* 
zoo  español  que  una  de  las  tres  cosos  de  que  decia  haber 
recibido  mas  placer  y  contentamiento  en  la  vida  era  la 
creacioQ  del  papa  León  X  (1). 

Así  sucedió  que  siendo  este  Papa  tan  propenso  á  la 
paz  como  belicoso  y  resuelto  habla  sido  bu  predecesor,  no 
fué  dificil  concertar  una  tregua  entre  lo»  Reyes  Católico 
y  Cristianísimo.  Publicóse  con  efecto  en  1 ."  de  abril  de 
aquel  año  de  1513,  pero  solo  por  un  año,  y  para  esta 
parle  de  los  Alpes,  ó  sea  entre  los  Alpes  y  los  Pirineos, 
en  la  que  debían  cesar  enteramente  las  hostilidades  entre 
los  dos.  Como  se  arregló  esa  tregua  sin  conocimiento  del 
Emperador ,  los  antiguos  enemigos  del  Rey  Católico ,  Don 
Juan  Manuel,  el  obispo  de  Badajoz  y  otros  de  los  que 
opuestos  á  su  gobierno  en  Castilla ,  se  habían  refugiado  á 
Bruselas ,  aparentando  celo  por  el  Principe  D.  Carlos  su 
nielo ,  indignaron  al  Emperador  contra  él.  En  su  oi^ullosa 
insensatez  y  falla  de  patriotismo  no  conocieron  aquellos 
ambiciosos,  ó  por  lo  menos  afectaron  desconocer  que  al 
Rey  Católico,  mas  celoso  que  nadie  por  los  intereses  de  su 
nieto,  le  convenía  mas  que  gastar  la  sangre  y  dinero  de  sus 
españoles  en  la  guerra  do  tSavarra ,  asegurar  pacíficamen- 
te aquel  reino,  que  acababa  de  ganar;  á  cuyo  fin  y  con 
su  habitual  destreza  excluyó  de  la  tregna  á  su  Rey  Juan 
Labril ,  privándole  con  ella  de  los  auxilios  qne  le  prestaba 
el  Rey  de  Francia  su  aliado  (2). 


(I)  Las  otras  dos  eran  el  naoimiealo  de!  Principe  D.  Juan  y  la 
cutradH  iriuafante  en  la  ciudad  de  Graaada,  termíoada  la  cuiiquis- 
ta  de  aqoel  reino.  Zurita,  ibi.,  cap.  57. 

(1¿)  Guicciardini,  lib.  1 4  ,  per  che  coa  ¡a  quiete  si  ita&iliiit  me- 


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229 

También  tlísgusló  la  tregua  al  Rey  de  Inglaterra  En- 
rique VIII.  Quejábase  como  el  Emperador,  é  igualmente 
impulsado  por  los  castellanos  que  andaban  en  Bruselas,  de 
que  el  Católico  su  suegro  le  hubiese  engañado  concertán- 
dose con  el  francés,  cuando  unido  con  el  Emperador  te- 
nia determinado  invadir  la  Francia  por  la  Picardía  mien- 
tras el  Emperador  la  acometía  por  la  Borgoña.  Todo  eran 
acusaciones  por  un  lado  y  preparativos  de  guerra  por  otro; 
en  medio  de  los  cuales  y  de  las  complicaciones,  guerras, 
motines  militares  y  desastres  que  por  su  parte  asolaban  á 
la  desunida  Italia ,  pasó  el  estrecho  de  Calais  y  desembar- 
có en  Francia  un  numeroso  ejército  inglés  (i).  Hasta  de 
cuarenta  mil  infantes  y  mil  y  quinientos  caballos  dicen 
que  constaba  cuando  cercó  á  Terouanno ,  plaza  francesa 
situada  en  la  Picardía ;  en  cuyas  cercanías  y  con  ocasión 
de  que  los  franceses  trataban  de  introducir  un  socorro, 
se  trabó  y  los  ingleses  ganaron  eu  agosto  de  aquel  año  la 
famosa  batalla  de  Guinegate ,  y  por  otro  nombre  de  las 
espuelas ,  por  lo  mucho  que  se  dijo  haberlas  los  franceses 
aplicado  á  sus  caballos  para  salvarse  (2). 

Entre  los  prisioneros  de  mas  nombre  que  en  tan  céle- 
bre jornada  cayeron  en  manos  de  los  ingleses ,  se  contó 
al  marqués  de  Rotelin ,  duque  poco  después  de  Longue- 
Tille,  que  como  dice  Branlome  no  se  sirvió  de  sus  es- 
paela$  para  huir  (5).  Era  uno  de  tos  caballeros  de  mas 

glio  il   Regno  nuwamente  atquútato  de  Navarra,— tw^a  ,    ibi,, 
Gap.  61,  62  r65. 

(1)  Ihid.  66. 

(2)  GnicciardÍDÍ ,  lib.  12.— Zaríta,  ibi.,  cap.  73  y  7i. — Jotío, 
^\m Uiiiorias ,  lib.  11 ,  cap.  10  y  If. 

{Z")  Et  &  la  jouraie  des  esperons  ,  ou  il  ne  se  se/vif  guieres  áei 
sieM  poaF  fuir  eomme  íautrtí,....  fut  meaé  prísouier  en  Anglelerre, 
etc.  ea  su  vida. 


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250 
nombre  y  fama  en  Francia  así  por  su  valor  como  por  es- 
Lar  emparentado  con  la  familia  Real  (1).  Tomando  encoen- 
ta  esas  circunstancias,  y  siguiendo  la  práctica  de  tasar 
los  prisioneros,  se  le  pusieron  cien  mil  ducados  de  res- 
cale  ó  talla.  Por  via  de  auxilio  para  pngnr  tan  gruesa  su- 
ma y  que  pudiera  cuanto  ánles  regresar  &  su  patria ,  le 
traspasó  Luis  XII  la  propiedad  que  se  había  reservado  de 
Pedro  Navarro,  ó  sea  los  veinte  mil  ducados  en  que  es- 
taba valuada  su  soltura  (2) :  de  modo  que,  y  esto  hace  ver 
que  algo  han  ganado  los  hombres  en  dignidad ,  aquel  que 
tan  superior  era  ttl  duque  de.ljongueville  por  sus  proezas 
en  mar  y  tierra  y  así  en  África  como  en  Europa ,  fué  ta- 
sado por  tos  mismos  que  debían  apreciar  mejor  esa  dife- 
rencia, en  la  quinta  parle  de  lo  que  lasaban  un  duque,  á 
quien,  como  dice  Brantome,  ilustraba  mas  su  raza,  á  pe- 
sar de  ser  bastardo,  que  su  valor  y  virtud  (3). 

15i4.  —  Pero  no  era  eso  quizás  lo  que  mas  afligía  á 
nuestro  conde  en  la  soledad  de  su  prisión.  Al  cobo  de  mas 
de  un  año  en  ella ,  podía  creerle,  y  aun  au  parece  que  lo 
indican  sus  contemporáneos,  olvidado  del  Rey  Católico, 
por  la  envidia  "  de  los  que  se  salieron  huyendo  de  la  bata- 

>  lia  de  Ravena,  y  de  los  que,  no  habiendo  estado  en  ella, 
•  le  criticaban  no  siendo  para  la  guerra ,  ni  entendiendo 

>  una  palabra  de  arte  militar,  y  por  la  mala  voluntad  del 


(t)  Gnicciardinl ,  ibi.  LongtwUIa  atlrimenii  il  Marthete  de  A»- 
tellino ,  Principe  del  teuigue  Retde  etc. 

(2)  Mererai,  Histoire  de  Franee,  to).  S,  pdg-  359  y  383.-Da- 
niel,  Tol.  9,  pAg.  637. 

(3)  En  su  vida,  y  tratando  de  los  coroDeles  franceses,  j4prit 
Mr.  de  Ckatimont  viat  teñir  la  place  Mr.  de  Longuevilie  plut  par 
illuítratioa  de  $a  race  fmait  pouriant  á  caute  de  la  battvdUeJ  q«e 
pour  sa  vaieur  et  verlu. 


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231 

•  duque  de  Alba  y  otros  privados  del  Rey  (1) ":  mas  este, 
aunque  á  U  verdad  no  anduviera  muy  aolícito  en  procurar 
su  libertad  al  principio,  auténticamente  está  probado 
que  se  ocupó  de  ella  con  empeño.  En  tas  instrucciones 
que  en  febrero  de  i  51 4  dio  á  Pedro  Quintana  su  secreto- 
rio y  embajador  en  Francia  para  negociar  la  continuación 
de  la  tregua,  y  en  las  que  después  de  haberlo  conseguido 
dio  al  obispo  de  Trínopoli,  su  predicador  (2),  y  á  Gabriel 
de  Orti,  su  capellán,  para  que  trataran  de  convertirla  en 
paz  perpetua  entrando  en  ella  el  Emperador  y  el  Bey  de 
Inglaterra,  no  solo  les  señaló  la  libertad  de  Pedro  Navar- 
ro como  punto  do  política  sino  de  delicadeza  y  de  rigoro- 
sa justicia.  Quena  que  al  fin  del  tratado  en  que  se  con- 
signaran la  paz  y  los  matrimonios  del  Infante  D.  Femando 
con  Rainera,  hija  segunda  del  Rey  de  Francia,  dándole  en 
dote  el  ducado  de  Uilan,  y  del  mismo  Rey  de  Francia, 
muerta  su  mu|er  Ana,  con  la  Infanta  doña  Leonor,  herma- 
na de  D.  Fernando,  é  hija  como  él  de  doña  Juana  la  Loca, 
se  insertara  un  artículo  especial  en  que  se  estipulase  la 
libertad  de  su  desgraciado  general. 

"  Estaréis  sobre  aviso ,  les  decia ,  que  en  fin  de  la  ca- 

•  pitulacion  dicha,  paz  y  casamiento  se  ponga  un  artícu- 
>lo  para  que.  siendo  firmada  la  dicha  capitulación,  sea 

■  sollado  y  puesto  en  libertad  el  conde-D.  Pedro  Navarro 
>8in  paga  alguna  y  que  le  dejen  luego  venir  á  mis  reinos 

■  libremente.  Y  si  el  Rey  de  Francia  vos  dijere,  que  lo 


(1)  El  canónigo  Pedro  de  Torres  ea  ei  HS.  que  va  en  el  Do- 
cumento adm.  23. 

(2)  Llamábase  fray  Bernaldo  de  Mesa  según  Zurita,  lib.  10, 
cap.  86  y  68,  y  había  ido  i  Francia,  lo  mismo  que  Gabriel  de  Orti, 
de  quien  trata  en  el  capitulo  69,  i  reclamar  los  bienes  de  Gastón  de 
Foix  para  la  Reina  Germana  sa  hermana ,  mujer  del  Rey  Católico. 


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232 

>  tiene  dado  al  duque  de  Longavila  (1] ,  le  responderéis. 
«que  estando  como  está  el  dicho  conde  en  su  reino,  aun- 

>  que  el  dicho  duque  le  tomara  prisionero ,  asentando  tal 

■  capitulación  de  pas  y  casamientos  como  esta',  el  Rejr  de 

•  Francia  era  obligado  de  hacerle  poner  en  libertad,  caan- 
« to  mas  estando  e)  dicho  conde  como  estaba  en  poder  del 

•  Rey  de  Francia ,  y  habiéndole  él  dado  á  dicho  duque 

>  después  que  se  entiende  en  estos  negocios.  Y  decidle 

■  que  no  se  fallará  que  jamás  se  ficiese  tal  paz  y  deuda 

■  entre  tales  Príncipes,  que  los  prisioneros  no  se  soltasen 

•  y  aun  así  lo  fice  yo  cuando  casé  con  la  Serenísima  Rei- 

>  na  (^  Germana J  mi  mujer ,  cuanto  mas  en  este  caso  qne 

>  DO  hay  mas  qne  un  prisionero  y  seria  tanta  vei^enza 
»  facer  la  paz  sin  soltarlo  que  no  podría  ser  mayor ;  y  por 

■  esto  habéis  de  insistir  que  en  todo  caso  el  dicho  conde 

■  sea  puesto  en  libertad  sin  paga  alguna,  y  decid  aí  dicho 

>  Rey  de  Francia  que  también  se  habían  puesto  á  rescate 

>  los  que  yo  la  otra  vez  tenia  presos ,  pero  libremente  los 

•  solté  y  aun  restituí  á  sus  estados ;  y  habiéndose  fecho 

>  ésto  siempre,  y  siendo  cosa  tan  ordinaria  y  tan  debida, 
» razón  es  que  se  faga  lo  mismo  por  el  dicho  conde  sien- 

■  do  tan  buen  cristiano ;  y  yo  no  consentiría  que  se  me 

■  Ocíese  tanta  vei^úenza  en  caso  que  nunca  se  fizo  ni  como 
» yo  lo  pido ;  y  no  puedo  creer  que  el  Rey  de  Francia 

>  quiera  otra  cosa ;  mayormente  sabiendo,  que  eq  la  em- 

>  presa  de  Milán  que  con  el  ayuda  de  Dios  se  ha  de  facer 

•  podrá  mucho  servir  el  dicho  conde.  Pero  en  caso  que 
>no  pudiésedes  acabar  que  pongan  en  libertad  al  dicho 

(1)  Ed  la  respoesta  ^  Pedra  Quintana  se  )¿e:  V  decir  que  Iq  tie- 
nen dado  á  su  mujer  del  duque  de  Longavila  y  el  dicho  ccnde  etlá 
tasa  reúioelG. 


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253 

>  conde  no  dejéis  por  eso  ile  concluir  y  asentar  la  dicha 
.paz(l)." 

Vivia  Navarro  en  Loches  tan  ignorante  del  cuidado 
qae  debía  á  su  Rey  como  ansioso  áa  salir  de  aquel  en- 
cieiTo.  Por  su  desgracia  ni  los  malrimonios  ni  la  paz  con 
Francia  qoe  eran  las  premisas  de  su  soltura,  llegaron  á  te* 
ner  efecto.  Sucedió  por  lo  contrario  que  Enrique  VIII,  al* 
tamente  ofendido  de  que  el  Católico  su  suegro  le  hubiese 
tres  veces  engañado  negociando  y  prorogondo  la  trejtua 
sin  su  conocimiento ,  mediando  su  prisionero  el  duque  de 
Longueville,  se  concertó  é  hizo  la  paz  con  el  Rey  de  Fram 
cía  Luis  XII.  Publicóse  á  principios  de  agosto  de  aquel  año 
por  todo  el  tiempo  do  la  vida  de  ambos  Reyes  y  un  año 
después,  y  entre  las  condiciones  que  abrazaba  fué  una 
la  de  que  Haría  hermana  de  Enrique,  joven  y  hermosa 
dama,  casara  con  Luis  XII  viejo  y  gotoso,  preíiriendo 
aquel  ese  malrimonio  al  que  tenia  contralado  de  su  her- 
mana con  su  sobrino  el  Príncipe  y  después  {Imperador 
Carlos  V  (2). 

Con  lo  libertad  de  Longncvílle  perdió  el  conde  Pedro 
Navarro  alguna  esperanza,  si  la  tenia ,  de  conseguir  la  su- 
ya.  cuando  aquel  fuera  rescatado.  En  semejante  aflicción, 
y  siempre  con  el  agravio  de  que  el  Rey  Católico  no  le  aten- 
día ,  ya  fuera  por  dar  oidos  á  sus  émulos  ó  porque  siendo 
aragonés  misero  y  e$ca$o ,  como  pensaba  el  canónigo  Pe- 
dro de  Torres  y  confirma  Paulo  Jovio,  creía  que  por  su 
avaricia  le  despreciaba  (3) ;  antes  de  tomar  otra  determi* 

H)  Véase  el  Doenmento  núm.  33. 

(2)  Guicciardini,  lib.  12.— Zurita,  ibi.,  cap.  88. 

(3)  Véase  el  [)ocuinetilo  núm.  23  y  el  elogio  de  Navarro  por  Jo- 
110,  eo  que  dice  tralaodo  de  su  deserción,  poslquan  ai/aré  eontemp- 
iHi  á  tutt  gentis  Rege  viderelur  ele. 


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254 

nación  Be  Jirigió  á  su  ilustre  campanero  de  prisión  cr 
Ravcna  y  denuestos  en  Bolonia,  el  Pontífice  León  X.  Entre 
los  literatos  llamados  por  este  á  su  lado  al  subir  al  solio 
pontificio,  fué  uno  de  los  mas  señalados  et  historiador  Te> 
neciano  y  distinguido  poeta  Pedro  Bembo,  á  quien  nombró 
su  secretario  y  mas  adelante  cardenal  (i).  En  la  colección 
que  de  sus  cartas  nos  queda .  se  leen  con  sumo  placer  las 
que  por  mandato  de  León  su  protector,  el  hombréala 
sazoD  de  mas  autoridad  en  la  tierra,  pues  que  aun  no  se 
la  había  disputado  Lutero,  escribió  así  á  nuestro  desgra- 
ciodo  conde ,  como  á  Luis  XU  de  Francia ,  solicitando  su 
libertad. 

Navarro  que  era  devoto ,  propenso  á  frailes  y  que  á 
ejemplo  del  Rey  Católico  los  empleaba  como  sus  mensaje- 
ros, hubo  de  enviar  uno  á  Roma  con  la  relación  de  sus  cui- 
tas. Compadecido  de  ellas  LeonX,  le  respondió  en  20  de 
setiembre  de  aquel  año,  que,  "  estando  para  regresará 
>  su  compañía  fray  Fernando  de  la  orden  de  los  Henores 

■  franciscanos,  le  habia  dado  carta  para  el  Rey  de  Francia 

•  rogándole  que  le  pusiera  en  libertad ;  lo  cual  de  modo 
V  alguno  dudaba  que  dejase  de  ejecutar  por  el  amor  y 

•  benevol  encia  que  le  profesaba.  Quiero  por  lo  tanto  que 

■  lo  sepas ,  así  para  que  tengas  buen  ánimo  como  para 
»  que  confies  en  que  nada  de  cuanto   concierna  á  tu  sa- 

■  lud  y  libertad  he  de  descuidar,  según  mas  plena  y  es- 

■  tensamente  el  mismo  fray  Fernando  te  podrá  infor- 
.  mar  {2)." 

Aun  estuvo  mas  expresivo  y  afectuoso  y  justo  apre- 
ciador del  valor  y  religiosidod  de  Navarro,  en  la  que  por 


(1)  Jovio,  De  fila  Leonü  X  ele. 

(2)  V.  el  Documento  aim.  SS. 


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235 
el  mismo  conducto  escribió  al  Rey  de  Francia  en  el  mis* 
mo  dia.  "  Amo  de  tal  manera,  ie  decia ,  al  vizcaíno  Pe* 
» dro  Navarro ,  tan  sobresaliente  on  las  cosas  de  la  guerra 

■  7  en  la  actualidad  ¡tu  prisionero ,  cuyas  valerosas  y  es* 

>  clarecidas  acciones  por  la  cristiandad  así  como  sn  insig- 

>  oe  fée  y  su  reverencia  para  conmigo  juzgo  serte  bien  co* 

■  nocidas,  que  su  salud  y  comodidad  han  llegado  á  ser 
>uno  de  mis  mayores  cuidados.  Ruégete  por  lo  tanto  y 
>con  toda  la  amistad  y  benevolencia  que  puedo,  te  suplí- 

■  coque  llegue  alguna  vez  el  dia  en  que  quieras  ponerle 

■  en  libertad :  acerca  de  lo  cual  así  Luís  obispo  de  Tricari* 
» co  mí  legado  cerca  de  tu  persona  á  quien  al  intento  es* 

■  cribo ,  como  Juan  de  Rocberort  tu  embajador  cerca  de 

■  la  mia,  á  quien  he  descubierto  con  mayor  amplitud  y 

■  cuidado  mi  pensamiento  te  darán  razón  de  todo  (1)."  Y 
para  no  dejar  duda  ni  del  arecto  que  profesaba  á  Navarro, 
ni  de  lo  mucho  en  que  apreciaba  León  X  su  valor  y  de- 
seaba su  soltura ,  cumpliendo  con  lo  antedicho  escribió  á 
su  legado  en  21  de  octubre  del  mismo  año  de  1514,  que 
"con  cuanto  cuidado  podía  había  escrito  al  Rey  de  Fran- 
» cía  en  favor  y  recomendación  del  vizcaíno  Pedro  Navar- 

•  ro,  y  que  puesto  que  no  se  le  ocultaba  cuan  grande 

■  amor  le  profesaba  por  su  valor  tan  acreditado,  deseaba 

•  (|ne  aquel  Rey  y  en  atención  á  que  iba  ya  para  tres  años 

•  que  le  tenia  en  su  poder,  te  restituyera  ó  sn  libertad. 

>  Procurarás  por  lo  tanto,  seguía ,  y  trabajarás  con  cuanto 

>  mayor  empeño  y  diligencia  pudieres  para  conseguirlo  si 

(1)  Ibid  ,  Tncaríco  es  una  ciudad  da  la  Bastiicata  en  Ñipóles. 
Tlamábase  Luis  Canosa,  y  fné  enTiado  por  León  X  i  Ioe  Reyes  de 
Francia  é  Inglaterra  para  Ib  paz  qne  en  aquel  año  concertaron. -^ 
JoTÍo,  Hütor.,  lib.  H,  cap.  18,  dice  que  era  de  sagaz  ingeDÍo,  j 
Gaicciardini  le  titula  Vescevo  Tríearíeo. 


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236 

>  es  que  quieres  prestarme  un  servicio  taa  sumamente  de 

>  mi  agrado  como  de  mi  deseo :  con  el  bien  entendido  ^d 
» embargo  de  que  en  lo  que  a)  intento  aconsejares,  hayas 
*  de'emplear  aquella  suavidad  y  discreción  que  acoslum- 
■  bras  en  tu  conversación  (1)." 

O  por  que  el  legado  ateniéndose  á  esta  última  reco- 
mendación anduvo  flojo  en  el  desempeño  de  su  encargo. 
ó  por  que  el  duque  de  Longueville  no  quería  que  solta- 
sen á  Navarro  sin  que  pagase  su  tasa ,  ó  por  que  Luis  XII 
en  opinión  de  algunos  pasaba  por  muy  escaso  y  aun  ava- 
riento, aunque  pagaba  bien  á  los  soldadoe  y  sus  deu- 
das (2),  ningún  efecto  produjeron  las  afectuosas  demos- 
traciones y  ruegos  del  Papa.  Valia  mucho  por  otra  parle 
Navarro  y  nadie  lo  sabia  mejor  que  los  franceses ,  y  sobre 
todo  su  Rey  que  al  noticiarle  haber  vencido  en  Revena 
pero  perdiendo  á  Nemours,  exclamó  que  nada  habí  a  gana- 
do sino  perdido  muchísimo  (3),  De  modo  que  lalibertad  de 
Navarro  dependía  esencialmente  del  dinero  que  él  no  tenia 
y  nadie  lo  ofrecía  por  él;  siendo  tanta  su  desgracia  en  me- 
dio de  lo  que  lodos  le  elogiaban  que  hasta  el  caballo  que 
montaba  León  X  cuando  le  tomaron  prisionero  fué  oportu- 
namente rescatado  para  qtie  le  condujese  triunfante  en  la 
majestuosa  pompa  del  dia  de  su  aclamación  (4) ;  y  ¡  el  va- 
leroso soldado  que^  á  pesar  de  sus  malsines,  habia  sal- 
vado el  honor  de  su  patria  en  Ravena,  libertado  á  la  ciu- 
dad santa  de  ser  saqueada  y  á  la  Iglesia  del  cisma  y  con- 
ciliábulo de  Pisa  tan  protegido  por  el  Rey  de  Francia,  yacía 

(1)  Ibid. 

(2)  Jovio,  Historiar,  lib.  U,  cap.  18  al  fia. 

(3)  En  U  vida  de  Luis.  Ah  Dieu !  je  ne  tay  pas  gagnée  mmt 
tres  bien  perdue. 

(i)  JoTÍo,  De  vita  Leoait  X, 


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237 

en  (riále  prUinn  por  haber  antes  pensado  en  su  gloría* 
que  en  adquirir  con  el  saco  y  el  pillaje  to  que  do  había 
heredado! 

Si  León  X  se  hubiese  prestado  á  \¡t  liga  que  en  aquel 
tiempo  le  proiwnia  el  Rey  de  Francia  contra  el  Católico 
y  el  Emperador,  en  vista  de  los  pocos  soldados  que  te" 
niaa.enltaliayla  gran  falta  de  dinero  para  pagarlos  que 
experímentaba  el  segundo  y  lo  muy  amigo  de  guardar  los 
Kuyoa  que  era  el  primero  (1);  acaso  sus  demostraciones 
por  el  prisionero  de  Loches  hubiesen  logrado  buen  éxito. 
Mas  aquel  Papa  ambiguo  é  indeciso  temiendo  por  un  lado 
á  los  franceses  y  por  otro  á  los  españoles  é  imperiales  que 
le  busc-aban ,  á  todoa  los  igualó  diciendo  no  ser  propio  de 
su  oficio  pontifical  aconsejar  la  guerra  entre  los  Príncipes 
cristiaaos  unos  con  otros,  sino  contra -los  turcos  enemi- 
gos de  la  fée  (2).  Daban  estos  mucho  que  temer  con 
efecto.  Divulgábase  que  el  Sophi  Ismael,  al  ver  la  debili* 
dad  y  discordia  en  que  las  guerras  habían  puesto  á  Italia, 
la  amenazaba  y  principalmente  la  Marca  de  Ancona  en  el 
estado  pontificio,  con  una  armada  de  ciento  y  cincuenta 
galeras  y  muchos  navios  ite  carga.  Para  resistirlo  se  con- 
federaron el  Emperador ,  el  Rey  Católico  y  el  Papa ,  con 
propó^to  de  que  se  les  juntarían  tos  Royes  de  Francia, 
Inglaterra,  Portugal  y  otros  (3).  Todo  sin  embargo  quedó 
eo  palabras  y  nadie  se  movió ,  á  pesar  de  que  las  disensio* 
nes  intestinas  y  la  guerra  que  los  turcos  traían  con  toa 
persas  inducían  á  combatirlos  en  su  casa.  Quizás  la  soli- 
citud que  León  X  mostraba  por  la  libertad  de  Navarro  su 
encaminaba  también  á  emplearle  por  mar  ó  tierra  contra 

(t)  Jovki,  Historiar,  lib.  li,  cap,  18.— Guicciardiiii,  1ib.  M, 

(2)  Guicciardioi,  ibí. 

V3)  Zurita,  lib.  10,  cap.  85. 


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238 
etloB,  teniéndolos  tan  conocidos.  Su  ánimo  llegaba  &  tan< 
to,  que  según  el  Cardenal  de  Santa  Cruz  escribía  al  Rey 
Católico  por  aquel  tiempo,  exorlándole  á  continuar  la  tre- 
gua con  Luis  XU  y  ñ  coligarse  lus  dos  contra  el  S^hi, 
Navarro  habia  dicbo  en  Ñapóles  en  cierta  ocasión  que  con 
una  armada  ¿e  quince  á  veinte  mil  hombres  que  fuete  á 
Gallipoli  y  se  apoderase  de  los  castillos  del  ealrecko ,  de 
seguro  te  tomaba  á  Constantinopla  (1), 

1515. — Mas  tanto  esfuerzo  y  valor  tardaron  poco  en 
volverse  contra  la  patria  y  en  hacer  desventurado  á  Navar- 
ro. A  pesar  de  la  paz  que  el  Rey  de  Inglaterra  habia  coa- 
certado  con  el  de  Francia  por  odio  al  Católico  su  suegro, 
no  cesó  este  de  negociar  con  el  francés  la  paz ,  con  la 
que  estaba  unida  la  libertad  de  Navarro.  Persistía  siempre 
cu  esto  y  en  que  la  base  del  concierto  fuera  el  matrimonio 
del  infante  D.  Fernando  su  nieto  con  Reínera,  hija  se- 
gunda de  Luis  XII ,  dotándola  este  con  el  ducado  de  Mi- 
lán ;  "  pero  como  el  Rey  Luis  que  era  de  mucha  edad  y 

•  estaba  enfermo  de  gota ,  tuviese  demasiada  conversa- 

•  cion  con  su  nueva  esposa ,  enfermó  de  unas  calenturas, 
»  y  acudíéndole  sobre  ello  unas  cámaras  murió  en  el  prt- 
>  merdia  de  enero  de  1515  (2)." 

(i)  Ed  U  de  abril  de  I5li V.  Oocumeoto  Dúm.  26. 

(2)  Asi  expresa  el  traductor  de  Paalo  Jovio  lo  qoe  Guicciardiní 
refiere  con  mas  claridad  y  no  sin  decencia  perche  il  Ri di  Fran- 
cia, mentrí  che  dando  cupidamenie  opera  alta  telleta  eccellente  et 
alia  eta  delta  auova  moglie,  giovaae  di  dicio/io  aniii,  non  li  ricorda 
detieta  sua  e  della  debilah  della  comprcisione ,  oppresso  da  fcMre 
et  topravenendagU  accidente  difiuuo  parli  quaji  repenliaamtnie  della 
vita  presente,  havendo  fallo  memorabite  il  primo  giorno,  etc.  Bran- 
tome,  con  bu  habitual  Bollura  dice  en  su  vida  que  //  a'eiil  aueuHi 
enfniíi  de  sa  dcniierejemme  Marit  d Angleicrre :  il  ne  lint  pa$  A 
elle  ,  eommej  ajr  dict  aillcurt.  Aiusi  elle  nc  dcmeura  guirres  aoec- 


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259 

Sucedióle  con  el  nombre  de  Francisco  I  su  yerno  el 
üuque  de  Angulema ,  casado  con  su  hija  mayor.  Joven, 
valeroso  y  de  ánimo  resucito,  apenas  fué  solemnemente 
coronado  y  jurado ,  que  puso  todos  sus  pensamientos  y 
fuerzas  ea  recuperat  el  estado  de  Milán  y  dominar  en  Ita- 
lia .  lanzando  de  ella  á  los  españoles  y  alemanes  que  abor- 
recía de  corazón.  (labia  por  otra  parte  tenido  muy  estre- 
cha amifltad  con  los  Reyes  de  Navarra  D.  Juan  Labrit  y 
Doña  Catalina ,  en  cuyo  favor  había  tomado  por  primera 
vez  las  armas,  y  miraba  como  punto  de  honra,  y  aun  les 
daba  esperanzas  de  restablecerlos  en  su  reino.  La  nación 
en  general  y  mas  particularmente  la  nobleza  le  animaba  á 
encaminarse  á  Italia,  continuando  con  los  recursos  que  el 
difunto  Rey  su  suegro  habia  ido  reuniendo  para  vengarse 
de  las  afrentas  que  en  ella  habia  sufrido ;  y  finalmente 
genoveses  y  venecianos  le  llamaban  presentándole  muy 
fácil  el  triunfo,  especialmente  los  últimos;  ansiosos  de  re- 
cobrar las  ciudades,  que  después  de  expulsarlos  los  fran- 
ceses ,  les  habían  tomado  tos  alemanes  y  españoles  (J). 

El  Rey  Católico  á  pesar  de  su  edad  y  muchas  dolen- 
cias ero  muy  prudente  y  perspicaz' para  dejarse  sorpren- 
der. Habiendo  el  nuevo  Rey  de  Francia  adoptado  desde 
el  punto  de  su  advenimiento  el  titirlo  de  duque  de  Milán, 
bien  claras  eran  eus  intenciones.  Asi  fué  que  habiéndolo 
propuesto  la  continuación  por  un  año  mas  de  la  tregua  que 


^uci  luj';  car  s'efforftmt  par  Irop  aprit  ceite  grande  heauté  pltit  gue 
soa  vieil  aagé  ite  le  porloit ,  il  mouruí.  Auisjr  dUoil-on  pour  íors 
<¡uand il  l'apousa,  qu'il  avoit  pris  el  chevauclioit  unejfune  qaiUetli- 
V  qui  bien  loil  te  meneralt  en  paradit  loul  Hroict  et  plustott  qu'il  ne 
voudroil  ton  grand  chemin. 

{\)  Jotío,  Hislorlar.  Ub.  iíS,  cap.  1."— Guícciarjini,  lib.  12.— 
ZuriU,  lib.  10,  cap.  91. 


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240 

tenia  Con  su  antecesor,  el  Católico  conociendo  que  era 
para  ganar  tieni|>o  y  concertar  mejor  su  expedición  á  Ita- 
lia ,  le  respondió  sin  reparo  estar  pronto  y  dispuesto  á 
olla  siempre  que  Fuese  general ,  y  se  extendiese  no  solo 
al  otro  lado  de  los  A.tpes ,  sino  también  á  nuestras  froo- 
teras  por  los  Pirineos  (1).  Y  mientr'as  tanto  al  paso  que 
con  su  acertada  previsión  negociaba  una  liga  y  so  confe- 
deraba con  el  Emperador ,  los  suizos  y  Maiimilíanb  STor- 
cia  para  mantenerle  en  el  ducado  de  Milán ,  convocaba 
las  Cortes  de  Aragón  y  Castilla ,  para  pedirles  auxilios  en 
la  terible  guerra  que  le  amenazaba .  y  en  las  últimas  ade- 
más, y  para  dicha  de  Navarra ,  se  la  nnió  á  su  conna, 
manteniéndola  sua  Fueros  y  prívilegioa(Íl). 

Gomo  en  los  negocios  políticos  nunca  es  el  bien  com- 
pleto ;  en  tanto  que  la  madre  España  se  complacía  de  que 
el  Rey  Católico  infatigable  en  la  obra  inmortal  de  unir  á 
todos  sus  hijos,  lograra  en  sus  últimos  días  que  los  navar- 
ros al  cabo  de  tanta  sangre  vertida  en  las  guerras  con  sus 
hermanos  y  en  sus  disenciones  intestinas,  afianzasen  una 
ptti  no  interrumpida  después ;  y  en  tanto  que  el  mismo 
Rey  con  el  propósito  siempre  de  realzar  el  pueblo  ate- 
nuando las  altaneras  pretensiones  de  la  nobleza  "antes 

■  decia  á  las  Cortes,  entonces  reunidas  en  Culatayud,  estar 

■  aparejado  para  esperar   cualquiera  inconveniente  que 

•  consentir  en  sus  dias,  que  con  perjuicio  de  la  repúbli- 
>  ca ,  como  los  ricos-hombres  y  señores  de  vasallos  en 
X  Aragón  pretendían,  se  revocaran  los  recursos  de  sus  vasn- 

•  líos  al  Rey,  y  la  justicia  no  pei-sigiiiese  á  los  malhecbo- 

H)  Guicciariliiii. — Zurita,  ibi. — {■edro  Márlir. 

(2)  Zurita ,  cap.  92.  Véa.se  el  <locii[nento  de  la  unioD  en  el  lo- 
inu  3  de  Auiigüedadet  de  Navarra ,  por  e)  seQor  YaiíguaR,  arlfculu 
fícjrs,  pAg,  260. 


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S41 

■  res  qoe  ae  rerugiarao  á  aus  lugares  (1)";  dos  de  tos  mas 
famosos  é  insignes  españoles  de  aquel  tiempo ,  como  fue- 
ron el  Grao  Capitán  y  Pedro  Navarro,  conspiraron  abierta- 
mente contra  su  patria.  El  primero,  sin  comprender  el 
gran  pensamiento  del  Rey  Femando  y  unido  siempre  á  sos 
enemigos ,  como  si  la  incorporación  de  los  maestrazgos  á 
la  corona  ,  y  principalmente  del  opuletito  de  Santiago,  nii 
hubiese  sido  una  délas  mas  insignes  acciones  de  aquel  Rey. 
y  de  la  esclarecida  Doña  Isabel ,  sin  atender  mas  que  á  su 
engrandecimiento ,  y  fijo  en  que  el  maestrazgo  de  Santia* 
go  le  había  sido  bien  ó  mal  ofrecido  en  premio  de  sus  ser- 
vicios, solo  aspiraba  á  obtenerle.  Querin  con  su  poder  y 
con  la  inmunidad  eclesiástica  de  que  gozaba,  representar 
segan  el  tiempo  lo  permitiera  el  papel  que  por  lo  pasad» 
habían  representado  los  maestres  uniéndose  á  los  magnates 
revueltos  contra  los  Reyes  y  nunca  en  favor  del  pueblo;  y 
como  si  el  Rey  Católico  fuera  fácil  de  engañar ,  bajo  pre- 
texto de  ir  Á  servir  al  Rey  de  Inglaterra  que  te  llamaba, 
trataba  de  pasar  á  Flándes,  para  venir  á  Castilla,  unido 
coQ  D.  Juan  Manuel  y  los  antiguos  revoltosos  que  rodea- 
ban al  Principe  D.  Carlos  ya  mayor,  á  privar  á  su  abuelo 
del  gobierno  que  con  tanto  acierto  habia  sostenido  duran- 
te su  menor  edad  y  la  demencia  de  su  madre.  Hasta  bulas 
del  Papa  se  dijo  que  tenia  para  suceder  en  el  maestrazgo 
al  Rey  ya  casi  moribundo,  y  tan  persuadido  de  lo  útil 
que  era  su  incorporación  á  la  corona ,  que  por  mas  que 


(1)  Znrita,  líb.  10,  líel  Bey  D.  Fernando,  cap.  93,  reSere  con  sn 
loable  eiactitud  la  firmeza  con  que  el  Rey  se  opuso  &  Un  perjadi- 
ciales  pretensiones,  sin  querer  de  modo  alguno  acceder  á  ellas  tt  pe- 
sar de  que  par  la  falta  do  unidad  en  los  brazos  le  negaron  l:is  Cúr~ 
tes  el  auxilio  necesano  para  defender  el  reino  amenazado  de  los 
franceses,  y  turo  que  acudir  á  tas  ciududes  y  ealado  eolesiAslico. 

Tono  XXV.  10 


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242 
le  instigaroD  á  que  los  dejara  todos  á  bu  nieto  el  Infante 
D.  Fernando ,  no  hubo  medio  de  privar  de  ellos  al  Princi*  . 
pe  D.  Garlos  su  sucesor  (1).  Fué  pues  fortuna  del  Gran 
Gonzalo  que  aquel  Bey  en  medio  de  su  decadente  eatado> 
tomara  con  resolución  las  medidas  conducentes  á  que  ni 
el  reino  fuera  perturbado  en  sus  últimos  días ,  ni  el  nom- 
bre de  persona  tan  insigne  pasara  á  la  poateridad  con 
la  nota  de  desertor  y  de  falso.  Habiendo  oportunamente 
sabido  que  Gonzalo  trataba  de  embarcarse  en  Málaga 
acompañado  del  marqués  de  Priego  y  de  los  condes  de 
Cabra  y  Ureña,  ordenó  por  un  lado  que  á  nadie  se  per- 
mitiera embarcar  sin  su  licencia,  y  que  por  otro  se  obser* 
vasen  las  acciones  de  aquel  hombre  extraordinario ,  que 
en  diciembre  del  mismo  año  acabó  sus  días  en  Gra- 
nada (2). 

Pero  no  fué  tan  feliz  Navarro  su  antiguo  compañero 
de  gloria ,  y  encargado  después  de  prenderle.  Cansado  de 
la  prisión  y  sentido  del  olvido  en  que  por  cansa  de  lo  de 
Ravena  y  oir  á  los  cortesanos ,  ó  por  su  miseria  y  avari" 
cia,  le  tenia  el  Rey  Calólico,  cuentan  los  historiadores 
franceses,  algunos  italianos  y  españoles ,  que  apenas  acla- 
mado Francisco  I  de  Francia ,  le  envió  á  buscar  ofrecién- 
dolé  altos  cargos  militares ,  y  pagando  de  contado  los 
veinte  mil  ducados  de  sn  rescate  (5).  Acaso  por  atenuar. 

(t)  Zurita,  tbi.,  cap.  99. 

f2)  redro  Mártir,  Epistolar,  ele— Zorita,  ib¡d..96. 

(3)  Bochet  escritor  del  siglo  XVI  en  sos  Anales  líAquittÚM, 
4."  Parlie,  cbiip,  13,  pég.  3S3,  escritor  muy  inmeditto  á  Navar- 
ro, lo  mismo  que  Branlome  que  trató  en  Ñapóles  i  los  qne  te  co- 
nocí e  roa.— Daniel,  Hisíoire  dñ  Frunce,  tom.  9,  Fran^ois  I,  pig.  15. 
— Guicciardini,  escritnr  contemporáneo  en  el  lib.  12  de  sa  Hinw 
ría  dllalia,  año  de  Í5|5,  dice  lo  mismo  que  Zurita  en  el  capitu- 
lo 95  del  libro  10,  liabcT  sido  el  nuevo  Bey  de  Francia  quien  le 


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245 

la  flaqaeza  de  haberlos  aceplailo ,  añade  el  elegante  bió* 
grafo  latino  del  cardenal  Jiménez  deCíanerct,  que  al  ad- 
mitir el  mando  que  aquel  Bey  le  dio.  puso  la  condición 
de  que  00  hablo  de  combatir  contra  los  españoles,  ni  en- 
trar en  guerra  abierta  contra  el  Rey  qne  tanto  le  había 
apreciado  y  tenídole  á  su  sueldo  (1);  mas  ni  tal  estipula- 
ción fué  cierta ,  n¡  lo  que  es  mas ,  mereció  el  aprecio  del 
analista  Aleson.  Como  si  fuera  mas  glorioso  para  Roncal 
y  NaTarra ,  en  la  que  persiste  haber  nacido  nuestro  conde, 
apartarse  de  sus  hermanos  y  asociarse  á  sus  enemigos, 
que  mantenerse  unido  con  aquellos  y  adicto  al  Rey  que 
tanto  bien  habia  dispensado  aun  á  la  misma  Navarra ,  so- 
brepasando á  lo  que  Paulo  Jovio  refiere  haber  oído  del 
mismo  Navarro  acerca  de  sus  victorias  y  desventuras, 
cuenta  como  si  lo  hubiese  presenciado,  que  no  haciendo 
el  Rey  Católico  caso  de  él  y  dejándole  podrir  en  el  cauti- 
verio sin  darle  con  que  pagar  su  rescate  ni  las  asistencias 


hizo  grandes  ofrecí  míen  tos  con  ÍQÍmo  do  emplaarle  y  lo  pagA  su 
reseate ,  síeodo  may  de  Dotar  en  medio  de  la  opinión  ten  general 
(obre  las  cauMS  qoe  Pedro  Navarro  lavo  para  pasarse  á  los  fran- 
ceses qne  (anlo  Pr.  Tboiu.  Fazelli,  De  rthut  Stculis  poiterioris 
DernJií  f  lib.  9,  cap.  W,  como  Franciscas  Maurotjrci,  lib.  6,  pági- 
na 272,  Sicaaica  Hisioria  ad  aii.  ISlO,  escritores  contemporáneos 
Je  Navarro ,  refieren  qne  de  resultas  de  haberse  conducido  mal  en 
la  empresa  de  los  Gerbes ,  relevado  de  sus  jarameatos  por  el  Rey 
Católico,  se  fué  A  servir  i  los  francesas.  Thetaunis  AniiquittUum 
tttJim,  tom.  h,  pAg.  S7a  y  667. 

(1)  Alvaro  Gomes,  D«  reiat  gettit  Franáfci  Jümeiúi,  lib.  6, 
pág.  KtA...  odia  tfuwumdam  *o$trcnun  ifuoi inf tuto*  k^biil ,  Íhcui- 
lodia  negUelut,  á  Rege  Gaüorum  soliatatus ,  datsi  Galliea  kae  (ut 
ajont)  tondititMeprajieitur,  ut  stavalHui  tt  pedettriiut  copiis  con- 
MÍtio  tí  praientia  tua  eonsutertl ,  mamut  auiem  eum  Hispamt  eoH- 
tertre,  aul  Rcgetn  saum  apud  quem  ü)  pretio  haJtitut  tlipendia  fc- 
eerat,  apeno  Marle  offendtre  non  lenertlur. 


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244 

necesarias  con  que  pasar  su  triste  vida  por  dar  oídos  á 
chismes  de  eoTÍdiosos,  y  sobre  todo  á  los  cargos  que  por 
lo  de  Rarena  le  hacia  el  virey  Cardona . . . .  "  con  el  des* 

>  pecho  de  la  crueldad  é  ingratitud  que  con  él  se  usaba« 

>  recurrió  á  la  generosidad  <iel  Rey  Francisco  ofrastén- 

>  do  servirle  contra  todos  sus  enemigos ,  aunque  fuese  con' 

■  tra  el  Rey  de  Aragón  con  tal  de  que  le  concediese  lo  gue 

■  el  otro  le  negaba;  y  qno  aceptado  esto  por  el  de  Fran- 

•  cía,  DO  solo  le  otorgó  la  libertad  pagando  al  duque  Lon* 

•  gueville  su  rescate,  sino  honrándole  con  el  cargo  de  su 

•  general  de  infantería  gasccma  (1). 

Según  Gonzalo  Fcrnnndoz  de  Oviedo ,  como  el  Rey  de 
Navarra  D.  Juan  de  Labrit  era  Francés,  se  concertó  con 
él  Pedro  Navarro  y  con  el  Rey  de  Francia ,  pasando  des- 
pués i  Italia  contra  los  españoles ,  para  no  acertar  nunca 
y  perderse ,  como  oportunamente  advierte ,  en  compa- 
ñía de  los  franceses,  después  de  haber  sido  tan  ventu- 
roso en  la  de  aquellos  (2).  Antes  sin  embargo  de  admi* 
tir  la  honra  que  el  Rey  de  Francia  le  hacia ,  "  acordó  é 

■  fué  bien  acordado,  dice  el  canónigo  Pedro  de  Torres,  ol* 
vidándose  de  que  no  vivía  en  los  siglos  en  que  los  ricos- 
hombres  podian  desnaturalizarse  é  ir  á  buscar  servicio 

(1)  Anales  de  Nanarra.  t*arte  2.*,  lib.  30,  cap.  1.— JoviosD 
el  capítulo  k  del  libro  \k  <le  la  traHoccioQ  de  Gaspnr  Baeza  se  ex- 
plica  too  distinta  mente  que  dice  "como  el  Rey  D.  Femando  en 
tantas  ocasiones  como  había  en  el  tiempo  de  la  paz  (por  la  ene- 
mistad que  habia  entre  el  Navarro  y  D.  Bañan  de  Cardona  sobre 
el  mal  8uc«sa  de  la  batalla  de  BaTens  )  mo-oirlo  de  dolor  desta  iit- 
jaria  mía  que  de  molestia  de  ¡a  priiion  se  habia  apartado  de  todo 
ponto  del  servicio  del  Rey  de  España.  Y  queriendo  librarse  del 
juramento  qoe  le  Lenia  hecbo ,  renunció  volunta  ríame  nle  por  eacri' 
tura  pública  los  lugares  de  tierra  de  Labor  cte," 

(^)  QuinijUBgcua  1.*,  Rslsnza  XXX. — V.  Documento  niím.  27< 


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245 
contra  su  propio  Rey  (i),  de  se  despedir  del  Bey  de  Cas- 
>  tilla,  e  perder  lo  ganado  e  servido  e  hutcar  el  remedio 
»deM  vida ,  e  propúsose  de  servir  al  Bey  de  Francia  (2] ." 

Habíale  acompañado  en  Loches  como  su  confesor  el 
mismo  fray  Alooso  de  Aguilar ,  que  fué  también  su  com- 
pañero en  la  desventurada  jomada  de  los  Gerbes.  Ast  co- 
mo entonces  se  sirvió  de  él  Navarro  para  informar  al  Ca- 
tólico de  tan  triste  suceso .  asi  en  esta  ocasión  le  encalcó 
de  comparecer  en  «u  corte ,  y  depositar  en  sus  manos  la 
solemne  renuncia  que  por  escrito  le  enviaba  del  condado 
de  Olívelo  y  de  los  Teudos  que  en  recompensa  de  sus  ha- 
zañas le  había  en  otro  tiempo  dado  en  la  tierra  de  Labor 
eo  Nápolea.  Estaba  también  encargado  de  requerir  al 
Bey  Femando  que  lo  alzase  el  juromenlo  de  fidelidad  que 
le  debia ,  á  G&  de  que  Ubre  y  exento  de  él ,  pudiera  ser- 
vir y  prestar  otro  al  Rey  de  Francia  que  le  daba  la  liber- 
tad ,  y  vengar  las  nuevas  injurias  renunciando  las  anti- 
guas mercedes  (3), 

Era  mayo  cuando  se  divulgó  en  Castilla  la  venida  del 
P.  Aguilar  y  la  causa  que  la  motivaba  (4).  El  Rey  Cató- 
lico al  ver  el  memorial  de  Navarro  que  traía  y  conociendo 
que  si  era  bueno  para  servirle  era  muy  de  temer  si  le  de- 
servia  quiso  atraérsele  á  todo  trance.  Con  ese  intento  y 
con  muy  dulces  palabras  le  envió  á  decir ,  por  su  repre- 
sentante en  Francia,  que  "no  podía  creer  ni  era  posible 

(1)  V.  Documeoto  núm,  23. 

(S)  Datiiel,  ibi.  — ZoriU,  ibi. 

(3)  Jovto,  ílii....  ut  liberüís apud  Sraiuiseum  qui  lüerlaUm  da- 
bat,miliiaret,  et  renundatb  antiquú  muneribut  reeentem  twilume- 
Uam  ulciscereiur,  «te.;  y  en  su  elogio  "abdicatit  anliquii  muiteriéus, 
Fraaeiiei  regú  militiea  tese  addixit,  pottquam  ovare  eontemplus  a 
toa  gottis  Bege  viderelur 

(i)  Pedro  de  Torres,  ibi. 


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246 

■  que  esluvieBe  en  libertad  cuaniJo  fizo  aquello,  ni  ^ 

>  tampoco  procedía  de  bu  volnatad';  por  que  teniendo  él 

■  su  tanto  de  honra  como  la  tenía  y  como  era  razón  do 
» tenerla ,  no  era  de  creer  que  Itícjese  cosa  qne  fuese  en 

>  tanto  perjuicio  della  y  negase*á  su  soíior  que  le  había 

>  tenido  y  tenia  tanto  amor,  y  halña  procurado  su  liber- 

>  tad  mas  de  lo  que  á  humanas  fuerzas  había  sido  posible 

>  y  que  Qunca  la  habla  podido  acabar  como  &  lodo  el  mun- 

>  do  era  notorio ;  que  si  otra  cosa  le  habían  dicho  era  gran 

>  hurla  y  lo  habían  hecho  por  indignarle ;  que  él ,  aunque 
» (Navarro)  quisiera  hacer  tan  gran  yerro  de  servia  al  Rey 

>  de  Francia ,  dejando  ^  su  Rey  y  Señor  natural ,  por  el 

•  amor  que  le  tep^a  y  por  lo  que  deseaba  su  honra  y  por* 

>  que  DO  quedasen  borradas  sus. hazañas,  no  daría  lugar 

•  á  ello  ni  le  soltaría  jomas  la  fidelidad  que  le  debia ,  ni 

>  había  recibido  ni  quería  recibir  la  renuncia  del  condado 

■  de  Oliveto  que  le  había  enviado  á  bacer  con  «1  dicho 

>  fraile,  antes  quería  pagar  los  veinte  mil  escudos  que  el 

>  Rey  de  Francia  había  pagado  por  su  rescate  como  ya  te> 
»  nia  dada  comisión  para  pagarlo  y  mas  si  fuera  menester; 
» que  s&  venga  luego  para  mi,  concluía ,  que  yo  le  haré 

•  otra»  mercede$  y  le-  trataré  con  el  amor  y  favor  que  e» 

•  razón ;  y  ti  dice  el  dicho  conde  qtte  no  tgthe  escrito  en 

■  tres  años  que  ha  eaíado  en  prisión,  decirle  heis ,  que  Diot 

■  sabe  ni  lo  ficiera ,  pero  que  el  Rey-  de  Francia  nunca 
»  qniso  dar  lugar  á  ello  ni  á  que  le  enviase  á  visitar  por 
e  mucho  que  se  procuró  (i)." 

Auuque  tan  afectuosa  respuesta  ningún  efecto  produ- 
jo ,  sirve  con  todo  para  que ,  unida  con  las  instrucciones 


(I)  Zurita,  lib.   10,  pig.  95.— ^&im,  ibi.-«-V.  Dowment» 
núm.  28. 


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247 

-que  eonata  haber  dado  el  Rey  Católico  á  sus  embajado- 
res eo  Francia  se  le  justifique  del  abandono  con  que ,  por 
avaricia  ó  por  haber  dado  oidos  á  sus  émulos ,  se  quiere 
que  mirara  á  Navarro  eo  su  encierro.  Expresamente  or- 
denó al  obispo  de  Triaopoli  y  á  Gabriel  Horti  su  capellán 
«ncargadOB  á  la  sazón  de  negociar  la  paz  y  el  matrimonio 
de  su  nieto  D.  Femando  con  Reínera,  hija  segunda  del 
de  Francia,  que  precisamente  en  aquella  capitulación  y 
tratado  se  pusiera  un  artículo  para  que  siendo  firmada 
la  dicha  capitulación  fuese  soltado  y  puesto  en  libertad  el 
conde  D.  Pedro  Navarro  (i).  .Verdad  es  qne  á  lo  último 
decia  el  Católico  que  si  al  cabo  no  conseguían  la  soltura 
-del  prisionero ,  qué  destinaba  á  la  empresa  do  Milán ,  no 
por  eso  dejasen  de  asentar  la  paz  y  casamiento;  y  no  cabe 
duda  de  que  quizás  no  hubiera  ejemplo  de  semejante 
solicitud ,  si  como  refiere  el  mismo  Pedro  de  Torres,  muy 
poco  afecto  á  aquel  gran  Rey,  envió  ciertas  personas  para 
ter  ti  ífavarro  podia  ser  hurtado  y  sacado  del  castillo  sin 
reicale,  e  loa  franceses  ¡nisieron  buen  recabdo  en  el  Conde, 
y  los  tnensajeFos  fueron  para  tan  poco  que  ni  aun  tupie-^ 
ron  avisarle  (2):  de  suerte  qne  al  ver  frustradas ,  así  esas 
diligmcias  del  Católico  como  las  gestiones  de  León  X, 
bien  se  deja  conocer  el  ánimo  de  Luis  XII  y  de  sus  con- 
sejeros en  cansar  á  Navarro  de  su  prisión  y  en  prepararle 
para  la  venganza  qne  tan  en  daño  suyo  se  determinó  á 
tomar,  así  de  su  Rey  y  de  so  patria,  como  de  sus  malsines, 
especialmente  del  virey  Cardona  y  del  duque  de  Albo. 
Cabalmente  en  et  tiempo  en  que  por  ventura  mas  se  en- 
conaba á  Navarro  contra  los  dos ,  el  primero  borrando  su 

H)  T.  Documente  núm.  29. 
[i]  T.  Documento  núm.  S3> 


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248 
flaquBEQ  en  RaveiiD,  arrollaba  y  veocia  con  gloria  det  nom- 
bre español  y  ta  iafantería ,  que  el  mUmo  Navarro  ood 
tanto  valor  sacó  de  ta  batalla,  á  los  Teoecianos  y  á  su  c^ 
lebre  general  Bartolomé  de  Alviano  en  Viceoza  y  otros 
puntos;  y  el  segundo  lan  prudente  capitán  como  políUc» 
66  apoderaba  de  Navarra,  y  daba  fin  á  las  desgracias  omk 
EÍguiente^  ásu  pequenez  como  reino  (1). 

Cuéntase  con  referencia  al  mismo  P.  Agnilar,  que 
Navarro  ya  suelto  de  su  prisión-,  al  saber  las  diligencias 
del  Católico  por  su  l¡ber^ld,  le  habia  dicho  en  París  coa 
lágrimas  que  ''Dios  perdonara  al  Rey  no  haber  ktcho  ma-. 
moria  de  él  en  todo  el  tiempo  que  habia  estado  preto;  por 
que  tiS.  A.,  añadió,  me  avisara  que  tenia  voluntad  epro- 
curaba  mi  libertad  e  los  tiempos  no  daban  lagar  á  eUo, 
yo  nunca  saliera  de  la  cárcel  e  prisión ,  ni  sirviera  al  Bey 
de  Francia;  ma»  viendo  la  poca  cuenta  que  S.  A.  de  mi 
hacia ,  fuéme  forzoso  hacer  lo  que  hice.  E  dijole  ma*  el 
Conde  al  fraile  cuasi  llorando ,  sigue  Pedro  de  Torres, 
por  que  aunque-  estoy  suelto  me  parece  que  estoy  mas  pre-r 
so  é  captivo  que  antes  (2) ;"  ¡  palabras  y  sentimientos,  que 
á  ser  ciertos ,  honraran  mas  á  Navarro  y  movieran  mas  á 
compasión  que  no  el  empeño  do  justiflcar  su  deserción, 
como  lo  pretende  el  analista  A.leson ,  con  que  no  nació 
vasallo  del  Rey  D.  Fernando,  ni  este  era  su  Roy  y  Señor 
natural,  sino  los  Reyes  legítimos  de  Navarra  D.  Juan  y 
Doña  Catalina,  los  cuales  por  estar  en  guerra  con  Luis  XII 
de  Francia,  que  era  su  enemigo,  cuando  Navarro  fué  á 
servir  al  Rey  de  Aragón ,  lo  llevaron  muy  á  bien  (3)  !- 

Francisco  I  mientras  tanto  seguía  impávido,  y  cada  vw 

(f)  Gnicciardlni ,  Jfivio,  Zurí^,  eto. 

(2)  V.  Documenio  uiim.  23. 

(3)  jiiiolet,  etc.  Parte  S.-,  lib.  20,  cap.  1. 


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249 

mas  resuello,  sus  belicosos  aprestos  contra  aquella  Lom- 
bardía  que  tan  aciaga  le  había  de  ser  algún  día.  Teniendo 
á  dicha  contar  por  suyo  á  Navarro  que  tanta  fama  diera  á 
la  infantería  española  derrotando  &  la  francesa,  puso  des* 
de  luego  á  su  cai^o  la  formación  en  Francia  de  un  nume* 
roso  coeipo  que  bajo  su  dirección  y  gobierno,  combatiese 
mano  á  mano  con  la  primera  y  aun  la  sobrepasase.  Navar< 
ro  á  pesar  de  que  todavía  no  estaba  libre  de  sus  juramen- 
tos y  homenaje  al  Rey  Católico,  admitió  sin  escrúpulo  tan 
alta  comisión.  Creyendo  que  los  naturales  de  Francia  mas 
iamediotos  á  España  reunirían  las  condiciones  que  busca- 
ba, pasó  á  la  Guiena,  y  con  gran  voluntad  y  cuidado, 
^' juntó  cerca  de  Teínio  compañías  de  soldados  aquitanos, 
rgateones  y  navarros  de  los  que  moraban  en  las  vertientes 

>  de  los  Pirineos  que,  armados  en  la  mayor  parte  de  area- 
»buc0S  y  ballestas,  eran  tan  sufridos,  animosos,  sueltos  y 

>  ligeros ,  que  en  el  combate  y  def^sa  de  tas  ciudades  y 

>  en  cualqwera  otra  facción  militar  aspiraban  á  lograr  con 
»  su  valor  y  manera  de  pelear,  tanta  gloria  como  los  ate- 
•  manes  con  su  ordenanza  y  mantenerse  firmes  en  las  bo- 
t  tallas  campales  (I )." 

Adelantada  la  estación  y  terminados  los  aprestos,  cre- 
yó Francisco  I  ser  ya  llegado  el  caso  de  encnminarse  a 
Italia  f  á  donde  á  toda  priesa  le  llamaban  tos  venecianos 
maltratados  y  vencidos  por  el  virey  Cardona  y  los  españo- 
les. Hecha'  reseña  de  su  gente  antes  de  partir,  halló  Fran- 
cisco que  su  ejército  se  componía  de  cerca  de  dos  mil 
hombres  de  armas,  cada  uno  de  los  cuales,  según  entonces 
se  usaba,  llevaba  tres  ó  cuatro  caballos,  y  de  ocho  mil  caba- 

(1)  Jovio,  lib.  i4,— Baeza,  ibí.,  cap.  3—  qne traduce ^oítwwí 
y  vizcainot  por  t'asconUius  tí  caata&ris,  y  arcabuteros  por  tclvpeiarU, 
«le  que  usa  Jovio. 


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250 
Itos  ligeros  mandados  por  el  duque  Carlos  de  Borbon ,  á 
quien  poco  después ,  por  la  nobleza  de  su  linaje  y  prácti- 
ca de  la  guerra,  le  hizo  gran  condestable.  La  infantería,  en 
£uyo  número  varían  los  escritores,  era  tanta .  aun  sin  con- 
tar la  reclutada  por  Pedro  Navarro,  cuanto  nunca  se  sa- 
bia que  hasta  aquellos  tiempos  la  hubiese  reunido  ningún 
Emperador  ó  Rey .  distinguiéndose  los  lansquenets,  que 
eran  unos  soldados  viejos  de  la  baja  Alemania,  muy  afama- 
dos de  valientes ,  y  á  quienes  por  el  color  de  su  bandera 
Ihimaban  de  la  banda-negra  (1). 

En  lo  tocante  á  la  artillería  así  g^esa  como  peque- 
ña ,  sin  hacer  cuenta  de  las  municiones  y  otros-  efectos, 
se  creia  que  había  la  suficiente  para  dos  buenos  ejércitos. 
Los' carros  y  carretas  en  que  iba  la  pólvora ,  pelotas  (ba- 
las), picos,  herramientas  y  útiles  de  toda  especie  para  re* 
mediar  y  allanar  la  aspereza  de  los  malos  caminos,  eran 
innumerables,  y  arrastrados  por  cinco  mil  caballos  esco- 
gidos, comprados  y  mantenidos  á  gran  costa,  para  ven- 
cer con  su  gran  fuerza  las  diGcultades  de  los  malos  posos. 
Acompañábanla  para  su  manejo  muchos  maestros  y  ases- 
tadores ,  á  quienes  en  Francia  se  daba  muy  larga  paga,,  y 
babia  gran  muchedumbre  de  mancebos  dedicados  á  cono- 

(1)  Jovio,ibL-*GaiccíardÍDl,lib.l3,  negioraimeáesimitoaipar- 
ttrú  i Laiucheneeh  delli  dtlla  banda  ñera...  la,  qual  banda. della  Gtr- 
maaia  basia,  era  per  la  lua  ferocita...  in  grandissima  estimacione. 
En  Brantome  y  en  su  discarso  sobre  loa  Coroneles  franeeses ,  tratan- 
do de  lod  aoldadus  llamados  laqaais  y  poT  nuestro  Zurita  y  otros  la- 
eayoif^n  lee,  qne  á  los  iafantes  frauceses  se  les  Jlamaba  laqums 
6  mas  bien  lacqiteu,  para  distÍDgnirlos  de  los  intaates  alemaaes  lla- 
mados laiuquenets  del  alemán  lands-kneckt ,  de  que  laquait  do  es 
mas  que  una  corrupción ,  como  allaquaü  lo  es  de  all-landtkneeht , 
esto  es,  jiietoH  ó  peón  de  lodo  paii.  Nota  i  la  pég.  K79  de  la  edicioa 
de  16(7,  de  las  obras  de  Brantome. 


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351 

cer  y  practicar  su  ejercicio.  Como  lo»  franceses  no  per- 
donan gasto  alguno,  dice  á  este  propósito,  Paulo  Jovío 
ó  quien  Francisco  1  daba  una  buena  pensión  porque  le 
tratase  bien  ep  sus  historias  (I);  "  son  en  esta  parte  de 

•  sus  Tuerzas  espanto  de  todas  las  naciones ,  y  fácilmente 

•  han  ganado  victorias  memorables  de  fortísimos  enemi« 
>  gos.  Los  espftñales ,  italianos  y  las  demás  gentes ,  aun> 

■  que  saben  fundir  y  labrar  artillería  con  grandísima  ele* 
«  ganda  y  artificio ,  y  aunque  tienen  gran  aparato  de  ella 

•  no  saben  aprovecharla  en  |a  ncaesidad :  siendo  la  causa 

•  principal  la  pereza  y  espacio  de  los  bueyes  de  que  usan 
•.y  no  de  caballos  por  ser  grande  su  costa;  y  la  ignoran- 

•  cía  y  falta  de  hombres  que  lo  sepan  gobernar;  por  ha- 

•  liarse  pocos  que  sin  gran  paga  quieran  ponerse  en  aquel 

■  manifiesto  peligro  de  la  vida  (2]." 

A  todo  lo  antedicho,  sigue  el  mismo  historiador  y  tes-< 
ligo,  acompañaba  mas  con  deseo  de  robar  que  de  otra 
cosa ,  una  gruesa  banda  de  soldados  aventureros  con  suft 
banderas  (3);  y  hasta  tres  mil  villanos  á  jornal  para  lim- 

(1)  Branlome  en  Ib  vida  de  Praocisco  I  refiere  que  el  CoDdes' 
lable  de  Ilaalmorency  >l  nrreglnr  h  cusa  de  Enrique  II ,  sacesor 
ieFr^aÜSCOfiltrouvaparmi  les  pentionairtt  du feu  roy  ein<¡  tent 
escuM  de  peaiioa  ordinaire  qa'ü  donaoii  audiet  Pauto  Jovio,  laquelU 
ü  trancha  aasty  tost  faiíatit  euttudre  au  roy  que  e'e$toil  un  argenl 
tris  mal  emplofé  pour  estre  plut  imperial  paiiioni  que/raitfois  tt 

pour  eitre  an  graiid  menteur- 

(2)  Jovio,  ibi. 

(3)  Brantome,  trotando  en  sa  discurso  de  loa  Coroneles  france- 
ses  del  carioso  y  mal  prado  vestido  qoe  tenian  los  soldados  de 
Luis  XII  y  Francisco  I,  dice  que  los  españoles  llamaban  aventureras 
en  tiempo  del  mismo  Brantome  A  los  soldados  que  no  ganaban  sueldo 
ni  pags ,  sino  que  militaban  por  SU  gusto  ya  fuesen  toldados  d  ca- 
balleros geniits'hommet ,  y  qne  en  Franeía  ea  su  tiempo  se  les  Um~ 
n»ha  toldados  de  Jortuna.  ^ 


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252 
piar  y  allanar  los  caminos,  con  gran  nAmero  de  merca* 
derea,  aguadores  y  leñadores,  los  cuales  Hevaban  mucho 
ganado,  TÍluallaa  j  cosas  para  Tender,  por  mandado  del 
Rey  los  unos  y  por  bu  votunlad  los  otros  (1) :  de  modo 
que  sia  llegar  á  la  exaclilud  úempre  dirícil  en  tales  casos 
y  en  aquellos  tiempos,  no  parece  haber  exagerado  el 
contemporáneo  que  computó  el  ejército  francés  en  dos 
mil  y  quinientas  lanvis,  veinte  y  dos  mil  inrantes,  diei 
mil  gascones  ó  vascos  con'  Pedro  Navarro ,  ocho  mil  fran- 
ceses y  tres  mil  gastadores  con  la  misma  paga  que  loa  in* 
fantes  (2). 


sisn  mu. 

Desde  t51S  á  f  6t6. 


Cuando  el  Rey  Francisco  I  ya  tenia  ordenada  y  proa< 
to  sn  ejército  para  salir  de  Francia ,  se  ofrecieron  gran- 
des dudas  y  no  menores  dificultades  acerca  de  por  donde 
y  de  que  modo  había  de  atravesar  los  Alpes.  Conocida  la 
aspereza  de  aquellos  montes,  y  sabiendo  que  los  suizos  en 
gran  número  y  con  el  acreditado  talor  defendían  dos  pa- 
sos fuertes  y  estrechos,  temían  el  Rey  Francisco  y  sus  ca< 

H)  Jovio.ih], 

(3)  Guicciardini ,  ibi...  lÜece  mUa  guatehi  fto$i  ekiamanain»  i 
faaii  soldali  da  PUtro  NafarraJ ,  olio  mUafraucesi,  El  P,  DaDÍel 
dice  qae  Navarro  solo  conducía  sus  mil  gascones. 


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253 

pilanes  ianzarse  á  ellos  con  tanla  móquina  y  Irnnsporte  mi* 
litar.  No  alcanzaban  tampoco ,  oslando  ya  el  ejército  en 
Grenoble  y  otros  puntos  cercónos  á  los  Alpes,  como  se  po- 
dría mantener  tanla  gente  aunque  fuese  por  pocos  dias,  en 
un  país  tan  estéril  y  despoblado.  Repelíanse  con  este  mo* 
ttvo  los  consejos  de  guerra  y  juntas  de  copilanes :  en  las 
cuales  opinaron  algunos  porque ,  eml>arcándose  Navarro 
con  sus  gascones  en  uno  de  los  puertos  de  Francia ,  íuew 
á  desembarcar  e»  Savona  á  poca  distancio  de  Genova  y  en 
£u  misma  costa.  Tenían  otros  por  demasiado  largo  y  muy 
lento  por  lo  tanto  ese  rodeo.  Juzgábanle  además  poco  de^ 
coroso  a  la  reputación  del  ejército ,  que  con  eso  apárenla* 
ba  no  tañer  gran  voluntad  do  pelear ;  ceanndo  al  6o  los  de* 
bates  por  haber  manifestado  Juan  Jacobo  Trivulcio  antiguo 
y  alamado  capitán  italiano  al  servicio  de  Francia ,  que  ha* 
bia  un  camino  por  el  cual,  aunque  con  trabajo  podían 
atravesarse  las  montañas  sin  que  tos  esguizaros  ó  suizos  su 
apercibiesen  (1). 

Recibió  el  Rey  Francisco  esa  noticia  con  el  mayor  pía* 
car;  sin  embargo  no  creyéndola  del  todo,  á  pesar  del  gran 
concepto  que  en  su  ejército  gozaba  Trivulcio,  encargó  á 
Pedro  Navarro  y  á  Mr.  de  Lautrech,  por  otro  nombre  Odct- 
todo  FoÍT,  que  por  casualidad  dijimos  haberse  salvado  en 
llnvcna,  de  reconocer  el  terreno  que  Trivulcio  señalaba. 
Practicáronlo  detenidamente  por  algunos  dias,  al  cabo  do 
Iw  cuales  regresaron  asegurando  que  sí  bien  habia  gran- 
tles  obstáculos  que  vencer,  no  eran  de  modo  alguno  im- 
poüibles.  Emprendió  pues  el  ejército  ta  marcha  al  través 
■le  encumbradas  y  cortadas  peñas ,  empleando  para  sua* 
vizarlas  y  dar  paso  á  la  artillería  cuanta  industria  y  traza 

[t]  Guicciardini  y  Paulo  Jovio,  ibi* 


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S54 
pudiera  imagiaaree.  Hay  quien  dice  que  á  nada  de  eso  dej¿ 
de  cooperar  Navarro  con  bu  genle  y  con  su  ingenio,  sien- 
do por  venlura  entonces  cuando  ínvenló  aquellos  puentes  ■ 
de  maromoi  é  caeros  é  tablai,  que  re6oi'e  Pedro  de  Tor- 
res, los  cuerot  lleno$  de  viento  para  potar  la  gente  por 
caatqniéfa  rio  é  brazo  de  mar  (1). 

Pasados  cinco  dias  en  trabajos  continuos  y  molestos 
que  ofuscaron  tos  de  Aníbal  para  pasar  ¿  Italia,  sin  el 
enorme  estorbo  de  la  artillería  entonces  desconocida ,  se 
encontré  el  ejército  francés ,  sin  que  los  suizos  se  hubie- 
sen apercibido ,  al  otro  lado  de  los  Alpes ,  en  las  llannras 
del  marquesado  de  Saluces.  Habiánle  servido  con  celo  y 
guiádole  muy  bien  los  paÍKanos  que  estaban  muy  Agravia- 
dos delmal  trato  de  loa  suizos.  Tampoco  estabad  conten- 
tos con  la  gente  de  á  caballo  que  mandada  por  Prospe- 
ro Colona  se  babia  situado  en  Vrllañvnca;  lo  cual  sabido 
por  Francisco  I  ordenó  á  Mr.  de  la  Pallice,  Bayard. 
d'Aubigni  y  otros  capitanes  afamados  que  cayeran  arreba* 
tádamente  sobre  ellos  y  los  sorprendiesen.  Guiándolos 
también  los  paisanos  lo  verificaron  en  el  dia  15  de  agosto 
con  tan  buena  suerte  que  cogieron  á  Colona  desprevenido 
y  cenando,  siendo  muy  pocos  los  que  se  salvaron  de 
aquella  gente  de  armas  y  demás  caballeros  que  se  habian 
adelantado  para  observar  á  los  franceses  (2). 

Atónita  quedó  Italia  al  divulgarse*  en  ella  que  aque- 
llos habian  atravesado  sin  resistencia  los  Alpes.  León  X 
que  por  algún  tiempo  se  habia  mostrado  indeciso  y  sin 
propender  ni  al  Rey  Femando  ni  á  Francisco,  así  que  se 
persuadió  de  los  conatos  de  este  sobre  Hilan ,  se  habia 


(1)  V.  Documento  adra.  83. 

(2)  Gnicciardini  y  Jovío,  íbí. 


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256 

unido  ya  en  julio,  annque  con  gran  reserva,  á  la  liga  for- 
mada eatre  al  Emperador,  el  Rey  Católico,  el  duque  de 
Hilan  y  los  saiios.  Mochos  de  estos  por  conaecueHcia  de 
lo  capitulado  entonces  habían  bajado  á  Hilan  para  áu  de- 
fensa. El  Papa  con  el  mismo  objeto  había  enviado  tam- 
bién á  BD  sobrino  Lorenzo  de  Médicis  con  la  gente  de  ar- 
mas, de  la  Iglesia  y  de  Florencia ,  pero  aparentando  á  fin 
de  engañar  á  Francisco  1 ,  que  sd  objeto  no  era  otro  que 
prot^er  á  Parma ,  Plasedcia  y  Beggio  con  que  se  pro- 
ponia  aumentar  el  patrimonio  de  San  Pedro.  El  virey  Car- 
dona por  último,  ateniéndose  á  las  órdenes  del  Rey  Ca- 
tólico ,  trataba  de  unirse  con  la  gente  de  España  á  los 
suizos  para  dar  junios  batalla  cuando  la  ocasión  llegase,  á 
los  franceses ;  mas  tenían  estos  tantoay  tan  eficaces  agen*  - 
les  y  partidarios  entre  los  suizos ,  que  el  virey  andaba 
muy  desconfiado.  Temía  que  en  vez  de  sinceros  aliados 
no  se  encontrase  algún  dia  con  enemigos  abiertos,  y  cogi'^ 
do  entre  ellos  y  los  franceses;  por  lo  cual  se  limitó  ó  opo* 
neral  paso  de  estos  á  Próspero  Colona,  que  cayó,  como 
queda  dicho,  prisionero  en  Vitlafranca  (1). 

Desde  allí  y  pasando  por  Turin  se  encaminaron  los 
franceses  á  Hilan.  Antes  con  todo  de  entrar  en  aquel  du-* 
cado ,  no  queriendo  el  Rey  Francisco  dejar  ¿  so  retaguar* 
dia  nada  que  le  fuese  hostil ,  dispuso  apoderarse  de  las 
plazas  de  Novara  y  Pavía.  En  tanto  que  él  en  persona  y 
con  gente  suficiente  se  enseñoreaba  de  la  última ,  Pedi-o 
Navarro  con  sus  gascones  se  presentó  delante  de  Novara. 
Sin  dar  la  ciudod  indicios  de  quererse  defender  se  apre- 
suraron los  vecinos  á  rendirsela ;  pero  como  la  guarnición 
del  castillo  no  se  mostrara  tan  dócil ,  Navarro  que  deseaba 

(1)  Pedro  lUrtin ,  Efiíiola  C49  y  S53.— Guiccurdini  y  Zuri- 
ta, ibi. 


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2r.G 

adquirir  humos  laurelee,  plantó  la  artillería  cor.tra  el  cas- 
tillo Y  le  batió  con  tan  arrebatada  furia  que ,  á  las  pocas 
horas  viniendo  á  tierra  y  con  grande  estrépito  lo  mas  alio 
de  las  murallas,  bastiones  y  torre  del  castillo,  amedren- 
tado su  alcaide  se  rindió  cotí  toda  la  guarnición ,  salvas 
las  vidas  y  equipajes  [i). 

Desde  Novara  hay  quien  dice  que  Navarro  envió  al  vi* 
rey  Cardona  la  renuncia  do  su  condado  para  que  se  la  re- 
mitiera al  Rey  Católico  (2).  Tan  excusada  diligencia  cuan- 
do estaba  ya  vengando  $us  injurias ,  nos  descubre  en 
Navarro  un  orgullo  que  contradice  abiertamente  cuanlo 
refirieron  otros  de  su  pesar  y  lágrimas  al  saber  las  dil^en* 
cias  del  Rey  Católico  para  lograr  su  libertad  y  sacarle  de 
la  prisión.  Lo  doloroso  y  triste  en  tal  caso  es  ver  que  Na- 
varro, aquel  esforzado  capitán  que  habia  sobresalido  en- 
tre todos  en  la  guerra  de  Ñápeles,  que  se  habia  mostrado 
valentísimo,  así  consli  ingenio  como  con  su  persona,  y  que 
babia  obrado  como  un  valeroso  soldado  y  fuerte  y  fdelisi- 
mo  jefe ,  como  el  Rey  Católico  le  llamaba  en  el  título  que 
le  despachó  del  condado  de  Olívelo  (5) ,  pasase  ahora  por 
la  humillación  y  supiera  la  posterioridad  que  al  conferir 
el  Católico  el  mismo  condado  al  virey  Cardona  en  diciem- 
bre del  mismo  año  de  1615,  dijera  que  se  le  confcria  por 
sus  grandes  y  notorios  servicios ,  y  |)or  la  notoria  rebetim 
é  in^elidad  de  Pedro  Navarro  a  quien  se  le  habia  dntci 
concedido  (4). 

(1)  Iotío,  lib.  IK...  Navarro  ipii  oppugnaret  nfgotium  licdíi. 
fue  Botii  decaris  eupiditi,  lukveetU  emiinuo  lormenris,  cOnstilulU- 
que  operiiui  lanía  vi  etc. 

[i)  Perreras,  ííno/jjw,  ele.,  Utm.  12,  aSo  de  15*5. 

( 3)  Véase  la  pig.  95  y  el  docameato  aitm.  8. 

{k)  V.  Uocumento  nüm.  30. 


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257 

Duefio  Francisco  I  de  Pavía  y  do  Novara ,  se  adetan- 
tó  con  su  ejército  á  Hilan.  Gomo  nacía  tiempo  que  trataba 
coD  los  suizos  para  apartarlos  de  la  liga,  juigó  que  acer- 
cándose á  ellos,  se  tos  atraería  mejor.  Eran  veinte  mil  ó 
mas  los  que  mandados  por  el  cardenal  Seduoense  ó  de 
SioD  (i),  hombre  sumamente  belicoso,  estaban  reunidos 
en  Milán.  Si  Francisco  I  lograba  separarlos  de  los  domas 
coligados ,  daba  diesde  luege  por  vencidos  á-  estos ,  y  en 
caso  contrario  lograba  impedir ,  y  eso  le  conducía  al  mis- 
mo objeto ,  que  se  uniese  á  ellos  el  virey  Cardona  con  los 
espadóles;  siempre  receloso,  y  no  sin  razón,  así  de  U  in- 
constancia de  los  suizos  como  do  Lorenzo  de  Hcdícis  ge- 
neral del  Papa  (2). 

Tan  astuta  combinación  no  tardó  en  producir  su  efec- 
to. Apenas  Cardona  supo  que  el  ejército  francés  había  lle- 
gado á  Lodi ,  y  los  venecianos  pasado  el  Adda  para  jun- 
tarse con  él,  que,  temiendo  ser  derrotado  en  donde  so 
encontraba,  proveyó  á  su  seguridad.  Retiróse  al  otro  lado 
del  Pó ,  pasándole  al  Frente  de  Plasencia  por  un  puente 
de  barcas  que  dispuso  y  cuya  defensa  encomendó  al  va- 
liente Juan  de  Urbina  (3).  Desesperados  mientras  tanto  loa 
suizos  de  que  el  vírey  y  los  españoles  no  se  les  unieran 
para  dar  juntos  batalla  al  ejército  francés  que  tan  cerca 
tenían,  reputando  la  inacción  como  una  afrenta  á  su  valor 
y  buen  nombre,  se  fueron  solos  y  altivos  á  buscarle  (4). 

(1)  Seduaum ,  Sion,  ciudad  del  Cantón  de  Valais  en  Saíza. 
(3)  Gnicciardini ,  ibi.^-Jovio,  íbi. 

(3)  Jotío,  íbi..,  Joatutem  Dariiaum  aá  tulelam  cum  cohorte  el 
lormentii  prafeeerat  etc. 

(4)  Gnicciardiai  y  Jovia  refieren  eiteiisamente  todos  estos  nio- 
vimíealos  y  como  los  suizos  se  ainotiuBron  por  falta  de  pagas,  y  se 
apaciguaron  Inego  que  recibieron  el  dinero  que  les  enviaron  el  Pupa 
y  el  Bey  de  España. 

Tomo  XXV.  17 


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258 

La  batalla  de  Marignano  ó  Marinan  llamada  Um))¡ea 
(le  San. Dónalo,  que  á  semejante  arrojo  se  siguió,  pasó  por 
la  mas  encarnizada  tal  vez  que  hasta  entonce»  se  hubiese 
visto  en  Italia.  Después  de  haber  exhortado  el  cardenal  de 
Sion  á  los  suizos  (1),  presentándose  delante  de  sus  escua- 
drones con  su  capelo  y  ropa  de  grana,  precedido  de  la 
cruz  y  montado  en  un  caballo  de  guerra ,  y  después  de 
haberlos  absuelto  de  todos  sus  pecados  por  autoridad  pon* 
tiQcia.  acometieron  á  los  franceses  con  un  ímpetu  que  no 
es  fácil  describir.  En  los  dias  Í3  j  14  de  j$eliembre  que 
-duró  el  combate,  ni  aun  por  la  noche  se  descansó.  Hubo 
en  ella  encuentros  parciales  y  la  arlilleria  estuvo  sin  cesar 
tirando.  Si  los  esguízaros  ó  suizos  despreciando  á  loa  fran- 
ceses,  tudescos  y  gascones  ostentaron  un  valor  que  fué 
calificado  de  bárbaro;  si  atravesaron  con  asombrosa  intre- 
pidez i&s  zanjas  y  fosos  que  rodeaban  el  campo  enemigo; 
y  si  por  último  se  lanzaron  contra  su  artillería  como  se  ar- 
roja  el  oso  atravesado  con  el  venablo  contra  el  cazador  que 
le  hirió  (3);  los  capitanes  franceses  dirigieron  con  grande 
acierto  su  gente  y  mostraron  principalmente  una  docili- 
dad y  paciencia  que  no  se  les  conocía  todavía.  Su  Rey 
Francisco  1  que  apenas  contaba  veinte  y  dos  años ,  Testido 
con  una  sobrevesta  Real  de  color  azul  seinbi'ada  de  floree- 
lises  de  oro  (5),  apareció  realmente  tan  animoso  como  Pir- 
ro,  y  no  es  temeridad  decir  que  á  su  actividad ,  á  sos  va- 
lerosas excitaciones  y  ejemplo,  y  al  mantenerse  veinte  y 


(1)  Guicciardini ,  ibi.,  refiere  su  larga  arenga. 

(2)  Pedro  Mértir,  Epítioia  SSG.-íielt'etií,  latiquam  tirsi  aJvtrta 
iteafJiuU  hasta  in  vulaeroHtem  venatorem  ,  fastat  traiuiliunl  ubi  la''' 
minia  eranC  galltea. 

(3)  Jotío,  lib.  15,  cap.  12  de  la  tradaccion  de  Bae7^,  á  qa'e- 
oes  seguimos 


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259 

siete  horas  á  cobalto ,  buscando  á  unos  y  llamando  á  otros, 
se  debió  en  gran  parle  <{ue  se  mantuvieran  sus  gentes  uní* 
das  cuando  comenzaban  á  disperaarse,  y  lo  hubieran  eje- 
CQtadú  á  no  contenerlas  la  oscuridad  de  la  noche  y  la  ig- 
norancia  de  los  caminos  (1). 

Pero  quien  sobre  todos  campeó  en  aquella  jornada 
cíHi  brillo  igual  sino  superior  á  las  anteriores ,  Tué  el  afran- 
cesado Pedro  Navarro,  combatiendo  ya  contra  su  Rey, 
cbyo  embajador  Diego  del  Águila  acompañaba  al  cardo- 
nal y  á  los  SUÍ203.  Juntando  como  siempre  su  valentía  á 
su  iodustria ,  se  mostró  á  la  vez  ingeniero  y  general.  Cor* 
respondió  amplíammente  á  lo  que  el  Rey  Francisco  se 
prometiera  al  alrDérsele  á  su  servicio;  y  el  estrellarse  en 
aquella  ocasión  contra  su  infantería  gascona  la  tan  afama- 
da de  los  suizos,  ¿cómo  se  puede  dudar  de  que  se  debió 
á  la  serenidad  y  conocimiento  de  su  fuerza,  que  como  en 
fiavena  á  la  española,  había  sabido  inspirarle?  Asi  es 
que  Paulo  Jovio,  su  amigo,  que  conoció  y  trató  á  muchos 
do  los  que  pelearon  en  Marinan,  y  habló  sobro  ello  con 
el  mismo  Rey  Francisco,  en  la  elegante  y  minuciosa  des- 
cripción de  tan  sangrienta  batalla ,  no  puede  menos  de 
referir  la  parte  tan  importante  queá  Navarro  correspon- 
dió en  aquel  triunfo  notable. 

"  Iban  entre  los  suizos,  diremos  siguiendo  á  su  tra- 

•  ductor,   algui;os  hombres  de  extraordinario  esfuerzo, 

■  aunque  bárbaro  y  desatinado ,  Conviene  á  saber ;  Pclc- 
vgrino  Landembei^,  Cencio  Amerer  y  Rodolfo  el  Largo. 

•  Tenían  estos  puestas  en  la  delantera  tres  compañías  do 

■  aventureros ,  hombres  valentísimos.  Ven  llegai.do  á 


(1)  Pedro  Mártir,  ibi.  Gidloram  txfreituí  jam  disetudeia/iir, 
id  rexipsi!  Pjrrha  amminior  acUs  ciicumcuriistet  actum  era   vlu. 


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260 

>  TJsla  de  los  franceses  encendiéronse  al  momenlo  con  luí 

>  gran  deseo  de  pelear  que  aunque  los  demás  capitanes 

>  con  consejo  mas  sano  mandaban  que  parasen  las  ban* 

■  deras  y  que  tomasen  primero  lugar  para  sus  atojamíea- 

>  tos  j  descansasen  los  soldados  del  trabajo  del  camino, 

■  no  pudieron  ser  detenidos  que  al  momento  no  fuesen  á 

■  cerrar  con  los  enemigos...  Los  tres  escuadrones  del 

>  ejército  francés  que  parecían  tres  enteros  ejércitos ,  ea- 

■  laban  alojados  en  tres  cuarteles  para  que  cuando  fue- 
»  se  necesario,  socorriesen  mas  sueltamente  los  unos  á 

•  los  otros,  y  para  este  efecto  lodos  tres  cuarteles  estaban 

•  en  un  lugar  alto  y  fortísimo,  cercado  alderredor  de 

■  muchos  fosos  hechos  por  los  labradores  para  regar  los 

■  campos.  Demás  de  los  cuales ,  Pedro  Navarn  babia, 

■  según  convenia ,  hecho  nuevos  reparos  y  puesto  contra 

>  los  enemigos  escudos  grandes  hincados  en  el  suelo  y 

•  atados  con  gruesas  sogas ,  para  que  los  gascones  cubier- 

•  tos  con  ellos  tirasen  contra  los  enemigos  mas  cierta  y 

■  seguramente  saetas.  £sla  forma  de  los  alojamientos  y 

■  sitio  del  lugar  entendieron  luego  (y  reconocieron)  Mu- 
»  cío  Colona  (1)  y  algunos  capitanes  esguízaros,  que  ha* 

>  hiendo  también  notado  un  lugar  acomodado  en  que  su 

>  gente  se  podía  alojar ,  el  cual  era  un  hondo  llano  cerca- 

■  do  por  ambos  lados  de  un  canal  de  un  rio  que  iba  á 

•  unos  molinos .  trabajaban  por  persuadir  á  los  esguízaros 

>  que  se  alojasen  allí  y  que  antes  de  haber  refrescado  sus 

•  cuerpos  con  sosegar  y  comer  no  quisiesen  dar  temerá- 

■  riamente  la  batalla...  Entre  otras  razones,  les  reque- 

■  rian  que  mirasen  que  acometían  á  los  franceses  con  mal 

>  agüero.  Porque  por  antigua  experiencia  que  dello  tenia 

(I )  Condoiiiere  de  la  Chusa  le  Ibina  Gniccidnlini ,  ibi. 


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261 

>  su  nación  el  día  de  la  semana  en  que  al  principio  de 
B  cada  año  se  celebra  la  memoria  de  los  inocenles  que 

■  Herodes  mató  que  venia  á  ser  el  1 3  de  setiembre ,  era 

>  dia  infelice  y  desdichado.  Pero  como  un  furor  y  fatal 

•  locura  hubiese  quitado  la  obediencia  á  los  soldados  y  el 

•  autoridad  á  {os  capitanes  (cosa  que  jamás  se  había  visto 

>  en  campo  de  esguizaros)  arremetieron  los  mas  valien- 
a  tes  y  trobaron  una  batalla  terrible  con  los  gascones  y 

•  alemanes...  Estaba  delante  del  artillería  de  los  franco* 

>  ses  un  moy  grao  foso  que  sin  osadía  y  peligro  grandísimo 

•  DO  se  pedia  pasar .  y  en  su  defensa  estaba  Pedro  Navar- 
»  TB  coa  algunas  compañías  de  infantería  y]  con  alema- 

■  nes  valerosísimos  muy  cerrados  en  ordenanza.  Allí  sin 

■  dudar  punto  arremetió   un    escuadrón    de   animosos 

■  mancebos  esguízaros.  teniendo  mas  cierta  la  muerte 

>  que  la  victoria.  Eran  todos  estos  de  edad  floreciente  y 

>  de  valor  mas  estremado  que  los  demás  soldados  de  to- 

■  dos  los  cantooes .  los  cuales  conforme  á  la  antiquísima 

•  costumbre  de  so  nación ,  suelen  pedir  las  mas  trabajo- 

>  sas  empresas  de  las  batallas  é  ir  muchas  veces  con  una 

■  pestilencial  honra  á  tomar  claramente  la  muerte  con 

>  sus  manos  para  alcanzar  en  edad  nueva  principales  ofi- 

>  cíos  en  la  guerra  con  hacer  alguna  hazaña  de  notable 

■  valor.  Llaman  á  estos  por  su  desatinada  fortaleza  los 

>  Perdidos,  y  honranlos  mucho  como  á  hombres  á  quien 

■  tienen  admiración ;  y  permíteseles  por  privilegio  de 

■  su  valor  que  traigan  bandera  y  sean  capitanes  de  infan- 

>  tería ,  y  en  todo  el  tiempo  de  SD  vida  llevan  paga  dobla- 

■  da.  Estos  perdidoe  no  se  diferencian  entre  los  demás 

•  con  otra  iosignia  de  su   felice  osadía ,  sino  con  unos 

•  muy  blancos  manojos  de  plumas  que  á  su  uso  de  capi- 

>  lañes  traen  bravosamente  puestos  en  los  capeletes.  Ha- 


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262 

•  Liendo  pues  orremelido  estos  con  gran  ánimo  hechos 

>  un  escuadrón  contra  las  pelotas  del  artillería ;  como  ha- 

•  hiendo  reccbido  gran  daño  peleaseq  lai-go  tiempo  recia- 

■  mente  dende  un  lugar  muy  alto  y  desaventajado,  en 

•  lin  haciendo  con  au  obstinada  furia  retirar  á  los  alema- 

■  nes,  y  rebatiendo  la  infiintería  de  Pedro  Navarro  pasa- 

■  ron  por  encima  de  montones  de  cuerpos  muertos  hasta 

■  donde  el  arlilllería  estaba,  y  habiendo  tomado  siete 

■  piezas  cerráronse  olra  vez  en  escuadrón,  y  muy  lie» 

■  nos  de  confianza  dieron  sobre  los  que  se  retiraban  y  des- 

•  ordenaron  toda  la  primera  ordenanza  de  la  vanguardia. 

>  Viendo  este  peligro  Borbon  (el  duque  de)  y  Trivulcío .... 

•  hicieron  pasar  adelante  por  muchas  partes  su  caballe- 

■  ria ,  procurando  con  todas  sus  fuerzas  y  maneras  posi- 
» bles  reparar  su  batalla  que  andaba  desordenada.  Asi 
»  mismo  Pedro  Navarro  no  faltaba  á  los  suyos,  antes  re- 

•  prendiendo  á  unos  y  preguntando  á  otros  si  hablan  ve- 

■  nido  solamente  de  los  montes  Pirineos  y  do  los  últimos 

>  fines  del  mar  Océano  á  volver  las  espaldas  y  huir  afren- 

>  tusamente  de  la  batalla  apenas  habiendo  visto  á  tos 

■  enemigos,  les  decia  que  cobrasen  ánimo  y  usasen  pres- 

>  lamente  de  sus  arcabuces  y  ballestas ,  y  se  reformasen 

>  un  poco  en  tanto  que  les  reforzaba  los  lados  con  nuevo 

■  socorro  de  caballería ;  y  que  pensasen  de  enmendar 

■  aquel  dia,  peleando  esforzadcmente ,  el  nfrenta  que  por 

■  cobardía  ó  mala  dicha  recibieron  peleando  en  Ravena." 

■  Desta  manera  como  á  un  mismo  tiempo  arremetiese 

■  gran  caballería  y  los  gascones  cobrasen  ánimo  de  ver- 

■  güenza  con  las  amonestaciones  de  Pedro  Navarro,  y  los 
a  alemanes  se  tuviesen  recio  do  vergüenza  é  ira.  reno- 

>  TÓse  una  terrible  batalla.  Cesaron  con  horrible  ruido  de 

•  arinas  y  artillería  ambas  batallas.  Las  banderas  fueron 


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263 

>  arrebatadas ya  los  esguizaros  así  por  haber  pasado 

>  aquel  malísimo  foso  como  por  haber  tomado  con  gran 

■  valor  el  artillería  ;  rebatido  la  inraotería  y  desordenado 

>  ios  caballos  j  tomado  lodo  el  lugar  de  dó  babian  echado 

•  á  los  frauReses,  llevaban  lo  mejor  de  la  batalla  cuando  el 

•  Rey  FraDcisco . . .  llegó  á  admirable  tiempo  con  la  banda 

•  ne^a  y  con  gran  caballería .  y  él  mismo  con  una  sobre- 

>  vesla  real  de  color  azul  sembrada  de  llordclíses  de  oro 

•  hacíéudose  generocamente  conocer  de  los  suyos  y  de  los 

>  enem^os  pasó  basta  la  delantera  de  la  batalla  y  birien- 

>  do  animosamente  á  los  esguizaros  y  arremetiendo  su  ca- 

>  hallo  á  una  parte  y  á  otra  peleaba  con  los  mas  vahen- 

•  tes,  y  DO  con  palabras   y  amonestaciones   solameole, 
»  sino  también  con  notable  ejemplo  de  verdadero  valor 

>  encendia  y  animaba  á  los  suyos Pelearon  sin  cesar 

•  si^e  horas.  Por  que  aunque  el  sol  se  puso  en  medio  del 

■  fervor  de  la  batalla,  la  luna  que  en  aquel  tiempo  re- 

•  lumbraba  de  noche ,  dio  con  su  claro  resplandor  lugar 

■  para  que  ambas  batallas  meneasen  las  armas ....  pero 

•  como  al  ñn  la  luna  se  cubriese  con  nubes ,  todos  cansa- 

•  dos  de  trabajo  y  de  las  heridas  y  embotadas  jas  armas 

>  buscaban  lugar  para  reposar ;  y  en  aquel  medio  andan- 

■  do  perdidos  y  errados  "los  unos  y  los  otros  derribaban 

>  eruelisimamente  á  los  compañeros  y  á  los  coemigos  dan- 

•  do  ciegos  y  desatinados  golpes y  el  artillería  aun- 

>  que  hacia  escuro,  nunca  cesó  en  toda  la  nocije ,  aunque 

•  como  se  disparaba  á  bulto ,  espantaba  mas  que  hacia 

>  daño." 

"El  Cardenal  Sedunense  que  ni  en  esperanza  ni  en 

■  cuidado  ni  en  trabajo  había  faltado  á  los  suyos  perdióse 

•  con  la  escurídad  y  vino  á  dar  entre  los  alemanes ;  pero 

■  imitando  con  una  voz  muy  áspera  su  lengua  escapó  del 


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SG4 

>  peligro ,  y  pasantlo  el  foso  se  vino  á  las  casas  que  est»- 

■  bao  ardiendo,  donde  (los  capitanes}  Rost  y  Ainglard... 

■  habían  con  una  gran  trompeta  hecho  señal  de  recoger, 

■  para  que  los  esguizaros  que  an&iban  perdidos  y  espar- 

>  cidos  acudiesen  á  sus  banderas.  Era  aquella  trompett 

•  una  bocina  grandtjsjma  de  un  buey  salvaje,  con  la  boca 

•  guarnecida  de  plata  befada ,  la  cual  han  heredado  los 

>  esguizaros  de  sus  antepasados  y  guardado  con  grab  coi-e 

>  dado  y  religión  tos  de  Uri  que  fueron  autores  de  la  \i-. 

>  bertad  de  los  eguízaros  •  •  ■  y  estuvieron  ambos  ejércí-r 

■  tos  suspensos  y  con  temor,  sin  dormir  toda  la  noche . . . 

>  El  cardenal  y  los  demás  capitanes  que  se  veian  engaña- 

■  dos  de  su  primera  opinión ,  pues  aunqae  habiati  desor- 
«  denado  con  gran  daño  á  los  franceses  no  los  habian  ve*- 

>  cido  á  la  primera  arremelád». . .  determinaron  de  en- 

>  yiar  a  Milán  á  pedir  todo  género  de  socorros ...  El  Rey 

•  Francisco ,  aunque  se  veía  libre  de  tan  gran  miedo  y 

•  peligro,  y  aunque  le  parecía  que  se  habia  tenido  muy 

■  bien  con  aqvellos  valerosísimos  bómbices,  con  todo  eso 
»  congojado  con  el  peligro  que  quedaba  ,  estaba  esperan- 
»  do  el  fm  de  aquella  alterada  noche  y  el  sopeso  de  la  ín- 

•  cierta  fortuna,  suspenso  como  con  el  último  cuidado  que 
»  puede  haber  en  este  mundo'. . .  ardiendo  de  sed  y  del 

>  continuo  trabajo  de  aquel  dia,  no  dio  al  cuerpo  mas 

•  descanso  de  cuanto  alzó  la  visera  del  yelmo  para  respi- 
»  rar  y  se  arrimó  un  rato  á  un  tiro  de  artillería  mientras 

>  mudaba  otro  caballo ,  y  en  mudándolo  entendió  en  ba- 

>  cer  oficio  de  capitán  y  envió  correos  á  (Bartolomé  de) 

>  Liviano  (4),  diciéndole  que  al  momento  viniese  con  el 

•  ejército  veneciano  y  retiró  su  campo  un  poco  atrás, 

(I)  Guicciardioij  Alt-iaiu, 


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263 

>  aprobando  en  esto  su  parecer  los  capitanes,  á  los  cua- 

■  les  había  hecho  juntar  en  una  rueda  donde  tomaron 

>  consejo  á  caballo . . .  Demás  de  esto,  tomando  consigo 
»  gran  número  de  caballos  mandó  á  Borbon  j  al  duque 

■  de  Alanzon  que  se  pusiesen  iguales  y  derechos  á  sus 

■  lados  el  uno  á  un-  lado  con  el  avanguardia  y  el  otro 
«  al  otro  con  la  retaguardia .  de  tal  forma  que  al  que  se 

>  ponia  con  la  batalla  Tronlero  de  lo$  esguizaros,  hiciese 

>  COD  8u  gente  oficio  de  avanguardia  y  se  pudiera  apro- 

■  Techar  como  de  dos  alas  de  aquellos  dos  escuadrones 

>  paestos  á  la  diestra  y  á  la  siniestra." 

"No  lejos  de  donde  el  Rey  estaba  Pedro  Navarro  y 

>  gran  muchedumbre  de  alemanes.  Como  despartiéndose 

■  la  batalla  con  la  oscuridad  de  la  noche  no  pudiesen  sa- 

>  ber  el  estado  de  su  campo  ni  la  voluntad  del  Rey ,  hin- 

■  carón  en  el  suelo  sus  banderns  y  refirmándose  en  donde 
>les   tomó  la  noche  se  habinn  estado  quedos.   El  Bey 

■  Francisco  queriendo  ver  por  eus  ojos  que  tal  era  el  sitio 

■  de  los  fosos  y  el  espacio  del  camino  que  había  en  medio 
»  y  la  cantidad  del  camino  real ,  pasó  á  vista  de  los  esgui- 

•  zares  acompañado  de  pocos  caballos,  y  como  esclare- 

•  ciese  poco  á  poco  el  dia,  con  la  venida  del  alba  fué  á 

•  animará  los  alemane&. y  haciéndoles  grondes  pro-^ 

>  mesas  les  contaba  las  injurias  y  daños  que  los  c^uízaros 

■  mas   por  favor  de  la  fortuna  y  malos  lugares  y  tra- 

•  bajoso  estado  de  los  tiempos  que  por  verdadero  valor 

•  habían  hecho  c^  tiempos  pagados  á  los  alemanes 

■  Acabado  esto  hizo  olra  tal  oración  animando  la  caballe- 

>  ría  francesa ,  diciéndotes  que  no  quisiesen  apartarse  del 

•  antiguo  valor  de  sus  antepasados,  que  en  todos  los  si' 

■  glos  y  tiempos  hicieron  vcnlaja  á  tod^s  las  naciones  en 

•  gloria  do  caballería." 


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266 
"No  era  menor  el  ánimo  y  esperanza  con  que  los  es- 
•  guizaros  ordenoban  sus  batallas ,  aunque  como  la  mayor 

■  parte  dello3  habían  por  diferentes  casos  parado  en  dife- 

■  rentes  lugares  y  aun  en  el  mismo  fuerte  de  los  france- 
>ses.  no  habían  refocilado  sus  cuerpos  con  ningún  man- 
ejar y  asi  apenas  con  sus  feroces  ánimos  podían  suslentar 
>8us  miembros,  que  á  pedazos,  como   dicen,  se  les 

■  caían Algunos  de  sus  principales  capitanes,  viendo 

■  con  la  luz  del  día  el  mal  lugar  en  que  estaban,  eran  de 

■  parecer  que  no  debían  pelear ,  pareciéndoles  que  en  la 
»  batalla  pasada  habían  ganado  harta  honra  y  quebrantado 

■  el  orgullo  de  los  franceses;  y  así  rogando  y  suplicando 
» y  poniendo  delante  sus  personas ,  procuraban  detener 

•  las  banderas  y  escuadrones  do  los  suyos  que  ya  tiraban 

■  adelante;  pero  viendo  que  no  adelantaban  nada,  deja* 

■  ron  el  negocio  &  la  fortuna  y  á  la  voluntad  de  los  sóida- 

>  dos.  Y  asi  Hodolpho  Segns ,  Visembach  de  Ondervald, 

•  Ulderíc  lotf  y  Zambron  capitanes  animosos  y  de  valor 

■  igrandísimo ,  habiendo  concertado  entre  si  la  orden  c<m 

•  que  habían  de  trabar  la  batalla,  entraron  por  dos  partes 

■  en  ella  con  sus  banderas." 

Sigue  luego  contando  Jovio  y  traduciendo  Baeza  con 
el  mismo  estilo  los  furiosos  ataques  de  los  suizos  contra 
los  franceses,  y  como  su  segundo  escuadrón  puso  tan  gran 
espanto  en  la  gente  del  duque  de  Alanzon  "  que  la  mayor 

•  parte  de  la  caballería  cayendo  muerto  Beamonle  su  al- 
» ferez  y  siendo  muchos  muertos  i  la  primera  arremetida 

■  volvieron  las  espaldas  y  á  rienda  suelta  comenEaron  á 

>  huir  por  el  camino  de  Lodí ;  lo  que  fué  causa  de  que  los 

■  labradores  y  muchas  espías  que  andaban  en  aquellos 

■  campos,  como  vieron  que  los  franceses  huían  entre  el 
B bagaje,  pensaron  que  el  Bey  Francisco  habia  sido  vea- 


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267 

*ciüo  en  la  batalla  y  escribieroa  por  toda^Italio  que  los 

•  esguízaros  habian  habido  TÍctoría  y  cierto  la  batalla  cor- 

>  riera  por  aquella  parte  grandísimo  peligro ,  si  Emar  de 

>  Prie  y  Aubigni  capitanes  muy  prácticos  que  estaban  con 

>  el  duque  de  Alanzon  reprendiendo  á  los  que  huian  y 

•  juntando  las  banderas  y  cerrando  los  soldado^,  no  sus- 

■  tentaran  con  trabajo  grandisimQ  la  batalla.  Fué  también 

■  gran  ayuda  para  los  franceses  que  ya  andaban  desbara- 

■  tadoB,  que  á  aquel  punto  llegó  Liviano  corriendo  con  la 

•  banda  de  los  hombres  de  armas  nobles  y  tras  él  venia  el 

>  resto  del  ejército  veneciano.  Por  que  este  como  era  ami- 
ago  de  pelear  y  de  mostrar  su  valor,  sin  dudar  punto. 

>  mandó  á  los  suyos  que  te  siguiesen  y  cerró  de  través  con 

>  los  e^uízaros;  pero  recihiéroule  animosamente  dos  com-. 

■  pañías  de  esguízaros  y  revolviendo  hacia  él  sus  hnnde- 

>  ras,  hiriendo  á  muchos  y  matando  á  Cepino  hijo  del  con^ 

•  de  de  Pitillano.  mancebo  de  gran  esperanza,  hicieron 

•  retirar  lejos  aquella  caballería  que  animosamente  daba 

>  sobre  ellos.  Pero  en  fin ,  la  venida  de  esta  nueva  gente 

•  mas  que  sus  fuerzas  amedrentó  aquel  escuadrón  do  es- 

■  guizaros,  porque  pensaron  que  estaba  ya  allí  todo  el 

>  ejército  veneciano  ,  que  á  la  verdad  estaba  cerca.  Y  así 
'Comenzaron  á  mirar  manera  como  salvar  sus  vidas;  y 

■  unos  medio  muertos  de  cansancio,  heridas,  sed  y  su- 

■  dor  se  fueron  á  unas  huertas  cercanas  donde  fué  muer- 

>  ta  gran  parte  de  ellos otros  se  retirartm-  á  un  lugar 

•  cercano  y  habiéndose  defendido  mucho  con  la  puerta  y 

•  con  los  muros al  cabo  como  se  pegase  fuego  al  lu-- 

•  gar  por  consejo  de  Liviano,  murieron  crudelísima  muer- 

•  te  combatida  de  llamas  y  artillería  :  los  demás  que  aada- 

■  ban  desbaratados  y  se  retiraban  al  escuadrón  grande  de 

•  los  suyos,  fueron  sin  escapar  uno  destruidos  de  la  caba* 


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268 

>  liona  que  por  aquella  rasa  campaña  los  iba  siji^ienilo. 

>  3Í  no  so  cerraran  por  consejo  y  valor  do  sus  soldados  vi&> 
>jos,  qiio  en  aquel  gran  trabajo  no  olvidaron  la  buena 
»  disciplina  ni  faltaron  á  sí  ni  á  tos  suyos ,  por  que  así  cen 
*rados  pasaron  ol  foso  y  so  retiraron  á  los  suyos." 

En  cuanto  al  tercer  escuadrón  de  esguízoros  que  pe- 
leaba contra  el  duque  de  Borbon  y  Trivulcio,  concluye 
Jovio  con  que  viendo  el  mal  suceso  de  la  batalla  ó  que^ 
riendo  vengar  sus  enemistades  y  parcialidades...  "comen* 

>  zaron  á  volver  sus  banderas  hacia  Milán  sin  jamás  querer 

•  entrar  en  la  batalla  ó  de  traición  ó  perdidos  de  miedo... 

•  Pasando  esto  de  esta  manera  los  otros  esguízaros  que  de- 
( jamos  peleando  cerca  de  la  batalla  del  Rey ,  como  arre- 

>  balados  de  Ira  y  desatinado  furor  defendieron  su  lugar 
a  con  mas  obstinación  de  ánimo  que  con  fuerzas ,  y  como 

•  viesen  delante  de  sí  otra  nueva  infantería  de  alemanes... 

•  perdieron  la  esperanza  de  victoria  é  jhicieron  señal  de 

■  recoger.  Por  que  habían  poco  antes  recehido  gran  daño 
»  cerca  del  foso .  porque  los  ballesteros  gatcones  los  pasa* 

•  ban  dende  un  lugar  alto  donde  estaban  tirando  increíble 

•  muchedumbre  de  saetas.  Por  que  estos  ballesteros  po- 

■  niéndose  cabo  los  arcabuceros,  pora  que  los  unos  y  los 

■  otros  tuviesen  lugar  para  armar  sus  arcabuces  y  bailes- 
otas,  dándose  tugar,  á  veces  tiraban  unos  tras  otros  con 

•  tal  orden  que  arrojando  una  perpetua  tempestad  de  pelo- 
tías  y  flechas  (lo  cual  pueble  reputarse  por  un  principio 

•  de  nuestro  fuego  graneado  inventado  por  Navarro  y  pro- 
» Itado  ya  en  tan  solemne  ocasión  ] ,  el  batallón  de  los  es- 

•  guízaros  queriendo  en  vano  ayudarse  de  sq  valor,  era 

■  destruido  sin  tomar  ninguna  venganza." 

"Despartida  la  batalla  como  Rosl-Rona  y  Anglardo  y 

>  otros  no  pudiesen  avisando  y  mandando  proveer  á  tanta 


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269 

•  y  tan  desordenada  muchedumbre  ni  cumplir  fácilmente 

>  su  oGcio  de  capitanes ,  los  mismos  soldados ,  aunque  es- 
»taban  aDigidos  con  todos  tos  males  posibles,  ordenaban 

•  lo  que  camplia  con  admirable  esfuerzo  y  notable  destrc 

•  za ,  porque  no  pareciese  que  huían.  T  asi  teniendo  cui- 

•  dado  de  los  heridos ,  cada  dos  soldados,  conforme  á  la 

•  flaqueza  de  cada  herido ,  los  llevaban  con  grandísima 

>  piedad  sobre  sus  brazos  y  hombros ,  y  volviendo  sin  fal< 

•  tar  una  todas  las  piezas  de  arlillería  que  sacaron  de  Mi- 

>  lan.  fortificaron  su  retaguardia  con  los  soldados  que  e»- 

■  taban  mas  descansados.  ¥  marchaban  por  el  camino  real 

■  con  paso  tan  refirmado  que  en  su  partida  no  habia  cosa 

■  ninguna  que  pareciese  huida.  Porque  los  franceses  no  los 

•  podían  acometer  sin  dificultad,   porque  el   camino  por 

■  donde  marchaban ,  tenia  por  ambos  lados  hondos  y  con- 

■  tinuos  fosos,  y  habiendo  estado  armados  en  la  batalla 

■  veinte  horas  continuas,  teniendo  muchas  veces  la  viclo- 

■  ría  muy  dudosa ,  como  lodos  estuviesen  manando  sudor 

>  y  sus  caballos  se  cayesen  de  cansados,  y  tuviese  casi 

•  perdidos  los  sentidos  del  ver  y  del  oir  con  muy  espesa 

■  escuñdad  de  la  polvareda  que  se  habia  levantado  y  con 

>  el  perpetuo  y  horrible  estfuendo  del  artillería ,  cesaron 

■  de  seguir  á  los  esguízaros  (1)." 

Entrados  estos  en  Milán,  aunque  fueron  recibibos  con 
suma  humanidad  en  los  alojamientos  y  los  heridos  en  \m 
hospitales,  permanecieron  poco  en  aquella  ciudad.  Bajo 
pretexto  de  que  su  duque  Maximiliano  Esforcia  les  debía 


(I)  Hisloria  geaeral  de  todas  las  cosas  SDcedidas  en  el  mundo 
en  estos  ciacuenta  aBos  de  nuealro  tiempo,  etc. ,  por  Paulo  Jofio 
obitpo  de  Nochera,  traducida  por  Gatpar  /faeía.— Sahmanca  15C2, 
lüm.  <.-,Ub.  15,  cap  1 ',13,43,14  y  15. 


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270 
\a  ptiga  de  Ires  meses ,  que  muy  bien  sabían  no  podía 
dársela  de  contado ,  sin  que  nada  lograran  las  amonesta- 
ciones del  cardenal  de  Sioo  se  encaminaron  dos  dias  des- 
pués á  su  pais  por  la  vía  y  lago  de  Como.  Los  milaneses 
que  de  resullas  de  la  salida  de  los  suizos  se  vieron  solos. 
]>orque  el  duque  se  habia  refugiado  á  la  ciudadela,  en  la 
que  el  cardenal  pudo  dejar  tres  compañías  de  ellos  acudie- 
ron al  Rey  de  Francia  invocando  su  clemencia.  Envlankile 
una  escogida  diputación  de  los  mas  señalados  vecinos;  la 
cual  al  tiempo  que  pusiera  ¿  su  merced  la  ciudad  >  le  ro- 
gase que  los  tratara  con  moderación  y  piedad.  Así  les  res- 
pondió que  lo  haría  mas  por  la  blandura  de  su  condición, 
que  por  que  lo  mereciesen  sus  continuas  rebeliones  y 
muertes  de  la  guarnícioo  francesa ;  pero  que  le  habían  de 
pagar  en  tres  plazos  y  en  los  dias  que  señaló ,  trescientos 
mil  ducados  de  mulla  (1). 

Apenas  despedidos  los  diputados  dio  orden  el  mismo 
Rey  &  Podro  Navarro  de  ir  con  su  inranteria  á  cercar  el 
castillo.  A  lo  fuerte  que  era  por  la  naturaleza  y  el  arte  y 
á  las  muchas  y  abundantes  provisiones  de  todo  género  quu 
á  la  sazón  contenía ,  se  juntaba  una  guarnición  que  Ioíi 
menos  exagerados  computaron  en  mil  y  quinientos  suizos 
y  quinientos  italianos.  Siendo  tantos  y  tales  los  medios  de 
defensa  y  opinándose  generalmente  que  aqael  ca$tillo  fa- 
fítogmmo  y  fortisimu  sobre  todot  log  del  mundo,  no  ha- 
biendo sido  nunca  jamás  tomado  por  loacapiíanes  anti- 
guos ,  tampoco  entonces  lo  serín  por  fuerza  ;  ya  se  puede 
juzgar  cual  sería  la  admiración  que  causaría  oir  a  N.ivniTO 
decir  qile  antes  de  un  mes  lo  tendría  en  su  poder  (1). 


(1)  Jutío,  iliL— Guicciardini,  Ub.  (2. 

(2)  Jovio  y  Gniciardiiii,  ibi. 


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271 

No  falta  quien  refiera  que  desde  luego  le  asestó  ochen' 
la  de  los  que  ja  entonces  se  llamaban  cañones  (1).  Si  aun 
en  nuestros  días  pudiera  pasnr  por  escesÍTO  ese  número 
para  los  diez  mil  inFantes  que  según  algún  escritor  acom- 
pañaban á  Navarro  (2),  mucho  mas  lo  parecerá  si  como 
otros  escribieron,  se  reduce  á  cinco  mil.  La  empresa  de 
todos  modos  se  consideró  por  tan  arrojada,  que  hasta  e.l 
mismo  Navarro,  nos  dice  su  amigo  Paulo  Jovio,  que  la  tuvo 
por  digna  de  su  fama ,  tratándose  de  un  castillo  tan  famo* 
so.  Empleando  en  ella  Navarro  su  acostumbrado  valor  é 
inteligencia,  después  do  circunvalarle  para  impedir  las  sn- 
lidas  de  la  guarnición ,  dio  principio  á  los  trabajos  con  un 
gran  DÚmero  de  aldeanos  traidus  á  jornal.  Ocupólos  desde 
luego  en  abrir  un  hondo  foso  por  la  parle  del  norte  del 
castillo  que  era  la  que  había  elegido  para  el  ataque.  Logra* 
do  á  los  pocos  días ,  de  noche  y  para  evitar  el  daño  de  la 
artillería  enemiga  puso  delante  de  aquella  obra  "unos 
1  cestones  de  mimbre  como  de  siete  pies  de  alto,  los  cua' 

•  les  en  la  manera  ordinaria  era  henchidos  de  arena  y  jun- 
>tos  unos  cono  tros.  Abrió  además  en  los  tugares  conve- 

■  nientes  una  trinchea  de  doce  pies  de  altura,  para  que, 

•  sirviendo  de  resguardo  á  los  soldados,  no  soto  les  dejase 

■  trabajar  en  las  minas  que  babia  proyectado,  sino  ir  y  vé- 


(1)  Pedro  Mártir ,  Epist.  fSSSjy  558...  Octoginla  id  genuí  quos 
appeüanl  caDones  ad  muros  locatse  dieitur  Peirut  Navarrus  i  intra 
paucoi  dlet  se  moenia  dirttiurum  pollicetar, 

(3)  Andrera  Hocenici :  Belli  Cameraeensis  adversas  f^enetos  ,X\- 
liro6,  pág.  136,  tom.  5. — Antiquiíarum  Italia.  Part.  &.*— Autor 
coetioeo,  pnes  estaba  empleado  por  la  RepúbHca  de  Venecia  en  1 59$ 
y  sa  obra  se  imprimió  eo  1 535...  Et  Petius  Navsrrus  cuín  decem  mí- 
Ilibaspeditum  contra  Ucdiulaiii  caslolium  acriter  slaiai  atqueageba'. 


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272 

>  nir  de  una  parte  á  otra  y  plantar  la  artillería  donde  aco- 

>  modase  ó  transportarla  con  geguHdad  (1)." 

Acabado  esto  ordenó  un  nuuvo  género  de  ataque ,  que 
por  el  tiempo  y  modo  con  que  le  dispuso,  fué  entonces 
muy  celebrado.  Con  e)  Gn  dé  impedií'  que  por  aquel  lado 
se  mantuvieran  los  enemigos  en  las  almenas  de  las  torres  ó 
PD  los  bastiones  mas  altos  del  castillo,  observando  lo  que 
trabajaba,  ó  aprovechándose  de  la  mucha  artillería  pe- 
queña y  de  todas  clases  que  teniün  colocada  en  los  muiros 
de  tantas  en  tantas  almenas  y  con  sus  cañoneras  para  ti- 
rar por  ellas ,  les  plantó  Navarro  succsivomenle  un  gran< 
dísimo  aparato  de  cañones  y  culebrinas;  Guando  todos 
estuvieron  eh  sU  lugar  comenzó  ¿  descargarlos  sin  inter- 
misión contra  el  castillo,  y  su  efecto  fué  tan  ejecutivo  y 
su  estrago  tan  extraordinario .  que  quedó  enteramente  ar* 
ruinado,  abriéndose  toda  lo  que  habia  desde  la  torre  lla- 
mada Palancina  hasta  el  bastión  del  Carmen  ,  sepultándose 
bajo  las  ruinas  cuantos  defensores  estaban  encima,  y  vi- 
niendo al  sucio  adem.ís  do  las  almenas  mas  altas,  todaj 
las  máquinas  é  instrumentos  de  guerra  que  allí  había. 

En  seguida  y  para  no  perder  tiempo  dio  principio  Ná-  ** 
varro  á  su  acostumbrada  y  terrible  aplicación  délas  mioas. 
Apenns  hubo  cortado  los  cimientos  de  un  bastión  pegado  al 
castillo  qiiu  tenia  una  salido  al  foso  muy  secreta ,  que  gran 
parte  del  mismo  bastión  se  vino  á  tierra  desde  los  mis- 
mos cimientos.  Los  gascones  entonces  asiéndose  de  sus 
ruinas  arremetieron  y  subieron  por  él  intrépidos.  Llega- 
ron ó  lo  alto  y  se  pusieron  encima  con  tal  agilidad  y  prcs- 
teza  que  desmayados  á  visla  de  tan  inesperado  y  súbilo 
peligro  los  que  guardaban  el  bastión  lo  abandonaron.  Tan 

(1)  Paulo  Jovio  y  Bacu,  ibi-t  cap  18. 


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27r> 

npresurodos  anduvieron  al  recogerse  á  otro  lugar  mas  in- 
terior y  mas  fuerle,  que  apenas  tes  dieron  tiempo  para 
cerrar  las  puertas  los  qae  con  tan  gran  denuedo  les  ha- 
bían acometido  (i). 

Como  el  duque  Maiimiliano  era  hombre  de  edad  y 
ánimo  flojo ,  aunque  oyó  el  ruido  que  de  resultas  de  este 
suceso  causaban  las  gentes  que  subian  y  entraban  en  el 
castillo ,  nada  determinaba  para  salir  del  gran  peligro  e» 
que  tanto  et  castillo  como  su  persona  se  veían.  Es  de  pre- 
sumir  que  uno  y  otro  se  hubiera  en  aquella  noche  perdido, 
por  haber  muchos  en  la  guarnición  que  por  traición  ó  míe* 
do  persuadían  al  duque  de  que  para  estar  seguros  baslabii 
haber  cerrado  la  puerta  del  bastión ;  si  un  enviado  del  Pa))u 
ó  del  Emperador  que  allí  se  encontraba,  movido  délo 
extraordinario  é  inminente  del  riesgo  que  se  corria,  no 
hubiese  tomado  á  su  cargo  proveer  de  remedio.  Repren- 
diendo á  los  unos  su  cobardía  y  á  los  otros  su  traición ,  y 
poniéndose  á  la  cabeza  de  algunos  soldados  escogidos, 
bajó  bástala  puerta  por  un  camino  subterráneo;  abrióla 
de  repente ,  y  matando  á  Unos  y  rechazando  á  otros  do 
los  soldados  de  Navarro  que  ya  trataban  de  quebrantarla 
para  entrar  por  ella,  recobró  el  bastión  con  notable  arro» 
jo  y  valor  (2). 

Nüvarro  mietitras  tanto  no  descansaba.  Animaba  á  su 
gente  y  reconocía  sus  obras ;  andando  en  lo  cual  sin  pre- 
caución alguna ,  fué  herido  en  la  cabeza  por  un  pedazo  de 
mármol  que  ana  cnlebrloa  de  los  sitiados  que  tiraba  de 
llanco,  hizo  sallar  de  la  muralla,  diendo  la  herida  de  gra- 

({]  Es  de  creer  queGuicciardini  alude  é  este  scootecimienio al 
referir  que  Navarro  se  apoderó  cierlo  diu  de  una  Castamala  rleltas- 
Itllo  perjianco  verso  la  porta  Comasiua,  lib.  12. 
{•i]  ILÍd. 

Tomo  XXV.  IS 


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274 

vedad  tuvo  que  retirarse  y  dejar  et  cuidado  de  los  ataques 
y  llevarlos  adelante  á  sus  capitanes ;  sin  que  dí  por  la  he- 
rida ni  por  haber  perdido  en  aquellos  días  mas  de  dos- 
cientos soldadas  y  trabajadores ,  aflojara  de  modo  algauo 
en  so  empeño.  Esta  firmeza  producid  su  efecto  en  los  me- 
drosos ó  en  los  que  interesados  en  la  rendición  del  cas- 
tillo rodeaban  al  acongojado  dnque.  Decíanle  con  ese 
ijiiotivo  que  no  habia  salvación  para  ellos,  por  que  el 
castillo  iba  sin  remedio  á  ser  asolado :  que  Navarro  d6  oin- 
gun  modo  abandonaria  sus  minas  y  que  con  ellas,  pres- 
cindiendo de  si  les  cortaria  las  aguas  ó  se  las  emponzoña' 
ria ,  los  baria  volar  con  las  torres  y  lugares  mas  altos  del 
castillo,  como  en  otro  tiempo  lo  había  practicado  en  Ña- 
póles. 

A  pesar  de  que  había  algunos  que ,  conociendo  la  fop 
taleza  y  calidad  del  terreno  en  que  estaba  fundado  el  cas' 
tillo ,  decían  que  ni  con  (oego  ni  con  minas  se  le  podía 
hacer  daño,  no  bastaron  sus  palabras  para  destruir  el 
efecto  que  las  desalentadoras  de  los  otros  habían  cansado 
en  el  duque.  Desentendiéndose  enteramente  de  su  honra 
y  prestándose  ciegamente  á  tan  medrosas  sugestiones ,  ni 
un  instante  quiso  que  se  retardara  su  entrega  y  la  de  la 
fortaleza  ¿  los  franceses.  Inútiles  fueron  las  reflexiones 
que  para  disuadírselo  emplearon,  asi  D.. Diego  del  Águila, 
embajador  del  Rey  Católico  que  estaba  á  su  lado  (1), 
como  las  de  Gambara  enviado  del  Emperador  y  otras  per- 
sonas que  podían  tener  alguna  autoridad  con  él  (2).  Ni 

(1)  Pedro  Mártir,  £/»Vo/a  558.  Maxioúliamu  Dax  audir  de  deJt- 
timtt  nuncios.  Noiur  orator  DUcut  j4quUa ,  ut  forti  til  aninio  ,  itee 
tese  dedat  koriatar,  monel  etc. 

(2|  Jovins,  lib.  15.  Ñeque  Cambaras,  ñeque  AqiiHa  trgal! ,Íii 
quitas  íumma  authoritat  este  debebat...  quidquain  projiciebat. 


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275 

con  avergonzarle  echándole  en  cara  su  flaqueza  y  la  in- 
juria que  hacia  á  los  Príncipes  de  la  liga  que  se  hablan 
armado  en  su  favor,  ni  con  advertirle  de  que  con  seme- 
janlD  conducta  se  privaría  del  auxilio  de  los  suizos  que 
tanta  sangre  hablan  derramado  por  el  y  tan  próximos  estn* 
ban  de  llegar  á  su  socorro,  se  pudo  recabar  cosa  alguna. 
Insensible  á  todo ,  abatido  hasta  el  mayor  grado ,  y  olvi- 
dado de  que  en  un  principio  babia  dicho  que  quería  morir 
duque  de  Hifón  (i),  renunciando  vergonzosamente  y  por 
treinta  y  cinco  mli  ducados  anuales  sus  derechos  á  aquel 
ducado ,  se  entregó  á  Navarro  con  aquel  cnstíUo ,  hasta 
entonces  tenido  por  inexpugnable ,  á  los  treinta  días  de 
alio  según  unos  y  en  el  cuatro  de  octubre  según  otros  (3). 
No  es  dificil  de  conocer  cuanto  crecerla  la  fama  do 
Navarro  con  la  conquista  y  adquisición  de  tan  acreditada 
fortaleza.  Al  ver  su  pericia  en  el  paso  de  los  Alpes,  y  stt 
valor  en  Novara ,  Marinan  y  Milán ,  debió  Francisco  1 
felicitarse  de  haberle  atraído  á  su  servicio.  Faltábale  sin 
embargo  saber  ti  aquel  hombre  que  á  los  castellanos  é 
aragoneaes  ponto  ánimo  é  o$aáia  de  hablar  é  pelear  con 
lat  otras  gentes ,  los  tenia  agota  el  mismo  conde ,  aegun 
escribía  Pedro  de  Torres  su  apasionado ,  atemorizados  y 
espantados  sin  saber  que  decir  ni  que  hacer,  mas  temian 
de  cuando  el  conde  los  destruiría  é  prendaria  (5) ;  ó  si 
naas  bien  no  solo  no  fué  bien  acordado  de  te  despedir  del 
Rey  Católico  como  el  mismo  canónigo  decía ,  sino  por  lo 
contrario  después  que  fué  contra  los  españoles  fué  muy 
desdichado  é  se  perdió  é  nunca  en  cosa  acertó  contra  ellos 


(i)  Pedro  Mártir,  Episfola  KM. 

(2)  Jovio,  Baeza,  Guicciardíni ,  ibi.— DaDÍel,  lom.  9,  pig.  SK- 
IS) V.  Documenlo  oúm.  33. 


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276 
en  compañía  de  to»  franceses,  comO' escribió Gonulo  Ver- 
nuniloz  de  Oviedo  y  los  sucesos  juslíficaroa  (1). 

Habían  sido  los  venecianos  los  que  con  mas  afán  so- 
licilaroD  la  ida  de  Francís'co  I  á  Italia ,  ansiosos,  como  ya 
indicamoa,  de  recuperar  las  ciudades  que  los  coligados  les 
habían  ocupado.  A  eso  solo  te  dijeron  que  se  oponían  al- 
gunas tropas  imperiales  que  dominaban  en  ciertos  pue- 
blos y  principalmente  las  que  al  retirarse  el  virey  Cardo* 
na  para  defender  á  Ñapóles,  había  dejado  guardando  á 
Brescia  y  á  Verona.  Mostrábase  propenso  el  Rey  de  Fran* 
cía  á  complacerlos,  cuando  en  medio  de  sus  triunfos  tan 
fácil  se  lo  presentaban  ;  pero  hasta  no  ver  sí  se  apodera- 
ba de  Milán  ó  se  le  rendía  Cremona,  con  lo  cual  se  termi' 
naba ,  como  sucedió,  la  conquista  de  aquel  ducado,  no  se 
prestó  á  dar  á  Venecia  el  auxilio  que  pedia. 

Mandaba  el  ejército  do  aquella  república  Bartolomé 
de  Alviano  ó  Laviano.  Por  encargo  de  su  gobierno  en  vez 
de  perseguir  al  virey  de  ríápoles-  y  á  los  españoles  al  re- 
tirarse de  los  franceses  y  de  su  Rey,  se  fué  á  sitiar  á 
Brescia ,  una  de  las  ciudades  tomadas  á  los  venecianos, 
de  cuya  defensa  estaba  encargado  el  capitán  D.  Luis  de 
kart,  caballero  catalán  y  soldado  de  gran  nombre.  Tan 
pronto  como  entendió  que  Alviano  había  pasado  el  Adda, 
presumió  con  sumo  acierto  que  se  dirigía  contra  él ,  y  siu 
titubear ,  resuelto  á  defenderse  con  cuanto  valor  é  indos* 
tría  alcanzase ,  puso  por  obra  y  con  indecible  actividad 
todo  aquello  que  un  celoso  y  entendido  gobernador  de 
bia  practicar  para  mantener  to  mas  que  pudiere  su  plaza. 
Reparó  con  suma  diligencia  los  muros  que  aun  estallan 
maltratados  de  otros  ased¡u;j  que  Brescia  había  stifrido 

(tj  Ibid.  núm.  27. 


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277 

poco  ánles.  Lovaotó  otros  nuevos ,  aumentó  las  defensas 
de  las  puertas,  y  plantando  por  último  artillería  en  todas 
partes ,  acabó  por  bacer  de  veras  inexpugnable  una  ciu- 
dad que  por  su  situación  era  ya  muy  segura.  Además  de 
eso  y  prestando  la  atención  debida ,  asi  á  la  subsistencia 
como  al  orden  interior,  introdujo  todo  el  trigo,  ganado, 
vino  y  provisiones  que  pudo  sacar  do  las  alquerías  cerca- 
nas ,  al  paso  que  echaba  fuera  de  la  plaza  á  los  vecinos 
que  pertenecían  á  la  facción  de  los  gOelfos,  y  á  los  tacha- 
dos de  andar  en  tratos  con  los  venecianos  para  entregár- 
sela :  sin  olvidarse  finalmente  de  suticítar,  asi  del  comisa- 
rio  imperial  como  de  Marco  Antonio  Goloiia,  algunas  com- 
pañías de  alemanes  ó  de  las  de  españoles  que  el  virey  ha< 
bia  dejado  en  Verona  (1). 

Por  mucho  que  á  Marco  Antonio  disgustara  desprender- 
se de  ninguno  de  los  escogidos  soldados  que  mandaba,  te- 
miendo la  responsabilidad  en  que  caería  si  Icart  sucumbía, 
dispuso  socorrerle  con  unos  mil  hombres ,  distribuidos  en* 
tre  setecientos  españoles  mandados  por  los  valientes  capita- 
nes Orliz ,  Horejon  y  Guzman ,  y  el  resto  de  alemanes  por 
Gothistard,  que  en  su  mayor  parte  eran  todos  arcabuce- 
ros (2).  Llegados  á  Brescía ,  andando  de  dia  y  de  noche 
por  montes  y  veredas  secretas,  Alvíano  que  vio  frustrado 
el  golpe  de  mano  que  contra  aquella  plaza  intentaba,  se 
dirigió  contra  Verona.  Menguada  la  guarnición  de  esta  con 


{1 )  GnicciardÍDi,  tíb,  12...  stati  constrelti  ¿i partiré  numero gran- 
dUimo  de  Gaelji  etc.  Jovio ,  ibi.  GatlJU  tí  iaspeeia  Jidei  cwihus  urlre 
qeelts  eto. — Andreas  Moceoicus,  lib.  6...  tnille  pediles  hoitiam. 
subsidio  in  Brixium  venerunl ,  et  prafecluí  Hispanuí  Brixienses  cives 
Veneiafaelionts  espulií  ,  eum  quibus  atUca  familiariler  de  dedilione 
yeaeii  laquebaniur  ele. 

(2)  Jovio,  ibi. — Argcasola,  Anales  de  Aragón,  )ib.  1,  cap  15. 


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278 
el  socorro  enviado  por  Colona  á  Breseia .  creyó  que  le  se- 
ria muy  fácil  tomarla,  por  ser  además  menos  fuerle; 
pero  apenas  puesto  á  la  obra  tanto  por  su  edad  como  por 
lo  macho  que  con  el  peso  de  las  arma»  y  la  furia  de  me- 
near  el  caballo  se  habia  cansado  en  la  batalla  de  Mari~ 
ñan ,  acabó  sus  días  sin  adelantar  co|a  alguna  (1). 

Dióle  Venecia  por  sucesor  con  acuerdo  del  Rey  de 
Francia,  á  cuyo  servicio,  como  ya  hemos  referido  esta- 
ba ,  á  Juan  Jacobo  Trivulcio ,  que  no  conviniendo  en  los 
proyectos  de  Alviano,  abandonó  á  Verons,  llevando  al 
punto  su  gente  contra  Breseia.  Sentada  apenas  la  arti- 
llería ,  fué  tal  el  destrozo  que  hizo  en  las  murallas ,  que 
los  sitiados  al  ver  snBciente  brecha  abierta  para  asaltar  la 
ciudad  y  entrarla,  se  dispusieron  á  la  resistencia.  Pusie- 
ron en  ello  t&nlo  denuedo  como  los  sitiadores  en  su  arre> 
metida.  Hubo  compañías  de  ellos  que  con  sus  banderas 
desplegadas  llegaron  hasta  la  orilla  del  foso  y  pasaran 
mas  adelante ,  si  una  casualidad  de  las  que  son  harto  co- 
munes en  la  guerra ,  no  les  hubiese  tornado  en  de^racia 
el  triunfo  que  ya  casi  cantaban.  Una  culebrina  de  los  si  ■ 
liados  que  de  un  tiro  les  mató  tres  lomharderos,  y  una  acer- 


(1)  Guicciardini  dice  que  Alviano  tenia  meóos  de  60  afios 
y  hace  de  ¿I  an  grandísimo  elogio. — Jovio,  le  hace  igoalmeote, 
añadiendo  que  era  de  gesto  desagraciado  y  qoe  siendo  adeotás  gi- 
boso y  pequeño,  era  verdaderamente  disforme;  pero  para  dar  ana 
idea  del  traducir  de  Gaspar  Baeía,  diremos  que  habiendo  escrito 
Jotío  tanto  en  sus  Historias  como  en  el  elogio  que  aparte  escribió 
de  Alviano  ,  que  murió  como  se  dice  en  el  texto,  porque...  equestri 
agitatione  vitcera  penituí  in  herniam  abiittent ,  ineredibilet  dotorum 
erueiaíui  luslinere  non  potaif,  Baeza  tradujo  "  iaj'ándosele  las  tri- 
pas á  los  compañones,  en  un  caso  ,  y  en  el  elogio,  lib.  i,  p&g.  131, 
bajándosele  las  tripas  á  los  sapinos  ,  no  pudo  su/nr  el  tormén/»  ¿e 
los  dolores  etc. 


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279 

taila  descarga  de  la  arlilterío  y  arcabucerfa  en  medio  de 
niebla  densa  de  la  mañana,  que  les  mató  trescientos  hom- 
bres ,  los  desordenaron  de  modo  que  huyeron  á  toda  prie* 
sa,  abandonando  cuanto  aparato  militar  traian  (1). 

Al  ver  tal  matanza  y  desorden  tos  sitiados  mas  resuel- 
tos pidieron  que  se  ejecutase  una  salida.  Repugnábanla 
y  aun  la  fesistían  icart  y  los  cabos  alemanes.  Recelábanse 
como  prudentes  de  que  tan  precipíladn  fuga  no  fuese  una 
celada  de  los  sitiadores  para  sacarlos  engañosamente  de  la 
plaza  y  destruirlos  en  el  campo  ¿  su  salvo.  Vencieron  al 
fii|  los  porfiados ,  y  poniéndose  el  capitán  Morejon  á  la 
cabeza  de  seidcienlos  alemanes  y  españoles,  según  unos, 
y  de  mil  y  quinientos  según  otros ,  sin  mas  armas  lodos 
que  sus  espadas  y  rodelas,  prendiendo  á  unos  y  matando 
ó  otros,  llegaron  arrebatadamente  bosta  donde  estaba  la 
artlltería  veneciana.  Acometiéronla  sin  detenerse ,  y  la 
lomaron  toda  ,  á  pesar  de  estar  guardada  por  cien  hom- 
bres de  armas  y  seis  mil  infantes :  quemaron  toda  la  pól- 
vora ,  quitaron  de  los  carretones  las  piezas  de  la  ariilleria 
gruesa  y  le$  qvebraron  los  ejes  y  las  ruedas ,  para  que  no 
se  la  pudieran  llevar,  y  tomando  en  los  hombros  las  pie- 
•zas  mas  pequeñas  para  echarlas  en  los  fosos  se  recogieron 
á  la  ciudad  sin  haber  perdido  vn  soldado  (2). 

(1)  GaicGiardmi  y  Jovío,  ibi. 

(3)  Jovio  y  Baeza,  lib.  6.  cap.  1.*—  Guicciardini  y  Bfocenious 
ibi...  et  quia  temeré  tlaiatur  qaamvis  centum  mililes  et  sex  millia  pe- 
áUum  essent  f  omnet  re  iiusperata  ia/ugam  convertí  sunt.  Lo  mismo 
viene  á  referir  Beraardinna  Aldnni,  De  bello  frneio ,  en  et  tomo  5 
jlnliqui/atum  Italia,  parte  i,  lib.  6,  pig.  280.  Interíurhati  tomen 
iexeentibus  peditibus  HUpanit  cum  ex  improvito  steraercntur ,  fadam 
omiKt  in  Jugant  coiwerii  lunt...  Quofacium  est  ut  nonnulii  casis, 
lurpiter  /ugaiii  pluribus...  tormenta  á  Hiipanis  in  urbem  anecia 
sial ,  omnisque  perusíus  pulvii  tormentarias. 


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280 

Retirado  Ti-iviilcio  por  consecuencia  de  tan  lerríblc 
derrota  y  levantado  el  cerco ,  imploraron  los  magiatrados 
de  Venecia  de  nuevo  y  con  mayor  conato  loe  auxilios  de 
Francisco  I.  Teniendo  aquel  Itey  gran  deseo  de  compla- 
cerlos ordenó  que  el  Bastardo  de  Saboya  se  encaminara 
al  punto  á  Brescia  con  tres  mil  caballos  franceses  y  seis 
mil  infantes  alemanes,  ó  bien  con  seiscientos  de  los  prime- 
ros y  siete  mil  de  los  segundos  (1).  Pasado  el  Adda  y  es- 
tando ya  [Quy  cerca  de  la  plaza  se  le  amotinaron  los  ale- 
manea  pretextando  que  no  querían  pelear ,  porque  á  ello 
no  les  obligaban  sus  juramentos  al  f^ey  de  Francia,  dí  c<m> 
Ira  el  Emperador  ni  contra  los  paisanos  y  parientes  que  te* 
iiian  entre  los  enemigos.  Turbáronse  con  eso  los  veDecia- 
iios  y  aun  llegaron  á  sospechar  si  por  ventura  no  era  todo 
obra  del  Bey  de  Francia ;  que  para  desvanecer  sus  sospe- 
chas y  darles  muestras  de  su  buena  voluntad  mandó  desde 
luego  que  los  alemanes  se  retirasen,  y  que  en  su  lugar 
fuera  Pedro  Navarro  con  d>oz  compañías  de  gascones,  com- 
putados en  cuatro  ó  cinco  mil  hombres  (2). 

Paulo  Jovio  añade,  y  es  tan  natural  como  honroso  para 
rfavarro,  haber  sido  los  mismos  venecianos  los  que  al  Rey 
Francisco  sugirieron  esa  determinación.  Sabiendo  que  ba- 
bia  convalecido  de  la  herida  que  recibió  en  la  cabeza, 
parece  que  le  indicaron  la  preferencia  que  le  daban  sobre 
todos  los  demás  capitanes,  atendida  su  antigua  gloria  y  la 
recientemente  ganada  en  Milán  con  sus  admirables  artifi- 
cios, y  la  gran  ciencia  que  tenia  en  combatir  lugares.  I..a 
elección  sin  duda  no  pudo  ser  mas  acertada,  y  Navarro  en 
virtud  de  ella  se  puso  en  camino  con  su  gente,  estando  ya 


(I)  Gaiecisidini  y  Moceoicas,  ibi. 
(8)  GuicciariliDÍ  y  Jotío,  ibi. 


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38 1 

muy  adelADlado  el  invierao.  Caminaba  muy  seguro  y  an- 
daba cerca  de  los  veaecianos ,  cuando  la  fortuna  dando 
vuelta  á  su  rueda ,  é  bien  que  ya  no  le  alumbraba  la  eslro" 
lia  de  la  patria  que  en  mejores  días  le  guiaba ,  aconteció 
que  un  dia  que  por  casualidad  ó  de  inteolo  viajaba  sin  mas 
compañía  que  unos  pocos  criados,  topó  con  una  partida  de 
caballos  enemiga  de  las  que  andaban  merodeando  por 
aquella  comarca.  Acometiéronle  con  tan  gran  resolución 
que.  á  no  ser  por  la  ligereza  de  su  caballo .  babria  dejado 
su  persona  en  manos  de  los  agresores  lo  mismo  que  queda- 
ron toda»  ros  balijas  y  iodo  >u  aparejo  de  campo  (1). 

Llegado  a)  Gn  al  de  los  venencianos  sin  otro  contratíem- 
pio  y  poniéndose  oon  su  general  Trivulcio  al  frente  de  Bres- 
cia,  la  sitió  al  punto  con  mayor  estrechez  que  antes.  Sien^ 
do  dos  los  lugares  por  donde  se  propuso  combatirla  á  un 
tiempo,  dividió  igualmente  su  gente  en  do&  cuerpos,  com* 
puesto  el  uno  de  quinientos  bombres  de  armas  fran-- 
ceses  y  cuatro  mil  infantes ,  y  el  otro  de  siete  mil  de 
estos  con  novecientos  bombi-es  de  armas  venecianos  y 
mil  cuatrocientos  caballos  ligeros.  Concluida  la  exten-. 
sa  circunvalación  y  la  fortilicao¡oi>  de  su  alojamiento  en  lo 
que  pasó  muchos  días,  no  pensando  en  ellos  ni  en  sus. 
noches  mas  que  en  abrir  fosos  y  trincheas  con  que  cubrir» 
se  y  resguardar  su  arlillena ,  rompió  esta  un  fuego  tan 
furinso  que  muy  pronto  dejó  sin  almenas  ni  reparos ,  y  sa 
vino  á  tierra  toda  aquella  parle  de  la  muralla  á  que  se  di-, 
rigió  (2). 

Navarro  que  sin  mas  que  eso  esperaba  poder  entrar 
en  la  ciudad,  conoció  muy  luego  y  á  su  pesar  que  Icart  y 

(i)  Jovio  yBaeza,  ibi. 

(2)  Joviú  y  Moceaigo,  ibi.  • 


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282 

sus  solilados  do  eran  gente  floja  ni  le  temíüD.  Ed  vez  de 
acobardarse,  luego  que  oonocieroo  el  punto  de  ataque, 
prepararon  interiormente  y  para  su  defensa  otras  mura* 
lias  y  levantaron  muy  altos  y  muy  fuertes  parapetos  y 
otras  obras.  Navarro  entonces  al  ver  frustradas  sus  espe- 
ranzas acudió  según  costumbre  á  su  terrible  y  experi- 
mentada industria  de  las  minas,  persuadido  de  que  si  no 
eran  el  único  medio  de  lograr  su  intento,  eran  por  ven- 
tura el  mas  seguro.  Proponíase  también  una  de  dos  cosas, 
ó  bien  que  al  saltar  la  muralla  con  la  explosión  entraría 
su  gente  en  la  plaza  por  entre  las  ruinas ,  aprovechando* 
se  del  espanto  de  los  sitiados ,  ó  que  por  las  mismas  mi- 
nas y  muy  secretamente  penetrasen  olgunos  soldados,  que 
poniendo  en  confusión  y  desorden  la  guarnición ,  facilita* 
sen  la  entrada  á  los  de  afuera. 

Ni  se  limitó  á  eso  solo  su  cuidadosa  actividad.  Cono- 
ciendo la  obstinación  de  los  sitiados,  sus  antiguos  cámara* 
das,  y  convencido  de  que  sin  destruir  los  reparos  y  defen- 
sas que  dentro  de  la  plaza  hablan  levantado,  poco  ó  nada 
alcanzarla,  destinó  algunos  gastadores  á  preparar  la  ruina 
de  una  gran  porción  de  la  muralla  rompiendo  el  muro, 
como  pudo  aprenderlo  ó  practicarlo  en  el  sitio  de  Yelez- 
Málaga,  con  picos  y  martillos  por  "un  poco  mas  arriba 

*  del  oimiento  y  poniendo  en  ti^ar  de  las  piedras  que 

>  poco  á  poco  se  quitaban  unos  puntales  de  madera  como 

>  de  dos  pies  de  largo  y  gruesos  como  un  muslo,  separados 
■  entre  sí  como  otro  tanto :  con  cuyo  trabajo  qae  Navarro 
use  proponía  ejecutar  al  rededor  de  toda  la  ciudad,  que- 

•  daba  el  muro  como  colgado ;  y  luego  hinchiendo  con  fa- 

>  gina  seca  embarrada  con  pez ,  aceite  y  pólvora  el  espa- 
^  cío  que  entre  un  puntal  y  otro  quedaba  esperaba  que  en 


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285 

>  prendiendo  bien  el  fuego  á  la  hora  que  se  diese  la  señal 
>lodo  vendría  súbitamente  abajo  (1)." 

A  trabajos  tan  interminables  é  inutitadog  como  los 
llama  el  veneciano  y  contemporáneo  Mocenigo,  y  ejecn- 
tadoB  con  increíble  sagacidad  y  diligencia,  pero  con  gran 
]iena  de  los  soldados,  nunca  Faltaban  Trivolcio  ni  Navar- 
ro (3).  Mientras  tanto  la  artillería  veneciima  y  francesa  no 
cesaban  de  tirar  contra  la  pla^a.  Al  cabo  de  veinte  y  ocbo 
dias  de  tan  activo  ejercicio ,  era  ya  en  realidad  enorme  la 
destrucción  de  las  murallas  y  muy  considerable  la  pérdida 
de  gente  de  una  y  otra  parte.  Los  sitiados  con  todo  no  des- 
mayaban. Por  Id  contrario,  llegado  el  dia  ei^  que  con  es- 
pantoso estruendo  vino  abajo  la  obra  en  que  con  tanto  em*. 
peño  Navarro  y  Trivulcio  entendían ,  en  vez  de  fallarles 
ánimo  ó  industria  para  rehncer  lo  arruinado,  fabricaron 
con  las  mismas  ruinas  otra  pared  y  pusieron  buena  guarda 
en  snjdefensa  {S). 

Como  que  tas  primeras  trincheas  de  los  sitiadores  ape^ 
ñas  distaban  un  tiro  de  saeta  de  los  maros  de  Brescia, 
eran  frecuentes  las  habtM  que  babia  entre  sitiadores  y  si- 
tiados. Reducíanse  por  lo  común  á  befa  ó  escarnio  que  los. 
unos  hacían  do  los  otros,  echando  en  cara  los  venecianos  y 
franceses  á  los  españoles  y  tudescos  el  hambre  que  pasa- 
ban, la  ninguna  esperanza  de  socorro  que  yaies  quedaba,  y 
amenazándolos  también  con  la  muerte,  porque  decian  que 


(1)  Jotío  y  Baeza ,  lib.  16,  cap.  3. 

(2)  Hocenicus,  ibi.  Deinde  ne  per  illa  procumheret  supponeliant 
lignea  repágala  el  procedebant  ulleriut  quouique  loftan  urbem  ful- 
cirent  ligneis  pessuli$,et  qaia  oput  erat  insolitum  aiqiu  inexkaus- 
litm,  Joannes  Jaeobus  Trivultiui  H  Pelrut  Nawtrrut  sempcK  insia- 
bant  et  primi  erant  ínter  talia  opera  etc. 

(3)  Argeosola,  Amüei  de  Aragón,  lib.  1,  cap.  15,  pég.  446. 


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284 

Icart  su  gobernador  habb  jurado  de  do  rendirse  con  ningún 
concierto.  Los  españoles  á  su  vez  llamaban  cobardes  á  los 
venecianos.  Los  amenazoban  eonotra  salida  y  que  les  lo- 
marían con  mayor  estrago  la  artillería ,  y  á  los  franceses 
aparentaban  mirarlos  con  gran  compasión  y  lástima  por- 
que ,  estando  habituados  ú  vivir  bien  alojados  en  las  casas 
de  tos  milaneses  tan  bien  aderezadas  y  calientes,  cubiertos 
con  buenas  pieles  y  almorzando  largo  y  comiendo  mejor, 
aufrian  por  negocios  ajenos  y  en  tan  dura  estación  del 
año,  aquellos  espantosos  trabajos  de  agua',  nieve  y  hielo 
que  allí  enviaban  los  Alpes. 

Un  dia  que  andaban  en  estos  y  otros  semejantes  de- 
nuestos, aconlenciá  que  uno  de  los  soldados  de  Pedro 
Navarro,  que  algunos  creyeron  ser  español  y  otros  del 
mismo  Novara,  queriendo,  como  cuenta  Paulo  Jovio,  qui- 
tar á  los  españoles  el  parlar  y  la  bravo$idad  que  tenían, 
les  dijo  en  castellano  claro:  "  Ea  vosotros  los  fanfarrones 

>  que  aun  puestos  en  el  mayor  peligro  os  mostráis  tan  uta- 
*  nos  y  descuidados  que  ningún  caso  hacéis  de  vuestras 

>  vidas ,  guardadvos ;  porque  tan  luego  como  la  gallina 

>  deje  de  escarbar  con  los  pies,  os  hemos  de  podir  cuenta 
>'de  las  injurias  que  nos  decís  y  os  habéis  de  arrepentir 
»  bien  de  ellas:"  cuyas  palabras  oídas  por  algunos  de  los 
muchos  que  ollí  estaban  y  conocían  bien  las  manas  de 
Navarro  su  antiguo  jefe ,  juzgaron  con  agudeza  que  la  ga- 
llina á  que  el  otro  aludía  no  podia  aplicarse  sino  á  quien 
tan  diestro  era  en  cavar^  escarbar  minas  (1). 


(1)  Jovio,  ibi>>.  Húpanieé  lócalas.  CommUiíoaes,  inquit ,  qui ex- 
treimi:eliam  rebus  lam  secaré  iocamini,  cavtle  ae  á  voiU  eontume- 
liarum  ratiwiem  reposcanuts ;  cum  gallina  'pede  sealpere  ac  Jodere  hu- 
mum  aliquando  ¿esUril.  Qute  verba  acali  el  pertpicaces  Hispaia 


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285 

l)e  la  misma  opinión  fué  el  goliornador  kart ,  ¿  quien 
qI  punto  y  por  medio  de  sus  capitones  y  alféreces  infor'- 
maroD  los  soldados.  El  sitio  del  lugar  y  de  los  muros  en 
que  se  le  indkaba  poderse  minar  junto  con  lo  que  el  soW 
dado  enemigo  ó  inadvertido  ó  celoso  habia  dicho  grace-* 
jando,  lodo  le  indujo  á  enviar  personas  diligentes  y  en-' 
tendidas  que  cuanto  antes  averiguasen  lo  cierto.  Al  inten^ 
to  se  dirigieran  desde  luego  á  aquellos  parajes  de  la  ciu' 
dad  que  por  mas  próximos  al  campo  enemigo  juzgaron 
mas  expuestos  » las  estratagemas  y  astucias  del  afrancesado 
Navarro.  Entraron  después  en  las  casas  de  tos  particula- 
res y  reconocieron  los  sótanos.  Practicaron  lo  mismo  eu 
todas  las  iglesias  y  monasterios ,  notándolo  todo  menuda^ 
mente  y  sin  descuidar  ui  aun  los  menores  indicios  que 
pudieran  conducir  al.  descubrimiento  dn  la  obra»  Ningún 
moviiuiento  ó  ruido  por  tenue  é  Ímperceptibl6  que  apa- 
reciese, desatendieron.  Aqui  se  lendian  los  unos  en  el 
suelo  para  observarlo  mejor,  y  allí  aplicaban  otros  el  oido 
á  la  tierra  para  advertir  cualquiera  alteración.  Sobre  clin 
ponían  otros  los  tambores  para  ver  si  se  movía  el  perche, 
sí  resonaba  alguna  cosa  y  si  se  meneaban  tos  naipes  y  da* 
dos  que  tes  ponían  encima ,  en  tanto  que  otros  observa- 
ban en  grandes  librillos  y  vasos  de  toda  suerte  llenos  de 
agua,  sí  esta  por  ventura  ne  sobraba  ó  movía  con  el  gol- 
peo de  los  azadones  {i}. 

AI  cabo  de  la  mas  constante  y  asiduia  observación ,  si' 
gue  el  minucioso  Jovio ,  vieron  claramente  que  la  su-^ 
perficíe  de  la  tierra  se  meneaba  en  cierta  parte,  y  alegran* 
dose  lodos  mucho  dieron  principio  á  una  contramina. 

^ui  IR  murv  crant.,,  Navarrum  pro  Gallma  etc.— Bueza  y  Argén* 
sola ,  ibi. 

(1)  Jovio  y  BaezB,  lib.  16,  cap.  2. 


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Gomo  había  en  la  plaza  muchos  soldados  viejos  espaüoles, 
excelentes  mínaclores ,  que  habían  aprendido  ese  trabajo 
con  el  mismo  Pedro  NavQrro  cuando  servia  á  su  Rey,  y 
había  también  muchos  alemanes  prácticos  en  el  laboreo 
de  todo  género  de  minas,  por  tas  muchas  de  plata  que  se 
conocían  en  la  Ercinia  (1),  y  algunos  de  ellos  estaban  con 
los  Tranceses  cuando  Navarro  minaba  las  murallas  de  Bo* 
lonia  y  habían  contraminado . contra  ¿I,  la  obra  se  prose- 
guía con  suma  actividad  é  inteligencia .  abriendo  muchas 
minas  á  la  vez,  y  cavando  siempre  de  través  hasta  que  al 
lin  se  encontró  la  labor  del  enemigo. 

Llorado  esto  con  sumo  placer ,  suspendieron  del  lodo 
la  suya,  y  dejando  al  cabo  de  ella  un  agujerito  para  obser- 
var por  él  á  los  enemigos,  se  ñieron  con  el  mayor  sigilo 
á  contar  lo  sucedido  á  sus  capÜEines.  Tratóse  entonces  en 
junta  de  ellos  de  que  valdría  mas,  si  acechará  los  con- 
trarios y  cuando  salieran  de  la  mina  ó  la  dejasen  menos 
guardada,  entrar  en  ella  y  robarles  los  barriles  de  polvo* 
ra  con  que  la  cargaban  ,  porque  ya  les  bacia  falta ;  ó  bien 
estar  sobre  aviso ,  y  á  la  hora  en  que  solían  entrar  Trivul- 
cio  y  Navarro  en  la  mina  á  examinar  lo  obrado,  ponerle 
fuego  de  repente  y  quettiarlos  roÍBerablemenle  con  cuan- 
ta gente  los  acompañase. 

Adoptado  este  pensamiento ,  se  encomendó  su  ejecu- 
ción á  un  muy  valiente  soldado,  que  puesto  ya  en  es- 
pera y  acecho  "Dios  inmortal,  exclama  el  minacíoso  ¡o- 
>vío,  que  quiere  guardar  largo  tiempo  á  los  hombres  de 
■  insigne  valor  y  suele  por  su  bondad  impedir  el  ímpetu 


(1)  Ibid...  prvp/er  Argentarioí  íecturat  ijua  apud  m  üá  Her- 
tyma  rcgioiiem  mut  frequenter  eto.  ¡Seri  el  Engebirge  en  Sajooía 
b1  qiic  Jovio  llama  Hcrejrniai 


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287 

>  y  Turia  de  la  fortuna  que  viene  sobre  ellos ,  los  guardó 
•  en  aquel  dia  como  hasta  allí  lo  habla  hecho;"  porque 
el  soldado  que  con  tanío  cuidado  esperaba,  habiendo  vis- 
to desde  su  observatorio  andar  dentro  de  la  mina  á  algu< 
nos  f  entre  ellos  i  uno  vestido  de  gentil  ropa  de  teda,  á 
quien  todos  guardaban  respeto  por  ser  el  maestro  de  la 
mina ,  pensando  que  eran  Trivulcio  y  Navarro  los  que  por 
allí  andaban ,  y  haciéndosele  cada  punto  un  año ,  sin  mas 
esperar  dio  fuego  á  los  barriles  con  tan  buen  suceso,  que 
mató  al  maestro  y  á  los  franceses  que  le  acompañaban; 
|>ero  descubrió  antes  de  tiempo  el  trabajo  de  los  sitiados 
y  su  de«gnio  (1). 

Pedro  Navarro  y  Trivulcio,  aunque  de  resultas  de  ese 
suceso  conocieron  que  el  trabajo  de  muchos  días  se  les 
había  en  un  iostanse  inutilizado,  no  dejaron  por  eso  de 
continuar  otras  obras.  Sus  esperanzas  con  todo  eran  ya 
muy  distintas,  y  las  fundaban  no  en  la  industria  de  Na- 
varro, que  del  todo  quedó  frustrada,  sino  principalmente 
en  los  apuros  de  los  sitiados.  Constábales  con  efecto  que 
habían  gastado  mucha  parte  de  lo  mas  necesario :  que  ya 
empezaban  á  carecer  de  pagas  y  á  perder  las  esperanzas 
de  tenerlas :  que  se  liaban  poco  en  la  diligencia  del  Em- 
perador Maximiliano  para  socorrerlos,  parecíéndoles  que 
miraba  con  desden  lo  concerniente  é  la  guerra  de  Italia; 
de  modo  que,  y  asi  era  verdad,  acalorados  con  esas  voces 
los  soldados  de  la  guarnición  y  seducidos  por  algunos  ca> 
pitanes  y  alféreces  tan  cansados  de  lo  largo  del  sitio  como 
ansiosos  del  dinero  que  les  ofrecían  los  venecianos,  aca- 
baron por  amotinarse  pidiendo  su  paga  con  mas  arrogan* 
cía  y  desvergüenza  de  lo  que  en  tiempo  de  cerco  era  de- 

[^)  Jovloy  Baez>,1ib  16,  cap.  3.<>ArgeDGola,l¡b.  1,  c^p.  15. 


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288 
cente.  Su  desordenada  osadía  "  llegó  á  términos  de  so- 

■  qUéar  á  tos  miserables  ciudadanos  contra  la  cortesía  que 
»  se  debe  á  los  huéspedes  ( patrones]  y  á  injuriar  con  todo 

•  género  de  palabras  al  Emperador ;  cuyo  comisario  el 
»  cardenal  de  Gursa,  como  para  sustentar  sus  esperan* 

•  zas .  les  hubiese  con  repetición  anunciado  que  el  so* 

>  corro  iba  á  llegar  y  no  llegase,  pusieron  encima  de  un 

■  asno  á  Un  simple  adornado  con  las  águÜRS  é  insignias 
k  imperiales  y  con  muchos  frascos  y  botellas  colgadas  del 

■  cuello  y  le  pasearon  por  la  ciudad  saludándole  con  afren* 

>  tosa  grita  y  la  mayor  osadía  como  si  fuese  el  verdadero 

■  Emperador  que  venia  en  persona  á  socorrerlos :  ultraje 
s  y  escándalo  que  los  capilancs  que  con  gran  riesgo  de 

■  BU  vida  estaban  escondidos  ,  no  se  atrevieron  á  repren* 

■  der  ni  castigar ,  temerosos  de  que  el  motin  pasase  mad 

•  adelante  (1)." 

Mientras  tanto  sin  embargo  el  Emperador  deseoso  do 
socorrerla ,  juntaba  en  Baviero  /^  Vímíe/ícíii^  cuanta  gente, 
dinero  y  vituallas  podia.  Desembarazado  al  fin  de  otros 
negocios  llegó  á  donde  habia  reunidas  quince  compañías 
de  alemanes  é  inmediatamente  las  mandó  salir  don  otras, 
también  preparadas  con  aquel  objeto.  Mas  falló  poco  para 
que  no  llegasen  larde;  porque  agregándose  á  la  deseen- 
lianza  que  del  Emperador  era  cada  dia  mayor  en  los  si- 
tiados ,  lo  duro  de  la  estación  y  las  diGcultades  que  el 
hielo  y  los  malos  caminos  les  sugerían  para  el  paso  del 
socorro  por  los  Alpes;  aun  aquellos  mas  baladronea  quo 
poco  antes  blasonaban  de  que  ní  por  imaginación  pensa* 


(1)  Jo*iu5,  lib.  16,  pAg.  186...  morionem  asseÜo  iiii¡¡oiÍiui 
imperalorüs  iniignibus  aiqut  aqailii  exornatum ,  !agauu  aillo  lui 
¡tensas  difenitítm,  ¡Kt  urbem  itcduserunt  ele. 


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289 
lian  eo  rendirse  hasta  no  apurar  cuantos  trabajos  se  iiuc- 
(lea  sufrir  en  una  plaza  cercada,  trataron  en  junta  públi- 
ca de  rendirla.  Eaviaron  al  inlonlo  mensajeros  á  Trivul- 
cio.  poniéndole  por  primera  coadicion  una  tregua  do 
veinto  días ,  y  que  si  dentro  de  ellos  no  tos  socorria  el 
Emperador  rendirían  la  ciudad  á  los  venecianos ;  que  es- 
tos en  ese  caso  habían  de  pagar  á  todos  los  soldados  de 
la-  guarnición  el  sueldo  de  tres  meses ,  y  que  la  salida  en- 
tonces había  de  ser  con  banderas  desplegadas,  tocando  sus 
tambores  y  trompetas  s^un  costumbre ,  y  llevándose  con* 
sigo  lodo  su  aparejo  y  las  municiones  de  guerra  (1). 

A  pesar  de  ser  estas  condiciones  tn&s  arrogantes  de  lo 
que  parecía  convenir  á  gentes  encerradas  en  una  plaza 
y  con  dos  ejércitos  encima ,  las  admitieron  los  venecianos. 
Sabia  Trivulcio  su  general  por  los  espías  que  el  socorro  se 
acercaba ;  y  al  ver  que  el  asedio  aun  iba  largo  y  que  Na-. 
varro  con  sus  rainaa  nada  habia  logrado ,  creía  haber  ga- 
nado harta  fatuira  con  decirse  entre  las  gentes  que  habia 
forzado  á  los  españoles  á  rendirse  antes  de  tiempo,  sien- 
do como  eran  hombres  que  por  no  menoscabar  su  honra 
y  gloria  sufrían  en  la  guerra  Iqs  mayores  penas  y  traba- 
jos. Envió  pues  á  Mr.  de  Bonaval,  capitán  de  caballos 
franceses,  á  concertar  las  condiciones  de  la  rendición  con 
D.  Luis  de  Icart;  mas  apenas  habia  regresado  al  campo 
que  por  repelidos  correos  se  supo  haber  ya  bajado  gente 
del  Emperador  por  loa  Alpes  Grisones ,  y  que  estaría  allí 
dentro  de  dos  dias  con  gran  socorro  ('i). 

Temeroso  entonces  Trivulcio  de  que  si  veniun  de  re- 

(I)  JoTÍo  7  6aeza,  ibi. — Guicciardini  dice  qae  Is  tregua  era 
de  ireiata  días  ele. 

(_2j  Jnvio,  ibi— Argcnsola,  cap.  18. 

Tomo  XXV.  1!) 


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200 

penlc  los  alemanes  sobre  él  y  salion  de  improviso  al  mis- 
mo tiempo  los  sitiados,  no  le  obligasen  á  dividir  su  gente 
y  le  derrotasen ,  estrechó  su  campo  y  mandó  retirar  al  ar 
rabal  de  Santa  Eufemia  la  artillería  que  eetaba  al  frente 
de  la  plaza.  Hízólo  sosegadamente  y  sin  aparato ,  creyen- 
do que  si  los  españoles  que  atentos  le  observaban  U^a» 
han  á  entenderlo .  sospecharían  que  tenia  miedo  ó  inrven- 
tarian  otra  cosa.  Advirtiéronlo  con  efecto,  y  aunque  se  ma* 
ravillaron  de  que  la  artillería  se  retirase  cuando  por  razón 
de  la  tregua  ni  un  solo  dardo  se  tiraba  de  parte  á  otra, 
se  contentaron  con  preguntar  á  los  venecianos  y  franceses 
cual  era  la  causa  de  aquella  novedad.  Respondiéronles 
que ,  dando  por  acabada  su  empresa,  así  por  lo  largo  de  b 
tregua  como  porque  estando  cerrados  ios  Alpes  ningún 
socorro  les  pedia  venir  por  ellos,  recogían  todos  los  ins* 
trumentos  y  máquinas  de  guerra  á  mejor  lugar;  mas  en 
tanto  que  Trivuleío,  Navarro  y  toda  su  gente  así  mentían, 
y  ahorcaban  sin  piedad  y  como  espías  á  cuantos  iban  de 
Brescia  á  Verona  y  Alemania  ó  al  revés  para  que  no  die- 
ran á  tos  sitiados  noticia  de  la  llegada  de  los  imperiales, 
atravesaban  estos  los  Alpes  por  veredas  ásperas  y  cubier- 
tas de  nieve.  ^ 

Gobernábalos  Guillermo  Rocandolf  ó  Roquendolf ,  mi- 
litar entonces  de  gran  reputación  en  Alemania.  Presen- 
tándose con  su  gente  y  banderas  sin  esperársete  en  los 
collados  cercanos  á  Brescia .  se  le  recibió  en  ella  con 
grande  alegría  por  el  mucho  ganado,  algún  dinero,  gran 
cantidad  de  pólvora  y  sobre  siete  mil  infantes  que  traja. 
Tratóse  de  sus  resultas  en  consejo  ó  junta  de  capitanes, 
de-si  como  proponinn  los  mas  viejos  y  á  su  cabeza  Don 
Luis  de  Icart,  asi  que  los  que  acababan  de  llegar  hubie- 
sen dormido  y  descansado,  no  convendría  en  aquella  mis- 


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-291 

aia  nocbe  caer  sobre  el  compo  enemigo  y  sorprenderle. 
Siendo  e.8ta  la  opinión  que  prevalecía  en  la  junta ,  y  la 
que  atendida  la  ailuacion  del  enemigo  mayores  ventajas 
promelia,  quedaron  todos  suspemos  oyendo  á  Bocandolf 
y  moBtrando  al  misnKi  tiempo  sus  insl^ uccíon^a  de  no  em- 
prender nada  sin  licencia  del  Emperador,  limitándose 
únicamente  á  librar  la  ciudad  del  riesgo  y  peligro  en  quu 
estaba  (1). 

Observando  ¡Rocandolf  el  mal  efecto  que  en  los  ale- 
manes y  españoles  de  la  guarnición  habia  producido  su 
respuesta ,  y  recelándose  de  qne  la  indignación  que  mos- 
traban no  parase  en  motin  cootra  él ,  dejando  en  la  plaza 
dos  compañías  1  se  salió  fuera  con  el  resto  de  su  gente  y 
se  fué  ¿  Alemania ,  aparentando  que  iba  á  buscar  dinero 
para  pagar  á  todos  lo  que  se  les  debia.  Con  su  salida  le- 
jos de  serenarse  los  ánimos ,  aquellos  soldados  tan  sufri- 
dos y  resueltos  en  loa  lances  mas  peligrosos ,  se  desenfre- 
naron en  términos  de  pedir  con  las  armas  en  la  mano  las 
pagas  que  se  les  debían.  Con  el  benemérito  Icart  sq  go- 
bernador que  los  babia  juntado  para  apaciguarlos  con  su 
autoridad  y  promesas,  se  insolentaron  de  modo  que  le 
pusieron  las  picas  al  pecho  y  le  mataran  malvadamente, 
si  los  alféreces  que  le  rodeaban  no  le  hubiesen  cubierto 
con  sm  banderas;  insignias  enlóaces  lantistmas  y  acata- 
dos (WR  suma  reverencio.  Golpeáronle  sin  embargo  con 
las  picas ,  rompiéronle  el  hombro  del  sayo,  y  para  mayor 
afrenta  le  llevaron  preso  á  cosa  de  una  dama  á  quien  mu- 
cho amaba ,  aunque  el  obispo  é  italiano  Jovío  dice  que  no 
le  correspondía;  hasta  que  pasado  algún  tiempo  los  sol- 
dados mas  comunes  fueron  los  primeros  en  buscor  á  sus 

(1)  Jovio,  ibi. 


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292 
capitanes  que  andabon  escondidos,  |>romelÍéndole8  con 
jurDmento  y  en  nombre  de  los  demás  que  no  tes  harían 
daño  y  los  obedecerían  (1). 

Restituidos  los  capitanes  á  sus  compañías  y  el  gober- 
nador Icart  á  SD  dignidad ,  como  cada  dia  creciese  la  falta 
de  dinero  >  prometió  y  juró  á  los  soldados  que  no  saldría 
de  Brescia  sín  que  el  Pn'nclpe  ya  fuese  amigo  ó  enemigo, 
en  cuyo  poder  hubiere  de  quedar,  no  les  pagase  prímero 
el  sueldo  de  tres  meses.  Tal  escasez  que  hubiera  algan 
tanto  disminuido  con  un  socorro  en  dinero  que  el  Empe- 
rador enviaba  á  la  guarnición ,  fué  por  lo  ccmtrario  en 
aumento,  por  haber  los  venecianos  derrotado  al  conde 
LodroQ  que  desde  Alemania  venían  escollándolo:  faltando 
poco  para  que  dos  compañías  de  españoles ,  que  vistas  las 
hogueras  y  otras  señales  convenidas,  salieron  de  Brescia  á 
su  encuentro ,  no  fueran'sorprendidas  y  derrotadas  igual- 
mente. Si  se  salvaron  fué  porque  un  ignorante  y  rústico 
labrador,  creyendo  por  la  semejanza  de  su  armamento  que 
eran  de  las  de  Pedro  Navarro ,  les  gritó  desde  un  alto  mo- 
tejándoles de  que  por  su  mucha  pereza  no  se  hubiesen 
encontrado  en  la  derrota  y  despojo  de  los  imperiales  que 
les  contó  (2). 

Con  esto  y  con  la  angustia  á  que  venecianos  y  france- 
ses iban  de  dia  en  dia  reduciendo  á  los  sitiados ,  era  cada 
vez  mas  desesperada  su  situación.  Lejos  sin  embargo  de 
desmayar,  á  vista  del  empeño  Je  los  sitiadores  en  ren- 
dirlos por  hambre ,  redoblaron  su  esfuerzo  y  de  dia  y  de 

(1)  Argensola,  ibi. ,  cap.  18.— Jovio,  lib.  16...  Eum  lamen 
nutu  esangtttm  hanwumifut  ictibut  violaiam,di¡cerptaabhumerit 
vette ,  ul  maiore  contumelia  aJficeretU  ,  in  i/oiiium  ada-uaia  ncc  ar- 
ridentis  matrona  capltfum  perlraxcruní  ett. 

(2j  IbiHem. 


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295 

noche  y  ó  pie  y  á  caballo  salían  de  la  plaza  á  saquear  la 
tierra  cercana  al  campo  eaemigo.  Eran  con  este  motivo 
continuas  las  escaramuzas  y  emboscadas ;  en  una  de  las 
cuales  fué  preso  el  capitán  de  caballos  D.  Francisco  de 
Icarl .  hermano  del  gobernador ,  con  algunos  españoles, 
prendiendo  estos  en  otra  al  capitán  francés  Villanueva  que 
con  otros  treinta  mas  llevaron  atado  á  Brescia.  Y  como  no 
mucho  después  ocurriese  otra  sorpresa  en  la  que  unot  po* 
cot  caballot  ligeros  eupañoles  que  habían  aprendido  á  traer 
yelmo  con  bufa  (babera  ó  visera]  corazas  reciaty  lantas 
gruesa*  á  uso  de  hombres  de  armas ,  ahuyentaron  á  los 
venecianos,  los  desordenaron  y  ciñeron  entre  muchos 
prisioneros  á  Camilo  Murlinengo,  hombre  de  crédito  entre 
ellos,  le  trocaron  por  D.  Francisco  Icart  (1). 

Siendo  nuestro  objeto ,  al  paso  que  contamos  el  poco 
bríllo  con  que  no  obstante  su  valor  y  pericia  aparece  Na- 
varro sirviendo  á  los  enemigos  de  su  patria ,  referir  las 
acciones  ilustres  que  sin  él  y  aun  contra  él  ejecutaban  sus 
aotiguos  compañeros  y  aun  discípulos  en  Iji  milicia,  no 
omitiremos  una  de  las  salidas  acaso  la  mas  memorable 
que  se  ejecutó  entonces  de  Brescia.  Como  unos  cien  in- 
fantes españoles  y  alemanes  armados  muy  á  la  ligera  y  sin 
bandera ,  se  propusieron  mandados  por  el  capitán  Velas- 
tegui  coger  cuanto  ganado  pudieran.  Regresando  con  él  á 
la  ciudad  y  con  algunos  prisioneros  además ,  se  vieron 
asaltados  por  mas  de  seiscientos  caballos  venecianos  que 
intentaban  recobrarlo.  Por  mas  que  durante  tres  horas 
continuas  los  persiguieron  con  empeño ,  nada  alcanzaron, 

(1)  Jovíd,  lib,  16,  pig.  188...  qua  pugna  pauci  Híspani  equi- 
tts  Uvii  ariaaiurte,  qui  bucculatis  galas ,  ¡oUdiique  tkoraciiut  el 
trastierihus  hailis  ealhapkraeíorum  more  uti  diiliceranr,  magnam 
hoitium  mulliíadiuem  pepuleruui  ele— Baeza. 


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294 

porque  usando  Velastegui  y  su  gente  alterntida  y  oportu- 
namente de  lo  pica  y  del  arcabuz ',  se  defendieron  con 
mucho  valor ,  y  gjn  faltar  uno  entraron  con  su  presa  en  la 
ciudad  (1).  Cuéntase  también  otra  salida  de  Brescia  en  la 
que  empeñada  la  infunlería  de  los  sitiados  con  la  de  los 
sitiadores ,  acudiendo  Navarro  coa  la  suya  en  defensa  d« 
estos,  fueron  aquellos  rechazados;  siendo  esta  una  prue- 
ba de  que  también  lomaba  parte  en  aquellos  ligeros  en- 
cuentros [2). 

1516.— Entrando,  mientras  en  estose  andaba  el  año 
de  1516,  aconteció  en  23  de  enero  la  muerte  del  Católico 
Bey  D.  Fernando,  Principe  digno  de  eterna  fama  por  su 
infatigable  empeño  en  uninacionar  á  toda  España,  y  que, 
como  juiciosamente  observa  el  obispo  de  Nocero  su  con- 
temporáneo ,  disponia  á  su  voluntad  las  cosas  de  Europa 
considerando  y  mediando  prudentemente  las  fuerzas  de 
todos  (5).  Lejos  de  que  con  su  muerte  se  entibiara  el  an- 
helo de  su  consuegro  el  inconstante  Emperador  Maximi- 
liano por  socorrer  á  firescia ,  siguió  por  lo  contrario  con 
mas  fervor  les  aprestos  de  gente  y  dinero  en  que  cnten* 
día.  Preparado  todo  se  encaminó  al  anunciarse  la  prima- 
vera por  los  Alpes  á  Verona,  en  donde  estaban  todavía  los 


(1)  Jóvio  y  Bfieza,  ibi.,  cap,  0. — Arge&sola,  cap.  31 ,  ido 
At  f  S46. . 

(2)  Vooeniciu,  De  helio  Cameractiui,  lib.  6,  pág.  l&O...  Et  nu- 
per  eum  ínter  pediies  eerlamenetiel,  Peirut  Navarras  tlaltm  tuhti- 
di¿  venitf  et  hoítes  intra  urhem  repulsi  lunt  ele. 

(3)  Ibid...  marió  de  65  aaos,  ocupándose  en  oí  trabajoso  oficio 
de  la  caza  ,  no  dejando  de  perseguir  las  fieras,  annqne  bnfaien 
tempestades  y  lluvias,  con  lo  cual  y  con  darse  demasiadamente  i 
la  humanidad,  snigió  de  tal  manera  sus  envejecidas  fuerzas  que 
con  ninguna  medicina  pudieron  ser  reparadas.— Zorita  dice  que 
niur¡<í  de  hidropesía. 


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295 

españoles  y  alemanes  con  Marco  Antonio  Colona,  llevando 
bajo  sus  órdenes  cat<Hrce  mil  esguizaros  y  eiete  mil  alema- 
nes, todos  de  infaBleria,  y  en  general  soldados  viejos,  ade- 
mñs  de  muchos  aventureros  atraídos  según  costumbre  por 
la  ríqaeza  de  Italia  (i). 

Aumentan  otros  el  ejército  imperial  con  cinco  mil  ca- 
ballos ,  fuera  de  diez  mil  suizos  mandados  por  el  belicoso 
.  cardenal  de  Sion  y  otros  diez  mil  entre  españoles  y  tu- 
descos (2) :  con  los  cuales ,  fuese  el  que  se  quiera  su  nú* 
mero,  creia  el  Emperador,  que  le  seria  fácil  apoderarse 
de  Milán,  cabeza  y  ciudad  principal  de  la  Lombardia. 
Animábale  también  á  eso  la  confianza  que  le  inspiraban 
los  gibelinos  que  dentro  de  Hilaban  vivian  y  aborrecian 
tanto  á  los  franceses  como  parcialidad  y  afecto  profesaban 
al  imperio :  de  modo  que  seducido  el  Emperador  con  es- 
peranzas tan  lisonjeras  en  vez  de  ir  derecho  á  socorrer  á 
Brescia ,  te  antepuso  la  empresa  de  Milán  precedida  de 
otras  operaciones  menos  importantes. 

Sorprendidos  con  su  repentina  llegada,  así  el  general 
Trivulcio  como  el  duque  de  Borbon  que  gobernaba  los 
ejéreitos  veneciano  y  francés  en  Lombardia ,  presinUendo 
su  designio,  volaron  á  socorrer  á  Milán.  Siendo  sus  fuerzas 
tan  escasas  como  numerosas  eran  las  del  Emperador ;  en 
poco  estuvo  que  siguiendo  el  consejo  de  algunos  no  aban- 
donaran aquella  ciudad ,  teniendo  por  imposible  su  de- 
fensa. Pensaron  otros  de  distinto  modo ,  pero  opinaban 
que  para  que  los  imperiales  ¿  su  llegada  no  tuvieran  en 
donde  alojarse ,  se  quemaran,  como  se  ejecutó ,  los  arra- 
bales. 


(1)  Jovio,  ibi,  lib.  16. 

(3)  Guicciardini  y  Sfoccuigo ,  ibi. 


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Apenas  presuiitaiJo  el  Emperador  é  intimada  la  rendi- 
4^Íon  con  el  orgullo  y  nmenozas  que  pueden  figurarse,  cam- 
litaron  las  cosas  de  modo  quf  retirándose  arrebatadamente 
de  delante  de  Milán  se  fué  al  otro  lado  del  Addn.  Siguió  de 
nlli  á  Trento  ,  y  por  último  á  Alemania  ,  disuello  bu  ejér- 
rito,  y  atribuyéndolo  los  hislorlpdores ,  primero  á  la  ve- 
nida de  otros  suizos  en  auxilio  de  los  venecianos  y  frao- 
coses,  luego  á  las  graves  y  reñidas  contiendas  que  por  • 
musa  de  sus  pagas  tuvo  el  Emperador  con  los  capitanes 
suizos  y  la  gente  que  los  seguía,  y  por  último  á  que  los 
españoles  de  la  guarnición  de  Brescia ,  aparentando  ser 
de  enemigos  el  dinero  que  de  Alemania  venia  para  pagar 
n  los  imperiales ,  se  apoderaron  de  él ,  y  cobrándose  de 
sus  atrasos  privaron  al  Emperador  de  dar  á  los  suyos  lo 
<]ue  les  debia  (1). 

Dísuelto  el  ejército  imperial,  Teodoro  Trivulcio,  á  quien 
los  venecianos  habían  confiado  el  suyo ,  y  Odclo  de  Foix, 
señor  de  Lautrech,  que  por  entonces  sucedió  al  duque  de 
Borbon  en  el  gobierno  del  francés,  en  lugar  de  perseguir 
á  los  que  con  tan  inesperada  precipitación  abandonaban 
In  Lombardia ,  determinaron  combatir  de  nuevo  y  con 
mayor  vigor  á  Brescia.  Manteníase  todavía  en  ella  y  con 
el  mismo  aliento  que  antes,  el  valeroso  D.  Luis  de  Icart: 
la  guarnición  con  todo  estaba  ya  muy  reducida.  Apenas  pa* 
saba  de  dos  compañías  de  alemanes  y  españoles,  tan  nu- 
merosas como  solían  serlo  en  un  tiempo  en  que ,  no  con- 
taban como  en  el  dia  con  fuerza  determinada ,  y  de  unos 
cien  caballos.  Con  la  vuelta  del  Emperador  á  Alemania  y 
el  mal  suceso  de  su  espedicion  habían  de  tal  modo  reba- 


(I)  Jovio,    Guicciardioi,  UoccDÍgo,    ibi.—Argensob,  lib.   1, 
cap.  '29. 


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jndo  Ins  esperanzas  de  muchos  de  los  defemorcs  y  decaí* 
lio  el  ánimo  de  otros ,  que  gran  [larle  de  ellos  se  fué  ¿  sus 
Ciisfls  ó  D  juntarse  con  tos  que  guardaban  á  Verona.  Hubo 
no  pocos  que  ,  considerándose  como  los  que  mas,  instiga» 
ron  á  robar  el  dinero  del  Emperador,  aparentando  temer 
el  castigo,  se  buyeron  á  tos  enemigos  (1).  En  tres  mil 
infantes,  alemanes  y  españoles,  computan  los  contempo- 
ráneos Guicciardiní  y  Mocenigo,  los  que  de  Brescia  se 
pasaron  á  los  Tranceses  y  venecianos,  dando  tal  vez  ese 
consuelo  á  Navarro ,  y  ese  fatal  ejemplo  á  los  que  guar- 
necían á  Verona  (2). 

Has  no  eran  solo  defensores  los  que  faltaban  en  la 
plaza.  Carecía  de  vitualla ,  y  mayormente  de  pólvora, 
en  términos  de  que  al  parecer  no  habia  la  suficiente  para 
cargar  diez  veces  la  arlilleria  (3).  Icarl  con  todo  no  des- 
mayaba. Modelo  de  alcaides  y  gobernadores  de  plazas  sí* 
tíadas ,  y  por  tal  ya  reputado  en  su  sijjlo  (4) ,  en  medio 


(1)  Jovio,  lib.  18,  pág.  323.  Multi  quoque  qui Hirípientla  Cit- 
tariantg  pfcuaia  aathoreí  faere  dicebantur ,  jadicíum  veriii  ad  hot- 
let  perfugerunt. 

(2)  Hocenícus,  ibi.,pig.  143.  Germani el  Hitpani  millut  Bñ» 
xia,  adtriamiUiadeieiveruntadGtdloi  e/ f^trneíM.— Guiccíarditii, 
lib.  13...  et  per  la  mtdetima  cagione  Iré  mila  fanti , parte  Spogauo- 
ii,  parle  ledeschi  patarono  nel  campo  Franctie  el  veneltano.  El  mis- 
ino Gaiccianliai  tratando  maa  adelante  de  como  Odeto  de  Foix  se  re- 
tiró de  delaotede  Varona,  teme roao  del  socorro  que  se  decia  venirle, 
refiere  que  fué  á  pesar  de  "  che  di  Gerona  f asumo  paiiali  d  glt  tli' 
pendil  veaeti  piu  di  dúo  mila  fanli  Spogituoli  el  tedescki.—Jo'^iO 
mas  moderado  cuenta  que  solo  fué'  el  capitán  Haldonado  con  al- 
gunos. 

(3)  Jovio  y  Baeza,  ibi. 

(t)  Diálogos  de  arte  mililar  por  Beruardiao  Eieatante.  Sevi- 
lla 1583.  Diálogo  i.'quetratade  las  calidades  quehande  tenerlos 
Alcaides  y  orden  que  han  de  guardar  en  la  defensa  de  susfortaU- 


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298 

de  no  ser  fácil  encubrir  bu  peligrosa  síluacion,  la  disimu* 
laba  como  español  y  prudente ,  y  con  tal  maña ,  dice  Pau- 
lo Jovio,  que  los  enemigos  pensaban  ser  menores  los  tra- 
bajos y  mayor  la  guarnición  de  la  ciudad  (1) ;  mas  si  he- 
mos de  creer  á  Guicciardiiii ,  los  venecianos  que  soto  la 
computaban  eo  unos  seiscientos  infantes  españoles  y  cua- 
trocientos cabiillos ,  juzgando  fácil  tomarla  de  noche  por 
sorpresa  y  antes  de  que  llegasen  loa  franceses;  por  no  ser 
bastante  largos  las  escalas,  y  haber  mostrado  gran  valor 
los  defensores,  fueron  rechazados  con  pérdida  (2). 

A  vista  de  lal  suceso ,  y  habiéndoseles  juntado  Odeto 
de  Foix  con  su  gente ,  determinaron  Trivulcio  y  él  atacar 
la  plaza  por  cinco  partes  á  la  vez,  conGando  en  que 
repartidos  por  ellas  los  sitiados .  habia  de  ser  muy  flaca 
en  cada  una  la  defensa.  Cuando  al  cabo  de  cinco  días  de 
incesante  cañoneo,,  vieron  ya  casi  arrasadas  las  murallas, 
asaltaron  los  sitiadores  con  repetición ,  pero  en  vano .  por- 
que fueron  denodadamente  rebatidos.  Avergonzados  y 
queriendo  con  un  golpe  magistral  poner  término  i  su  em- 
presa ,  confiaron  la  ejecución  á  las  compañías  mas  esct^i- 
das  y  mejor  armadas  del  ejército.  Arremetieron  con  el 
mayor  arrujo  y  pelearon  muchas  horas  ,  aunque  siempre 
sin  efecto,  "  andando  la-  pelea  mas  travada  y  peligrosa 

*  por  la  parle  que  Pedro  Navarro  daba  el  asalto,  fie  nada 

*  valió  que  sus  navarros  y  gascones  entrasen  animosamen- 

*  te  dentro  de  las  murallas  de  la  plaza,  ni  que  entraran 
>  unos  tras  otros  con  los  escudos  sobre  las  cabezas  que 

zas  etc.,  en  donde  encarece  y  nols  como  se  hicieron  famosos  en 
Brescia  D.  Luis  de  Icarty  los  españoles  que  le  ayadsron  á  defender 
á  Brescia  coa  taata  orden  y  determÍDscioD. 

(1)  Ibid.,  cap.  SI . 

{•2)  [bid.,  líb.  2. 


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29a 

>  parecían  una  pavesada ;"  por  que  los  de  la  guarnicioo 
nitemás  de  pelear  esforzadamente  con  saelas ,  arcabuces, 
lanzas  y  espadas,  "les  arrojaban  ollas  llenas  de  resina  y 
*  pólvora  y  unos  botafuegos  que  echaban  de  sí  fuego  ter- 

>  rible  y  mortal :  con  lo  cual  los  soldados  de  Navarro  se 
1  turbaron  y  dando  luego  sobre  ellos  en  aquella  turba- 
1  cion  los  enemigos  fueron  derribados  por  la  balería  (bre- 

>  cha]  y  retiráronse  habiendo  perdido-  algunos  de  los  su- 
°  yos  y  quedando  muchos  heridos  y  abrasados  del  fue* 

Refieiionando  entonces  Icarl,  así  en  tos  cinco  asaltos 
que  en  un  mismo  día  y  tiempo  había  sostenido ,  como  en 
que  de  los  suyos  el  que  no  estaba  herido  estaba  traspasado 
de  sueño ,  llamó  á  los  capitanes  y  principales  vecinos  de  la 
ctndod,  y  coa  -se  aeocrdo  y  auilorizfteíon  trató  y  logró  una 
capitolacion  en  la  que  no  sola  quedó  salva  la  reputación 
de  la  guarnición  sino  las  personas  y  propiedades  de  los  ha- 
bitantes que  se  hubiesen  declarado  por  el  Emperador. 
Cumplió  Icarl  lo  que  tes  dijo  de  que  no  recibirían  condi- 
ciones, sino  qne  pareceria  que  las  imponían;  y  así  fué 
que  al  salir  por  las  puertas  de  Brescia  con  su  gente  "  iba 

■  esta  tan  animosa  y  pasó  tan  ufana  por  medio  de  los  es- 

>  cuadrónos  enemigos ,  que  los  franceses  viendo  cuan  po- 
»  eos  eran,  porque  apenas  llegaban  4  setecientos  solda- 

>  dos  armados,  comenzaron  á  confundirse  de  vergüenza 

■  y  á  bramar  porque  tan  poca  gente  haciendo  muestra  de 

>  que  era  mas,  ee  habia  defendido  de  la  furia  de  dos 

(1)  El  testo  latioo  de  Jovio  dice...  Sed  ah  ea  parte  ^uam  iVo- 
«arrat  opugnaadam  acceperat ,  loage  perieulotuwi  certamen  fuit: 
nam  Caaiairi  et  F'tueonei  iairepide  marum  subiere:  attumi^ue  est 
uirinque  laidacter  non  missUiias  tantum  ted  laneeii  et  gladiií  quum 
tcuiii  super  eapita  posilis  ve/uii  testndine  facta  succfderelur  etc. 


3v  Google 


300 

>  ejércitos.  Quisieron  mofarse  de  ellos  y  aun  maltratarios 
»  de  despecho,  pero  ellos  que  todo  lo  entendían  pasaban 
»  sin  perder  su  orden  ;  sin  responder  sino  con  risa  y  lí- 
■  bertad  en  los  semblantes,"  llevando  en  multitud  de  car* 
ros  su  equipaje  y  dirigiéndose  á  Alemania  por  las  monta* 
ñas  de  Trente  (1). 

(I)  Jotío  y  Baeu,  lib  18,  cap.  S3. — Hocenions,  ibi.,  pigt- 
na  144,  y  Beraadiaus  Aldious  De  bellc  i/enelo,  lib.  6,  pág.  292. 
Dum  que  possesia  vioUnler  acriiergue  defaua  maaia  retaxani.  Ipsi 
interea  Juntenlii  earpentitqae  ómnibus  pretiota  tupeUectxle  tua  oo»- 
ratit...  urbent  tgressi  magna  examine  íongitque  tarrorum  ligmeit 
per  Tridtaiiaoi  taliut  in  Germaaiam  aiiere, 

Brescia  ae  rindió  en  2Vds  mayo  de  1S16,  y  no  fué  la  úoica  plaza 
defendida  en  aquel  siglo  por  los  españolea,  que  al  rendirla  admiraron 
á  sus  enemigos.  Tratando  D.  Carlos  Goloma  qne  lo  presenciaba  de  1« 
rendición  de  Amiens,  dice  en  el  libro  10  de  sus  Guarnut/e  fíattátt, 
pég.  477,  aüode  1S97,  "cumplido  el  plazo  délos  ocho  diss  salió  la 
guarnición  á  los  15  de  septiembre  en  número  de  600  soldados  sanos 
y  al  pié  de  80O  heridos  :  cosa  que  admiró  al  Bey  de  Francia  y  ma- 
cho mas  al  ver  después  cuales  estaban  las  baterías  y  en  particular 
la  del  rebellín ,  pues  sin  ayuda  algnna  subió  por  ella  Madama  Gm- 
briela  Duquesa  de  Beaufort  dama  del  Bey  y  otras  mochas  seño- 
ras que  habían  acudido  á  ver  ñ  sus  maridos  en  sabiendo  que  la 
guarnicioD  parlamenleaba.  La  salida  fué  con  muy  gran  ostenlacioD, 
banderas  tendidas  y  los  demás  requisitos  de  este  género,  y  Devi»- 
dase  á  los  ojos  del  Rey  hasta  los  mas  vites  despojos  de  aquella  sa 
nobilísima  ciudad ,  tras  seis  meses  y  medio  de  sitio  ,  en  medio  po- 
demos decir  de  su  reino." 


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.'01 

sKPTiii  mu. 

Dewle  15ie  á  15!í6. 


Ninguno  de  cuantos  se  moslrabno  ilespechados  por  la 
talida  como  triunTal  de  Icai't  y  In  guarnición  de  Brescia, 
tenia  mayor  motivo  para  estni-lo  que  el  tornadizo  Navar* 
ro.  Nada  le  había  salido  bien  en  aquella  empresa.  Des- 
deñando el  ejemplo  de  los  alemanes  que,  sirviendo  ni 
Rey  de  Francia  se  resistieron  á  ir  contra  los  compatriotas 
y  parientes  que  en  Brescia  estaban  por  el  Emperador,  es' 
tuvo  en  poco  que  cuando  ét  menos  escrupuloso  caminabn 
contra  los  suyos,  no  cayera  en  manos,  como  ya  rererimos. 
de  los  que  de  ,1a  plaza  hubian  salido  á  merodear.  Sus 
minas,  aquella  su  invención  tan  terrible  y  tan  cacnreadn. 
habian  sido  totalmente  inutilizadas  por  las  contramiMOS 
de  los  sitiadores.,  faltando  también  muy  poco  para  que 
no  pereciera  en  ellas.  Sus  escogidos  gascones  y  navar- 
ros bajos  á  pesar  de  sus  mandatos  y  de  haberlos  adiestrado 
hasta  en  formar  coa  paveses  el  teetudo  ó  galápago ,  usa- 
do por  los  romanos  para  combatir  las  murallas  (!},  acato 
por  no  sentir  en  él  aquel  ardor  patriótico  que  con  los  su- 
yos le  animaban ,  se  habian  mostrado  flacos  y  débiles  en 

[1)  Yegcliufi,  Dcre  mUiiari ,  lib.  i,  cap.  ik. 


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S02 

tos  asaltos;  y  la  ProTÍdeocía  por  último,  habiendo  sido 
Icart  el  primer  español  contra  quien  Navarro  guiado  de 
su  mala  estrella  combatió ,  pnede  decirse  que  fué  el  pre* 
destinado ,  como  en  su  lugar  veremos ,  para  presenciar 
cuando  et  día  de  la  expiación  llegó ,  su  triste  y  desdicha* 
doOn. 

1517. — Pfo  está  claro  sí  Navarro  acompañó  á  los  Fran- 
ceses y  venecianos  cuando,  después  de  apoderados  de 
Brescia,  se  encaminaron  contra  Verona.  Era  su  alcaide  to- 
davía y  gobernaba  la  gente  española  y  alemana,  no  como 
general  pontificio  sino  como  comisario  imperial,  el  mismo 
Marco  Antonio  Golona ,  que  con  tan  acertada  oportunidatl 
socorrió  á  Brescia  al  principiar  su  asedio.  La  guarnición 
reforzada,  á  pesar  de  los  precauciones  de  los  venecianos, 
con  gran  parle  de  la  que  alh  acababa  de  capitular,  dio 
también  como  su  gobernador  tas  mismas  pruebas  de  valor 
admiradas  por  los  enemigos  en  Brescia.  Ni  con  tener  por  el 
suelo  ciento  y  cincuenta  pasos  de  muralla  derribados  por 
los  venecianos  hacia  la  puerta  de  Vieenza,  ni  con  haber 
los  Tranceses  abierto  cinco  grandes  portillos  por  cinco  par- 
tes  diferentes  de  la  misma  muralla,  ni  con  amotinarse 
por  las  pagas  é  irse  de  sus  r^ultas  á  los  venecianos ,  con 
grandísimo  encono  de  los  demás  españoles,  los  capitanes 
Rojos ,  Plasolla ,  Crístoval  Manjon ,  Juan  Pérez ,  Juan  La- 
drón, y  el  coronel  Maldonndo  y  Juárez,  pasado»  deapues 
por  las  picas ,  sirviendo  al  duque  de  Urbino  (1 )  (lo  cuiil 

(t)  GuicciardiDÍ.lib.  12.— Jovlo,  lib.  18,  describe  largamente 
este  sitio  en  qíie  también  hubo  retos  y  ílaelos  por  las  Damud  enln; 
Mpaaoles,  italianos  y  fraeceses,  y  alborotos  por  Us  rameras;  y 
Iratnntlu  da  aiiuelin  desercioo  ,  refiere  que  muchos  españoles  sin 
vergüenza  ninguna  diciendo  que  sin  paga  no  qnerino  pelenr  por  el 
Emperador  ni  c^penr  á  pasar  la  última  hambre ,  Gngian  que  salían 


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r.nn 

(lf;bió  servir  de  nvüo  ó  Navarro]  l<^rar(m  los  sitiadores 
que  se  rindiera  Verona.  Sus  defensores  la'manluvíeron 
resuellos  hasta  que  concertad»  la  paz  de  Noyon  en  agosto 
de  aqoel  año  entre  nuestro  Garios  llamado  después  el 
Quinto,  y  el  Rey  Francisco  I,  y  luego  entre  este,  el  Em- 
perador y  los  venecianos ,  volvieron  estos  á  su  posesión 
en  enero  de  1517;  y  puesto  So  á  la  sangrienta  guerru 
derivada  de  la  liga  de  Cambray ,  que  habla  durado  ocho 


A  correr  la  tierra  y  pasábanse  í  los  venencianos.  Pero  otros  mn- 
chofl  ,  teniendo  respeto  á  la  honra  de  su  nación ,  recibian  eoojo, 
pareciéndoles  qne  aquella  maldad  era  afrenta  &  toda  ella.  Y  asi  mal- 
decían el  hecho  y  juraban  qne  en  habiendo  lagar  babian  de  casti- 
gar su  maldad  matándolos  por  sus  manos  ó  por  Juslicii.  Kntre 
otros  que  se  pasaron  fueron  Juárez,  Bojas,  Plasolla,  Cristóbal  Man- 
jon,  Joan  Pereí  y  Juan  llamado  el  Ladrón  y  algunos  otros  leones 
mas  que  soldados  usadofi  i  ganar  y  aprovecharse.  Estos  poco  áotes 
siendo  muertos  loa  mejores  de  sa  ^ente  hablan  entrado  en  lagar  do 
los  alféreces  y  capitanes  mas  por  su  atrevimiento  y  por  favor  de  los 
soldados  que  por  su  valor.  A  estos  siguió  poco  después  el  capitán 
Ualdooado  no  teniendo  respeto  á  la  honra  que  hsbia  ganado  en  las 
guerras  pasadas.  Era  verdaderamente  digno  de  ser  alabado  de  va- 
leroso guerrero,  si  siendo  ya  viejo,  no  lo  engañaran  soberbia  y 
.ivaricia  de  manera  qne  macolÁra  con  esta  maldad  y  con  el  horrible 
fin  de  su  vida  la  honra  genada  con  tantos  trabajos.  "Fué  este  Gn, 
B  según  Berrera  en  sus  Comentarios  de  los  hechos  de  los  españoles 
»  en  Italia,  pág.  301,  qne  el  Coronel  Ualdonado  y  el  Capitán  Jna- 

■  rez  y  otros  dos  capitanes  mas  que  servían  al  Duque  de  Vrbíao, 
>  oído  lo  que  trataban  contra  él  y  leídas  las  escrituras  y  cartas,  y 
«relatados  los  indicios,  estando  todos  los  españoles  con  grande 
»  atención,  por  común  jaicio  condenaron  á  muerte  i  Maldonndo  y 
B  ú  los  tres  capitanes  y  haciéndolos  pasar  por  las  hileras  de  ¡as  picas 

■  fué  ejecutada  la  pena  y  según  decian  purgada  con  este  castigo  toda 
M  la  malicia  qne  habla  en  aquel  ejército.  Y  esto  se  llama  entre  la 
»  nación  española  pasar  parlas  picas:  castigo  usado  en  ella.  Véaii- 

■  jie  Jovio,  lib.  19,  y  Gmcciardini,  lib.  13  al  principio  y  mas  ade- 

■  I  ante.  " 


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oOi 

años ,  se  despidió  Loda  la  gente  de  los  ejércitos  coligados 
y  hubo  paz  por  algún  tiempo  (1). 

Cuando  esto  sucedia  ya  no  seguía  Pedro  Navarro  el 
ejército  francés  ni  se  hallaba  en  Italia.  No  se  descubre 
si  fué  por  no  haber  sido  muy  arortunado  en  Brescia,  ó  por 
consecaencia  del  tratado  de  Noyon  que ,  encontrándose 
ocioso  en  el  mismo  año  de  1516  y  volviendo  á  su  antigua 
profesión  de  marino ,  comenzó  á  juntar  en  Marsella  una 
armada  de  diez  y  seis  galeras  con  muy  escogidos  soldados. 
Tampoco  puede  afirmarse  si  aquel  armamento  le  costeaba 
secretamente  el  Rey  de  Francia ,  ó  si  tal  vez  Navarro  tan 
mal  hallado  con  la  paz  como  en  iSO?  lo  estuvieron  con 
la  de  Italia  Diego  García  de  Paredes,  el  capitán  Melgare- 
jo y  Diego  de  Aguayo,  quiso  como  ellos,  y  aylidodo  de  los 
habituados  al  saco  y  al  pilluje  de  la  desventurada  Italia, 
lanzarse  en  grande  y  de  su  cuenta  al  corso  que  él  conocía 
muy  bien ,  y  entonces  no  dejuba  de  ser  lucroso  y  aun  de 
grandes  esperanzas  {%. 

O  por  el  temor  que  infundiau  el  arrojo  y  pericia  de  Na- 
varro á  pesar  de  sus  reveses  en  Brescia ,  ó  por  que  se  le 
creyó  capaz  de  cualquiera  alevosía  desde  que  cambió  de 
bandt-ras ,  hubo  recelos  en  España  de  que  con  tan  grueso 
armamento  acaso  se  dirigiese  contra  las  costas  entonces 
nuestras  de  Ñápeles  y  Sicilia.  Ayudaba  á  ese  recelo  en  lu 
tocante  á  Sicilia ,  que  con  la  muerte,  del  Rey  Católico  y 
bajo  pretexto  de  que  de  sus  resultas  había  caducado  In 
autoridad  del  virey  D.  Hugo  de  Hon«;ada  basta  que  elsu- 

{i)  Gvicctanlisi,  Aldiní,  Jovid,  Argensola  y  Herrera,  etc.  Cin- 
co milioDeB  de  ducados,  dice  Guicciardiní .  ijne  costó  i  los  Teiie- 
cianoi  aquella  guerra. 

(%  Zorita,  tom.  6,  lib.  8,  del  Rey  D.  Fernando.— Uanaiia, 
lib.  39,  cap.  9. 


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505 

cesor  en  la  corooa  no  la  confirmase  tte  nuevo ,  la  píele 
siciliana  se  había  amotinado  contra  él  y  negádole  la  obe- 
diencia. Protegíanla  también  abiertamente  entre  otros  per- 
sonajes los  condes  de  Golisano  y  Camerata ,  llegando  los 
excesos  al  término  de  i)ile  el  virey  de  noche  y  furtivu- 
mente  no  solo  tuvo  que  abandonar  su  palacio  y  luego  la 
capital  y  la  isla,  sino  que  continuando  el  desorden  se  de»- 
acataae  la  autoridad  del  Príncipe  D.  Carlos  y  al  nuevo  vi- 
rey  que  nombró  (1). 

El  cardenal  Jiménez  de  Gisneros  que,  muerto  el  Rey 
Católico  gobernaba  entonces  á  Castilla,  fué  quien  segnn 
su  elocuente  bistoriador  mas  se  receló  de  que  Navarro  tan 
práctico  en  las  costas  de  Ñapóles  y  Sicilia ,  no  fuese  con 
su  armada  á  favorecer  aquella  sedición.  Creyó  que  su  ob- 
jeto podría  ser  arrancar  la  isla  á  la  dominación  española, 
y  auD  el  mismo  Alvar  Gómez  así  lo  índica.  Manifiestamen- 
te viene  á  decir  que  lo  puso  por  obra  después  de  baberse 
juntado  con  los  genoveses,  á  quienes  el  cardenal  expulsó 
luego  de  España ,  y  cuya  armada  unida  á  la  francesa  ayu- 
daba hasta  entonces  secretamente  á  los  condes  de  Came- 
rata y  Golisano  principales  promovedores  de  la  rebelión 
siciliana  (2).  No  falta  quien  escriba  que  Navarro  ccn  el 


(1 J  Argeosola,  etc.— Thoms  Facelli,  De  reíiu  Situlit  posterío- 
ris  Deeadis,  lib.  10,  capot  uniaiiH,  inUr  Aaiiquiialum  Sicilia 
Scriploret,  lom.  4,  púg.  689  y  siguientes...  Qaod  ubi  Hugo  vidil, 
detperata  pltbit  rccipisceniia  , /amulitm  menliíui,  clam  per  particum 
hora  itoetit  texta  el  upiimo  die  Mariii  anni  talatis  1516.  Begia 
cgrtsitu  domum  Joannis  iiigrtditur  ele. 

(S)  De  rebut  getlii  Francisci  Ximenii,  lib.  6,  fol.  182.  Petnu 
Nttvarrttt...  U  eo  tempore  ledeeim  naviam  claite  Masiitiam  vtmens 
deUctuj  militum  tludiosi  facitbat  iiec  dubian  emsc  qiiiii  illt  fo/os 
apparalMt  adiiersum  Calabnam  et  Siciliam  Ínitraerelitr~  IVaní  Gf— 
HOensium  clattií  qua  paulo  aiile  Galllta  adjunriafuerat  Panoimuat 

Tobo  XXV.  '¿O 


„Googlc 


50C 

fin  i]e  sublevar  lambien  á  Ñapóles  en  favor  de  los  france- 
ses desembarcó  en  los  estados  {lontificioB  limilrofes  de 
aquel  reino,  y  aun  faé  causa  de  que  la  armada  de  Espaba 
no  pasasie  á  Berbería  (1) :  sin  embargo ,  los  escritores  si- 
cilianos i|ue  presenciaron  los  alborotos  de  sa  patria ,  nada 
cuentan  acerca  de  que  Navarro  y  los  genoveses,  ya  junios 
ó  separados,  tomaran  alguna  parle  en  ellos,  sostenién- 
dolos de  cerca  ó  dé  lejos  en  su  origen  ó  sea  en  el  año 
de  15i€.  Soto  en  el  de  15i7,*y  ya  bien  eiitrado ,  se  lee 
que ',  aplacada  la  sedición  cdn  el  castigo  de  uiios  y  la  sali- 
da de  otros  de  Sicilia,  se  comenzó  á  tratar  en  Roma  la 
entroga  de  la  isla  á  los  franceses,  entrando  en  ello  aun  el 
mismo  Papa  Leen  X  (2).  Este  proyecto  se  añade  que  con- 
tinuó con  mas  ó'  menos  calor  en  los  años  sucesivos  y  prin- 
cipalmente al  tiempo  en  que  los  dos  Reyes  de  España  y 
Francia  aspiraban  á  la  corona  impeiial ,  y  acabaron  por 

aáoritndi  etupieioiten  déJerat ,  Camarina  el  Goiiíaao  eüuj  urUt  prt- 
mariis  hominibus  dum  aiíxilium  ferentibui .-  post  N-avarri  wii  ad~ 
vtntuta  apefíé  remg-erenliias.  NeqHeenim  alia  de  cauia  vir  ej'ut  ora 
perlliisimuí  tupervcrieral ,  nisi  al  ej'us  duclu  et  coniilio  qui  Campa- 
»(i  et  Sieula  lillora  lam  probi  noverat ,  tolain  illam  régimen  infts- 
rarri.  Acerca  de  los'moTimentOB  de  Sicilia  en  iSlBcontrael  virey 
D.  Hugo  (le  Moneada,  yéanse  en  esta  Colección  de  Documentos,  los 
niadcnios  del  tomo  St  correspon dientes  á  los  meses  de  junio  y 
jalio,  A})éndice  á  1a  vida  de  D.  Hugo, 

(t)  SandoTal,  1ib.  %  %.  20.-A;-gensoIa,  AnnaUs  y  CemtuU- 
rioidel  seBor  Atarcon,  lib.  6. 

(3)  Paeden  verse  acerca  de  esto  el  Sieamcce  Hiitoria  teu  Sica- 
RomVn  anliquitelum  ecmpendium  de  Franoisco  Manrotyco,  nacido 
en  li9V  y  muerto  en  1576,  y  la  Historia  Sieula  de  Tomús  Pace- 
Ili,  que  declara  tenia  veinte  y  un  años  cuando  presenció  aquellos 
alhorotOB :  uno  y  otro  en  los  tomos  9  y  4  Aaiiiia.itatiim  Sicilia 
scripteres  Ínter  Iialianorum  renim  icriptores.  Trata  lambien  de  ellos 
Pedro'tlártir  en  las  Epístolas  393  y  591,  escritas  en  setiembre 
de  4517. 


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507 

enemislarse ;  pero  como  quiera  que  antes  de  eso  en  151G 
al  Papa ,  y  á  principios  del  mismo  año  de  1517  al  carde- 
nal Cisneros ,  hubiese  Navarro  descubierto  el  Gn  de  sus 
armamentos ;  ó  se  le  ha  de  reputar  por  un  hombre  falaz 
y  trapacero,  ó  no  hay  fundamento  suficiente  para  imputar- 
Ifl  contra  su  patria  otros  proyectos,  y  ya  bastan,  que  los 
que  puso  por  obra. 

No  cuenta  Alvaro  Gomoz  si  la  satisfacción  que  Navar- 
ro dio  á  Cisneros  provino  de  pedírsela  este,  o  bien  de  que 
agraviado  de  loa  pi-oyeclos  que  le  imputaban  quiso  de  su 
buena  voluntad  enmudecerá  sus  detractores.  Únicamente 
refiere  que  "recordando  al  Cardenal  su  antigua  y  mutua 
»  amistad  le  comunicó  por  medio  del  presbítero  Taramo- 
i>  na  su  familiar,  que  todas  aquellas  fuerzas  navales  de 

■  que  disponia,  y  todos  sus  empeños  y  conatos,  lejos  de 
*'  dirigirse  coiiti-a  los  reinos  de  Ñapóles  y  Sicilia ,  no  te- 

•  aian  otro  objeto,  según  ya  él  de  muy  atrás  usaba,  que 

■  combatir  á  los  enemigos  de  la  religión  y  asolar  las  cos- 

•  tas  africanas  (1)."  Acaso  con  ese  motivo  pedía  algún 
auxilio  al  generoso  y  fervoroso  cardenal,  al  modo  que  en 
el  año  anterior  y  con  el  mismo  ñn  se  le  pidí6  al  pontífice 
Leoa  X,  su  compañero  de  prisión,  por  medio  del  francisca- 
no fray  Ferrando  que  aun  conservaba  Navarro  en  su  com- 

(1)  De  nía  I  gestís  etc.,  lib.  7,  fol.  183...  Navarras  quoqac 
pr-)  vetere  aatieitia  per  Taramauam  preshiterum  familiarcm  suum, 
maririmas  illas  copias,  lotamque  itlam  appara/um,  pro  antiguo  sao 
instituto  adnersum  husies  religioiiis  parare  affirinalur ,  fiíesque  saas 
et  solidos  coaaius ,  te  poiius  adversas  Affricana  liiiora  quaiii  contia 
regnam  Neapoliíanum  aat  contra  Siculam  oram  iiiiendere.  TaramO' 
na  hemos  dicho  en  otra  parte,  y  para  miiiirestar  el  país  en  donde 
creemos  haber  lucitio  Pedro  Navarro,  que  era  [loinbre  do  lugar  y 
apellido  en  el  concejo  de  GalJamoá,  coiíGiiante  con  el  de  S'joiufi-DS- 
tro  CD  las  Encartaciunes  de  Vizcaya, 


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508 

ponía  y  ramilia ;  mas  de  la  respuesta  que  aquel  Papa  le  di* 
rigió  en  5  de  octubre ,  no  solo  se  deduce  que  de  su  cueD* 
ta  y  no  de  la  del  Rey  de  Francia  procedía  en  sus  arma- 
mentos, sino  que  estaba  muy  apartado  de  los  proyectos 
que  le  imputaban  contra  Ñapóles  y  Sicilia.  Por  que  León  X 
después  de  elogiar  altamente  su  piedad  y  religión  y  de  en* 
carecer  lo  muclio  que  por  ella  se  le  debia ,  pasando  á  lo» 
auxilios  que  Navarro  le  demandaba,  se  los  negó,  fundándo- 
se "en  que  habia  gastado  mucho  en  aprestar  dos  arma- 
>  das  en  aquel  año,  una  en  Ñapóles  y  otra  en  Genova; 

■  concluyendo  con  que  si  algún  dia  se  decidiese  á  em- 

■  prender  lo  que  le  habia  anunciado ,  se  lo  avisase  anti- 

■  cipadamente  para  cuidar  de  contentarle  en  cuanto  le 

■  fuese  posible  (1)." 

Así  lo  hubo  de  cumplir  Navarro,  pues  que  así  se  de- 
duce de  otra  carta  que  en  27  de  mayo  del  siguiente  año 
de  1517  le  escribió  el  mismo  León  X.  En  ella  y  ensal- 
zando como  en  la  anterior  los  ardientes  deseos  que  ya 
conocia  en  Navarro,  y  que  el  florentin  Oddi  su  criado  le 
habia  referido ,  de  acometer  cuanto  antes  alguna  empre- 
sa insigne  y  señalada  en  provecho  de  la  república  crís- 
úana,  y  que  al  intento  se  afanaba  por  salir  cuanto  antes 
contra  los  turcos  y  los  moros  con  la  armada  mas  fuerte 
que  pudiera:  los  califica  de  piadosos  y  santísimos,  y  le 
anima  á  llevarlos  adelante.  El  pulido  y  elegante  Pedro 
Bembo  no  omitió  nada  de  cuanto  con  ese  motivo  pudiera 
alhagar  al  intrépido  y  adusto  marino:  repárase  sin  em- 
bargo en  t&D  expresiva  caria,  que  diciendo  en  ella  el 
Papa  á  Navarro  que  corrian  voces  de  haberse  dado  á  la 
vela  la  armada  turca  bien  arreglada  y  adiestrada ,  ningún 

(1)  V.  Doeunienlo  m'im.  31. 


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309 

socorro  dí  ayuda  le  ofrecia  d^  pronlo,  sino  que  eludién- 
dolos como  eo  octubre  anterior,  dejaba  á  su  discreción 
delerminar  si  seria  mejor  que  su' armada  y  la  papal, 
uniéndose  primero ,  salieran  juntas  contra  los  moros ;  es- 
perando que  con  tiempo  se  io  avisase ,  para  que  en  tal 
caso  pudiera  oportuna  y  gustosamente  ordenar  que  lo 
dieran  cuantos  auxilios  necesitase  (1). 

1518. — No  se  comprende  en  verdad  como  una  perso- 
na privada ,  cual  en  esta  correspondencia  aparece  Navar- 
ro, y  cual  también  te  representa  Alvaro-  Gómez,  podia 
juntar  en  Marsella  ó  en  cualquiera  otro  puerto  las  fuerzas 
tan  respetables  que  dos  dan  á  entender.  Gallan  los  histo- 
riadores; y  Paulo  Jovio.que  abunda  en  curiosos  porme- 
nores y  que  en  lo  concerniente  á  su  amigo  Navarro  y  & 
los  sucesos  en  que  tuvo  parte,  no  deja  de  mencionarle, 
enmudece  en  sus  Historias,  al  llegar  ó  ta  época  en  que 
nos  encontramos  con  la  nuestra.  Acaso  pereciera  en  el 
saco  de  Roma  como  sucedió  con  algunos  de  sus  libros  (2); 

(1)  V.  Docmnento  núm.  31. 

f^)  Dice  Paulo  Jovio  al  fio  det  lib.  k  de  sna  Historias:  "los 
poetreroH  seis  libros  de  esta  primera  Década  se  perdleroa  en  el  saco 
de  Roma :  pero  el  autor  tiene  confianza  en  su  memoria  que  lo  po- 
drA  tomar  á  sacar  de  sus  memoriales  y  borradores  si  tuviese  vida 
para  ello.  Por  que  paaó  asi  que  al  tiempo  del  taco  Herrera  Cordoves 
y  Antonio  de  Gamboa  viioaino ,  eapitanea  de  infantería ,  atormen- 
tando á  los  sacristanes  de  Santa  María  de  la  Minerva,  bascaron  todos 
]os  escondrijoi  y  hallaron  una  arca  herrada  en  que  el  autor  habia 
escondido  cien  libras  de  plata  labrada  y  los  libros  de  su  Historia. 
El  capitán  Gamboa  contentiodose  con  la  piala  arrojó  los  libros 
como  presa  inútil ;  pero  el  Capitán  Herrera  que  no  era  punto  ne- 
cio ,  tomó  parte  de  los  libros  conviene  á  saber  los  que  estaban  es- 
critos en  pergamino  y  cubiertos  de  cuero  colorado  y  no  curó  de 
los  que  estaban  escritos  en  papel  y  asi  se  perdieron  siendo  hechos 
pedazos.  El  capitán  Herrera  trujo  at  autor  al  caslillo  de  Santangel 


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TilO 

mas  03  sin  emliürgo  cierto  que  á  últimos  de  aquel  año 
cnrria  Pedro  Navarro  los  mares  con  su  armada,  puesto 
que  nuestro  Rey  Carlos  I  respondiendo  en  6  de  enero 
de  1518  á  una  consulta  del  virey  de  Cerdeña.  relativa  á 
ta  manera  que  liabta  de  tener  con  el  mismo  Navarro  y  su 
nrmada  le  decia  que  "  mientras  no  hiciese  daño,  le  hi- 
■  cíese  dnr  las  vituallas  que  hubiese  menester  por  su  dí- 
B  ñero  y  hacer  todo  buen  acogimiento  (1)." 

Pudo  contribuir  á  su  salida  no  solo  el  lucro  que  del 
corso  podía  provenirle,  sino  el  alarma  que  por  aquel 
tiempo  dominaba  en  toda  Italia,  con  motivo  del  poder 
que  el  Gran  Turco  Selím  habla  logrado  con  sus  victorias 
cóbrelos  Principes  comarcanos..  Divulgándose  en  Roma 
principalmente  lo  inmenso  de  sus  aprestos  navales  contra 
liis  pueblos  cristianos,  y  recordando  León  X  y  los  carde' 
nales  el  desembarco  que  en  otro  tiempo  hicieron  los  tur- 
cos en  Otranto,  se  figuraban  verlos  ya  desembarcados  en 
las  indefensas  costas  de  la  Pulla,  y  que  con  toda  seguri- 
dad se  encaminaban  contra  ellos  (2).  Su  miedo  en  fin  era 
(an  grande,  que  el  papa  León  no  contento  con  haber  or- 
denado para  conjurarle  rogativas  en  que  anduvo  con  los 


loa  libros  que  iooid  para  qa6  se  los  psgase;  y  el  Papa  TBovido  de 
las  Jigrímas  del  anlor  dio  é  Herrera  por  eos  un  beneficb  quo 
procuraba  itincbo  haber  por  muerte  de  un  sacerdote  de  su  tierra. " 
Como  el  mismo  Jovio  en  los  libros  19,  20,  21,  22,  23  y  2<k  e-n 
qne  conclnye  la  primera  parle  de  sus  üislorias,  no  da  mas  que  un 
ligerisimo  resumen  de  lo  sucedido  desde  la  rendición  de  Brescía 
en  1 516  basta  qne  en  15S7  Iné  el  sacojde  Roma ,  acaso  perecieraa 
entonces  también  aquellos  libros. 

(1)  V.  Documento  núm.  32. 

(2)  Pedro  Hirtir,  Epitlola  G06  en  Valladolid  á  B  de  febrero 
de  <518.  yíA  urbe  scríiitur  Ponlijicem  cum  suis pnrptiralis  tremeré, 
tliitant  al  ApuHee  tliioribas  ,  parvo  frcto  intertecanie. 


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311 
))ieB  descalzos ,  eovíó  l^odos  á  los  Príncipes  cristianos  ú 
excitarlos  con  empeño  á  que  se  coligaran  contra  el  ene- 
migo común  (1). 

En  medio  de  que  todos  se  mostraban  dispuestos  á  par- 
tir si  los  otros  se  movian ,  ninguno  aparontaba  tanto  celo 
como  el  Rey  de  Fraooia.  Con  todo  su  reino  corrian  voces 
en  Roma  qve  en  llegando  la  /ooasion  decía  que  saldría  á 
campaña  (2) ;  y  como  oo  obstante  haber  muerto  Selím  y 
apaciguádose  algún  tanto  los  ánimos,. aun  contioaaban  los 
temores  del  Papa  y  Sacro  Colegio ,  con  nada  menos!  ps-> 
rece  que  con  cuarenta  laii  iafanleB  y  tr«s  mil  hombres  de 
armas  prometía  volar  á  au  defensa  (5).  El  de  España  que 
no  dejaba  de  conocer  cuan  precaria  era  la  paz  de  que 
gozaba  la  Italia,  al  paso  que  en  las  correrías  de  los  tur- 
cos y  en  las  aparieacias  de  voItce  á  loa  Gerbos ,  eacoi)< 
trabo  justiOcaeíoa  para  tus  armamento^  en  Cartagena, 
mostraba  también  su  prehensión  al  Papa  >  que  no  desde* 
úaba  BUS  ofertas.  Uno  y  otro  Bey  en  Gn  se  ^forzaban  en 
ganari^  la  voluntad  con  tanto  mayor  etnpeñq  cugnto  que 
el  Emperador  Maximiliano  juntó  aquel  año  los  electores 
para  que  des^n&r^n  elsucesor  que  había  de  tener  en  el 
imperio :  andando  en  Ip  cual  albagando  los  dos  Beyes  al 
Papa  y  observándose  entre  sí  porque  los  dos  aspiraban  al 
trono  imperial ;  la  muerte  del  Emperador  acaecida  en  i  2 
de  enero  de  1SÍ9  vino  á  ponerlos  eo  piigna  abierta  y  á 

(1)  Goicciardini ,  lib.  13,  a&o  de  15(8. 

(2)  Pedro  Mártir,  ibi.  Galtorum  res  ad  tam  se  expeditionem  si 
oporluerit-,  iturum  cum  universa  Galliea  polñntia  pollicelur. 

(3)  Ibid,  Mptsrola  632  ea  Zaragoza  i  30  de  diciembrK  de  1518. 
Chistiaaissimus  auietn  rex  ad  Proviaeiam  ín  Turcas  recipiendam 
PoHli/icü  offerl  pcdiium  multa  quairigcnla,  cataphraaorum  Iria.  Rex 
notíer  iuam  paral  classem  etc. 


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312 

ser  el  fundamento  de  la  sangrienla  historia  de  uno  y  olro 
reinado  (i). 

Poco  ánles  de  eso  teniendo  el  de  España  Cortes  en 
Zaragoza  con  tos  aragoneses ,  ee  le  presentaron  los  men- 
aajeros  de  et  de  Francia  y  del  moso  Juan  de  Albret  á  La- 
brit  que  se  titulaba  Rey  de  Navfirra,  pidiendo  para  este 
7  en  virtud  del  tratado  de  Noyon  la  restitución  de  aquel 
reino.  Cuantos  consejeros  consultó  en  aquella  of^sion  nues- 
tro no  menos  mo^  D.  Carlos,  todos  conociendo  la  impor- 
tancia política  aunque  tampoco  faltaba  la  justicia  de  seme- 
jante adquisición  se  decidieron  unánimemente  por  consep 
varia.  De  mo^o  que  junto  el  resentimiento  de  esa  negativa 
con  el  que  naturalmente  derivaba  de  haberse  declarado  los 
dos  Reyes  de  España  y  Francia  pretendientes  á  Ia-con>- 
na  imperial ,  los  colocó  en  actitud  tan  hostil  que  el  mis- 
mo León  X  que  poco  antes  imploraba  el  auxilio  de  ambos 
contra  los  turcos,  ya  se  recelaba  acaso  mas  de  los  cristia* 
nos.  Ni  aun  la  armada  española  que  ¿ntes  con  tanto  empe- 
ño solicitaba,  queria  que  pasase  desde  Cartagena  á  Ñapó- 
les (2). 

Francisco'  I  en  tal  estado  las  cosas ,  al  paso  qoe  envió 
í  la  Dieta  imperial  sus  embajadores  cargados  de  dinero 
para  ganar  el  voto  de  los  electores,  se  esforzó  grandemen- 
te conoóíendo  su  influjo  en  ellos ,  en  captarse  la  benevo- 
lencia del  Papa.  Era  para  este  temible  cualquiera  de  los 
dos  rivales  en  quien  recayese  la  elección ;  el  uno  por  sus 

(1)  Guicciardioi ,  ihi.  Acerca  He  la  expedición  de  D.  Bogo  de 
Honcada  i  los  Gerbes,  véase  su  vida  en  eala  Colección. 

(3)  Pedro  Mártir,  Epístola  638  en  Barcelona  á  33  de  febrero 
de  1519,  ¿Qua  nova/ormido  est  exorta  repente?  Paulo  ante  turca- 
rum  furores  tremcbatis ,  nune  nosfra  vtdemini  exlimttctrt^  Escri- 
liicndo  al  legado  y  sacristan  del  Papa. 


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jl5 
miras  sobre  Hilan  y  Genova ,  y  el  otro  soLre  Ñapóles ,  y 
algunas  otms  partes  de  Italia ;  y  como  de  él  pensaba  Fran- 
cisco que  por  ventura  dependia  la  elección ,  deseando  por 
una  parte  atraérsele .  y  aparentar  por  otra  que  quería  des- 
embaraiurie  del  ascendiente  de  Cértos,  ordenó  á  Pedro 
Navarro  darse  á  la  vela  con  una  armada  de  veinte  galeras 
y  alanos  otros  buques  con  cuatro  mil  hombres  de  des- 
embarco. En  el  caso  de  que  al  Papa  le  agradase,  le  or< 
denó  también  ir  con  todas  esas  fuerzas  á  combatir  los 
moros  en  las  mismas  costas  de  África  (1);  mas  tejos  de 
adelantar  cosa  alguna  quedaron  su  valor  y  fama  tachados. 
Un  español  afirma  que  habiendo  en  aquel  año  ido  Navar- 
ro coD  la  armada  qne  equivocadamente  llama  de  España, 
contra  la  ciudad  de  África  en  la  provincia  de  Túnez,  y 
combatidola  reciamente ,  los  moros  que  la  defendían  le 
obligaron  á  retirarse  con  mucho  daño  (2),  al  paso  que 
otro  francés  le  moteja  de  haber  sido  con  sus  correrías 
causa  de  que  no  se  ganasen  los  Gerbes.  Por  que  habiendo 
salido  de  Ñápeles  D.  Hugo  de  Moneada  con  aquel  intei>- 
to  y  ana  buena  armada,  dice  que,  temiendo  encontrarse 
con  la  de  Navarro ,  cuyo  designio  ignoraba ,  renunció  á 
la  empresa  y  se  volvió  á  Sicilia  (3). 

(1)  Gnicoiardini,  lib.  13...  il  lt¿  di  Francia  ordinó  che  Pietro 
Navarro  uteitíe  ¡n  mar*  eon  una  ármala  di  ventigaUe  ,  el  daltri 
leg-ni  el  coa  quatra  mila  fanii  pagati,  tallo  nome  di  reprimere  le 

fiítte  di  Mori  ele. 

(2)  Mármol,  Dtteripeion  del  África,  lib.  6,  cap.  S8;  pero  nÍD- 
^nn  otro  escritor  hemos  visto  que  refiera  ese  saceso. 

(3)  Dnoiet,  Hisloire  de  France,  tom  9,  pág,  82  y  sig.  Franpotí  I; 
pero  Argeosola  y  otras,  callando  esta  retirada  de  D.  Hugo,  cuen- 
tan por  lo  contrario  que,  después  de  herido  de  un  flechazo  en  )a 
cara  en  un  combate  naval  con  los  turcos,  desembarciJ  en  los  Gerhes 
que  so  le  rindieron  y  prestaron  homenaje  al  Rey  de  Gspa&a.  Véase 


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314 

Nucsiro  Rqy  D.  Carlos  elegido  al  fin  Emperador  en  28 
de  judío  de  aquel  año,  fué  tanta  su  alaría  y  júbilo  coma 
pena  y  tristeza  sufrió  su  competidor  Francisco.  Los  polí- 
ticos de  menos  previsión  coDvinieron  desdo  luego  en  que 
el  nuevo  Emperador  mas  pronto  ó  mas  tarde  reooTaría 
las  pretonsíone&jde.su  abaelo  Maximiliano  al  ducado  de 
Hilan,  y  que  Francisco  I  de  reohazo  agregaría  á  las  maní- 
fesladas  anteriormente  al  reino  de  Ñapóles ,  sus  recientes 
agravios  por  no  cuQ]plirse  el  tratado-de  Noyoa  en  lo  to- 
cante á  la  restitución  del  reino  de  Navarra.  Quejábase 
también  de.que  según  antiguas  concordias  no  podía  una 
misma  persona  reinar  á  la  vez  en  Ñapóles  y  en  el  Im- 
perio ;  mas  como  León  ;X  se  habió  ya  mostrado  favora- 
ble á  Garlos ,  acabó  su  obra ,  dispensando  en  uso  de  su 
autoridad  pontificia  la  incompatibilidad  de  las  dos  coro- 
nos  (1). 

1520.— Terminado  en  paz  ysin  hostilidades,  á  pesar 
de  que  se  las  esperaba,  el  año  de  1519.  acabó  también  sin 
ellas  el  de  1 520.  Aunque  Navarro  en  él  siguió  con  su  ar- 
mada cruzando  por  las  costas  de  Italia ,  nada  se  cu«ita 
que  intentase  contra  los  turcos ,  y  menos  contra  los  reinos 
de  Ñapóles  y  Sicilia.  Aparece  por  lo  contrario  que  en 
aquel  eslío  y  otorVo  ó  aquejado  del  mal  de  la  patria,  ó  des- 
contento de  los  franceses  que  como  era  natural  le  mira- 
ban con  despego,  ó  bien  dominado  de  eu  altivez  y  orgullo, 
no  podiendo  soportar  que  una  armada  que  Francisco  I 
preparaba  en  la  Provenza,  -en  vez  de  confiarla  á  su  peri- 
cia y  valor ,  tratase  de  entregarla  al  hermano  de  una  de 


acerca  de  la  sujeción  de  los  Gerbes  la  vid^  de  D.  Vta%tt  y  ios  docu- 
mentos que  la  acompaSan  en  el  Uimo  S4  de  esta  CoUceioa. 
(1)  Daniel,  ibi. 


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315 

sus  damas,  solicíló  U  meilioeion  del  Papa,  para  recon- 
ciliaree  con  el  Rey  de  España. 

LeoD  X ,  así  pw  la  antigua  amistad  como  por  conocer 
cuanto  importaba  separar  de  los  franceses  á  un  hombre 
dol  crédito  de  Navarro,  se  puso  muy  luego  de  acuerdo 
wa  D.  Juan  Manuel,  nuestro  Embajador  en  Roma.  Re- 
comendó este  el  asunto  al  Emperador,  y  mientras  que  sti 
determinación  llegaba,  comenzó  á  entenderse  secretamen- 
te con  Navarro.  La  negociación  iba  tan  adelante  que  de 
nada  menos  se  trataba  que  de  apoderarse  el  Emperador 
sin  dar  la  cara  ni  gastar  un  real ,  de  la  ciudad  de  Geno- 
va ,  que  siendo  el  punto  por  donde  pasaban  los  franceses 
con  toda  seguridad  á  la  Lombardía  ,  y  de  cuya  conserva- 
ción dependía  la  del  ducado  de  Milán ;  no  es  difícil  presu- 
mir lo  que  interesaria  ganarla  á  quien  preveia  que  aquel 
ducado  vendria  á  ser  muy  pronto  su  principal  campo  de 
batalla. 

Para  salir  con  ese  intento',  trataba  el  Embajador  con 
Navarro  que,  eoncertándose  con  os  Adornos,  que  eran  los 
cabezas  de  la  facción  espoñohi  en  Genova ,  tomaran  á  au 
sueldo  y  acaso  también  del  Papa ,  mil  infantes  españoles 
de  los  qae  habían  vuelto  da  los  Gerbos  y  andaban  amoti- 
nados ,  que  tenían  gana  de  irse  con  Navarro.  Cuondo  es- 
tuviera lodo  pronto  habían  de  dar  un  golpe  de  mano -ó 
Genova  que,  arrancándola  á  los  Fregosos,  cabezas  de  la 
facción  sometida  al  Rey  de  Francia,  la  dejase  á  merced 
del  Emperador,  á  quien  no  era  cosa  de  gran  monta  lo  que 
Navarro  pedia  por  aquel  servicio.  Contentábase  con  que 
algún  día ,  pues  que  había  de  quedar  enemistado  con  el 
Rey  de  Francia,  le  recibiera  en  el  suyo ;  ocerca  de  lo  cual 
el  embajador  que  le  recomendaba  y  pedia  al  Emperador 
que  en  breve  le  respondiera ,  concluia  con  que  Navarro 


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316 

era  para  hacer  otros  hartos  enojos  á  los  franceses  y  serví- 
cios  á  S.  A.  (1). 

Ya  fuese  veleidad  de  Navarro  ó  desacierlo  de  un  Don 
Francisco  de  Urrea ,  bastardo  de  )a  casa  de  Aranda  que 
andaba  en  su  compañía  é  ¡nlervenia  ea  estos  tratos ,  ó 
ya  fuese  que  por  los  tiempos  y  acaso  falta  de  provisiones 
no  pudiera  mantenerse  en  aquellos  mares  la  armada  en 
que  andaba  Navarro;  nada  se  concluyó  con  él.  Retirado 
á  Marsella  con  Gurrea  á  preparar  nuevos  buques  con- 
tra los  ialieles ,  es  muy  de  sentir  por  cierto  que  los  me- 
dios indirectos,  que  el  embajador  empleó  pra  parti- 
ciparle la  favorable  determinación  del  Emperador,  ó  no 
llegaran  á  su  noticia,  ó  que  llegándole  en  medio  de  la 
agitación  que  entonces  reinaba  en  España .  le  apartasen 
de  un  proyecto  que  restituyéndole  á  su  patria ,  le  hu- 
biese salvado  la  honra  y  la  vida.  La  sórdida  avaricia  y  la 
escandalosa  venalidad  de  aquellas  esponjas  chupadoras 
como  con  gracia  y  verdad  apellidó  Pedro  Mártir  á  los 
flamencos  que  con  Carlos  V  vinieron  á  nuestra  patria  {%); 
sabido  es  que  después  de  embarcados  con  él  en  mayo 
dfc  1520  para  ir  á  tomar  la  corona  imperial ,  dieron  lu- 
gar ni  alzamiento  popular  de  los  comuneros.  Como  en  to- 
dos los  tiempos  de  revueltas,  y  en  la  antipatía  consi- 
gniente  entre  los  liberales  y  partidarios  de  las  reformas  y 
libertad  nacional  y  tos  serviles  y  cortesanos ,  hubo  exa- 

(1)  Védnse  las  cartas  del  embnjador  en  el  docDnienlo  oiime- 
ro  33.— Gnicciardiai  ea  e1  lib.  1(  refiere  en  el  aSo  de  1521  el 
proyecto  de  presentarse  en  et  puerto  de  Genova  dos  mil  iofantes 
españoles  con  Geróairao  Adorno. 

[2}  Epislola  619.  ea  Zaragoza  A  S9  de  mayo  de  lSf8.  Deas 
beni  vartal .-  j'am  tanl  omn:a  venalia:  muera  Castelta  mille  moJii  de- 
pauperalur. ..  Spongia  mnt  mulla  parata  ad  Castelta  íiueum  er- 
haiirtcnáum  etc. 


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517 

geradDs  imputaciones  Oe  proyectos  y  planes  odiosos  de 
los  unos  para  con  tos  oíros  y  contra  la  misma  patria.  Los 
realistas  no  contentos  con  acusar  de  republicanos  á  los 
populares,  al  ver  que  tos  franceses  querían  oprovecbar 
aquel  trastorno  para  devolver  á  Enrique  de  Labríl  el  reí- 
no  de  Navarra,  dieron  por  sentado  que  los  comuneros  ha< 
bian  buscado  su  apoyo ,  y  aun  les  ofrecían  su  ayuda  para 
salirse  coa  su  intento  (1).  Corriendo  estas  voces  en  la  cor* 
te  del  Emperador  en  tos  Países-bajos,  á  donde  los  que  el 
odio  del  pueblo  lanzaba  de  España  llegaban  contando  las 
mayores  atrociiladea ,  j  qué  extraño  tendría  que  también 
hubiesen  contado  que  Pedro  Navarro  hnbia  venido  de  se- 
creto y  por  orden  del  Rey  de  Francia  á  reconocer  si  se  po- 
día minar  la  fortaleza  donde  estaba  el  mariscal  de  Novar* 
ra,  que  no  sabemos  cual  fuese,  y  que  hasta  con  el  Papa  y 
el  CoDdestable  de  Castilla  ínlri(,Mba  para  haberla  en  su  po- 
der (2)f 

4521. — Aun  después  de  vencidos  Padilla  y  los  co* 
muñeres  en  abril  de  15^1 ,  siguió  la  misma  acusación 
contra  ellos,  por  causa  de  la  ¡nyasion  francesa  en  Navar- 
ra (5).  Si  Navarro  era  roncales,  y  como  tal  nacido  en 


(1)  IbUlem^  Epístola  665,  respondiendo  en  6  de  noviembre 
delSSO  á  Galinsra,  Canciller  del  Emperador.  Scribii  Tolfiaiios  cunt 
Gallif  agtre  ut  in  Navarram  iraducmit  extrcilum  i  quot  pleuiut 
(¡ueaití  ttdttioaem  taturare  etc. 

{%  Carta  de  Carlos  T  si  cardenal  de  Tortosa  en  S7  de  setiem- 
bre de  45SO.— Véase  documonto  udm.  34. 

[3t  Pedro  Nérlir,  Epitiola  724 ,  en  5  de  mayo  de  1K21  al  mis- 
mo Canciller  Gatinara.  Galli  á  juncieris  pUriique  impulti  lolelanis 
precipui  ac  particulatim  ab  uxore  Padilia  proaissurum  hunc  ignem 
ariiirati  Py  reama  transierunt.  Téase  en  la  Uisloria  de  Carlos  V, 
por  Sandoval,  lib.  8.  §.  20,  qae  ni  Juan  de  Padilla,  ni  la  luota  ni 
uUus  de  las  cabezas  de  la  comunidad  jamás  tal  cosa  inventaron. 


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518 

nquel  reino,  llama  la  atención  que  el  Rey  de  Francia  no 
le  ocupase  en  una  expedición ,  en  que  nadie  ni  con  mas 
acierto  ni  tal  vez  con  mas  prestigio  podía  dirigir  su  nu- 
merosa infantería,  siempre  escasa  de  buenos  caudillos. 
Los  historiadores  sin  embargo  nada  nos  cuentan,  sino 
que ,  retirados  los  franceses  de  Logroño  hasta  donde  ha- 
bían llegado  fácilmente,  y  repasado  el  Pirineo,  después  de 
>'encidos  en  Esquiros  (1);  el  Emperador  que  tenía  en  su 
ánimo  la  empresa  del  ducado  de  Hilan,  trató  de  buscar 
pendencia  á  Francisco  I ,  vengándose  por  a(|uella  parte  de 
lo  que  ¿I  con  tanto  arrrebato  babia  intentado  en  España. 
La  ocasión  no  podía  ser  mas  propicia.  AboiTecia  en 
Hilan  á  los  franceses  por  sus  abominables  escesos  Fran- 
cisco Sforcia.  hijo  del  antiguo  duque  Luis  que  nunca  habia 
querido  transferirles  sus  derechos  á  aquel  estado  ;  desde 
Trente  en  donde  residía ,  Sabia  por  medio  de  sus  parien- 
tes y  parciales  conspirado  permanentemente  contra  ellos. 
El  Emperador,  aunque  disimulaba  otras  quejas ,  se  mani- 
festaba sentido  de  que  el  Rey  Francisco,  olvidándose  ile 
que  el  ducado  de  Milán  era..cn  otro  tiempo  feudo  y  pro- 
piedad del  Imperio,  ninguna  gestión  hiciera,  después  de 
haberse  ceñido  la  corona  imperial,  para  recibir  la  investi- 
dura y  continuar  en'sU  señorío.  León  X  en  fm  que  en  me- 
dio de  estar  entregado  á  la  música  y  á  los  placeres  áe 
todo  género  debía  de  ser  poco  aficionado  á  la  guen-a  (2), 
no  queriendo  el  predominio  ni  ta  vecindad  de  tos  francc- 

(1)  Tcilro  Mártir,  Sandotal,  ele. 

(2)  Guicciardini,  lib.  H,  dic«  de  León  qne  era  per  nalitradr-     i 
dito  alfocio ,  et  a  piaccri  el  hora  per  la  troppa  licenza  el  gramitz^ 
iilir-Ho  so/ira  ino/lu  ílalie  /acccade ,   iinmerto  ad   udire  lutlo'l  giorae 
miniíhe ,  facciie  fl  buffoni,  inclínalo   anchara  Iroppo  pitt  chélhaaei- 
10  a  pinceri,  pa'  cua  dbvcste  estere  loiahitnlc  aliena  dalle  guerre. 


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5i0 
scs ,  coQtrajo  con  el  Emperador  en  9  de  muyo  de  aquel 
año  y  con  el  mayor  secrelo  uoa  alianza ,  cuya  base  y  ob- 
jeto principal  se  reducia  á  echar  los  franceses  de  Italia, 
restituir  el  ducado  de  Milán  á  Francisco  Sbrcia ,  recupe- 
rar para  la  Iglesia  las  ciudades  de  Panna  y  Piasencia. 
engrandecer  al  Emperador  y  sostener  á  la  familia  de  los 
Hédicis  (1). 

Para  mandar  las  fuerzas  que  cada  coligado  había  de 
poner  en  campaña ,  nombró  el  Papa  al  marqués  de  Man* 
tua  y  el  Emperador  á  Próspero  Colona  que  habia  de  ser 
«I  general  en  jefe.  La  Jnrantcrta  española  é  italiana  se 
puso  á  cargo  del  marqués  de  Pescaro  que  tan  mozo  fué 
herido  y  prisionero  en  Ravena  mandaudo  la  caballería  li- 
jera ;  y  que  aunque  de  origen  español ,  todavía  aentia  no 
haber  nacido  en  España .  fuülidiando  á  los  italianos  ha- 
biendo naeido  en  N.-ipoles,  con  no  hablarles  nunca  sino 
en  español  (2).  Además  de  Antonio  de  Leiva  y  de  Her- 
nando de  Alarcon  que  llevaban  caicos  muy  principales, 
iban  también  en  aquel  ejército  los  dos  valientes,  do  quie- 
nes entonces  se  dijo  en  Italia,  un  capitán  Juan  de  Urbina, 
un  alférez  Santillana  (5).  Acompañábale  igualmente  como 
comisario  Hposlólico  el  célebre  historiador  Francisco  Guic- 
cianliiii.  gobernador  por  él  Papa  de  Módena  y  Reggio,  y 

(1)  Galcalins  Capella  ,  De  bello  mediolanensi  prv  restítutione 
Frakeuci  Sfonia  II  ele.  ab  anno  1531  uj^«  od  anoum  4S30, 
lib.  1.— Josephi  Ripamonli,  Hli/oria  ürbU  Mediolaní,  lib.  8,  inier 
AniiqítUatum  Itaüte leriplores.  Pan,  4.*  et  3.',  fomi  2.  — Guicciar- 
dini,  lib.  U. 

(2)  Jotíus,  De  vita  Ferdiiiandi  Davali  cogDOinealo  Piscsrii  ii- 
hro  i,  pig.  312...  NecPUcariiu  secas  ae  AJphontut  pater  t¡ai  Hii- 
fMmvrum  ingenia  peni/US  oderal ,  despcctis  Ilalis  tuoi  i¡uibui  rutiii' 
^am  niii Hiípanice/astidilo  Mtrmone  loquebaiur  cíe. 

13)  SaDdoval,  fíinoria  de  Carlos  f,  §.  26. 


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520 

que  habiendo  intervenido  en  las  juntas  y  consejos  de  guer- 
ra y  en  todos  los  sucesos  de  aquella  campaña ,  li  descrié 
lie  minuciosamente  (i). 

Compom'ase  el  ejército  según  unos  de  cinco  mil  caba> 
líos  y  veinte  y  un  mil  infantes ,  y  según  otros  de  diez  y 
ocho  mil  de  estos  entre  españoles,  italianos,  tudescos  y 
suizos,  y  mil  y  doscientos  hombres  de  armas,  además  de 
los  desterrados  de  Milán  que  eran  bastante  (3).  Siendo  di- 
ferentes los  Bnes  con  que  se  emprendía  la  guerra,  fué  con* 
siguiente  que  se  disputara  como  y  por  donde  se  la  debia 
comenzar.  Querían  algunos  encaminarse  ante  todo' contra 
Hilan,  al  paso  que  tratándose  después  de  si  se  habia  de  ir 
primero  á  Plasencia  que  á  Parma ,  en  medio  de  la  diver- 
gencia que  al  porecer  existia  entre  Colona  y  Pescara ,  se 
preGrió  ir  contra  la  última  que  contaba,  con  una  buena 
guarnición  francesa.  Asestada  la  artillería  contra  sus  muros 
en  129  de  agosto ,  vino  abajo  una  gran  parte  de  ellos ,  por 
la  que  á  su  tiempo  arremetió  la  infantería  española  con  su 
babiluol  intrepidez.  Ya  en  8  de  setiembre  estaban  los 
coligados  apoderados  al  parecer  de  un  tercio  de  la  ciudad, 
cuando  se  determinó  abandonarla ,  no  lauto  por  las  disí' 
dencias  entre  Pescara  y  Colona,  como  por  el  socorro  fran- 
cés y  veneciano  que  á  toda  priesa  y  con  Mr.  de  Lautrech 
venia  (5) ;  siendo  en  aquella  facción  cuando  por  primera 

(1)  Tratando  Gaicciardini  Je  como  go  pensó  mas  adelante  en 
abandonar  i  Parroa ,  dice  que  el  Marqués  la  respondió  en  espaBul 
k  las  observaciones  que  le  baota  acerca  de  como  no  se  podía  ganar 
en  aquel  día  la  ciudad  si  en  el  dia  de  iiiles  era  rácil ,  qde  im  hoggi 
as  domani  ne  doppQ  domani, 

(3)  Gnicriardiiii «  Cepetla,  Ripamonte,  ibi. ,  y  el  P.  Daniel  pé- 
gína  122. 

(3)  Ibid. — Guicoianlini  aüadeque  por  habeise  puesto  en  cam- 
paña en  conlra  d  Duque  de  Ferrara. 


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521 
vez  á  lo  menos  en  Italia  ,  opina  un  escritor  francés ,  que 
los  españoles  vsaron  aquellos  arcabucea  que  por  tu  largu- 
ra y  pesadez  se  necesitaba  para  apantarlos  el  apoyo  de 
una  horquilla  [i). 

Para  consolar  al  Papa  del  abandono  de  Parma ,  le  en* 
caminó  el  ejército  contra  Hilan.  Apenas  llegado  ¿  sus 
puertas  Pescara  ,  ó  por  negligencia  de  Lautrech  ó  por  co- 
bardía de  ios  venecianos ,  se  did  un  asalto  y  penetró  en 
ella  siguiéndole  luego  todo  el  ejército.  El  placer  de  la 
conqnista  de  Milán  cuentan  hílber  regocijado  tanto  ñ 
León  X  que  murió  de  sus  resultas  en  1  .*  de  diciembre  de 
aquel  año :  inclínanse  sin  embargo  los  historiadores  á  que 
fué  envenenado  por  su  mismo  camarero,  de  quien  so 
murmuraba  que  lo  hiciera  pagado  por  el  Rey  de  Fran- 
cia (2).  Creían  que  con  la  muerte  de  León  decayeran  los 
asuntos  del  Emperador  y  de  los  españoles  en  ítalia ;  mas 
la  elección  de  su  ayo  el  cal-denal  Adriano  en  9  de  ene- 
ro de  1522,  ya  debió  ser  de  mal  presagio  para  los  fran* 
ceses  en  aquel  año :  sus  inátites  tentativas  para  socorrer 
el  castillo  de  Milán  que  aun  se  mantenia  por  ellos ,  y  con> 
t*a  el  cual,  y  para  impedírselo  además,  levantaron  los  im* 
periales  hasta  trincheras  de  nieve ,  debieron  también  pre- 
venirlotf  prescindiendo  de  otros  sucesos  de  la  mala  suerte 
que  les  esperaba  (7). 


(1)  DaDÍelfibi. ,  pig.  126,  refiriéndose  al  1."  torao  de  Ibb  He- 
morías  de  Da-Butlai. 

[2]  daicciardÍDi ,  iU. — Jotío',  lib.  20  dé  las  Historias  y  en  la 
vida  de  Leoo,  lib.  4.— Cspella  lib.  2, 

[3]  GaicciardÍDi ,  1ib,  \\...  perche  etsendo  eaduta  in  térra  una 
nevé  graniíiuima  ,  Pratpero  uiaado  il  bcnrfirio  del  Cielo  fot  iuanü 
giotno  laaarare  di  nevé  due  argiui  alia  timilitudine  de'quali  soleva  li 

Tono  XXV,  ai 


„Googlc 


522 

1522. — Pera  coDira  quieo  se  mostró  mas  fatal  Taé 
contra  Pedro  Navarro ,  de  quioQ  en  todo  el  año  anterior' 
ninguna  noticia  bailamos.  En  et  de  i  522  y  en  medio  de 
la  actividad  que  Lautrech  mostraba  para  reponer  el  as- 
cendiente de  los  franceses  en  Italia  vinieron  á  ella  con  un 
gran  socorro  de  gente  y  dinero  que  por  Genova  recibió, 
el  mariscal  de  Foix,  Navarro  y.aquel  caballero  sin  miedo 
y  «in  tacha  llamado  Bayard,  á  qníen  la  suerte  reservaba 
triste  Gn  también  con  los  españoles ,  que  él  sabia  justa- 
mente apreciar  en  la  guerra  (1).  A  vista  de  tanto  refuer* 
10  y  de  capitanes  tan  ilustres  como  le  acompañaban,  per- 
suadidos GolMia  y  Pescara  de  que  intentarían  apoderarse 
de  Hilan ,  estrechándolos  entre  la  ciudad  y  et  castillo  qne 
todavía  conservaban ,  se  salieron  al  campo  buscando  sitio 
en  donde  si  la  ocasión  se  presentaba,  pudieran  batallar 
con  ventaja.  Conociéndolo  los  enemigos  trabajaban  cnan- 
to podian  para  impedirlo ,  hasta  que  al  fln  en  una  tarde 
saliendo  de  Monza  los  imperiales  plantaran  sus  tiendas  en 
la  Bicoca ,  casa  de  recreo  y  caza  de  los  duques  de  Milán, 
situada  como  á  una  tegua  de  aquella  ciudad  (2). 

Tunada  posición  con  grande  inteligencia  y  puesta  i 
cargo  de  Colona  la  caballería  y  la  infantería  al  de  Pesca- 
raque ,  sirviéndole  de  foso  un  camino,  la  colocó  detrás  de 
él  junto  con  la  artillería ;  antes  .de  emprender  Lautrecb 
nada  contra  ellos,  encargó  á  Bayard  y  á  Pedro  Navarro 
que  fueran  á  reconocerlos  (5).  Aseguran  unos  que  Na- 
varro en  tan  memorable  jornada  tuvo  á  su  cuidado  allanar 

(1)  Véase  eo  Brantome  y  en  su  vida  como  esUado  para  morir 
empafló  su  espada,  besó  la  crnz  de  ella  en  seiial  de  la  de  Jesu- 
cristo y  conieaE6  á  rezar  el  Mbererr.  mei  Deu$. 

(2)  Guicciardini,  ibi.— Capaila  lib.  2,  pág.  I2fi9. 

(3}  Jotío,  De  mía  Fernandi  Datali,  lib.  2,  pig.  338, 


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S2ó 

coa  les  zapadores  las  veredas  que  conduelan  al  campo 
imperial  (I) ,  refiriendo  otros  haber  stdo  de  los  qae  mas 
se  opusieran  á  que  se  diera  la  batalla ,  opinando  porque  n 
los  suizos  que  con  sobrado  oj'gullo  insislian  en  que  tuviera 
lugar,  se  piígase  á  loa  unos  y  se  despidiese  á  los  oíros.  Su 
dictamen  y  su  experiencia  ninguna  acogida  se  dice  que 
encontraron ;  porque  Lautrech  y  sus  capitanes  que  cono- 
cian  la  obstinación  de  los  suizos,  y  se  consideraban  per- 
didos si  los  despedían ,  pretiriendo  el  lance  de  una  bata  - 
lia  á  la  derrota  que  en  aquel  caso  suponían  consiguiente, 
la  emprendieron  contra  la  opitlion  de  Navarro. 

Dada  la  orden  de  acometer ,  loa  suizos  que  menospre- 
ciaban ¿  los  Trauceses,  eti  lugar  de  ejecutar  el  ataqUe  si- 
muUéneo  que  sobre  el  Frente  y  flancos  de  los  imperiales 
había  Lautrech  combinado,  creyéndose  suQcienles  para 
vencer,  no  quisieron  detenerse  en  la  arremetida.  Fuerón- 
so  derechos  á  caer  sobre  el  Trente  del  campo  imperial,  en 
donde  estaba ,  dice  el  historiador  del  marqués  de  Pescara, 
convenientemente  ordenada  la  artillería  delante  del  foso 
y  lu  inrantería  distribuida  en  cuatro  escuadrones  con  fren* 
tes  iguales ,  mezclados  unos  con  otros  españoles  y  tudes- 
cos con  espacios  trocados.  A  los  tudescos,  loa  gobernaba 
Jorge  Franisperg.  hombre  de  gran  cuerpo  y  de  grandísimas 
fuerzas.  Los  ai'cabuceros  puestos  delante  de  la  orden  de 
las  picas  tenian  toda  la  frente  de  largo,  á  los  cUales  mana- 
do el  marqués  de  Pescara  con  orden  nueva  y  totil  y  que 
fué  después  dichom .  que  no  diesen  fuego  á  los  arcabuces, 
hústa  que  viesen  "darlo  primero  al  capitán  Volagne  con 

■  BU  comisión  y  ttidndamíento.  Después  mandó  á  los  de 

■  primera  orden  que  en  habiendo  descargado  los  arcabu- 

(I)  Daoie!,  FiantoU  I,  tom.  9,  pAg.  147. 


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324 

■  cea ,  luego  se  hincDsen  de  rodillas  y  de  ouevo  annaseny 

■  por  que  la  segunda  orden  tuviese  lugar  de  lirar  sin  pe- 

■  ligro  de  los  que  estaban  delanle ,  y  mandó  que  lo  5)18- 
•  mo  hiciesen  los  segundos ,  terceros  y  cuarU»  y  que  en 

■  acabando  de  tirar  los  últimos,  luego  y  diligentemente 

■  se  alzasen  los  primeros  y  segundos  para  disparar  y  que 
>  ansí  sin  jamás  cesar  continuase  esta  maravillosa  orden 

■  á  manera  de  una  continua  tempestad  de  tiros,  porque 

■  antes  que  viniesen  á  las  manos  fuese  desbaratada  la  in- 

■  fantería  del  enemigo  (!}." 

Esta  invención  de  Pescara  que.  aunque  bastante  alte- 
rada, ha  llegado  hasta  nuestros  dias,  concertó  en  los  im- 
periales un  fuego  tan  certero  y  sostenido  que  mas  de  mil 
suizos  cayeron  antes  de  llegar  al  camino  ó  foso  que  de- 
fondia  su  posicitm.  Nada  con  todo  detuvo  su  ardimiento. 
"  Corriendo  muy  reciamente  y  sin  tener  sospecha  de  la 

■  desigualdad  del  lugar  llegaron  basta  el  foso  en  que  es- 

■  taba  el  Marqués  gobernando  toda  cosa  con  sosiego  de 

■  ánimo;"  mas  encontrándose  atli  con  que  era  mas  pro- 
fundo de  lo  que  pensaban  y  que  no  les  era  fácil  pasarle, 
se  retiraron  con  orden  y  gran  valor  solvando  su  artille- 
ría (2). 

Antes  de  eso,  y  en  lo  mas  reñido  del  combate,-  Ur.  de 
Lautrech,  que  en  la  caballería  superaba  mucho  á  tos  im- 
periales, creyó  que  el  triunfo  seria  suyo,  si  por  medio  de 
un  engaño  conseguía  introducirla  en  el  alojamiento  de 
aquellos.  Ordenó  con  este  fin  á  los  hombres  de  armas  y 
ginetes  que  en  lugar  de  la  cruz  blanca  con  que  se  distin- 
guían los  franceses ,  se  pusieran  en  sus  vestidos  la  cruz 

(1)  Historia  del  Marquit  de  Pescara  por  el  maeflro  Valles,  li- 
bro 2,  cap.  9.— Vulagne  ¿noseriu  BolaüosT 
(3)  Ibid. 


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51Í5 

roja  (le  que  usaban  los  imperiales.  Con  esle  ardid  y  con  la 
vigorosa  carga  que  por  el  flanco  pensaba  darles ,  se  pro- 
metia  que  ,  desordenándolos  at  punió,  entrarían  luego  en 
aquel  campo  tan  seguro  mezclados  unos  con  oíros  y  lodo 
lo  desbariaa  en  él.  Súpolo  á  tiempo  Colona  y  mandando  ñ 
los  suyos ,  que  para  distinguirse  de  los  franceses  se  pusie- 
ran en  las  cabezas  unos  manojitos  de  yerba  ó  de  las  espi- 
gas de  que  abundaba  el  terreno,  frustró  con  eso  el  proyec- 
to y  la  victoria  quedó  por  él  y  los  suyos  (1). 

Tan  gran  derrota  sucedida  en  29  de  abril ,  domingo 
de  Quasimodo  según  unos,  y  en  27  de  aquel  mes  según 
oíros,  fué  funesta  á  'los  franceses.  Perdieron  mas  de  tres 
mil  suizos  y  veinte  y  dos  de  sus  capitanes.  De  los  impe- 
líales murieron  poquísimos  y  ninguno  de  calidad,  excep- 
to D.  Juan  de  Cardona,  conde  de  Golisano  (2).  Mencionan 
también  los  historiadores  at  montañés  Santillana  ,  sargen- 
to del  capitán  Guinea ,  que  en  aquella  batalla  recibió  nue- 
ve heridas  y  fué  el  primero  que  en  Italia  ganó  ventaja  en 
el  sueldo  (3):  siendo  lo  principal  y  de  mas  trascendencia 
que  creyendo  Colona  y  Pescara  ser  llegado  el  dia  de  ex- 
pulsar á  los  franceses  de  Italia ,  comenzaron  á  entender 
en  ello.  Apoderáronse  de  Cremona ,  Lodi  y  Pizzighitone; 
visto  lo  cual  y  el  estado  decadente  en  que  se  encontraban 

(1)  Gnicciardini  en  «I  lib.  lt»«ii.qne  describe  largamente  la 
batalla ,  per  cA«  per  ingannargli  comandó  che  ciascuno  de'suoi  ineiene 
güila  topraveíta  la  croce  rotsa,  tfgnale  de  ressercito  Impértale  ia 
cambio  della  eroee  blanca  sígnale  del  Sessercitof ranéese  etc. — Sedfa- 
llaeia  in  tempore  eognila,  flice  Galeatius  Cápela  después  de  eso, 
juMtít  Prosper  tuot  oimtei  kerba  aatspieanim  quibui  agri  lum  referli 
eraitt,  manipulas  capili  impanere  ut  ab  hosfibus  dignoieerentur  e\c, 

(2)  GuicciardiiH,  ibi. — Herrera ,  Comentarios  de  los  eipañdes  en 
¡lalia,  pég.  3tO. 

43)  Sandoval  ,.lib.  40,  §.  3  y  26. 


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320 

Mr.  de  Lescuii  su  general ,  codocÍiIo  por  el  mariscal  Foix. 
se  obligó  en  22  de  mayo  á  evacuar  la  Lombardía,  si 
dentro  de  cuarenta  dias  un  ejército  francés  do  pasaba 
el  Pó  y  le  socorrÍD:  de  modo  que  no  habiéndolo  verifica- 
do, fué  la  cuarta  vez  que  los  franceses  abandonaron  la 
Italia  (i). 

Mientras  tanto  Colona  y  Pescara  para  asegurar  mas  su 
empresa,  se  encaminaron  á  Genova  con  unos  veinte  mil 
valientes  veteranos  alemones,  españoles  é  italianos,  si< 
guiéndolos  también  el  duque  de  Milán.  Siendo  Genova 
una  ciudad  opulenta  y  un  puerto  y  entrada  franca  para 
tos  franceses  mientras  fuera  Doge  de  aquella  Repúbli- 
ca Octaviaqo  Fregóse  cqbeza  de  sus  parciales ,  era  del 
mayor  interés  que  ocuparan  su  gobierno  los  Adornos  ca- 
beras del  bando  imperial.  Frustrado  el  trato  que  en  1S20 
traia  con  aquel  objeto  y  con  Pedro  Navarro  nuestro  em> 
bajador  en  Roma  D.  Juan  Manuel ,  en  tanto  que  al  año  si- 
guiente el  ejército  coligado  del  Papa  y  del  Emperador  se 
dirigían  contra  Mjlan ,  la  armada  imperial  compuesta  de 
siete  galeras  sutiles,  cuatrQ  bergantines  y  algunas  otros 
naves,  se  prosenló  sin  efecto  delante  de  Genova.  Nadie 
se  movió  en  ella  en  favor  de  los  Adornos.  El  Doge  Fregó* 
80  se  habia  prevenido  oportunamente ;  y  los  dos  mil  vete- 
ranos españoles  embarcados  en  Ñapóles  en  la  armada  y 
los  desterrados  de  Mitán,  qué  al  presentarse  aquella  en 
las  aguas  de  Genova ,  la  amenazaban  por  tierra ,  lodos  se 
retiraron  abandonando  la  empresa  (2). 

(1)  Herrera,  Comentarioi,  pig.  8M.— Véase  euBraotome  lacn- 
ríou  nolicia  histórica  de  este  Hr.  de  Lescnn,  hermano  de  Mr.  de 
Lautrech  y  de  Hr.  de  Lesparre  ti  Lesparros ,  el  qoe  foé  derrotado 
en  Ksquiros. 

(2)  Guicciardmi, lib. It.-Capelb,  VebcUa  M(dii>lanenti,\\h.% 


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327 

Poníase  ahora  y  en  ejecución  eiii  embargo  con  mas  de- 
cisión y  tuerzas.  El  marqués  de  Pescara,  precedido  de  Ge- 
rónimo Adoroo  que  le  iba  preparando  víveres  y  transportes, 
se  iba  también  acercando  á  la  ciudad.  Contemplándola  Fre- 
goso  como  perdida  si  loa  franceses  no  la  socorrían,  envió  sú- , 
plicas  y  mensajeros  á  Francisco  I  instándole  con  fervor  á  . 
que  cuanto  antes  lo  ejecutóse.  Encontráronle  profunda- 
mente afligido  con  la  derrota  de' Bicoca  y  dispoDÍéndine  á 
repararla  con  un  numeroso  ejército  ;  y  en  prueba  de  que 
conocia  el  rie«go  que  tan  importante  población  corría  y 
las  ventajas  que  de  dominarla  resultarían  &  sos  enemigos, 
«n  tanto  que  él  con  su  infantería  y  caballería  se  encami- 
naba á  ella  por  los  Alpes ,  ordenó  á  Pedro  Navarro  re-  . 
cien  llegado  de  Italia  que  volara  á  su  socorro  con  dos^a- 
leras  según  unos  y  con  tres  ó  cuatro  según  otros. 

Pero  en  tanto  que  Navarro  llegaba ,  Genova  estaba  in* 
teriormente  agitada  entre  Adornos  y  Fregosos ,  imprope- 
rándose mutuamente  la  penosa  situación  en. que  se  veian; 
porque  el  marqués  de  Pescara  faabia  ya  derribado  con  la 
artílleria  gran  parte  de  las  murallas ,  ó  intimado  la  rendi- 
ción tres  veces  y  por  escríto.  Los  de  la  Balia  é  ayunta- 
miento conociéndola  inevitable ,  enviaron  sus  tratadores  á  ^ 
los  jefes  imperiales.  Conferenciábase  en  30  do  mayo ,  es- 
criben algunos  italianos,  y  ya  estaba  convenida  con  Colona 
la  entrega  de  la  ciudad  al  dia  siguiente ,  cuando  Pescara 
ansioso  de  acabar  pronto  tan  gloriosa  empresa ,  ordenó  un 
asalto  por  aquella  parte  de  la  muralla  que  estaba  destrui- 
da, y  penetrando  por  ella  sus  soldados,  en  tanto  que  por 
la  opuesta  entraban  Colona ,  el  duque  de  Milán ,  los  Ador- 

pig.  127*.— Uberli  toWVs,  fí!itoir<t  Cenutns!i,Vib,  12, adán,  1522, 
lomus  I  Autiquitaiam  Iialia,  ele.  pág.  721  y  22. 


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528 

nos  y  los  tleslei'rados  genoveses  que  le  aconQpañabnn ,  en- 
tregaron la  ciuJud  al  mas  borroso  saco  (1).  Guicciardini 
indica  (]ue  las  conferencias  para  la  rendición  se  enfriaron 
lior  haber  llegado  Pedro  Navarro  con  dos  galeras  sutiles 
enviadas  por  el  Rey  de  Francia ;  pero  que  se  volvió  otra 
vez  á  ellas  y  con  mayor  eficacia ,  por  haber  de  nuevo  el 
marqués  corabalido  las  murallas  con  su  artillería;  y  que 
cuando  ya  parecía  qne  todo  estaba  arreglado.  Prospero 
Colona  ppr  una  parle ,  y  el  marqués  por  otra  ordenaron  el 
asalto,  y  se  siguió  el  terrible  saco  que  describe  (2).  Mura* 
lorí  cuenta  que  Pedro  Navarro  llegó  á  Grénova  con  cuatro 
galeras  y  dos  mil  infantes  embarcados  en  otros  buques  dos 
ú'm  antes  de  que  la  cerrasen  los  imperiales,  y  que,  ho- 
biepdo  la  artillería  del  marqués  derribado  una  torre ,  tra- 
tó Fregoso  de  rendirse ,  pero  que  tomándose  largas  por 
si  llegaba  el  socorro  francés  que  esperaba,  mientras  en 
eso  andaba  entraron  los  españoles  en  la  ciudad  y  la  sa* 
quearon  (5).   Por  lo  contrario  el  abad  de  Nájera  que 
estaba  entre  los  sitiadores  como  comisario  imperial ,  y 
que  como  tal  asistió  á  las  conferencias  que  mediaron  en- 
tre los  de  afuera  y  loa  ^  adentro  de  la  ciudad,  par*        | 
ticipando  al  Emperador  lo  sucedido  le  escribía,   que        ' 
tratándose  de  concierto  y  habiéndose  dado  á  los  geno- 
veses veinte  y  cuatro  horas  de  término  para  rendirse,  nada 
respondieron ,  porque  á  las  veinte  y  dos  les  vino  en  socor*        I 
ro  Pedro  Navarro  con  tres  galeras  y  una  nave  francesa  en        ' 
la  que  se  decia  que  venian  mas  de  mil  infantes  gascones  y 
franceses :  visto  lo  cual  comenzó  la  artillería  á  tirar  de 

(O  Ubertus  Foticte.  Íb¡. ,  pig.  7%}.  | 

(2){0uicc)ardini ,  l¡b.  14...  ma  ti  raffreddi  al  quanio  la  pralt- 
ca  per  la  uenuia  de  Pielro  Navarra  etc. 

(3)  Mnralori,  Annal. ,  tomo  10,  aüo  de  1S22.  i 


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329 

Duevo,  y  habiéndose  roto  las  cureñas  y  encontrándose  sin 
mantciones  para  defenderse  si  llegaba  el  socorro  francés, 
que  se  anunciaba,  aproveehaodo  )a  ocasión  y  no  dando  oii 
doa  á  las  condiciones  que  para  ganar  tiempo  los  genoveses 
proponían ,  ordenaron  los  jefes  imperiales  el  asalto,  y  en-< 
trando  tos  soldados  en  la  ciuilad,  lograron  un  tan  rico  bo- 
tín que  se  suponia  montar  á  mas  de  un  millón  (de  duca-r 
dos)  de  oro  {i). 

En  mala  hora  para  Navarro  así  como  también  lo  fué 
para  Genova ,  entró  en  su  puerto  con  el  acorro  de  Fran- 
cia. Cogiéronle  los  españoles,  dice  un  historiador  de  aque* 
lia  nación,  defendiéndose  en  la  plaza  mayor  con  algunos 
franceses  que  le  acompañaban  (2).  Paulo  Jovio  dice  que 
fué  en  el  puerto  buscando  un  esquife  en  que  salvarse; 
mas  el  abad  de  Nnjera  con  referencia  al  mismo  Navarro 
cuenta  que  habiéndose  embarcado  en  un  esquife  con  e\ 
arzobispo  de  Salermí  gobernador  que  había  sido  de  Geno- 
va y  hermano  de  Oclavnmo  Fregóse,  fué  tanta  la  gente 
que  en  el  cargó  que  zozobró,  y  Navarro  se  salvó  nadan- 
do. Llevado  al  marqués  de  Pescara,  añade  Jovio  que 
recordando  con  respeto  su  antigua  gloria  y  valor,  le  aco- 
gió con  la  mayor  hnmanidad  y  sin  tenerle  d?^  modo  algu- 
no por  enemigo  (3);  antes  de  eso  sin  embargo  su  paisana 
y  antiguo  soldado  el  famoso  capitnn  de  infantería  y  maes^ 
tre  de  campo  entonces  Juan^de  Urbina ,  acaso  porque  so 

(I)  Cartas  del  abad  de  Níjera  desde  el  mismo  Genova. — Yéasa. 
documéato  núm.  35. 

(S)  Daniel,  Hittoirt  de  Franco^  tom.  9,  pig.  15t. 

(3}  Jotío,  De  fita  Ferdinaiuñ,  lib,  3,  pág.  ZhQ.—Petnu  vtro  Na- 
varrus  dum  seapham  ¡n  pariu  quareret  ai  Hiipanii  eapitur,  duc- 
tutque  ád  PUearium  f  propter  veiercm  loties  speelaHe  virlalis  gh- 
riam  ,  singuíari  humanirttíe  ivi}uaquant  ul  hottit  excipilur. 


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530 

le  llevaron  sus  soldados,  le  guardó  como  su  prisionero  (I). 
Al  paso  que  como  á  tal  guardaba  el  marqués  de  Pes- 
cara á  Navarro,  guardaba  también  á  Octaviaoo  Fregóse 
Doge  ó  dux  de  Genova  que  había  caldo  en  sus  manos. 
Otro  tanto  como  Navarro  era  pobre  al  cabo  de  tantos  años 
de  trabajos  por  mar  y  tierra ,  era  rico  OctaTÍano  que  cui- 
taba con  gruesos  fondos  depositados  er  el  antiguo  banco 
genovés  de  San  Jorge.  Ni  aun  el  mismo  marqués  BÍguió 
tal  vez  mejor  que  Navarro  su  máxima  de  que  "  ninguno 

■  que  tenia  intención  de  sacar  ganancia  de  la  guerra ,  ha* 
»  bia  jamás  alcanzado  el  nombre  de  Gran  Capitán ,  al  paso 
>  que  por  lo  contrario  hablan  sido  siempre  invencibles  y 
«famosísimos,  los  que  dejando  á  los  soldados,  porjuz- 
•  gar  no  pertenecerles  nada ,  todas  las  presas  y  tacos, 
»  tan  solo  habían  aspirado  á  la  única  é  inmortal  alabanza 

■  de  la  verdadera  fama  (2)."  Ast  fué  que  tan  persuadido 
el  embajador  D.  Juan  Manuel  del  escaso  peculio  de  Na- 
varro ,  como  del  mal  comportamiento  de  las  galeras  de 
España  en  la  empresa  de  Genova  y  de  la  mala  opinión  en 
que  se  las  tenía ,  propuso  al  Emperador ,  luego  que  supo 
haber  sido  preso  Navarro,  que  le  diese  el  cargo  de  ellas. 
"  Que  cuando  determinare  de  serviros ,  le  decía ,  no  c^eo 
»  que  hará  falta  y  ea  sufiuicnte  hombro  para  ello  y  él  lo 
»  bará  de  buena  voluntad  y  terna  causa  para  ello:  por- 

M]  El  abad  de  NAjera,  ibi. 

[2)  lorio,  ibi.,  in  Gne,  lib.  7,  pág.  <S6,  tratando  de  que  el 
marqués  no  tenia  dinero  cuando  marió...  Dicere  enimsolebat,  ne- 
mincm  unquam  fx  hií  qui  militiam  quttstui  habtnáam  puiarent ,  mag- 
ni  Imperalaris  nomea  fuiste  conieculum;  contra  vero,  eos  temper 
evttiiite  invieiot  el  tange  clariisimos ,  qui  nihil  ad  te  ,  sed  ad  miliits 
ex  prada  pertíaere  exisi imantes,  ad  unom  lanium  aique  eam  immor- 
talem  veri  decoris  laudcm  aipirassenl. —^raotoíoe  en  la  vida  y  el 
maestro  Valles  en  la  bieloria  de  Pescara. 


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■  que  el  Rey  de  Francia  no  le  ha  de  rescaUr.  Y  pues 

■  por  DO  le  haber  rescatado  el  Rey  D.  Fernando  se  obli- 
•  gó  8  servir  at  Rey  de  Francia ,  tana  justo  será  que  sir* 
>  va  á  V.  M.  fallándole  el  Rey  de  Francia  siendo  espa- 
.  flol  (1)." 

Honra  sin  duda  á  D.  Juan  Manuel  que .  olvidando  el 
daño  que  Navarro  cuando  era  leal  at  Rey  Calólico  lo 
causó  en  1507  apoderándose  de  la  Tortaleza  de  Burgos. 
cuyo  alcaide  era,  le  recomendase  ahora  al  Emperador 
para  mandar  sus  galeras.  No  siendo  con  todo  D.  Juan  en 
panto  á  patriotismo  y  lealtad  el  mejor  modelo :  en  el  em- 
peño que,  tanto  en  1520  antes  de  emprender  lo  de  Ge- 
nova como  en  1522  después  de  emprendido ,  tuvo  en  que 
Navarro  volviera  i  ocupar  gran  puesto  en  su  patria,  dio 
evidentemente  á  conocer  que  lavando  las  manchas  de 
Navarro  creía  por  ventura  lavar  las  suyas.  Hatuan  sido  es- 
tas de  peor  naturaleza  y  mucho  mas  Teas ,  porque  si  aquel 
desventurado  soldado  arrastrado  de  su  vanidad ,  aburrido 
de  su  encierro,  ó  resentido  de  lo  que  creia  desprecio  del 
Rey  Católico  y  venganza  de  sus  émulos .  ae  pasó  á  otras 
banderas  y  tomó  las  armas  contra  su  patria ,  sin  respetar 
ni  sus  juramentos  ni  las  opiniones  del  tiempo ,  con  su  san- 
gre  en  Milán,  con  su  humillación  en  Rrescia  y  ron  su  pri- 
sión en  Genova,  pagó  bien  cara  su  deserción.  Todo  era 
personal  en  él.  todo  con  él  se  acababa  como  sucedió, 
además  de  estar  sujeto  á  los  percances  y  alternada  fortu- 
na de  la  guerra;  mas  ep  D.  Juan  Manuel  partiendo  de  la 
mas  negra  ingratitud  contra  quién  había  sido  su  protec- 
tor todo  fué  de  mas  peligro  y  trascendencia  para  la  patria 
que  trató  de  sacrificar  ó  su  ambición  y  al  engrandecí- 

(1)  Carta  de  6  de  junio  en  el  docamcnlo  núm.  36. 


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352 

miento  Je  su  familia,  sin  exponer  la  persona  á  los  azares 
de  las  baLallas. 

Hombre  astuto  y  de  grande  ingenio  y  línajo,  aunque 
de  cuerpo  pequeño ,  en  vez  de  asociarse  á  la  consumación 
de  la  uninacionalidad  española  emprendida  y  sostenida  oon 
tan  fervoroso  ahinoo  por  los  muy  esclarecidos  Fernando  é 
Isabel,  si  bien  al  parecer  y  con  el  On  de  ayudarlos,  como 
era  de  suponer,  admitió  la  embajada  que  le  conGrieron 
Cerca  del  Emperador  Maximiliano;  no  parece  baber  sido 
fiino  para  aprovecbar  los  emolumentos ,  y  conspirar  des- 
pués contra  tan  insigne  obra ,  así  que  la  Reina  Doña  Isa- 
bel murió.  Abandonando  entóneos  su  embajada  sin  tomar 
en  cuenta  las  advertencias  del  Rey  Católico,  y  promelíén* 
dose  sacar  mas  provecho  do  su  joven  y  descuidado  yerno 
Felipe  el  Hermoso,  se  puso  desde  luego  á  so  lado,  fué  su 
favorito  y  principal  consejero,  y  el  alma  y' cabeza  del  de< 
sacuerdo  y  disidencia  que  sobrevino  entre  suegro  y  yerno. 
El  fVié  quien  mas  conmovió  á  los  ambiciosos  grandes  que- 
josos del  orden  á  que  los  sometió  el  Católico,  para  que  se 
opusieran  á  que  continuara  gobernando  á  Castilla,  como 
con  suma  prudencia  y  atendida  la  locura  de  su  hija  Doña 
Juana  lo  habia  ordenado  en  el  testamento  stt  afligida  es- 
posa. Don  Juan  Manuel  fué  el  que  no  obstante  las  adver-. 
tencias  del  Rey  D.  Fernando,  las  mercedes  y  bienes  que 
para  su  familia  le  ofrecía,  las  promesas  solemnes  de  que 
no  se  onsaria  para  que  su  nieto  D.  Cartea  sucediera  en  los 
reinos  unidos,  tanto  le  apuró  y  maltrató  con  sus  parcia- 
les que  al  Gn  mudó  de  dictamen.  Por  fortuna  el  hijo  que 
provino  de  su  enlace  con  Germana  de  Foix  murió  muy 
pronto ,  que  sino  y  gracias  á  las  perversas  artes  de  D.  Juan 
Manuel ,  cuanto  se  habia  ganado  desde  la  muerte  del  ím* 
potente  D.  Enrique,  la  España  en  fin  quedaba  deshecha. 


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555 

El  fué  quieb  trayendo  á  D.  Felipe  á  Caslilla,  y  rodean* 
dolé  de  tos  enemigos  de  so  suegro,  roattralé  á  esle  en  tér* ' 
mÍDOs  de  que  al  abandonarla  para,  pasar  á  Aragón  y  de  allí 
á  Ñapóles ,  hubo  de  surrir  ultrajes  y  desprecios ,  pero  con 
ánimo  grande,  en  los  pueblos  de  su  tránsHo.JEse  D.  Juan 
fué  el  que  cuando  los  honrados  castellanos  llamaban  á  toda 
priesa  al  mismo  Rey.  por  muerte  de  su  yerno  en  Búrgosi 
y  por  no  poder  sufrir  eLdesórden  en  que  loa  habían  pues* 
to  los  ambiciosos  y  el  mayor  de  lodos  el  mismo  D.  Juaní 
alcaide  ya  de  Segovia ,  Burgos  y  otras  ciudades ,  y  conta* 
dor  mayor  del  reino  con  once  maravedís  al  millar  que  se 
le  pagaban  de  todas  la»  libranzas  (1)  se  obstinó  seguido 
del  duque  de  Nájefa  y  ptto%  en  que  el  Bey  de  Romanos, 
viniera  eomo  tutor  del  Príncipe  D.  Carlos  á  gobernar  ó 
Castilla.  Vuelto  el  Rey  Católico  á  ella  con  aplauso  do  los 
buenos ,  y  expulsado  con  el  apoyo  y  fuei'za  de  Navarro,  so 
fué  odiado  y  aborrecido  á  enredar  con  otros  y  á  revolver 
desde  Bruselas  el  reino  >  habiendo  antes  tenido  la  desven 
güenza  de  haber  escrito  al  Bey  que  se  habia  despedido  de 
él  por  que  no  recompensaba  bien  sus  servicios,  y  que  fun- 
dase bien  su  venida,  saneando  la  sucesión  del  Príncipe  Don 
Garlos  su  nieto  y  pidiéndole  entre  otras  mercedes  * '  la  con* 
firmacion  de  sus  oficios  y  tenencias,  y  que  si  te  quitasen 
algo  se  le  diese  la  recompensa  y  alguna  enmienda  (2)." 

Aquel  hombre  bajo  y  ruin ,  aunque  hábil  en  los  negc 
cios,  no  obstante  haberte  invitado  el  Rey  Católico  por  me-' 
dio  de  su  mujer  de  él  á  que  no  saliera  del  reino ;  como  no 
le  dio  cuanto  quería  se  fué  ¿  Flándes  á  intrigar  al  lado  del 
Príncipe  D.  Cáríos;  y  no  habiendo  sido  allí  bien  recibidoi 

(O  Zorita .  Annales,  lib.  T,  cap.  38. 

(S)  Znríta,  ibi./cap.  89,  y  eo  rarios  capítulos  dolos  libros  6 
y  7,  todos  los  enredos  de  D.  Juan, 


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234 

quiso  8¡n  reparar  en  su  mengua  y  eavilecimiealo ,  volrer 
ni  Catálico  COD  tal  de  que  le  pagara  bien  sos  servicios  (1). 
Enemigo  de  su  patria  pues  que  á  eso  equivalía  en  aquel 
tiempo  introducir  la  enemistad  enlre  el  Emperador,  el 
Príncipe  D.  Garlos  y  elRey  Católico,  no  temió  declararse 
contra  este  y  contra  su  política  tan  nacional,  poniéndose  i 
merced  del  Rey  de  Francia  y  de  la  suya ,  escandalizando 
á  la  misma  Princesa  Mnt^arita  gobernadora  de  Flándes  y 
á  los  consejeros  del  Emperador  en  aquellos  estados,  en 
términos  do  que  le  pusieron  preso  en  la  fortaleaa  de  AVil* 
borde  (2).  Ese  D.  iuan  Manuel  fué  por  último  el  que  ar-*- 
rebalado  de  su  odio  clamaba,  cuande  el  Católico  cabal- 
mente trabajaba  por  engrandecer  á  Castilla  con  el  reino 
de  Navarra,  que  aquella  estaba  perdida  sin  remedio,  y 
que  si  no  acudían  pronto  á  él  se  perdería  también  para  la 
casa  do  Austria  (3) :  de  modo  que  habiendo  venido  á  Cas- 
tilla con  los  que  acompañaban  y  aconsejaban  al  Rey  don 
Carlos,  después  de  muerto  su  abuelo,  se  puede- creer  que 

(4)  Ibidem. ,  llb.  8,  cap.  fS,  aBo  de  ^ÍS...  y  «n  este  media, 
D.  Juan  se  fué  camiao  de  l^liüdea  para  "dar  cuenta  segan  ¿I  de- 

■  cia  al  Rey  de  Romanos  de  lo  ((oe  habia  hecho  eti  ad  Bervício  v 
»  del  Principe  por  cumplir  con  su  honra :  y  como  no  faé  allá  tan 
B  biea  recogido  como  se  creia  envió  i  pedir  al  Rey  una  de  dos  co~ 
>  «as:  que  ai  se  quisiese  servir  del  y  volverle  lo  suyo  y  tratallu 

■  como  quien  él  era,  le  diese  licencia  para  qUi  se  viniese,  y  si  no 
B  holgaba  dello  ni  que  quedase  en  Alemania  ó  Flandes ,  ToWién- 
D  dolé  su  hacienda  holgase  que  se  fuese  con  su  mujer  é  hijos  h 
»  Portugal ,  porque  alli  estaria  a  lo  que  ordenase.  Pero  no  se  sir- 
n  viendo  del  ni  mandándole  restituir  io  que  se  te  había  quitado, 
R  DO  podía  dejar  de  hacer  como  desesperado  Is  ofensa  que  pudiese 
D  &  todo  el  mundo;  y  como  so  se  proveyó  por  el  Rey  en  lo  que  éJ 
»  prcteodia  siguió  desterrado  etc." 

(Sj  Zorita,  ibi.,  lib.  10,  cap.  70y86,  afiosde  IBt3  y  ISU. 
¿3)  Ibid.jcap.  70. 


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255 

D.  Juan  Manuel  inlercedia  por  Pedro  NaTorro  áníes  dé 
acabársele  el  aborrecimiento  que  había  concebido  al  nom- 
bre del  Rey  Católico ,  y  desengañarse  con  el  tiempo  (1)  y 
que  habiéndose  ya  desengañado  D.  Cái'loa  y  su  coiisejo, 
ningún  caso  hicieron  de  la  recomendación  de  un  tránsfu- 
ga en  favor  de  otro,  y  mandaron  que  con  Oclaviano  Fra- 
goso fuese  llevado  á  laa  fortalezas  de  Castel-novo  ó  Gseta 
en  Ñápeles  (2). 

Desagradó  esta  resolución  á  Pescara ,  pareciéndole  que 
siendo  alcaide  de  la  fortaleza  de  Pavía,  en  la  que  tenia 
con  buena  guardia  á  Navarro  y  á  Fregóse .  era  mostrar 
poca  confianza  mandar  trasladarlos  á  otra.  Creía  ademán 
que  con  la  traslación  iba  á  perder  el  grueso  rescate  que 
se  prometia  de  Octaviano,  y  contaba  con  él  para  acabar 
de  pagar  lo  mucho  que  se  había  empeñado  en  servir  al 
Emperador,  especialmente  en  aquella  jornada  (3).  Sus  re* 
clamacitmes  en  nada  variaron  lo  resuelto.  Los  dos  prisio- 
nero», aunque  tratados  con  miramiento  y  la  debida  segu- 
ridad ,  fueron  confiados  al  abad  de  Nájera  y  llevados  á 
Genova ;  en  cuyo  castillo  fueron  depositados  con  sumo  des- 
contento suyo,  luego  que  entendieron  que  iban  á  ser  Irnslti- 
dados  á  Ñápeles..  Contemplábanse  allí  condenados  á  cárcel 
perpetua  como'  prisioneros  Reales,  y  privados  por  lo  tanto 
de  la  esperanza  de  ser  rescatados  que  mientras  estuvieran 
en  poder  del  marqués  conservaban:  mas  habiendo  sido 
embarcados  en  las  galeras  de  D.  Luis  de  Reqnesens  y  del 

(1)  Zurita,  ibidein. 

(3)  Pedro  Mártir.  EpiUcia  ?C2,  deíJe  VicUiria  á  13  de  junio 
de  1522...  Capli  ambo  Dueet  fuerunt  Oefofituiut  Fregosui  üriis 
laput,  et  Carnet  ipse  Navarruí  militum  pro  Rege  Gatlorum  Pro' 
tur,  duetitpit  Neapofim  abi  lub  lut»  cuslot/ia  s¡ 

(3)  y.  Documento  núm.  36. 


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536 
comendador  Icart  -,  el  tiempo  eo  lo  concernienLe  á  Navar- 
ro, pues  Octaviaoo  murió  luego,  acreditó  que  no  calcu- 
laba con  acierto  el  de  la  duración  de  sus  prisiones  (1). 

Por  haber  muerto  en  marzo  de  aquel  aúo  D.  Ramón 
de  Cardona  el  antiguo  general  de  Navarro  en  Bolonia  y  en 
Ravena,  era  virey  de  Ñapóles  cuando  los  prisioneros  lle- 
garon á  su  capital,  el  Oamenco* Garlos  de  Lannoy.  Cum- 
pliendo con  las  ttriienes  del  Em|)erador  los  encerró  en  1 8 
de  diciembre  en  aquel  mismo  Castel-nuovo  que  coa  ad- 
miración general  y  mucha  gloria  suya  habia  volado  con 
sus  minas  y  asaltado  en  1 503  con  la  mayor  intrepidez  el 
m¡smO~  Pedro  Navarro  que  entonces  entraba  tan  humilla' 
do  en  él.  A  ser  otra  la  causa  que  le  habia  traído  á  tan 
miserable  estado  podía  baber  tendido  coa  orgullo  la  vista 
á  todos  los  lugares  que  se  descubrían  desde  el  castillo  y 
habían  sido  testigos  de  bus  hazañas;  y  no  que  desertor, 
transfuga «  desleal  á  sus  banderas  y  falto  sobre  todo  de  In 
constancia  y  fortaleza  de  ánimo  que  debe  ser  la  divisa  de 
los  grandes  hombres  no  excitaba  en  los  que  le  guardaban 
y  por  ventura' habían  militado  con  él.  otro  sentimiento 
que  el  de  la  mas  común  y  natural  compasión. 

Casi  al  tiempo  que  Navarro  era  encerrado  en  Castel- 
nuovo ,  Solimán  el  Magnifico  al  cabo  de  un  largó  sitio  du- 
rante el  cual  el  Gran-Maestre  y  los  comendadores  y  ca- 
balleros de  la  Ord(>n  de  San  Juan  defendieron  valiente* 
mente  á  Rhodas,  se  apoderó  de  aquella  isla.  Cúlpase  ge* 
neralmente  de  aquella  pérdida  á  los  Príncipes  cristianos 

(i)  V.  Documento  Aiim.  37. — Guicciardioi ,  lib.  H.— Pedro 
Mártirt  Epístola  798,  152t.  Morías  esl  Octavianus  Fregosus  jure 
Mli  captivas  Marckionis  Peschariat  Pretia  ducaiorum  daodetiat 
niiflituí  se  reiimebat.  Anúsit  prelium  Marehio ,  cuí^jaeluram  non 
¡ilacuiiset  prcunim  Hlius  nisi  ¡asa  Majeslaiis  crimine,  credi  polest* 


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que,  dividiilos  entre  si  y  maa  átenlo  a  su  engrandcciinienln 
t|ue  al  triunfo  de  bu  religión ,  no  quiuieron  de  modo  algu- 
no emplear  aus  fuerzas  contra  el  atrevido  Solimán  y  las 
suyas.  Los  italianos  que  no  podían  aufrir  que  uno  de  aque- 
llos extranjeros  á  quienes  apellidaban  b¿rb&ro3,  hubiese 
sido  elevado  al  solio  pontificio ,  acusan  principalmente  al 
flamenco  Adriano  Vi  de  que,  ya  fuera  por  escaaez  de  dine- 
ro, ya  por  haber  empleado  en  Lombardia  los  mil  y  qui- 
nientos iniantes  españoles  que  le  acompañaron  a  Homa, 
ó  ya  por  falta  de  actividad  en  aprestar  la  armada  que  en 
Sicilia  y  para  socorrer  á  Rhodas  se  díspwiia ,  los  eanjua- 
nístas  hubiesen  tenido  que  oapiLular  y  dejar  a  los  turcos 
aquel  antiguo  teatro  de  su  gloria  (1).  Antes  de  eso,  y  cuan- 
do tan  apurados  se  veían  y  á  Francia  demandaban  socor- 
ros, parece  que  se  dirigieron  á  Pedro  Navarro  como  « 
persona  de  inteligencia  y  acreditado  valor  para  conducir- 
los ó  bien  para  ayudarlos  en  su  animada  y  bien  soslenidn 
defensa.  Las  personas  que  le  custodiaban,  parece  como 
que  sospecharon  que  tal  vez  fuera  ese  un  pretexto  para 
alcanzar  su  libertad:  tuvieron  sin  embaído  de  atlí  á  poco 
razones  para  juzgar  que  so  había  tratado  seriamente  do 
asunto  tan  trascendental  y  que  Navarro  ó  puso  condicio- 
nes ó  pidió  cosas  que  no  hemos  podido  averiguar  (2). 

1523. —  Así  terminó  para  aquel  desventurado  prisio- 
nero el  año  de  1522,  y  entró  el  de  1523  sin  apariencia 
ninguna,  como  sucedió ,  de  que  mejorase  en  él  su  situa- 
ción. Si,  como  BrantoDie  refiere  haber  oído  á  los  que  le 
conocieron ,  tuvo  Navarro  alguna  vez  la  idea  de  escribir 


(1)  Jyiv'io,  Eiiitoine  ilel  lib.  24 .— Gnicciardiiii ,  lib.  15.  -Suli- 
nan  entró  en  Rbodaa  en  25  de  diciembre  de  I52S. 

(2)  V.  DocuDteolo  Diím.  38. 

Tomo  XXV.  20 


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358 
niguaas  Memorias  de.su  arte  y  ciencia  ó  alguua  historia 
de  lo  que  habia  visto  en  «u  tiempo ,  jamás  tuvo  ocasión 
mas  á  propósilo  (1).  La  soledad  j  el  ocio  y  aun  el  mismo 
castillo  que  le  servia  de  cárcel  y  en  el  que  habia  entra- 
do sin  la  esperanza  de  volver  á  salir ,  todo  le  ÍDCtlaba  á 
tarea  tan  útil  como  sabrosa.  En  el  caso  de  que  la  ioten- 
tara  DO  nos  consta  que  se  divulgara  nada  especialmente 
y  en  lo  coocernieote  á  las  minas ,  acerca  de  los  principios 
que  le  dirigieron  en  su  ensayo  y  en  la  perfección  á  que  las 
elev5  en  sus  dias.  Por  su  desgracia  aun  vivi¿  muchos 
mas,  y  habiendo  legrado  para  su  mol  volver  otra  vez  á 
la  guerra ,  no  tardaremos  en  verle  acabar  trágica  y  las- 
timosamente. 

En  medio  de  la  guerra  intestina  que  el  fraccionamien- 
to en  tantos  estados  causaba  en  la  desventurada  Italia, 
continuaba  cada  vez  mas  encarnizada  la  que  se  babiau 
declarado  el  Emperador  Garlos  V  y  Francisco  I.  Dañá- 
banse cuanto  podían ;  y  como  sí  el  teatro  en  que  hasta 
rntónces  se  babia  hostilizado  fuera  pequeño ,  convirtieron 
en  campo  de  batalla  todos  los  puntos  por  donde  sus  do- 
minios se  tocaban.  En  Italia,  á  donde  principalmente  di- 
rigía Francisco  I  sus  ambiciosas  miras ,  todo  le  salía  mal. 
Sin  contar  las  ligas  que  en  ella  se  formaron  contra  él  en- 
tre el  Emperador ,  los  venecianos,  el  duque  de  Milán  y 
el  archiduque  Femando  de  Austria ,  y  enti-e  el  mismo  ar- 
chiduque, el  Emperador,  el  Papa  y  el  Rey  de  Inglaterra, 
la  rendición  del  fuerte  castillo  de  Milán  al  Emperador  por 
la  peste  y  falta  de  lo  necesario  que  consumía  su  guarni- 
ción, le  disgustó  sobre  manera.  Ansioso  como  siempre  de 

(I)  Fies  Jes  hoiumcs  iUuttre*  el  capüm'nct  etrwgfrí  ele,  Don 
Pedro  de  NsTarro. 


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5j9 
floininar  en  aqtiel  eslado,  que  el  Emperador  liabia  cetli- 
lio  &  Francisco  Sfórcía  su  antiguo  duque ,  &  pesar  del  dos- 
concierto  que  en  sus  proyectos  quiso  introducir  el  con- 
destable de  Borbon  desertando  ¿us  banderas  y  posándose 
al' Emperador,  envió  á  el  almirante  Bonnivet  á  Italia  con 
tan' poderoso  ejército,  que  Paulo  Jovio  le  compula  de  coa- 
renta' mil  infuates  ydiez  mtl  cabnllos  (I). 

1524. — Enlró  en  esto  el  año  de  15^4  en  el  que  la 
suerte  de  las  armas  se  mostró  tan  dispuesta  y  favorable  á 
los  imperiales,  comü  vnria  se  habia  mostrado  en  el  ante- 
rior, asi  en  las  Tronteras  de  los  Paises-bAjos  como  en  l.-is 
de  España  por  el  lado  de  Fuentorrabia.  Muerto  Próspero 
Colona  general  del  ejército  imperial ,  con  quien  el  mar- 
qués de  Pescara,  por  disidencias  entre  ellos,  no  militaba, 
lo  sucedió  CD'ol  mando  del  ejército  el  virey  dé  ^ápolc.■< 
Carlos  de  Lannoy.  Al  ver  el  estado  tan  abatido  en  que  los 
fraaceseíT  se  éncoatrabon,  nó  obstante  el  numeroso  ejerci- 
to con  que  habían  entrado  en  la  Lombardía,  queria  el  Em- 
perador instado  por  el  condestable  de  Borbon,  á  quien  b<i- 
bia  nombrado  su  lugar  teniente,  pasar  los  AIpi-s  y  pene- 
trar en  Francia.  Como  el  marqués  de  Pescara  ya  en  el 
ojcrcito.'se  desdeñara  de  estor  á  las  órdetics  de  Borbon. 
liabicndósele  declarado  capitán  general  p;ira  aquella  guer- 
ra ,  se  encaminnron  los'  dos  por  Niza  á  la  Proveiizn  en  la 
que'  habiéndose  apoderado  de  Aix ,  pasaron  luego  á  sitiar 
:i  Marsella.  Los  sitiados  tanto  por  la  Fortaleza  de  la  ciu- 
dad y  su  desafecto  á  los  .españoles  como  por  el  recuerdo 
de  haberse  un  siglo  antes  apoderado  de  su  ciudad  y  sa- 


(1)  Jovk>,  Epllome  del  libro  32. — GiuicciatdÍDi,  lib,  15^  dice 
que  Próspero  Col  o  na  roo  rió  en  iSiiZ  ,  itafú  gia  ammaía/lo  otto  aicsi 
non  sfiixa  toipel/0  ¿i  ivlcw  ó  lil  mrdiíameiilo  amalotio. 


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S40 
queátiola  fiiriosameDle  Alonso  V  áe  Ai'agon  y  su  genic, 
pasando  de  Gaeta  á  Calatuña ;  se  dofeDdieron  con  sumo 
valor.  Al  cabo  de  cuarenta  diaa  de  estrecho  asedio  y 
cuando  el  marqués  por  ventura  se  había  lisonjeado  con 
que  tendría  Marsella  á  sus  píes  como  dos  años  antes  á 
Genova;  por  haber  acudido  el  Rey  de  Francia  á  su  socor* 
ro  coD  numeroso  y  lucido  ejército,  emprendió  en  29  de 
setiembre  una  retirada  que  por  lo  trabajosa  y  bien  soste- 
nida que  fué ,  paso  por  una  de  las  mas  fumosas  de  aquel 
tiempo  (1). 

1535. — Francisco  I  entonces  viéndose  con  tanta  y  tan 
florida  gente ,  como  menguados ,  descalzos  y  casi  destruí- 
dos  por  las  enfermedades  y  fatigas  de  Marsella ,  se  retira- 
ban los  impet-iulcs,  tuvo  por  cierto  que  sí  andaba  coa  ce- 
leridad, podría  llegar  antes  que  ellos  á  Milun.  Logrado 
eso  creia  que ,  estando  aquel  ducado  á  la  sazón  indefenso 
y  caüi  abandonado  de  soldados ,  se  apoderaría  fácilmente 
de  él ,  y  no  encontrarían  tropiezo  sus  proyectos  hasta  de 
dominar  en  Ñapóles.  Todo  era  para  él  agradables  y  lison- 
jeras esperanza»;  junto  á  lo  cual  la  ardorosa  impaciencia 
del  almirante  fionnivet  y  aun  la  suya,  según  un  escritor 
francés ,  de  volver  á  la  vista  de  una  dama  milanesa  de 
singular  belleza  (2);  caminaron  con  tal  celeridad  que  en- 

(1)  Gnicciardini, Hb.  15.— Jovio,  ibÍ,—SandoviI,l¡b.  11.^37. 

Branlome.  Vaucunts  relrailet  de  gutrrt.,.  el  camment  elle»  va- 

lent  bien  aulant  quelquetfoii  que  les  combáis.— ZiñU,  lib.  43,  C«- 
|>ll(ilo  22,  lom.  3,  aao  de  U23  á  19  de  Doviembre  la  toma  de  Mar- 
sella por  Alonso  V. 

(2j  El  señor  de  Bourdeille,  abad  lecnlar  de  Brantome,  con  la 
libertad  de  nn  soldado  del  sigla  XVI  y  cod  la  que  le  daban  las 
licenciosas  coslambres  de  ta  corte  de  Francia,  después  de  contar 
una  aventara  harto  galante  atribuida  é  Hr.  da  Bonnivet ,  signe  cou 
(pe  "podia  muy  bien   ncpmfler  aciiiella  empresa  por  amor  de  la 


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trabns  en  Hitan  por  una  pucrla  cuando  Pescara  salía  por 
la  otra.  Puerca  luego  á  sitiará  Pavía  en  donje  se  inmor- 
tnlizó  Antonio  de  Leiva ;  y  al  cabo  de  larga  torea  y  varias 
tentativas  para  apoderarse  do  ella,  dada  el  24  de  febrero 
de  f  526 ,  la  famosa  batalla  de  Pavía ,  cayó  en  manos  del 
guipuzcoano  Juanes  de  Urnieta  aquel  rozagante  y  volup- 
tuoso Rey  de  Francia,  y  vino  preso  á  Madrid  (1). 

Enlazada  la  vida  de  Navarro  con  estos  antecedentes 
fie  nuestra  historia  milltor  tan  gloriosos  como  dignos  de 
no  olvidarse ,  nos  hemos  detenido  algún  tanto  en  ellos: 

»  persona  á  que  estaba  moy  sonietiJo :  porque  era  muy  hermosa  y 
»  y  de  buena  gracia,  habiendo  sido  él  solo  quien  aconsejó  al  Bey 
n  Francisco  pasar  los  monles  y  seguir  i  Mr,  de  Boarbon,  que  ha- 
9  bia  dejado  á  Ufarsella;  no  tauto  por  el  bien  y  servicio  de  su 
»  «no,  como  por  volver  á  ver  aoa  gran  dama  de  las  mas  hermosas 
M  de  Hilan,  que  había  tomado  por  señora  /"maiilrtsiej  algunos  años 

■  Antea ,  se  habia  solazado  oon  ella ,  y  quería  solazarse  ampliamen- 
»  le  otra  vez.  Se  dice  qoe  era  la  Signara  CUriee,  tenida  entonces 

•  por  una  de  las  damas  mas  hermosas  de  Italia :  he  abl  lo  que  lo 
M  conducía  á  ella.  Oí  referir  este  cuento  á  una  gran  daou  de  aquel 
>  tiempo ,  y  aun  qne  él  habia  encarecido  aquella  dama  al  Bey ,  y 
M  escitidole  al  deseo  de  verla  y  acostarse  cnn  ella  fcoucher  avte 

■  elUJ;  y  he  abl  la  principal  causa  que  no  lodos  conocen  de  aquel 

■  paso  del  Rey :  de  modo  qne  la  mitad  del  mundo  no  sabe  como  la 
■>  otra  vive ,  y  nosotros  nos  cuidamos  h  nuestro  modo  de  las  cosas 
«  qne  suceden  de  otro,  y  asi  es  que  Dios  que  Iodo  lo  sabe  se  burla 

•  de  nosotros. "  La  Signara  CUrice  6  Clarisa  i  que  se  refiere  Brau- 
lomB  detie  de  ser  la  misma  Madonna  Cinara  famoia  per  ¡a  forma 
egregia  del  carpo  ma  molió  piu  per  il  totumo  amore  che  glt  portaba 
Prospero  Colorína  general  del  ejército  imperial ,  i  la  cual  el  admi- 
nnte  Bonnivel  antes  de  abandonar  á  Hilan ,  dice  Guicciardini ,  que 
procuró  che  Galtazo  Viieonie  dimandalse  facaUh  di  andarle  ¿  vedere. 

(I)  Ibi.— Sandoval,  lih.  \%%.^.~VíoheT\sQa,  Historia  de  Car- 
¡0$  y,  líb.  3. — Guicciardini,  lib.  15,  en  donde  rcñerc  como  Fran- 
cisco 1  huyendo  de  encontrarse  con  su  madre  qne  iba  desde  AviSon 
ñ  persuadirle  que  no  pasara  los  monles  y  dejase  la  guerra  á  sur 
capilanes,  movió  srrcbatadamcnle  el  ejército. 


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[lai'eviéiidonos  adumiis'  ser  de  suma  imporUincia  su  recuer* 
do  tanlo  para  admirar  las  vicisitudus  humanas  como  para 
penelrar  ei  ánimo  de  que  jamás  debemos  cnlregarnos  á  la 
desesperación.  Sirva  de  ejpmplo  Navarro  que  habiendo 
untrado  en  Caslcl-nuovp  cou'el  presentimiento  de  que  no 
saldría  de  ét  jamás ;  ni  aun  dando  fe  á  los  sueños  mas  ti* 
sonjeros,  podia  de  modo  alguno  esperar  que  igualándole 
la  suerte  con  su  Rey  adoptivo  >  en  k)  de  ser  prisionero  de 
un  guipuzconno  si  él  lo  fué  de  un  alavés,  le  igualara 
también  en  alcanzar  su  libertad  cnandó  el  mismo  Rey  la 
alcanzase.  Siendo  grande  y  muy  grande  como  de  mo- 
iintca  puro  y  antojadizo  él  ansia  ^»e  por  ella  y  volver  á 
sus  galanteos  tenia  Francisco  I, .duros  fueron  también  las 
i'ondiciones  á  que  hubo  de  someterse  paro  legrarlo.  Cre- 
yendo como  en  nuestros  días  y  en  Bayona  mostrai'on  Fer- 
nando VII  y  su  padre  que  f^  fortaleza  y  la  constancia  no 
son  atributo  de  los  Reyes ,  sil)  tomal*  por  modelo  al  sabio 
é  inmortal  Alonso  V  de  Aragón ,  que  prisionero  de  los  ge- 
novesos  y.  llevado  nnle  la  miserable  plaza  de  Ischia.  que 
el  general  vencedor  le  pedia  píira  ponerle  en  ella  en'bue- 
na  guarda,  ni  avn  cuando  pensase  que  le  arrojaban  al 
mar,  dijo  que  no  mandaria  entregar  una  piedra  de  ningún 
lugar  de  $a  Seiíoria{l):  el  liviano  Francisco  bien  que  para 
no  cumplirlo ,  y  aun  «n  eso  es  reprensible,  no  solo  cedió 
provincias  enteras  y  renunció  sus  pretensiones  ó  Ñapóles, 
Milán,  Genova  y  otros  estados,  sino  que  se  obligó,  y  fué  lo 
,raas  importante ,  ó  que  Enrique  de  Labrit  que  se  titulaba 
Rey  de  Navarra  dejase,  las  armas  y  titulo  de  tal ,  y  á  no 
darle  en  adelante  ningún  auxilio  para  recuperarla  (2). 


(I)  Zuriiajíb.  I  i  de  los  Annales,  cnp  28,  aBodeiUK,  tom.  3. 
^2)  Sandoval,  lib,  44,  §.  13.-Roberlsoii,  íbi.  Hb.  4. 


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343 

1526.^Udo  do  los  arlicnlos  del  tratado  en  que  esto 
se  ealipuló  en  Madrid  en  14  de  enero  de  1526,  se  referJa 
mny  particularmente  á  los  prisioneros.  Disponíase  en  él 
que  "  todos  los  de  guerra  que  así  por  mar  como  por  tíer- 

■  ra  de  una  y  otra  parte  hubieren  sido  tomados,  ansí  Don 

■  Philiberto  de  Chalón  Príncipe  de  Orange  como  cuales- 

>  quier  otros  subditos  del  Emperador  y  Rey  cristianísimo 
»  y  otros  cnalesquier  que  hubieren  servido  y  seguido  su 

■  parte ;  serían  dentro  de  los  quince  días  primeros  del 

■  mes  de  febrero  siguiente,  soltados  y  puestos  en  libertad 

•  sin  pagar  rescaté  alguno  eon  tal  que  quedasen  y  loma- 

>  sen  al  servicio  del  Señor  de  quien  medíate  ó  inmedia- 

*  té  se  hallare  ser  subditos ,  si  no  fuere  que  de  común 

>  consentimiento  se  conviniese  en  otra  cosa  (1)."  Navairo 
por  consecuencia  de  artículo  tan  expreso  y  sin  que  por 
parte  suya  ni  por  la  del  Emperador  ni  ningún  otro  com- 
[tatriota  aparezca  gestión  alguna  para  que  volviese  á  sus 
antiguas  banderas,  salió  de  Castel-nuovo  libre  y  sin  con- 
dición alguna.  Sin  embargo  el  obispo  y  respetable  histo- 
riador Sandoval  equivocadamente  dice  en  una  parte  de  su 
Historia  de  Garlos  V,  quo  Navarro  fué  soltado  en  trueco 
de  D.  Hugo  do  Moneada  primero  qué  se  librase  el  Rey  de 
Francia  (2);  y  en  otra ,  que  por  consecuencia  del  tratado 
lo  fué  por  el  Príncipe  de  Qrange ,  prisioneros  los  dos  de 
los  franceses  (3);  mas 'aun  cuando  el  testimonio  de  los 
historiadores  no  caminase  de  acuerdo  con  el  sentido  cla- 
ro y  explícito  del  tratado,  que  no  necesita  comentario  (4) 

(O  Articulo  S3.— Sandovft] ,   ibi.— Daniel,  Hitloire  de  Frmet, 
tomo  40,  pág.  384. 

(2)  Sandoval,  lib.  47,  §§.  5  f  SO. 

(3)lbid.,§.  6. 

(i)  Paulo  Joiio  en  los  elogios  de  D.  llu(;ode  Moneada  ydetPriu- 


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5i4 

cual  quiera  ilutta  iicerca  de  que  en  virluJ  de  él  y  no  por 
ningún  cambio  recobró  Navarro  su  libertad,  la  desvanece 
Paulo  Jovio  que  pudo  oírlo  de  su  boca  y  asegura  en  su 
(tiogto  que  por  ¡a  capitulación  de  tan  paces  fué  librado  de 
la  prkion  de  Cattel-nuovo  (i). 

Merece  la  preferencia  este  testimonio ,  por  haber  sido 
entonces  cuando ,  habiendo  ido  Navarro  á  Roma  asi  que 
se  vio  libre,  le  conoció  el  mismo  Jovio  y  trabó  con  él  mug 
grande  amistad  por  la  relación  que  deseaba  haber  del  pa- 
ra la  verdad  y  servido  de  tu  historia.  A  todo,  cuenta  que 
le  satisfizo  Navarro  muy  cortesmeate,  siendo  muy  deseoso 
de  gloria,  y  que  enlazados  los  dos  en  aquella  familiar 
amistad,  que  nuooa  mas  olvidó ,  después  de  referírie  Na- 
varro con  extensión  sus  victorias  y  desastres  le  pidió  por 
i'iltimo  una  empresa ,  ó  sea  figura  enigmática  con  su  leyen- 
da, sobrecÍ«Wo«  sufetos,  que  á  la  verdad,  sigue  Jovio,  no 
me  contentaron  mucho.  Stn  indicar  cuales  fueron ,  refiere 
haberle  replicado  que  no  debia  salir  de  lo  propio  por  bus- 
car el  apelalivo;  porque  habiendo»  "  hecho  yo  glorioso 
*  inventor  del  admirable  artiScio  de  las  minas  en  mis  his- 
o  torias  que  os  hnrán  inmortal  en  el  lugar  en  donde  mila- 

cipe  de  Orang«,  dice  en  e]  del  primero  {{aebabia  sido  preso  en  1523 
en  na  desembarco  es  Varagine  cerca  de  Géaova  (lib.  6,  pAg.  S90) 
Quum  vero  Francisciu  rex  á  Catare  Jimiilere/ui' ,  ügo  el  ipse  iffnit 
in  Iiaiiam  ut  novo  bello  Dux  interessel  etc.;  y  en  el  del  Principe 
de  Oraiige  (Ibi. ,  p&g.  S97),  después  de  referir  como  fué  prisio- 
nero de  Iss  galeras  de  Andrea  Doria  qae  servía  entonces  al  Rey  de 
Francia  yendo  de  España  embarcado  con  ¿rdenes  para  el  ejército 
imperial  que  sitiaba  á  Marsella  ,  sigue  con  qne  ñeque  prius  á  Gatlis 
custodia  ulta  condiiione  emitli  potuit  quam  btnejicio  renovad  fhederis 
quo  uirinqiie  captivi  el  anie  alio»  Ugo  Máncala  el  Pelrtti  Navar- 
ras sine  pretio  dtmillelianlur, 

(1)  Elogia  viroriim  ele,  lib.  6^|)Hg.  392.— Baeza,  ibi.,p;!g.  1C5. 


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"Óiú 

B  grosamciilu  liccislcs  vular  por  el  aire  el  Caslel-novo  do 
«Nápotes,  desoaria  que  tomásedes  esta  empresa  como 
B  cosa  que  os  ha  dado  mucha  y  reputación." 

Habiéndole  confesado  Navarro  que  tenían  razón  ' '  tor- 
B  nó  enlóncos  á  dacírmo,  sigue  Jovio,  mire  V.  S.  sí  para 

•  eío  hallará  al^n  propósito ,  que  yo  seré  muy  contento ; 

•  y  así  yo  porque  el  avestruz  no  empolla  los  huevos  echáu- 
o  dose  encima  como  acostumbran  las  otras  aves ,  sino  mí- 
>>  rúndole  de  hito  e:)  hito  con  los  potentes  rayos  de  sus 
o  ojos,  le  figure  dos  avestruces,  es  á  saber  el  macho  y  la 
B  hembra  que  miraban  (ijamento  los  huevos,  lanzando  de 
B  los  ojos  unos  rayos  que  daban  encima  de  ellos  con  un 
»  mote  que  decía :  DlVEHSA  .\B  ALUS  VIRTüTE  VALE- 
B  MUS:  exprimiendo  su  único  loor  y  pericia  de  la  inven- 

•  cion  de  aquellas  sus  máquinas  snbten'áDüas  que  con  lu 
■  violencia  del  fuego  se  igualan  con  el  efecto  de  las  fu- 
B  rías  infernales  (1)." 

Esta  empresa,  concluye  Jovío,  que  agradó  mucho  á 
Navarro  y  que  la  aceptó.  Nada  mas  cuenta  acerca  de  su 
residencia  en  Roma ,  ni  de  sí  fué  entonces  por  ventura 
cuando  mandó  hacer  su  retrato  para  colocarle  junto  con 
el  üc  los  hombres  mas  señalados  en  la  guerra,  en  la  quinta 
llamada  Museo,  que  tenia  á  orillas  del  delicioso  lago  du 
Tomo  (2).  Nada  tampoco  refiere  de  su  salida  de  aquella 


(1)  Díafogo  de  las  empreíoí  mililares  y  amoroiai  compuesto  tn 
lengua  italiana  por  etilluslrex  rfuercndíssimostñor  Paulo  Jovie,  oAit- 
po  de  Nacerá:  ea  el  rual  se  tracta  de  las  Devisas ,  armas ,  motes  á 
blasones  de  liaages  con  un  ratonamienio  á  ese  pnpotilo  del  magnifico 
señor  Ludovico  Domeniqui,  Todo  nuevamente  traducido  en  castellano 
por  Manso  de  Ulloa.~En  León  de  Francia  en  cata  de  GuiHelma 
fíoville,  iSe^,  pág.87. 

(2)  Pnil<^  A  los  EI<^¡os  ele. 


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54G 

capilal;  pero  siendo  corta  ia  dislahcia  que  la  separa  de 
IVápoles,  y  debiendo. ser  Buettos  lo9  prisioneros,  según  el 
tratadu ,  en  los  primeros  quince  dias  de  febrero ;  como  en 
el  verano  del  mismo  año  de  1526,  ya  olra  vez  estaba  el 
})clico30  Navarro  en  campaña ,  podemos  suponer  que  pasó 
la  primavera  con  su  amigo  Paulo  Jovio,  y  aleutándole 
quizás  contra  el  Emperador  el  Papa  CLemcote  Vil. 


OGT&V&  ÉPOCA.. 
Desde  fl&«6  á  I5SS. 


Era  demasiado  opresivo  asi  al  Rey  como  á  la  nación 
francesa  el  tratado  de  Madrid  para  que  fuera  durable.  Así 
fué  que  habiendo  pasado  Francisco  I  el  Vidasoa  en  18  de 
marzo  y  llegado  de  sus  resultas  libre  á  Dayona;  desde  el 
siguiente  día  ya  se  mostró  á  tos  embajadores  del  Empera- 
dor que  lo  reclamaban ,  poco  dispuesto  á  cumplir  lo  pac* 
tado.  Diariamente  y  sobre  todo  en  secreto  á  los  Principes 
de  Italia  daba  nuevos  testimonios  de  ser  esa  su  inteucion. 
Todos  estaban  alarmados  con  el  inmenso  poder  que  para 
desdicha  acaso  mas  de  la  España  que  de  nadie ,  habia  al- 
canzado el  Emperador,  y  para  conjurarle  en  Italia  se 
coligaron  en  21  de  mayo  del  mismo  año  el  Papa,  los  ve* 
iiccianos,  el  duque  do  Hilan  y  el  Rey  de  Francia. 


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547 

Por  esa  liga  á  que.  por  ser  cabeza  -el  Papa  se  le  (lió  el 
nombre  (le  santa ;  santítima  y  sagrada ,  se  obligaron  loa 
confederados  á  quo ,  dado  que  e)  Emperador  no  soltase 
mediante  un  razonable  rescate  á -los  bijos  de  Francisco  1. 
(fuc  se  le  habían  dado  en  rehenes  por  su  padre ,  y  no  res? 
lituyese  á  Francisco  Sforcía  el  ducado  de  Milán ,  no  solo 
le  forzarían  á  ello'  con  un  ejército  de.treinta  mil  infantes. 
dos  mil  y  quinientos  hombi-ea.-de  armas  y  tres  mil  caba-r 
líos  lijeros  con  su  competente  vtíllcria  y  municiones, 
sino  que,  arrojados  que  fueran  los  españoles  del  milaner 
fiado  invadiniánel  reino  de  Nñpolea.  Gonvioieron  además 
en  que  para  salir  mas  airosos  con  su  intento  Clemen- 
te VII  aprontase  seis  galeras,  qué  puso  ú  cargo  de  Andrea 
Doria,  celebro  marino  de  aquel  tiempo;  los.  venécioDoa 
catorce,  que  encomendaren .á  Pablo  Juslinlano,  y  el  Dey 
de  Francia  diez  y  siete,  que  confió  á  Ptulro.  Navarro  (I). 

Envanecido  esle  con  -  mando  tan  superior  y  con  ser  al 
mismo  tiempo  -el  general  y-cabeza  de  toda  la  armada  cólíi 
gada ,  habiendo  salido  de  Marsella  para- juntarse  con  los 
otros  jcfts,  desembarcó  y  se  apoderó  en  agosto  de  Savo- 
iia  en  la  costa  de  Genova,  Reunifías  allí  todas  las  fuerzas 
se  dio  á  correr  lascostas  de'aquella  república ,'  estre- 
chando, cuanto  podía  á  su  capital.  Era  sn  empeño  so- 
meterla cuanto  antes  al  influjo  francés,  aprovechando  por 
ima  parte  la  dificultad  de  socorrerla  en  que  se  veian  los 
imperiales  harta  ocupados  en  lo  demás  de  Italia,  y  prit 
vandola  por  otra  de  las  viluatlaa  que  h  iban  por  mcur.  Sus 
esfuerzos  sin  embargo  fueron  inútiles.  Al  cabo  de  mucho 
correr  y  continuando  co  su  mismo  empeño,  aunque  no  tan 

(I)  Guicciardini.  {¡b.  t6  y  17.— Herrera,  Comentarios  ete., 
pág.  236.— Sandova! ,  lib  15,  §.  2  y  ;).— Daniel,  lotn.  9,  p%.  99<- 


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548 

en  grande ,  con  la  noticia  de  que  el  Emperador  prepara- 
ba en  Cartagena  una  numerosa  armada ,  se  recogieron  .  si- 
guiendo el  consejo  do  Navarro  y  con  el  6n  de  combatirla 
ó  interceptaría  á  su  tiempo,  las  galeras  del  Papa  y  Tene< 
cíanas  á  Portonno,  y  las  francesas  á  Savona. 

Produjo  esta  determinación  el  efecto  que  ansiaba  Na- 
varro. Salió  de  Cartagena  la  armada  en  noviembre  de 
aquel  año,  compuesta  según  los  mas  moderados  de  treinta 
y  dos  buques  de  guerra  con  cuatro  mil  infantes  de  desera- 
barco,  mondado  todo  por  Carlos  de  Lannoy  virey  de  Ñá- 
peles, y  el  señor  Hernando  de  Alarcon  que  con  Francis- 
co I  había  venido  á  España.  Acometida  por  un  recio  tem- 
poral á  poco  de  BU  salida ,  en  vez  de  llegar  á  Genova, 
perdidos  dos  buques  y  separados  cinco,  le  fué  forzoso  en- 
trar con  el  resto  en  la  ensenada  de  San  Florencio  en  Cór- 
cega. Habiendo  allí  pasado  seis  dias ,  reponiéndose  la  gen- 
te del  mareo  y  demás  incomodidades  del  viaje ,  volvió  la 
armada  ¿  salir  encaminándose  á  Genova;  mas  encontrán- 
dose en  Sestri  de  levante  á  la  altura  de  Gapodimonte  con 
la  enemiga ,  compuesta  de  diez  y  seis  galeras  francesas, 
cinco  venecianas  y  cinco  de  Doria,  la  alacÓ  Navarro  en 
ocasión  que  lo  fallaba  el  viento.  Combatióse  sin  embargo 
reciamente,  y  á  pesar  de  la  superioridad  de  la  de  los  co- 
ligados, no  perdieron  los  imperiales  mas  que  una  ó  dos 
gateros  y  al  capitán  Sayavedra  con  cuatrocientos  españo- 
les, la  mitad  de  ellos  ahogados  y  el  resto  prisioneros  (I). 

1527.— Vuelto  el  orgulloso  Navarro  después  delan  es- 
caso triunfo  al  apostadero  de  Savona ,  siguió  desde  él  in- 

(I)  GuicciardÍDÍ. — Ubertus  Polieln ,  Genuensium  Hútoria ^W- 
bro  13,  pág.  728. — Joannis  Geaesii  Sepulveda,  De  retusgestit  Ca- 
roli  V,  lib.  6,  Düm.  64,  pdg.  S06.— Bel  cari  ub  ,  Rerum  galfiearum 
Commetttariut ,  lib.  19,  pig.  583. — Sandoval ,  lib.  \^,  %.  7. 


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340 

quiclnnilo  ó  los  gcnovescs.  RempluzAito  ullí  por  Rcnzo  de 
Oheri  que  mnndaba  la  armada  francesa  de  velas  cuadra- 
dns,  pasó  con  veinte  galeras  á  Civila-vechia.  llevando  ni* 
í,'una  gcnle  y  efectos  de  loa  dispuestos  para  la  empresa  de 
Ñápeles.  No  debió  ser  larga  su  mimsion  en  aquel  puerln 
á  doode  llegó  en  3  da  diciembre  (1) ;  pues  que  en  los  pri' 
meros  quince  días  de  febrero  de  i  527,  se  encontraba 
otra  vez  en  Savona ,  eslrccbando  á  los  genoveses  do  mo- 
do que  eslabaa  muy  cerca  de  amotinarse  y  á  perderse  por 
ventura  la  ciudad  ^  si  Navarro  se  apoderoba  de  las  naves 
que  se  esperaban  de  Sicilia  con  vituallas  (2). 

Su  actividad  y  acaso  el  ansia  de  vengarse  cuanto  antes 
en  Genova  do  su  desgracioda  prisión,  redoblaron  en  los 
meses  sucesivos.  Llegado  mayo,  al  ver  los  magistrados 
de  aquella  ciudad  el  empeúo  con  que  Navarro  forlificabii 
á  Sayona  y  que  el  Rey  de  Francia  siguiendo  sus  consejos 
intentaba  levantar  allí  otra  Genova  ,  que  quitando  ¿  la  an* 
tigua  su  comercio  la  arruinase ,  se  decidieron  i  echarle 
de  aquella  estación.  Mientras  ellos  al  intento  se  entendían 
con  el  enviado  del  Emperador  en  su  ciudad ,  y  principal  - 
mente  con  Antonio  de  Lciva  que  en  su  nombre  goberna- 
ba las  armas  y  el  estado  de  Milán,  los  ministros  del  mis- 
mo Emperador  en  Roma  se  esforzaban  en  apartar  á  Cle- 
mente Vil  de  la  liga  con  los  franceses  y  venecianos.  No 
habiéndole  escarmentado  la  entrada  de  D.  Hugo  de  Mon- 
eada en  Roma  con  el  ejército  imperial  en  el  año  anterior, 
ni  el  saco  de  la  ciudad ,  ni  su  prisión  ni  la  palabra  que 
para  salir  de  ella  prestó ,  pues  que  á  todo  era  superior 
su  odio  al  Emperador,  sucedió  en  6  de  mayo  del  síguicn* 

(1)  Gnicciardini  y  Belcaire ,  ibi.— Véase  documento  nilm.  39. 

(2)  Ibidein. 


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350 
Ve.  el  icrrible  asalto  y  saco  de  la  misma  ciudad  por  el 
ejército  mandado  por  ol  duque  de  Borbon  y  c!  estreclm 
encierro  del  mismo  Papa  en  Sant'Ange|o ,  con  todos  los  in- 
cidetites  que  refieren  los  historiadores',  y  solo  nos  corres- 
ponden en  lo  que  se  enlazan  con  nuestro  Pedro  Navarro  [I }. 

Pretextando  Francisco  1  querer  libertar  á  Clemente  Vil 
é  impedir  et  absoluto  -dominio  del  Emperador  ea  Italia, 
además  de  unirse  con  et  Rey  de  it^laterra ,  se  estrechó 
mas  íntimamente  con  los  venecianos.  Concertáronse  por  el 
tratado  que  'en-  aquel  mismo  mes  de-  mayo  formaron ,  en 
levantar  sin  perder- tiempo. y  abastos  iguales  diez-miisui' 
nos:  que  el  Rey  Francisco  enviaría -diez  mil  franceses  » 
Italia  á. cargo  de  Pedro  Navarro;  y  que  la  República  do 
Vonecia  y  el  duque  de  Müan  aprontarían  otros  diez  mil 
italianos;  nombriindo  el  Rey  Francisco  que  tan  activo  »c 
mostraba,  general  de  toda  su  gente  al  mismo  Odetto  de 
Foix,  señor  de  Lautrcch,  qae  tan  poco  dichoso  fuera  en  su 
última  campañti  en  Italia  (2).    - 

Admitiendo  Lautrech  con  repugnancia  el  cai^o  que  se 
le  confiaba,  salió  de  la  corte  de  Francia  en  el  último  día 
lie  junio.  A  mitad  Ab  julio  llegó  á  Lcon  y  á  primero  de 
agosto  se  encontró  con  parte  de  su  ejército  en  el  territo- 
rio de  Alejandria.  Pedro  Navarro  que,  dejadas  las  gale- 

(1)  Sobre  el  asalto  y  saco  de  Boma  en  1527  )iay  i)o6  pedazos  iIp 
cartas  escritas  de  la  misma  ciudad  y  sacados  del  archivo  de  Siman- 
cas ea  la  pág.  448  y  siguientes  del  lomo  7  de  la  Colección  de  Db- 
cumenios  para  la  lüsloria.  Pero  nada  hemos  visto  mas  curioso  que 
el  Dialogo  entre  Lacíancio  j-  un  arcediano  que  es  uno  ile  les  mas 
preciosos  de  Joan  Váleles,  escritor  de.  mocito  mérito  y  poco  conoci- 
do ,  h  pesar  de  la  esmerada  edición  que  de  ellos  se  ha  ejccubdo 
ei)  4850.  En  ellos  y  por  el  anlor,  ijue  estaba  bien  enterado  de  lo  su- 
ccdiilo,  se  colocaQ  ea  sa  lugar  á  Clemente  Vil  y  á  ('arlos  V. 

^2)  GuicciardÍDi ,  lib.  18.— Herrera  ,  Comcni arios ,  pAg.  3ii, 


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551 
ras ,  había  saliilo  antes  que  Laiitrech  de  Francia ,  haciú 
días  que  desde  Asli  en  donde  se  habia  situado,  talaba 
aquel  territorio.  En  una  de  sus  correrías  parece  que  pilsO 
cerco  al  lugarcito  de  Gttili,  guardado  por  una  compañía  de 
italianos  al  servicio  del  Emperador,  y  que  en  otra  se  pro- 
puso forzar  al  conde  Bautista  Lodron  á  levantar  e)  que  ha' 
bia  puesto  á  Castelleto,  defendido  por  dos  compañías  de 
infantería  y  una  de  caballos  franceses.  No  aparece  cual 
fué  el  resultado  de  estas  tentativas,  ni  se  descubre  tam- 
poco si  Navarro  acompañaba  á  Laulrech  cuando  los  mil 
españoles  y  alemanes  que  defendían  la  fortaleza  del  Busco 
se  la  rindieron  á  discreción  ¿  los  diez  días,  y  salieron  uno. 
á  uno  según  la  usanza  militar  con  una  vara  en  la  ma- 
no (1] ;  resultando  como  cierto  en  medio  de  la  poca  clari-* 
dad  que  se  nota  en  los  historiadores,  que  Navarro  desde 
entonces  ya  fuese  á  la  cabeza  de  los  seis  mil  gascones  y 
navarros  que  sacó  de  Francia  ó  con  los  diez  mil  franceses 
estipulados  con  ios  venecianos  ó  con  la  gente  que  llevó  do 
Savona ,  quedó  incorporado  con  Lautrech  y  la  suya  (2), 

Siendo  entonces  sus  fuerzas  muy  superiores  á  las  del 
Emperador,  determinaron  ambos  generales  intentar  la  su- 
misión de  Genova:  Anticipadamente  y  para  facilitarla  ha- 
bia salido  Andrea  Doria  de  Marsella  con  .coloree  galeras, 
que  cruzando  con  el  mayor  cuidado  en  sus  aguas  nada 
permitían  entrar  en  la  ciudad.  Aun  en  medio  del  hambre 
que  ya  se  sentía  hubieran  continuado  defendiéndola  Ador' 
no  y  los  partidarios  de  España  que  confiaban  en  ser  socor- 
ridos, si  no  hubiesen  sido  rechazados  en  una  salida  que 
rjecularon  por  tierra.  Forzados  de  sus  resullas  á  capitular 


(1)  Jovio,  lib.  23.~Guiccianlini ,  ibi. — Bdiariue,  pág.  I 

(2)  DaDÍct,  ihi.,  |»Ag.  318. 


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332 

ftié  restablecida  la  autoridad  de  los  Fregosos  biíju  el  líCi'ionVi 
y  dominación  Francesn ,  y  eotregado  e)  castillo  ¿  Navnrro, 
quo  entró  en  él  tan  orgulloso  como  años  antes  había  sali* 
(lo  abatido  para  au  encierro  de  Núpolos  (1). 

Corta  fué  su  residencia  en  él,  pues  que  á  los  pocos  días 
partió  con  Lautrech  también  para  apoderarse  de  Alejan- 
dría. Aunque  los  mil  y  quinientos  infantes  que  la  guarne- 
cian  se  habían  desanimado  al  saber  la  rendición  de  los  ei^ 
pañoles  y  alemanes  que  guarúeclán  el  Bo$co.  cobraron 
algún  valor  con  el  refuerzo  de  otros  quinientos  que  por  la* 
colinas  inmediatas  pudo  entrar  en  la  ploxa  AlbeKo  Bel- 
gioyoso.  La  defensa  desde  entonce  ya  fué  mas  brava  y 
gollorda,  hasta  que  reforzados  los  sitiadores  con  la  artille- 
ría de  los  venecianos,  y  aplicando  Navarro  sus  terribles 
minas,  se  rindieron  al  fin  los  sitiados  sin  olra  condición 
que  la  de  salvar  sus  personas  y  efectos  (2). 

Tan  continua  prosperidad  en  el  ejército  coligado  in- 
dujo al  fin  á  Lautrech  á  dirigirse  con  él  hacia  Milán.  Su 
movimiento  sin  embargo  solo  fué  simulado  paro  persuadir 
á  Antonio  de  Leiva  de  que  le  queriit  cercar  en  aqucÜn 
gran  plaza ,  cuya  guarnición  era  á  la  sazón  escasa.  Así  fw 
que,  cuando  mas  derecho  parecía  que  caminaba  contr» 
ella ,  volvió  súbitamente  contra  Pavía  en  3S  de  setiembre, 
la  combatió  y  estrechó  de  modo  que .  no  pudiendo  ser  su- 
corrida ,  se  rindió  á  los  cuatro  dias.  Como  sí  la  desventu- 
rada población  hubiese  sido  causa  de  la  derrota  y  prisivti 
de  Francisco  I  dos  años  antes ,  la  saquearon  los  franceses 
ansiosos  de  venganza  con  un  horror  que  notan  los  hísto- 

(1)  Giiiceiardiiii,  Uteritis  FoUetir ,  Galcu/ius  Cerprlla  el  Srpnltr- 
(/n,|jb.8,  núm.  6,  píg.  247. 

1^)  Gniccitirdiní ,  Belcarins,  ibi. 


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553 

nndüres:  lievho  lo  cual  se  Iratú  «nlro  los  ciipittines  colí- 
gaJos  de  si  el  ejército  se  dírigiria  inmediatamente  coiilra 
Milán  ó  contra  Roma  á  sacar  al  Papa  de  su  prisión  (1). 

Variaban  en  eso  asi  la  opinión  como  los  intereses  de 
unos  y  otros.  Los  venecianos  y  el  duque  de  Milán  íneis- 
tian  en  que  estando  aquella  ciudad  con  pocas  fuerzas  im- 
periales y  muy  falta  do  otros  recursos,  se  la  combatiera 
y  tomara  ante  todo.  Lautrech  por  lo  contrario ,  recelán- 
dose de  que  si  la  rendición  de  Milán  se  lograba,  el  duque 
y  los  venecianos  le  ayudarían  con  menos  fer^'or ,  soslenia 
que  lo  primero  debia  ser  ir  á  Roma  á  dar  libertad  al  Papa. 
Ese  decía  que  era  el  mayor  deseo  de  los  Reyes  de  Fran- 
cia é  Inglaterra  y  lo  que  principalmente  le  lialiía  encarga' 
do' Francisco  I;  por  io  cual,  dejando  á  lo8  venecianos  y 
ai  duque  la  conquista  de  Milán  y  su  ducado,  pasó  en  fS 
do  octubre  el  Pó  por  enfrente  de  Castel-San-Giovanni 
con  mil  y  quinientos  suizos  y  otros  tantos  alemanes  y  seis 
inil  franceses  y  gascones  ['2). 

E]  perspicaz  Antonio  de  Leiva  que  vio  partido  el  ejér- 
cito francés,  tuvo  por  fácil  recuperar  lo  que  por  falta  de 
fuerzas  no  babia  podido  defender.  Teniendo  en  poco  á  la 
gente  del  duque  y  veneciana ,  y  sabiendo  que  la  impor- 
tante fortaleza  de  Biatjragsa  que  guardaban ,  no  estaba 
bien  abastecida,  salió  de  Milán  contra  ella  en  28  de  oc- 
tubre. Acompañábanle  cuatro  mil  hombros  y  siete  pie- 
zas de  arlilleria ,  y  al  segundo  día  de  combate  y  cerco  y» 
habia  caido  en  su  poder.  Preparábase  para  pasar  el  Tesi- 
no  y  rcconquislar  á  Vigovano,  Novara  y  otros  puntos; 
mas  entendiendo  que  Navarro  se  le  acercaba  con  fuei-zas 

(1)  GuicciarJini ,  Herrera,  Daniel,  pág.  320. — Jovio,  lib.  2S. 
(3)  Guicciardini ,  Herrera  y  Dani?! ,  ibi. ,  pñg,  322. 
Tomo  XXV.  23 


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muj;  superioi'es  ubandonó  3U  conquisiB.  Lautrcch  así  que 
supo  ta  salida  de  Leíva  contra  Biugrassa  habia  ordenado 
á  Navarro  que  con  sus  gascones  y  los  italianos  retroce- 
diera á  socorrerla,  y  entrando  en  ella  sin  dificullad,  la 
entregó  al  duque  Francisco  Sforcia  encalcándole  que  [lu- 
siera,  como  io  hizo,  mayor' cuidado  en  fortifícarlo  y  pro- 
veerla (i). 

Lautrcch  que ,  continuando  con  el  designio  de  liber- 
tar al  Papa ,  habia  ya  entonces  llegado  á  Plasencia ,  en  vez 
de  seguir  apresurado  á  Roma ,  se  mantenia  quieto  con  su 
ejército  en  aquella  ciudad  y  la  de  Parma.  Dedujóse  de  su 
inacción  que  tenia  encargo  de  esperar  el  resultado  de  lo 
que  se  negociaba  entre  el  Emperador  y  el  Papa .  mas  bien 
que  de  obrar  directamente  eu  favor  de  este.  Sin  embargo 
ó  lo  creyó  ó  aparentó  creerlo  Clemente  Vil,  puesto  que 
cuando  después  de  convenido  con  los  ministros  del  Em- 
perador en  que  saldría  de  su  prisión  en  9  de  diciembre, 
se  burló  de  ellos  escapándose  la  noche  antes;  su  príraer 
t-uidado  fué  al  llegar  á  Orhieto  dirigir  un  breve  á  Lau- 
Irech ,  mostrándosele  tan  agradecido  como  si  hubiese  si- 
do su  libertador.  Aceptóle  Lautrcch  dándose  aires  de  tal, 
y  entregando  primero  Parma  y  Plasencia  á  los  oficiales  del 
Papa ,  se  fué  con  el  ejército  á  Bolonia  (3). 

Veinte  días  se  mantuvieron  Lautrech ,  Navarro  y  los 
suyos  en  aquella  ciudad  y  sus  ccrcanins,  esperando  que 
el  invierno  se  templase ,  para  invadir  el  reino  de  Ñapóles, 
según  estaba  convenido  entre  los  coligados.  Si  á  Navarro  en 
medio  de  lo  que  le  dominaba  bu  vigorosa  voluntad  aun  lo 
quedaban  alguna  memoria  y  entendimiento,   ¡qué  rii~ 

(1]  Gaicciardini,  Herrera,  ibi. 

(2)  Guiccianlioi ,  Herrera  ,  Daniel  etc. 


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Ilexiones  no  debería  sugerirle  ta  visto  ¿e  las  muraUas  «le 
Bolonia  y  oun  la  misma  ciudad ,  coDtra  la  cual  díei  y  seia 
unos  antes  se  ñ-ustraron  sus  minas ,  sus  proyectos  y  con- 
sejos ,  y  en  la  que  la  plebe  y  chuamíi  pueril  le  ultrajó 
cuando  le  vio  prisionero  y  abatido ,  después  de  la  jomada 
lie  Ravena  {i  ]  I  Entonces,  y  justamente  en  la  misma  esta- 
ción del  año,  se  le  comenzó  á  torcer  la  suerte,  que  en 
abril  siguiente  le  abandonó  en  Ravena  para  no  leTunlarse 
ya  mas.  Subordinado  ahora  al  mismo  Odcltode  Foix,  señor 
de  Lautrech,  que  por  casualidad  se  libertó  entonces  del. 
soldado  español  que  le  había  co»ido ,  en  tanto  que  él  no- 
pudo  librarse  de  los  franceses  en  cuyo  poder  cayó;  pelean- 
do entonces  por  el  impetuoso  Julio  II  y  la  liga  santisma 
contra  Luis  XI!  y  los  cismáticos  de  Pisa,  y  ahora  por  Cle- 
mente V!I ,  Francisco  I ,  la  liga  sagrada  6  santa  y  Enri- 
que Vni  de  Inglaterra  j  declarado  por  Clemente  defensor 
de  la  fé,  para  ser  luego  el  mas  resuelto  apoyo  de  Lutero; 
aparece  Navorro  como  un  materialista  práctico  sin  fe  po- 
lítica ni  religiosa  y  viviendo  sín  esperanzas  y  al  dia  el  dia. 
¿Cómo  si  al  cabo  de  tantas  mudanzas  derivadas  de  las  que 
acompañan  á  las  armas,  paró  mientes,  mientras  estuvo 
on  Bolonia ,  en  lo  que  en  aquella  ciudad  le  pasó ,  dejaría 
iiiguna  vez  de  pensar  que  si  en  1512  se  retiró  de  sus 
puertas  humillado  y  ahora  había  entrado  orgulloso  por 
ellos ,  mas  cerca  estaba  de  la  adversidad ,  como  sucedió, 
que  no  de  la  ventura  de  volver  á  verlas? 

Suavizada  algún  tanto  la  estación  y  descansado  el 
ejército,  Lautrech,  llevando  Navarro  la  vanguardia,  se 
encaminó  en  9  de  enero  de  1528  á  Nepotes  por  la  Komii- 
ño  y  la  Marca.  Clemente  Vil  y  los  ñorenfines  que  aim 

(1)  Véase  la  pág   2(4. 


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35C 

vejan  el  ejército  imperial  en  Roma  y  le  temían ,  se  emper 
liaban  el  primero  en  que  los  franceses  pasaran  por  Sen»; 
y  los  segundos  eo  que  de  todos  modos  se  impidiera  á  ios 
imperiales  penetrar  en  Toscana.  Como  Laulrech,  que  te- 
nia bien  meditado  su  plan,  no  quiso  desistir  de  su  propó- 
sito ,  siguiendo  derechamente  y  por  el  camino  mas  corto 
á  Ñapóles,  llegó  en  iO  de  febrero  al  rio  Tranto  en  el  con- 
íiu  de  los  estados  napolitano  y  pontiQcío.  Apenas  conti- 
nuando su  movimiento  llegó  á  Ascoli  que  ordenó  á  Pedro 
Navarro  que  con  su  infantería  fuese  la  vuelta  de  Aquila; 
bastando  solo  el  anuncio  de  su  ida  para  que  Terámo ,  Ju- 
lionova  y  otros  pueblos  mas  lejanos  reconocieran  su  auto- 
ridad. Somotiósele  luego  Aquila,  siguiendo  su  ejemplo  el 
Abruzzo ;  y  acaso  lodo  el  reino  hiciera  lo  mismo,  si  el 
njércilo  imperial  no  acudiera  á  su  defensa  evacuando  á 
Boma  en  17  del  mismo  febrero  (1). 

Forzó  este  movimiento  á  Lautrech  á  variar  de  direc- 
ción y  á  tomar  la  de  la  Puglia  por  la  marina.  Aunque  era 
muy  lai^o  aquel  camino ,  era  el  único  también  para  poder 
transportar  la  artillería  y  no  carecer  de  mantenimientos, 
que  los  pueblos  sometidos  aun  antes  de  llegar  á  ellos,  fa- 
cilitaban dócilmente.  En  tanto  que  Lautrech  teniendo  ya 
cerca  á  los  imperiales  se  movió  con  lentitud.  Navarro  sin 
dejar  por  eso  de  observarlos ,  corria  con  su  infantería 
todo  el  pais.  Segundando  con  ella  á  Lautrech  que  en 
el  último  dia  de  febrero  llegó  á  la  Serra  y  en  4  de  marzo 
á  San  Severo,  entró  Navarro  en  el  primero  de  aquellos 
días  en  Nocera ,  y  en  el  segundo  en  Foggia  tan  á  tiempo, 
que  los  españoles  que  en  vista  de  estos  combinndos  uio- 
vimientoB  se  retiraban  á  Troya,  Barleta  y  Maiifredoiiin, 

(1)  Guicciurdiiii ,  lib.  18.— Herrera,  Comrniarios ,  p^g.  WO, 


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querían  entrar  por  una  puerla  cuando  él  locaba  á  la  olía. 
Esla  circunstancia  y  los  reconocimientos  que  por  sí 
mismo  había  diariamente  practicado  Navarro  le  persua- 
ilieroit  de  que  el  ejército  imperial  se  habió  situado  en  Tro- 
ya y  sus  fuertes  posiciones  coa  ánimo  de  defenderse  en 
ellas.  Necesitábalas  en  verdad ,  porque  con  los  vicios  y 
«lisipncion  de  Roma ,  con  las  enfermedades  pestilencia- 
les y  con  haberse  enriquecido  muchos  con  el  saco  y  reti- 
rádose  á  sus  hogares,  se  hobia  disminuido  tanto  como  au- 
tnentádose  el  enemigo  que  sus  coligados  hablan  reforzado 
sucesivamente.  Apenas  contaha  el  imperial  con  cinco  mil 
alemanes ,  otros  tantos  españoles  y  tres  mil  y  quinientos 
italianos,  mandados  todos  por  el  Príncipe  deOrange,  mo- 
zo todavía ,  pero  que  llevaba  por  segundo  at  Señor  Her- 
nando de  Alarcon ,  por  general  de  la  infantería  á  D.  Alonso 
Dávalos ,  marqués  del  Vasto,  primo  del  difunto  marqués 
de  Pescara,  de  la  caballería  á  D.  Fernando  de  Gonzaga, 
hijo  del  marqués  de  Mantua,  por  comisario  general,  ha- 
biendo muerto  el  abadMe  INájera ,  á  Gerónimo  Morón ,  y 
por  maestre  de  campo  general  al  famoso  Juan  de  Urbina, 
por  muchos  motivos  conocido  de  Navarro. 

Lautrech,  á  quien  Navarro  al  punto  informó  del  núme- 
ro y  situación  de  los  imperiales  en  Troya,  se  propuso 
provocarlos  á  batalla ,  si  la  ocasión  le  favorecia.  Les  era 
tan  superior  en  fuerzas  como  que  habiendo  revistado  su 
ejército  en  el  campo  de  San  Severo  le  encontró  com- 
puesto de  unos  treinta  mil  hombres,  después  de  habér- 
sele allí  mismo  juntado  el  marqués  de  Saluzo  con  su  gen- 
te y  la  de  los  venecianos,  y  principalmente  las  bandas 
negras  de  Florencia ,  que  pasaban  por  la  mejor  infantería 
que  tuviera  Italin.  La  caballería  francesa  era  tan  nume- 
rosa como  bella  ,  habiéndosele  unídu  lambicn  una  banda 


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558 

[larliculur  itel  inglés  Guerlindano ,  que  Enrique  VIII  du 
Inglaterra  liahia  enviado  con  ella  al  ejército  (1). 

Salió  pues  Laulrech  de  San  Severo  con  el  fio  que  se 
había  propuesto,  y  se  {lié  en  8  de  marzo  á  Lucera.  Allí, 
según  Jovio,  Ge  juntó  con  Pedro  Navarro,  y  adelantándose 
tres  millas  mas  en  el  dia  12  se  situaron  á  cinco  de  Troya. 
Los  imperiales  que  aun  no  la  habían  abandonado,  si  bien 
ni  dia  siguiente  aparecieron  en  batalla  y  sin  artillería  en 
la  fuerte  colina  en  que  está  la  ciudad,  no  se  movieron  de 
tilla.  Aunque  lo  deseaban ,  nada  tampoco  íntenlaroD  Lbu- 
trech  y  los  suyos  en  aquel  dia  y  en  los  siguientes.  Con- 
teotáronse  con  alojarse  del  otro  lado  de  Troya  hacia  la 
montaña ,  manteniéndose  los  imperiales  de  la  parte  de 
acá  hacia  la  playa  que  habían  fortificado  muy  biea.  Por 
inaa  que  Lautrech  en  ese  estado  los  provocara  á  batalla, 
no  hubo  medio  de  que  se  precipitasen  á  ella  y  abandona- 
ran la  firmeza  de  su  posición;  pasándose  mientras  tan- 
to los  días  en  escaramuzas  de  una  y  otra  parte ,  y  en  dar- 
se alarmas  de  noche. 

En  el  campo  imperial  sin  embargo  no  faltaban  muchos 
oficíales  y  soldados  pundonorosos  que  soportaban  indigna- 
dos las  provocaciones  de  un  general  y  de  unos  enemigos, 
<|ue  blasonaban  de  haber  vencido  en  otras  ocasiones.  El 
mismo  Príncipe  de  Orangc ,  cabeza  del  ejército ,  era  por 
ventura  de  los  que  mas  afrentados  ae  mostraban  y  mas 
propendían  á  que  se  pelease ;  y  sin  la  prudencia  de  Juan 
de  Urbina  y  principalmente  de  Hernando  de  Alarcoa  pro- 
bablemente se  habría  empeñado  algún  'combale  de^ra- 
ciado.  Esos  dos  insignes  capitanes  tan  prácticos  y  experi- 
mentados en  la  guerra  probaron  al  Príncipe  y  á  los  que  le 

(I)  Jovio,  lib.  25,  cap.  ISde  la  traduccioa.— Guicciardiui,  ibi. 


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359 

«eguiau ,  que  su  triunFo  era  seguro  manleniéndose  firmes 
en  ta  defensiva :  que  nada  les  conveoia  (anlo  como  aguar- 
dar los  refuerzos  que  coa  García  Manrique  les  venían  de 
Ñapóles ;  y  que  exponerse  con  ceguedad  á  la  suerte  y  for- 
tuna de  una  batalla  no  teniendo  apenas  artillería ,  era  cosa 
pel^prosisima :  con  lo  cual  calmados  y  convenidos  todos, 
viendo  sobre  todo  el  ¡dato  que  les  hacia  la  enemiga,  y 
«provecbando  la  dtHuidad  de  la  niebla ,  se  retiraron  de 
Troya  sin  ser  sentidos  en  la  madrugada  del  19  de  marzo. 
y  llegando  el  21  á  Aríano ,  se  fueron  en  seguida  a  Ña- 
póles (1). 

Lautrech ,  así  que  llegó  á  entender  la  retirada  de  los 
imperiales .  llamó  sus  capitanes  á  consejo.  Propúsoles  sí 
seria  mejor  seguirlos  ya  que  parecía  que  huían  sin  querer 
venir  á  batalla ,  ó  bíen  sí  no  convendría  mas ,  para  estar 
provistos  de  vituallas  y  sin  riesgos  á  retaguardia,  no  dejar 
atrás  lugares  de  que  no  estuviesen  seguros.  Los  capitanes 
de  caballería-  casi  todos  opinaron  por  que  con  ella  y  sin 
descenso  se  persiguiese  á  los  que  caminaban  amedrenta- 
dos y  divididos  en  varios  feacuadrones :  que  aun  cuando 
con  su  caballería  revolviesen  é  hiciesen  cara  para  pro* 
teger  la  .retaguardia,  la  rechazarían  fácilmente  sus  arca- 
buceros, especialmente  los  de  las  bandas  negras  que  eran 
muy  diestros  y  ligeros ;.  y  que  por  último  se  considerar» 
que  lo  que  además  de  suma  gloría  les  doria  infinita  ganan- 
cía,  seria  alcanzar  a  los  ímpwiales  y  tomarles  el  bagaje  en 
que  todavía  llevaban  cuanto  habían  saqueado  en  Roma. 

Contra  ese  parecer  cuentan  que  dijo  Navarro  que  "si- 
■  guicndo  con  empeño  á  los  que  se  retiraban  ,  se  perde- 

(I)  JovioyBaezs,  ibi,,  cap.  17,  18  y  19. — GuiUcurdÍDÍ,  íbi. 
— Herrera  ,  pág.  353  ele. 


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5G0 

■  i'ian  dcáile  luego  cuantas  venlajus  tenían  para  Iiubcr  con 

■  facilidad  vituallas:  que  no  esperasen  encontrarlas  de 

>  modo  al^no  en  los  lugares  por  donde  hubiesen  pasado 

>  los  imperiales  que  ihan  robándolo  todo:  que  se  acordasen 

>  de  que  dejaban  atrás  Melphi ,  ciudad  rica  y  fortificada  y 

>  con  buena  guarnición ;  de  la  que  no  se  podia  dudar  que 

•  con  sos  frecuentes  salidas  les  tomaría  las  vituallas  y  les 

■  obstruiría  el  cam'no  para  llevarlas  >  que  lo  primero  por 

>  lo  tanto  debía  ser  asaltar  y  ganar  aquella  ciudad  y  suje- 

■  tar  los  pueblos  de  alrededor  para  no  dejar  nlrás  enemí- 

*  o^s '  y  <]uc  d^  ^^3  modo  y  acrecentados  con  la  fama  de 

■  que  los  pueblos  de  aquella  tierra  se  les  babian  dado  y 
»  rebeládose  contra  el  Emperador ,  pasarían  con  toda  se- 

■  guridad  á  Nápoleg  (i). 

1528.— Adoptado  por  Lautrech  este  consejo,  que  aten- 
dido el  suceso  que  tuvo,  fué  moctal  para  el  mismo  Navarro, 
Laulrech  y  todo  su  ejercito ;  después  de  haberle  alojado 
en  22  de  marzo  en  Leonessa  sobre  el  rio  de  Ofanto,  orde- 
nó ó  Navarro  que  con  dos  cañones,  otros  dicen  cuatro,  los 
gascones  y  las  biindas  negras  fuera  sin  dilación  á  comba- 
tir á  Melphi.  Los  imperiales,  conociendo  su  importancia 
habían  dejado  para  defenderla  á  Sergíano  Caracciolo  su 
Príncipe ,  con  su  banda  de  hombres  de  armas ,  dos  com* 
pañias  de  españoles  y  cuatro  de  italianos.  Tan  pronto  como 
Navarro  llegó  á  ella ,  plantó  su  artillería  é  hizo  una  bre- 
cha en  la  muralla ;  por  la  cual  á  pesar  de  no  ser  de  an- 
chura suficiente,  llenos  de  emulación  los  florentines  y 
gascones  se  apresuraron  á  entrar  en  la  plaza.  Aunque  la 
arremetida  correspondió  á  la  rivalidad  que  los  movía ,  no 
fué  menor  la  resistencia  que  encontraron.  Combatieron- 

(1)  J..vio,ibi. 


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lus  lie  flanco  los  arcabuceros  de  la  plaza  y  los  recliDznron 
4-on  gran  pérdida  de  los  gascones  y  cerca  de  sesenta  do 
las  bandas  negras.  También  fueron  rechazados  en  otro 
nsatto  que  dieron  por  la  tarde,  hasta  que  reforzados  por 
la  noche  con  arlílleriD  que  les  envi¿  Lautrech.  j  abiertas 
dos  grandes  brechas  por  la  mañana,  entraron  por  ellas 
violentamente  >  y  muertos  casi  lodos  los  españoles  é  ita- 
lianos de  la  guarnición  y  muchos  de  los  habitantes,  que- 
dó Navarro  dueño  de  la  ciudad ,  perdidos  quinientos  de 
los  suyos  (i). 

Tomada  Melphi  en  23  6  en  24  de  marzo  se  fué  Navar- 
ro con  cuatro  mil  infantes  á  combatir  Rocca  de  Venosa. 
A  pesar  de  su  gallarda  defensa ,  la  rindieron  finalmente  á 
discreción  los  doscientos  y  oineuenla  españoles  que  la  de* 
fendian,  dando  Navarro  libertad  á  todos  excepto  á  los  ca* 
pilones.  También  se  le  rindieron  muchos  lugares  de  la 
Basilicnta  y  la  Puglia  aficionados  de  atrás  á  los  franceses; . 
concluido  lo  cual,  juntándole  de  nuevo  Navarro  eon  Lau- 
trech ,  se  encaminaron  á  Ñapóles,  á  donde  los  imperiales, 
saqueadas  Ñola,  Capua ,  Ariano  y  sus  territorios  y  lleván< 
dose  todos  sus  víveres,  llegaron  felizmente  en  número  de 
diez.mil  infantes  entre  españoles  y  alemanes  por  haber 
licenciado  á  casi  todos  los  italianos  (2). 

Lautrech,  que  con  su  ejército  loa  seguia  de  cerca,  se 
presentó  á  nueve  de  abril  ante  los  muros  de  aquella  gran 
ciudad.  Alojóse  personalmente  en  el  magnífico  palacio  de 
Plagio  Real,  edificado  por  Alonso  II  de  Aragón  y  situado 
á  la  salida  de  la  ciudad  y  derecha  del  camino  do  Cipua. 

(i)  Jovio  y  Baña,  lib.  25,  cap.  19.— Gnicciardini,  ibi. — BUt»' 
ría  riel  marquis  de  Pticarn ,  lib,  9,  cap,  3. 

f2)  Jovio  y  Bneza,  ibi.,  cap.  20.-Gu¡cciardiiii  ,lit.  l8.-Soa- 
rez  de  Aiarcon  etc. 


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3C2 

Su  campo  le  colocó  en  unos  allos  collados  cultriéadots 
con  trincheras  que  se  exleodian  hasta  el  mar  j  rodeando 
su  cuartel  de  reparos  y  fuertes  tan  altos  como  admirables. 
Todo  fué  obra  de  la  inteligencia  de  Pedro  Navarro,  que 
por  su  parte  se  situó  en  unos  collados  á  la  izquierda .  de- 
lante del  monte  de  San  Martin  y  arriba  de  la  puerta  de 
San  Genaro ,  ea  la  quinta  de  Juan  Roso  que  fortiflcó  gran- 
demente  (1). 

Lo  primero  que ,  después  de  alojado  el  ejóreilo .  con- 
sultó Lautrech  con  sus  capitanes  fué  sí  deberia  ó  nn  com- 
batir desdo  luego  la  ciudad  con  la  artillería  y  tomarla  por 
fuerza.  Propendían  algunos  y  aun  incitaban  a  eso.  Decían 
que  teniendo  ellos  poca  ínfanlería  y  los  oercodos  mucha 
caballería  lijara  con  que  hacer  largas  y  omliauas  correrías 
que  les  interceptasen  las  provisiones ,  creían  que  no  po- 
drían mantenerse  largo  tiempo  en  el  cerco.  Parecíales 
también  en  vista  de  eso  ser  muy  largo  y  tanto  mas  difícil 
rendir  la  ciudad  por  hambre,  cuanto  que  para  impedir 
que  le  entraran  alimentos .  eran  pocas  las  ocho  galeras  de 
^drea  Doria  con  que  Filipín  su  sobrino  bloqueaba  el 
puerto,  y  tardaban  en  llegar  las  venecianas  que  anticipa- 
damente babia  solicitado  Lautrech.  Esa  diGcultad  todavía 
decian  que  se  aumentaba  con  haberse  visto  entrar  cuatro 
galeras  cargadas  de  harina  de  Gaeta,  y  que  cada  dia  en- 
traban otros  navios  eon  comestibles ;  mas  esa  misma  re- 
flexión unida  á  la  de  que  ni  tas  galeras  ni  el  dinero  de  los 
venecianos  les  llegaban ;  que  carecían  igualmente  del  de 
Francia ;  que  el  ejército  ya  comenzaba  á  enfermar  no  tan- 
to por  erecto  del  aire  que  solo  al  fin  del  estío  solía  ser  da- 
ñoso como  por  haber  llovido  mucho  y  haber  acampado  á 

(1)  Jovig,  ibi. 


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SG3 

menudo,  junio  con  el  valor  de  los  sitiados  y  tas  grandes 
rortifícaciones  de  Ñapóles;  inducian  á  otros  á  proponer 
que  se  acantonaran  las  tropas  en  las  ciudades  y  pueblos 
inmediatos,  y  que  asi  permaneciesen  hasta  fin  de  setiem- 
bre. En  ese  tiempo  concluían ,  con  que  la  guarnición  con- 
sumiría sus  víveres;  las  gruesas  partidas  que  corrían  el 
país,  y  las  galeras  de.  Francia  que  correrían  lo  largo  do 
las  costas ,  impedirían  la  entrada  do  convoyes  suficientes 
para  avituallar  la  plaza  al  fin  debilitada .  y  que  la  guarni< 
uion  con  el  hambre  y  pasados  los  grandes  calores ,  ven- 
dría á  caer  por  sí  misma  en  su  poder  (1). 

Si  se  ha  de  creer  á  los  escritores  franceses,  Lautrech 
s«  inclinaba  bastante  á  este  parecer,  de  que  las  refleiio* 
nos  de  Navarro  le  apartaron  enteramente.  S^un  cuentan 
le  representó  que ,  estando  bien  informado  de  que  en  la 
ciudad  no  hi^ia  víveres  para  mas  de  dos  meses  y  medio. 
4emlría  el  virey  Moneada  qne  capitular  ánles  de  mediado 
julio;  siempre  que  el  ejército  acampado  como  estaba  á 
tiro  de  cañón .  cerrase  bien  todas  las  avenidas  por  tierra 
y  la  armada  por  su  parle  bloquease  igualmente  el  puerto: 
que  DO  recibiéndose  apenas  dinero  de  Francia,  era  muy 
de  lemer  que  los  suizos  y  lansquenetes  se  desbandasen: 
que  no  se  debía  contar  demasiado  con  la  constancia  de  los 
aliados ,  mayormente  cuando  ya  un  ejército  alemán  vola- 
ba a)  soctHrro  de  los  imperiales  que  estaban  en  el  Milane- 
sado:  que  en  el  espacio  de  cinco  ó  seis  meses  podían 
acontecer  tales  cosas  que  frustrasen  de  todo  punto  la  em- 
presa ;  y  que  teniéndose  sobrada  experiencia  de  lo  inúti- 

(I)  Gnieciardini ,  Hb.  <9.— Daniel,  Hisfoire  dt  Franci.  Fran- 
fois  I ,  pAg.  3*3. 


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564 

lea  y  falules  que  eran  semejantes  delenciones ,  el  ejército 
(Jebia  cercar  la  plaza  y  embestirla  desde  luego  (1). 

Estas  razones,  que  los  mismos  escritores  poco  inclina- 
dos á  Navarro  califican  de  Tuertes,  atrajeron  á  Lautrecb 
que  las  comenzó  á  poner  por  obra.  De  sus  resultas  tar- 
daron poco  los  sitiados  en  carecer  no  de  trigo  sino  do  pan, 
porque  todos  los  molinos  estaban  en  poder  de  los  sitiado* 
res  que  dominaban  en  los  ríos  inmediatos.  De  esa  faltn 
eran  los  alemanes  los  que  mas  sufrían ,   "  por  no  saber, 

*  dice  Paulo  Jovio  que  no  andaba  lejos ,  remediarse  tan 

■  ingeniosamente  como  los  españoles  é  italianos  con  cier- 

■  tos  molinos  de  piedra  que  con  la  mano  se  traían  al 

■  derredor,  y  con  los  cuales  molían  muy  bien  el  trigo, 

■  aunque  no  mucho."  Demás  de  eso  escaseaba  el  vino 
para  loa  mismos  alemanes  que   ■  aborreciendo  el  beber 

■  agua  como  co$a  dañosa  á  las  entraüas ,  con  el  deseo  que 

■  de  él  teniau  ,  como  si  fuera  deseo  justo  y  santo ,  cata- 

*  ban  con  furia  todas  las  bodegas  de  la  ciudad ;  de  modo 

■  que  no  teniendo  respeto  ni  aun  á  la  casa  de  Avales,  que 
»  era  del  marqués  del  Vasto,  arremetieron  con  ella  y  des- 

*  cubrieron ,  avisados  de  un  obrero  traidor ,  algunas  ti- 

■  najas  de  vino  griego  escondidas  en  la  huerta  en  silos 

■  hechos  á  mano;  y  acudiendo  todo  el  ejército  y  bebien* 

■  do  unos  y  llevándolo  otros  en  barriles  y  en  ios .  celadas 

*  acabaron  en  un  momento  lo  qtie ,  si  bebieran  con  ór* 

*  den,  se  creía  que  bastase  para  beber  todos  en  algunos 
.  días  (2)." 

(1)  Daniel  jibi. 

(3)  Bseza,  ibi.,  cap.  21.— JotÍqs,  Ub.  Su...  aliquot  Graei  fini 
4Mia,  suiier  horlum  mana  Jaetii  icrehihus  recóndita  ex  indicio  infi- 
tklis  Jabri  dttegerent ,  f  acloque  loliui  exercllus  eoneuriu,  perpalan- 


DglizecbyGoOglC 


S65 

Eli  semejanle  siluaeion  temiendo  el  valeroso  vircy 
D,  Hugo  de  Moneada  y  los  demás  cabos  imperiales  verso 
todavía  mas  apurados,  sí  á  las  galeras  con  que  Fílípin 
Doria  tan  estrechamente  los  bloqueaba,  se  juntasen  pa-* 
saodo  el  Faro  de  Mesina  las  veinte  venecianas  que  los  si' 
liadores  aguardabaa ,  determinaron  salir  contra  él  y  com* 
batirle.  A  pesar  de  ser  las  fuerzas  de  Filipin  tan  supe- 
riores y  que  ellos  solo  conliibaa  con  seisgoleras,  cua* 
tro  fustas  y  algunos  buques  menores  de  los  que  entón* 
ees  llamaban  fragatas,  no  por  eso  se  arredraron.  Airo" 
jados  como  ellos  mismos  y  confiando  mas  que  en  el  nú- 
mero de  sus  naves  en  su  valor  y  en  el  de  sus  soldados, 
acordaron  ante  todo  entresacar  como  unos  mil  arcabuce- 
ros de  los  mas  afamados  del  ejército.  Corrió  con  la  elec- 
ción Juan  de  Urbina  que  los  escogió  cusí  lodos  vizcaínos 
y  de  los  que  habituados  al  mar  de  su  país ,  no  habia  que 
icmcr  que  se  mareasen.  La  flor  do  ellos  entró  en  la  gn* 
lera  capitana  con  el  vírey  D.  llu;;o  y  el  marques  del  Vasto. 
entrando  otros  no  menos  acreditados  en  las  que  ¡b»n  el 
condestable  de  Ñapóles  Ascanio  Cotona  y  otros  muy  es- 
clarecidos caballeros  y  capitanes :  siendo  tal  el  ansia  que 
todos  leoian  de  lanzarse  ol  mar ,  que  hasta  doscientos 
alemanes  con  su  caudillo  Conrailino  Glornio,  por  no  pa- 
recer menos  valientes  que  los  espafiotcs,  se  embarcaron 
también  en  dos  galeras  (1). 

Dispuesto  todo ,  y  gozosos  todos  como  si  tuvieran  la 
victoria  en  las  manos,  salieron  del  puerto  de  Posilipo  cu 


do  galr.is  el  aquariis  cuppis  asporionde  orj-iííme  exhaurirtnl ,  quum 
moíiice  pareendú,  ómnibus  per  aÜquot  rlies  luffcclura  crederenlur. 
¡nltrea  atcüuM  á  Lotrtrkio  é  Gtnua  Philippus  Auria  ele. 

(I)  JoTÍg  y  BaezB  ,  lib.  96,  cap.  23.— Guicciardiui,   ibi. — Saii- 
iloval,  lib.  t7,  cap.  5. 


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5GG 

la  larde  del  primero  de  majo  (1).  Desembarcados  en  la  is- 
la de  Gapri  á  poco  de  Dmnnecer.  después  de  almorzar 
lai^o  y  con  gran  recreo  lo  que  el  virey  les  habla  prepara- 
do de  antemano ,  se  detuvieron  con  demasiada  sorna  i  oír 
el  sermón  de  nn  fídaigo  portugués  llamado  Gonzalo  Bar- 
reto  que  hacia  vida  de  ermitaño  en  aquellas  asperezas. 
Como  en  otro  tiempo  habia  sido  soldado ,  les  recordó  con 
mucha  extensión  y  fuego  cuantas  glorias  y  triunfos  enton- 
ces y  por  todas  partes  acompañaban  á  loa  españoles.  Les 
presagió  además  la  victoria,  fundándose  en  tas  rerelaciones 
que  en  aquella  misma  noche  les  dijo  que  había  tenido ;  y 
exortándolos  con  vehemencia  á  vengarse  de  los  genoveses 
por  la  crueldad  que  usaban  con  los  prisioneros  españo- 
les ,  poniéndolos  á  remar  en  sus  galeras  cúmo  si  Tueran 
esclavos,  los  despidió  con  copia  de  bendiciones  (3). 

Mientras  que  el  virey  y  su  gente  desperdiciaban  en  eso 
un  tiempo  que  debieron  aprovechar  para  sorprender  á  Do- 
ria ,  tuvo  este  lugar  para  disponerse  á  recibirlos.  O  por- 
que un  napolitano  poco  afecto  ó  los  españoles,  embar- 
cándose secretamente  en  Ñápeles ,  fué  mientras  el  ser- 
món ,  á  informarle  de  la  expedición ,  tí  porque  desde  sus 
galeras  descubrieron  á  las  imperiales,  que  con  gran  luci- 
miento y  muchas  banderas  desplegadas  salieron  de  la  isla, 
para  cuando  estas ,  tros  horas  untes  de  anochecer,  se  eii- 

(()  GiauDoas  en  el  lib.  31,  cap.  k,  pi§.  567  de  sa  hlcria  eivi- 
It  etc.  dice  que  pariironno  II  prima  di  di  Giiigno  de  Possilipo  etc.; 
pero  parece  eq  ai  vocación,  segua  se  deduce  del  partu  de  la  batallii 
((Qe  en  3  de  mayo  di6  al  Emperudur  el  seSor  Alárcon,  como  se 
dice  en  el  lib.  ti  de  sus  Comentwioi  ,  phg.  359. 

(2)  Jovioy  Baeza,  ibí. ,  cap.  9S.— Guicciardini,  lib.  19...  d»-e 
Don  Ugo  con  gi-anditsimo  prtgiuditio  di  quetim  auall*  pmrde  lempo 
á  audire  un  Hmniío  ipagnuoie,  ehe  tontioMnido  aceendeia  gli  anim 
á  eomhalere  etc. 


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SC7 

coiitraron  con  las  suyas  en  las  nguas  de  Amnlfi ,  ya  él  se 
)u)bia  reforzado  con  trescientos  ó  cuatrocientos  arcabucc' 
ros  y  un  capitán  gascón  que  pidió  áLautrech  y  le  envió. 
Trabada  en  s^nida  una  muy  recia  batalla  (1 ) ,  los  españo-. 
les  que  según  su  habitual  costumbre  ansiaban  por  llegar  al 
abordaje  perdieron  mucha  gente.  Heríanlos  los  genoveses 
desde  las  Cofas  y  masteleros  de  sus  naves,  y  en  vez  de  la 
victoria  que  al  primer  encuentro  ya  casi  contaban,  se  vie- 
ron por  lo  contrario  vencidos.  Perdieron  cuatro  galeras, 
dos  idas  ¿  fondo  y  otros  dos  presas;  murieron  entre  aho- 
godos  y  á  cuchillo  ademis  de  setecientos  soldados  viejos, 
el  virey  Moneada ,  el  siciliano  Don  Pedro  de  Cardona,  que 
poco  antes  y  por  unos  amores  había  dado  muerte  en  Milán 
á  los  dos  Valpergas,  D.  Luis  de  Guzman,  que  pasaba  por 
el  mayor  y  mas  dulce  músico  de  vihuela  de  su  tiempo,  el 
vizcaíno  Martin  de  Oya.  Zambron  y  otros  capitanes  señala- 
dos ,  quedando  prisioneros  con  algunos  mas  que  también 
lo  eran ,  el  marqués  del  Vasto  Ascanio  Colona  y  Francis- 
co  de  Icart,  comitre  de  ana  galera  y  hermano  del  famoso 
defensor  de  Brescia.  á  quien  "una  pelota  de  la  artillería 
■  gruesa  enemiga  llevó  peleando  en  aquel  combate  toda 

•  la  pulpa  de  nn  muslo  desde  lo  bajo  de  la  nalga ,  y  sin 
>  que  aunque  el  golpe  fuese  horrible  no  mortal ,-  por  ser 

•  hombre  .de  machas  carnes  (2)" 

Del  suceso  de '  tan  tet-rible  batalla  presenciada  por 


(1)  Véanse  Im  pormenores  de  este  eombale  naval  y  loi  cansus 
He  haberse  perdido  por  loa  eepaüolea  en  las  piginas  i9&  y  KÍgnien- 
ICB  del  tamo  9i  de  esta  Coteccioi»,  y  opee  ia  I  mente  en  la  pigina  502 
la  caria  de  Miguel  de  Aguorreta ,  criado  de  D.  Hago  de  Honcadn, 
á  Cirios  V. 

|S]  Jovio  yBaeza,  ihi. ,  cap.  23,  2f  y  2o.-  SanduTal,  lib.  17, 
§.6. 


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3G8 

Paulo  Jovio  ilesde  la  isla  ile  Ischia ,  concibieron  los  fran* 
ceses  grandísimas  esperanzas  de  tomar  en  breve  á  Ñapó- 
les. Los  imperiales  sin  embargo  aunque  con  ia  derrota 
iban  á  verse  mas  estrocbados  por  la  mar,  y  mas  expuestos 
por  lo  tanto  á  carecer  de  víveres,  no  por  eso  se  abatie- 
ron. En  medio  de  tos  muchos  y  muy  valientes  capitanes 
y  soldados  que  habian  perdido ,  todavía  les  quedaban  otros 
y  otros,  de  ánimo  tan  esforzado  que  al  paso  que  en  el  dia 
siguiente  á  tal  desastre  y  para  sufrir  menos  escaseces 
echaron  de  la  ciudad  todas  las  bocas  ini'itiles «  Iratisjaron 
en  los  sucesivos  sin  descansar  en  procurarse  con  repeti- 
das y  vigorosas  salidas  y  estratajemas  carnes,  legumbres 
y  vino,  pues  que  de  trigo  no  carecían.  En  cuanto  &  ese  ar- 
ticulo  eran  mucho  mayores  las  privaciones  y  miserias  en 
el  campo  francés.  Llegó  hasta  fallarle  el  agua;  y  como 
\m  cercados  eran  superiores  etl  caballería  ligera  no  solo 
les  servia  para  introducirlo  que  necesitaban  sino  para  in- 
terceptar muy  á  menudo  los  víveres  que  iban  á  los  ene- 
migos (1). 

Con  esas  privaciones,  con  las  enfermedades  consi- 
guientes á  la  estación  y  con  las  pérdidas  que  tenían  en  las 
escaramuzas  ,  menguaba  de  día  en  dia  la  gente  francesa. 
Lautrech  en  medio  de  eso  á  nada  se  movia.  Confiado  siem- 
pre en  que  los  cercados  se  le  habían  de  rendir  por  ham- 
bre, y  esperando  que  los  alemanes  á  quienes  alhagabn. 
se  amotinarian  por  la  falta  de  pagas  ,  permanecía  en  la 
mas  desastrosa  irresolución.  En  los  cercados  por  lo  con- 
trarío lodo  era  actividad  y  denuedo.  Meses  hacia  que  NVc 
poles  estaba  rodeada ,  y  no  obstante  haberse  presentatlo 
las  galeras  venecianas  en  sus  aguas  en  20  de  junio,  peu- 

(I)  GuiecUrilini,  ¡bi. 


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569 

saban  los  sitiados  tan  poco  en  rendirse ,  que  saliendo  un 
dia  los  astutos  y  líjeros  españoles  por  la  puerta  del  .Car- 
men ,  cogieron  los  caballos  de  Mr.  de  Lautrech  que  sus 
pajes  y  mozos  llevaban  á  beber  (1). 

Pedro  Navarro  que  corría  con  las  fortiflcaciones .  no 
podiendo  soportar  esa  afrenta .  dió  principio  á  una  trin- 
chera que  en  su  recinto  abrazase  una  casa  situada  entre 
P<^gio  R^al  y  la  caballeriza  del  Rey.  Creyó  que  fortiG- 
cando  aquel  lugar  y  poniendo  buena  guardia  en  él ,  impe* 
diría  la  repetición  de  semejantes  arrojos ;  mas  los  capila- 
Des  españoles  que  se  apercibieron  de  su  obra  trataron  des- 
de luego  de  impedírsela.  Dispuesto  un  valeroso  escuadrón, 
cuyo  jefe  era  Juan  de  Urbína,  y  en  el  que  iban  los  cepita- 
nes  Ripalta,  Barragan  y  Barreda  con  sus  excelentes  com- 
pañías, se  salieron  de  la  plaza  un  dia  á  la  hora  en  que 
mayor  calor  hacia  y  á  tiempo  en  que  Navarro  metido  en 
una  tienda  que  le  resguardaba  del  sol ,  entendia  en  acabar 
su  obra.  Gomo  que  á  la  sagacidad  y  experiencia  militar  de 
Navarro  no  se  ocultaba  el  arrojo  de  sus  enemigos,  y  que 
podían  dar  de  repente  sobre  él ,  tenía  guardado  su  puesto 
con  hastonte  gente :  por  lo  cual  trabándose  una  re&ida 
batalla  asi  que  ll^ó  Juan  de  Urbína  con  la  suya ,  y  acu- 
diendo en  socorro  de  Navarro  entre  otros  muchos  solda- 
dos los  lijerisimos  arcabuceros  de  las  bandas  florentinos, 
tuvo  Urbina  que  retirarse  dejando  á  su  antiguo  camarada 
y  paisano  en  posesión  de  su  casa  y  de  su  obra  tan  valien- 
temente defendida  (3). 

Hay  quien  atribuye  esla  retirada  de  Juan  de  Urbina  al 
estrago  que  en  su  gente  causaba  la  artillería  de  los  gas- 

<1)  Jovio  y  Baeza,  lib.  26,  cb|).  i.* 
(8)  Ibidcm,  cap.  3.* 

Tono  XÍV.  24 


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370 

cones  disparada  desde  lo  mas  alio  de  su  alojamienlo  ha- 
cia la  puerta  de  San  Genaro.  Dicen  otros  que  se  reUi». 
porque  habiendo  seguido  incautamente  un  grueso  detla- 
camenlo  de  gastadores ,  que  enviado  por  Navarro  contra 
él  fingió  ponerse  en  fuga ,  cayó  en  una  emboscada  y  per- 
dió mas  de  cien  hombres  entre  muertos  y  heridos  (1).  De 
la  astucia  y  vigor  de  Navarro  lodo  eso  y  mas  puede  creer- 
se ;  las  habia  sin  embargo  con  sus  antiguos  camaradas  y 
paisanos  que  en  nada  le  eran  inferiores.  Sucedió  por  lo 
tanto  que  firmes  en  el  propósito  de  destruir  la  Irinchera, 
y  observando  que  ó  por  negligencia,  ó  por  falta  de  gasta* 
dores  ó  por  otra  rozón  cualquiera  no  estaba  concluida  to- 
davía: persuadidos  de  que  podrian  acometer  y  acabar  de 
noche  lo  que  Urbina  no  habla  podido  concluir  de  dia.  lo 
pusieron  resueltamente  por  obra,  aunque  sin  fortuna. 

£1  jefe  y  cabeza  de  tan  arrojada  empresa  fué  él  capi- 
tán Juan  de  Almeida ,  tomando  por  compañeros  á  los  de 
su  clase  Cornejo  y  Sancho  de  Vargas ;  y  siguiendo  todos 
el  ejemplo  do  lo  que  en  ocasiones  semejantes  practicaron 
los  marqueses  de  Pescara  y  del  Vasto ,  ordenaron  que  úi- 
tes  de  salir  de  la  ciudad  se  pusiera  toda  su  gente  la  cami* 
sa  sobre  las  armas  t  á  fin  de  espantar  al  enemigo  y  de  re- 
conocerse entre  sí  en  medio  de  ta  oscuridad  (2).  Salieron 
luego  con  gran  silencio,  y  andando  á  buen  paso  lardaron 
poco  en  llegar  á  la  casa  y  trinchera  que  levantaba  Navar- 
ro. Acometiéronlas  eon  gran  denuedo ,  pero  se  encontra- 
ron con  que  los  que  les  guardaban  estaban  mas  apercibi- 
dos de  lo  que  habían  pensado.   Al  ruido  de  tos  españoles 

^^)  GaiccisrdiDi,  tib  19. 

(2)  Véase  en  el  lib.  3,  cap.  8  de  la  Hütoria  del  marqués  de 
Pescara,  la  encamisada  que  salieodo  de  Ulan,  dii  en  Etebecca  al 
famwo  caballero  Baysrd. 


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374 

acudieron  con  proolitud  y  se  mantuvieron  valientemenla 
en  Is  trinchera  los  gascones,  los  suizos  y  los  florentínes. 
Bn  vano  fué  que  aquellos  pugnasen  por  subir  á  ella,  por- 
que rechazados  al  íin  y  cayendo  muerto  en  el  foso  de  ona 
estocada  por  la  boca  el  valeroso  Juan  de  Almeiila ,  sus 
compañeros  Cornejo  y  Vargas  se  retiraron  con  tal  desor- 
den que  aun  á  sus  mismos  heridos  abandonaron  (1). 
'  Pero  estas  ventajas  que  Navarro  alcanzaba  sobre  los 
sitiados  eran  nada  comparadas  con  las  enrermeJades  que 
ya  cundían  en  ei  campo  francés ,  y  sin  contenerse  en  los 
soldados  hablan  acometido  á  los  primeros  cabos  del  ejér- 
cito. Atribuyéronlas  algunos  á  las  frutas,  y  otros  á  que, 
habiendo  roto,  para  privar  de  agua  á  los  sitiados,  las  ca- 
ñerías que  la  llevaban  á  Ñápeles,  se  habia  esparcido  y  es< 
tancado  en  tos  campos ,  é  inficionado  por  consecuencia  el 
aire.  También  hubo  quienes,  como  en  casos  semejantes  se 
ha  oído  aun  en  nuestros  dias,  creyeron  que  algunos  "tni- 

>  quisimos  y  malvados  soldados  asi  españoles  de  linaje  de 

>  nioi-os  como  alemanes  de  la  secta  de  los  judíos,  habian 

>  en  casi  todos  los  pozos  y  cisternas  inmediatas  al  campo 

•  francés  echado  jugo  de  yerbas  ponzoñosas  y  mucha  si- 

>  miente  de  lino  y  ahechaduras  de  trigo  podrido,  dequo 
■  procedía  que  á  los  que  allí  bebían  se  les  hinchaban  loa 

•  vientres  y  las  piernas,  y  hnbian  comenzado  bus  caras  á 
»  enflaquecerse  y  á  tomar  una  color  tan  amarilla  que  ape- 
*.  ñas  los  soldados  mas  amigos  se  conocían  entre  sí  (3)."  ' 

Esas  enfermedades  lentos  y  pipst  i  lene  rales  crecieron 

(1)  Jovio  y  Baezi),  ibi.,  cap.  4. 

(2)  Jovio  vBaeza,  tbi.,  cap.  6.— Guicciardini,  '\\ñ.^Si aggiunte 
aurora  la  peilf ,  ilice  Giannone  con  reparable  credulidad ,  ¡¡taeirnta 
arl  campo  per  alcuni  iiiftni  man^ati  tludiotamfitlt  ita  Napali  nett 
esereilo  ele. 


3vGooglc 


372 
prodigioaamente  desde  el  15  de  julio  al  5  de  agosto.  Los 
soldados  franceses  ó  por  do  aprovecharles  las  medicinas 
ó  por  no  haberlas  y  carecer  de  otros  auxilios,  se  morían 
de  hambre  y  sed  por  todas  partes.  Por  todo  el  campo  do 
se  veian  sído  moertos  y  sepulturas  junte  á  las  trinche- 
ras ;  no  habiendo  ya  casi  quien  pudiera  entrar  de  guardia 
y  mucho  menos  estar  de  centinela.  El  ejército,  dice  ua 
escritor  francés,  había  de  tal  modo  menguado  que  de  vein- 
te y  cinco  mil  infantes  que  habían  ido  á  Ñapóles  oo  se 
contaban  á  Gn  de  julio  cuatro  mil  en  estado  de  combatir, 
y  de  ochocientos  hombres  de  armas  acaso  no  quedaban 
ciento  (ij.  Los  capitanes  por  enfermos  los  unos  y  por  pre- 
caución los  otros  habían  alcanzado  licencia  é  ídose  á  bus- 
car aire  mas  sano  en  las  ciudades  y  castillos  inmediatos. 
Con  Lautrech  en  fin  acometido  también  de  la  enferme- 
dad, no  habían  quedado  sino  Navarro,  el  marqués  de  Sa- 
tuzzes,  Camilo  Trivulci ,  Guido  Rangon  y  algunos  hombres 
de  ropa  larga ,  que  mas  ó  menos  adolecían  de  ella  (2). 

A  vista  de  tanto  estrago  y  mortandad  puede  decirse 
que  Pedro  Navarro  por  la  primera  vez  dio  entrada  en  su 
impávido  corazón  al  miedo.  Temeroso  de  la  ruina  que 
iba  á  venir  y  profundamente  penetrado  de  ella ,  perdió 
según  atestigua  su  amigo  Paulo  Jovio  todo  el  antiguo  vi- 
gor de  su  invencible  y  valeroso  ánimo  tanto  que>  cuando 
le  [n«guntaban  algo  parecía  que  no  sabia  responder  y 
cuando  respondía  se  creia  que  desvariaba  (5).  Si  así  fué, 

{^)  Daniel,  Fnuifoh  /,  pág,  34?.-GuicciardÍDÍ,  lib.(9.  j4  diu 
de  agosto  no  erano  net  campo  franrest  parr.  tenlo  cttvallL 

(2)  JoTÍo¡,  Baeza  y  Gaicciardini ,  ibi.  Era  malalo  Navarre,  Vat- 
deoumte,  Camillo  da  Trivulei...  Lautreek  era  rieaduto,  ammatali 
tutti  gU  oratori ,  lutii  i  tegrttariiel  lutti  gli  huomiiU  di  canto. 

(3)  Jovio ,  lib.  26.  Hiiloriarum  Caterum  in  Aavarrum  vttertat 


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37S 

y  no  es  por  cierlo  inverosímil ,  te  sobraban  en  realidad 
moUvoB  para  ese  trastorno  y  decaimiento  en  la  angustia- 
da y  casi  desesperada  situación  en  que  se  encontraba. 
Aun  en  el  caso  de  salvarse  de  la  venganza  de  sus  compa- 
triotas que  ya  sabia  cuanto  le  odiaban ,  iba  h  quedar  no 
menos  aborrecido  y  desacreditado  en  su  pais  adoptivo. 
Habiendo  sido  quien  principalmente  dirigió  á  Lautrech  y 
ordenó  todo  lo  obrado  en  el  cerco  de  Ñápeles  ¿cómo  po- 
día ocultársele  que  ya  fuera  por  lisonjear  el  oi^llo  na- 
cional ó  por  disculpar  la  desacertada  ambición  de  Fran- 
cisco I,  se  le  habían  de  imputar  todos  los  males  que  ha- 
bían sobrevenido?  jPues  qué  no  tenia  el  repetido  ejemplo 
de  lo  que  son  los  cortesanos  y  los  padres  y  parientes  de 
las  víctimas,  en  lo  que  le  bahía  sucedido  en  Espaba  des- 
pués de  loa  desastres  de  ios  Gerbes  y  Ravena ,  á  pesar  de 
los  muchos  defensores  con  qué  contaba  en  ella  7 

A  tan  enormes  desdichas  en  e!  campo  francés ,  cuan- 
do vencidos  los  imperiales  en  Amalfi  y  rechazados  en  las 
salidas  de  la  plaza,  se  esperaba  su  pronta  rendición, 
acompafiaron  otros  apuros.  El  célebre  Andrea  Doria,  á 
quien  su  sobrino  Filipin  presentó  los  prisioneros  tomados 
en  Amalfi ,  ó  por  persuasión  del  marqués  del  Vasto  y  Fran- 
cisco de  Icart  que  iban  entre  ellos ,  ó  por  estar  descon- 
tento del  Rey  de  Francia  que  le  trataba  mal  y  no  le  pa- 
gaba bien,  abandonó  su  servicio  y  se  fué  al  del  Empera- 
dor. Otros  y  con  mayor  fundamento  han  dado  por  causa 
de  ese  abandono  el  ardiente  deseo  que  tenia  de  dar  la 
libertad  i  Genova  su  patria ,  vejada  por  los  unos  y  los 


üifrtuíi  et  ejjieaeis  tpirilus  iiigorem  muítiplicata  militum /uñera..,, 
ftrme  lolum  üUeraia  tic  ut  pnpemulum  mutiari  inltrrogatui  aui 
TtspoMÍeni  deliran. 


3vGodglc 


Í74 

otros  y  la  seguridad  que  el  Emperador  le  babia  ofrecido 
de  ayudarle  (1).  De  ahí,  y  fuera  la  que  quisiera  la  causa, 
resultó,  que  do  solo  dejaran  sus  gateras  de  bloquear  á 
iVápoles  desde  4  de  julio,  sino  que  uniéndose  á  las  ímpe- 
riflles  concurrieran  con  ellas  á  cuantos  desembarcos  loa 
sitiados  ya  convertidos  verdaderamente  en  sitiadores  prao- 
licabnn  en  las  costas  inmediatas,  al  mismo  tiempo  que 
menudeaban  las  salidas  de  la  plaza.  Todo  en  ella  abunda- 
ba con  la  libertad  del  mar,  y  la  comodidad  y  las  espe- 
ranzas de  sus  habitantes  y  defensores  aumentaban  natu- 
ralmente tanto  como  menguaban  las  de  Lautrech ,  que 
no  pudiendo  sobreponerse  á  tnnla  adversidad  de  su  gen- 
te, y  agravándosele  la  enfermedad  falleció  á  15  de  a^slo 
en  el  campo  que  eligió  al  principio:  lamentando  según 
algunos  la  negligencia  de  su  Rey  que  le  habia  comprome- 
tido en  aquella  empresa  y  la  infidelidad  de  sus  aliados  (2). 
Muerto  Lautrech  parece  que,  do  habiendo  ningún  ca- 
pitán autorizado  suficientemente  para  mandar  por  si  mis- 
mo, lo  ejecutaban  todos  los  del  ejército,  juntándose  en 
en  consejos  á  ordenar  el  remedio  de  que  tanto  necesita- 
Iian  (5).  Refieren  otros  escritores  que  Lautrech  al  morir 
dejó  el  mando  superior  al  marqués  de  Saluzzo  ó  Saluzzes 
;  á  Pedro  Navarro  (4) ;  no  faltando  quien  diga  que  por  la 
indisposición  de  los  demás  capitanes  principales,  recayó 

(1]  JotÍo  y  Biteza,  lib.  2C,  cap.  38,  S9  etc. — Ginés  de  S«púlTe- 
da ,  lib.  8,  núm.  29.— Sandoval  y  Bobertson ,  Historia  de  Carlos  f, 
lib.  5. 

(9)  iovio  y  Baeza,  lib.  S6,  cap.  ii,  dicen  que  Lautrech  mnríA 
en  12  de  agosto,  GinimoDeeo  15  y  Gnicciardini  en  la  nocbedel  15 
viniendo  el  16. 

(3)  JoTÍo  y  Baeza  ,  ¡bi. 

{k)  Sepúlveda,  ibi. ,  nditi.  38...  ^  moriemí  ioiperii  tummam 
Sulttiiarum  Marthioni  W  Peiro  Navarro  tradidil. 


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375 

únicamente  en  el  marqués,  á  quien  representan  poco  ca> 
paz  parA  semejante  cargo  (i).  Los  imperiales  que  en 
medio  de  eso  no  ignoraban  ni  ta  muerte  de  Lautrach.  ni 
la  pestilencia  y  miseria  que  reinaban  en  el  campo  fran- 
cés ,  00  quisieron  de  modo  alguno  acometerle.  Creyendo 
prudentemente  que  lo  mejor  era  destruirle  sin  correr  ries- 
go ni  peligro  alguno,  convinieron  en  que  D.  Fernando 
Gohzaga  con  la  caballería  que  gobernaba  saliese  á  fatigar 
al  enemigo  con  alarmas  é  interceptarle  los  víveres.  Para 
ejecutarlo  con- mayor  rapidez  y  esfuerzo  montó  Gonzaga 
algunos  arcabuceros  en  rocines ,  é  .interpolándolos  con  la 
demás  caballería  se  dio  á  correr  con  ella  al  derredor  del 
ejército  enemigo.  Llamándijle  de  continuo  á  batalla  y  de- 
sasosegándole otras  veces  con  sus  trompetas,  cuando 
mas  persuadido  estaba  de  que  nadie  se  movía,  supo  por 
sus  esp'as  que  una  gruesa  partida  de  caballería  francesa 
había  salido  del  campo  y  se  dirigía  á  Ñola.  Poniéndolo  sin 
detención  en  noticia  del  virey-  Príncipe  de  Orange  y  to- 
mando ambos  alguna  gente  mas,  partieron  acelerada- 
mente contra  ella.  Alcanzáronla  á  medio  camino  y  la 
rompieron:  y  muertos  ó  dispersos  cuantos  la  componían, 
y  en  lo  demás  bien  desbalíjados ,  regresaron  los  vencedo- 
res á  Ñápeles  con  gran  presa  y  no  sin  brevedad  (2). 

Este  desastre  al  cabo  de  tantos  otros  desanimó  del 
todo  á  tos  capitanes  franceses.  Intimamente  persuadidos 
de  que  ya  no  podían  esperar  ningún  buen  suceso  de  su 
empresa,  se  determinaron  á  ejecutar  lo  que  Lautrech 
había  constantemente  resistido  á  pesar  de  ser  muchos  los 
que  se  lo  aconsejaban.  Besolvieron  levantar  el  sitio  y  re- 
tí) Gnicciardini ,  ibi.— Herrera ,  pág.  358.— Rolierlson,  ibi. 
(3)  JoTÍo  y  Baeu ,  ibi. 


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37G 

tirarse  á  Aversa  como  á  tres  leguas  de  Ñápeles  y  al  inten- 
to comenzaron  por  repartir  su  gente  en  tres  eicuadronet, 
según  entonces  se  llamaban ,  dando  á  cada  uno  para  su 
defensa  tros  falconetes  é  igual  porción  de  caballería.  Con- 
fiados luego  el  escuHdron  de  vanguardia  al  marqués  de 
Saliizzo,  el  de  batalla  ó  centro  á  Pedro  Navarro  y  el  de  re- 
taguardia á  Camilo  Trivutci  y  Á  Mr.  de  Lapatisse,  todo 
híen  ordenado ,  se  salieron  del  campo  en  la  noche  del  29 
al  30  de  agosto  sin  sonar  trompeta  ni  tambor,  dejaodo 
abandonada  toda  la  artillería  gruesa  y  todo  el  bagaje  pe- 
sado (1). 

Por  acaso  en  aquel  mismo  día  29,  avisados  los  capi- 
tanes imperiales  de  que  en  l^s  trincheras  francesas  se  ob- 
servaba poca  y  flaca  guardia ,  se  habian  juntado  en  con- 
sejo y  acordado  combatirlas  al  siguiente.  Con  ese  objeto 
encargaron  á  Juan  de  Urbina  de  qne  tomando  los  espa- 
ñoles y  cuatro  banderas  mas  de  alemanes,  se  dírígíera 
contra  los  gascones ,  y  que  el  Principe  de  Orange  y  GoD* 
zaga  con  el  resto  de  la  gente  y  la  artillería  se  encami- 
nasen contra  lo  demás  del  campo.  Preparado  todo  cual 
convenia,  solo  se  esperaba  para  acometer  que  seresase 
una  recia  tormenta  de  truenos  y  aguas  que  había  ocul- 
tado á  tos  imperiales  la  partida  de  los  franceses,  cuando 
cesando  el  agua  vinieron  á  decirles  que  aquellos  habían  de- 
campado y  caminaban  la  vuelta  de  Aversa :  lo  cual  oído, 
partió  tras  ellos  casi  toda  la  caballería ,  aguijando  tanto 
mas  cuanto  mayor  era  su  esperanza  de  buena  presa  (2). 

(1)  Jovio  yBaeza,  lib.  96,  cap.  13.— Gmcciardini.  )tb.  19.— 
Sandoval,  lib.  17,  §.  5.— Dormer,  Annalet  de  Aragón,  lib.  8,  ca- 
pitulo V6. — Daniel,  pAg.  352,  SegDH  el  dacnmeato  núm.  40  le- 
TanlaroD  el  sitio  en  S8  de  agosto. 

(8)  Jovio  y  Baeza ,  ibi.  . 


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377 

Habían  los  franceses  ordeDodo  su  msrcbíi  de  modo  que 
&  so  arcabucería  colocada  á  ta  retaguardia ,  la  acompatka- 
ban  y  sostenían  parle  de  la  banda  negra  de  los  fiorentinea 
j  parte  de  otra  banda  que  por  el  color  de  su  bandera  llo' 
maban  la  banda  blanca.  Aunque  unos  y  oíros  suelentaron 
Talerosamenle  la  primera  furia  de  la  caballería  imperial, 
arremetidos  por  esta  con  nuevo  furor  entre  que  descarga* 
ban  y  volvían  á  cargar  sus  arcabucea,  no  la  pudieron  re- 
sistir y  se  desordenaron  complelaniente.  Al  ver  el  escua* 
dron  de  batalla  derrotada  de  ese  modo  la  retaguardia  se 
levantó  al  punto  grande  alboroto  en  ¿I ,  pidiendo  en  vano 
socorro  al  de  vanguardia  que  á  gran  priesa  caminaba  ade- 
lante. Sola  entonces  ta  batalla,  fué  á  su  vez  rota' por  la 
misma  caballería  que.  encontrándose  con  gentes  enfer- 
mas que  ni  podían  bajar  las  picas  ni  desenvainar  las  espa- 
das .  dejaba  fácilmente  las  vidas  á  los  que  bincados  de 
rodillas  se  la  pedían ,  contentándose  únicamente  con  la 
presa ;  en  cuyo  tiempo  Pedro  Navarro  que  como  estaba 
•enfermo  iba  mnchot  ratos  en  Hiera ,  habiendo  entonces, 
por  aguijar  mas .  cabalgado  en  una  pequeña  muln,  como 
anduviese  buscando  alguna  vereda  traviesa  fita  preso  por 
la  caballeria  albanesa  y  llevado  á  Ñapóles  (1). 

Mientras  que  el  marqués  de  Saluzzo  que  con  la  van- 
guardia babia  llegado  salvo  á  Aversa .  se  sometía  estre- 
chado por  los  imperiales  en  ella  á  una  capitulación  tan 
inevitable  como  vergonzosa  (2) ,  no  babiendo  nadie  que 

(1)  Jovio,VA.W.—flfavarrutii>seqtHUtierat  tegérleetiem  km* 
per  t^heéatur  el  lum  fetlitianái  cauta  humiUn  mulam  aseenáeral, 
etliquot  vita  Iramiies  quterens  ai  Epirotit  Griteüque  eqmlibus  m- 
tereepiiu  ett,  Neapoiimque peráuettu.^Batt»,  ibi. ,  csp.  ISy  1i. 
— ^aicciardini,  lib.  19. 

(9)  Redaelase  i  abandoaar  los  franceses  por  si  y  sos  alisdo*  l«a 


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378 
guardase  ó  üerendiese  el  campo  y  alojamiento  de  los  fran- 
ceses delante  de  Nepotes,  fueroo  saqueados  per  el  pueblo. 
Cuantos  atraídos  por  ese  cebo  ó  llevados  de  su  curiosidad 
los  visitaron ,  se  sorprendieron  de  tantas  armas  y  artillería 
gruesa  como  encontraron  abandonadas,  de  los  muchos 
soldados  que  aun  estaban  tendidos  por  el  suelo  y  prontos 
á  espirar ;  y  de  las  tiendas  de  campaña  tan  principales  en 
que  había  yerba  nacida ,  y  eran  como  un  testimonio  de  lo 
que  los  sitiados  habían  padecido.  Admiraron  también,  y 
acaso  mas  que  ninguna  otra  cosa .  la  acertada  disposición 
del  campamento.  Asi  por  sn  buena  situación  como  por 
lo  diestramente  fortíTicado  que  estaba.  "  Yo  le  tí,  excU- 

■  ma  Paulo  Jovio ,  y  era  de  forma  tan  admirable  que  mti- 

■  chos  capitanes  del  Emperador  confesaban  que  nunca  en 
»  nuestra  edad  se  habia  ninguno  alojado  mejor,  ni  inas 

•  prudente  ni  sagazmente ;  y  decian  que  gran  parte  de 

•  aquella  orden  habia  salido  del  ingenio  de  Pedro  de  Na- 
«  varroíl)." 

Tales  elogios  con  todo  acaso  agravaban-mas  que  atenaa- 

«enecianos  do  solo  la  ciudad  de  Averm  bí no  lodo  el  reino  de  Ñipo- 
Íes.  Lostjuede  entre  ellos  hubiesen  ria  quedar  libres,  habinn  He 
entregar  todas  sus  banderas,  armas,  arlillerta,  caballos  y  bagaje, 
conten lándosB  como  por  gracia  con  qae  se  les  dejñni  6  diese  i  tas 
personas  de  mas  calidad  alguna  inula,>Focin  6  bestia  cualquiera  con 
que  pudieran  rolver  ■  Francia  ,  obligándose  los  italianos  i  no  serrir 
durante  seis  meses  contra  el  Emperador.  Sin  embarga,  no  acabaron 
con  eso  las  desgracias  de  aqiie)  ejército  que  tan  orgulloso  y  persua- 
dido  de  conquistar  el  rcinn  de  Ñipóles  hnbia  entrado  con  Lantrecb 
en  él ;  porque  casi  todos  los  que  se  salvaron  con  la  capitulación, 
fueron  robados  y  muertos  por  loa  paisanos,  siendo  muy  pocos  loe 
«lUe  llegaron  tivos  á  Etoma.—^o vio,  íbi.— &'n/j  </e  StpúlveHa,  li- 
bro 8,  núm.  ii,—Guiceiardiai ,  ibí.— Herrera  ,  ComMfanW  «lo., pi- 
gioa  3!t8,  y  Daniel ,  Htitoirc  de  France  ele,  pilg.  3$3. 
(\)  lovio  y  Baeza,  lib.  26,  cap.  15.  Erat  cafarm»  etuirorum  tiiu 


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379 
ban  la  desdichada  situación  de  aquel  anciano  enrermo  y 
Iiriúonero.  Llevado  á  Nópoles  y  puesto  en  la  casa  del  ca- 
pitán de  albaneses  Socallo ,  que  fué  su  aprensor  y  obtuvo 
en  premio  un  caslillo  en  tierra  de  Olranto,  acudió  muy 
pronto  á  verle,  aunque  andaba  muy  valetudinario,  el  se- 
ñor Hernando  de  Alarcon ,  so  antiguo  compañero.  Encon- 
tróle postrado  en  una  cama,  y  tan  mal  parado  que  según 
Jovto  cuarenta  días  le  dijo  que  hacia  estaba  con  calen- 
tura; y  sin  embargo  no  quiso  Navarro  aceptar  el  hospe- 
daje que  Alarcon  con  tanta  humanidad  y  amor  le  ofrecía 
en  BU  casa,  y  preGrió  quedar  en  la  de  sn  aprensor  (t); 
mas  nos  consta  por  testimonios  de  la  mayor  fé  y  de  per- 
sona que  presenciaba  de  cerca  loa  sucesos,  que  aun* 
que  Navarro  con  el  buen  trato  que  turo  en  la  posoda  del 
marqués  Atarcon  tuvo  alguna  mejoría  ,  estaban  asi  él  co- 
mo todos  los  demás  prisioneros  franceses  tan  desespera* 
flos  con  lo  que  les  habia  sucedido,  que  se  recelaba  que  mu< 
riesen  de  rabia  y  congoja :  que  se  temia  mucho  algunos 
dias  después  por  su  vida  ¡  y  que  aunque  á  petición  suya  se 
le  habia  trasladado  á  Gastel-novo ,  de  cuyo  castillo ,  como 
ya  referimos,  habia  salido  dos  años  antes,  le  pesó  cuando 
vio  que  le  Uevoban,  por  estar  persuadido  de  que  iba  á 
acabar  allí  sus  días  (2). 

Era  á  la  sazón  castellano  de  Gastel-novo  aquel  D.  Luís 
de  Icorl  que  tan  denodadamente  bobia  resistido  tos  asal- 
tos de  Navarro  en  Brescia.  Gomo  todos  los  hombres  de 


muniltMeque  memorabitU,  el  prorsus  tkali  vidimus  itupenda,  tU 
ut  plaríque  Catarianorum  Ducum  nusquam  periliut  et  aeturalíat  A 
ijaoquam  kae  álate  caitramelatum  fuiíse  falereMur  el  maghoM 
partent  ejuí  disciplina  &  Navarri  ingenio  prifeetitm  dUerent, 

(1)  Jovio  y  Baeía,  íbi,  cap.  36. 

(3)  V.  DocnmenUí  nAm.  i4. 


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380 

grande  ánimo  era  generoso  con  loa  vencidos ,  y  debía  ds- 
turalmeote  respetar  una  desgracia  á  que  se  encontraba 
muy  expuesto  en  su  azarosa  carrera.  En  lugar  de  íoaullar 
■  Navarro ,  como  los  soldados  españoles  dice  Jorio  que  lo 
hacían ,  dándole  en  cara  con  que  do$  veces  habia  sido  trai- 
dor pasándote  á  los  franceses,  y  dos  veces  preso  entre 
ellos,  le  acogió  benigDameQle  usando  de  la  mayor  urba- 
nidad y  cortesía  con  él.  Acomodóle  desde  luego  un  buen 
alojamiento ,  y  atendiendo  con  generosa  previsión  á  que 
el  invierno  se  acercaba  le  mandó  preparar  una  chimenea 
á  la  que  pudiera  calentarse.  No  hubo  miramiento  que  no 
tuviera  con  aquel  infeliz  anciano  y  enfermo .  llevando  su 
compasión  hasta  el  extremo  de  que  habiendo  llegado  á 
Ñápeles  la  orden  de  Carlos  V  para  premiar  á  loa  que  le 
habían  servido  bien  en  aquella  guerra  y  cortar  la  cabeza 
á  loa  del  bando  anjoino  ó  francés  que  le  hubieren  deaer- 
vido;  como  la  misma  pena  se  hubiese  de  aplicar  á  Navar- 
ro  por  haber  sido  líos  veces  rebelde  y  dos  vetes  cogido: 
Icart  ó  porque  no  muriera  á  manos  del  verdugo  en  aquel 
castillo,  quien  con  tanta  gloria  le  habia  en  otro  tiempo  ga- 
nado,  ó  por  respeto  á  sus  famosas  hazañas  en  África,  se 
cuenta  que  haciendo  detener  al  verdugo  algún  tanto  y  que 
la  ejecución  se  dilatase,  dio  con  eso  lugar  á  que  Navarro 
que  ya  estaba  muriéndose  de  enfermedad,  muriese  natu- 
ralmente de  alli  á  poco  y  de  sus  retultat  (1). 

No  fallaren  sin  embarco  algunos  que,  según  el  mis- 
mo Jovio  que  así  siente  de  la  muerte  de  Navarro,  cre- 
yeran que  Icart ,  al  ver  que  por  viejo  y  enferaio  no  podía 
vivir ,  toleró  para  evitarle  la  mengua  de  ser  ajusticiado, 
que  le  sofocasen  oprimiéndole  á  fuerza  de  mantas  y  co- 

(I)  Jovio  eo  el  elogio  de  Navarro  eo  e)  lib.  6  de  U»  Elogios. 


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581 

bertoreB  ó  bien  enLr«  los  colchones  de  su  cnma  (J).  Aun 
esto  lo  atribuyó  Brantome  á  orden  del  Emperador,  apo* 
yándose  en  el  dicho  de  olgunos  veteranos  españoles  que 
alcanzaron  á  NaTarro,  y  te  mostraban,  cuando  estando  en 
Ñapóles  fué  á  ver  el  Castel-nuoro ,  el  lugar  de  su  prisión 
y  de  su  muerte  (2),  Otros  dieron  que  en  aquella  y  de 
orden  del  mismo  Carlos  V  se  le  había  dado  gorrole  (3) : 
otros  que  al  mismo  tiempo  que  de  resullas  del  lilio  de 
Ñapóles  fué  la  orden  del  Emperador  nombrando  al  señor 
Alarcon  capitán  general  y  lugar-teniente  de  la  provincia 
lie  Trípoli  en  Berbería ,  fué  también  lo  de  quitar  la  vidn 
á  Navarro  eü  aquel  castillo  (4) ;  otros  que  habia  apareci- 
do muerto  en  su  cama  sin  que  se  supiera  como  (5) :  otros 
que  se  le  habia  hallado  muerto  en  el  castillo  de  Aver- 
sn  (6):  otros  que  cansado  de  vivir  se  creía  que  se  hubie- 
se suicidado  (7) ;  admitiendo  por  nuestra  parte  como  mas 
racional  y  verídico  el  testimonio  de  Paulo  Jovio,  amigo 
de  Navarro  y  en  realidad  testigo,  mayormente  cuando  se 

(1]  Historiaram  lib.  S6....  exanimatus  ia  cukilra  repertiu  eU. 
Net  dtfaert  quierederent  tum  tuper  injecla  mullipUat  stragula  vcm- 
til  pondera  preiium  ultro  nectatum  fuiste,  quod  HícardiuM  exitli- 
malione  Jorlitíimi  dacii  ptrmolut,  tum  qui  illam  eanuiein  anen 
tdiquaaáo  eepistet ,  revócala  rerum  fortiier  gesiarum  memoria,  ex* 
Ira  Ccetarii  invidiam  earnificibui  manibui,  subtrahere  voiuit. 

(2)  BTaalonte ,  yiei  dti  í/ommet  illuiireí  etc....  entre  dtux  coi- 
tretde  lit....  d'aulreí  diieni  quHfut  eirangU  dt  twde  par  la 
main  de  bourreau  maii  pourlant  encaehette. 

(3)  La'Cartlea,  parte  t! 

(4)  Comentario, At\  señor  Alarcon,  líb.  13,  [)ág.  381. 

(5)  Hiñaaa,  Continuación  de  la  Hitlorla  de  Etpaña,  lib.  2, 
cap.  10. 

(6)  ParrÍDO ,  Teatro  de  fiteri  de  Napoli,  tomn  1 ,  pig.  i26. 

(7)  Alt.  Gomeiins.  De  rtbus,Yníí.  Ximenii,  lib.  i,  fol.  1S&-. 
tailio  ñim  moriem  libi  ronieifiíie  treditnm  al. 


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382 

le  Te  autorizado  con  el  del  contemporáneo  Juan  Gincs  do 
Sepúlveda,  colegial  tal  vez  entonces  en  Bolonia,  que 
tanto  el  marqués  de  Salazes  como  Pedro  Navarro,  deipuea 
de  entregado  aquel  y  preso  e$le,  acabaran  los  dos  á  «» 
tiempo  de  enfermedad  y  de  abatimiento  de  ánimo,  al  Mar- 
qués libre  y  Navarro  en  la  cárcel;  con  lo  cual  coincide 
también  un  crítico  extranjero  y  moderno  optoacdo  por- 
"  que  el  odio  de  Carlos  V  á  Un  tránsfuga  tan  importante 
•  para  la  Francia  fué  lo  que  pudo  dar  crédito  á  todos  esos 

■  rumores ,  siendo  al  parecer  la  enfermedad  de  que  Pe- 

■  dro  Navarro  estaba  acometido  y  sus  grandes  penas  y 
>  tristeza  las  que  pusieron  On  á  sus  días  (1). 


(1)  Joan  GÍLés  de  Sepúlreda,  lib.  8,  pág.  279.  Satailiarum  iier» 
Marehio  el  Pelrut  Navarrui....  eapti,  el  JVeapolim  ut  iii in  earce- 
rem  catlodirentur  miui.  Sed  hi  omnes  paulo  poit  morbo  implicali, 
natura  conceneranl.~Biagra//tñe  univenetU ancienne el  maderne  clips 

Mlckaud,  rol.  30.  Navarra  fPitrrt) Joíius,  De  vita  Pompei 

Columna,  pig.  Í72 bello  fiaem  ímposuere  tapio  Peln  Navar- 
ro et  Michaele  Salatto  in  dediiionem  aeeeplo,  gui  paucoi  post  dttt 
eodtm  morbo  limul  et  dolore  animi  hie  m  loríate  Ule  in  eartere  pt- 
rierunt. 


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585 


CONCLUSIÓN  T  REFLEXIONES. 


No. sabremos  fijar  el  tiempo  en  que  dejó  de  existir 
nquel  hombre  extraordinario,  sino  que  {irobablemenle 
sucedió  en  los  últimoB  meses  del  año  de  i  528,  7  á  los 
sesenta  y  ocho  de  su  edad,  si  como  al  principio  supusi- 
mos nació  en  i460.  Mas  ya  fuero  natural  ó  adrede  aque- 
lla muerte  sin  honra  -¿qué  español  propenso  á  la  gloria 
de  su  patria  no  se  afligirá  de  que  tan  trislemento  acabase 
el  valeroso  compatriota  que  por  )o  multiplicado  y  varío 
de  sus  empresas ,  fué  tal  vez  el  guerrero  mas  admirado 
que  la  Europa  contó  en  su  tiempo?  No  le  faltó  mas  que 
pelear  en  el  aire  para  decirse  que  combatió  en  los  cua- 
tro elementos,  como  entonces  se  le  denominaba,  lo  mismo 
que  á  la  tierra,  el  agua  y  el  fuego.  En  África  y  Europa, 
en  la  mar  y  la  tierra,  encima  y  debajo  de  esta,  ora  con 
bs  minas  y  cañones,  ora  con  las  galeras  y  escuadrones, 
ya  general  y  conde ,  ya  corsario  y  pirata ,  boy  leal  y  ma- 
ñana infiel,  DO  se  alcanza  en  esta  época  de  espíritus  apo- 
cados como  un  solo  hombre  pudo  tener  ánimo  para  tan- 
to. Maestro  insigne  en  el  arte  de  la  guerra  especialmente 
en  lo  tocante  á  rendir  plazas  ,  fortificarlas  y  campar:  vn- 
leroso  al  frente  de  la  infantería  cuya  importancia  y  ver- 
dadera fuerza  en  las  batallas  conoció ,  aun  después  de  in- 
troducirla  la  arlilicrín ,  mucho  mpjnr  sin  diida  que  los 


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S84 
nniigtios  germaDos  (1);  á  todos  admiró  con  ese  descubri- 
inieato  y  el  de  las  mioas,  dando  k  los  españoles  una  fama 
que  todos  envidiaban  en  Europa  (2). 

El  Gran  Capitán ,  que  mejor  que  nadie  podia  apreciar 
el  mérito  de  Navarro,  ya  referimos  haber  sido  quien  insi- 
nuó al  cardenal  Jiménez  de  Gisncros  que  le  tomase  por 
general  para  la  guerra  de  Oran  (3).  "  Con  este  conde, 

>  dice  el  contemporáneo  Pedro  de  ToiTes,  era  el  Rey  te- 

■  mido  é  Señor  del  mar  y  de  Las  Italias ,  é  temido  por 

>  todo  el  mundo  )é  afamado  é  honrado  é  aervido...  mien- 
I  tras  estuvo  preso  ninguna  cosa  buena  hizo  la  gente  es- 

>  paitóla  en  las  Ilalias...  é  cuando  el  Gran  Capitán  murió* 
•  esclamó  eí  Rey,  ya  no  nos  queda  con  quien  amenace*' 

■  mos  á  nuestros  enemigos ,  aludiendo  á  que  había  per* 

■  dido  por  seguir  el  consejo  del  duque  de  Alba  á  los  ca* 

>  pitanes  muertos  en  Ravena,  al  conde  Pedro  Navarro  y 

■  al  Gran  Capitán  (4]." 

Hernán  PereX  del  Pulgar  en  la  carta  que  escribió  á 
Navarro  ¿ntes  de  embarcarse  para  ir  &  Oran  no  temió 
comenzarla  con  que  asi  como  á  Roma  iban  mueho$  mat 
por  ver  á  Tito  Livto  que  por  mirar  la  dudad,  añ  todos 
debíamos  de  facer  ir  solo  á  mirar  á  vaeslra  señoría  (3) ; 
elogio  del  mayor  mérito  por  salir  del  gran  corooisla  de 
los  Reyes  Católicos;  que  es  lastima  no  aclarase  en  nque* 


(1)  Túcito,  De  morihuí  Germanoruat....  In  uiUftrium  attimant 
plus  penoi  pedliem  roiorii. 

(3)  Jovio,  De  vi/a  Ferdiaandi  Üavalt  ele.  pág,  6S3-...  nam  hit- 
pañi  ex  Navarri  Ducis  disciplina  iit  magna  eral  opinione  tinguta- 
ris  teieaiia  et  miraiifti  artificii  areibus  expitgi¡niidii. 

(3)  Véasela  pá^  H3ye1  docnmenlo  nüm.  23. 

(fc)  Crónica  de  Pedro  de  Torres. — V-  Duciimento  núro.  l3, 

(5;  Ibid. 


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585 
Ha  ocasión ,  si  fué  ó  no  nuestro  Pedro  Navarro  et  que 
asistió  á  la  toma  de  Bentomiz  (1).  En  el  mismo  año  j  po- 
COI  dias  después  de  expresarse  Pulgar  en  los  términog  que 
dejamos  referidos ,  tratando  Pedro  Mártir  en  una  carta 
al  conde  de  Tendilla  de  la  misma  expedición  de  Oran, 
calificaba  á  Navarro  de  hombre  ilustre  por  sus  acciones 
asi  por  mar  como  por  tierra  (2] ;  calificación  que  con  es» 
tas  ó  semejantes  palabras  repitió  en  otras  ocasiones  Ma- 
rineo Siculo  que  vivió  en  su  tiempo  y  que  escribiendo  en 
nuestra  patria ,  con  suiq»  conocimiento  de  sus  hombres 
y  de  sus  cosas ,  apellidó  á  Navarro  y  á  D.  Bogo  de  Hen- 
eada dúo  fulmina  belli ,  loa  dos  rayos  de  la  guerra  (3) ,  y 
podía  haber  añadido  que  los  dos  fueron  corsarios ,  aun- 
que con  suerte  en  todo  mas  dichosa  D.  Hugo  que  Pedro 
Navarro  (4).  Paulo  Jovío  que  tanto  conato  puso  en  darle 
fama  asi  con  la  emprosa  ó  divisa  que  le  arregló,  como 
con  la  relación  histórica  de  sus  proezas ,  no  contento  con 
referir  que  fué  artífice  de  obras  maravillosas,  y  que  por 
el  modo  con  que  derribaba  con  sus  minas  loa  cimientos 
de  las  fortalezas ,  fué  afamado  en  toda  la  redondez  de  la 
tierra  (5),  añadió  en  otro  lugar  que  "  de  cuantos  españo- 


(1)  Véase  )a  pag.  22  y  síg. 

(S)  EpUtola  M3,  lib.  23.  En  Vallaoolid  i  29  de  abril  de  1509... 
Primariui  e$t  d  Ductor  Petrui  illa  Navarrut  Comet ,  mari  ti  ler- 
rii  bellica  gloria  fama  iUustñs. 

(3)  L.  Maríiutus  Siculut. 

(4)  JoTioen  el  elogio  de  D.  Hugo:  Y  acabada  la  guerra  Jt  Ila- 
tia,  D.  Hugo  M  dióá  andar  por  la  atar  y  viniendo  á  ser  nombrado 
jr  famoio  por  algunat  jornadat  que  contra  moros  kiía,  llegó  á  lamo 
la  fama  de  su  nombre  que  mereció  una  rica  eneomieuda  de  la  orden 
de  San  Juan  en  Calabria.  Traducción  de  Baeza. — Zurita  lib.  5, 
cap.  Í8,  del  Rey  D.  Fernando. 

(5)  Ed  bu  elogio 

Tomo  XXV.  25 


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386 

■  les  pasaron  en  su  tiempo  á  Italia  y  después  del  Grao 
»  Capitán  consiguieron  ilastrar  su  nombre,  ninguno  ex* 
•  cedió  á  Antonio  de  Leiva ;  porque  fácilmente  le  daría 

■  la  preferencia  Navarro  tan  famoso  por  su  desdichado 
>  fm  (1);"  lo  que  equivale  á  decir  que  Navarro  sin  esa 
circunstancia  hubiera  sobrepasado  á  Lerva. 

El  mismo  JotÍo  en  otra  parte  decía  que  por  la  graode- 
za  de  su  rariBimo  valor,  antes  de  pasarse  á  los  franceses, 
era  espanto  de  estos  y  muy  querida  del  Gran  Capitán  (2). 
Por  ser  acaso  muy  común  y  bic^'recibida  de  las  gentes  la 
opinión  de  lo  mucho  que  aquel  insigne  caudillo  le  esti- 
maba ,  se  creía  que  dos  estatuas  que  adornaban  su  sepul- 
cro representaban  á  los  dos  mas  famosos  capitanes  de  su 
tiempo,  Diego  García  de  Paredes  y  Pedro  Navarro  (3);  y 
si  fuéramos  á  referir  todos  los  elogios  que  así  los  nacio- 
nales como  los  extranjeros  sus  coetáneos  le  prodigaron 


(1)  En  el  elogio  da  AotoDÍo  á«  Lei«* 

(3)  En  el  de  Navarro.  Et  Contidvo  imperasori  apprimi  egnu  ai 
tffiealia  inutilaia  virluiit 

(3)  Tratado  de  lat  Estaluai  dirigido  al  Gran  Príncipe  de  las  Et- 
pafiat  D.  Pkiíippt  nuestro  Señor,  por  Diego  de  FiUalia,  Biblio- 
teca Dacioaal  HS.  ISi-,  G.  pig.  29  Toetlo,  caentaque  eD  el  sepn]- 
-cro  del  Gran  Capitán  en  la  capilla  mayor  del  moDasierio  de  San 
Gerónimo  de  Granada  había  "pendientes  mncho  número  deban- 
u  deras  y  estandartes  ganados  en  batallas  de  fracceses,  de  turcos, 
u  de  moros  y  de  otras  naciones  como  testigos  verdaderos  de  sos 
X  triunfos  y  TÍctorias,  y  por  ornameato  á  los  lados  del  crucero  de 
u  la  capilla  están  dos  grandes  escudos  cou  las  armas  del  Grao  Ca- 
«  pitan  y  en  cada  escudo  dos  hermosas  estatuas  asidas  dellos  que 
n  los  tienen  en  medio,  esculpidas  en  piedra  de  vaíooes  armados  de 
» todas  armas  de  aquellos  mas  famosos  y  Talienies  capitanes  de  su 
» tiempo  que  le  siguieron  y  acompañaron  en  todas  sus  conquistas, 
>  que  el  uno  es  aquel  fortísimo  Diego  García  de  Paredes,  y  el  otii» 
»  el  capitán  Navarro," 


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387 

apenas  nos  quedaria  duda  de  la  admiracioo  que  á  lodoa 
causaba  y  ninguno  logró  en  sus  dias(l). 

Eñ  el  progreso  de  esta  historia  hemos  indicado  con 
repetición  el  ingenio  de  Navarro  en  inventar  medios  de 
ofender  al  enemigo  y  triunTar;  señal  cierta  de  que  tenia 
amor  á  su  oGcio  y  se  ocupaba  de  sus  adelantamientos. 
Además  de  su  maravillosa  aplicación  de  las  minas  recor- 
daremos las  sacas  de  lana  con  qne  al  conquistar  el  PeAon 
mandó  entoldar  un  galeón  para  qne  los  moros  no  ofendie- 
ran á  la  gente  embarcada  en  él  (2).  En  la  batalla  de  Ra- 
vena  le  hemos  presentado  así  ensayando,  aunque  con 
poco  erecto ,  los  carros  falcados  de  los  antiguos  romanos, 
como  tendiendo  su  gente  en  tierra  para  frustrar  los  tiros 
de  la  artillería  francesa,  y  arremetiendo  á  lo  último  al 
arma  blanca,  y  por  debajo  de  sus  terribles  picas  á  la  ín- 

(t)  Ginég  de  Sepúlveda  le  llamó  en  el  lib.  4,  núm.  k,  de  su  fíit- 
lería  Je  Carlos  V,  strenuum  hitpani  generit  virum  el  rei  milUariM 
peritinimum.—  Galeatfos  Capella  eii  el  lib.  12  de  bq  Hiuoria  de  Mi- 
tán :  Ducem  rei  miUtarit  /w/'ítMJiinuni.— Ubertus  Poliebe  ea  el  líb.  12 
de  SUB  Anales  de  G¿nova:  magni nominii Dax  acerrimique ingeitü ae 
pnmptiet  sagacit  coniilii  i'iV.—BerDardinus  Aldani,  De  bello  véneto, 
lib.  i,  pág.  ]88,  tom.  5,  Aniiquitatum  Italia,  tratando' de  la  luta- 
lia  de  Bavena  dice  que  los  Diaristas  contemporáneos  Epkemerida~ 
tii,,.,  a/tnaliiut  luis  memiaere  Pelrum  Nacarrum  omni  re  belHca 
teUbratissimam  ac  tune  mi/iiia  pedetlrii  Magisirum  etc. — Don  Alan  - 
90  de  Sanabria  en  la  dedicatoria  á  D.  Francisco  de  los  Cobos  de  so 
"Guerra  de  Túnez."  Biblioteca  nacional  HS.  escribe  qoe  "el  con- 
»  de  Pedro  Navarro  Antea  de  que  volviese  el  rostro  á  España  y  la 

•  fortuna  é  ¿1  las  espaldas  hizo  cosas  por  donde  se  snpo  y  sabrá  que 

•  vivid."— Berna  rdino  de  Escalante  en  sus  Diálogos  müüarew,  tratando 
en  el  2.*  de  las  calidades  de  los  alcaides  y  orden  que  han  de  guar- 
dar en  la  defensa  de  sus  fortalezas,  presenta  á  Navarro  como  un  mo- 
delo etc. 

(3)  Véase  la  pÑg.  107  de  esta  llisloria. 


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faniería  alemana  (i).  En  la  batalla  de  Marinan  ya  insiaiía- 
mos  que  áe  le  podía  considerar  como  el  inTentor  del  fuego 
graneado  (2),  y  en  la  toma  del  castillo  de  Milán,  después 
de  aquella  batalla,  también  indicamos  lo  aplaudidos  que 
faeron  los  medios  que  adoptó  al  intento  (5).  Aunque  coa 
poco  éxito  en  los  asaltos  á  Brescia,  también  referimos  que 
había  adiestrado  a  sus  gascones  y  navarros  bajos  en  for- 
mar  el  galápago  ó  testado ,  que  acostumbraban  los  roma- 
nos (4).  Aunque  Jovio  no  le  describe ,  sabemos  por  él  la 
admiración  que  á  todos  causó  el  campamento  que  ordenó 
al  frente  de  Ñapóles  (5) ;  quedándonos  todavía  una  mues> 
tra  de  su  pericia  en  trazar  fortificaciones  y  castillos,  en  las 
del  actual  San  Sebastian,  que  se  cuenta  haberse  empren- 
dido bajo  sus  planes  en  j  516  y  concluidose  en  i  524  bajo 
la  dirección  de  Diego  de  Vera  (G). 

'Pero  sí  todo  esto  unido  á  su  buen  estilo  y  bella  escri- 
tura para  aquel  tiempo,  confirma,  como  ya  en  otro  lugar 
apuntamos,  que  Navarro  tuvo  educación  mas  esmerada 
que  la  de  un  labriego  roncales  ó  un  marinero  encarta- 
do (7) ;  no  por  eso  es  menos  cierto  que  fué  de  genio  y 

(1)  Véase  la  pág.  S(3. 
(3)  ibid.  268. 

(3)  Ibid.  273. 

(4)  Ibid.  301. 
(5^  Ibid. 

(6)  Nolieia  de  loi  arquUeelos  y  arquiteciura  tn  España  por  Dan 
Eugenia  de  Llaguno  y  Amírola,  iluttradaí  por  D.  Juan  jígusiin 
Cean,  Iota.  2,  pig.  97  y  articalo  San  Sebastian  del  Diceionario  his- 
tórico geográfieo  délas  treR  Proviuciss  y  Navarra  etc.;  pero  ios  pla- 
nos debieron  de  ser  anteri»^,  porque  en  1516  Navarro  esUba  ya 
con  los  franceses. 

(7)  Véase  la  püg.  36. 


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389 
carácter  agreste.  Aun  cuando  Paulo  Jovio  no  lo  afii-mára, 
ninguna  duda  nos  dejarían  sus  hechos.  Refiriendo  ta  expe- 
dición de  Navarro  á  someter  at  duque  de  Nájera,  recorda- 
mos aquella  resuelta  carta  en  que  le  decía  al  Rey  estar 
pronto  para  cumplir  tu  mandamiento  y  abatir ,  aniqui- 
lar ,  gattar ,  ahroior  y  destruir  á  tos  que  detobedecieten 
Ion  tuyos  [\).  De  su  severidad  en  mantener  la  subordina- 
ción y  disciplina  en  medio  do  U  oi^nizacion  militar  de 
■a  tiempo,  dos  dejó  un  grande  ejemplo  en  el  arrojo  con 
que  al  salir  de  Ñapóles  el  ejército  en  1511 ,  deshizo  las 
coronelías  de  Tineo ,  Camporedondo .  Velazquez ,  Jua- 
nes y  Paohocb;  cuyas  gentes  se  habían  amotinado  (2). 
Que  no  era  muy  cortesano  dice  Zurita  tratando  de  sus 
disensiones  con  el  cardenal  Jiménez  de  Gisoeros,  y  que 
todas  las  cosa»  las  mandaba  á  la  soldadesca,  y  que  como 
se  sabia  el  crédito  que  tenia  entre  la  gente  de  guerra  era 
necesario  seguir  su  parecer  porque  servia  de  mala  gana 
si  no  se  ejecutaba  lo  que  queria  (3) ;  pero  de  esta  vani- 
dad derivada  tal  vez  de  sus  primeros  ejercicios  y  de  que 
en  materias  militares  sobre  todo  en  lo  que  concierne  al 
combatir  no  se  admite  justo  medio,  no  se  infiere  de  modo 
alguno  que  fuera  hombre  arrimado  á  su  consto  y  enemi- 
go del  ageno  aunque  fuese  mejor  y  mas  seguro ,  y  mucho 
menos  un  oso  y  un  tigre ,  como  le  llamaron  los  jesuítas 
Mariana  y  Abarca  (4). 

En  medio  sin  embargo  de  esa  rusticidad  y  aun  si  se 
quiere  orgullo ,  no  mal  fundado  por  cierto,  sobresalen  en 
Navarro  otras  calidades  muy  raras  y  mas  en  los  tiempos 

(1)  Véase  la  pág.  105  y  el  documento  núm.  6. 

(S)  Ibib.  pig.  175. 

¡3)  Libro  9,  del  Rey  D.  Feroando,  cap.  Vi. 

(4)  Harían»,  Historia  de  España,  y  vsaee  mas  atrás  la  pig.  209. 


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verdaderamente  rnetálicot  que  alcanzamos.  Cuéntase  que 
el  marqués  de  Pescara  soliá  decir  que  ninguno  que  inten- 
tase sacar  ganancia  de  la  guerra  alcanzaría  ni  alcanzó  ja- 
más tima  de  Gran  Capitán  (1),  y  esa  circunstancia  la  tuvo 
en  tan  alto  grado  Navarro ,  como  se  desprende  de  no  ha- 
ber querido  aceptar  los  seis  mil  ducados  que  el  Rey  de 
Portugal  D.  Manuel  le  ofrecia,  como  ya  referimos,  por  ha- 
ber libertado  á  Arcíla  y  ahuyentado  é  los  moros  que  es- 
taban á  punto  de  ganarla  (2).  Al  tiempo  de  la  expedición 
de  Oran  también  contamos  habérsele  acosado  de  que  ha- 
bituado á  las  rapiñas  de  Italia  ni  quería  se  introdujese  el 
orden  en  pagar  ¿  los  soldados  ni  en  el  rejfártjr  las  pre- 
sas con  el  cardenal  según  entre  ellos  estaba  pactado  (3) ; 
mas  al  ver  qoe  después  de  los  sacos  de  Bugía  y  Trípoli, 
de  haber  hecho  tributarios  á  los  Reyes  de  Argel  y  Túnez, 
á  los  moros  de  Tredeliz  y  varios  otros  pueblos  de  la  costa 
de  África  (4)  y  de  tener  cargos  tan  superiores  en  Ilalii  no 
habia  allegado  con  que  rescatarse  ¿quién  pondrá  en  duda 
el  desprendimiento  de  Navarro  y  que  la  avaricia  no  en- 
traba en  su  ánimo  para  nada? 

Si  al  fin  nos  encontráramos  con  algún  indicio  de  ra 
disipación  ó  de  los  vicios  á  que  la  corrompida  Italia  y  la 
soltara  militar  provocaban  entonces,  podríamos  atribuir 
¿  eso  su  pobreza :  lodo  sin  embargo  anuncia  que  Navar- 
ro fué  un  hombre  timorato ,  de  conciencia  muy  ajustada, 
amigo  de  frailes  y  devoto  como  una  beata.  En  varias  oca- 
siones le  hemos  presentado  empleando  como  mensajeros 
suyos  al  Rey  Católico ,  al  papa  León  X  y  al  cardenal  Ji- 

(0  Jovio  ea  SQ  vida  ele. 

(2)  Véase  la  pig.  411. 

(3)  Ibid  páj.  H9. 
{k)  tbid.  pig.  tiO. 


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391 

mencz  de  Gisaeros,  el  dominico  fray  A.tonso  de  Aguilar, 
ul  franciscano  fray  Fernando  y  el  presbítero  Taramo- 
na  (1).  El  Rey  Católico  en  las  instrucciones  tan  esmera- 
das que  acerca  de  su  rescato  dirigió  al  obispo  de  Trinó- 
poli  ya  notamos  que. llamaba  á  Navarro  buen  cristiano,  y 
que  en  tat  concepto  queria  que  le  recomendase  al  Rey 
de  Francia  (2).  En  las  cartas  con  que  el  papa  León  X  le 
recomendaba  y  pedía  por  él  al  mismo  Rey ,  y  en  la  diri- 
gida al  mismo  Ñavarn)  ampliamente  le  ctenominó  varo» 
de  admirable  piedad  y  religión ,  de  grandes  y  esclareci- 
dos servicios  á  la  república  cristiana,  y  de  hombreen  fm 
ardientemente  deseoso  de  emprender  alguna  cosa  insigne 
y  notable  en  obsequio  de  ella  (3). 

De  su  devota  credulidad  tenemos  un  testimonio  insig- 
ne en  la  carta  con  que  dio  cuenta  al  Rey  de  haberse  apo- 
derado de  Bugía  (4).  De  resultas  de  aquella  conquista  y 
de  la  de  Trípoli ,  regaló  Navarro  á  la  imagen  de  Nuestra 
Señora  de  Guadalupe,  que  daba  nombre  al  famoso  monas- 
terio de  6U  nombre ,  una  gran  lámpara  de  plata  en  torno  - 
de  la  cual  estaban  retratadas  con  maravilloso  arüGcio  to- 
das tres  ciudades  con  sus  torres,  muros,  castillos  y  defen- 
sas. Aun  añade  el  escritor  que  nos  comunica  estos  por- 
menores, que  Navarro  envió  con  la  lámpara  seis  valientes 
cautivos  de  África  para  perpetuo  servicio  del  monaslerioi 
en  el  cual  parece  también  que  estando  antes  de  irse  á  la 
guerra  dejó  gran  cantidad  de  dinero  y  ofreció  su  jornada 
á  Nuestra  Señora. 

Tuvo  noticia  de  esta  dádiva  Gonzalo  Fernandez  de 

(O  Véase  la  pig.  308  y  otras. 

(2)  V.  Docamenlo  núm.  25. 

(3)  T.  Documento  núm.  3. 

{í]  Ibid.  uúm.  16  y  véase  la  p&g.  13b. 


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392 

Oviedo.  CoD  ocasión  de  ella  dijo  que  Navarro  pudiera 
compararse  á  aquellos  mercaderes  que  se  figuran  que  cod 
dar  un  cáliz  ó  una  lámpara  á  una  iglesia  van  absueltos  por 
inucho  que  hayan  robado.  Y  mostrándose  irónico  con 
Navarro,  y  como  poniendo  en  duda  al  parecer  su  limpieza, 
y  "  acaecer  les- ha,  dijo,  á  los  lales  Jo  que  acaece  á  la 

■  iglesia  de  Guadalupe  cop  la  lámpara  del  conde  Pedro 

■  Navarro  que  dejó  allí  una  muy  grande  y  hermosa  lám- 
»  para  de  plata ,  y  porque  no  dejó  renta  para  el  aceite 
«  nunca  hay  lumbre  en  ella : "  en  lo  cual  no  va  conforme 
con  el  P.  Talayera,  historiador  de  aquel  monasterio  (1). 

Algunos  y  entre  ellos  el  analista  Aleson  han  tratado  de 
disculpar  á  Navarro  de  su  deserción,  fundándose  en  que  no 
habia  nacido  subdito  del  Rey  de  Aragón,  sino  de  los  Reyes 
de  Navarra  (2).  Prescindiendo  de  que  en  eso  no  hay  exac- 
titud, como  en  su  lugar  hemos  manifestado,  cuando  Na- 
varro obtenida  su  libertad ,  por  el  tratado  con  que  tam- 
bién la  obtuvo  Francisco  I,  volvió  al  servicio  de  aquel  Rey. 
la  Navarra ,  dado  que  naciese  en  ella ,  era  parte  ó  estaba 
unida  á  la  corona  de  Castilla,  y  Pedro  Navarro  por  con- 
secuencia era  subdito  de  Doña  Juana  y  de  su  hijo  D.  Cá^ 
los.  Dejando  á  un  lado  si  este  le  mandó  ajusticiar  ó  do, 
que  no  lo  creemos,  lo  que  nos  parece  haber  dado  lugar 
á  semejante  acusación ,  fué  la  dominante  é  inflexible  opÍ* 
nion  de  sus  compatriotas  que  por  su  deserción  le  juzgaba 
digno  del  último  suplicio.  Paulo  Jovio  cuya  amistad  con 
Navarro  es  bien  conocida,  nos  refiere,  como  ya  vimos,  que 
los  soldados  españoles  cuando  en  Ñapóles  le  llevaban  á 
encerrar  en  Castel-novo,  le  improperaban  con  que  habia 


(1)  Quincuagena  etc.  y  Docamento  núm.  iS- 
(3)  Anales  ele. 


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393 

aido  dos  veeet  traidor  pasándole  á  lo$  francetet  y  datvc 
ee$  preMO  entre  ellot  (i).  Esa  espíritu  público  ó  sea  el  ha* 
ber  creado  el  potríolismo ,  fné  sin  duda  uno  de  los  ma- 
yores y  mas  portentosos  beneficios  que  los  magnánimos 
Fernando  é  Isabel  legaron  á  la  renaciente  España.  Con 
sn  amor  al  pueblo  y  con  fiarse  de  él,  pusieron  término  á 
aquellas  bregas  que,  como  escribía  un  agudo  cortesano  del 
reinado  de  Juan  II ,  todas  eran  en  daño  de  este  atezquin* 
reino  ca  de  sus  nobtes  recibe  *»(»  penetrantes  feridas  que 
de  las  lanzas  de  los  moros  de  Graruida  {%.  Se  habia  con 
efecto  realzado  al  pueblo  y  dádote  una  consideración, pro* 
porcional  á  la  que  habia  ganado  el  trono  y  perdido  aque* 
lia  ambiciosa  nobleza  que  tan  perturbada  tuvo  á  Castilla 
en  los  vergonzosos  reinados  de  Juan  11  y  Enrique  IV. 
Aunque  todavía  no  se  hallaban  olvidadas  aquellas  anti- 
guas rivalidades  y  diferencias  derivadas  de  fa  anterior 
separación  política,  gritaban  unidos  viva  España  en  lo 
mas  ardoroso  de  los  combates ,  aragoneses,  castellanos, 
catalanes  y  navarros ,  andaluces  y  vizcaínos ,  gallegos  y 
valencianos.  Ta  no  eran  libres  no  de  irse  como  en  otro 
tiempo  legalmente  autorizados  lo  hacían  los  Ricos-hom- 
bres de  Castilla  ¿  servir  aun  í!i  los  moros  contra  su  propio 
Rey .  para  ganar  su  vida  (3).  Mirando  al  patriotismo  como 

(1)  TteMlapig.  sao. 

(3)  EpUtoU  5S  de  lu  del  bachiller  Fernán  Gomm  de  Cibdad- 
Beai  eto. 

(3)  Véanse  á  este  propósito  las  CréaUat  de  Alonso  X  y  Fer- 
Daodo  iV,  pero  con  mas  especialidad  la  ley  10,  tit.  25  de  la  Par* 
tida  k.'  Por  qai  ratones  putde  el  Rey  echar  tut  Rítot-Hombret 
de  la  tierra  ( EDlifndiie  que  lo>  Hlco^-HoodiTn  arui  loi  Jctci  tnlllUiai  da  aquel 
liempo)..,,  E  sitíionce  non  loquUiese  (el Rey)  perdonar  e  I»  mandare 
que  lalga  de  la  tierra,  por  tal  raun  como  esta  puedéalo  seguir  tut 
vasallos  e  salir  de  la  tierra  con  él,  Pero  débele  el  Rey  dar  plato  de 


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S94 
el  amor  de  la  familia  exlendido  al  pueblo  y  proviocia  del 
nacimiento,  y  luego  al  reino  ó  nación  de  que  forma- 
bao  parte ,  exigía  la  opinión  y  con  justicia  que  todos  fue- 
ran dejando  aparte  los  agravios,  fieles  para  con  sus  her- 
manos, vecinos  y  compatriotas.  Era  ya  tan  fuerte  y  esta- 
ba tan  autorizada  esa  exigencia  en  los  dias  de  Navarro 
que  cuando  Antonio  de  Fonseca  embajador  de  los  Reyes 
Católicos  en  Roma  intimó  en  el  año  de  1495,  y  en  Tele* 
trí  á  Carlos  VIII  de  Francia  que  no  siguiera  con  su  ejér- 
cito á  Ñápeles,  y  persistiendo  en  ello  rompió  en  presencia 
6uya  y  en  señal  de  guerra  el  tratado  que  le  unia  al  Rey 
Católico ,  al  momento  cuentan  los  historiadores  que  inti- 
mó ó  Juan  Pitito ,  á  Cervellon  y  Carlos  de  Arellano  que 
eran  capitanes  del  Bey  de  Francia  que  dentro  de  tercero 
dia  salieran  del  campo  francés  so  pena  de  ser  tenidos  por 
traidores  (1).  Don  Hugo  de  Honcadsr  que  andaba  también 
con  aquella  gente  y  con  ella  se  fué  á  juntar  á  César  Bor* 

treinta  dios  á  que  salga  de  la  tierra ,  e  en  aquellas  treinta  dias  dA»- 
le  otorgar  que  le  vendan  viandas  por  aquethi  lugares  por  do  saHertt 
pero  antes  que  se  cumplan  las  treinta  dias  debe  el  Ríeosme  salir  de 
la  tierra.  E  desque  fuer  salido  puédele  facer  guerra  si  quisiere  para 
ganar  conteja  onde  viva.  El  esto  se  puede  facer  por  dos  ratones.  La 
una  por  que  le  echó  no  queriendo  decir  razón  por  que  lo  face.  La  otra 
por  que  pueda  aver  vida  de  aquella  tierra  onde  es  natura  etc. 

Y  la  ley  1 4  del  mismo  titulo  y  Partida  dice ;  Echando  el  Rey  alguad 
Rico-orne  de  la  tierra  por  malfetría  que  aya  fecho  pueden  sos  oasa- 
¡los  salir  con  ¿I  e  ayudarle  a  ganar  pan  de  otro  Rey.  Pero  pw  tal 
echamiento  como  este  non  deben  estar  con  ¿I  fuera  del  reino  mas  ét 

treinta  dias  é  dende  adelante  detente  tornar  al  reino como  quxer 

que  si  el  Bico-ome  se  fixiese  vasallo  de  otro  Rey,  por  raxon  de  aquel 
señor  cuyo  vasallo  se  face ,  bien  podria  ¿I  mismo  por  sí  guerrear  al 
Rey  que  lo  echó;  et  esto  puede  facer  por  mandado  de  aquel  Rey  cuya 
vasaUo  es :  mas  no  lo  deve  facer  por  ti  por  ratón  de  tomar  veagasua 
del  Rey  que  U>  edté  de  la  tierra. 
(1)  iovio,  Historiarum  lib.  3. 


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ja,  hijo  del  papa  Alejandro  VI,  que  mandaba  el  ejército  de 
la  Iglesia;  como  muerto  su  padre  se  declarase  por  la 
Francia,  se  fué  con  los  suyos  y  entre  ellos  con  D.  Laís 
de  Icart,  el  que  después  fué  castellano  de  Castel-noTo, 
á  unirse  con  el  Gran  Capitán  en  su  primera  expedición  á 
Ñapóles  (1). 

Pero  si  por  no  haberse  enténces  juntado  todavía  Na- 
varro con  tan  famoso  caudillo  desconocía  las  obligaciones 
que  el  patriotismo  y  la  nacionalidad  imponían  á  los  espa* 
notes,  pudo  después  de  haberse  juntado  con  ellos  y  ju- 
rado sus  banderas,  observar  como  castigaban  la  deslealtad 
y  deserción.  Al  apoderarse  en  1505  y  en  medio  de  la  ad- 
miración universal  del  fortísimo  Ca$tel-novo  de  Ñápe- 
les (2)  entre  otros  presos  que  en  él  encontré  Navarro  se 
cootaba  Ugo  Roger.  conde  de  Fallas  en  Cataluña.  Has  de 
cuarenta  años  había,  según  el  respetable  Zurita,  quo 
hacia  armas  contra  el  Rey  Católico  y  el  Rey  D.  Juan  su 
padre,  y  prosiguiendo  una  tan  injttsta  é  infame  cauta  fué 
cogido  y  enviado  al  castillo  de  Játiva  en  donde  acabó  sus 
dia$  (3).  Al  tratar  de  la  batalla  de  Careliano ,  hemos  re< 
ferido  la  muerte  pública  y  horrible  á  que  los  mismos  sol* 
dados  españoles  condenaron  á  sus  camaradas  los  que  por 
salvar  sus  vidas  y  fardaje  entregaron  al  enemigo  una  tor- 
re (4).  También  hemos  referido  como  terriblemente  en- 
fadados los  miamos  soldados  tuvieron  por  una  afrenta 
á  eu  nación,  que  algunos  de  ellos  después  de  rendida 


(t)  Ibid  en  el  elogio  deD.  Hago.— Zorita ,  lib.  5,  del  Rey  Don 
Fernando,  cap.  i6¡  y  véanse  en  esta  Coleeeioa  de  Documentos  y  en 
su  tomo  2i  los  capItntoB  2,  3,  V  y  5  de  la  Fida  de  D.  Hago. 

(S)  Véase  la  pÁg.  67  y  siguientes. 

J3)  Libra  5,  del  Bey  D.  Fernando,  cap.  ik. 

(4)  VéaM  la  pig.  89. 


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306 
Brescia  en  1516  se  pasaran  desde  Verona  á  los  venecia- 
nos. Maldecían  dice  Jovio  de  aquellos  hombres  perdidos 
y  juraban  que  en  habiendo  lugar  de  castigarlos  lo  ejecu- 
tarían .  y  así  con  efecto  lo  hicieron  después  de  cogidos, 
pasándüle$  por  tas  pica» ,  no  debiéndolo  ignorar  Navarro 
porque  andaba  muy  cerca  de  ellos  (I).  Cuando  por  úUi- 
mo  en  el  año  de  1526 .  estando  ya  preso  en  Madrid  Frao- 
cisco  1 ,  vino  á  nuestra  corte  el  condestable  Borbon  que, 
pasándose  á  nuestras  banderas  habia  hecho  cruda  guerra 
al  Rey  de  Francia  y  tas  suyas,  á  pesar  de  que  Carlos  V 
le  recibid  y  agasajó  como  á  su  cuñado  presunto ,  los  gran- 
des castellanos  en  quienes  ya  habían  penetrado  otras  ideas 
que  en  los  antiguos  ricos-hombres ,  abandonando  el  ejem- 
plo de  su  Principe ,  á  quien  en  todo4o  demás  seguían  ha- 
bitualmente ,  no  quisieron  imitarle  en  aquello.  Ahorre- 
eian  á  Borbon .  cuenta  el  contemporáneo  Guicciardini ,  y 
le  tenían  por  pertona  infame  y  le  llamaban  traidor  á  m 
Rey .  llegando  á  tal  punto  el  desprecio,  que  habiendo  el 
Emperador  invitado  á  uno  de  ellos  á  qne  le  alojase  en  íu 
palacio ,  respondió  con  fiereza  castellana  que  no  le  nega- 
ría de  modo  alguno  lo  que  le  pedia ;  pero  que  tuviera  en- 
tendido que  tan  pronto  como  Borbon  desalojase  su  pala- 
ció ,  le  pondría  fuego  considerándole  apestado  de  la  infa- 
mia de  aquel  (2). 

(1 )  Véase  la  pág.  302. — Jovio  y  Baeza,  De  las  HitMrias,  lib.  18, 
cap.  2&. 

(2)  GaicciardiDÍ ,  1Íb.  10.  Era  in  quesio  lempo  arrivata  Borhi^ 
ne....  alia  corte  ie  Cesare,  circa  il  guale  na  merita  de  etsere  prettrí- 
lo  con  tiUntio  che  bencke  da  Cesare  fuste  ricevato  benehe  con  tulle 
le  dcmoslrationi  el  honori  poisibili,  et  eareztato  come  eognata,  non- 
dimeno  che  tullí  i  Signori  della  Corte  soliti,  eome  setnprt  accaJe,  i 
seguilar  nelV  alire  cose  l'esempio  del  sito  Principe,  F abóoritmao eo' 
me  persona  infame,  nomtnandalo  tradilore  al  propio  r¿;  anzi  ano  de 


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397 

Hasta  el  mismo  Paulo  Jovio  que  taato  Iraló  y  conoció 
a  Navarro,  desaprobaba  altamente  esas  deserciones.  Su 
tedio  contra  ellas  se  descubrió  bien  á  las  claras  al  rererir 
en  la  vida  del  Gran  Capitán  el  Famoso  combate  que  hubo 
en  Ñápeles  entre  trece  italianos  de  los  que  militaban  bajo 
sus  banderas,  y  otros  tantos  Tranceses.  Parece  que  entre 
estos  habia  uno  oriundo  de  Italia  llamado  Claudio ,  que 
murió  en  la  pelea ,  y  Jovio  dice  que  parecía  haber  muer- 
to con  razón ,  porque  siendo  de  origen  italiano,  habia  to* 
ruado  contra  el  decoro  de  su  patria  y  por  la  gloria  de  gen> 
tes  estrañas ,  las  poco  decentes  armas  ya  que  no  fuesen 
del  todo  reprobadas  (i).  Y  ¿no  Aié  el  mismo  Jovio  quien 
b1  pedirle  Navarro  un  mole  ó  divisa,  al  ver  que  en  ella 
queria  aludir  á  ciertos  objetos  que  por  ventura  fuesen  los 
de  BU  deserción ,  no  agradando  á  Jovio,  le  replicó,  que  no 
debía  salir  de  lo  propio  para  buscar  el  apelativo ,  y  le  dio 
lo  de  las  minas  figuradas  én  los  dos  huevos  de  aves- 
trui(2)r 

Tal  «ra  el  tedio  de  loa  españoles  contra  tales  pote»  ó 
deserciones  á  fines  del  mismo  siglo  XVI ,  que  Brantome 
que  trató  de  disculpar  á  Navarro ,  convino  al  fin  en  que 
nuestros  mayores  no  transigían  de  mod'>  alguno  con  seme* 
jantes  tornadizos.  ¿Qué  se  queria  que  hiciera  aqvel  pobre 

toro  rieercato  in  nomt  di  Cesare  che  coiaentiite  che  il  suo  palazio  gli 
futte  conceduloper  alloggiamento ,  rispóte  toa  grandeza  d'  animo  cas- 
tigliaaa,  non  poter  dinegare  á  Cesare  quanto  voleva,  ma  eht  sapesie, 
che  come  Borhont  se  no/uste  parlito.  I' aibraeierebbe  eome  Palacxo 
ii¡felto  dalla  infamia  di  Borbone.  • 

(1)  De  vita  magni  Conialvi  lib.  2....  qui  cum  esset  ab  hasta  Ita- 
lia Colonia  oriundtis,  mérito  eeeiáitst  fideri  poluií!  quod  pro  gloria 
externa  gentis  eoníra  patria  decus  parum  honesta  si  non  improba 
arma  sumpsisset. 

(2)  Véasela  pág.  345. 


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598 

diablo ,  exclama  en  su  bio^fía ,  '^viéndou  ean^nado  y 
preto ,  y  que  su  Rey  por  pura  tnezquiDd&d  no  queria  dar 
ni  un  ducado  para  bu  rescate ,  mientras  que  el  de  Francia 
que  le  veía  descontento  y  desesperado,  no  solo  le  ofrecis 
la  libertad  y  el  rescate ,  sino  admitirle  en  ta  servicio  ? 
I  Porqué ,  dice  en  otra  porte ,  no  le  perdonó  Carlos  V  la 
vida  como  lo  hizo  cuando  en  í  522  le  prendieron  en  Ge- 
nova ,  dándole  con  eso  lugar  de  que  aprovechando  su  Te* 
jez .  y  encerrado  en  prisión  perpetua  escribiera  en  ella 
sus  Memorias,  é  alguna  historia  de  lo  que  había  visto  en 
su  tiempo?  Porque,  como  el  mismo  Brantome  respon- 
de, no  habia  en  el  mundo  gentes  que  aborreciesen  mas  que 
los  españoles  á  quien  asi  se  tornaba  ni  mas  le  desgarrase» 
ni  ave  mas  mal  dijeran  de  él  {i);  y  era  esto  tan  cierto  que 
viviendo  aquel  extranjero  tan  apasionado  á  nuestros  ca- 
pitanes y  lengua,  como  puede  verse  ed  sus  escritos  (2), 
aconteció  m  1579  el  famoso  sitio  puesto  á  la  gran  plaza 
de  Maestrich  por  el  celebrado  Alejando  Famesio  duque 
de  Parma.  Treinta  y  siete  capitanes  perdieron  en  él  los  si' 
tiadores,  según  un  escritor,  y  cuarenta  y  uno,  según  otros, 
habiéndose  acreditado  por  su  denuedo  hasta  las  mujeres 
f|ue  dentro  de  ta  plaza  estaban.  Sin  embargo,  ios  que  mas 
se  distinguieron  en  la  defensa,  así  por  su  pericia  y  valor 
como  por  su  constancia  fueron  el  gobernador  Sebastian 

(1)  En  la  noticia  de  Navarro  ele.  Je  i  ai  túitsi  ouj  din  autsi  á 
Montieur  de  Montlac  gue  tes  etpagnoh  le  lenoieit  atiui  pottiMe  de 
depit  fu'i'/j  eureat  conlre  lui  de  ce  qu'U  les  avoii  quiítex  el  prit  le 
pariy  des  Fraiifoii,  car  il  n'jr  a  gent  au  monde  ifu'its  haisaent  plus 
qu'un  rtvolie  el  tts  le  deehirenl  el  en  diieiii  plus  de  mal. 

(2)  Las  Bodom  o  otadas  españolas,  y  la  curiosa  noticia  que  da 
del  ejército  que  llevó  el  duqne  de  Alba  á  Fláodes  en  el  que  iban 
coatrocieotas  mozas  á  caballo  hiles  et  troves  como  princesas  para 
los  jtfea  y  capitanes,  y  ochocieulas  á  pie  muy  en  purtto  también. 


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399 

Tapin  que  era  lorenés  >  y  un  tal  Manzano,  cnpilan  de  ín' 
fnnlería ,  nutnral  de  los  cercanías  de  Ocaña ,  que  hacia 
cinco  años  que  servia  á  los  holandeses.  Rendida  la  plaza. 
como  Alonso  de  Solis ,  j>aisano  ó  del  mismo  pueblo  que 
Manzano,  hubiese  encontrado  á  ese  afrentoso  baldón  de  ¡a 
nación  etpaHola  escondido  en  un  desván ,  fué  condenado 
á  ser  pasado  por  las  picas  (1) ;  castigo  ó  peno ,  dice  un 
contemporáneo,  que  la  infantería  española  acostumbraba 
dar  cuando  el  delito  de)  soldado  era  de  calidad  que  mere- 
cía que  toda  la  nación  se  resintiera  de  él  (2). 

Habiendo  muerto  Navarro  en  dias  en  que  tan  inexo- 
rable se  mostraba  con  los  tránsfugas  la  opinión  de  sus 
compatriotas,  no  es  difícil  inferir  cuan  humildes  serian  su 
funeral  y  sepultura.  Veinte  años  bacia  que  así  sus  restos 
mortales  como  los  de  Mr.  de  Laulrech  yacian  en  lugares 
oscuros  é  indignos  del  crédito  militar  de  uno  j  otro ,  has* 
la  que  el  virey  de  Ñapóles,  duque  Je  Sesa,  nieto  del  Gran 
Capitán ,  movido  de  compasión  y  acordándose  de  las  mi- 
serias humanas  les  preparó  unos  soberbios  túmulos  de 
mármol ,  uno  en  frente  de  otro ,  en  una  capilla  propia  de 
su  familia  en  la  iglesia  de  Santa  María  la  Nuova  de  aque- 
lla ciudad.  A  los  dos  les  dedicó  epitalios  muy  expresivos 
en  lo  relativo  á  su  valor,  que  aunque  de  enemigos  no  babia 
podido  menos  da  admirar  (5) ;  mas  en  el  de  Navarro  des* 
pues  de  encarecer  su  muy  esclarecido  ingenio  en  el  arte 
de  combatir  las  plasas  de  guerra,  añadió  haber  sido  un 
capitán  que  siguió  el  partido  francés:  recuerdo  que  tam* 
lien  convendrá  poner  en  las  estatuas,  si  es  que  llegan  á 


(I)  Antonio  Carnero,  Guerras  ie  Flándes  etc. 

(S)  Don  Bernardino  de  Mendoza,  Comealarios  ele.  Ub.  2,  oep.  9. 

(3)  V.  Docnmento  niini.  i3i 


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400 

levanlane.  de  los  que  en  ouestros  días  le  siguieron ,  sin' 
haber  dado  i  su  palría  la  gloria  que  Navarro,  aun  aca- 
bando desgraciadamente ,  ni  tener  otro  mérito  para  ellas 
que  algunos  versos  en  los  que  en  vano  se  buscarán  indi- 
cios de  que  los  animase  el  amor  á  la  libertad  é  indepen* 
dencia  nacional  (1). 

He  aquí  el  epitaGo  puesto  é¡  Navarro : 

OSSIBCS  BT  USMOUM 

FBTBI  HATABSI  CAMTIBBI 

SOLBBTI  IH  BIPOGNAITDIS  UUIBIIS  ABTB  CLABIS9U11 

GONSALVVS  FEBDIKAHDDS  LtDOTICI  FILIOS 

■AGNI  eONSALVI  NEPOS  SüBSSS  PBIKCEPS 

DÜGBM  GALLOBÜM  VABTB8  SBCOTCH 

Pío  SEPDLCBI  HDHBBB  HOBESTATIT 

QDDH  eOC  IN  SE  HABBAT  PBfCLARA  TIBTCS 

DT  VEL  IN  HOSTB  SIT  ADHIBABILIS  (2) 

OBllT  AN.   1528  ADG.  28  (3). 

Ya  soto  me  queda  por  tratar  del  retrato  de  Pedro  Na- 
Tarro.  Paulo  Jovio  que,  como  con  repetición  hemos  indi- 

(1)  Véanse  las  obras  de  Horatia ,  edición  de  la  Real  Acade- 
mia, en  las  que  mas  de  una  vez  se  corrige  sn  despecho  eo  las 
Dolas. 

(i)  Branlome,  ibi.  j4  toi  huesos  jr  á  la  memoria  del  vuemnoPe" 
dro  Navarra,  eiclarrddlsimo  en  el  íngrnieso  arte  d*  eemhalir  las 
platas  de  guerra,  erigió  este  honroso  sepulcro  Gonialo  Fernaitdei 
de  Córdova,  Principe  de  Seta ,  hijo  de  Lais  y  nieto  del  Gran  Cut- 
íalo; por  que  aunque  sean  de  un  tapilan  que  siguió  el  partido  /ran^ 
tés,  ts  digno  y  bueno  admirar  el  valwaun  «r  los  mismos  tiitmigos. 

(3)  Ya  hemos  demostrado  antes  qne  Pedro  Navarro  mnrió  des- 
pués ,  y  lo  confirma  el  documento  niim.  íl. 


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401 

cado,  le  conoció  y  trató  fomiltarmenle  cuenta  que  "ha- 
*  b'ta  buscado  por  todo  el  mundo  y  con  gran  cuidado  los  re- 
■  tratos  mas  verdaderos  que  pudo  haber  de  los  hombres 
»  mas  señalados  en  la  guerra  para  colocarlos  en  la  hermo- 
»  sa  quinte  llamada  Museo'que  tenia  á  una  milla  de  Como 
>  en  la  ribera  (del  lago)  (1).**  Entre  ellos  so  contaba  el  (!e 
Pedro  Navarro,  y  de  él  se  copió  el  que  grabado  en  made- 
ra precede  á  una  de  las  ediciones  de  sus  Elogios.  No  refie- 
re como  le  obtuvo,  ni  quien  fué  el  pintor;  pero  ya  Na- 
vacro  fuese  rethitado  mientras  su  residencia  en  Roma  en 
el  aúo  de  1526  cuando  contrajo  con  Jovio  aquella  amistad 
de  que  este  tanto  blasonaba  (2) ,  ó  bien  en  alguna  de  las 
ocasiones  en  que  por  andar  con  el  ejército  de  aquella  Re* 
público  estuvo  en  Venecia,  ó  en  ñu  mienli'as  combatió  y 
tanta  fama  adquirió  en  Italia ,  es  muy  de  presumir  que  le 
retrataran  (3). 

El  que  acompaña  á  nuestra  Historia  eslá  tomado  dol 
que  á  fines  del  mismo  siglo  publicó  en  Roma  Alejandro 
Capriolo,  bastante  bien  iluminado,  y  sin  mnnirestnr  de 
donde  le  babia  sacado :  dijo  sin  embargo  en  el  resumen 
histórico  con  que  le  acompañaba  que  Navarro  era  alio, 
de  rostro  moreno,  y  de  ojo9,  barba  y  cabellos  negros  (4). 

(1)  Jovio  y  Baeza  en  el  prólogo  á  los  Elogios ,  y  el  úllimo  en 
la  deUicaloria  de  sn  trailuccioD  á  Felipe  II. 

(3)  Véase  la  pig.  345. 

(3)  Navarro  anduvo  en  Italia  precisa  men  le  en  *  ida  de  su  fa- 
mosisimoa  pintores.  Barael  murió  en  l!S20.  Leonardo  <le  Viiiui  y 
Andrea  del  Sarto  ambos  ñorent'mes  rallecicroa  en  1519  y  1530. 
Bembi  y  el  Ticiano  venecianos  fenecieron  el  primero  en  1543  y 
el  segundo  en  1576  de  cerca  de  cien  años. 

(k)  Rttrati  di  cenlo  capilani  ülustri  inlagfiali  da  AHprando  Ca- 
prülo  con  U  lor  fatti  ia  guerra  da  lui  brevemtnie  scrilti — Roma— 
1596— piig.  77.  Era  il  Tiat'arro  alio  ti  de  volto  bruno  et  de  oethi. 

Tomo  XXV.  ÍÍ6 


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402 

Tanto  el  retrato  publicado  por  Capriolo  como  otro  que 
se  encuentra  en  una  colección  de  los  de  tos  Héroes  mat 
insignet  por  su  valor  niilUafi  innpre^  en  Basilea  en 
1589,  se  han  sacado  del  que  perteneció  á  Paulo  Jovio  (1). 
Como' este  reGere  en  el  elogio  tfe  -Navarro  que  en  hábito 
y  gesto  tenia  aquella  manera  medio  villana  que  ostenta  el 
grabado  que  precede  al  elogio  (2).  con  añadir  á  eso  que 
era  alto ,  de  rostro  moreno ,  y  de  ojos ,  barba  y  cabellos  ne- 
gros ,  ya  podemos  inferir  que  su  fisonomía  no  debía  de  ser 
muy  agradable.  En  medio  de  eso  sin  embargo,  de  la  ru- 
deza de  su  carácter  y  de  su  desgraciado  On ,  no  dejaron 
los  poetas ,  antes  quizas  de  que  sucediera  y  de  las  vicisilu- 
des  y  hechos  que  le  prepararon ,  de  celebrar  sus  acciones 
como  lo  prueban  los  siguientes  versos  puestos  en  tatto  al 
pie  de  su  retrato,  por  el  siciliano  y  contemporáneo  Fer- 
nando Balaroi  ó  Balamio,  médico  de  León  X,  y  vertidos  al 
castellano  por  el  mismo  U^ductor  de  los  Elimos  é  Histo- 
rias de  Paulo  Jovio. 

El  Navarro  fué  en  la  guerra 
único  y  solo  dechado 
de  cuantos  han  inventado 

(mria  et  capptlU  neri.  Hay  otra  edición  del  mismo  con  ti  titulo  da 
Retrali  et  Elogü  di  eapitani  iUuitri...  in  Roma  alít  tpetitdíPom- 
piUa  Tottí.  1635,  pig.  í99. 

(í)  Icoaet  Heroum  bellica  vinuU  masime  iltuitríam,  nempé 
Regum  tes  Danta,  Suecia  tt  Norurgia  ele.  Imagines  elogiií  illits- 
trata  á  f^tdentiao  Thitone  Ligio.  Tum  Joviani  Muiei  Héroes  aliquot 
Iconibui  aueli  el  Muiii  ¡llastraii.—Basilea—Txp's,  Conr.  Vald-Ker- 
chü,  1589.— El  retrato  de  Pedro  Navarro  que  acompaña  A  la  Colec- 
ción de  los  de  los  españoles  ilustres ,  publicada  en  eí  siglo  pasado 
ea  la  imprenta  Nacional ,  está  también  sacado  de  el  de  Paolo  Jorio. 

(2)  Baeía  en  la  traducción  y  Jovio  en  el  texto.  Petnu  JV«««r- 
rat...  hoc  lub  agretti  vuUm  tt  oritfiút. 


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405 

hacer  minas  en  la  tierra. 

El  ha  BÍdo 
el  que  mejor  ha  sabido 
fortificar  bien  un  fueMe 
do  seguro  de  la  muerta 
el  fcampo  ebU  recogido. 

Fué  dechado 
de  cuantos  bao  proearaáo 
wn  ardides  de  invenciones 
haber  grandes  escuadrones 
de  enemigos  engañado. 

Vi  el  estruendo 
que  iba  en  Trapani  haciendo 
coD  SQ  armada ,  que  cubria 
las  aguas  por  do  corría 
de  velas  y  espanto  horrendo. 

Toda  llena 
tí  iu  flota  en  el  arena 
de  Tripol ,  con  estos  ojos 
llena  de  presa  y  despojos 
dé  aquella  gente  agareoa. 

Sus  soldados 
vi  también  ensangrentados 
las  espadas  y  las  manos 
en  la  sangre  de  africanos 
por  ellos  despedazados. 

De  manera 
que  sí  el  hado  no  le  fuera 
contrario,  por  fuerza  ó  maña 
África  al  gran  Bey  de  España 
hoy  sin  duda  obedeciera. 


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404 

Mas  guardado, 
Cenr .  este  mUmo  hado 
está  para  tu  gran  gloria 
y  aquesta  honrosa  victoria 
A  tu  valor  eitremado. 

Do  cantada'    - 
será  tu  virtud  obrfidd 
luuta  el  cielo  cod  clamores 
y  de  oíros  mil  escritores 
como  del  iovio  ensalzada  (1). 


(t)  V.  Documeoto  niint.  4i. 


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DOCUHENTOS. 


Los  que  se  han  sacado  de  li  biblioteci  de  D.  Lnis  de  Salaur ,  < 
Un  copiados  por  D.  José  Yirgas  Fono:. 


Ntriufto  1.°. 
Carta  de  Pedro  Navarro  <U  Retj  Católico. 

AicUa  5  4e  noTiembn  d«  tSOS. 
(Oríglnml) 
Avisa  haber  lomado  y  reparado  fc  Arcilá,   y  su  falta  de  vi- 


Muy  alio  é  muy  poderoso  Príncipe,  Rey  é  Señor  — 
Por  las  otras  mías  di  aviso  á  V.  R.  A.  de  nuestra  llega- 
da en  esta  ciudad .  é  de  como  yo  sallí  en  tierra ,  y  como 
los  moros  dejaron  el  lugar  y  se  partieron  fuyendo  de  no> 
che.  Asimesmo  como  nos  apoderamos  del  lugar  é  como 
le  reparamos  para  defenderle  de  presente.  Asimesmo  nos 
estamos  agora  que  no  se  ha  inovado  cosa ,  salvo  que  al- 
guna vex  vienen  los  moros  á  correr  gente  ¿  caballo ,  no 
hacen  cosa  ninguna  mas  de  correr  el  campo.  Esto  ya  está 
de  manera  que  si  V.  R.  A.  es  servido,  nosotros  podemos 
ir  á  nuestro  labor.  Muy  humilmentc  suplico  á  V.  A.  nos 


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406 

mande  lo  que  en  su  Real  senricio  habernos  de  hacer.  Noso- 
tros estamos  aquí  loa  cuatro  banderas  de  las  ordenanzas 
de  V.  A. ;  las  tres  que  TÍnieron  agora,  j  la  de  Johanes 
que  estaba  en  Motril :  no  tenemos  vituallas.  Las  naTes  j 
la  otra  gente  enrié  porque  no  pereciesen  aquí  de  ham- 
bre. Las  galeras  envié  porque  no  se  perdiesen  aqnf ,  qus 
no  es  lugar  para  ellas.  Nosotros  esperaremos  lo  qae  T.  A. 
nos  enviará  á  mandar.  El  presente  portador  Benavente 
llegó  aquí  del  Cardenal:  envióle  porque  V.  A.  le  oiga. 
También  dirá  á  V.  A.  mas  por  menudo  como  acá  estamos. 
Cuya  vida  y  Real  estado  nuestro  Señor  Dios  conserve  á  sa 
santo  servicio.  •— De  Arcilaá  5  de  noviembre. — DeV.R.A. 
muy  Gel  vasallo  q^e  sus  Reales  pies  besa— Pedro  Navarro. 


Nt«.  2/, 

Carta  del  marquét  de  Mantua  á  los  Reyes  de  España,  t'ti- 
ttrcediendo  eu  favor  d^  ¡a  ntarqvesa  de  Coinm. 

Mantoa  5  de  oetnbte  de  150t. 

S.  R.  U.***  Hispanix— Nobile  ingenium  et  ¡nonmerabi- 
lea  preciarte  animi  dotes  quas  in  Illa.  Dna,  Elemora  Mar- 
chionissa  C(4roní  jam  pridem  consptcio  bujuscemodi  qui- 
deiQsant  ut  nuliua  nisi  qui  prorsus  pietate  et  bumanitate 
careat  dnatíonts  susb  incomoda  et  merores  lequo  animo 
conspicere  possil.  Qua  re  quum  juxta  jacturom  oppidorum 
et  bonorum  quie  in  Calabria  ejua  maritus  habebat,  novlssi- 
mé  ipsum  maritum  filíumque  uoicum  apud  Turcbas  in 
caplivitatem  adductos  esse  pereeperim,  non  possum  infe- 
licem  illíus  sorlom  plurimum  non  doleré.  Quod  quuraad 


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407 

aures  sublimilaUím  vestrsrum,  quss  piissimas  esse  audio, 
pervenerit  illis  itidem  moleslum  fore  non  dubito.  Et  ubi 
illius  calamilati  sucarrera  polerint  libenter  presto  {p'slo) 
futuras.  Mihi  igitur  visum  fuil  eam  sublímitatibus  veatris 
per  literas  commendare  in  ipsas  inixissíme  r<^are  ut  tam 
diro  illius  infortunio  misereri  dignentur:  providentesque  si 
et  marítum  et  filium  amiserít ,  saltem  oppida  et  booa  olim 
marito  suo  per  TÍm  adempta  sibi  restituanlur,  ac  eorum 
possessione  ipsa  consequatur.  In  qoo  quidem  et  rege  dig- 
num  et  omnipotenti  Deo  vehementer  gratum  efficieut  ar. 
me  qui  pnedictam  D.  Harchionissam  singular)  bcnerolen- 
tia  prosequor ,  ipsiusque  patrocÍDium  jam  pridem  assunip- 
si.  fiibi  non  tecus  obnoxium  redderít,  ac  si  ejuscemodi 
pieias  et  clementia  per  eos  in  me  collalas  fuisset.  Et  me 
illis  humiliter  ctHumendo.  Mantu»  quinto  octobris  1501. 
^S.  R.  H.  serritor  Francíscus  Marcbio  Hantuarum. 


NéK.  3.» 

Título  de  conde  de  Oliveto  á  favor  de  Pedro  Navarro. 

Debem^  i  la  coufiauza  del  Excino.  seSor  duque  de  Sessa,  ea 
cuya  casa  supiíuos  que  se  babia  renaido  el  condado  de  Oliveto,  que 
nos  franqueara  su  Archivo  para  copiar  el  lítalo  de  las  merce<les 
que  se  hicieron  i  Pedro  Navarro  en  la  época  qae  se  refiere  en  el 
texto.  Está  escrito  en  pergamino  y  dice  asi : 

Nos  Ferdinandus  Dei  gratia  Rex  Aragooum ,  Sicilis, 
citraet  ultra  Farum  .  Jerusalcm.  Valentix.  Hajoricarum. 
&rdinitD ,  Corsic» ,  Gomes  Barchínonae ,  Dominus  Indio- 
rum  maris  Oceani ,  Dux  Atbenarum  et  Neopatriac ,  comes 
Roitlioois  et  Corilaniíe,  marcbio  Oristani  et  Goccnni ,  ad- 


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409 

miiiistrnlor  et  gobernalor  regnorum  Gastell»,  Legionis. 
r.ranoUe  etc.  pro  Serenissima  Regina  Johanna,  filia  nostra 
carissima ,  universis  et  singulis  presentium  seriem  inspec- 
luris  tam  prsesGDtibus  quant  futiiris  majonim  nostrorum 
inore  et  quasi  nnlurali  jure  usitatum  accepimas  illos  lau- 
dis  preconio  extollondos  et  doois.  graiiisque  ac  retríbu- 
tionibuff  decornndos  esse,  quí  ad  rcgna  statiisqtie  Regum 
AUgeoda  et  conscrvanda  fortunas  lempusque  omne  et  tí- 
tam  propiam  eihibaerunt  nihilque  obmisere  ad  id  decena 
atque  necessarium,  aut  quod  utile  fore  videretur  quotiena 
vero  nobis  io  mentem  veniunt  noatrseque  toeotis  tnan» 
consideramus  morita  etservilia  grata  plurimum  et  acepta 
nc  memoratu  digna  qu%  pro  servitio  et  stalu  nostro  gesta 
sunt  alqae  impensa  per  magnificiun  et  strenuum  capita-> 
neum  et  fidelem  noslrum  dilectum  Petrum  NaTarrum  in 
omni  eventu  forluDEe  bellorum  scülicet  et  pacis  tempo- 
i-ibus  et  signanter  in  rccuperalione  regoi  oostri  Sicilis 
citra  Farum,  qui  quidem  intcr  coeteros  exceHult  et  in 
ipsa  militan  arte  tamque  strenuissimum  ducem  mul|i* 
lana  se  oslendit  et  corpore  et  ingenio  et  ómnibus  alus  qna 
nd  optimum  ducem  speclant,  nullis  dispendiis,  nullis  labo- 
ribus  Dullisque  vilx  parcendo  periculis  pro  ut  quemque 
strenuum  militem  fortemque  at  Gdtssimum  capitaneiim  de- 
cet,  pro  quo  equidem  immortaiem lauden^ nedum  Principis 
gratitudinem  promerelur  et  sibi  vindícaTit  quieque  pres- 
lal  at  prsesens  et  prestitur^i]^  speramus  de  bono  semper  in 
melius  continuatione  laudabili  mérito  erga  eum  inducimur 
ad  gratiam  liberales  et  prontiores  cupienles  igilur  ómni- 
bus argumentís  declarare  nostram  erga  ipsam  gratitudi- 
nem pro  ut  optimum  et  gralum  Prlncipem  decct,  ne 
omnino  taatte  laudis  fructu  careat  sed  óptimo  ac  benigno 
Principi  ínservivissc  vidcalur  et  servitiorum  suorum  grati- 


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409 
tudinem  inveDÍase  cogDOscat  gcatiam  inrrasci-iptam  ekirgipí 
decrevimua  qun  qaidem  aíbi  e(  posleris  suis  ornamento 
futura  sil  et  non  vulgare  amoris  el  gratitudinis  no^trae  íd 
eosdem  testimonium  existat.  Qua  propter  habenies,  te- 
nenles .  possidentes  legitimo  et  plenojure  comitatum  AU 
beti  consistentem  in  castrts ,  terna  et  locis  infrascriptia, 
vMelicel,  Albetum,  Septem  fratres,  Postam,  Gallinarium. 
Bellum  montem,  Vicalvum ,  Gampolum,  Sanctum  Dona->r 
tum,  Atinum  et  Picíniscum  cum  eorum  castris  seo  forta- 
litiis,  hominibus  Taxallis,  vaxalloramque  reddilibus,  feo* 
dis,  feodatarüs,  subref]d|i^r¡is ,  qualernalis  et  non  qu&- 
ternatis .  domibos ,  vineis ,  jardeéis ,  ortis ,  possesioniljua, 
terrís  cultis  et  incultis,  montibas,  sílvis,  nemoribus, 
-herbagiis,  pascuis,  íidis  et  disfidís,  paBsagiia,  cabellis, 
pialéis ;  juríbas  plalearum ,  aqnis.  aquarumque  decursi- 
bus ,  molendinís  et  banlationibus.  Decrevimos  dictas  tér- 
ras ,  castra  et  loca  cum  buís  casalibua  et  ómnibus  ante- 
dictiq  eidem  Petro  concederé  et  donare  pro  ut  lenore 
praesentium  de  certa  nostra  ecientia ,  consulto  et  deübe* 
rate  ac  gratía  specíali,  quse  dicitur  inreTocabiUs  inler 
TÍT08,  ipsi  Petro  ejusque  hercdibus  et  successoribus  ex  suo 
corpore  legitime  deseen  dentibus  in  perpetuum  domín, 
donamus,  concedimus,  traddimus  etelargimur  cum  cog- 
nitione  primarum  caasarum  civilíum  et  criminalium  atque 
mixtanim,  banco  jnstiti»,  mero  mixtoque  imperio,  et 
gradii  potestale,  quatuor  litteris  arbitrariis  et  ooinibus 
alus  el  singulia  juribus ,  jurisdictionibus  >  aclionibus,  di* 
rictibua,  introitibufi,  prebemincnliis  et  prerogativís  soli- 
tis  el  consuGtis  et  ad  illas  vel  illa  el  quodlibet  praemis- 
borum  ac  eoramJem  utile  domínium  spectantibus  et  per* 
tinentibus  tam  de  jure  quam  de  consuetudine  ad  haben- 
dum  qnidcm  lencndura   ct  possidendum  térras,  castra 


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410 

et  loca  prcBjicta  oum  ómnibus  sais  juríbus  aDledíutía 
per  ae  el  suos  heredes  et  succeson»  ex  buo  oorpore  le- 
gitime descendentes  in  perpetuum  á  nobis  et  curia  nos> 
Ira  ac  heredibus  et  succeosribus  noslris  in  pbeudum  et 
aubconlÍDgenti  ac  debito  feudali  servitio  seu  adolia  im- 
mediate  et  ¡n  capite  vendendum,  alienandum,  permutan- 
dum,  in  dotem  el  dolis  nomine  donandum,  lestandum, 
faciendum  et  disponendum  in  totum  vel  in  parlem  tam 
Ínter  vivos  quam  in  ultima  volúntate  pro  ut  ei  vel  dictífi 
suis  heredibus  roetius  visum  fíierit  et  placebil^  nostro  ta- 
rilen  in  bis  assensu  et  beneplácito  interveniente  salvo  et 
penitus  reservato  ex  hujusmodi  autem  Doslrss  concessio- 
nis  vigore  pro  favorabiiiori  prosecutionis  effectu  in  euro- 
dem  Petrum  ejusque  heredes  el  succesorefl  prxdíctos  om> 
ne  jus  omnemque  dictionem  utiiem,  dírectam;  pret(W 
tWD,  civílem  ac  in  rem  scríptam  nobis  et  noetr»  curúe 
compelenlem  et  competituram  In  et  saper  terris  el  castris 
prxdictis,  trailsrerimus,  concbdimus  et  penitus  elargimiir, 
et  ita  quidem  á  nobis  ac  heredibus  et  succesoribus  nostris 
illas  leneant  et  possideanl  dictus  Petma  et  sui  heredes  et 
succesores  jinn  dicti  m  pbeudum  et  feudí  naturam  imroe* 
diate  et  in  capite  neminemque  alium  pretor  nos  ac  heredes 
et  succesores  nostros  in  superiorem  et  dominum'exinde 
rect^noscant  servireque  propLerea  leneanluret  debeant 
nobis  Bc  heredibus  et  succesoribus  nostris  de  feadali  servi- 
tio seu  adolia  quoties  indicetur  in  regno  juxta  tisam  et 
consueludinem  regni  ipsius :  quod  quidem  gervitium  idem 
'Petrus  pro  se  et  dictis  suis  heredibus  nobis  et  successori- 
bus  nostris  prestare ,  solvere  et  exibere  suis  vicibus  spon- 
te  oblulit  et  permisit  ligiamque  et  honlagium  ac  debitx 
fidelílatis  prestitil  juramentum  voleotes  et  dicementos 
expresse  de  eadem  certa  scienlia  nostra  quateous  preseas 


3vGooglc 


411 

Doslra  coocessio  et  gralioia  donatio  sit  el  esse  debeat  ei-r 
dem  Petro  et  dictis  suíb  heredibus  et  succesoribus  in  peri 
pelaum  tam  io  juditiis  qaam  extra,  stabilis,  realis,  valida 
el  firma  nullum  fteDliene  impugnationis  objectum ,  defe&i 
tus  incomodum  aut  noxee  alterius  detrimentum,  sed  in  suq 
Minper  robore  et  firniflate  persistat  ^ec  dod  consequao^ 
tur  et  babeant  omnía  privilegia  juris  et  qu»  jura  civilía 
coQcedunt  et  iodulgent  illis,  qu¡  rem  consecuDlur  á  Priii* 
cipe  concesiam  vel  donatam  latnque  rem  propriam  suam 
aeu  de  bonis  ipsíus  curin  síve  flsci  quíbuBcumque  capitu-i 
lia,  pregmaticia.  constitulionibus  et  rescriptía  contraría 
et  qus  atienationem  bonorum  feudalíum  ÍÍ«rí  prohibent 
neo  qoQ  qoibuscumque  concesioDÍbuB,  provisíonibus  et 
privilegíia  factis  seu  faciendia  per  noatrum  Vice  Regem  ia 
dicto  regno  nostro  Sicili»  citra  Farum  ezisleDlem  el  de 
entero  confitituendHiq  quibus  et  unícuique  ípsorum  quoad 
hieo  anctoritate  et  potestale  dominica  derogamos  et  deriH 
gatum  esae  volumus  non  obstantibus  queque  modo  fidelK 
tate  tam  nostr»  feudali  quoque  servitio  aeu  adolia  cetef 
riaqoe  aliís  noslrls  juríbua  beneficiís  et  juribus  palronatus 
signa  sunt  io  dictis  terria  nobís  et  heredibus  nostría  salvia. 
et  penitns  reserratis  adycieotesqiie  quam  iofra  agnum 
inmediate  aequente^  &  die  datarum  presentium  in  antea 
nomerandum  hoc  presens  noslrum  privilegium  ioquioter^ 
ntODÍbas  camene  nostrse  summarie  procuret  diclus  Petrus 
Tel  ejus  berodes  descnbi  et  annolari  faceré:  ut  ibidem 
eervetur  ordo  et  Rei  geal»  series  decenter  appareal 
Sermse.  propterea  RegioGe  Joaunse  Caatells,  Legionis, 
Granatae  etc.  Príncipi  gerunds  archidutiisBe  Austrise ,  du* 
cissseque  Burgundi»  fili»  nostree  carissimoe  generalique 
guberoalrici  ac  heredí  in  ómnibus  terris  et  Lerregnis  nos- 
tris  sub  paternsp  benedictionis  obtentu  dicimus  el  roga- 


3vGooglc 


412 

mus.  Illuslrissimo  vero  viceregi  magno  carnerario  justi- 
ciarlo sacro  noslro  consilio  ejusque  locum  tenenti ,  presi- 
ilenlibus  et  ralionalibus  camerse  nostrae  summarhe  re- 
genti  et  judicibus  magn»  curise,  TÍcarise  thesaurarío, 
conservatori ,  capilaneis  el  alus  oSícialibus  et  subditit  nos- 
tris  quibuscumque  majoribus  et  minoribus  quovts  offiUo 
titulo  et  aufítoritate  fungentibos  in  dicto  regno  coDstítutis 
et  constltuendís  ad  quos  aeu  quem  spectabit  presentesque 
perveneriot  preoipiraus  et  mandamus  quatenus  forma  pre* 
sentium  per  eos  et  unumquemque  ipsoram  diligenler  atien- 
ta, illam  dicto  Petro  et  suis  heredibus  el  succesoribus  in 
perpeluum  teneant  flrmíler  el  observent,  tenerique  et 
observan  faciant,  alque  mandent  per  quos  dfcet,  juxta 
Bui  seriem  el  tenorem ;  coatrarlum  non  faciaol  pro  quanto 
gratiam  nostram  caram  habent  et  penam  uncianim  aun 
mille  cupiunt  evitare:  dicta  vero  Sema.  Regina  filia 
nostra  carísima  nobis  morem  gerere  cupit.  In  quoruln 
fidem  presentes  Tiari  fecimus  magno  negotiorum  regni 
predicti  SioillEe  citra  Farum  impendentes 'sigillo  munitas, 
Datum  in  civilate  Segovise  die  príma  mensis  junii  octaTK 
inditionis  anno  á  nativitale  dominl  millesimo  quingenté- 
simo quinto:  Regnorum  vero  noslrorum  Tidelicet  Sicilis 
ultra  Farum  anno  trícesimo  octavo ;  Aragonum  et  aliorum 
vicésimo  séptimo ;  Sicilise  autem  citra  Farum  et  Hierusa- 
lem  lertio.— Yo  el  Rey.— üominufl  Rex  mandavit  michi 
Micacli  Pérez  Dalma^an. 

V.'  Maius . 

V,'  Locum  prlionori. 

V.*  Pro  generali  thesaurario. 

V.*  Magno  Cam. 

In  privllegiorum  primo. 

Fol.  rxcv. 


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413 

NeM.  4. 

toarla  del  conde  Pedro  Navarro  al  Rey  Católico. 

Valancn  13  ck  julio  de  1506. 

(•rlglMl) 

(Sa)aiar,  Y  &5). 

t.«  ávifa  laa  provístóDes  qne  se  haciao  en  aqaoHa  ciudad ,  Tar- 
Vagona  y  Bareslom. 


Hoy  ^to  é  muy  Católico  é  ittny  poderoso  Príncipe^ 
Bey  y  Mñor.  Después  besadas  sus  Reales  manos  y  pies. 

May  poderoso  Rey  mi  Señor — A  los  i3  del  presento 
recibí  la  carta  de  S.  A.  de  mano  de  Alonso  Sánchez;  y  lo 
qoe  por  aquella  me  maada  eo  ello  contino  entiendo.  Por 
otra  á  V.  A.  screbí.  «acribiéndole  el  despacho  de  acá  y  el 
partido  tomado,  que  es  dar  orden  de  haber  vituallas  y 
navtBS  que  es  lo  mas  diGcuIloso  y  el  lodo.  En  esta  ciudad 
se  bocea  mil  quintales  de  pan :  en  Tarragona  y  Barcelona 
doi  mil,  que  es  mas  del  necesario,  y  otras  vituallas,  como 
Tino,  pescado,  aceite,  vinagre  y  otras  menudencias,  está 
todo  en  la  mano.  En  lo  que  se  hace  en  Catalunia  V.  A^ 
por  sus  cartas  lo  mande  solicitar,  .aunque  Alonso  Sán- 
chez me  dice  que  será  brevemente  despachado.  De  na^ 
ves  hasta  esta  hora  tenemos  tres  muy  buenas,  tanto  que 
yo  estoy  fuera  de  cuidado.  En  la  gente  V.  A.  será  ser- 
vido de  lo  ordenado  y  demás  cuando  fuere  servicio  de 
aquella.  Con  la  ayuda  de  Nuestro  Señor  Dios  las  compa- 
ñías que  eran....  tas  alojé  en  el  Grau  adonde  ala  agora  se 


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411 

Itiin  junlttdo  laolas  otras  que  parece  un  Real.  Cuando  a 
V.  R.  A.  placerá  darme  I&  úñalacion  del  tiempo  porque 
yo  pueda  alargar  la  mano  á  dar  dinero  con  fruto  sin  se 
perdimiento  de  aquel,  aquesto  se  reserva  á  la  voluntad  de 
aquella ,  que  por  las  otras  cosas  do  se  perderá  nada  de 
lo  ordenado  a  su  Real  servicio,  t^or  la  otra  mía  escrtli 
aquella  de  aviso  en  Getalunia  ehin  muchas  armas...  ala- 
bardas, coseletes,  las  cuales  son  muy  necesarias  para  esta 
gente ,  la  cual  ó  de  vestidos  á  de  armas  conviene  sea  lu- 
cida á  comparecer  en  su  Real  Gervicio.  Y  por  ser  las  ar- 
mas mas  necesarias  y  de  menos  costa  me  pareció  recoi^ 
darlo  á  S.  R.  A.  porque  aquí  no  hay  modo  de  se  haber. 
S.  A.  mande  proveer  lo  que  será  su  Real  servicio.  En 
esta  ciudad  está  una  galera  en  tierra  y  S.  A.  escribe  me 
sea  dada :  servirá  en  la  presente  necesidad  y  es  bien  al 
propósito  si  S.  A.  dello  es  servido.  De  paso  en  paso  en 
lo  que  acaecerá  y  convendrá  V.  A.  será  servido  de  avi- 
so. La  cual  Nuestro  Señor  conserve  vida  y  Real  estado 
en  su  santo  servicio.  De  la  sq  ciudad  de  Valencia  á  IS 
de  julio— De  su  Real  Alteza  fiel  vasallo  y  servidor  que 
sus  Reales  pies  y  manos  besoi^Pedro  Navarro. 


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Carta  del  Rey  Católico  á  sa  secretario  Miguel  Perei 
de  Almazah. 

De    u  esM  del  Llano  de  Palmo  15  de  mario  de  1507. 

(Orlglul) 

(Solazar,  Y  59). 

Le  adrierle  qae  se  poDga  de  acuerdo  coD  el  conde  Pedro  Na- 
varro sobre  el  Qúmero  ds  aaves  de  qae  se  ha  de  componer  la 
armada  y  detpQM  dará  la  cédula  que  pide  para  el  presidente  de 
Sicilia. 

Almazan — Vi  lo  que  me  escribistes  acerca  de  lo  que 
pasastes  con  el  ccode  mesen  Pedro  Navarro  sobre  lo  del 
Armada;  y  yo  no  sé  otra  relación  mas  particalar  que  enviar 
de  la  gente  que  ha  do  ir  en  la  dicha  armada  de  la  que  vos 
le  dijísleis.  Por  eso  vedlo  él  y  vos  allá ,  y  poco  mas  ó 
menos  podéis  tantear  las  naos  que  será  menester  para  la 
dtcba  armada,  y  cuantas  botas  por  todift;  Y  después  que 
lo  hobiéredes  platicado  y  acordado  facédmelo  saber,  y 
entonces  se  podrá  dar  la  cédula  qtie  decís  para  el  preti* 
dente  de  Sicilia,  porque  se  sabrá  mejor  tas  naos  que  solí 
menester.  Y  paréceme  bien  el  mandamiento  que  decis 
que  se  faga  á  la  guarda  de  ese  puerto,  y  decidgelo  voso- 
tros de  mi  parte ,  é  que  sin  lo  decir  á  nadie  esté  sobre 
aviso  que  cuando  algtiti  navio  quisiere  partir  de  eso 
puerto  me  lo  faga  primero  saber ,  y  á  donde  va,  y  cuya 
'es  y  de  que  porte ,  y  que  non  te  deje  partir  sin  que  pH- 
lucro  rae  lo  haga  saber ;  y  pues  cesa  lo  de  la  carta  para  el 
presidente,  y  también  no  es  menester  escribir  nada  para 
lo  dtí  las  galeras,  no  es  necesario  despachar  correo.  De  mi 
casa  del  Llano  de  Palma  á  15  dias  de  marzo  año  1507. 


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4IG 

NíM.   5." 

Carta  de  Pedro  Navarro  al  ÍUy  Católico. 

SuU  Mida  la  BlaBU-  (tiD  teeb»). 

Afiu  que  eshd»  ■senlsbdo  la  artillería  contra  el  castillo,  de 
Búr^  y  que  «  lo  ha  de  suspender,  se  lo  mande  luego. 

Muy  alio  é  muy  poderoso  Católico  rriacipe.  Rey  é 
Señor — Hoy  martes  casi  á  nueve  horas  de  ta  mañana  lie* 
gamos  en  Burgos  é  tomamos  todas  las  estancias  al  rede- 
dor del  castillo  cort  la  gente ,  y  luego  proveimos  en  asen- 
tar el  artillería  á  la  fortaleza  sin  facer  otro  nlborolo  sino 
asentar  nuestros  pertrechos ,  porque  al  tiempo  que  sea 
cumplido  el  término  que  V.  A.  nos  ha  dado,  nos  fallemos 
á  puQto.  Creo  que  con  la  ayuda  de  nuestro  Señor  Dios 
que  antes  que  maüana  miércoles  amanezca  le  tememos 
asentada  toda  la  dttitleria  y  en  su  lugar.  Beso  las  manos  de 
V.  R.  A.  me  envié  á  mandar  si  me  he  de  detener  alguna 
cosa,  porque  acá  andan  algunas  pláticas,  y  á  mí  me  han 
venido  á  Tablar;  aunque  yo  non  les  he  querido  escuchar. 
¥  esto  sea  luego,  porque  roe  llegue  el  mandado  de  V.R.  A. 
antes  que  mañana  amanezca.  Nuestro  Señor  la  vida  é 
muy  poderoso  estado  de  V.  A.  aumente  como  su  Real  co- 
razón desea.  De  Santa  María  la  Blanca  martes  á  dos  ho- 
ras después  de  medio  día— De  V.  R.  A.  muy  fiel  vasallo 
y  servidor  que  S.  R.  PP.  y  MM.  besa— Peilro  Navarro. 


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417 

NúM.  6/ 

Corto  de  Pedro  Navmro  al  Rey  Católico,  manifestándole 
que  ge  dirigía  con  su  gente  á  donde  S.  M.  le  mandaba, 

Ualgu  17  de  noviambrf  da  1307. 
(OriglMl) 

(SaUur,  Y  S5). 

Uuf  alto,  muf  católico,  muy  poderoso  PHncipe,  Rey 
y  Señor  después  besadas  sus  Reales  manos  y  pies. 

Muy  poderoso  Rey  y  Señor— Miércoles  \  7  del  pre- 
sente al  medie  dia  recibí  la  carta  de  su  R.  A.,  en  la  cual 
me  manda  el  viernes  por  la  mañana  sea  con  su  R.  A.  con 
toda  la  gente.  I^  partida  nuestra  no  pudo  ser  el  miérco- 
les, que  era  tarde  y  no  habia  carriajes  en  el  lugar.  Jue- 
ves de  mañana  con  la  bendición  de  Dios  desalojaron  tas 
compañías:  creo  podremos  llegar  á  la  mitad  del  camino 
que  hay  de  aquí  á  donde  V.  R.  A.  está :  vicmes  seremos 
¿Dte  BU  Real  presencia  con  la  gracia  de  nuestro  Señor 
Dios  y  con  las  armas  eo  la  piano  para  cumplir  su  manda- 
miento y  abatir  y  aniquilar,  gastar,  abrasar  y  destruir 
los  que  desobedezcan  sus  mandamientos.  Pero  muy  po- 
deroso Príncipe  y  Señor,  estas  dos  jornadas  son  grnn- 
des.  V.  R.  A.  nos  haga  merced  á  do  él  fuere  servido 
mandarnos  dar  lugar  á  donde  podamos  alojar  la  gente, 
que  haya  vituallas  é  cubierto,  porque  no  podrán  el  vier- 
nes pasar  de  Burgos  por  ser  los  caminos  gastados.  S.  R,  A. 
lo  mande  mirar  como  á  su  servicio  conviene ;  y  nuestro 
Señor  Dios  sea  siempre  con  él.  De  la  su  villa  do  Holgar  á 
Tomo  XXV.  '27 


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418 
i 7  Je  noviembre  (*)— De  V.  R.  A.  muy  Get  vasallo  y  ser- 
vidor ijue  sus  Reales  manos  y  píe;  besa — Pedro  Navarro. 

(')  Creo  1507:  otilo  díte  ti  mtmirtrt  defuera  Jg  Almasan. 

Noli  J«  VlIfU  P«M«. 

Dos  cartas  de  Pedro  Navarro  al  secretario  Miguel  Peres 
de  Almazan  sobre  el  mismo  asunto. 

(OrlglMl) 

(SaUzar,  Y  55). 

Muy  Magnífico  Señor— Hoy  martes  después  de  ha- 
berle de^achado  un  mensajero  recibí  la  carta  del  Rey 
nuestro  Seitor  de  lo  que  se  ha  de  hacer  en  lo  de  Redeci- 
lla. Así  se  hará  como  S.  R.  A.  lo  manda —  Suplico  á  Vm. 
que  cuando  los  mensajeros  despache,  los  mande  vmir  mas 
presto  porque  mejor  podamos  hacer  lo  que  conviene  ol 
servicio  del  Rey  nuestro  Señor.  E  nuestro  Seaor  guar- 
de GD  muy  magnífica  persona  como  por  él  es  deseado.  De 
Villafranca  á  21  de  noviembre  de  1507  — AI  servicio 
do  Vm.— Pedro  Navarro. 

(Orislnal) 

(Salazar,YS5). 

Muy  magnifico  Señor — Ya  escribí  esta  manyona  á  Vm. 
como  habia  recibido  la  carta  del  Rey  nuestro  Señor  so- 
bre lo  de  Redecilla ,  c  como  hube  despachado  el  mensa- 
jero á  Vm.  luego  sin  perJer  tiempo  envié  un  alguacil 


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419 
de  S.  A.  junlameDte  con  un  escudero  de  los  de  D.  Juan 
de  Rivera  para  que  tomasen  la  posesión  de  Redecilla, 
de  manera  que  el  mismo  día  llegaron  alta  é  les  fué  entre- 
gada ta  casa.  Queda  en  ella  aquel  escudero  de  D.  Juan 
de  Rivera.  Nosotros  no  podemes  pasar  de  Villoradoeste 
día  que  es  martes  por  respecto  de  la  artillería  y  de 
D.  Juan  de  Rivera  que  aun  no  era  llegado.  Aposentados 
que  fuimos  en  Villorado  el  alcalde  Herrera  conoció  un 
criado  del  duque  de  Nójera,  é  detúvolo  y  trajómelo  á 
mí.  To  le  dije  que  me  parecia  lo  debia  enviar  allá  al  Rey 
nuestro  Señor.  Allá  le  llevan  los  alabarderos  del  Rey 
nuestro  Señor  ad  acompañar  la  pdlvora.  Vm.  hágale  en- 
tender á  S.  A.  Nosotros  partiremos  mañana  de  aquí  y 
iremos  á  Santo  Domingo,  porque  aunque  mas  quisiése- 
mos andar  no  podemos  por  la  pesadumbre  que  llevamos, 
y  por  no  ser  llegado  D.  Juan  de  Rivera  como  he  dicho. 
Crea  Vm.  que  por  nosotros  no  se  perderé  una  hora  de 
tiempo:  é  al  presente  no  me  ocurre  otra  cOsa.  Nuestro 
Señor  Dios  su  muy  magnífica  persona  guarde  como  por  él 
es  deseado.  De  Rilorado  á  23  de  noviembre  de  1507. — 
Al  servicio  de  V 

Falta  como  una  tirada  corla  adredt,  j  pudo  $tr  para  tarar  la 
firma;  puti  he  visto  curiólos  que  juntaban  lat  de  hombres  tílebrtí 
á  costa  de  mutilar  los  ptrgaminus. 

Noli  de  Virg»  PuDC». 


„Googlc 


420 
NíM.  7.» 

Yariai  cartas  del  Rey  Católico  y  Doña  Juana  «u  hija  so- 
bre preparativos  para  la  guerra  de  África,  que  dcbta 
dirigir  Pedro  Navarro. 

[Salazar,  autógrafo  de  minutas,  K.  k,  fol.  7  vio.) 

Et  Bey — Hosen  Soler ,  mi  capilan  de  las  cuatro  gale- 
ras que  residen  eo  la  costa  del  reino  de  Granada :  Porque 
yo  envío  al  conde  mosen  Pedro  Navarro,  nuestro  capitán 
general  de  la  infantería ,  para  que  faga  aparejar  algunas 
cosas  necesarias  que  yo  le  he  mandado  para  la  guerra. 
que  con  el  ayuda  de  nuestro  Señor  quiero  facer  contra 
los  moros  de  África ,  enemigos  de  nuestra  santa  fe  cató- 
lica: é  para  lo  poder  mejor  proveer,  podrá  ser  que  el  di- 
cho conde  tenga  necesidad  de  ir  por  algunos  lugares  de 
la  dicha  costa,  y  por  la  de  África  á  reconocerlos  ó  hacer 
otras  cosas  quo  convenga.  Por  ende  yo  vos  mando  que 
cada  y  cuando  fuércdes  requerido  por  el  dicho  conde  le 
recibáis  y  llevéis  en  esas  dichas  galeras  con  la  gente  que 
el  quisiere,  para  facer  cualquiera  de  las  dichas  cosas ;  é 
fugáis  en  todo  ello  con  mucha  diligencia  lo  que  á  él  le  pa- 
recerá. Fecha  en  Burgos  á  25  dios  del  mes  de  febrero 
de  1508  años — Yo  el  Bey — Por  mandado  de  S.  A. — Mi- 
guel Pérez  de  Almazan. 


(  Salazar ,  autógrafo  de  ininataa ,  K.  4,  fot.  7  vU>.  de  los  registros  de 
Almazan). 

El  Bey— Don  Iñigo  Manrique ,  alcaide  de  la  alcazaba 
é  fortalezas  de  Málaga:  Ya  sabéis  como  en  días  pasados 


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421 

manild  poner  en  Toeatro  poder  ciertas  armas  para  la  guer- 
ra que  con  ayuda  de  Questro  Señor  yo  quiero  facer  'contra 
los  moros  de  África,  enemigos  de  nuestra  santa  fe  catóti- 
ca :  é  porque  agora  es  necesario  que  todos  los  coseletes,  y 
petos,  y  brazaletes,  y  celadas,  y  gorjalínes,  y  picas  y  otras 
armas  que  asi  están  en  vuestro  poder  se  adoben  y  adere- 
cen para  que  pueda  servirse  deltas  en  la  dicha  guerra; 
porque  yo  envío  al  conde  mesen  Pedro  Navarro  nuestro 
capitán  general  de  la  infantería  para  que  faga  aparejar  al- 
gunas cosas  necesarias  que  yo  le  be  mandado  para  la  di- 
cha guerra;  por  ende  yo  vos  mando  que  cuando  quiera 
que  el  dicho  conde  dijere  y  entregare  á  Diego  de  Vera, 
capitán  de  la  artillería  ó  á  su  fijo,  que  por  él  tiene  el  car- 
go, que  aderece  las  dichas  armas ,  las  entreguéis  todas  al 
dicho  Diego  de  Vera  ó  al  dicho  su  íijo  para  que  las  adobe 
y  aderece  para  la  dicha  guerra ,  de  la  manera  que  al  di- 
cho conde  le  parezca ,  para  que  mejor  se  pueda  servir 
dellas.  E  si  el  dicho  conde  hubiere  menester  alguna  cuan- 
tidad dellas  para  facer  alguna  cosa  en  la  costa  de  África 
contra  los  moros  enemigos  de  nuestra  fe ,  en  servicio  de 
Dios  nuestro  Señor  é  nuestro ,  gelas  dedes ,  tomando  co- 
nocimiento de  las  que  así  les  entregaréis,  al  cual  é  con 
esta  mando  que  vos  serán  recibidas  en  cuenta ,  é  non  fa- 
gades  ende  al.  Fecha  en  Buidos  á  25  dios  del  mes  de  fe- 
brero de  1508  años. 


(Silazar,  autógrafo  de  minulas,  K.  4,  f¿l.  SO  Tto.) 

Hosen  conde  Pedro  Navarro— Doña  Juana  etc.  A  vos 
los  concejos,  justicias,  regidores,  caballeros,  escuderos, 
oficiales  é  ornes  buenos  de  las  ciudades,  villas  é  lugares 
de  la  costa  de  la  mar  del  reino  de  Granada ,  é  capitanes  é 


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422 
gentes  de  la  guarda  de  la  dicha  costa ,  salud  é  gracia. 
Sepades  que  yo  he  mandado  á  mosen  Pedro  NaTarro, 
conde  de  OlÍTÍto,  nuestro  capitán  general  de  ta  infantería, 
que  haga  é  provea  en  esa  dicha  costa  algunas  cosas  cum- 
plideras á  nuestro  servicio,  para  la  guerra  que  habernos  de 
hacer  coaira  los  moros  de  África ,  enemigos  de  noeslra 
santa  fo  católica ;  é  porque  dello  se  sigue  y  espera  seguir 
mucha  utilidad  y  provecho  á  estos  nuestros  reinos .  es- 
pecialmente á  esa  dicha  costa ,  mandé  dar  y  di  esta  mi 
carta  para  vosotros  en  la  dicha  razón ;  por  la  cual  vos 
mando  que  cada  y  cuando  fuéredes  requeridos  con  esta 
mi  carta  ó  con  su  treslado  signado  de  escribano ,  deis  y 
fiígais  dar  al  dicho  conde  mosen  Pedro  Navarro ,  para  to 
susodicho ,  todo  el  favor  y  ayuda  que  vos  pidiere  ó  me- 
nester oviere ,  é  cumpláis  cerca  dello  sus  mandamientos, 
como  si  yo  meuna  por  mis  cartas  vos  lo  mandase .  sin 
poner  en  ello  excusa  ni  dilación  alguna ,  y  sin  esperar 
otra  mi  carta  ni  mandamiento ,  ni  2.'  ni  5.*  jusion  ,  so  las 
penas  que  él  da  mi  parte  tos  impusiere ,  las  cuales  yo 
por  la  presente  vos  pongo  y  he  por  puestas ,  y  le  doy  po* 
itr  y  facultad  para  tas  ejecutar  en  los  que  de  vosotros 
remisos  é  inobedientes  fuéredes ,  y  en  vuestros  bienes. 
Dada  en  la  ciudad  At  Burgos  á  14  dias  del  mes  de  mayo 
año  del  nacimiento  de  N.  S.  J.  C.  de  1508  afios— Yo  el 
Rey — Yo  Miguel  Pérez  de  Atmazan ,  secretario  de  la  Rei- 
na nuestra  Señora,  la  fice  escribir  por  mandado  del 
Rey  su  padre. 

(Salazir,  «ntógnfo  de  minutas,  E.  i,  fol.  363  vio.) 

El  conde  D.  Pedro  Navarro— Dofta  Juana  etc.— A  vos 
los  concejos,  justicias,  regidores,  caballeros,  escude- 


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423 

ros,  oficiales  é  ooies  buenos  de  todas  las  ciudades,  vi- 
llas é  tugares  destos  mis  reinos'é  señoríos ,  asi  á  los  que 
agora  sois  como  á  los  que  serán  de  aquí  adelante ,  á 
cada  uno  é  á  cualquier  de  vos  salud  é  gracia.  Sepades 
que  el  Rey  mi  Señor  é  padre  é  yo  habernos  mandado 
al  conde  D.  Pedro  Navairo  nuestro  capitán  general  de 
la  infantería  que  entienda  en  proveer  á  las  cosas  que 
cumplen  para  la  guerra  que  nos  mandamos  facer  contra  los 
moros  de  África ,  enemigos  de  nuestra  santa  fe  católica :  j 
para  entender  en  ello  algunas  veces  ha  de  ir  y  venir  por  esas 
dichas  ciudades  é  villas  é  lugares :  por  ende  yo  vos  man- 
do que  cada  vez  que  en  ella  se  fallare  le  deis  é  fagáis  dar 
las  posadas  que  para  ¿1  é  para  loa  suyos  oviere  menester, 
sin  poner  ea  ello  empedimento  alguno ,  é  sin  le  pedir  ni 
llevar  por  ello  dineros  ni  otra  cosa  alguna :  é  ansimesmo 
le  deis  é  fagáis  dar  todos  los  mantenimientoa  é  otras  cosas 
que  oviere  menester  para  sí  é  para  los  suyos,  pagándolos 
á  los  precios  que  entre  vosotros  valen,  y  en  todo  le 
faced  muy  buen  tratamiento,  como  á  quien  tiene  de  nos 
tal  encargo:  é  en  ello  ni  en  parte  dello  embargo  ai  con- 
trario algqno  non  pongáis  nin  consintáis  poner.  E  los 
unos  ni  los  otrOs  no  fagan  ende  al  por  alguna  manera ,  so 
pena  de  la  mi  merced  é  de  10,000  mrs.  para  la  mi  cá- 
mara á  cada  uno  que  lo  contrario  6ciere.  Dada  en  la 
ciudad  de  Sevilla  á  4  dias  del  mes  de  diciembre  de  1508 
años — Yo  el  Rey— Yo  Miguel  Pérez  de  Almazan  etc. — 
Señalada  del  licenciado  Zapata. 


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424 

Néii.  8.- 

Carta  delRey  Católico  al  arzobispo  de  Toledo,  partici- 
pándole la  conquista  del  Peñón  por  Pedro  Navarro.  fSim 
dala  de  lugar  ni  dia). 

Setiembre  de  15Q8. 

(Salazar,  miDuto  eo  los  origintles  del  Y,  f&\, 

ReTerendísimo  en  Cristo  Psdre ,  cardenal  de  Espióa, 
arzobispo  de  Toledo ,  primado  de  las  Españas ,  chanciller 
mayor,  é  inquisidor  general  desloa  reinos  é  señoríos, 
nuestro  muy  caro  y  muy  amado  amigo  señor:  Agora  re- 
cibimos una  carta  del  conde  Pedro  Navarro ,  la  cual  vot 
enviamos  con  la  presente.  Por  ella  veréis  lo  que  nos  es- 
cribe de  la  Vitoria  que  nuestro  Señor  les  ha  dado  en  el  Pe- 
ñón contra  tos  moros  enemigos  de  nuestra  fe,  que  fueron 
¿  combatirte,  de  que  habernos  tiabido  muctio  placer;  y 
según  to  que  de  tos  moros  conocemos,  creemos  que  ya  no 
probarán  mas  á  tornar  á  combatirlo ,  porque  así  lo  facen 
siempre ,  que  la  primera  vez  prueban ,  y  al  lugar  que  tes 
resiste  nunqua  mas  vuelven ,  y  mayormente  recibiendo 
el  daño  que  agora  allí  han  recibido.  Al  licenciado  Vargas 
habernos  mandado  que  tos  escriba  mas  largamente  las 
otras  particularidades  que  de  allí  te  escribe :  á  su  letra  nos 
remitimos.  Reverendísimo  in  Cristo  Padre,  cardenal, 
nuestro  muy  caro  y  muy  amado  amigo  señor.  Nuestro 
Señor  todos  tiempos  vos  haya  en  muy  especial  guarda  y 

recomienda.  Dntum  en á dias  del  mes  de 

setiembre  año  1508. 


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42S. 

NúM.  .9.' 

Cartat  del  Bey  Católico  sobre  la  expedición  de  Arcila.  en 
que  se  habla  de  la  pre$a  de  una  nave  de  Genova  en  One. 

(Sabzu,  »nlógraio  do  mioaUs,  K.  i.  Col.  18i). 

Et  Rey— «Mosen  Soler,  capitán  de  nuestras  galeras 
qoe  andan  en  la  guarda  de  la  costa  del  reino  de  Grana- 
da: Acá  se  ha  dicho  que  el  Re;  de  Fez  con  gran  poder 
de  moros  viene  sobre  Arcila :  sí  verdad  es ,  yo  escribo 
at  conde  D.  Pedro  Navarro  lo  que  sobre  ello  ha  de  pro- 
veer. Por  ende  Taréis  con  esas  galeas  lo  que  el  dicho 
coDde  de  mi  parte  vos  dijere  y  mandare  sobre  ello .  como 
si  yo  en  persona  Toa  lo  mandara.  De  Torquemada  7  de 
febrero  de  509  años — Yo  el  Rey-^Por  mandado  de  S.  A. 
— Miguel  Peres  de  Almazan. 

(SaluiTj  aotógrafo  de  minatu,  K.  i,  fol.  189  v(o.) 

Reverendísimo  en  Cristo  Padre,  cardenal  Despaña, 
arzobispo  de  Toledo ,  etc.  Por  el  traslado  que  va  dentro 
desta ,  de  una  carta  que  agora  habemoa  escrito  al  conde 
D.  Pedro  Navarro .  veréis  la  nueva  que  aquí  ha  venido 
de  Arcila,  y  lo  que  nos  sobre  ello  habemos  proveido. 
Afectuosamente  os  rogamos  que  aviséis  al  dicho  conde  de 
lo  que  os  pareciere ,  para  que  si  fnere  menester  que  él 
provea  algo  sobre  ello,  lo  faga  de  manera  que  no  estorbe 
la  empresa  que  vos  lleváis,  como  nos  le  escribimos  que 
lo  faga.  Reverendísimo  en  Cristo  Padre,  cardenal,  etc. 
De  Torquemada  7  de  febrero  de  509  años — Yo  el  Rey— 
Almazan,  secrelurio. 


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(Solazar,  aotógráfo,  K.  h,  íoU  183  vto.) 

El  Rey — Don  Iñigo  de  Velasco,  cuyas  son  las  villas 
de  Berlanga  y  Gelves .  asistente  de  la  ciudad  de  Sevilla: 
Si  vuestra  letra  del  postrero  de  enero,  la  de  Ramiro  Nu- 
ñez  de  Guzman  que  con  ella  envíastes  con  la  nueva,  en 
f]ue  cerliGcaba  que  el  Rey  de  Fez  queria  venir  sobre  Af- 
eita, y  rcctsles  muy  bien  de  apercebir  la  gente  desa  ciu- 
dad y  de  su  tierra.  Yo  escribo  sobre  ello  á  esa  dicha  ciu- 
dad lo  que  por  mi  carta  veréis.  Por  ende  yo  vos  encalco 
y  mando  que  si  supierdes  que  es' verdad  que  el  dicho  Rey 
de  Fez  viene  sobre  Arcila ,  trabajéis  que  se  cumpla  y  pon- 
ga  por  obra  con  toda  diligencia  lo  que  por  la  dicha  mi 
carta  escribo  á  esa  ciudad ,  que  otro  tanto  escribo  ¿  la 
ciudad  de  Jerez ,  y  asimismo  al  conde  D.  Pedro  Navarro; 
y  envío  á  mandar  á  Mosen  Soler  que  faga  con  las  galeas 
lo  que  el  dicho  conde  de  mi  parte  le  mandare.  Si  ahí  es- 
tuviere, dadle  la  dicha  mi  carta,  y  si  no  enviádgela  luego, 
y  también  enviad  la  que  escribo  á  la  ciudad  de  Jerez  y  al 
dicho  conde,  y  facedme  saber  lo  que  en  ello  se  hiciere, 
y  lo  que  roas  supierdes  de  Arcilla.  De  Torquemada  á  7  de 
febrero  de  1509  afios. — Yo  el  Rey. 

(Salazar, autógrafo,  K.  4,  fol.  iik). 

'  El  Rey.— Don  Pedro  Navarro,  conde  de  Olivito,  nues- 
tro capitán  general  de  la  infantería :  A  la  hora  que  esto  se 
escribe,  me  enviaron  de  Sevilla  una  carta  de  Ramiro  Ño- 
ñez de  Guzman,  corregidor  do  Jerez,  en  que  dice  que  el 
conde  de  Borba  y  D.  Juan  de  Meneses  le  escribieron  que 
tenian  nueva  cierta  que  el  Rey  de  Fez  venia  sobre  la  villa 
de  Arcila  con  mayor  determinación  y  poder  que  la  otra 


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427  ^ 

yet,  y  que  demondaae  socorro  para  la  dafension.  Y  dice  el 
dicho  Ramiro  Nuñez  que  él  se  parlia  para  Arcila  con  tres- 
cientos ballesteros;  y  D.  Iñigo  de  Velasco,  asistente  de 
Sevilla,  me  escribe  que  tiene  apercibida  la  gente  de  aque- 
lla ciudad  y  de  su  tierra  ,  para  ver  lo  que  envío  á  mandar 
que  faga.  Yo  respondo  al  dicho  D.  Iñigo  y  escribo  á  la  di> 
cha  ciudad,  que  si  supieren  ser  verdad  que  los  moros  vie- 
nen  á  cercar  á  Arcila,  provean  para  ayuda  al  socorro 
della ,  lo  que  buenamente  pudieren ;  y  esto  mismo  envío 
¿  mandar  á  la  ciudad  de  Jerez.  Y  también  escribo  á  mo- 
sen  Soler  que  con-  las  galeas  Faga  lo  que  vos  le  mandar- 
des.  Por  ende  si  fuere  verdad  que  los  moros  vienen  sobre 
Arcila,  proveeréis  para  ayuda  al  socorro  della,  to  que 
buenamente  veréis  que  se  puede  hacer,  no  estorbando 
lo  que  toca  á  esa  empresa  á  que  vais  con  el  reverendísi- 
mo cardenal  Despaña ;  é  Facédmelo  saber  lo  que  supier- 
desde  Arcila  é  vuestro  parecer  sobre  ello.  De  Torque* 
mada  á  7  de  febrero  de  1509  años — Yo  el  Rey — Por 
mandado  etc. — Almazan. 

Sigut  otra  al  caráeaal  Jiménez ,  enviánJole  tapia  de  la  de  Na- 
varro, y  dicUnái^e  á  H  lo  mitmo '.  jr  otra  á  Sti/Uta, 

Hol*  de  Vngu  Ponce. 

(Salamr,  anti^afa  de  minuUs^K.  %,  lo\.  19S). 

El  Rey — Don  Pedro  Navarro,  conde  de  Olirito .  nues- 
tro capitán  general  de  la  infantería:  Porque  agora  nueva- 
.  mente  se  dos  han  venido  á  quejar  algunas  personas  sobre 
la  loma  de  la  carraca  gínovesa ,  y  yo  deseo  saber  his  pu- 
ríGcacioiies  qoe  se  ficieron  antes  de  la  dicha  presa;  yo 
vos  encalco  y  mando  que  luego  que  la  presente  recibier- 
dea,  me  enviéis  por  ante  escribano  público  testimonio  y 


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428 
dichos  lie  testigos  de  los  Dutos.  f  requerimientos  ^¡  otras 
diligencias  que  se  Ocieron  á  la  dicha  carraca  antes  de  la 
toma  della ,  y  que  causas  é  razones  bobo  para  ello ,  y  que 
cosas  vedadas  se  fallaron  en  la  dicha  carraca  y  de  todas 
las  otras  cosas  que  viéredes  é  supiérdes  que  pueda  apro* 
Techar  para  la  purificación  de  la  razón  que  oto  para  la 
dicha  presa.  Lo  cual  todo  venga  signado,  sellado  y  cerra* 
do  en  manera  que  faga  fe,  para  que  se  provea  y  responda 
cerca  dello  lo  que  convenga :  y  lo  mas  presto  que  ser 
pueda  despachad  con  lo  susodicho  al  levador  desta,  que 
en  ello  me  serviréis  mucho.  De  Valladolid  a  3  de  marzo 
de  509  años. — Yo  el  Rey.— Por  mandado  etc.— Miguel 
Pérez  de  Almazan. 

(Salsxsr,K.4,  fol.SOS). 

Memorial  de  tas  respuestas  que  se  dieron  á  los  emba- 
jadores  de  Francia  sobre  las  tomas  que  subditos  de  las 
coronas  de  Castilla  y  Aragón  dicen  que  hicieron  á  france- 
ses y  genoveses. 

Al  capítulo  que  se  dice  del  nao  de  Luca  Salvago,  que 
el  conde  D.  Pedro  Navarro  tomó  en  el  puerto  de  One,  se 
respondo :  que  el  dicho  conde  iba  por  mandado  del  Rey 
Católico  á  tomar  la  ciudad  de  One  y  su  puerto  que  es  de 
infieles,  esterminío  de  nuestra  santa  fe  católica,  con  trato 
y  concierto  que  en  ella  tenia ;  y  que  como  supo  que  ta  di* 
cha  carraca  estaba  allí ,  creyendo  que  siendo  como  era  de 
Católicos  Príncipes  no  impedirian  al  dicho  conde  á  lo  que 
iba,  antes  le  ayudarían  á  ello;  envió  la  noche  que  llegó 
un  barco  á  la  dicha  carraca  á  les  decir  como  el  dicho  con- 
de con  la  armada  que  llevaba  iba  por  mandado  del  di- 
cho Roy  Católico  á  conquistar  y  tomar  aquel  puerto  y 


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429 

ciudad :  por  tanto  que  ellos  estuviesen  quedos  y  le  deja'^ 
sen  facer  á  lo  que  iba  y  su  carraca  no  recibiría  daúo. 
E  que  como  el  dicho  barco  asomó  ánlcs  que  le  pudiesen 
oir  ni  él  fablaries  le  tiraron  un  tiro  de  pólvora  que  pasó 
por  encima  del  barco ;  de  manera  que  no  pudo  ni  osó  lie* 
gar  é  se  volvió  á  lo  facer  súber  al  dicho  conde.  El  cual 
luego  como  amaneció  tornó  á  enviar  otro  barco  á  bi  mis- 
ino :  Y  que  los  qiie  ibón  en  él  dijeron  á  los  de  la  carraca 
l«  que  les  habla  enviado  á  decir  con  los  otros :  y  que  los 
de  la  dicha  carraca  alzaron  luego  una  hondera  y  se  pusie* 
ron  en  armas,  y  se  concertaron  con  loa  moros  de  la  ciu- 
dad, que  ellos  les  ayudarían  á  defender  la  ciudad  y  puer* 
to,  y  para  ello  llevaron  de  la  carraca  dos  tiros  de  pólvora 
gruesos  á  tierra  y  artilleros  ginoveses  con  ellos  y  el  re- 
cabdo  qae  era  menester  para  tirar :  y  vinieron  á  la  carraca 
de  la  ciudad  CO  ó  80  moros  para  les  ayudal"  á  defender: 
y  que  en  esto  pasaron  cuasi  dos  dias :  y  que  como  el  ron-- 
de  tenia  el  concierto  quiso  ir  todavía  á  ver  lo  que  podría 
facer:  y  que  luego  como  el  armada  del  Rey  Católico  aso' 
mó  al  puerto  la  dicha  carroca  sin  le  perjudicar  ni  facer 
daño  comenzó  á  tirar  con  tiros  de  pólvora  al  lirmada  y 
aan  mató  7  ú  8  hombres.  Y  desdo  tierra  comenzaron  tam-' 
bien  á  tirar  con  la  artillería  que  desde  la  carraca  habían 
llevado  y  á  facer  daño.  Y  que  el  dicho  conde  visto  eso 
enderezó  la  armada  á  la  dicha  carraca,  é  que  los  que  es* 
taban  en  ella  la  desampararon  y  se  fueron  con  los  moros; 
de  manera  que  la  intención  del  dicho  conde  no  ñié  de  fti- 
cer  daño  á  la  dicha  carraca,  ni  se  lo  ficíera  si  ella  tío 
se  pusiera  en  defender  la  ciudad  y  el  puerto  y  en  facer 
daño  é  la  armada  del  Rey  Calórico.  Cuonto  mas  que  an- 
tes que  aquella  carraca  alli  fuese ,  fué  requerida  que  no 
contratase  con  los  moros  de  Afrícn  por  la  guerra  que 


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el  Rey  Católico  tenia  conienzada  con  eltlos,  y  gencral- 
inenle  estaba  defendido  por  carta  de  S.  A.,  pregonada  por 
los  puertos  de  la  icar  que  ningunos  subditos  de  estos  rei- 
nos ai  de  fuera  dellos  no  contratase  con  allende,  según  está 
por  testimonio  en  autos  y  pregones  de  la  dicha  carta .  es- 
pecialmente que  en  la  dicha  carraca  se  llevaban  para  los 
dichos  moros  muchas  armas  y  otras  cosas  Vedadas,  según 
parece  por  información  verdadera  que  dé  ello  se  ovo.  Pero 
allende  de  esto  sí  alguna  cosa  pretenden  tener  al  valor 
della,  pídanla  y  facerseleshá  cumplidamente. 


Ndm.  10. 

Colección  diplomática :  contiene  cincuenta  y  siete  piexas  origi- 
nalea  desde  el  año  de  1500  al  de  11132  ambos  inclusira,  dirigidas 
las  mas  por  los  señores  Reyes  Católicos  á  Ochoa  Alvares  de  Isasa- 
ga ,  caballero  de  la  Orden  de  Santiago ,  tesorero  y  secretario  de 
la  Reina  de  Portugal,  hija  de  dichos  seSores  Beyes  etc. 

(Bib.  particular  de  S.  H.,  sala  9,  est.  3,  plúteo  11 ). 

Carta  niim.  25. — Instrucción  de  la  respuesta  que 
Ochoa  de  Isasaga  debía  dar  al  Rey  de  Portugal  de  parte 
del  Católico  su  suegro ,  pidiendo  vistas  en  la  frontera  para 
cortar  ciertas  diferencias. 

.Nota.— Sobre  el  encabezamiento  se  halla  nns  advertencia  de 
letra  de  Ochoa  de  Isasaga  que  dice  asi :  "  La  Cakta  original  db 

ESTE    TRATADO  HK  TOHÚ  BL  SBÑOB  RbY  DX  PoBTUGAL. 

El  Rey— Lo  que  tos  Ochoa  de  Isasaga,  tesorero  de  la 
Serenísima  Reina  de  Portugal  mi  muy  cara  é  muy  amada 
hija,  habéis  de  responder  de  mi  parle  al  Sermo.  Rey  de 


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431 

Portugal,  tni  muy  CDro  é  miiy  amado  hijo ,  ó  lo  que  de  su 
parle  me  dijisteB  es  lo  siguiente : 

Que  oí  todo  to  que  de  su  parle  me  hablaste  y  he  ha- 
bido mucho  placer  y  holgado  mucho  de  oir  palabras  de 
laoto  y  tan  entrañable  amor  como  con  tos  me  ha  eoTiudo 
á  decir ,  y  de  la  voluntad  y  determinación  que  tiene  que 
de  aquí  adelante  entre  nosotros  se  tome  nueva  ley  para 
que  en  la  demostración  y  en  las  obras  y  eo  todo  nos  tra- 
temos como  verdaderos  padres  é  Ojo,  y  que  lo  vea  y  co- 
nozca así  todo  el  mando ,  y  que  yo  á  ét  siempre  le  be  te- 
nido y  tengo  amor  de  verdadero  padre ,  y  siempre  he 
estado  en  desear  su  bien  y  prosperidad  ,  y  alegrarme  con 
ella  y  en  hacer  por  las  cosas  sayas  y  de  su  Real  estado, 
como  por  las  propias  mias ,  y  en  poner  mi  persona  y  es- 
tado por  él  cada  vez  que  veniese  caso  en  que  looviese 
menester,  yque  agora  visto  con  cuanto  amor  quiere  quo 
cnlrél  é  mí  Jiaya  tan  estrecha  amistad  como  entre  padre  ó 
fijo  debe  haber ,  creyendo  yo  y  teniendo  por  cierto  que  lo 
tiene  así  en  la  voluntad  como  de  palabra  lo-  dice  que  esto 
me  ha  doblado  y  acrecentado  en  grand  manera  el  amor 
que  le  tengo  y  que  me  place  de  muy  buena  voluntad 
que  asi  se  haga ,  y  que  por  mi  parte  él  verá  por  la  obra 
que  nunca  hijo  tuvo  mas  verdadero  padre  é  amigo  que  él 
terna  en  mí ,  y  que  para  que  esto  mejor  y  mas  presto  se 
acabe  me  parece  que  se  debe  agora  tratar  muy  secreta- 
mente por  vuestro  medio  y  hasta  que  sea  concluido,  pues 
luego  á  la  hora  se  puede  concluir ;  y  concertado  esto  en- 
tre nosotros ,  y  no  quedando  cosa  para  concertar ,  pues 
estamos  tan  cerca,  nos  veamos  en  la  frontera  donde  él 
quisiere  para  mayor  confirmación  y  manifestación  de 
nuestro  amor  é  uníoa;  y  que  como  quiera  que  lo  de  la 
fortaleza  de  Velez  de  la  Gomera  yo  lo  mandé  ver  á  los  del 


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432 
Consejo ,  j  ellos  concluyeron  que  yo  no  la  debía  entregar 
on  ningumi  manera  ein  que  ae  remediase  el  perjuicio  que 
en  lo  Ciro  so  había  hecho  á  eslos  reinos  como  se  dijo  en 
Córdoba  á  Cristóbal  Correa ,  j  asi  gelo  quería  agora  res- 
ponder^  Los  del  Consejo  epero ,  porque  haciéndose  tan 
ostrecba  amistad  entre  el  Rey  mi  hijo  é  mi,  no  quiero 
yo  que  lo  estorbe  estOi  y  también  porque  yo  recibo  mu- 
cho placer  y  contentaniiento  que  se  ofrezca  cosa  que 
Ionio  desea  que  yo  pueda  hacer  por  él ,  que  á  la  hora  en 
llegando  á  las  vistas  le  diré  que  envíe  á  rescibir  ta  forta< 
leza  de  Velez  y  le  daré  el  despacho  para  que  gelo  entre- 
guen libremente  sin  otra  ninguna  adición. 

Caria  núm.  26.— ^o  tiene  Techa,  pero  si  otras  ibre- 
viaturas  mas  que  no  se  han  copiodo. 

Debió  de  ser  después  del  23  de  julio  en  que  Pedro 
Navarro  conquisté  el  Peñón  y  con  aquella  fecha  el  pasa* 
porte  dado  á  Ochoa  de  Isasaga  por  el  Rey  Católico  para 
que  los  encargados  de  guardar  el  pueslo  de  Ciudad  Ro* 
drigo  le  dejasen  pasar  á  Portugal  á  donde  iba  á  asuntos 
del  servicio  de  dicho  Rey. 

Carta  núm.  27. — Otro  pasaporte  despachado  en  To^ 
demar  á  9  de  octubre  del  mismo  año  de  1508  para  que 
los  alcaldes  de  sacas  le  permitieran  pasar  Ubremente  á  la 
ida  y  á  la  vuelta. 

Carta  núm.  28. —Otra  carta  del  Rey  Católico  desde 
Sevilla  en  4  de  noviembre  de  1508,  en  que ,  según  las 
anotaciones  del  mismo  Ochoa,  la  provisión  á  que  se  refie* 
re  era  consiguiente  al  socorro  de  Arcila. 

Carta  núm.  29. — Pasaporte  dado  en  Sevilla  á  2  de 
diciembre  para  que  pudiere  volver  á  Portugal. 

Carta  núm  50. — Garla  escrita  por  el  Rey  Católico 
desde  el  Aceuchal  en  19  de  diciembre  de  1508  para  que 


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433 

Ochoa  (le  Isasaga  pudiera  venirse  de  Portugal  á  Castilla. 

Carta  núm.  31.— Otra  carta  de  Acenchal  de  la  mis- 
ma fecha  19  de  diciembre. 

Carla  niitn.  32.— Carta  del  Rey  Católico  al  mismo  en 
24  de  diciembre  del  mismo  año  de  1508,  en  que  insiste 
en  que  se  vean  loa  dos  Reyes  en  la  frontera  (que  no  lle- 
gó á  Terificarse).  y  en  que  se  trata  de  un  trueque  que 
no  se  dice,  y  al  que  el  Rey  Católico  se  muestra  pronto 
"  que  á  mi  me  place  (dice)  de  muy  buena  voluntad  que 

>  se  fdga  el  dicho  troque  de  la  manera  que  vos  me  lo  dc- 

>  xistes  de  sb  parte  ecceptada  la  torre  de  Santa  Cruz  que 
•  posee  Castilla  cabe  las  Islas  de  Canaria  y  que  se  fagun 
o  las  alianzas." 

Isasaga  dice  que  habiendo  salido  el  Rey  Católico  de 
Sevilla  él  te  hizo  detener  ocho  días  en  Cáceres .esperando 
resolución  ;  y  como  D.  Pedro  Girón  pasó  á  Portugal  y  dio 
malos  informes,  no  se  verificaron  las  vistas  que  estaban 
concertadas. 

Carta  núm.  33. — Carta  del  Rey  Católico  desde  Cá- 
ceres en  2  de  enero  de  1!j09  rompiendo  la  negociación 
de  las  vistas.  El  Rey  Católico  se  queja  de  que  el  Rey  de 
Portugal  tuviese  dudas  sobre  la  legitimad  conque  el  Ca- 
tólico goheríiaba  á  Castilla.  Es  carta  sumamente  intere- 
sante porque  dice  entre  otras  cosas  tratando  de  la  go- 
bernación "  yo  la  tengo  por  derecho  divino  y  por  dere- 
cho  común  y  por  ley  del  reino  que  fabla  expresamente 
en  este  caso  y  por  testamento  de  la  Serenísima  Reina  mí 
muger  (qiie  santa  gloria  haya),  que  fue  Señora  propieta- 
ria del  reino  y  se  conformó  con  el  derecho  y  con  la  dicha 
tey  del  reino  etc.^ 

Carla  núm.  34.— Titulo  de  factor  de  la  Contrata- 
Tono  XXV.  28 


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454 

cion  (le  Sevilla  á  Tavor  ilc  Ochoa  de  Isasaga  en  1  de  abril 
(te  1509;  y  ya  no  se  trata  mástic  estos  asunto:;. 

Néu.  u. 

Carta$  del  Rey  Católico  á  Pedro  Navarro  sobre  los  arma- 
mentos del  cardenal  Jiménez  de  Cisneros  ,  escrilag  en  se- 
tiembre de  1508,  y  una  circttlar  á  las  justicias  sobre  lo 
mismo,  que  equivocadamente  se  supone  fechada  en  diciem- 
bre de  1509  y  ha  de  ser  de  1508,  pues  luego  viene  otra 
de  enero  de  1509  sobre  los  mismos  armamentos. 

( Sulazar ,  autógrafo  de  mioutas ,  K .  4 ,  fot.  9 ). 

El  Rey— Mosen  Pedro  Navarro,  conde  de  Olivólo, 
nuestro  capitán  general  de  la  inrantería:  Ya  sabéis  como  e! 
reverendísimo  cardenal  de  £spaña  ba  de  ir  á  Tacer  guerra 
contra  los  moros  de  AñJca,  enemigos  de  nuestra  fe :  6  por- 
que es  muy  necesario  que  para,  el  tiempo  que  llegare 
Cartagena  vos  halléis  allí,  yo  vos  ruego  que  para  el  tiem- 
po que  éi  vos  escribiere,  que  será  en  Cartagena,  estéis 
desocupado  de  toda  cosa,  para  que,  como  dicbo  es,  al 
mismo  tiempo  vais  allí  para  hacer  lo  que  vos  mandare, 
De  Córdoba  16  de  setiembre  de  1508  años — Yo  el  Rey — 
Por  mandado  de  S.  A. — Miguel  Pere2  de  Almazan. 

(Salazar,  aatógrab  de  miuuUs,K.  4,  fol.  106). 

El  Rey — Moscn  Pedro  Navarro:  Ya  sabéis  lo  que 
está  asentado  entre  mi  y  el  reverendísimo  cardenal  Des- 
pafia  sobre  su  ida  á  la  guerra.de  África.  Háme  escrito 


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435     ■ 

íigora  con  sospecha  que  le  han  dicho  que  yo  no  estoy 
en  complir  lo  que  con  él  está  asentado ;  y  también  du- 
dando de  TOS.  Y  porque  yo  he  estado  y  estoy  en  com- 
plir lo  qtíe  por  mi  parte  se  ha  de  complir  que  con  é\ 
está  asentado ,  he  mandado  al  licenciado  Vargas  que  pro- 
vea con  diligencia  lo  de  los  mantenimieRlos ,  que  está  ií 
£u  cargo ,  para  que  at  tiempo  que  et  cardenal  estovierc 
en  Cartagena  con  la  gente,  los  tenga  enteramente  proreí- 
dos.  T  también  porque  no  querría  que  dudase  de  vos,  ó 
pedimento  suyo  os  he  escrito  hoy  una  cédula ,  cuya  copia 
va  con  esta ,  en  que  ge  contiene  que  at  tiempo  quel  di- 
cho reverendísimo  cardenal  vos  escribiere ,  que  será  en 
Cartagena  para  ir  á  la  dicha  empresa ,  estéis  desocupado 
de  toda  cosa»  para  ir  allí  al  mismo  tiempo  á  facer  lo  que 
el  dicho  cardenal  voe  mandare :  yo  vos  ruego  que  lo  íagais 
así.  Y  como  quiera  que  esto  vos  escribo,  bien  veo  que  el 
Itempo  no  da  lugar  para  facer  agora  en  invierno  lo  que 
et  cardenal  quiere ,  que  cuando  la  gente  y  navios  serán 
juntos .  ya  será  en  noviembre.  Mas  no  querría  que  pensa-  * 
se  el  cardenal  que  queda  por  mí  ni  por  vos  de  cumplir, 
sino  por  el  tiempo,  como  es  la  verdad,  y  esto  se  dehe  pn* 
ner  en  razón  at  cardenal.  Y  en  tanto,  pues  no  podéis  estar 
ocioso,  podréis  facer  lo  que  os  pareciere  como  lo  tenéis 
acordado.  Do  Córdoba  á  IC  de  setiembre  año  de  1508 
años — Yo  el  Rey— -Por  su  mandado  ele. 

(Salaur,  autógraro  de  minutas,  E.  i,  Tol.  170.) 

Doña  Juana  etc. — A  vos  los  concejos,  justicias,  regi- 
dores, caballeros,  escuderos,  oficiales,  ornes  buenos  de 
todas  las  ciudades,  villas  é  lugares  destos  mis  reinos  é  se- 
ñoríos é  de  los  puertos  é  costa  del  mar  dellos,  é  á  cua* 


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456 

lesquiera  capitanes,  c  mneslres  de  naos  é  narabetas  é  otras 
cualesquier  Fustas,  mis  subditos  é  naturales  de  cualquiera 
estado  ó  condición,  preeminencia  ó  dignidad  que  sean 
ó  ser  puedan ,  é  á  cada  uno  ó  cualquiera  do  vos ,  á  quien 
esta  mi  carta  ó  el  traslado  della  signado  de  escribano  pú- 
blico fuere  mostrada,  salud  é  gracia — Sapadas  que  yo 
por  servicio  de  Dios  nuestro  Sei^or  é  ensalzamiento  de 
nuestra  santa  fe  católica,  y  por  honra,  y  bien  y  acrecen- 
tamiento destos  dichos  mis  reinos  é  señoríos  é  patrimo- 
nio Real  dellos ,  he  acordado  medianle  nuestro  Señor  é 
con  su  ayuda  mandar  Tacer  una  gran  armada  para  la 
guerra  de  África  con  los  moros  della .  enemigos  de  nues- 
tra santa  fe  católica,  de  la  cual  dicha  guerra  movido  con 
su  santo  y  singular  celo  el  reverendísimo  cardenal  De»- 
paña^  arzobispo  de  Toledo,  primado  de  Jas  EspaQas,  chan- 
ciller mayor  é  inquisidor  general  contra  la  herética  prave- 
dad en  estos  dichos  mis  reinos  é  señoríos ,  ha  tomado  é 
tiene  á  cargo.  E  porque  así  para  pasar  la  gente  de  á  pie 
é  de  á  caballo  que  para  la  dicha  guerra  se  ha  de  enviar. 
como  para  los  bastimentos,  é  armas,  é  municiones  é  otras 
cosas  que  para  ello  serán  necesarias  son  menester  ronchas 
naos,  c  carabelas  é  otras  fustas ,  mandé  dar  é  di  esta  di- 
cha mí  carta  para  vosotros  en  la  dicha  razón  ;  por  la  cual 
vos  mando  á  todos  y  á  cada  uno  de  vos  é  cualquier  de 
vos  que  luego  que  por  cualquier  persona  ó  personas,  quo 
del  dicho  reverendísimo  cardenal  tienen  ó  tuvieren  poder, 
fuéredes  requeridos  tes  fletéis  é  hagáis  fielai*  para  lo  suso- 
dicho todas  las  naos,  é  carabelas  y  otras  cualesquier  fustas 
que  tenéis  ó  tuvicredes  en  cualquiera  ó  cualesquiera  de 
tos  dichos  puertos  é  costa  de  mar  destos  dichos  mis  rei- 
nos é  señoríos,  ó  las  que  do  las  dichas  fustas  él  quisiere 
ó  por  bien  tuviere  sin  poner  en  ello  excusa  ni  dilrxion 


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457 

algtma ;  é  «i  agí  facer  é  cumplir  non  (]uÍBÍére<les  ó  en  ello 
excusa  ó  dilación  alguna  pusiéredes ,  mando  á  vos  las  di* 
chns  mis  juslicias  é  á  cada  una  é  cualesquiera  de  vos 
en  vuestros  lugares  é  jurídiciones  que  luego  las  conslrigais 
é  a[vem¡eÍ8  á  ello,  é  si  necesario  es  tes  embarguois  é  se- 
cuestréis las  dichas  naos  y  carabelas  é  otras  cualesquier 
fustas  que  tienen  ó  tuvieren,  como  dicho  es.  ó  las  que  de 
ellas  la  persona  ó  personas  que  poder  del  reverendísimo 
cardenal  tuvieren ,  quisieren  ó  por  bien  tuvieren ;  por 
manera  que  las  dichas  naos,  é  carabelas  é  fustas  ó  las  que 
deltas  la  dicha  persona  ó  personas  quisieren  ó  escogieren 
estén  ciertas  y  prestas  para  la  dicha  armada ,  y  que  en 
ello  DO  haya  falta  alguna:  que  sí  necesario  es  para  ello  ó 
para  cualquier  cosa  ó  parte  dello  vos  doy  poder  cumplí- 
do  con  todas  sus  incidencias  é  dependencias ,  anexidades 
é  conexidades ,  é  en  ello  ni  en  parte  dello  embargó  ni 
contrario  alguno  non  pongáis  ni  consintáis  poner  so  pena 
Ab  la  mí  merced  é  de  10,000  mrs.  para  la  mi  cámara  á 
cada  uno  que  lo  contrario  íiciere.  Dada  en  h)  villa  de  Cá- 
ceres  i  30  días  del  mes  de  diciembre  año  del  nacimiento 
de  nuestro  señor  Jesu  Cristo  de  mil  quinientos  nueve 
años — Yo  el  Rey — Yo  Miguel  Pérez  de  Almazan,  secre- 
tario de  la  Reina  nuestra  Sonora,  lo  fice  escribir  por  man- 
dado del  Rey  nuestro  Señor — Franciscus  Hcencíatas  ('de- 
be ter  Varga»), 

Sigue  otra  igual  y  de  la  misma  feeka  para  baitimentot  de  pan, 
carne  jr  demás,  y  para  lot  hagtges  á  precios  justos  f  equitativos  se- 
gún las  que  eorratt  ea  los  paeilos. 

Kod  di  VargH  Paucc. 


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(Salazar,  autógrafo  de  miuutas,  E.  i,  fol.  i7t ). 

Doña  Juana  por  la  gracia  de  Dios  Reina  de  Casti- 
lla etc. — A  vos  los  concejos  etc.  Sepadea  que  mi  mer- 
ced é  voluntad  es  de  mandar  proiíeguir  poderosamente 
la  guerra  que  está  comenzada  contra  los  moros  de  África, 
enemigos  de  nuestra  santa  fe  católica,  y  que  en  este  año 
en  que  estamos  pase  en  aquellas  partes  una  gruesa  ar- 
mada y  hueste  en  servicio  de  nuestro  Señor  y  nuestro : 
para  lo  cual  es  menester  facer  alguna  gente  de  hombree 
de  armas  y  gineles ,  é  para  la  facer  envió  á  esas  ciuda- 
des .  é  villas  é  lugares  al  comendador  Espinosa ,  codUdo 
de  nuestra  casa :  Por  ende  todos  los  que  quisiesen  lomar 
sueldo  para  ir  á  la  dicha  guerra ,  así  hombres  de  armas 
como  gineles ,  recibiéndolos  el  dicho  comendador  Espi- 
nosa por  ánie  escribano  les  será  pagado  su  sueldo  s^un 
el  dicho  comendador  Espinosa  con  ellos  concertar  é  todo 
el  tiempo  que  sirvieren.  Loa  cuales  que  asi  asentaren 
mando  que  partan  bien  adrezados  á  punto  de  guerra  se- 
gund  é  al  tiempo  é  donde  el  dicho  comendador  tes  dijere 
para  se  juntar  con  el  cardenal  Despaña,  arzobispo  de  To- 
ledo, que  yo  mando  ir  por  capitán  gener.-il  de  la  dicha 
guerra.  El  cual  les  mandará  pagar  el  dicho  sueldo  todo 
el  tiempo  que  sirvieren;  é  mando  fia  fórmula  con  lo$ 
10,000  mrs.  de  mullaj.  Dada  en  Alva  id  dias  del  mes 
enero  del  año  del  nacimiento  de  nuestro  Señor  Jesu  Cris- 
to de  1509  años— Yo  el  ftey— Yo  Migud  Pérez  de  Alma- 
zan  ele. 


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439 
Nb«.   12. 

Las  tres  cartas  siguieates  están  copiadas  por  D.  José  Vargas 
ronce  de  un  códice  en  &■.",  señalado  Ff.  118  de  la  BB.'  PP.',  que 
tiene  por  título  mosen  yáuma  ;  y  en  efecto  son  varios  opúsculos 
suyos  ó  cosas  recogidas  por  él  de  may  buena  letra. 

Carta  del  maestro  Cazalla  al  doctor  de  Villalpando, 

dándole  cuenta  de  la  toma  de  Oran. 

Fol.  266. 

Al  reverendo  é  muy  venerable  señor  el  señor  doctor 

(le  Villalpando,  capellán  mayor  de  Toledo,  provisor  y 

vicario  general  en  todo  el  arzobispado  de  Toledo. 

Reverendo  y  muy  venerable  señor :  Una  carta  de  Vm. 
recibí  hoy  jueves  déla  fecha  desla,  y  á  ella  no  quiero 
responder  sino  en  presencia.  En  esta  muchas  razones  hay 
que  yo  me  ocupe  en  dalles  nuevas  de  tanto  gozo  y  ale- 
gría como  plugo  á  Dios  dar  d  todo  el  pueblo  é  iglesia 
católica:  lo  uno  por  ser  yo  servidor  de  Vm.  é  habérmelo 
así  mandado ;  lo  otro  porque  el  cardenal  nuestro  Señor 
se  acordó  de  Vm.,  y  me  mandó  que  le  escribiese,  para 
que  Vm.  alegrase  toda  esa  santa  iglesia  é  cabillo  de  esos 


Miércoles  á  Í6  de  mayo  el  cardenal ,  nuestro  Señor, 
con  toda  la  armada  y  con  e)  próspero  viento  que  parcs- 
cia  de  Dios  para  esto  solo  enviado,  donde  me  acordé  de 
haber  leido  en  las  obras  de  San  Agustín  en  et  libro  que 
se  nombra  del  Conocimiento  de  la  verdadera  vida  que 
dice  el  viento  por  espíritu  de  Dios,  é  ansí  fué ;  que  como 
este  viento  con  In  voluntad  de  Dios  Tuere  conmovido  ó 
con  las  tempestades  de  las  aguas  acresccntado,  c  por  los 


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440 

misterios  de  los  ángeles  fuese  alterado  é  sosegado,  se 
fizo  á  la  Teta ,  y  el  jueves  de  la  Ascensión  á  la  noche  con 
tarto  peligro  por  el  apretura  é  asurgir  de  las  naos,  toma 
puerto  en  Mazalquevir,  de  lo  cual  los  moros  no  poco  se 
(espantaron  viendo  tal  osadía  é  ati;cTÍmiento ,  y  así  asurgír 
«le  noche ,  é  esto  les  fizo  á  ellos  creer  que  otro  día  no  po- 
(Iríamos  facer  nada.  Dende  el  jueves  á  mediodía  que  nos 
vieron  comenzaron  á  facer  grandes  ahifmadas  é  fuegos 
por  espacien  de  diez  teguas:  luego  se  apercibieron.  Su 
reverendísima  en  aquella  noc^e  dentro  del  puerto  sin 
desembarcar ,  dio  orden  con  estos  señores  condes  é  ca- 
pitanes, de  lo  que  otro  día  con  el  ayuda  de  Dios  se  ha* 
}>¡a  de  facer.  E  luego  el  viernes  antes  que  amanesciese 
la  gente  de  á  pie  se  comenzó  á  desembarcar,  y  serían  ya 
las  diez  det  día,  cuando  ta  gente  de  á  pie  eq  tierra  se 
habían  ordenado  cuatro  muy  fermosos  escuadrones  de 
mas  de  2,000  hombres  cada  una.  La  gente  dea  caballo 
1)0  pudo  desembarcar  ian  presto;  mas  dábase  priesa  y  no 
con  mucho  concierto.  Y  entretanto  et  cardenal,  mi  señor. 
desembarcó  y  entró  en  la  iglesia  de  Mazalquivír,  y  de 
allí  fué  á  la  posf^df^  y  comió  un  poco  bien  de  priesa  coa 
farlo  cuidado  porque  de  la  mar  salía  muy  fatigado  é  muy 
flaco,  aunque  al  que  menos  mal  fizo  ta  mar  fué  á  él.  Y 
luego  después  de  comer,  cabalgó  en  una  muta ,  y  el  pa- 
dre fray  Francisco  Ruiz  en  otra,  é  lodos  los  suyos  espe- 
cialmente oüciales  é  clérigos,  con  ¿t  todos  á  caballo  é 
armados  é  la  cnu  delante,  fuimos  con  él.  E  salido  su 
revendísima  señoría  al  campo,  fizo  dos  cosas  de  gran 
provecho :  la  una  que  dio  su  bendición  ó  la  gente  y  la  es- 
forzó mucho ,  é  mandó  que  moviesen  las  batallas  é  co-  ' 
menzasen  á  andar;  é  la  otra  fué  que  en  la  gente  de  ac«- 
Vallo  puso  cobro  que  andaba  d^smanditd?  o  desord^ada 


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411 

á  causa  del  desembarcar  y  ver  los  moros  tan  cerca,  é 
habla  Tarta  tardanza  unos  en  ir  tras  las  iofanlerías ,  ó  otros 
en  desembarcar  sus  caballos  é  armas.  Esto  fecho  su  re- 
verendísima señoría  mandó  poner  guarda  en  unos  llanos 
de  sierras  que  atravesaban  entre  Mazalquívir  y  la  sierra 
grande  de  Oran  que  iban  á  combatir :  y  esto  proveído  ya 
se  facía  tarde.  ^  su  señoría  reverendísima  así  por  impor-^ 
lunación  <ie  algunos,  como  porque  estaba  cansado  que 
era  tarde  é  había  fecho  mucho  mas  de  lo  que  bastaban 
sus  corporales  fuerzas,  se  toraó  á  Mazalquevir;  é  dende 
allí  tenia  sus  atalayas  de  todo  lo  que  se  facía ,  y  él  eotre^ 
tanto  con  mucho  cuidado  alzadas  sus  manos  orando  á 
nuestro  ^ñor.  peleaba  mas  que  todos,  E  los  moros  ó  b 
misma  hora  que  comenzaron  los  nuestros  á  desembarcar, 
tomaron  la  sierra  dd  paso  y  el  agua,  y  eran  fasta  12,000 
de  á  pie  é  de  á  caballo,  é  cada  hora  se  llegaban  mas,  sin 
el  socorro  que  de  Tremecen  esperaban-  Los  nuestros  sa-i 
caroo  el  artillería  é  no  toda  ni  bien  ordenada  ¿  con  aque-. 
Ha  les  ojeaban  é  otras  escaramuceaban  con  ellos  por  la 
falda  de  la  sierra.  E  ansí  poco  á  poco  los  fueron  retrayen-^ 
do  é  cobraron  tierra  fasta  un  pilar  muy  fermoso  de  agua, 
donde  toda  la  gente  bebió  y  se  esforzó  mucho :  é  dende 
adelante  entre  unos  higuerales  é  torres  al  pie  de  lo  mas 
agro  de  la  sierra  asilaron  el  artillería ,  é  de  allí  con  ella 
ricieroD  gran  daño  en  los  moros  é  les  puflieron  gran  míe* 
do ;  y  junto  con  esto  el  esfuerzo  de  ciertos  caballeros  que 
allí  se  señalaron  de  los  nuestros  que  mataron  algunos  se-! 
ñalados  moros.  Pinalmeato  con  el  ayuda  de  Dios  é  de 
Santiago,  peleando  é  matando  é  algunos  muriendo,  tes 
tomaron  la  sierra.  Aquella  tomada  lodos  los  moros  se  pui 
sieron  en  fuida  entonces  descubriendo  la  sierra  sobre 
Oran:  los  nuestros  les  siguieron  sin  orden  y  sin  capila- 


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iA1 

nes,  sino  caja  uno  como  mas  podía  ^correr.  E  asi  la  gente 
extondida  pareació  mucho  mas  de  lo  que  era,  ó  como 
llevasen  á  Dios  é  á  Santin^o  por  capilan,  con  lanta  prie* 
sn  les  siguieron ,  que  no  les  dejaron  entrar  en  la  ciudad. 
E  súbito  fueron  puestas  6  Banderas  al  alcazaba,  é  dende 
á  media  hora  estaban  todas  las  banderas  al  rededor  de  los 
muros  é  lomadas  todas  las  puertas.  Pelearon  algo  dentro, 
especialmente  en  las  mezquitas  é  algunas  casas  fuertes, 
donde  hubo  mas  resistencia.  Algunos  sin  orden  no  conten* 
los  con  la  ciudad,  siguieron  por  las  huertas  en  el  alcance 
de  los  que  iban  fuyendo  con  sus  mujeres  é  faciendas;  é 
retornaron  los  moros  sobre  ellos  á  causa  de  la  desilrden,  é 
ficieron  algún  daño ,  mas  muy  poco.  Ya  ocupada  parte  de 
la  ciudad ,  las  galeas  llegaron  por  la  marina ,  -j  la  ciudad 
les  tiraban  grandes  tiros  y  ellas  á  ella ;  é  finalmente ,  de 
un  buen  tiro  derrocaron  la  mejor  pieza  con  que  los  moros 
tiraban:  é  salió  mucha  gente  de  las  galeas  por  la  ma- 
riña ,  é  ansí  toda  la  cibdad  se  entró ,  é  antes  que  anoche- 
ciese toda  estaba  por  los  nuestros.  Murieron  moros  y  mo- 
ras mas  de  4,000,  y  nun  dicen  que  5,000;  los  cautivos 
no  tienen  número ;  y  ai  los  de  a  caballo  hubieran  todos 
desembarcado,  y  siguieran  el  alcance  ordenadamente, 
todos  los  alárabes  fueran  perdidos,  é  tomáronse  despojos 
de  infinito  precio.  Pero  todavía  lo  robado  que  ha  pa- 
rescido  y  tienen  tos  soldados  escondido,  vate  mas  de 
500,000  ds. ,  y  hay  hombre  que  le  copo  mas  de  4,000 
ducados :  é  tos  hombres  petados  juegan  doblas  como  blan* 
cas.  De  los  nuestros  moririan  come  15  ó  veinte  perso- 
nas ;  y  en  las  calles  de  la  cibdad ,  que  es  mayor  que  Gua- 
dalaxara  dos  veces ,  no  habia  quien  anduviese  por  ellas 
de  muertos  y  de  picas  quebradas.  La  marina ,  tas  huer- 
tas, las  casas,  todo  lleno  de  muertos,  tanto  que  es  cosa 


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445 

increíble  á  quien  no  lo  vió,  y  al  que  lo  vio  es  inefable. 
Hubo  grandes  misterios  y  milagros  en  este  sonto  viaje. 
Lo  uno  que,  asi  para  la  ida  como  para  la  venida,  paresció 
notoriamente  que  el  cardenal  nuestro  señor  tenia  el  vien- 
to  en  la  manga,  y  asi  lo  decían  públicamonle  los  marine* 
ros.  Lo  otro ,  que  la  primera  cosa  que  yo  vi  en  la  tierra 
de  África ,  fué  una  cruz ,  y  dije  luego  á  los  que  estaban 
conmigo,  en  esta  señal  venceremos;  como  yo  habia  pre» 
tlicado  el  dia  de  la  cruz  ánles  que  partiésemos,  y  habían 
dicho  que  íbamos  á  buscar  la  cruz  á  AfVíca.  ítem  at  tiem- 
po de  ir  á  combatir  la  sierra ,  estando  en  lo  alto  della  mas. 
de  15,000  moros ,  apáresela  sobre  ellos  una  niebla  negra 
que  los  cuIh-íó  ,  y  á  los  nuestros  dejó  con  |uz  y  con  una 
bondad  de  tiempo  fresco.  ítem  que  al  tiempo  de  comen* 
zar  de  salir  salió  un  Gero  puerco  que  ovo  quien  dijo  á  é), 
n  ét.  que  Hahoma  es,  é  luego  le  mataron.  E  vimos  mult¡< 
tud'de  buitrea  sobre  los  moros,  é  al  tiempo  que  la  ciudad 
se  entraba .  apareció  sobre  ella  dos  arcos,  los  cuales  como 
los  mostrase  D.  Carlos  ol  licenciado  Frías,  dijo,  y  no  sé 
con  que  espíritu  t  Oran  es  tomado ;  y  así  lo  era  aquella 
misma  hora.  E  dejando  grandes-  particulares  maravillas 
que  allí  mostró  Dios  aquel  dia,  note  Vm.  dos.  La  una  es, 
que  seyendo  la  ciudad  tan  fuerte  como  Toledo  ó  Segovía, 
no  lo  puedo  mas  encarecer ;  porque  el  conde  Pedro  Na- 
varro confiesa  que  nunca  tío  otra  mas  fuerte ;  las  escalas 
para  la  toniar  y  entrar,  fueron  las  picas ;  y  cuando  uno  no 
baatoba ,  los  otros  compañeros  á  mano  lo  alzaban ,  é  para 
pasar  de  un  tejado  á  otro ,  de  una  torre  á  otra  ó  al  muro, 
atravesaban  las  picas  por  escaleras.  E  hay  hombres  que 
preguntados  quien  les  llevó  tanta  tierra  tan  presto,  é 
quien  los  eubió  por  los  muros  que  agora  veen ,  están-ató- 
nitos  y  dicen  que  no  saben  sino  que  un  temor  muy  tcrrí- 


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444 

Me  cayó  sobre  los  eaemlgos  de  la  cruz,  y  tanto  espíritu 
descendió  del  Señor  en  sus  cristianos,  que  no  solo  aquella 
cibdad ,  mas  todo  el  mundo  no  bastaba  para  lo  resistir 
aquella  hora.  Lo  otro  ha  de  notar  Vm.  es,  y  esto  se  pre- 
dique y  tenga  por  evangelio,  que  es  notorio  que  Dios  alar* 
gó  aquel  dia,  así  como  en  el  tiempo  de  Josué,  tanto  que 
los  moros  mismos  lo  confiesan  que  lo  vieron  cbramen- 
te.  E  á  esta  causa  algunos  pidieron  baptismo.  ítem  sepa 
Vm.  que  el  primero  que  entró  en  la  ciudad  y  la  prime- 
ra bandera ,  fué  la  del  cardenal  nuestro  Señor  ;é  mas 
sepa  Vm.  que  cuando  allá  decia  al  cardenal  nuestro 
Señor  de  Oran  y  sus  fuerzas ,  era  burla ;  porque  si  su  re- 
verendísima señoría  supiera  lo  que  es ,  como  agora  que 
lo  ha  visto  y  follado ,  acá  no  viniera  ni  emprendiera  tan 
gran  cosa  que  parece  imposible  á  todos  los  Pnncipes  cris- 
tianos podella  expugnar  si  dentro  hubiese  3,000  personas 
de  pelea  é  hombres  de  bu«i  recabdo.  Tenían  ios  moros 
dentro  mas  de  60  piezas  de  artillería  y  dos  artilleros  cris- 
tianos que  tenían  para  quemar .  porque  no  habían  fecho 
bien  unas  piezas.  Soltáronse  cativos  cristianos  fasta  500. 
Alcrebite  y  munición  de  artillería  que  tenian,  dicen  que 
vale  mas, de  3,000  ducados.  Hay  en  la  ciudad  muy  bue- 
nas casas  y  paresce  á  Toledo:  hay  puerto  y  playa;  hay 
6  paradas  de  molizas  en  un  arroyo  que- corre  alrededor 
de  la  ciudad.  Es  nn  paraiso  de  iiuertas  y  tiene  campiña  y 
sierra  |a  mejor  que  tiene  ciudad  de  España.  ¥  sepa  Vm. 
que  según  el  celo  del  cardenal  nuestro  Señor  y  tos  mila- 
gros manifiestos  que  Dios  aquí  ha  querido  mostrar,  es  cla- 
ro que  presto  quiere  que  toda  África  sea  nuestra :  y  esta 
es  la  causa  que  tan  presto  fizo  volver  al  cardenal  nuestro 
Señor  á  dar  orden  con  S.  A.  y  con  los  Grandes,  encomen- 
dándoles para  que  vayan  á  cosa  tan  aparejada.  Ya  tenia- 


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44a 

mos  lengua  de  Tremecen  que  tiemblan,  porque  el  miedo 
de  los  moros  es  tanto  que  fasta  Fez  van  ya  fnyendo.  Es- 
pero en  Dios  que  antes  de  20  días  oiremos  nuevas  de  One 
y  de  otras  Tuerzas  que  serán  tomadas.  Y  porque  presto  es- 
pero ver  á  ViDi  aquí,  no  digo  mas ;  y  esto  poco  que  he  di- 
cho, es  para  que  Vm.  y  esos  señores  den  loores  á  Dios, 
que  tal  obra  y  tan  súpito  quiso  ohrar.  Y  lo  dicho  en  com* 
paraeion  de  lo  que  se  habia  de  decir,  téngalo  por  casi  na' 
íla ;  ca  mejor  pudiera  yo  en  este  caso  decir  lo  que  dijo  Sa* 
lustio  de  Gartago ,  que  mejor  es  callar  que  decir  pocas  co' 
sas.  Bendito  sea  el  Señor  Dios  nuestro,  que  enseñó  las 
manos  de  nuestro  prelado  para  la  guerra,  y  sus  dedos  á  la 
batalla;  porque  el  mismo  Dios  Jesucristo,  pastor  de  todos 
y  redemptor.  peleó  desde  el  cielo  por  su  iglesia.  Vueslrit 
dignidad  quede  con  el  mismo  Jesucristo,  al  cual  sea  ala- 
banza, honra,  gloria ,  imperio  ,  por  todos  los  siglos  de  los 
siglos,  amen.  Perdone  Vm.  la  priesa  dt»  la  carta,  á  cuya 
causa  no  va  tan  ordenada  como  fuera  razón.  ítem  sepa 
Vm.  que  el  teniente  de  alcaide  que  estaba  dentro  de  la 
fortaleza  por  mandado  de  su  amo,  cerró  los  puertas  con 
las  llaves;  ó  cuando  quiso  abrir  á  su  amo,  que  venia  fu- 
yendo,  nunca  tas  pudo  fallar.  De  Cartagena  jueves  24  de 
mayo  de  1509  años.  Servidor  y  capellán  de  vuesa  merced. 
el  maestro  de  Cazalla. 


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Ncm.  13. 

Carta  que  Fernán  Pérez  del  Pulgar  escribió  á  Pedro  Na- 
varro desde  el  Salar ,  ánles  de  que  se  embarcase  para 
Oran,  elogiándole  y  dándole  consejos. 

Fol.  252. 

Cuando  el  ronde  Tf.  Pedro  Navarro  pasó  á  ATrica  con 
el  cardenal  de  España ,  Fernando  del  Pulgar  le  envió  esla 
caria. 

Muy  magníflco  Señor :  A  Roma  iban  muchos  mas  por 
ver  á  Tito  Livto  que  por  mirar  la  ciudad :  é  así  lodos  de* 
biamos  de  facer,  irsolo  á  ver  á  vuestra  señoría.  E  con 
efecto  yo  así  ficieru  en  esta  santa  é  buena  jornada ,  si  con 
mi  -soledad  y  edad  se  acabara.  Porque  según  el  afición 
tengo  al  servicio  de  vuestra  señoría,  mejor  parescíera  Ule 
ó  servir  que  no  screbir.  Acá ,  Señor ,  se  reza  de  la  guerra 
que  el  Rey  nuestro  Señor  manda  facer  á  los  moros  de 
África:  y  claro  pareace  que  Dios  lé  hace  caudillo  della, 
pues  le  concluyó  la  paz  que  debe  tener  con  los  Reyes 
cristianos ,  sus  parientes  y  vecinos ,  y  le  acarreó  gucrru 
justa  á  que  es  obligado,  en  que  se  gana  honra  en  esta  vi- 
da y  gloria  en  la  otra:  á  la  cual  solo  el  emprender  falla 
que  ella  se  seguirá  con  buen  principio.  Hoy  que  mayor 
bien  pueden  sus  subditos  tener  que  guerra  buena  en  que 
entiendan  y  se  ejerciten,  y  ejercicio  muy  necesario  para 
atfljar  las  guerras  que  nascen  en  los  reinos  y  crian  los 
pueblos,  cuanto  mas  estando  tonta  parle  de  la  jornada 
andada,  conviene  á  saber,  tener  á  España:  porque  los 
Reyes  que  señorearon  primero,  la  procuraron  de  la  ga- 
nar. Que  si  Anibal  fizo  guerra  á  los  romanos ,  primero 


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447 

snfioreó  á  Eípoña ;  si  Cipion  pnsó  á  África  y  rcrcú  á  Car-" 
lago  primero  teniendo  á  España ;  si  Pompeyo  determinó 
de  ser  dictador  de  Roma ,  antes  se  apoderó  de  España, 
conosciendo  la  gente  que  en  ella  mora ,  son  tales  c  de 
tantas  fuerzas  y  esfuerzo ,  que  otra  ninguna  nacioo  les 
semeja  eu  esto,  y  nunca  tales  como  hoy.  Porquo  enton- 
ces solos  los  oficiales  de  la  guerra  la  usaban  ;  agora  todo 
género  de  gentes  las  sabe ,  y  muy  obedientes  á  su  Rey. 
ililigeBles  á  los  mandamientos  de  su  capitán,  trabajado- 
res y  valientes  varones  en  ella,  según  paresce  en  las  prós- 
peras guerras  de  Granada  y  Ñapóles.  ¿Qué  falta  sino  po-> 
nella  eo  obra,  que  Dios  es  el  que  guía  todas  las  cosas  ,  en 
especial  las  suyas  propias  como  esta?  que  el  tiempo,  mi- 
nistro y  maestro  dellas,  muestra  como  se  deben  seguir. 
Cipion  un  hombre  fué  y  sin  corona,  y  cuanto  menos  quí' 
sierdes  de  estado,  y  con  asaz  quiebra  emprendió  de 
conquistar  lo  que  ganó,  que  fué  mas  de  lo  que  pensó, 
que  con  solo  echar  á  Anibal  de  Italia  y  aun  con  harto 
menos  se  contentara ;  y  en  breve  tiempo  señoreó  á  Car- 
tago ,  no  teniendo  los  aparejos  que  dicen  tener  el  carde- 
nal para  esta  honrada  y  próspera  .pasada  que  face ;  é  la 
ocupación  é  diligencia  qae  pone  todas  horas  é  todo  tiem- 
po en  ella.  £  como  sé  es  su  servidor  é  amigo  que  le 
ayuda  en  esta  conquista,  no  sin  causa  quiso  Dios  fuese 
nacido  este  arzobispo,  á  fin  que  su  virtud  se  mostrase  á 
los  hombres  en  todas  las  cosas,  así  espirituales  como 
temporales,  que  juzgadas  sin  odio,  ira  ni  afición ,  las  tor- 
nemos mas  por  divinas  que  humanas.  E  porque  si  de  la 
bondad  de  su  señoría  fablamos ,  antes  follaría  tiempo  que 
della  decir;  y  aunque  por  ventura  aquella  contar  faria- 
mos  menos  de  lo  que  es,  no  me  detengo;  y  paso  á  supli- 
car á  vuestra  señoría  al  tiempo  que  se  ficiere  nómina  de 


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la  gente  que  en  buena  hora  han  de  pasar  en  África,  no 
flo  olvide  de  mandar  buscar  y  poner  en  ella  los  mas  adali- 
des y  hombres  del  campo  que  se  pudieren  haber,  en  es- 
pecial aquellas  que  siguieron  la  guerra  pasada  deste  rei- 
no de  Granada :  porque  estos  como  quier  que  los  moros 
son  astutos  en  la  guerra  y  diligentes  en  ella  los  que  han 
sido  en  los  guerrear  los  conoscen  bien  y  saben  armalles, 
conoscen  á  que  tiempo  y  en  que  tugar  sd  ha  de  poner  la 
guarda ,  do  conviene  la  escucha ,  adonde  es  necesario  el 
atalaya,  á  que  parte  et  excusana,  por  do  so  fará  el  atajo 
mas  seguro  y  que  mas  descubra,  conosce  et  espía,  sa- 
brála  ser,  tiene  conocimiento  de  los  polvos  si  son  gente 
de  á  piot  y  cual  de  á  caballo  A  de  ganado,  y  cual  es 
torbellino,  y  cual  humo  de  carboneros  y  cual  ahumada, 
y  la  diferencia  que  hay  de  almenara  á  la  candela  de  los 
ganaderos:  tiene  conocimiento  de  los  padrones  en  la 
tierra,  y  á  que  parte  tos  toma  y  á  que  mano  tos  deja: 
sabe  poner  la  celada  y  do  irán  los  corredores  y  ceballos 
si  les  es  menester :  tiene  conocimiento  del  rebato  fechizo 
y  cual  es  el  veriladero:  dan  avisos:  su  pensar  continuo 
es  ardides  y  engaños  y  guardarse  de  aquellos:  saben  to- 
mar rostro  y  conocer  de  que  gente  y  á  cual  seguir:  sen- 
tarán pasos  é  vados,  é  dañallos  á  adoballos  según  fuere 
menester:  y  guian  la  hueste,  buscan  pastos  y  aguas  pnrn 
ella,  y  montañas  ó  llanos  para  aposentaltas :  conoscen  la 
disposición  para  asentar  mas  seguro  et  real,  tentarán  et  de 
los  enemigos,  irán  á  buscar  y  traer  lengua  dellos  que  es 
muy  necesaria :  tienen  continuo  cuidado  de  mirar  el  cam- 
po, de  noctie  los  oidos  descolvados,  de  dia  los  ojos  no 
cerrados,  porque  así  es  debajo  de  la  pestaña  del  atala- 
ya, está  la  guarda  del  pueblo,  gente  y  hueste.  Enxem- 
plo  en  Alcalá  la  Real  después  de  atajado  y  dado  seguro 


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449 

Ib  gente  de  la  ciudad  salió  ó  sus  faciendas  al  campo; 
Diego  de  Linares,  guarda  escusaña,  natural  de  alli,  como 
se  mostró  viese  eotrar  caballeros,  y  él  sin  ser  sentido 
delfosi  en  una  mola  espesa  se  metiese,  y  de  la  pérdida 
de  lu  pueblo  se  doliese,  de  improviso  alli  Gzo  ahumada  y 
respondida  por  la  torre  del  arcediano  que  alli  está,  salín 
el  conde  de  Cabra ,  que  era  venido  por  guarda  para  co- 
ger los  frutos  del  campo ,  faciendo  rostro  á  los  enemigos, 
cojo  los  amigos  con  sus  ganados  á  la  cindad  sin  cosa  per- 
der, y  los  moros  en  tala  de  panes  y  heredades,  quebra- 
ron la  saña  de  la  guarda.  Los  cuales  como  lo  quisiesen 
malar,  tn>  lo  matéis,  dijo  el  Rey.  Por  el  cual  pregun- 
tado  porque  había  fecho  tan  loco  atrevimiento ,  pues 
salvar  no  se  podía  de  ser  cativo  ó  muerto ,  respondió: 
yo  por  bueno  la  tengo ,  y  mas  bien  quiero  pndescer,  dijo. 
Señor,  que  no  digan  a  mis  fijos  los  de  mis  vecinos,  lu 
flaqueza  de  tu  padre  hizo  viuda  á  mi  madre.  Oído  por 
el  Rey  loóle  su  respuesta  y  mandó  fuese  bien  tratado  y 
llevado  para  enxemplo  de  los  guardas  de  su  reino ,  don- 
de estando  pocos  días  á  ruegos  y  dineros  del  conde  le 
dio  el  Rey  de  Granada  libertad.  E  no  menos  bien  vino 
¿  Archídona  de  los  hombres  del  campo ;  que  como  el 
maestre  D.  Pedro  Girón  la  tuviese  cercada  y  necesidad 
tuviese  de  saber  donde  y  en  que  estaban  los  moros  do 
Loxa,  Ronda  y  Málaga  y  aquella  tierra.  Pedro  de  Go- 
doy ,  caballero  de  su  cosa .  tomó  un  adalid  con  otros  é 
fué  á  entrar  do  trujeron  lengua  con  el  Rey  de  Granada, 
Guadíx ;  Raza  recogía  gente  en  Toxara  para  socorrer  la 
villa.  Sabido  por  el  maestre,  en  breve  juntó  mas  las  es- 
tancias á  la  muralla ,  y  díó  el  combate  que  fué  causa  la 
ganó  antes  que  el  socorro  llegase ;  pues  de  la  puerta  den- 
tro en  lugar  de  frontera  toda  su  plática  es  guardatla ,  y  lo 
Tomo  XXV.  29 


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450 

que  conviene  al  oficio  Je  guerra,  y  á  que  hora  se  cerrarán 
las  puertas ,  y  cuanto  antes  la  de  la  fortaleza ;  y  las  velas 
y  rondas  a  quo  hora  irán ,  y  no  á  estanza  sabida  porque 
la  sqerle  se  le  ha  de  dar  echada  después  de  las  puertas 
cerradas,  y  en  ella  estar  para  la  entregar  al  atalaya  ó  ata* 
layas  que  han  de  esperar  a  las  velas  que  venían  al  sol 
puesto ,  y  cuando  se  abrieren  de  noche  quien  y  á  quien 
y  con  que  recaudo  y  porque  necesidad ;  y  no  recibir  con 
mala  cara  al  requeridor ,  aunque  vengan  á  horas  entesas, 
porque  viene  á  decir  el  recaudo  que  en  la  cerca  hay,  la 
lonja  del  trato  de  la  gente  en  las  torres  y  barreras ,  adar- 
ves y  puertas  con  su9  lanzas ,  espingardas  y  baUeslas  ti- 
rando á  terreros,  el  apuntamiento  de  los  artilleros  de  no* 
che  con  sos  tiros,  y  de  dia  miralles  por  guardailaa  de  \m 
daños,  requiriendo  á  menudo  las  casas  deja  artillería  de 
día ,  y  aquellas  casas  apartados  unas  de  otras  y  visitarlas 
de  los  bastimentos:  y  las  noches  fortunosas  de  obscuri- 
dad ,  á  que  parle  se  porbán  las  escuchas ,  y  en  que  lugar 
losfarones,  do  acudirá  el  sobresaliente  cuando  el  ataja- 
dor saliere  de  pesquisa  á  recibilto,  y  cuando  á  pacer  el 
ganado,  quien  á  guardallo .  y  que  guarda  irá  á  cobrallo. 
A  los  rebatos ,  antes ,  decia  Luis  de  Pernia ,  ir  á  buscar 
cien  veces  al  enemigo  á  su  casa,  que  no  una  cuando 
viene  desviarme  de  la  mía.  E  por  do  se  espera  correr  los 
contrarios ,  armallo»  líro»  á  lugares  y  pasos.  Que  como 
el  año  primero  de  la  toma  de  Alhama  á  iiquclla  corriesen 
Mahomal  Alatar  y  Jcbiz  con  la  gente  de  Loxa  y  V^lez. 
Antonio  de  Fonseca  y  Fernando  de  Vega  ,  que  la  guarda 
del  campo  con  caballos  é  peones  aquel  dia  tenian ;  y 
como  acostumbraban  los  moros  correr  tan  ligero  que  con 
poco  llegaban  al  barranco  quo  es  alli  cerca  de  la  puerta; 
estos  caballeros  conosciendo  las  cosos  del  campo  licicr«n 


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cárcavas  eu  veredas  seguidas,  y  como  soltasen  á  su  coa- 
lumbre  correr  los  moros ,  cayó  un  caballo  que  por  salvarlo 
recibieron  allí  daño  Iod  suyos,  é  dende  adelante  tan  sueltos 
ni  juntos  se  llegaban  á  la  ciudad ,  el  caballo  del  cual  los 
peones  á  pedazos  á  lu  ciudad  para  comer  tritjeron.  E  co- 
mo les  cosas  de  guerra  por  escrito,  son  como  los  dere- 
chos que  hay  mas  casos  que  vienen  que  no  leyes  usadas; 
porque  son  tantos  y  tantas ,  ccmo  vuestra  señoría  sabe, 
mejor  las  facen  hombres  de  frontera,  seyendo  su  »so 
que  no  aquel  que  las  ha  de  aprender ;  que  estas  no  oyen- 
do, mas  viendo  y  faciendo  se  saben  bien.  Es  verdad  que 
de  Contar  estas  cosas  mas  ligeras  que  de  facer  son;  pero 
los  que  tenéis  cargo  de  gente,  á  todo  habéis  de  hacer  ros* 
tro  en  oilto,  que  puede  ser  y  muchas  veces  se  ve  el  siin> 
pie  decir  una  cosa  y  buenas  cosas,  que  de  los  que  han 
visto  aprovecha  el  consejo,  porque  en  la  guerra  hay 
grandes  cosas  y  muy  varías  á  muchos  casos  peligrosos 
obligadas :  disposición  del  lugar ,  fortuna  del  tiempo ,  la 
hora  del  sol  contrario,  muorte  de  un  hombre,  flaqueza 
de  otro  caso  semejante  le  atraviesa ,  que  es  causa  ser 
vencidos  los  muchos  que  esperan  ser  vencedores.  En 
prueba  de  mi  suplicación ,  presento  el  consejo  que  dÍ6  el 
viejo  Poncio  Sercnio  en  lo  de  las  loteas  candínas  y  el  de 
Períoclcs  cuando  dijo  que  destrucción  cobraba  venganza 
cuando  dormía  el  enemigo.  Y  no  menos  decía  otro  veci- 
no Aliutarel  viejo,  quíen  sabe  la  guerra  enriquece  y  %ive 
en  ella.  E  aun  costumbre  era  en  Roma  cuando  un  cón- 
sul iba  á  facer  guerra ,  que  le  daban  hombres  sabído- 
res  de  ella  para  la  platicar  y  gUiar  bien.  Creo  que  su  se- 
ñoría reverendísima  lo  terna  proveído,  pues  es  para 
mostrar  y  proveer  á  todos ,  y  no  lodos  proveer  á  él ,  se- 
yendo la  ocupación  de  su  ilustre  persona  toda  hora  co 


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452 

lo  m.ts  necesario  que  en  guerrear  los  enemigos  de  la  Té  é 
aquellos  dalles  ley :  é  que  no  se  lo  habrá  olvidado  con  el 
deseo  de  la  guerra  lo  primero  que  fizo  Melello  en  la  guer- 
ra de  Jugurta,  cuando  le  fué  entregada  la  hueste  p(W  Es- 
purio Albino  que  estaba,  dice  Valerio,  mancillada  de  vida 
floja  y  delicada,  demandó  lo  superfluo  echar  de  su  ejcr- 
cito ;  porque  la  soltura  de  la  gente  es  tanto  hoy,  que  con- 
viene rogar  y  al  muso  dar.  ¡  O  cuantos  en  cuanta  manera 
loan  la  guerra  por  el  bien  que  della  sucede,  que  sin  ella 
no  hay  perpetua  paz !  Pues  oyamos  á  Valerio  Náximo  lo 
que  decía  á  Pió  Claudio  que  por  muy  ocupado  en  ella  va- 
lia y  era  mas  provechoso  al  pueblo  de  Itoma  que  por  su 
ociosidad :  no  porque  él  no  fuese  gozoso  en  el  estado  de  la 
paz,  mas  considerando  que  los  muy  poderosos  reinos  eran 
movidos  ü  virtud  por  ejercicio  y  par  folgar  caídos  en  pere- 
za, y  que  la  negociación  de  la  guerra  que  es  de  terrible 
nombre,  ha  mantenido  en  estado  buenas  las  costumbres  de 
la  cibdad,  y  el  reposo  que  ha  dulce  y  suave  voz  la  finchó 
de  muchos  y  diversos  vicios.  E  Vegecio  que  dice  que  el 
duque  de  la  hueste  debe  mas  desear  tiempo  de  batalla 
que  no  de  paz,  por  la  necesidad  del  ejercicio .  ca  es  con- 
versación  de  virtud ,  así  como  el  folgar  es  causa  de  flojc* 
dad  y  de  vicios.  E  árbol  de  batallas  cuando  dice  es  necesa- 
rio guerra  trayendo  enxemplo  do  se  comenzó  la  primera, 
é  qué  loores  le  da !  y  que  tales  y  cuantas  autoridades  trae, 
é  las  gracias  que  deben  las  gentes  dar  á  los  procurado- 
res dellas.  En  especial  agora  que  se  esperaba  en  Espaüa, 
sijesta  guerra  no  se  atravesaba ,  lo  que  acaesció  después 
que  CipioQ  sojuzgó  á  Cartago ,  quo  las  guerras  ovieroii  so- 
breseimiento,  do  se  descubrió   cantidad  de  robadores 
cuando  el  sueldo  les  fullesció;  porque  muchos  no  sabien- 
do fallar  mornda,  otros  por  no  venir  á  menos  de  sus  cs- 


3vGooglc 


455 

taüoa ,  oíros  por  babérsetee  convertido  en  hábito  el  gucr* 
L'ear  é  mal  facer ;  así  por  esta  guerro  de  que  se  trata, 
todos  loH  males  é  ladrocinios  c  saltear  de  camino,  que  á 
la  puerta  están ,  cesarán  con  ta  pasado  de  África  que  por 
solo  mercaduría  se  debe  tratar  y  por  buen  caudal.  E 
lambien  porque  el  Rey  que  face  guerra  en  la  casa  ogéna 
tiene  sosiego  y  paz  en  la  suya :  y  España  mas  que  otra 
gente  la  quiere ,  de  la  cual  se  sigue  que  como  en  la  guer- 
ra son  bolliciosos,  asi  en  la  paz  jamás  cesan  de  ser  es- 
candalosos. Su  salud  es  pues  dalles  con  que  su  ocio  no 
vaya  á  vicio :  guerra  y  de  infiel  que  eo  le  guerrear  se 
gana  el  amor  de  Dios  y  voluntad  del  pueblo ,  y  á  gente 
de  África  que  desque  veeís  caza  no  paran  rostro.  Hióm- 
brome.  Señor,  cuando  esta  pasada  digo,  haber  Icido  aque- 
lla pregunta  que  Gípion  Szo  á  los  marineros  al  desembar- 
car en  África ,  como  se  llamaba  una  piedra  que  parescia 
muy  alta :  su  nombre  es ,  Señor ,  buen  acogimiento.  Allí, 
dijo  él ,  me  place  ser  acogido.  El  temor  gronde  que  fné 
en  aquella  tierra ,  dígalo  Tito  Lívto ;  y  diga  este  claro 
cardenal ,  sí  Cipion  allí  dijo  me  place  ser  acogido ,  yo  á 
puerto  grande  ser  desembarcado;  y  no  sin  causa  quiso 
Dios  se  ganase,  que  dicen  sea  el  mejor  de  la  mar.  Y  vol- 
viendo á  mi  suplicación,  si  se  buscan,  fallanse-han  de  á 
pie  y  de  á  caballo,  aunque  rotos,  buenos  almogávares  para 
roza-montes ;  y  de  gana  irán,  pues  van  á  guerra ,  que  hay 
mas  tardanza  que  peligro.  De  Salar  á  6  de  abril  de  1509 
años — De  vuestra  señoría  servidor  ^Fernán  Pérez  de 
Pulgar. 


3vGooglc 


NúM.  14. 

Carla  del  cardenal  CÍsnero$  al  doctor  YUlalj>a)UÍo, 
en  Cartagena  de  regreso  de  Oran. 


Carla  del  señor  cardenal  Despaña ,  arzobispo  ilc  Tole- 
do, al  venerable  nuestro  especial  amigo  el  doctor  VitIaU 
pando,  capettao  mayor  de  nuestra  santa  iglesia  de  Toledo, 
nuestro  visitador  é  vicario  general. 

Venerable  doetor.  eapeeial  amigo :  Aquí  ua  hay  mas 
que  decir  sino  qfie  demos  todos  muchas  gracias  á  nues- 
tro Señor  por  la  mucha  victoria  que  plugo  á  su  clfioaeD' 
cia  de  nos  dar  en  esto  de  Oran ;  que  cierto  ha  sido  mai 
por  misterio,  que  por  fuerza  de  armas  segund  ta  gran 
fuerza  de  la  cibdad ,  ques  la  raa^  fuerce,  é  mas  fermosa  ó 
viciosa  d«l  mundo.  Yo  viqe  á  proveer  desta  oosla  para 
que  los  lleven  provisiones ,  é  porque  vengo  algo  mareado 
V  cansado  d^l  camino,  mandé  al  maestro  Cazalla  que  vos 
escriba  particularmente  de  todo :  é  también  io  escribe  el 
secretario  á  nuestro  cabillo  con  nuestra  earta ;  aquello 
nos  remitimos.  Aquí  vos  enviam>w  una  citrla  para  la  ma- 
dre Harta .  encomendádnosla  mU;cho ,  é  visitad  de  núes» 
tra  parle  á  todos  eaos,  monasterios ,  dándoles  gracias  por 
los  sacriftcios  y  oraciones  qi^  han  fecho  por  este  soatane* 
gocio  que  creentos  que  ha  mucho  aprovechado ;  é  que 
les  roganxos  que  lo  continúen  dando  gracias  i  nuestro 
Señor  por  lo  fecho ,  é  suplicándole  qu9  lo  quiera  conser- 
var é  aumentar  como  sea  su  servicio.  De  Cartagena  á  25 
de  mayo  de  1509  años. — F.  Cardinal  is—ffieróninw  Ulan, 
líecrctario. 


3vGooglc 


455 

Nt^M.  15. 
Carla  de  Pedro  Navarro  al  Rey  Católku. 

Oran  16  de  oaubté  de  1509. 
(OriglMi) 

(Salaur^YH). 

Suplicft  &  S.  A.  perdone  á  aa  patrón  vizcaino,  qae  le  había 
servido  en  la  conquista  de  Oran,  de  na  afio  de  destierro  y  de  una 
malta  en  remiuieraeioD  de  sol  ser?  icios. 

Muy  alio  é  muy  (Hxleroso  Príncipe ,  Rey  é  Señor : 
Juan  Ortix  de  Asamoga .  vecino  de  la  villa  de  Benneo,  es 
venido  en  esta  villa  de  V.  R.  A.  con  una  fusta  armada 
desde  et  principio  desla  jornada  y  antes  en  todo  lo  que 
se  orreció  en«sla  tierra,  y  ha  servido  á  V.  A^  muy  bien 
con  su  persona ;  y  porque  al  presente  le  conviene  ir  en 
España,  me  pidió  licencia  y  me  djjo  que  por  cierto  delito 
que  en  su  tierra  cometió ,  fue  condenado  á  destierro  por 
dos  aflos ;  y  demás  desto  eo  cierta  pena  de  dinero ,  de  lo 
cual  es  eumpKdo  el  un  año  de  destierro ;  y  por  el  otro  su- 
plico yo  á  V.  A.  R.  y  beso  sus  Reales  pies  le  mande  per- 
donar ,  asi  del  tiempo  que  queda  por  cumplir  del  des- 
tierro', como  de  la  pena  de  dineros,  en  remuneración  de  lo 
que  á  V.  R.  A.  le  ha  servido.  Guarde  nuestro  Señor  su 
Real  persona  y  muy  poderoso  estado  prospere.  De  esta 
su  ciudad  de  Oran  16  de  octubre  de  1509  años— De 
V.  R.  A.  muy  fiel  vasallo  y  servidor  que  sus  Reales  pies 
besa— Pedro ,  Navarro . 


3vGooglc 


4S6 

NúM.  16. 

Carla  de  Pedro  Navarro  al  secretario  Miguel  Pérez  de 

Almazan  y  otra  al  Rey  Cfitáfico,  noticiándoles  la  toma 

de  Bugia. 

iasla  6  de  eaeto  de  15ia 

(Orli^ulM) 

(Salaiar,  T  5»). 

Magnífico  Señor:  Desde  Ibiza  é  la  Formentera  escribí 
á  Vm.  largo,  donde  nos  tuvo  sitiados  muy  cruel  tiempo 
y  áspero  por  mas  de  30  días  que  de  .una  nao  á  otra  no 
podíamos  servirnos,  en  tanto  que  aunque  era  por  Navi- 
dad nos  parecía  muy  demasiado.  Allí  fué  necesario  espe- 
rar vituallas,  porque  de  Oran  no  sacamos  para  mas  de 
5  ó  6  dias.  Luego  que  el  tiempo  abonanzó,  que  ya  éra- 
mos proveídos  por  la  vía  de  ValeDcia,  sin  perder  tm  pniv- 
to  DOS  fecimos  á  la  vela  fasta  en  DÚaiero  de  20  velas  en- 
tre todas,  en  que  fuimos  fasta  en  número  de  4,000  lum- 
bres. Esto  fué  el  segundo  día  del  mes  de  enero  con  la 
bendición  de  Dios  ó  de  su  bendita  Madre.  Nuestro  cami- 
no enderezado  á  Bugia  hubimos  buenos  tiempos  fasta  ve- 
nir á  aferrar  et  puerto.  Y  á  la  entrada  nos  saltaron  mu- 
chos contrarios,  y  tanto  que  aun  gran  parte  de  las  naos 
fué  forzado  surgir  lejos  del  puerto  en  que  habría  casi  la 
mitad  de  la  gon^  útile.  Yo  con  las  otras  noos  que  pudie- 
ron seguirme ,  tomé  el  puerto  de  Bugia  con  harto  traba- 
jo. Fué  la  víspera  de  Ips  (leyes  en  nombre  de  Dios  á  las 
10  horas  del  día.  Luego  la  ciudad  nos  comenzé  á  lom- 
bardear  desde  adentro  y  desde  la  montaña,  que  está  so- 


3vGogglc 


4S7 

bre  el  puerto  donde  estábamos  surtos.  Yo  esperé  por  es* 
pació  de  dos  ó  tres  horas  pnr  ver  si  tas  naos  pudieran 
venir  á  se  juntar  con  nosotros.  Viítto  que  ol  dia  se  pasaba 
é  las  naos  oo  podian  ser  á  tiempo,  los  moros  se  rehacian 
de  continuo  dentro  de  su  ciudad  á  los  muros ,  é  fuera  to* 
mado  lo  alto  de  la  montaña  fasta  venir  bajo  en  )a  marina 
donde  desembarcamos.  Determiné  emprender  la  ciudad 
con  los  que  éramos  llegados,  que  seria  algo  mas  de  la. 
meitad  de  nuestra  gente.  Guiados  milagrosamente  por 
nuestro  Redentor  Jesu<]rÍsto ,  y  por  su  gloriosa  Madre ,  y 
por  el  bienaventurado  señor  Santiago,  tomamos  tierra 
con  las  primeras  barcadas ,  que  seria  una  hora  después 
del  mediodía,  á  la  parle  de  poniente  de  la  ciudad,  que 
es  una  montaña  é  cabo  que  se  dice  Bu^acatis.  Allí  llega* 
roD  los  moros  muy  denodadamente,  bajando  de  lo  alto  de 
la  montaña  fasta  llegar  con  nosotros  en  la  marina ,  á  echar 
las  piedras  dentro  en  (I)  tomado  la  montaña  en  diver* 
sns  partes  de  número  de  3,000  moros,  cuando  movimos 
los  primeros  contra  ellos  la  cuesta  arriba  que  agora  sin 
dificultad  á  no  haber  empacho  no  la  podemos  subir  de 
aquí  adelante  néteae  que  Dios  á  Vm.,  porque  solo  aquel 
que  lo  hace  podria  darnos  á  entender  et  como ,  que  en 
nosotros  no  hay  mas  de  le  ofrecer  nuestra  fatiga.  Plugo 
á  su  infinita  clemencia  en  esta  jornada  declaramos  el  ca< 
mino  de  su  servicio  y  nuestra  salvación  abiertamente  en 
la  prosecución  deata  santa  conquista  milagrosamente  den< 
tro  de  dos  horas  fuimos  dentro  de  la  ciudad  por  lo  mas 
alto  dolía  á  vuelta  de  los  moros,  que  como  sea  gr^inde  é 
de  mucho  sitio  por  la  otra  parte  comenzaba  ya  á  vaciarse 
de  la  gente  inútil.  El  Bey  deteniéndose  algo  por  salvar 

(1)  Hay  UDcIarp. 


:.vCoOglc 


458 

su  genle  poco  á  poco,  rescJbiendo  siemiH'e  daño,  fuclc 
forzado  dejar  su  casa  é  la  ciudad ,  que  paresce  que  des- 
de que  yo  vine  de  guerra  por  reconocer  esla  costa  el  ve- 
rano pasado,  habían  comenzado  á  levantar  Jo  mejor  della. 
Fuimoa  desla  manera  aposentados  pacíficamente  en  la 
ciudad  é  arrabales,  que  son  otra  vez  cercados.  Este  dis 
antes  que  el  sol  se  entrase .  dimos  gracias  á  nuestro  Se- 
ñor, atendiendo  á  la  provisión  y  gobierno  de  la  grandeza 
de  tal  beneficio,  é  á  esto  atenderemos  de  aquí  adelsDte, 
fasta  que  por  el  Rey  nuestro  señor  otra  cosa  me  será  en- 
comendada. E  para  que  vea  Vm.  y  vean  los  cristianos  que 
esta  fué  bora  divina,  ba  permitido  nuestro  Redentor  que 
en  todo  lo  que  tengo  dicho  babemos  babído  menos  solo 
uno  de  los  nuestrss.  Señor:  porque  S-  A.  sea  certificado 
de  todo  por  testigo  de  vista,  así  de  la  jornada  ya  dicha, 
como  de  la  grandeza  desta  ciudad  é  sitio  della ,  é  de  todo 
)o  que  de  acá  quiera  ser  informado ,  le  envío  al  capitán 
Diego  de  Vera,  porque  por  mi  mandado  fué  con  la  delan- 
tera, donde  lo  fizo  tan  bien  que  suele:  fui  del  muy  bien 
servido ,  é  de  todas  las  cosas  de  acá  también  informado. 
Y  con  tanto ,  y  con  esta  que  escribo  á  Vm.,  en  la  de  S.  A. 
no  me  dilato,  porque  Vm.  le  fará  relación  de  todo.  Y 
tengo  confianza  en  la  firme  fe  que  Vm.  en  Jesu-Críslo 
nuestro  Redentor  y  en  los  beneficios  que  del  ba  recibido, 
que  por  su  relación ,  intercesión  y  medio  serán  estas  co- 
sas encaminadas  mejor  que  por  mis  cartas ,  ni  por  otro 
ninguno  camino ;  y  asi  se  lo  pido  de  parte  de  nuestro  Se- 
ñor, y  yo  se  lo  suplico,  y  especialmente  en  la  brevedod 
del  despacho  de  Diego  de  Vera  y  de  mi  aviso ,  me  fará 
merced.  Yo  he  quedado  en  esta  ciudad  con  lo  que  Diego 
de  Vera  le  dirá ,  y  por  eso  me  perdone  no  le  enviar  señal 
lie  la  presa :  queda  en  mi  memoria  y  deseo  que  tengo  de 


3vGooglc 


459 

le  Bervir :  espero  en  nuestro  Señor  en  breve  de  mí  lo  co- 
nocerá. Por  agora  reciba  la  présenle,  que  prímertí  que 
en  Castilla,  á  olro  no  envío.  Guarde  nuestro  Señor  au 
magnifica  persona.  Fecba  en  la  Casa  Real  é  ciudad  de  Bu* 
gia,  día  de  los  Reyes  de  1610.  —  A  servicio  de  Vm. — 
Pedro  Navarro. 

El  cumplido  X firma  tuya,  lo  demás  de  tetra  ageaa,  atai  mala^ 

If  Oti    i»  VlTf  II  FODC*. 

(Orlflaal) 

(Skiaur,  Y  SS). 

Muy  alto  é  muy  poderoso  Príncipe  >  Rey  é  Señor  — 
Desde  Ibiza  escribí  á  V.  A.  como  venia  á  esta  ciudad  de 
Bugía,  que  nuestro  Señor  Dios  ha  dado  á  V.  A.  Y  porque 
cumple  mucho  al  servicio  de  V.  A.  que  Diego  de  Vera  y 
fuese  besar  sus  Reales  pies^  por  la  presente  no  escribo 
mas ;  porque  aquí  no  hay  cosa  que  yo  la  supiese  escribir 
tan  bien,  como  é)  lo  dirá.  A  V.  A.  beso  sus  Reates  pies 
le  mande  creer  é  desempachar  brevemente.  No  escribo 
á  V.  A.  de  como  lo  ha  hecho  en  esta  ciudad,  porque  ya 
lo  tengo  de  decir  á  V.  A.;  y  aunque  yo  no  Fuese  á  otra 
cosa,  (ó  eso)  debría  ir. .Nuestro  Señor  la  muy  podero- 
sa persona  de  V.  A.  y  muy  poderoso  estado  conserve  y 
guarde  con  mayor  prosperidad  como  T.  A.  desea.  Des-* 
la  su  ciudad  de  Bugía  á  6  (*)  de  enero.  De  vuestra  Real 

(*)  Parece  dice  XI ,  y  en  el  Diembrete  también  XI ,  pero  por 
letra  dice  ta  del  aecretaria  dia  de  lot  Reyes ;  y  no  es  regular  se  es- 
cribiese la  del  Bey ,  ea  que  aquella  reata  iaclosa  ,,  5  días  después; 
y  con  lo  Goafusode  ta  escrilura  y  cifra,  se  pusda  etpúrocar  Xt 
por  VI.  El  dia  de  Reyes  se  ganó  á  Bugia. 

^o(■  it  Viigii  Poticc. 


„Googlc 


4C0 

Alteza  muy  fiel  vasallo  que  sus  Reales  pies  y  manos  besa. 

No  te  Ue  mas,  pues  por  la  kunudad  tslá  casi  desfiatado  el  pa- 
pel Es  toda  de  leira  de  Pedro  Navarro,  por  eso  quizás  tan  corla, 
pues  parece  te  castaha  mucho  escribir;  jr  por  eso  en  la  que  venia 
inclusa  para  el  secretario  Almazan,  que  era  de  puño  ageno,  se  ex- 
tiende á  contar  la  jornada, 

Kolt  de  VirtuPonct. 

NúM.  17. 

Cartas  de  Pedro  Navarro  al  Rey  Católico ,  manifeglán- 
dale  la  falta  de  bastimentos  en  Bugia  y  en  la  armada. 

Bagía  5  de  mayo  da  1SI0. 
{Toda  de  tu  puñoj, 
(SaUzar,  Y  58). 

Muy  alio  é  muy  poderoso  Príncipe,  ReyySeoor: 
Hoy  dia  de  la  fecha  recibí  una  carta  de  Alonso  Sánchez, 
por  la  cual  nos  declara  no  tener  orden  ni  manera  para 
proveernos  de  mantenimientos.  Y  porque  yo  hala  (si'c) 
este  dia  vivia  con  esperanza  que  el  dicho  Alonso  Sánchez 
nos  habia  de  proveer,  como  con  Diego  de  Vera  V.  A.  lo 
envió  á  decir ,  no  he  hecho  esta  provisión  que  al  presente 
hago ,  que  es  enviar  á  Miguel  Cabrero  contra  su  voluntad, 
para  que  diga  á  V.  A.  como  está  toda  esta  su  gente,  y 
para  que  diga  á  V.  A.  mi  voluntad  y  deseo.  Beso  sus  Rea- 
les pies  le  crea  y  mande  despachar  como  S.  A.  mas  fue- 
re servido.  Cuya  Real  persona  é  muy  poderoso  estado 
nuestro  Señor  Dios  guarde  y  prospere.  De  Bugía  á  5  do 
mayo — De  V.  R.  A.  su  fiel  vasallo  y  servidor  que  sus  Rea- 
les pies  besa— Pedro  Navarro. 


3vGooglc 


461 

En  la  nao  capitana  en  el  piierlo  de  Bugia  7  de  junio 
de  i510 

(Salazar,YB8]. 

Muy  alto  é  muy  poderoso  Príncipe,  Rey  é  Señor: 
Con  la  venida  del  maestro  Daguilar  escribí  á  V.  A.  que 
creía  que  la  necesidad  nos  sacaría  de  aquí  «nles  que  Don 
García  viniese.  Después  habernos  esperado  todo  lo  quo 
ha  seido  posible,  é  son  hoy  7  de  junio,  é  no  sabemos  mas 
que  primero  ni  de  la  venida  de  D.  García,  ní  de  mante- 
nimientos, que  para  esta  armada  se  hagan.  Asi  poderoso 
Señor,  ha  sido  forzado  partir  de  aquí.  Qaeda  Diego  de 
Vera  con  toda  la  gente  necesaria  á  la  conservación  de  la 
ciudad.  En  la  armada  irán  7,000  hombres,  sin  los  que 
en  la  ciudad  quedan.  La  armada  se  parle  sin  ninguna 
vitualla .  que  los  fatures  de  V.  A.  nos  hayan  enviado  ni 
pan,  ni  vino,  ni  carne. 

Muy  poderoso  Señor :  En  nuestro  viaje  tememos  aque- 
lla orden  que  V.  A.  manda  por  la  instrucción  que  el 
maestro  Daguilar  trujo.  Espero  en  Dios  nuestro  Señor 
me  dará  gracia  para  que  V.  A.  sea  servido  desta  su  sober 
ó  'pover  armada.  Los  caballos  que  acá  ser¿n  menester, 
que  el  maestro  dijo  á  V.  A. ,  yo  los  demandaré  á  su  tiem> 
po.  Suplico  á  V.  A.  mande  escribir  todavía  á  los  visore* 
yes  nos  socorran  con  Vituallas.  Nuestro  Señor  Dios  In 
Real  persona  de  V.  A.  y  su  muy  poderoso  estado  conser' 
ve,  prospere  y  guarde,  como  S.  A.  desea.  De  esta  su 
nao  capitana  á  7  de  junio  ya  á  la  vela— De  V.  R.  A.  muy 
fiel  vasallo  y  servidor  que  sus  Reales  pies  besa — Pedro 
Navarro. 


3vGooglc 


NúM.  18. 

Carta  de  D.  Hngo  de  Moneada  al  Reij  Católico  sobre  que 

la  armada  de  Pedro  Natiarro  no  habia   llegado  á  Sicilia, 

aunque  estaba  pronta  á  salir  de  Bugia,  y  la  razón  de  los 

socorros  que  le  habia  llevado  Diego  de  Valencia. 

Palernio  5  de  julio  de  1510. 
(OHslMl) 

Salazar,  Y  56]. 

Muy  alto  é  mvty  poderoso  Católico  Rey  y  Señor :  Por- 
que creo  que  cuando  esta  llegare  ya  Y.  A.  babrá  visto  las 
que  he  escrito  á  1 1  del  pasado ,  y  también  Mrá  llegado  el 
secretario  Diego  del  Rio  que  á  los  1 8  del  mismo  partió 
de  aqbf  para  facer  relación  á  V.  A.  de  mucbas  cosas  se- 
gún llevó  en  memorial ;  y  también  escrilií  á  los  28  «guien- 
tes  por  vía  de  Ñápeles,  en  esta  no  terne  que  decir  salvo 
facer  saber  á  V.  A.  como  el  conde  D.  Pedro  Navarro  por 
la  postrera  carta  que  tengo  suya  me  ha  escrito  que  ya  está 
presto  para  partir  con  el  ormada  en  seguimiento  desta 
santa  empresa :  y  que  pues  la  gente  de  Bugia  no  era  ve- 
nida ,  ni  las  galeras  de  Ñápeles,  que  no  las  esperaría ;  mas 
que  como  viniesen  le  podrían  seguir,  y  con  el  ayuda  de 
nuestro  Señor  se  partiría  con  el  armada  y  gente  que  se 
fallaba.  De  aquí,  Señor,  se  le  ba  dado  muy  buen  recado  de 
todo  lo  que  ha  demandado  y  con  todo  cumplimiento,  y 
así  le  he  escrito  que  se  fará  de  todo  lo  que  demandare  de 
donde  quiera  que  fuere.  Habrá,  Señor,  ocho  días  que  son 
arribadas  al  armada  9  naos  con  gente  del  reino  de  Mur- 
cia ,  y  otras  dos  con  artillería  de  Málaga  y  con  armas  de 
Genova;  y  ofreciéndose  agora  pasnje  para  Ñápeles  me 


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463 

pareció  ser  servicio  de  V.  A.  e)  darle  desto  aviso,  y  asi 
lo  faré  jornada  por  jornada  de  todo  lo  que  se  ofreciere :  y 
cuando  el  armada  aea  partida  con  el  ayuda  y  favor  de 
nuestro  Señor  daré  luego  noticia  á  T.  A.  y  le  enviaré 
memorial  de  lodo  lo  que  de  aquí  se  ha  proveido.  Y  nues- 
tro Seúor  guarde  la  muy  Real  persona  do  T.  A.  y  su  es- 
tado acreciente  con  muchos  mas  reinos  y  señoríos  á  su 
santo  servicio.  De  Palermo  á  5  de  julio  1510 — De  vues- 
tra Real  Majestad  servidor  y  esclavo  que  sus  Reales  pies  y 
manos  besa — Don  Hugo  de  Moneada. 

(Salazar,  Y53). 

Litla  de  lo  que  Me  ha  enviado  al  conde  D.  Pedro  Navarro  t  capitán 

general  del  Rey  nuestro  tenor  por  las  napes  de  Diego  de  f^aleueiaf 

coronel j  y  otros  galeones. 

Carne  ulada  17i  quintales  por 570  A%.      tt  7 

Tino  greco  dado  por  Golanello 66i  ds. 

Mas  greco  comprado  en  Castollamar,  129  bolas.  465  ds.  1  U 
ViiH)  latino  189  botas,  á  saber;  109  en  Casle- 

llamar  y  80  en  Ñápeles 650  ds.  1  U 

Piquas  de  fresno  con  fierros. 

Valor  tres  partidas  de  200  quintales  de  pólvo- 
ra á  X  ds.  quÍDtal 1.000  di. 

^0  barriles  de  sardinas 22  ds. 

k  botas  de  vinagre ,'....  8  ds,  i  It 

Aceite  media  bota 8  ds. 

Bizcocho  300  qninlales 177  ds.  2  tt  x 

209  botas  vacias 80  ds.  3  U  5 

Por  el  Dolito  de  levar  519  bolas adonde 

está  la  armada  del  Bey  nneslro  Señor,  y 
consignar  aquellas  en  podar  del  conde  Pe- 
dro Navarro  ,  k  mas  de  las  que  lleva  el  co- 
ronel en  sus  do9  naves.     ....     .     .        260  ds. 


4.38S  ds.  4  u  7 


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4Cf 

Lisia  de  las  armas  <¡ue  han  habido  lat  ¡los  galeras  de  mosen  Soler. 

Corazas  eacubiertas  de  cuero  y  fustán,  190  por*.  .  98  ds. 

Picas  de  fraxno  con  sus  fierros,  4S4  por.  ...  11  ds. 

Romanólas  euastadds ,  24  por ■  2  ds> 

Lanzas  manewAiH,  iU)  por 4i  ds. 

Spontoni i  di. 

Ballestas  con  gatas  ,16 25  ds. 

Pasadores,  cajas  grandes 19  ds. 

Celadas  100,  por 107  ds. 

Pavesi i5 

Rodelas  200 25 


39i  ds.  >  dt. 

Se  refrescó  la  gente  del  galeón  6  fusta  de  Diego  de  Medina  y 
las  dos  naves  del  coronel  Diego  de  Valencia ;  é  importó  lodo  cou 
lo  dfl  arriba,  menos  la  pólvora,  4.928  ds.  4  U.  18. 


Non.  19. 

Las  dos  cartas  siguientes  están  copiadsis  del  mismo  códice,  cita- 
do en  la  pág.  439. 

Carta  del  Rey  Católico  al  cardenal  Jiménez  de  Cisneros. 
refiriéndole  la  eotUjuista  de  Tripol. 

Fol.  S60  vto. 

MoDion  13  de  agoito  de  1510. 

Carta  que  envió  el  Rey  D.  Fernando,  nuestro  señor, 
al  cardenal  Despaña,  de  como  se  ganó  Trípoli. 

Reverendísimo  en  Cristo  l'adre ,  cardenal  Despafia, 
arzobispo  de  Toledo,  primado  de  las  Empañas,  chanciller 
mayor  de  Castilla ,  é  inquisidor  general  de  la  herética 
pravedad,  nuestro  muy  caro  y  amado  amigo. 


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Señor:  Ya  sabéis  como  después  de  haber  proveído 
nuestro  ejército  en  aquellos  nuestros  reinos  de  las  Dos  Si- 
cilias  de  todo  lo  necesario ,  á  los  1 5  de  julio  cerca  pasa- 
ilo  partió  el  conde  D.  Pedro  Navarro,  nuestro  capitán 
general,  con  el  dicho  nuestro  ejército  y  con  buena  arma- 
da de  la  iala  de  la  Faguñana,  que  es  junto  á  Sicilia  la  vía 
'  de  África ,  á  continuar  aquella  santa  empresa.  Y  á  la  horn 
que  aquesta  se  escribe,  habemos  recibido  letras  del  di- 
cho nuestro  capitán  general ,  por  las  cuales  nos  hace  sa- 
ber como  el  día  de  señor  Santiago  llegó  con  el  dichu 
nuestro  ejército  a  la  ciudad  de  Trípoli,  y  que  el  mismo 
día,  mediante  la  ayuda  de  Dios  nuestro  Señor ,  la  tomaron 
á  escala  vista  por  fuerza  de  armas ;  y  escríbenos  que  el 
fecho  pasó  de  la  manera  siguiente : 

Que  el  dicho  día  á  25  de  julio  por  la  maüana  en  e»> 
clareciendo,  el  dicho  nuestro  capitán  general  asomó  con 
la  dicha  nuestra  armada  á  clara  vista  de  la  dicha  ciudad 
de  Trípol,  YÍnieodo  ya  todo  el  ejército  puesto  dos  días 
antes  fuera  de  las  naos  en  galeras  y  fustas  de  remos  y  en 
bergantines,  y  barcas,  y  chalupas  y  gróndolas,  para  que 
en  llegando  lodos  juntamente  ,  pudiesen  defender  su  tier- 
ra sin  tardanza :  y  que  sabían  que  había  asaz  dias  que  los 
moros  estaban  avisados  y  apercebídos,  y  que  ya  el  dia 
antes  los  habían  visto  y  descubierto.  E  aunque  la  dicha 
ciudad  de  Trípol  de  sí  es  muy  fuerte,  los  moros  la  tenían 
mucho  mas  fortalecida  ;  ca  tiene  muy  buena  cerca,  é  muy 
alta,  é  muy  torreada  é  grande  barbacana  fuerte  y  alta, 
y  un  fonsado  muy  ancho  con  agua,  que  cerca  todo  lo  que 
la  mar  no  cerca ;  y  en  las  torres  tenia  muchos  tiros  de  sr- 
tillería  gruesos  y  medíanos.  Y  antes  de  saltar  los  cristia- 
nos en  tierra,  los  moros  les  comenzaron  á  tirar  con  el  ar- 
tillería ;  y  como  quiera  que  por  ser  la  ciudad  tan  fuerte 
Tomo  XXV.  30 


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466 

y  estar  Ion  apercibida  y  proveída  de  todo  lo  necesario 
para  la  defensión ,  y  aunque  supieron  loa  criatianoa  que 
los  moros  que  estaban  dentro  eran  mucba  gente  j  bien 
armados,  é  muy  ganosos  de  morir  por  defenderla ,  y  mas 
que  toda  la  gente  de  guerra  de  los  moros  de  la  comarca 
se  habla  puesto  dentro  para  la  defensión  de  la  dicha  ciu- 
dad ,  y  por  todas  estas  causas  páresela  ser  la  empresa  di* 
fícíl  y  muy  peligrosa  ;  pero  el  dicho  nuestro  capitán  gene- 
ral viendo  ser  la  causa  tan  justa  y  sania,  y  confiando  en 
el  ayuda  de  Dios  nuestro  Señor,  á  cuya  volootad  no  hay 
fortaleza  que  resista ,  y  confiando  asimismo  en  el  esíoerzo 
de  nuestro  ejército  que  coa  tanto  celo  y  fervor  de  fe  pe- 
lea contra  los  Infieles ,  deliberó  de  combatir  la  dicha  clb- 
dad  á  escala  vista ,  no  embargante  toda  su  fortaleza.  Es* 
taba  mucba  parte  de  los  moros  puestos  en  sus  estancias 
por  la  cerca  y  torres  de  la  ciudad ,  y  estaban  en  el  cam- 
po junto  á  la  ciudad  y  á  la  marina  tantos  moros  caballe- 
ros y  peones ,  cuantos  pensaron  defender  con  su  poder  el 
desembarcar  de  los  cristianos .  y  no  dar  lugar  á  que  pu- 
diesen combatir.  Conoscido  eso  por  el  dicho  nuestro  ca- 
pitán general ,  partió  en  dos  partes  nuestro  ejército;  é  la 
una  parte  fecha  cinco  escuadrones,  puso  para  que  queda- 
se y  pelease  contra  los  enemigos  por  la  parte  del  campo; 
y  al  mismo  tiempo  toda  la  otra  gente  fecha  otros  cinco  es* 
cuadrónos,  se  puso  muy  animosamente  al  combate  de  la 
ciudad  á  escala  vista.  Y  las  galeas  bien  fornidas  de  gen- 
te, combatían  por  la  mar;  de  manera  que  juntamente  pe- 
leaban en  el  campo  y  en  los  muros  de  la  ciudad.  Ix>s 
menos  defendían  bien ,  pero  la  animosidad ,  y  esfuerzo  y 
prisa  que  los  cristianos  les  dieron,  les  quebró  las  fuerzas. 
Duró  el  combate  fasta  entrar  los  cristianos  dentro  de  los 
muros  de  la  ciudad ,  poco  mas  de  dos  horas ,  y  duró  otras 


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467 

dos  horas  peleando  por  las  caites ,  fasta  haber  del  todo 
Teacido  á  los  moros ,  y  haberse  los  crislJAnos  apoderado 
de  la  ciudad  y  de  la  forlaleza.  Escribe  que  los  moros  se- 
rian 14,000  hombres,  y  que  murieron  en  todo  e)  fecho 
h>s  10,000  delloe  casi  sin  daño  de  los  cristianos;  y  que 
segund  la  dificultad  y  grandeza  del  fecho ,  no  fuera  posi- 
ble acabarse  tan  presto,  sino  con  el  ayuda  de  Dios  nues- 
tro Seüor ,  y  una  maravillosa  animosidad  y  esfuerzo  qui; 
á  él  le  plogo  poner  en  los  corazones  de  todo  nuestro  ejér* 
cito ;  de  lo  cual  do«  le  habernos  dado  y  damos  inflDÍtas 
gracias ,  y  estamos  muy  alegres ,  porque  su  divina  cle- 
mencia nos  muestra  y  abre  cada  dia  mas  el  camino  para 
que  le  sirvamos  en  aquella  santa  empresa.  La  cual  con 
su  ayuda  estamos  determinados  de  proseguir  y  gastar  eu 
ella  los  dias  que  nos  quedan.  Hoy  asimismo  se  han  con- 
cluido y  es  ya  fecho  el  auto  de  las  Cortes  de  Aragón  que 
con  mucho  amor  y  afición  han  otorgado  el  servicio  paru 
esta  santa  empresa.  Reverendísimo  en  Crialo  Padre  car- 
dinal nuestro  muy  caro  y  amado  amigo  señor.  Noesiro  Se* 
ñor  en  todos  tiempos  os  haya  en  su  especial  guarda  y  re- 
comienda. De  Monzón  -13  dias  de  agosto  de  i510  años — 
Yo  el  Rey — Yo  Almazan  secretario  de  S.  A. 

Carla  del  gran  Maestre  de  ¡todas  al  Rey  CaláUco ,  felici- 
tándole por  la  loma  de  Bagía  y  Tripol. 

Rodiles  d  e  leticmbre  da  1510. 
Fol.  262. 

Serenísimo  Rey.  iluslrísimo  Príncipe,  y  muy  podom- 
eo  señor  nuestro,  observantísimo  nuestra  humilde  recu- 


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46S 

memlacion  [trecedcnle.  Eslos  dias  pasados  recibimos  de 
vuestra  Sacra  Real  Majestad  lelraa,  con  las  cuales  nos 
certiticó  de  la  prospera  fortuna  que  se  habia  alcanzado  en 
ganar  á  Bugía,  y  poco  después  por  letras  del  ilustre  viso- 
rey  de  Sicilia  (1]  á  nos  escritas,  entendimos  como  el  ar* 
mada  de  V.  M.  habia  tomado  por  fuerza  de  armas  la  ciu- 
dad de  Tn'pol  de  África ,  con  muy  gran  fama  de  loa  cris- 
tianos. Por  lo  cual  á  Dios  muy  alto  y  Todo-poderoso,  con 
procesiones  y  con  dias  de  fiestas  solemnes  dimos  gracias, 
suplicando  á  su  clemencia  que  á  vuestra  serenidad ,  que 
es  firmísimo  amparo  de  la  república  cristiana ,  le  otorgue 
larga  vida  y  prósperos  sucesos  á  su  voluntad 

Sigue  cooUDdo  i  la  lai^a  su  TÍcloria  contra  la  armada  del  Sol- 
dan  de  Egipto ,  como  la  queinó,  etc. ,  y  concluye : 

Dios  Todo-poderoso  cumpla  los  deseos  de  V.  C.  M.. 
y  le  deje  proseguir  y  acabar  la  conquista  de  África  fusta 
en  Egipto  ;  en  el  cual  lugar  si  viviéramos,  esperamos  jun- 
tamos con  todo  nuestro  poder  con  el  ejército  de  V.  A.  en 
propia  persona ,  y  servir  á  Dios  en  -tan  meritoria  empre- 
sa. Y  Dios  baya  por  bien  de  guardar  y  prosperar  ú  vues- 
tra Sacra  y  Real  Majestad.  Dada  en  Rodas  á  8  de  setiem- 
bre de  1510  años — De  V.  S.  y  R.  M.  humilde  servidor— 
El  Maestre  de  Rodas. 

Al  Serenísimo  ilustrísimo  Príncipe  y  muy  poderoso  se- 
ñor el  señor  D.  Temando  Rey  de  Aragón  ele.  Rey  Cató- 
lico ,  señor  nuestro  observan  tísimo. 


(t)  Don  Hugo  de  Moneada. 


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4G9 

NúM.  20. 

Carta  del  Gran  Capitán  al  secretario  Migttel  Pérez  de  Al- 
mazan  ,  quejándose  de  que  el  Rey  Católico  para  privarle 
indirectamente  de  su  compañía  de  almetes  y  cubiertas  o 
tea  de  hombres  de  armas .  queria  que  se  embarcase 
para  la  empresa  de  los  Gelves. 

VtJIadolii  10  de  nirco  de  1 510. 

Muy  magnífico  señor — Pues  casi  todos  los'dias  se  ofre- 
cen «n  daño  mió  cosas  de  necesario  remedio ,  mas  os  de- 
tríades  maravillar  de  contÍDuarse  que  de  mí  importuna- 
ros; y  8¡  no  me  hubiésedes  mandado  que  Jo  hiciese  y  que 
puedo  confiar  en  vos ,  también  me  sufrirla  sin  enojaros 
como  á  otros  que  de  continuo  me  dañan.  Mas  por  obede- 
ceros y  acabar  de  cumplir  con  lo  que  debo  á  mt  y  al 
mundo  como  lo  be  fecho  en  mas  de  mi  debda ,  cuanto  el 
espíritu  me  durare ,  y  en  este  ser  be  de  recorrer  á  vos, 
«eñor,  hasta  que  por  obras  y  palabras  me  acabéis  de  des- 
engañar de  vos ,  como  lo  estoy  de  todo  lo  otro.  Y  por 
esto  os  recuerdo  y  suplico  en  lo  de  Monlefrio  nos  olvidéis, 
pues  será  itervm  ervci/ige,  y  porque  para  mí  solo  es  otro 
iterum.  Al  mandamiento  que  hacéis  á  mi  compañía  que 
vaya  á  los  Gerves,  os  hago,  señor,  saber  que  ha  28  años 
que  S.  A.  me  dió  cargo  desta  gente,  con  que  de  mí  ha 
recibido  contra  moros  y  cristianos  mayores  servicios .  que 
de  Pomar  ni  de  D.  Gerónimo  Loriz ,  de  que  no  hay  mejor 
testigo  que  S.  A. ,  y  yo  he  recibido  muchas  honras  y 
mercedes ,  y  siendo  así  bien  convenido  tantos  años ,  otro 
remate  se  esperaba  que  quitármela  por  via  indirecta, 
mandándome  ir  á  Berbería  por  satisfacción  de  Diego  de 


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470 
Vera  y  de  'Pedro  Navarro,  sin  otro  respelo.  No  quiero 
ser  tampoco  loco  que  deje  de  decir  que  á  mí  muchos 
se  debrian  tener.  Pésame  en  el  alma  que  por  vía  indí- 
rccla,  S.  A.  me  la  quite,  aunque  ya  «o  es  indirecta, 
si  así  36  ejecuta.  BeGo  tos  pies  y  las  manos  á  S.  A.  man- 
de revocar  eslo,  y  cumplir  este  número  de  otra  gen- 
te, que  para  aquella  jornada  de  mar  é  islas  será  mejor 
que  la  mía.  Porque  aquella  es  mejor  para  tierra  Grme, 
pues  en  esotra  seria  deshacella .  porque  no  pueden  ir  sin 
flejnr  lo  que  tienen ,  ni  dejallo  sin  perdello ,  y  es  deshacer 
lu  mejor  y  mas  cumplida  compañía  de  Italia.  Ni  me  pa- 
rece servicio  de  S.  A.  sacar  la  buena  sangre  de  aquel 
cuerpo,  pudiéndose  cumplir  con  otra  mucha  á  lo  que  loa 
Gerves  requieren;  pues  allí  por  la  manera  de  los  navios, 
y  tierra  y  gente  mas  al  propósito  son  stradiotes  y  gineles, 
que  alnsetes  y  cubiertas.  Mas  como  ta  demanda  y  conce- 
aion  eeo  de  una  mano ,  no  se  mirará  en  esta  particulari- 
dad. Aunque  así  lo  sospecho ,  no  lo  dejo  de  decir ;  y  por- 
que roe  querría  engañar  en  algo  y  aun  en  todo ,  vuelvo  á 
suplicar  á  S,  A.  humildemente  maiide  dejar  esta  com- 
pañía donde  mas  y  mejor  pueda  servir ,  y  allí  vayan  otras 
que  bastarán  tanto  y  con  menos  daño  suyo.  Y  á  S.  A.  so- 
bre ello  escribo ,  y  á  vos ,  señor ,  infinitamente  suplico 
lo  acordéis  y  procuréis ,  si  merced  me  habéis  de  hacer. 
Y  si  no  'se  hiciere ,  desde  agora  suplico  a  S.  A.  mande 
proveer  de  aquella  capitanía  á  quien  quiera ;  porque  des- 
de la  misma  hora  yo  me  despido  de  serville  por  su  capi- 
tán en  esta  ni  otra,  y  aunque  con  lástima  renuncio  el 
nombre.  Sus  Reales  manos  y  pies  beso  no  quiera  que  yo 
goce  de  tantos  improperamientos ,  pues  Dios  sabe,  y  en  su 
juicio  lo  pongo,  que  nunca  se  lo  merecí.*  Mas  si  todavía 
posa  ese  mal  que  deslo  se  sirve  y  yo  no  podré  al  hacer; 


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471 

y  sed  cierto  que  terne  surríraieoto  para  esto  como  porít 
todo  lo  otro.  Y  sobre  las  mercedes  que  me  habéis  fecho 
os  pido  que  me  respondáis  io  que  debo  esperar  desto. 
Quintana  lo  procurará:  recomiéndoslo^  señor.  Vuestra 
inagníGca  persona  y  estado  guarde  nuestro  Señor  y  acre* 
cíenle  como  deseáis.  De  Valladolid  10  de  marzo. 

De  lu  DulisíBM  letra  sigoe;  Señor,  por  menos  enojar- 
os esta  va  de  otra  mano;  Vm.  lo  perdone.  Y  porque 
yo  escribo  al  Bey  nuestro  señor  que  si  esta  merced  no 
quiera  hacer,  vos,  señor,  le  hablad  en  lo  que  sea  mas 
placer  de  S.  A:  y  mostrar  suplióos  le  beséis  la  mano  por 
mí,  que  á  esta  compañía  mande  nombrar  otro  capitán,  y 
á  mí  mande  tirar  deste  cuento  y  nombre ,  que  yo  quedaré 
contento  y  no  sin  esperanza  en  que  con  el  tiempo  S.  A. 
me  querrá  tornar  á  cabo  de  escuadra.  Y  á  lodo  suplico 
me  mandéis  responder,  y  quedo  esperando  vuestra  res- 
puesta, y  á  vuestro  servicio — El  duque  de  Terranova. 


NüH.  21. 

Garcilaso  de  la  Vega  eu  $u  segunda  Égloga  describe  asi 
ia  heroica  muerte  de  D,  García  de  Toledo  en  los  Gelves  : 

Tras  aqueste  que  digo  se  veía 

El  hijo  Don  García  (I),  que  en  el  mundo 

Sin  par  y  sin  segundo  solo  fuera. 

Si  hijo  no  tuviera.  ¿Quién  mirara 

De  su  hermosa  cara  el  rayo  ardiente, 

(1)  Faé  hijo  mayor  <le  D.  Fadrique  de  Toledo  y  padre  del  fa- 
moso duque  de  Alba  D.  PerDando. 


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472 

Quién  su  resplandeciente  y  clara  vista. 
Que  no  litera  por  tÍsId  su  grandeza  ? 
Estaban  de  crueza  fiera  armadas 
Las  tres  inicuas  Hadas ,  cruda  guerra 
Haciendo  allí  á  la  tierra ,  con  quitalle 
A  esle ,  c|ue  en  alcanzalle  fué  dichosa. 
O  patria  lagrimosa !   y  como  vuelves 
Los  ojos  á  los  Gelves  sospirando ! 
El  está  exercitando  el  duro  oficio, 

Y  con  tal  artificio  la  pintora 
Mostraba  su  figura ,  que  dijeras. 
Si  pintado  lo  vieras,  que  hablaba. 
El  arena  quemaba ,  el  sol  ardia, 
1^  gente  se  caia  medio  muerta; 
El  solo  con  despierta  vigitanza 
Dañaba  la  tardanza  floja,  inerte, 

Y  alababa  la  muerte  gloriosa. 
Luego  la  polvorosa  muchedumbre 
Gritando  á  su  costumbre,  le  cercaba: 
Mas  e)  que  se  llegaba  at  fiero  mozo. 
Llevaba ,  con  destrozo  y  con  tormento. 
Del  loco  atrevimiento  el  justo  pago. 
Unos  en  bruto  lago  de  su  sangre. 
Cortado  ya  el  estambre  de  la  vida,. 

La  cabeza  partida  revolcaban? 
Otros  claro  mostraban  espirando 
De  fuera  palpitando  las  entrañas. 
Por  las  fieras  y  extrañas  cuchilladas 
De  aquella  mano  dadas.  Mas  el  hado 
Acerbo,  triste ,  airado ,  fué  venido: 

Y  al  fin  él ,  confundido  de  alborot». 
Atravesado  y  rolo  de  mil  hierros. 


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473 
Pidiendo  de  sus  yerros  venia  al  cielo, 
.  Puso  en  el  duro  suelo  la  hermosa 
Cara,  como  la  rosa  matutina. 
Cuando  ya  el  sol  declina  á  mediodía. 
Que  pierde  su  alegría,  y  marchitando 
Va  la  color  mudando,  ó  en  el  campo 
Cual  queda  el  lirio  blanco,  que  el  arado 
Crudamente  cortado  al  pasar  deja. 
Del  cual  aun  no  se  aleja  presuroso 
Aquel  color  hermoso,  ó  se  destierra; 
Mas  ya  la  madre  tierra  descuidada 
No  le  administra  nada  de  su  aliento. 
Que  era  el  sustentamiento  y  vigor  suyo: 
Tal  está  el  rostro  tuyo  en  el  arena. 
Fresca  rosa,  azucena  blanca  y  pura, 

Fernando  de  Herrera  en  sus  Anotaciones  i  las  obras  de  Garoi' 
laso  de  la  Vega  (Sevilla,  1580, 1  vol.  S.']  después  de  hablar  en  la 
pig.  S90  del  origen  de  la  palabra  Gelves,  de  la  situacian  topográ- 
fica de  eíta  isla,  de  sos  prodacoiones,  etc.  dice: 

Después  que  el  conde  Pedro  Navarro  ganó  á  Bngía  y 
á  Trípol ,  siendo  ya  espantoso  con  tantas  victorias  aquis- 
tadas en  África ,  volvió  las  armas  contra  la  isla  de  los  Gel- 
ves,  la  cnal  ganara  fácilmente  sin  peligra  y  trabajo,  si. 
por  miserable  y  fatal  calamidad  de  España,  don  García  de 
Toledo ,  hijo  mayor  del  duque  de  Alba  don  Fadrique ,  vi- 
niendo al  mesmo  procinto ,  no  rompiera  con  su  muerto 
los  consejos  al  conde.  Porque  sabiendo  el  Rey  Católico 
que  Pedro  Navarro  había  espunado  ó  fiugta ,  hizo  merced 
de  la  tenencia  della  á  don  García,  aunque  Pedro  Mártir 
flOrma  que  al  duque.  Deseoso  don  García  de  gloria ,  pidió 


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474 

con  mucha  iostancia  licencia  para  ir  á  Bugía  en  lugar  de 
su  padre ,  y  alcanzada ,  porque  el  Rey  le  hizo  proveer  una 
armada  en  Málaga  para  pasar  en  África ,  siguió  su  cami- 
no ,  dejando  preñada  su  mugcr  y  coa  dos  bijoa ,  aunque 
él  no  tenia  maa  que  veinte  é  trea  ailoa,  y  con  el  parUe- 
ron  á  la  ciudad  de  Málaga  muchos  caballeros.  En  tanto 
que  él  salia  de '  la  corte ,  vino  nueva  que  habia  peste  en 
Bugía ,  y  por  cartas  de  su  padre  é  del  Rey  le  fué  manda- 
do que  no  pasase  á  ella  y  se  volviese ,  diciando  que  guar- 
dase aquel  generoso  deseo  de  gloria  i  mejor  ocasión. 
Pero  él  rehusando  volver,  navegó  á  Bugía.  Ya  en  este 
tiempo  habia  entrado  por  fuerza  el  conde  á  Tripol ,  y  don 
García,  que  con  siete  mil  hombres  de  guerra  habia  ido  ¿ 
Bugía ,  viendo  que  crecía  la  peste  de  aquella  ciudad  se 
salió  della ,  y  le  dejó  tres  mil  hombres  con  parte  del  ar- 
mada, y  se  fué  en  seguimiento  del  conde.  Llegando  al 
puerto  de  Tripol  con  quince  ó  diez  y  seis  naos  gruesas. 
donde  lo  halló  embarcado  con  su  gente  para  ir  sobre  la 
isla  de  los  Gelves,  distante  de  Tn'pol  35  leguas,  fué  re- 
cebido  del  conde  con  mucha  alegría  él  y  otro  hermano 
suyo,  y  Diego  de  Vera  capitán  del  artillería.  Tomando  la 
vaelta  de  los  Gelves ,  después  de  haber  reconocido  la 
costa  y  los  bajos  delta ,  á  3&  de  agosto  del  año  de  iSlO. 
ó  segon  Alvar  Gómez ,  á  38  dia  de  San  Agustín ,  saltó  la 
gente  toda  en  la  ista ,  donde  nació  discordia  entre  el  cui- 
de y  don  G&rcta ;  porque  quería  el  conde  esperar  la  decli- 
nación del  sol .  y  don  García  sin  dilatar  algún  espacio  asal- 
tar los  moros;  é  junto  con  esto  pedia  la  svanguardia. 
Rehusaba  esto,  cuanto  pedia,  aquel  hombre  de  militar 
industria  y  de  prontísimo  vigor,  diciéndole,  que  aquel 
lugar  tocaba  á  los  soldados  viejos;  que  bícieae  experieu- 
cia  do  la  milicia  en  la  dicipliua  de  los  capitanea  antiguos. 


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475 

antes  que  vÍDiese  á  ponerse  en  tanto  peligro.  Pero  replicó 
don  García  con  tanta  importunación .  que ,  vencido  de  sus 
ruegos,  no  pudiendo  resistir  mas  á  aquel  ardiente  joven, 
que  tanto  deseaba  mostrar  la  fortaleza  de  su  corazón,  per- 
mitió contra  su  voluntad  que  llevase  la  delantera.  Y  en 
siete  escuadrones  comienean  á  marchar,  yendo  en  el  pri* 
mero  don  Diego  (1)  con  un  coselete  dorado  con  brazales  y 
celada  y  en  un  caballo  rucio .  apresurándose ,  por  hallarse 
en  la  ocasión  casi  preseute ,  para  dar  prueba  de  su  valor. 
Iban  con  él  casi  sesenta  caballeros  y  hombres  nobles,  que 
había  traído  de  Elspaña ;  y  tras  ellos  seguían  las  otras  es- 
cuadras en  ordenanza.  Y  el  conde  encima  de  su  caballo 
visitándoles,  y  animando  y  dando  orden  en  todo.  Había 
caminado  el  ejército,  que  eran  quince  mil  hombrea,  le- 
gua y  media  casi  á  medio  dia  por  aquella  tierra  seco, 
estéril,  cálida  y  arenosa:  ardia  el  calor  peetitencial con  el 
aire  de  África ;  faltaba  la  agua  y  casi  todos  perecían  de 
sed,  y  con  aquel  encendido  vapor  y  trabajos  se  caian  mu- 
chos como  muertos  y  otros  ahogados  en  el  camino.  En- 
tonces sin  guardar  orden  comenzaron  á  deshacerse  los 
escuadrones ;  y  el  primero  fué  el  del  coronel  Vianelo  ve- 
neciano ,  que  llevaba  la  avanguardia.  Solo  el  de  don  Diego 
Pacheco ,  que  aquel  dia  traía  la  retaguardia ,  conservó  su 
orden.  Don  García  animaha  á  todos,  prometiéndoles  cier- 
ta  Vitoria  y  despojos  si  sufrían  aquel  pequeño  trabajo ;  que 
se  acordasen  de  las  grandes  hazañas  que  habían,  acabado 
eo  África  y  no  quisiesen  oscurecer  el  resplandor  de  su 
gloria  afrentosamente ,  la  mayor  virtud  y  ecelencia  de  la 
milicia  emanóla  era  la  tolerancia  de  los  trabajos,  y  esta 
perdían  de  todo  punto  y  la  reputación  de  su  nombre,  si  no 

(1)  ^ece.qnc  debe  decir  doa  García. 


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476 
se  alentaban  y  sobrepujando  aquellas  dificultades  na  su- 
jetaban aquella  isla  habitada  de  unoá  pocos  y  desarmados 
moros.  Pasando  con  estas  amoneslaciones  á  unos  espesos 
y  grandes  palmares  sin  descubrirle  un  moro  de  paz  ó  de 
guerra ;  que  á  los  capitanes  prácticos  puso  en  mucha  sos- 
pecha; y  habiendo  ido  un  cuarto  de  legua  por  los  palma- 
res, entraron  por  unos  olivares  muy  grandes,  donde  á  la 
parte  austral  hacia  do  caminaban  entre  unas  paredes  de 
antiguo,  edificio  habia  unos  posos  de  agua ,  que  estaban 
seis  millas  dentro  de  la  isla.  Allí  los  moros  considerando 
la  sed  que  llevarían  los  españoles  euando  llegasen  á  los 
pozos,  babian  emboscado  á  un  tiro  de  ballesta  mas  de 
3,000  caballos  y  mucha  gente  de  pie.  Mas  los  soldados, 
con  mas  codicia  de  beber  que  de  pelear ,  corrieron  á  los 
pozos  cayéndose  muchos  en  el  camino ,  sin  poder  sufrir 
la  intolerable  sed  que  habían  padecido ;  y  llegando  de- 
sordenados, trabajaban  con  grande  tumullo  por  sacar 
agua ,  de  suerte  que  peleaban  unos  con  otros  por  beber 
primero.  Los  moros,  detrás  de  las  paredes  de  las  here- 
dades eercnnas  á  los  pozos,  escondidos  entre  los  palma- 
res, miraban  la  confusión  y  desorden  de  los  cristianos; 
y  conociendo  la  ocasión,  no  la  perdieron,  antes  arreme- 
tieron á  ellos  con  espantoso  ímpetu  y  estruendo  á  rienda 
suelta.  Y  primero  acometen  &  aquella  derramada  gente, 
que  estaba  sin  ñierzas  y  desatentada  con  la  mortal  sed  y 
ardor  del  sol ,  80  caballos  moros  con  grandes  alaridos. 
Aunque  tocaron  luego  al  arma ,  y  procuraron  los  capita- 
nes recogellos  á  las  banderas ,  no  pudieron  con  los  solda- 
dos que  dejasen  la  agua ,  aunque  vían  que  los  alcanzaban, 
comenzando  á  retirarse  los  que  venían  junto  á  ellos  de- 
sordenadamente :  don  García ,  que  no  tenia  eiperiencía 
de  ordenar  y  regir  los  soldados ,  en  aquel  súbito  caso  lleno 


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477 
de  confusión   y  Icmor  liizo  entonces  oficio  <1e  forlísimd 
soldado  y  capitán  magnánimo ;  porque  peleando  primero 
á  caballo  se  apeó  y  con  una  pica  en  las  manos  se  puso 
delante  los  soldados,  exhortándolos  á  combatir  con  vale- 
roso ánimo  y  á  cobrar  fuerza  y  osadía  de  la  necesidad 
presente ;  y  aunque  vio  que  no  lo  seguían  mas  de  aque- 
llos 60  caballeros  y  algunos  otros  pocos,  en  quien  pudo 
mas  la  vergüenza  que  la  sed  y  el  miedo,  no  desmayó, 
antes  dio  con  ellos  tal  carga  á  los  moros ,  que  los  hizo  re- 
tirar cuanto  una  carrera  de  caballo ;  pero  acrecentados 
de  nueva  caballería,  revuelven  sobre  ellds  con  tanto  ím- 
petu, que  los  hacen  huir  y  muchos  medio  muertos  de 
lasitud  y  cansancio,  se  dejaban  matar,  Don  García  quedó 
casi  solo  peleando,  basta  que  sin  sangre  y  sin  aliento, 
desamparado  del  espíritu ,  cayó  sin  vida  entre  los  moros, 
que  él  había -muerto ;  haciendo  siempre  famosa  y  memo- 
rable aquella  isla  con  su  muerte.  Viéndolo  caído  el  es- 
cuadrón, se  puso  todo  en  huida,  y  )o  mesmo  hicieron 
los  otros  escuadrones,  que  venían  atrás;  con  tanta  ndmi* 
ración  de  los  caballos  moros,  que  temiendo  alguna  em- 
boscada, no  osaban  seguir  libremente.  El  conde  que  an* 
daba  entonces  mas  desviado,  deteniendo  y  animando  la 
gente,  que  ya  iba  desbaratada  del  todo,  comenzó  á  rece 
gcllos,  procurando  que  volviesen;  y  puesto  delante  les 
dice,  que  lo  sigan  á  romper  aquellos  cobardes  moros, 
que  han  vencido  tantas  veces;  y  aunque  volvieron,  fué 
con  tan  poca  fuerza,  que  se  retiraron  luego.  El,  no  pu- 
diendo  hacer  otra  cosa,  se  retiró  á  una  torre  que  estaba 
en  el  puerto ,  y  la  retaguardia  se  puso  también  en  huida. 
Pudieran  los  moros  que  seguían  el  alcance  hacer  mucho 
mas  dafio,  si  no  temieran,  que  se  retiraban  por  sacallos 
de  los  palmares  y  revolver  sobre  ellos  en  el  llnno.  Fué  . 


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tanto  el  miedo  que  concibieron  los  que  huían ,  que  iiín- 
(juno  volvió  el  rostro  á  los  enemigos,  y  en  Ift  huiJa  csúan 
muchos  (lesfallecidos  de  la  sed,  y  muchos  pensando  que 
eran  prados  las  boyas  y  aberturas  arenosas  cubiertas  de 
yerba,  no  sabiendo  el  camino,  se  sepultaban  en  ellas,  y 
otros  se  ahogaban  en  aquellos  remolinos  escondidos  de- 
bajo la  arena ;  porque  la  naturaleza  de  aquella  tierra  es 
liona  de  roturas  y  cuevas.  Allí  pereció  la  flor  de  la  gente 
española,  aquellos  que  con  pequeño  número  no  solo  ha- 
bían resistido  á  grandes  ejércitos  enemigos ,  pero  los  ha- 
bían roto,  destruido  y  muerto;  los  que  á  Oran,  Bugia  y 
Tripol ,  ciudades  inaccesibles  y  poderosas  en  mar  y  tier- 
ra, fortisiraas  por  naturaleza  y  arte,  habian  entrada  por 
fuerza,  y  despojado  y  destruido;  aquellos  vatentísimos 
soldados,  esclarecidos  con  tan  grandes  trofeos ,  cuyas  ar* 
mas  eran  espantosas  a  toda  África ,  rendidos  á  aqudlos  de- 
sarmados y  rústicos  moros,  tes  ofrecieron  el  cuello,  para 
que  ejercitasen  en  ellos  lo  que  quisiese  la  ira ,  y  crueldad 
y  soberbia  del  vencedor  bárbaro.  Murieron  casi  4,000  es- 
cogidos soldados  con  sus  capitanes  y  oficiales,  pocos  á 
hierro,  muchos  con  sed  y  ahogados  en  aquellas  cuevas  y 
bocas  cubiertas  de  la  lioiTa  y  en  aquellos  tragaderos  es- 
condidos. 


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479 

NúH.  22. 

Belacion  de  los  saceto»  de  las  armas  marítimas  de  Espaiía 
en  los  años  de  1510  y  15il,  con  la  toma  de  la  ciudad  y 
puerto  de  Trípol  por  el  conde  Pedro  Navarro ;  y  jornada 
de  los  Gelves,  en  que  se  perdieron  los  nuestros,  y  murió 
D.  Garda  de  Toledo,  hijo  del  duque  de  Alba,  con  otros 
muchos  acontecimientos  de  las  varias  expediciones  que 
se  emprendieron  contra  inmoles. 

Al  fin  de  etU  doeumenlo  hay  la  siguiente  nota  aatóffra/a: 

HillaDse  lodos  estos  snoesos  de  los  aSm  1510  y  1511,  ea  la  Tof 
ma  copiada,  al  principia  de  un  códice  en  Mió  ds  misceláneas  ij. 
U.  k.  de  )a  Biblioteca  alta  del  Escorial.  La  letra  es  de  priaoipios 
del  siglo  XVI  de  bastante  dificultad.  No  aparece  el  nombre  del 
autor;  pero  parece  que  su  intención  era  continuar  la  Relación  de 
los  sncesos  hasta  el  año  de  1558,  aunque  en  lo  que  sigue  copiado 
aquí  no  llega  sino  basta  1512.  Se  ba  dejado  de  copiar  lo  demás  por 
DO  tener  tanta  conexión  con  nuestro  objeto.  Canfrontóse  en  este 
Real  Honaslcrio  á  18  de  noviembre  de  1791.— Hartin  Fernandez 
de  Navarrete.— 00/  una  rúSrica. 

Año  do  mili  y  quinientos  ¿  diez  fué  lomada  Bugía  á 
seis  dios  del  mes  de  enero,  é  tuego  como  fué  sabido  en 
Spaña  se  cargó  una  nao  en  el  puerto  de  Málaga,  ansí  de 
baslimeolos  como  de  gente ,  en  que  habia  trecientos  hoiU' 
bres  é  mili  y  quinientos  quintales  de  bizcocho ,  docienlos 
barriles  de  pólvora ,  ciento  y  cincuenta  botas  de  vino ,  y 
muchas  bolas  de  carne  salada,  muchos  barriles  de  an- 
cboua  y  de  mucho  aceite:  esta  nao ,  aunque  con  mucho 
trabajo  de  tempestades,  llegó  al  puerto  de  Bugía  viór" 


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480 

nes  lie  la  Cniz,  que  fué  primero  de  abril,  pero  no  en- 
tró dentro  á  causa  que  estando  ya  á  la  hoca  del  puer~ 
to ,  que  serán  casi  dos  millas  de  Bugt'a,  vuelta  la  proa 
para  entrar  en  el  puerto  nascíó  un  viento  de  ua  rio  muy 
grande,  que  está  una  milla  de  Bugi'a,  que  entra  en  h 
mar,  é  en  tanta  manera  creció  el  viento  que  de  necesidad 
hubieron  de  surgir  á  la  mesma  boca  del  puerto,  donde 
perseveró  el  dicho  viento  desde  la  mañana  hasta  tres  ho- 
ras de  la  noche ,  tanto  que  pensaron  que  se  quebraran 
las  giimias  (i)  y  que  la  nao  diera  al  través,  ó  en  alguna 
sierra,  ó  en  algún  lugar  de  moros  que  había  muchos 
ellos  (2) :  estando  en  esta  tormenta  invió  el  conde  Pedro 
Navarro  un  batel  con  Irea  hombres  a  saher  que  nao  era 
aquella ,  los  cuales  venidos  y  sabido  cuya  era ,  dan  vuelta 
con  mucho  peligro  y  trabajo  por  causa  del  viento  que 
venia  de  tierra,  tanto  que  llegaron  á  tierra  casi  muertos 
de  remar.  Como  el  conde  supiese  que  venia  la  nao  con 
gente  y  vituallas,  luego  otro  día  sábado  en  amanesciendo, 
víspera  de  Pascua  de  Resurrección ,  mandó  á  todos  los  ca- 
pitanes de  las  naos  que  estaban  en  el  puerto ,  que  serían 
hasta  25  entre  grandes  y  pequeñas,  que  invien  las  bar- 
cas y  esquifes  para  ayudar  á  meter  la  nao  en  el  puerto; 
pero  como  la  nao  era  grande  é  venia  muy  cargada ,  nunca 
por  mas  que  tiraron,  ni  por  cosa  que  hicieron  la  pudie- 
ron meter,  y  á  esta  causa  acordaron  de  echar  toda  la 
gente  que  en  ella  venia  fuera,  y  sacar  en  los  barcos  lo 
mas  que  pudieron  de  la  provisión  é  dexarse  la  nao  sola  á 
la  boca  del  puerto ,  é  ansí  fué  hecho;  pero  plugo  á  Dios 
que  otro  diu  á  la  mañana  se  izó  viento  levante  é  ella  se 

(4)  Quizá  ^úm e/Mí. 
(2)  Acaso  delliu. 


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481 

entró  é  desembarcó  todo  lo  que  en  ella  cstnlm.  El  «ondi* 
repartió  entre  todos,  según  el  estado  de  cada  uno,  y  es 
Itt  verdad  que  vino  á  tan  buen  tiempo ,  que  haltia  cerca 
de  un  mes  qne  el  ejército  que  staba  en  fiugía  tenia  tontn 
necesidad  que  comian  ratones ,  gatos  y  caballos,  porque  li 
la  aazon  no  había  en  la  cibdad  de  provisión  sino  un  poco 
ele  tocino  muy  mato  y  muy  difictl  de  haber. 

Postrero  día  de  Pascua .  que  se  contaron  tres  de  abril. 
vioieron  á  la  cibdad  de  Bugia  nueve  hombres  de  caballo 
todos  moros ,  entre  los  cuates  venia  un  jeque ,  nosotros 
decimos  señor  de  vasallos,  el  cual  podía  ser  de  diez  y 
ocho  ó  diez  y  nueve  años,  é  otro  que  otro  tiempo  habin 
sido  Rey  de  Bugia,.  el  cual  venia  ciego,  é  como  llegaron 
con  BU  bandera  de  s^uro ,  según  es  uso  traer  los  que  á 
Contrarios  vienen,  fueron  mny  bien  rescibidos  del  conde 
y  de  toda  la  gente,  é  como  allí  estuviesen  ciertos  días, 
el  conde  preguntó  al  que  había  sido  Rey,  como  venia  y 
á  que.  El  respondió:  Señor)  yo  seyendo  Rey  desta  cib- 
dad salí  á  unos  lugares  comarcanos  y  por  mas  seguridad 
dejé  la  cibdad  en  guarda  doste  que  á  esto  sazón  que  tu 
Id  tomaste  reinaba,  el  cual  es  mi  tio,  y  como  él  me  viese 
fuera  de  la  cibdad ,  tuvo  manera  como  se  alzar  con  ella, 
é  con  todo  el  reino ;  é  yo  volviendo  sin  sospecha ,  fui  del 
preso,  é  viéndome  en  su  poder,  con  una  barra  ardiendo 
que  me  hizo  poner  sobre  los  ojos  me  cegó,  y  ciego  me 
tuvo  preso  ocho  años  hasta  que  agora  los  moros  viendo  la 
cibdad  perdida  y  el  Rey  desbaratado,  me  soltaron  é  huí 
ú  los  aduares  como  los  otros ,  donde  he  estado  hasta  ago- 
ra con  estos  amigos  que  conmigo  vienen.  Nuestra  venidií 
ha  sido  por  tomar  venganza  de  quien  tanto  mal  me  hizo, 
y  es  que  nosotros  sabemos  que  el  Rey  que  desbaratestcs 
tiene  asentado  su  real  siete  leguas  de  aquí,  entre  doü 
Tomo  XXV.  31 


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sierras  donde  os  puedo  ditr  indusli-ía  que  sin  ser  sentidos 
os  aprovechéis  del  é  de  todos  los  suyos.  Después  que  el 
conde  hubo  lai^a  inrormacion  dellos  de  lodo  lo  que  en 
este  caso  pudo  saber,  preguntó  al  Rey  ciego  si  sentía  los 
ojos  quebrados:  él  respondió  que  nó,  que  las  niñas  seD- 
lia  sanas,  pero  que  creta  que  con  la  calor  del  fuego  se  le 
avian  ajuntado  los  párpados.  Entonces  el  conde  le  pre- 
guhtó  si  se  consentiría  curar :  él  dijo  que  no  deseaba  otra 
cosa.  Luego  el  conde  mandó  venir  lodos  los  médicos  y 
cirujanos  que  en  el  ejército  había,  é  lo  mas  sotilmente 
que  pudieron  con  una  navaja  le  cortaron  los  párpados,  é 
en  tal  manera  fué  curado  que  luego  vió,  cosa  maravillosa 
y  que  casi  que  trae  consigo  misteria  para  notar  que  en 
siendo  este,  aunque  infiel,  en  ayuda  de  nuestra  fé,  le 
quiso  Dios  restituir  aquello  de  que  por  sus  pecados  le  ha- 
bía privado. 

Gomo  el  conde  tuviese  cuidado  de  poner  en  ejecución 
lo  que  los  moros  le  habían  dicho,  acordó  inviar  dos  mo- 
ros é  dos  cristianos  para  que  mirasen  la  desposicioii  del 
camino,  y  viesen  en  que  manera  eislaba  el  real  y  quo 
gente  entraba  y  salía ;  é  ansí-  se  salieron  los  espías  de  Bu- 
gía  á  la  boca  de  la  noche,  é  llegaron  encima  de  una  sier- 
ra que  está  siete  leguas  de  la  cíbdad ,  é  vieron  que  el  real 
estaba  asentado  en  unos  prados  qne  se  hacen  entre  aque- 
lla sierra  ó  otra  cuesta  de  la  otra  parte,  ansí  que  pudie- 
ron ver  toda  dispusicion  del  real ,  é  por  no  ser  sentidos 
acordaron  de  tener  allí  aquel  día,  é  luego  á  prima  noche 
dan  la  vuelta  é  amanescieron  en  Bugía,  donde  informa- 
ron al  conde  de  todo  lo  que  habían  visto.  Habida  el  con- 
de inrormacion ,  manda  luego  apercibir  la  gente  que  tenía 
acordado  de  llevar,  y  luego  viernes  á  la  noche  que  se 
contaron  1 5  de  abril  mandó  salir  de  la  cibdad  hasta  mili 


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485 

é  quinientos  hombres  de  ordenanza  en  seis  escundroneít, 
é  después  de  puesto  ei  sol  comienza  á  caminar  con  mu- 
cha óhlen  por  no  ser  sentidos.  Iba  delante  de  todos  por 
GTuion  el  Hey  moro  con  fasta  i  2  de  caballo  é  otros  tantott 
peones»  é  también  por  matar  loa  moros  que  en  el  cami- 
no Lopaseni  por  que  la  gente  no  fuese  sentida ,  aunque 
ninguno  toparon ,  é  ansí  anduvieron  casi  que  seis  legiia^i 
hasta  que  llegaron  á  un  rio  tan  grande  y  aun  moyor  qi!o 
Goadalquevir ,  por  donde  pasaron  los  escuadrones  dehiii- 
teros  i  é  pasados  los  hicieron  detener  casi  un  cuarto  dr 
hora  hasta  que  los  otros  pasasen,  é  luego  comenzaron  n 
caminar  casi  que  al  punto  del  alba,  é  yendo  adelante 
ya  se  oya  el  almuédano  del  real  que  hacia  la  cala ,  de 
manera  que  con  mucho  sosiego  comenzaron  ó  caminnr 
por  estar  tan  cerca  como  estaban .  que  seria  casi  medin 
legua  del  real.  Llevaban  los  escuadrones  delanteros  Die- 
go de  Vera,  capitiin  del  artillería,  é  Samaniego;  é  como 
llegasen  á  uhos  prados  que  se  hacían  como  á  la  entrada 
de  un  vallo  (  en  la  misma  entrada  habla  unos  árholes'que 
se  llaman  garrobos ,  é  como  no  ero  bien  de  día  pensaron 
que  eran  las  tiendas  de  los  moros,  y  con  este  pensamien- 
to dan  al  arma  y  arremeten  todos  hacia  los  garrobos  dis- 
' parando  escopetas,  é  como  se  viesen  burlados,  tomaron 
por  acuerdo  de  correr  todos  hasta  las  tiendas  que  eslariaii 
de  allí  cerca  de  media  legua;  pero  como  los  moros  hu- 
biesen sentido  los  atambores  cuando  daban  al  arma  é  los 
tiros  de  pólvora  >  espantados  que  el  conde  se  atreviese  ó 
entrar  tanta  tierra  adentro  tuvo  el  Rey  moro  lujcar  do 
huir  con  otros  jeques  y  alárabes ,  de  lo  cual  pesó  mucho 
al  conde  y  á  todos ;  pero  como  la  gente  hubiese  corrido 
mucho,  aunque  estaban  armados,  y  aunque  llegasen  muy 
cansados,  los  moros  todos  no  tuvieron  lugar  do  huir;  é 


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■484 

como  los  cristinnos  llegaron  arrcmclen  á  los  moros  con 
iQDlo  esfuerzo  é  nlcgría  que  luego  todos  loa  maa  de  los 
moros  se  ponen  en  huida,  aunque  entre  chicos  y  gran- 
des, hombres  y  mugeres  fueron  cabtivoB  hasta  mili  per- 
sonas. Allí  veríades  al  conde  Pedro  Navarro  como  un  león, 
bañado  los  brazos  en  sangre  andar  como  un  león  esror- 
zando  la  gente,  matando  é  hiriendo  los  moros  que  se  po-  ~ 
nian  en  defensa,  dando  ejemplo  de  esforzado  capitán  y 
animoso  caballero.  Esomesmo  andaba  el  Rey  moro  con 
esa  poca  de  gente  de  pie  y  de  caballo  que  tenia,  hacien- 
do tanto  estrago  en  los  moros,  como  si  fueran-sus  morta- 
les enemigos.  Andaba  eso  mismo  un  tornadizo,  que  se- 
yendo  moro  se  tornó  cristiano,  el  cual  se  habia  llamado 
Pedro  Navarro,  delante  toda  la  gente,  matando  é  hirien- 
do los  moros  con  un  esfuerzo  maravilloso ,  llamándolos 
perros,  y  diciéndoles  que  nunca  había  sido  dellos.  Anda- 
ba nuestra  gente  por  aquellos  prados  tendida,  ya  que  el 
dia  era  claro,  unos  quemando  tiendas,  oíros  matando 
moros,  otros  juntando  camellos,  vacas,  acémilas,  caba- 
llos, yeguas;  otros  apañando  ovejas,  carneros,  cabras  y 
otros  ganados;  otros  seguían  el  alcance  de  los  moros  con 
tanto  placer  y  alegría  como  si  estovieraii  en  su  raesma  na- 
luleza,  de  donde  claro  paresce  tan  gran  victona  haboi- 
sido  mas  por  la  gracia  de  Dios  quo  por  fuerza  do  hom- 
bres. Húbose  en  este  despojo  onucho  oro,  y  plata,  aljó- 
far, y  seda,  y  grana  c  otros  pnños  muy  linos,  sin  los  cab- 
tivos  c  cabtivas ,  de  los  cuoles  hubo  muchos  que  se  resca- 
taron á  mili,  dos  mili,  tres,  cuatro  mili  trlpolinas:  ansí 
mesmo  se  halló  un  camello  cargado  con  la  vajilla  del  Rey 
moro ,  y  con  toda  la  ropa  de  su  vestir,  ansí  de  brocado 
como  de  seda  é  grana ,  y  entre  ello  una  corona  de  oro, 
todo  cargado  en  dos  líos  eobierlos  con  un  tendejón  de 


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485 

lana  de  íáunellos ,  é  no  estaban  reatados  porquo  no'  había 
tenido  lugar  para  tanto,  de  manera  que  se  apreciaba  en 
mns  de  seis  miil  ducados.  Hubo  este  camello  un  alférez 
de  la  capitanía  del  coronel  don  Diego  Pacheco  por  aviso 
de  un  criado  suyo,  é  luego  que  lo  hobo  lo  descargó  é 
tornó  á  cargar  eo  cuatro  acémilas,  y  lo  llevó  hasta  los 
prados  de  Bugia  donde  lo  dejó  ascondido  entre  unos  zar- 
zales, é  otro  dia  lo  trajo  á  la  cíbdad.  Poco  le  aprovachó 
á  él  é  á  todos  los  otros ,  porque  todo  cuanto  allí  hubieron 
lea  tomaron,  é  &  algunos  que  no  lo  dieron  tan  presto 
como  fué  pregonado  los  echaron  en  presión  porque  diesen 
lo  que  tenian  ascondido ,  en  especial  á  este  que  halló  el 
camello .  lo  cual  sintió  tanto  la  gente  que  si  la  guei'ra  no 
fuera  con  moros  ninguno  dellos  quedara  que  no  se  fuera. 
Quemadas  las  tiendas  y  seguida  la  vitoria  hasta  enci- 
ma de  la  sierra ,  el  conde  hizo  recoger  la  gente ,  é  los 
hizo  poner  en  orden  como  habian  venido;  ansimismo  jun- 
taron toda  la  cabalgada ,  ansi  de  bestiame  como  de  hom- 
bres y  mugeres  hasta  mili  personas ,  c  mas  de  nuevccien- 
tos  camellos  é  otras  tantas  vacas  é  inñnitas  ovejas,  cabras 
é  carneros,  caballos,  yeguas  é  acémilas,  é  ansí  junta  la 
meten  en  medio  de  los  escuadrones  é  comienzan  á  cami- 
nar. A  esta  sazón  ya  se  habían  llegado  gran  multitud  de 
moros,  alárabes  y  berberisces,  ansí  de  á  caballo  como 
peones,  sin  infinitos  que  continuamente  aylaban  por  aque- 
llas sierras  abajo  y  por  todos  los  linpos  con  grandísima 
grita  arremetía  hacia  los  escuadrones ,  pero  no  porque  se 
osasen  mucho  allegar ,  que  la  escopeten'a  y  ballestería  es* 
taba  tan  á  punto'que  cuando  arremetían  muchos  dellos 
quedaban  tendidos  en  el  suelo ,  y  desta  manera  se  sacó 
la  cabalgada  de  aquellos  prados ,  sío  que  se  perdiese  hom- 
bre de  los  nuestros ,  porque  el  conde  había  mandado  so 


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48G 

pena  de  muerte  qae  ninguno  fuese  osado  de  salir  de  su 
ordenanza,  lo  cual  ansí  se  hizo ,  salvos  un  valenciano  que 
por  ir  tras  unos  moras  que  iban  huyendo  se  desmandó,  y 
unos  moros  le  hicieron  pedazos,  sin  que  ninguno  le  osase 
ir  á  socorrer ;  é  como  el  conde  lo  viese ,  mandó  con  mu- 
cho enojo  que  on  llegando  á  fingía  lodos  los  valencianos 
se  fuesen  á  sus  tierras :  é  ansí  se  fué  la  gente  hasta  el 
rio  donde  los  moros  pensando  ¿  la  pasada  aprovecharse 
de  los  nuestros,  tomaron  muchos  dellos  la  delantera  y  pa- 
soron  el  río ;  pero  como  el  conde  los  vido  pasades  y  que 
querían  defender  e)  paso ,  mandó  pasar  delante  un  escua- 
drón de  escopeteros,  los  cuales  pasando  les  hicieron  huir 
de  tal  manera  que  no  osaron  mas  volver  al  rio  los  moros 
que  no  habian  pasado.  En  este  medio  tiempo  habían  re- 
ceñido hasta  trecientos  camellos  que  se  habían  salido  de 
la  cabalgada ,  y  puestos  los  camellos  en  la  delantera ,  por 
miedo  de  las  escopetas,  arremeten  á  fai  retaguardia  ó  re> 
zaga  coa-una  gran  grita ;  y  como  el  conde  los  viese  venir 
hace  detener  la  gente  y  con  up  escuadrón  de  gente  arre- 
mete hacia  ellos ;  entonces  los  moros  echan  a  huir  y  dejan 
los  camellos,  los  cuales  luego  fueron  metidos  con  los  otros 
en  la  cabalgada ,  y  ansí  quedaron  cinco  ó  seis  de  caballo 
muertos  de  scopslas,  y  ansí  se  pasó  el  rio  con  toda  la  co* 
babada. 

Pasado  el  rio  y  tornados  los  escuadrones  á  so  orden 
comenzaron  á  caminar  y  los  moros  que  continuo  se  alle- 
gabon )  mas  siempre  en  seguimiento  á  la  rezaga ,  y  por  los 
lados ,  pero  no  porque  mucho  so  osasen  allegar  á  cabsa 
de  las  escopetas ,  pero  como  algunos  moros  conoscíesen  al 
Bey  moro ,  á  el  jeque  bq  sobrino  con  otros  cinco  ó  seis  de 
á  caballo  moros  que  iban  en  la  delantera  con  Diego  de 
Vera ,  salen  diez  moros  do  los  coutrarios  é  arremeten  í 


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487 

ellos,  é  Diego  de  Vera  é  el  Roy  también  á. ellos,  é  Diego 
de  Vera  de  su  encuentro  llevó  un  caballero  moro  é  Ioü 
otros.biciéronlo  también ,  que  hicieron  buir  á  los  contra- 
rios de  tal  manera  que  nunca  mas  osaron  tornar.  Fué  be- 
rido  en  esta  escaramuza  el  jeque  de  una  lanzada  en  la 
pierna ;  pero  no  fué  mucho.  En  este  tiempo  nunca  lia- 
«ían  sino  venir  moros  como  hormigas ,  é  aunque  muchas 
veces  tenían  aparejo  para  airemeler ,  por  ser  el  camino 
muy  angosto  é  de  muchos  pasos  malos,  pero  no  lo  osa- 
ban hacer,  antes  se  sobian  en  las  alturas  é  daban  una 
grita  saltando  como  picazas  y  lomaban  la  tierra  y  echá- 
banla hacia  el  cíelo  escarbando  con  los  píes  como*  toros, 
é  como  vían  salir  el  humo  de  las  escopetas  todos  se  deja- 
ron  ooer  en  el  suelo ,  é  ansí  pesados  aquellos  pasos  malos 
libaron  á  los  prados  que  están  une  legua  de  Bugía ,  don- 
de se  vinieron  muchos  jeques  á  dar  por  vasallos  del  Rey 
nuestro  señor,  é  toda  la  gente  de  los  moros  que  siempre 
venían  seguiendo ,  siendo  ya  muy  tarde ,  se  tornaron  muy 
tristes .  é  los  cristianos  entraron  en  la  cibdad  ordenados 
de  cinco  en  cinco  sin  pérdida  de  mas  de  un  solo  hombre, 
á  do  los  salió  á  rescibir  el  obispo  de  Rugía ,  que  habia 
muy  poco  que  era  venido ,  é  era  mallorquín,  en  procesión 
de  todos  los  clérigos  é  Trailes  que  allí  había,  cantando  el 
Te  Deum  laudamm  hasta  la  puerta  de  la  cibdad ,  donde 
los  que  venían  fueron  muy  bien  rescibidos  de  los  que 
quedaron  en  la  cibdad ,  disparándose  muchos  tiros  de  la 
una  parte  y  de  la  otra.  Llegó  la  gente  muy  Tatigada  ,  á 
demás  porque  la  noche  antes  habían  andado  mucho,  é  no 
habían  dormido,  ni  aquel  día  habían  tampoco  parado, 
sin  comer  bocado,  é  también  porque ,  veníendo  muy  ca- 
lurosos del  camino  habían  pasado  el  agua  del  rio  que  ve- 
nia á  la  sazón  muy  fría,  estaban  todos  como  cortados,  c  lo 


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qnc  mas  los  ofligia  era  que  no  habia  ninguno  que  no  tra> 
jiese  infinitas  espinas  de  unos  espinos  que  habia  en  los 
prados  donde  los  moros  estaban,  en  tat  manera  que  no  ba- 
hía quien  se  pudiese  tener  en  las  piernas ,  é  á  causa  que 
la  cabalgada  pudiese  pacer,  seria  bien  dos  horas  de  la 
noche  cuando  la  gente  acabó  de  entrar  en  la  cibdad. 

Es  cosa  muy  de  maravillar  si  notamos  como  habiendo 
tres  meses  que  el  conche  habia  tomado  la  cibdad  con  hasta 
cuatro  mili  hambres  tos  mas  enfermos  á  causa  de  haber 
oslado  treinta  dias  de  lo  mas  recio  del  inviemo  en  una 
isla  llamada  la  Formcntera .  lloviendo  y  Tenteando,  maer- 
tos  de  hambre  y  de  sed ,  desnudos  y  descalzos ,  durmien- 
do en  el  suelo  hecho  Iodo,  atreverse  agora  á  entrar  tan  á 
dentro  en  tierra  de  los  eDcmigos  con  mili  y  quinientos 
hombres  de  píe ,  sin  haber  gente  de  armas  en  el  ejército, 
mayoi-mente  siendo  la  cibdad  tan  grande  é  estando  tan 
poca  gente  en  ella ,  teniendo  los  muros  por  muchas-par- 
tes  casi  allanados  al  suelo ,  é  no  podemos  decir  sino  que 
fué  cosa  hecha  de  la  mano  de  Dios,  pues  que  la  fuerza 
de  los  hombres  no  bastaba  á  resistir  á  tanta  multitud  de 
moros. 

Entrada  la  gente ,  con^o  dicho  os ,  la  gente  llegó  tan 
fatigada  y  cansada  que  mas  de  seis  semanas  estuvieron 
tos  que  en  el  rebato  se  habian  hallado ,  que  ninguno  salió 
de  su  aposento,  porque  con  el  calor  del  camino  é  la  pa- 
sada de  los  rios  é  arroyos ,  é  con  las  espinas  que  se  les 
habian  hincado  de  los  cardos ,  que  llaman  arrecifes ,  es- 
taban que  no  se  podían  menear. 

Dende  en  adelante  los  moros  muy  mas  continuamente 
venían  á  la  cibdad  á  escaramusar ,  é  hacían  sus  embosca- 
das é  celadas,  de  noche;  pero  como  vían  salir  los  cristianos, 
luego  hoyan ,  en  especial  jueves ,  que  fueron  38  de  ahf íl , 


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489 
aquella  noche  hicieron  una  emboscada  de  mas  de  500 
hombres  de  caballo  enlre  unos  olivares,  junto  con  la  oib* 
dad ,  donde  los  crislianos  sacaban  el  ganado  á  pacer ,  é 
como  este  dia  lo  sacasen ,  arremeten  los  moros  de  la 
emboscada ,  pero  como  los  que  guardaban  el  ganado  diC'* 
sen  alarma  para  se  lo  defender, -oyéndose  en  la  cibdad, 
luego  salió  cierta  gente,  lo  cual  viendo  los  moros  alan- 
cean dos  ó  tres  camellos  del  ganado  é  dan  á  huir :  hubo 
este  dia  gran  rebato,  porque  los  cristianos  seguieron  á 
los  moros  hasta  el  pie  de  una  sjerra  que  es  roas  de  dus 
leguas  de  la  cibdad  en  que  murieron  dos  cristianos  que 
iban  como  corredores  para  descubrir  tierra ,  é  cayeron  en 
una  eelada  de  moros,  donde  fueron  muertos,  é  de  loa 
moros  murieron  hasta  doce  ó  trece. 
Majo.  Dia  de  Santa  Cruz,  que  fueron  5  de  mayo,  se 

juntaron  muchos  moros  é  llegaron  hasta  el  arrabal 
de  ta  ciudad,  porque  el  conde  había  mandado  que 
ningún  tiro  se  soltase  aunque  viniesen,  é  como 
unos  con  otros  estuviesen  gran  pieza  del  dia  esca- 
ramuzando é  gritando  sin  se  osar  llegar  á  la  cib-> 
dad ,  el  conde  hizo  salir  dos  escuadrones  de  gente 
por  la  parte  da  una  sierra,  y  otros  dos  que  saliesen 
hacia  ellos  é  loa  acometiesen;  é  como  los  moros 
viesen  venir  los  cristianos,  comenzáronse  á  retraer, 
é  los  cristianos  poco  á  poco  á  meterse  en  ellos,  é 
ansí  se  trabó  la  escaramuza,  en  que  murió  un  je- 
que gran  señor,  é  allí  murió  Pedro  Navarro  el 
tornadizo  peleando  muy  esforzadamente,  deque 
pesó  mucho  á  todos,  aunque  antes  que  lo  matasen 
hirió  dos  ó  tres ,  c  ansí  los  cristianos  los  seguieron 
hasta  una  angostura  que  está  cerca  de  unos  pra- 


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400 
(Jos  entro  una  sierra  y  un  río  á  iloiide  et  conile  mand» 
estar  queda  la  gente  y  ordenado  su  escuadrón  se  volvie- 
ron ;  é  aunque  otras  muchas  veces  los  moros  viniesen  á 
los  prados,  pera  disparando  un  tiro  luego  se  ponian  en  bui- 
da, y  por  esto  el  conde  no  quería  que  ninguna  gente  sa- 
liese á  ellos  porque  la  geste  se  cansaba  é  ellos  iban  huyen- 
do. En  esta  sazón  no  hacia  sino  venir  gente  de  E^paüa  para 
la  oibdad,  ansí  de  guerra  como  de  otras  personas,  porque 
como  la  cibdad  se  tomó  luego  el  conde  to  bízo  saber  en 
España,  é  se  fué  tanta  gente  dalla,  con  sueldo  aunque  po- 
co, é  della  sin  el  que  desde  el  raes  de  marzo  no  hacían 
sino  venir  en  tanto  que  en  el  principio  de  julio  había  en 
la  cibdad  mas  de  catore  mili  hombres  de  pelea. 

Mediado  el  mes  de  mayo  comenzaron  &  morir  en  la 
ciudad  algunos  de  pestilencia  é  aboyóse  (gic)  en  Unto  que; 
en  fíu  del  mes  hubo  días  que  murieron  cien  cuerpos  é 
mas ,  sino  que  plugo  á  Dios  que  duró  poco ,  atribuyéron- 
lo á  la  mala  disposicioii  de  la  tierra,  porque  Bugía  es  asen- 
tado en  alta  ó  |a  ladera  de  una  sierra,  é  bate  la  mar  en 
los  adarves  de  costado  á  Qostado  hacia  la  parte  del  le- 
vante. EiS  cibdad  muy  larga  y  de  mucha  arboledo  de  di- 
versas Frutas ,  dentro,  de  la  cibdad  y  por  todos  los  ruedos 
tiene  cerca  un  gran  rio  y  otros  arroyos  de  poca  agua; 
tiene  dos  arrabales  grandes  y  muy  cercados :  el  upo  á  la 
parle  del  norte  y  el  otro  á  parte  de  mediodía;  á  causa 
de  esta  pestilencia  se  salió  et  conde  de  la  cibdad  é  luego 
por  la  mucha  falta  que  había  de  provisiones  ó  armas  para 
la  mucha  gente  que  había ,  antes  que  ee  saliese  ínvió  al 
coronel  Diego  de  Valencia  con  su  gente ,  que  eran  ocho- 
cientos hombres,  c  los  quinientos  ballesteros  del  campo 
Alcunia  en  una  nao  y  una  carabela  portuguesa  para  que 
fuesen  á  Ñapóles  ó  trajíescn  bastimentos  é  cosas  necesa- 


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491 
rias,  los  cuales  se  hicieron  á  la  vela  viernes  primero  de 
junio,  é  con  muy  bueo  tiempo.  Lunes  'siguiente  llegaron 
á  la  i»la  de  Cerdeña  á  un  puerto  que  se  dice  Votas,  que 
está  50  millas  de  una  cibdad  de  la  dicha  isla  que  bc  dice 
Callar,  éalh  toda  la  gente  salió  en  tierra  é  asentaron  sua 
estarnas  cerca,  de  un  orroyo  de  agua  dulce ,  é  el  coronel 
con  cincuenta  ballesteros  del  oampo  de  alaíbia  (síc),  se  fué 
por  la  isla  é  tomó  ciertos  piezas  de  ganado ,  que  se  cría 
mucho  en  aquella  isla ,  y  lo  trajo ,  é  luego  loa  dueños  del 
ganado  te  vinieron  á  rogar,  que  no  lea  matase  las  ovejas 
é  se  sirviese  de  los  carneros ,  é  mas  metieron  doce  va- 
eas  para  meter  en  las  naos ,  io  cual  aunque  con  gran  difi- 
cultad se  hizo  ansí,  por  que  los  soldados  no  consentían, 
é  por  esto  el  coronel  puso  manos  en  algunos,  é  por  esto 
se  amotinaron  mas  de  las  tres  partes  de  la  gente  é  lir«< 
ron  la  vía  de  Callar,  é  como  en  la  cibdad  se  supiese  la 
pestilencia  de  Bugia,  é  que  aquellos  venían  de  allá,  no> 
los  consentleron  entror  en  la  cibdad,  é  aposentáronse  una 
milla  en  una  iglesia  par  de  un  monesterio  que  s«  dice 
Muestra  Señora  de  Buen  Aire,  á  do  por  el  visorey  fueroti 
muy  bien  proveídos  de  lo  necesario ;  é  oomo  el  coronel 
viese  que  la  gente  no  quería  volver  para  embarcar,  fue-. 
se  con  sus  naos  é  gente  para  Callar  é  requerió  al  vísorey 
que  hiciese  á  los  amotinados  que  se  embarcasen ,  el  cual 
con  muchos  ruegos  lo  acabó  con  algunos  dellos ,  é  con 
aquellos  embarcó  é  fué  su  camino,  é  los  que  quedaron 
se  fueron  en  unos  bergantines  para  la  isla  de  la  Faguñana, 
que  es  dos  leguas  de  Cicilia ,  para  el  conde  que  ya  era 
fuera  de  Bugia  é  los  otros  con  muchas  calmas  llegaron  á 
Ñapóles  sábado  25  de  junio  habiendo  salido  del  puerto  á 
nueve  del  dicho  mes  é  con  temor  que  si  la  gente  desem- 
barcase con  la  necesidad  pasada  después  oo  querría  tornar 


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492 

á  embarcar,  fueron  á  surgir  fuera  del  muelle  de  CasLil- 
novo  sin  entrar  en  el  puerto. 

Luego  otro  dia  el  coronel  solió  fuera  y  mostró  sus  cor- 
tas é  poderes  al  visoroy,  el  cual  luego  dende  á  dos  dias 
proveyó  de  todo  lo  que  inviaba  á  pedir,  salvo  de  ciertos 
hombres  darmas  é  piezas  de  artillería  que^  para  aquello 
dijo  que  no  tenia  comisión  del  Rey,  ansí  las  dos  naos  que 
ellos  hablan  traído  é  dos  carabelas  é  cinco  galeones  que 
acoso  estaban  en  el  puerto  fueron  luego  cargadas  de  mu- 
cho pao,  é  vino,  é  carne  salada  é  muchos  coseletes,  pi- 
cas ,  alabardas  y  escopetas  é  todo  lo  necesario ,  lo  cual  se 
tardó  en  embarcar  quince  dias,  y  esto  con  ayuda  de  mu< 
cha  gente. 

Estaba  en  esta  sazón  el  conde  en  la  isla  de  la  Faguña- 
na ,  que  es  dos  leguas  de  Cicilia ,  con  quince  mil  hombres 
de  ordenanza ,  en  la  cual  isla  había  mucha  leña  y  agoa 
dulce ,  é  infinita  caza ,  tanto  que  se  halló  en  treinta  dias 
que  allí  estuvo  la  gente ,  haberse  muerto  mas  de  GO  cone- 
jos ,  y  mas  de  6  venados ,  y  muchos  corzos  y  gamos ,  y  ja- 
valines,  y  asnicos  montesinos,  é  infinitos  ratones  é  tortu- 
gas .  y  esto  todo  lo  mataban  corriendo  tras  ellos  sin  gal- 
gos, ni  perros,  ni  redos,  porque  como  la  gente  era  tanta. 
Unos  por  una  parte  é  otros  por  otra  los  tomaban  que  no 
habia  donde  la  caza  se  acogiese,  y  tanta  prisa  se  dieron 
(]ue  cuando  tomaron  á  embarcar  ya  no  hallaban  caza,  y 
aunque  de  Cicilia  traian  bastimientos ,  los  mas  no  tenían 
con  que  los  comprar,  é  aun  al  principio  que  alU  fueron 
no  les  llevaban  hastimienlo ,  por  que  como  supiesen  que 
venían  de  Bugía  por  la  pestilencia  que  bahía  habido  se 
apregonó  en  la  cibdad  de  Trápana ,  que  es  dos  leguas  de 
la  isla ,  que  ninguno  so  pena  de  muerte  les  llevase  basli- 
micnto ,  é  como  el  conde  lo  supo ,  fué  eo  un  bergantin  á 


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403 
la  cibdaJ  é  requirióles  que  le  inviasen  provisiones,  donde 
no,  que  pronto  estaba  da  se  quejar  al  Rey,  é  á  esta  cabsa 
empezaron  dende  en  adelante  á  inviar  provisiones ,  pero 
para  que  no  saliesen  fuera  de  sus  barcos  ni  consintiese  en- 
trar á  la  gente  en  ellos,  antes  les  arrojan  desde  los  barco» 
lo  que  les  compraban,  é  ta  gente  les  icbaba  el  dinero,  é  áo' 
tes  que  lo  ichasen  en  la  bolsa  lo  lavaban  muchas  veces. 
Esta  isla  es  despoblada ,  que  no  hay  en  ella  sino  una  tor- 
r»  vieja  hacia  la  parte  del  norte ;  es  algo  llana ,  é  todo  lo 
otro  es  sierra,  es  alta  y  sana ,  hay  de  ruedo  en  toda  ella 
treÍDla  millas ,  hay  en  ella  muchas  ovevas  {$id^  debajo  de 
tierra,  es  señor  dolía  un  caballero  de  Gicilia,  el  cual  de 
que  supo  que  la  gente  iba  alli,  -dalra  mucho  ganado  para  la 
provisión,  porque  no  entrasen  en  ella,  á  causa  que  la  te- 
nia muy  guardada  por  la  caza  ;  pero  el  conde  como  desea- 
se sanidad  á  la  geute,  le  dijo  que  lo  no  podia  hacer,  á 
causa  que  allí  habla  de  esperar  los  bastimieotos  é  armas 
que  habían  de  traer  de  Ñapóles. 

.  Jueves  5  de  julio  se  hicieron  á  la  vela  los  que  traían 
las  armas  é  bastimieotos  ¿b  Ñapóles ,  aunque  no  todos,- 
porque  muchos  dellos  murieron  de  Ctifermedad ,  y  otros 
quedaron  malos  é  otros  no  quisieron  tornar  á  embarcar, 
ansí  que  con  algunas  calmas  llegaron  martes  seguiente  10 
del  dicho  mes  á  vista  de  la  Faguñana,  é  vieron  que  toda 
la  gente  se  hacia  á  la  vela  por  salir  del  puerto ,  é  coma 
todas  las  naos  salieron  fuera,  luego  tornaron  á  surgir  en 
una  cañada  que  se  llama  los  Hormigueros  tres  millas  de 
la  dicha  isla ,  y  esto  se  hizo  porque  con  el  viento  que  ha' 
bian  de  navegar  para  tomar  la  via  de  Tripol ,  no  podia 
salir  donde  estaba ,  pero  como  el  coronel  vio  que  la  ar- 
mada se  hacia  á  la  vela ,  pensando  que  se  iban  de  cami- 
no ,  mandó  esquifar  un  batel  de  la  nao  con  quince  marí-* 


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494 

ticros  (le  los  mas  escogidos,  é  el  coronel  y  el  capitán  de  la 
iiao  saltaron  en  el  dicho  batel  porque  quería  hablar  con 
el  conde ,  é  comienzan  á  bogar  tanto  que  llegaron  á  la 
armada,  que  habia  bien  de  sus  naos  á  las  del  conde  tres 
leguas  t  y  esto  Gzo  el  coronel  porque  sus  naos  á  la  sazón 
estaban  en  alta  mar  y  en  calmas,  y  la  armada  iba  con 
viento  de  tierra ,  pero  aunque  estotras  naos  todo  aquel 
dia  estoviesen  en  calmas  muertos  viniendo  la  noche  sin 
viento  alguno  salvo  con  el  Trior  de  la  noche  llegaron  y  po- 
saron adelante  de  la  armada,  sin  que  marinero  ni  otra  per- 
sona lo  sintiesen ,  por  lo  cual  los  marineros  fueron  re- 
prendidos del  condoi 

Llegados  donde  estaba  surta  toda  la  armada,  estaba 
toda  la  gente  allí  esperando  siete  galeras  que  habían  salido 
del  puerto  de  Ñápeles  un  dia  entes  que  las  naos  de  los 
bastimientos,  pero  estas  tomaron  la  vía  de  Sicilia  para  ir  á 
Palermo  por  otras  dos  galeras  que  ahí  estaban  apercibi- 
das para  ir  á  Berbería,  é  porque  para  la  tomada  de  Trípol 
que  el  conde  tenía  pasada ,  eran  muy  necesarias  ,  é  á  esta 
causa  las  estuvieron  esperand»  allí  hasta  el  domingo  si- 
guiente que  vinieron,  écon  mucho  ptocer  luego  elIúnesiC 
del  mes  toda  la  armada  se  hizo  á  la  vela,  que  serían  hasta 
ciento  y  ciucuenta  velas,  entre  grandes  y  pequeñas^  las 
cuales  iban  en  tan  buen  orden ,  y  con  tan  buen  viento  é 
tan  llenas  de  gente  que  era  cosa  de  ver,  é  con  esto  miér- 
coles seguiente  fueron  á  ¿ui^ir  entre  tres  islas  llamadas 
Goza  é  Malla  y  la  Pontaleria ,  que  son  islas  de  cristianos 
vasallos  del  Bey  nuestro  señor,  é  todos  los  que  en  ellas 
moran  son  gente  mucho  de  Dios^  y  hablan  como  moros. 
En  estas  islas  tomaron  agua  algunas  naos  é  lodos  los  sol- 
dados viendo  tan  cerca  la  tierra  se  echaban  á  nado  é  se 
iban  por  unas  huertas  haciendo  mucho  daño  en  ellas  á  los 


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495 

moradores  de  la  isla ,  quo  son  muy  pobres ,  ca  lo  mas  qtie 
en  esta  isla  se  coje  es  algodón ,  que  pan  y  vino  muy  poco 
hay ,  que  todos  se  bastecen  de  Cecilia ,  y  por  el  daño  que 
la  gente  hacia .  luego  oiro  dia  jueves  la  armada  se  partió 
y  tomaron  derrota  para  el  puerto  de  Tn'pol  de  Berberís, 
que  ya  á  esta  sazón  muy  de  cierto  se  sabia  que  el  arma* 
da  iba  allá,  c  ansí  navegando  sábado  seguiente  20  del 
mes ,  salió  una  gran  cometa  de  hacia  poniente .  y  fué  á 
caer  hacia  mediodia .  en  lo  cual  muchos  miraron.  A  esta 
sazoD  toda  el  armada  estaba  en  calmas  muertas  á  vista  de 
la  isla  ya  dicha ,  é  plugo  á  nuestro  Señor  que  otro  dia  do^ 
mingo  refrescó  algo  el  tiempo  *  ó  luego  lunes  á  la  larde 
22  del  mes  amainó  velas  en  alta  mar  toda  la  armada  y 
esto  por  no  saber  si  etaban  cerca  de  tierra ,  y  esta  misma 
tarde  mandó  el  conde  que  toda  la  gente  se  embarcase  en 
galeras,  y  bergantines  y  carabelas  ligeras,  y  saetías*  y 
galeones,  y  gripes,  y  chalupas,  y  barcos  sevillanos,  y  fus- 
tas, barcas,  y  bateles,  y  esquifes  y  en  otros  navios  peque- 
ños ,  y  esto  por  estar  mas  presto  para  saltar  en  tierra  mas 
de  cerca ,  porque  el  pueblo  de  Tripol  es  muy  bajo  é  los 
navios  grandes  no  se  pueden  allegar  cerca  de  tierra ;  y 
estando  ansi  la  gente  con  mucho  trabajo  y  congoja  por 
estar  muy  apretadbs .  é  sin  comer  ni  beber  cosa  que  les 
hiciese  provecho ,  estuvieron  desde  el  lunes  en  la  noche 
que  se  embarcaron ,  hasta  jueves  por  la  mañana  que  sal- 
taron en  tierra  sin  poderse  asentar,  y  ansí  otro  día  martes 
comenzó  la  armada  á  hacerse  a  la  vela ,  é  miércoles  se- 
guiente que  se  cqntaron  24  del  dicho  mes  se  descobrió 
tierra  de  Berbería ,  la  cual  está  tan  bajo  que  estábamos  no 
aun  cuatro  leguas  de  tierra  é  á  penas  se  determinaba  s\ 
era  tierra  ó  no,  de  manera  que  toda  la  armada  tornó 
amainar  velas  y  por  mejor  saber  el  puerto ,  y  para  saber 


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49Q 

que  tan  lejos  eslnba ,  el  conde  mnntjó  á  un  coronel  lla- 
mado Vianelo ,  que  era  veneciano ,  que  había  sido  mer- 
cader y  era  platico  en  Trípol ,  ó  causa  que  muchas  veces 
había  estado  allí  con  mercaderías ,  que  fuese  y  espíase  que 
tanto  habla,  ó  de  que  manera  estaba  el  puerto,  y  sí  habí» 
algunos  navios  de  turcos  dentro ;  el  cual  luego  metido  en 
una  galera  se  fué  la  vía  de  Trípol  é  como  quiera  que  tra- 
bajase por  DO  ser  visto,  fué  descubierto  de  los  moros  de  la 
cibdad,  que  luego  conoscieron  que  era  de  la  armada  del 
Goude,  é  como  estaban  sobre  el  aviso  comienzan  á  hacer 
ahumadas  por  toda  la  tierra,  é  ó  inviar  mensajeros  de  unn 
parte  á  otra ,  é  allegar  gente  é  abastecer  é  pertrechar  b 
cibdad ,  aunque  ellos  estaban  ya  bien  fortalecidos  y  aun 
sobre  el  aviso  i  porque  estando  el  conde  en  la  ísla  de  In 
Faguñana  con  la  armada  fueroil  dos  fustas  de  moros  y 
descubrieron  toda  el  armado ,  é  como  estas  fustas  se  vol- 
viesen en  Berbería  lo  hicieron  saber  por  toda  la  tierra ,  y 
como  lo  supiesen  en  Trípol  comenzaron  á  proveerse  de 
pertrechos  é  de  todo  lo  necesario,  porque  aunque  no  su- 
piesen á  que  parte  había  de  lírfir  determinadamente, 
cada  uno  se  temia  *  é  con  esto  todos  estaban  apercibidos; 
pero  como  el  coronel  entrase  en  el  puerto  é  viese  la  gente 
que  se  llegaba  que  no  era  nada ,  después  de  haber  mira- 
do todo  muy  bien  se  tomó  para  el  armada  donde  contó 
toda  la  verdad  de  lo  que  habia  visto. 

Informado  el  conde,  como  dicho  es,  de  lodo  lo  quo 
el  coronel  había  visto,  sabiendo  lo  que  había  dende  á  la 
cibdad,  luego  manda  hacer  vela^  aun^jue  liabia  graurato 
de  noche,  de  manera  que  como  el  frescor  de  la  noche  fue 
entrado  desde  aquella  hora,  basta  después  de  media  no- 
che, las  naos  anduvieron  tanto  que  toda  la  armada  se 
pasó  adelante  de  Trípol,  y  esto  fué  ansí  por  la  grande  es- 


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407 
cui-idad,  como  por  los  pilotos  no  ser  pláticos  en  aqncllas 
partes ,  pero  después  de  solido  el  lucero  como  comenzó 
á  esclarcscer .  annque  muy  poco ,  y  reconoscieron  la  tier- 
ra y  la  cibdad  y  palmares,  dieron  vuelta  á  lacibdad  poco 
á  poco,  de  manera  que  cuando  amanesció  otro  dia  jueves, 
dia  del  señor  Santiago .  que  se  contaron  25  de  julio ,  toda 
la  armada  se  halló  una  legua  de  la  cibdad ,  de  lo  cual  toda 
la  gente  sintió  tanta  alegría  y  placer,  que  no  se  "podin 
pensar ,  porque  tenían  tanta  gana  de  se  ver  con  los  moros 
envueltos ,  que  es  cosa  increíble ,  aunque  habla  tres.  di;is 
que  no  se  habían  sentado,  quien  poilría  decir  el  gran  es- 
fuerzo que -todos  mostraban,  el  relucir  de  las  armas,  e\ 
canabercar  de  las  picas ,  la  orden  que  tenían ,  que  en  ver- 
dad páresela  mas  cosa  de  Dios  que  de  hombre ;  y  con  esle 
concierto  entrados  y  allegados  los  navios  que  llevaban  In 
gente  en  el  puerto ,  juntáronse  cerca  de  ta  costa  y  co- 
mienzan á  saltar  en  tierra ,  y  en  esta  sazón  las  naos  se 
quedaban  Fuera  del  puerto  ó  causa  del  poco  tiempo.  Los 
moros  de  la  cibdad ,  como  los  navios  comenzaron  á  entrai- 
en  el  puerto,  luego  comenzaron  ellos  á  tirar  unos  tiros 
de  artillería  de  hierro  que  ellos  tenían  asestados  á  la  ma- 
rina, pero  como  las  galeras  entrasen  las  primeras,  sin 
ningún  temor ,  se  llegan  donde  era  menester ,  y  comien- 
zan á  disparar  artillería  en  el  muro  de  la  cibdad  tanta  y 
tan  espesa,  que  no  párese  i»  sino  que  hundia  la  cibdad. 
En  e^áta  sazón  entre  tanto  que  las  galeras  daban  combate 
por  la  mar,  toda  la  gente  saltó  en  tierra  é  luego  fueron 
fechos  en  sus  escuadrones ,  é  aunque  muchos  alárabes  h 
bcrberiszes,  é  genequcs  é  turcos,  ansí  á  caballo  como  á 
pie ,  vinieron  á  la  marina  y  arremetían  hacía  los  cristia- 
nos, para  lee  impedir  que  no  desembarcasen,  no  lo  pu- 
dieron hacer  á  causa  que  ios  escopeteros  ó  ballesteros  que ' 
Tomo  XXV.  52 


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498 

ilcsemborcaban  delante,  los  hncian  retraer,  y  ansí  totla 
la  gente  salió  á  tierra ,  que  serian  hasta  quince  mili  liom- 
bres  de  pelea ,  los  cuales  luego  fueron  hechos  cuatro  es* 
cuadrones  de  eiuitro  coronelías  .de  gente  cada  escuadrón, 
y  repartiéronse  de  esta  manera :  la  gente  del  coronel  doD 
Diego  Pacheco,  y  la  del  coronel  Joanes  de  Arriaga,  y  la 
de  Juqn  Salgado  coronel,  y  la  del  coronel  Avila,  estos 
con  cada  mili  hombres -tomaron  la  delantera ,  porque  ansí 
fué  acordado  en  la  isla  de  la  Faguñana  en  una  hablo  quel 
conde  hizo  á  tos  coroneles',  donde  les  se&aló  á  cada  uno 
el  lugar,  diciendo  quél  entendía  de  ir  á  un  lugar  en  el 
cual  creia  que  se  podian  juntar  muchos  moros  al  socorro, 
y  que  para  esto  á  él  pareacia  que  en  tanto  que  unos  da- 
ban combate  á  la  cibdad ,  lo»  otros  hiciesen  rostro  á  los 
moros  que  viniesen  al  socorro  en  el  campo,  y  que  [ura 
esto  los  coroneles  se  concertases  Ó  por  suertes  ó  de  otra 
manera,  y  allí  se  concertaron  les  coroneles,  que  fuesen 
los  cuatro  ya  dichos  los  que  quedasen  fuera  en  el  campo 
para  hacer  rostro  á  los  moros  que  viniesen  al  socorro  en 
el  campo,  y  que  estos  gozasen  de  todos  los  esclavos  y 
ropa  de  mercancía  toda  la  que  se  tomase  en  el  saco  do 
in  cibdad;  y  lasque  diesen  el  combate  gozasen  de  todo 
el  dinero,  oro,  é  plata  é  alhajas,  y  de  toda  la  ropa  corta- 
da de  vestir :  ansí  que  estos  cuatro  coroneles  se  van  de- 
rechos para  los  moros  con  su  gente  con  tanto  concierto 
que  no  los  dejaban  llegar  á  la  otra  gente  que  daba  el  com- 
bate, y  ansí  estovieron  en  el  campo  hasta  que  la  ciudad 
fué  tomada.  Después  que  fué  anochecido  y  los  otros  coro- 
neles con  toda  la  otra  gente ,  que  serian  once  mili  hom- 
bres ordenados  sus  escuadrones,  fueron  á  la  muralla  y 
comenzaron  á  dar  combale  á  la  ciudad,  allí  viérades  á 
los  cristianos  disparar  escopetas  y  ballestas  que  no  se  oian 


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4ftí» 

ni  vian ,  ansimismo  los  moros  dc»)e  los  mtivos  tirnr  infi- 
nita piedra,  y  los  turcos  mucha  flecha,  ansimesmo  desde 
los  torres  tiraban  muchas  lombardas ,  otros  lanzas ,  otros 
gorguees,  otros  muchas  saetas,  c  ftnsi  con  lo  uno  como 
con  lo  otro  hirieron  alanos  crisliaDos,  pero  no  para  que 
en  todo  e)  combate  de  fuera  matase  tres  ó  cuatro,  y  tslm 
los  dos  deltos  con  un  tii-o  de  pólvora  antes  que  los  escua- 
drones llegasen  á  la  muralla,  é  ansí  que  plugo  á  nuestro 
SeAof ,  7  á  su  bendita  Madre  f  al  glorioso  apóstol  Santia- 
go que  comenzando  ¿  dar  el  combate  á  las  nueve  del  din 
y  á  las  once  estaban  los  cristianos  encima  del  muro<  Fa- 
cía aquel  dia  tan  grandísima  calor ,  ansí  del  sol  como  de 
las  armas «  é  gente  é  trabajo  de  combatir ,  que  la  gente 
estuvo  en  gran  aprieto  de  se  perder  porque  ya  muchos  des- 
mayaban i  pero  como  parte  de  la  gente  subió  y  ganó  lo$ 
muros ,  los  que  quedaban  tuvieron  lugar  de  sacar  agua  de 
muchos  pozos  que  están  junto  á  los  adarves  de  muy  bue- 
na agua  de  que  todos  bebieron;  é  como  los  primeros  co- 
menzaron á  subir,  allí  veríades  lo»  moros  y  turcos  pelear 
con  ellos  tan  reciamente  qtie  acontecia  estar  atravesados 
con  las  picas  i  y  irse  por  ellas  hfista  llegar  á  dar  al  que 
tenia  la  pka,  con  los  alfanjes  é  gemías,  pero  luego  co- 
menzó ó  subir  tanta  gente  por  escalas  é  maromas  é  tan 
ligeramente  que  parescia  que  el  bieíiaVenturado  apóstol 
Santiago  les  duba  la  mano. 

Habiendo  entrado  por  los  muros,  las  puertas  de  la 
cibdad  aun  estaban  cerradas ,  é  aunque  al  principio  en- 
trasen hartos .  pero  no  eran  tantos  que  pudiesen  resistir  n 
los  moros ,  é  ansí  murieron  peleando  antes  que  tas  puer- 
tas se  abriesen  mas  de  cíen  cristianes ,  y  unos  moriaii  pe- 
leando y  otros  por  robar,  é  entre  estos  morieron  algunoj 
hombres  prencipales ,  entre  los  cuates  fué  un  coronel  que 


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500 

se  decía  Ruy  Dins  de  Rojas,  uno  de  los  Cabreras,  un  ca- 
pitán llamado  Francisco  de  Simancas,  camarero  del  conde 
Pedro  Navarro.  Allí  viérades  á  esta  sazón  áiltes  que  se' 
abrieseo  las  puertas  de  la  cibdad ,  una  maña  (1)  de  pelear 
que  queria  parescer  mas  pasatiempo ,  que  Otra  cosa ,  y 
era  que  como  los  cristianos  que  habían  entrado  por  los 
muros  fuesen  pocos ,  en  comparación  de  los  moros  quo 
dentro  habia ,  é  como  los  unos  anduviesen  peleando  por 
las  calles  con  los  otros  ,  y  como  se  sintiesen  cansados,  sen- 
tábanse á  descansar,  é  como  los  moros  los  viesen  senta- 
dos ,  sentábanse  también  ellos  y  descansaban,  ó  después  se 
levantaban  á  pelear •  é  esto  facían  muchas  veces,  y  ansí 
pelearon  hasta  que  las  puertas  de  la  cibdad  se  abrieron 
quo  entonces  no  había  tiempo  de  descansar. 

Como  los  cristianos  vieron  que  los  moros 
tan  recio  peleaban  é  que  ellos  eran  tan  pocos, 
repartiéronse  en  tal  manera  que  deltos  queda- 
sen para  hacer  rostro  á  los  moros  en  las  ca-' 
lies ,  é  los  otros  fuesen  abrir  las  puertas  ,  aun- 
que era  muy  difícil  cosa ,  ansí  porque  estaban 
quien  las  guardaban ,  como  por  estar  con  muy 
Tominiognuít- gruesos  cerrojos  é  sus  llaves,  y  porque  In 
BerbtríB.  genlc  «O  tcuia  con  que  las  descerrajar,  pero 

como  pedieron  finalmente  las  abrieron,  é  co- 
mo en  las  abriendo  toda  la  gente  entrase  con 
gran  ímpetu,  luego  los  moros  s&retrajíeron 
á  la  mezquita  mayor,  donde  muy  reciameo- 
te  peleaban ,  ansí  como  aquellos  que  sabían 


(1)  Cifra  en  lugar  de  manera,  que  Id  quedado  ya  iotrodocida 
en  naestro  idioma ,  por  la  costumbre  de  prun  un  ciarla  como  está 
escrita. 


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501 

que,  ó  t]e  muertos  ú  de  presos,  no  podion  escapnr, 
oíros  se  hacían  fuertes  en  las  torres  de  los  adarves  que 
son  muchas  y  muy  fuerles ;  y  allí  los  cristianos  por  les 
«Blrar,  y  ellos  por  se  defender,  duró  el  combale  délas 
torres  hasta  después  de  anochecido.  Los  moros  que  es- 
taban en  la  mezquita  luego  al  principio  muy  reciamente 
se  defendían;  pero  como  la  mezquita  era  grande  y  con 
muchas  puertas  hobieron  los  cristianos  lugar  de  quebran- 
tar algunas  deltas  por  donde  se  entraron  por  fuerza ,  lo 
cual  viendo  los  moros  se  defendían  tan  reciamente  que 
era  cosa  de  espanto  ;  pero  oomo  los  cristianos  se  comen- 
zaron á  encarnizar  en  ellos  de  lal  manera,  que  mataron 
dentro  de  la  mezquita  hasta  dos  mili  moros  é  moras  é  to- 
dos los  otros  fueron  presos.  Halláronse  allí  tanto  oro,  é 
plata,  é  joyas  é  otras  preseas  que  estaban  hechas  h'os 
que  á  esta  cabsa  no  cabian  do  pie  los  moros  y  morasj  é 
como  los  moros  que  se  habían  hecho  fuertes  on  las  torres, 
viesen  que  la  mezquita  era  entrada ,  é  que  no  había  otro 
remedio  sino  morir ,  diéronse  á  partido  de  las  vidas  á  un 
coronel  llamado  Samaniego  y  otro  llamado  Palomino .  los 
cuales  cativaron  y  tomaron  allí  en  los  torres  tres  mili  mo- 
ros, con  muchas  riquezas  de  oro,  y  do  plata  y  ropas. 
Entretanto  que  esto  se  hacía ,  la  cibdad  se  saqueaba ,  que 
no  estaba  toda  la  gente  en  la  mezquita  y  en  las  torres, 
sino  unos  por  una  parte  y  otros  por  otra  á  robar  derrama- 
dos hasta  que  vino  la  noche  que  todos  se  retrajieron  cada 
uno  donde  le  lomó  la  noche.  El  jeque  ó  señor  de  Tripol 
habíase  hecho  fuerte  en  una  alcazaba  con  otros  moros  los 
mas  principales  á  donde  él  y  ellos  pelearon  un  gran  rato, 
porque  este  jeque  era  tenido  por  muy  esforzado  de  su 
persona,  pero  como  cuando  la  puerta  se  abrió  el  conde 
entrase  luego  c  se  fuese  al  alcazaba ,  requerióle ,  que  so 


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502 

(líese  con  la  vida  pues  que  via  que  la  cibdad  era  entra- 
da ,  é  que  si  ó  ellos  también  lea  entraban  .por  fuerza ,  no 
era  posible  escapnr  con  los  vidas ;  luego  el  jeque  eolónces 
mandó  abrir  la  puerta,  é  luego  el  conde  entró  con  sui 
ulabarderos  é  capitanes,  y  otra  gente  bien  armada  donde 
oüUiba  el  jeque  y  su  mujer,  y  dosbijos,  y  un  hermano,  7 
otros  muchos  parientes  y  amigos  con  todo  cuanto  tesoro 
lenian. 

Recogida  la  gente  y  venida  la  noche,  como  dicho  es,  é 
eran  tantos  ios  moros  que  había  por  las  calles  muertos,  que 
apenas  liabía  quien  por  ellos  podíese  andar;  pero  lu^o 
otro  día  el  conde  los  mandó  quitar  de  allí ,  y  dellos  echa- 
ron en  los  pozos  de  la  mezquita,  y  otros  en  la  mar,  y  otros 
quemaron .  y  ansí  se  hnllaron  de  los  .que  murieron  en  la 
mezquita  y  por  los  calles  mas  de  seis  mili  moros  y  mo- 
ras, y  se  hallaron  tener  cautivos  mas  de  diez  mili  entre 
machos  y  hembras,  grandes  y  pequeños.  Las  riquezas  que 
en  este  saco  se  hicieron  fueron  sin  número,  aunque  fueron 
muchas  mas  las  que  los  ntoros  habían  sacado  de  la  cibdadi 
ciento  y  setenta  cristianos  cautivos  que  pran  italianos ,  si- 
cilianos y  nialleses ,  los  cuales  dijeron  que  bahía  treinta  y 
cinco  días  que  los  moros  sabían  que  la  armada  bahía  de 
ir  á  Trrpol ,  y  esto  por  aviso  de  un  mercader  gepovés  qua 
á  la  sazón  estaba  en  Trípol ,  por  que  otros  ginoveses  que 
á  la  sa^on  estaban  en  Cícilia  se  lo  habían  escrito  que  se 
embnrcase  antes  que  la  armada  fuese,  y  esto  le  escribie- 
ron para  que  podíese  poner  en  cobro  su  mercaduna,  y  des- 
do entonces  comenzaron  los  moros  á  sacar  camellos  car- 
gados de  ropa  á  los  lugares  é  aduares  mas  eercanos  en 
especínl  á  dos  litgares  que  están ,  uno  á  tres  leguas  que 
se  llama  Tafora  ,  y  el  otro  dos  leguas  que  se  dice  Zonzon, 
y  lo  que  á  os^os  lugares  no  tlevubfih  lo  escondían  $0  üorra 


3vGooglc 


503 

B  Mnbts.  por  los  campos ,  y  esto  por  miedo  de  los  alá- 
rabes que  es  mía  generación  de  moros  que  an> 
dan  siempre  por  el  campo  sin  entrar  en  po- 
blado Bino  cuando  \an  á  robar  algún  aduar, 
y  por  estd  se  dice  estos  ser  señores  del  -cam* 
po  é  aun  de  los  moros  por  roballes  como  les 
roban  cuanto  pueden  haber ,  ansí  que  decían 
los  cauUvos  que  después  que  los  moros  supie- 
ron que  la  armada  iba  á  Trípol  habían  sacado 
mas  de  cinco  mili  camellos  cargados  de  oro.  é 
plata,  seda,  grana  é  mucho  paño  0no  é  otras 
riquezas ;  decian  ansímismo  estos  cautivos  ha< 
ber  oído  á  los  moros,  estando  altercando,  cual 
era  mas  rica  cíbdad,  Túnez  ó  Trípol,  concluir 
lodos  que  Túnez ,  por  ser  mayor  mucho,  era 
mas  rica  cuanto  á  vestidos,  é  ropa  é  alhajas  de 
casa,  pero  que  de  oro,  é  piala ,  y  aljófar  y 
mercadurías  muy  mas  era  Trípol ,  á  causa  del 
puerto  y  del  grao  trato  que  en  ella  habia  de 
,  moros  de  la  Suria ,  alárabes  y  turcos ,  y  mer- 
caderes ginoveses ,  cicilianos,  italianos ,  vene- 
cianos y  malteses ,  y  de  todas  las  generaciones, 
por  que  como  quiera  que  Trípol  sea  el  postre- 
ro lugar  de  Berbería ,  y  el  primero  de  la  Tur- 
quía, habia  causa  y  razón  para  que  muchas 
generaciones  pudiesen  tratar  en  él,  de  don- 
de se  puede  creer  que  este  era  el  puerto  mas 
rico  que  había  en  aquellas  parles,  porque  co* 
mo  los  moros  supiesen  la  venida  de  los  cris- 
tianos ,  sacaron  casi  que  todo  cuanto  lenian , 
que  no  quedó  sino  lo  de  los  parientes  é  ami- 
gos del  jeque ,  poi'quc  cslos  no  podían  hacer 


zecbyG00¿ílC 


sino  estar  quedos  con  bub  personas  y  haciendas ,  porque 
8Í  alguno  hubiera  sncado ,  ea  de  creer  que  donde  había 
ciento  y  cincuenta  tejedores  de  sedas  é  zarzahanes,  don* 
de  se  tejian  muchas  tocas  toDO-áes  y  se  hacian  alcalifas 
y  muy  buenas ,  muchos  chamelotes  é  muy  buenos  lien- 
zos alcotán ,  infinito  lienzo  de  algodón  y  seda  y  de  lino, 
donde  habia  muchos  boneteros,  y  mochas  tiendas  de 
especería,  y  gran  platería,  y  grandes  tiendas  de  paños  y 
muy  Qnos ,  de  inGnito  aljófar,  finalmente  habia  todos 
cuantos  oficios  ea  una  ciudad  populosa  se  podían  hallar,  y 
por  esto  se  puede  creer  que  si  todo  esto  ó  la  mayor  parte 
no  sacaran,  que  todos  los  que  allí  se  hallaron  fueran  ricos, 
por  que  los  mismos  moros  lo  decian.  Hallóse  en  el  puer- 
to una  carabela  de  cien  toneles  sin  ninguna  jarcia ;  asi- 
mismo se  halló  una  galera  de  22  bancos  que  estaba  fuera 
del  agua  y  ann  no  acabada  de  calafatear,  y  dos  fustas  gran- 
des de  18  bancos  que  estaban  de  la  mesma  manera;  ansi- 
mesmo  se  hallaron  cinco  grifos  y  otros  bateles  y  barcos 
pequeños,  y  destos  vasos  hizo  mercedes  el  conde  á  capita- 
nes y  coroneles  y  otros  hombres  de  manera. 

Ganada  la  ciudad,  ansí  como  dicho  es,  ese  mesmo  dia 
en  ia  tarde  el  conde  mandó  poner  guardas  á  la  puerta 
de  la  ciudad  que  satia  á  la  marina,  y  todas  las  otras  hizo 
cerrar ,  porque  ninguno  pudiese  sacar  alguna  cosa  de  las 
ropas  ni  esclavos  fuera  á  las  naos,  y  si  lo  sacasen  que  todo 
se  lo  tomasen ,  y  esto  hacia  porque  los  cuatro  coroneles 
ya  nombrados,  que  habían  quedado  fuera  de  la  ciudad 
á  guardar  el  campo  habían  hecho  el  concierto,  que  no  de- 
bieran para  sus  conciencias,  so  aclamaron  al  conde,  dicien- 
do que  ellos  habían  quedado  en  la  guarda  del  campo,  y 
que  no  habían  tomado  nada ,  y  que  habia  quedado  con- 
certado; quo  todos  los  esclavos  fuesen  dellos  con  toda  la 


3vGooglc 


505 

ropa  de  mbreodem,  y  por  tanto  suplicaban  á  sh  señom 
mandase  complirel  concierto.  Oido  esto  el  conde,  luego 
otro  día  mandó  apregonar  que  todos  los  que  toviesen  es-. 
clavos  loa  diesen  y  los  entregasen  á  los  coroneles ,  y 
pregonando  esto  los  compañeros  so  to&  llevaron  hiego  to- 
dos .  ó  si  no  todos  los  que  tenían  cuatro ,  cinco ,  ó  ocho, 
llavábanle  los  nueve ,  y  desta  manera  muchos  so  habían 
quedado  con  uno  ó  dos  esclavos;  peco  tos  coroneles  no 
contentos  con  esto  anduviero»  todas  las  casas.,  y  cuantos 
hallaban  se  llevaban ,  y  esto  no  solo  á  los  que  habían  en< 
trado  en  la  ciudad  primero,  pero  á  los  compañeros.,  que 
habían  quedado  con  ellos  en  la  guarda  del  canpo ,  les  to- 
maban los  esclavos  que  tenian,  é  como  ellos  no  hubiesen 
habido  sino  esclavos  é  se  los  quitasen  los  coroneles ,  que'' 
daban  perdidos ,  y  no  solo  tomaban  esclavos  pero  la  ropa 
y  dineros  y  cuanta  había ,  y  esto  no  sobmente  los  coro-> 
neles ,  pero  aun  los  capitanes  hacían  muchas  demasías  y 
tan  grandes  ,  que  estuvo  la  gente  toda  movida  dos  ó  tres 
veces  para  hacer  algunos  desconciertos ;  é  si  en  tiempo 
se  hallaran  é  se  hartaran  tan  grandes  injusticias  como 
eran  quitalles  lo  suyo  que  con  tanto  peligro  y  trabajo  ha* 
bian  ganado ,  con  tanta  hambre  y  sed ,  y  muchos  dejando 
sus  haciendas  é  mujeres  y  hijos,  é  aun  ao  solamente  se 
los  quitaban ,  pero  por  sacarles  si  tenian  algo  k»  ichaban 
en  prisiones ,  y  si  todo  lo  que  en  este  caso  acaesció  se 
hubiese  de  escribir,  seria  nunca  acabar  é  causa  para  que 
culpasen  no  solamente  á  quien  tal  hacia ,  pero  al  conde 
que  tal  consentía,  aunque  de  lo  menor  era  él  sabídor,  pero 
él  se  descargaba  con  alguna  persona  que  no  es  razón  que 
se  diga  según  su  orden  é  hábito,  lo  que  este  hacia  y  res-, 
pondia,  se  tenía  por  último  y  postrera  voluntad  del  conde. 
Luego  otro  día  sábado ,  que  se  conlnroii  27  de  julio. 


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506 

aconteció  que  venia  un  navio  de  turcos  de  hasta  cien  to- 
neles .  que  se  llama  e^uazo,  que  tiene  su  castillo  á  la  proa 
como  uoa  nao,  y  debajo  del  castillo  un  espolón  ó  arti- 
mon  ó  mayna  ansí  como  galeón ,  y  este  venia  de  Alejan* 
dría  cargado  de  especería,  y  como  no  hubiese  sino  dos 
días  que  la  ciudad  era  ganada ,  venia  muy  descuidado  de- 
recho al  puerlo,  y  allegando  cuanto  dos  leguas  á  vista  del 
puerto  ,  de  que  vieron  tantos  y  tales  navios  reconoscieroo 
ser  armada  de  cristianos ,  porque  no  bastaba  poder  de 
moros  para  juntar  tantos  y  tales  navios ,  y  como  reconos- 
cieron  dieron  bordé  y  quisieron  volverse  y  volvieron  las 
velas  á  la  mar ;  pero  \:omo  iban  con  tiempo  hecho  de  le> 
vante  halláronse  perdidos,  no  tuvieron  otro  remedio  sino 
tomar  la  vuelta  de  tierra  y  dar  al  través  eci  la  mesma  eos* 
ta ,  y  encallar  en  tierra  con  el  escoazo .  y  dejarle  perdido 
con  la  mercadería ,  y  lodos  los  turcos  que  en  él  iban  salir 
atierra,  y  hicíéronlo  ansí,  de  manera  que  como  fuese 
visto  en  alta  mar  á  la  hora  fueron  cuatro  galeras  por  alta 
mar  á  mucha  priesa  y  comienzan  á  bogar  á  vela  y  remo, 
pero  como  el  navio  estaba  muy  lejos  cuando  las  galeras 
llegaron  ya  habían  los  turcos  tabordado  (1)  con  el  esguaie 
en  tierra ,  mas  no  para  que  toviese  tiempo  para  sacar 
cosa  ninguna  de  la  mercadería  antes  de  que  se  escaparon, 
hicieron  cuento  que  Dios  les  habia  hecho  gran  merced; 
é  como  los  cristianos  llegaron,  entraron  dentro  y  con  toda 
la  mercaduría  le  sacaron  a  jorco  (2)  con  las  galeras,  é  cta 
mucha  alegría  lo  llevaron  al  puerto.  Ansimesmo  jueves 
otro  dia  después  que  se  ganó  la  ciudad ,  que  se  contaron 

(1)  Asi  el  original  por  zabordar. 

(3)  Jorco  for  jorro,  fnse  nétitica  anticuada. 

If  Dl«  (h  NiVUKlC. 


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507 
dos  de  agosto,  iban  tres  cirbos(l)de  la  Belóna,  que  es 
ano  ciudad  en  la  Turquía .  á  Tn'pol  cargadas  de  mercadu* 
ría,  é  como  descubrieron  la  armada,  ansimesmo  dieron 
vuelta  en  tierra ,  é  coino  luego  fueron  vistos,  aunque  muy 
lejos  del  puerto  estuviesen,  cuando  las  galeras  salieron  era 
tan- grande  el  lerante  que  á  la  sozon  corría,  y  andaba 
la  mar  tan  alta ,  y  con  contraria  á  las  galeras ,  que  ciiando 
llegaron  á  loi'cirbos  todos  lo*  tqrcos  estaban  en  tierra 
y  habían  sacado  la  mercadería,  é  como  los  cirbos  sean 
pequeños  y  de  poco  cargo,  que  soq  como  barcos  Sevilla* 
nos,  rasos  como  los  de  las  galeras,  los  vieron  vacíos, 
por  úo  ser  de  mucho  provecho,  y  por  no  pararse  á  deS' 
encallar,  les  pusieron  fuego  y  se  volvieron,  y. ansí  otros 
muchos  barcos  de  moros  é  turcos  fueron  tomados. 

'  Como  el  conde  toviese  ganado  á  Trípol ,  como  dicho 
es,  y  la  isla  de  tos  Gelves  estuviese  de  allí  35  leguas, 
pensó  en  si,  sogun  lo  que  adelante  se  urdió,  que  pues 
Trípol  era  ganada  clnoo  dios  había ,  lo  cual  los  moros  de 
los  Gelves  ya  era  notorio,  é  que  pues  é\  habia  ganado  nna 
ciudad  tm  fuerte  en  una  hora-é  media,  que  los  Gelves 
se  le  darían  a  partido,  y  paresctóle  que  sería  bien  el  ir 
allá  é  requerirlo  oon  paz,  é  luego  el  lunes  después  que 
se  tomó  la  ciudad,  qoe  fueron  29  de  julio,  tomó  ocho  ga* 
leras  é  cuatro  fastas  gruesas  con  alguna  gente  é  fué  la 
TJa  de  Jeldes  (ríe)  ó  la  misma  cañada  vía  de  la  puente,  y 
llegados  allí,  manda  salir  á  tierra  tres  hombres  que  sabían 
la  lengua  con  una  bandera  en  señal  de  paz  para  que  de 
parte  del  conde  requiriesen  á  los  moros  de  paz,  pero 

(1)  Eq  el  orígÍDol  parece  ¿  veces  decir  earhiu.  Acaso  seri  la 
misma  clase  de  embarcacioaes  que  la  que  los  turcos  llamaban  ea,~ 

tiDUdcHiTvreit. 


3vGooglc 


508 
como  los  moros  ovjesen  vislo  los  navios-  en  alia  mar  ¿dIcs 
que  llegasen  al  puerto,  toda  la  isla  se  puso  en  armas  y 
@e  apercibió,  y  mucha  gente  de  cabnilo  se  víno  á  par  de 
la  marina,  y  como  los  moros  vieron  los  tres  Rrislianos  sa- 
lir á  tierra,  arremeten  á  ellos  é  bicieron  pedazos  á  uno 
que  ya  estaba  mas  cerca  desembarcado,  é  los  otros 'dos 
como  esto  vieron  se  echaron  al  agua,  é  luego  fueron  to- 
mados  en  el  batel  é  se  van  á  las  galeras;  los  moros  do  la 
marina  comienzan  hacer  muchas  algarazas  y  decir  al  con- 
de que  no  pensase  que  eran  ellos  gallinas  como  los  de 
Tn'pol,  que  fuese  cuando  quisiese,  que  antes  querrían 
morir  que  darse  ó  partido ,  y  que  el  jeque  y  cuantos  ha* 
bia  en. la  isla  estaban  en  el  campo  esperándole  todos  muy 
apercibidos,  por  tanto  quejno  su  tardase  c(m  toda  su  B^ 
mada.  El  conde  oido  esto  mandó  alzar  las  velas  á  todos 
los  navios  y  fuese  á  una  puente  que  estaba  entre  tierra 
firme  y  los  Gelves,  évió  que  estaba  quebrada  y  toda 
deshecha,  la  cual  lo»  moros  de  la  isla  babiao  .quebrado  ansí 
como  gente  guerrera ,  y  esto  porqne  aunque  los  moros 
que  en  loa  Gelves  estaban  quisiesen  huir,  no  pudiesen, 
y  cuando  viesen  que  no  había  lugar  por  do  salir,  toma- 
sen mas  ánimo  para  pelear,  porque  como  quiera  que  la 
isla  de  los  Gelves  sea  isla,  por  sí  tiene  un  estrecho  ó  t&- 
nada  á  la  parte  de  levante  que  hay  dos  millas  do  a{fua,  á 
lo  mas  estrecho  tiene  una  puente  de  madera  desde  la  mis* 
ma  isla  á  tierra  firme ,  ansí  que  rodeada  la  mayor  parte 
de  la  isla,  y  víela  la  manera  del  desembarcar,  dio  la 
vuelta  para  Trípol,  aunque  no  con  muy  buen  tiempo, 
porque  algunos  de  los  navios  que  iban  con  él  no  pudie- 
ron volver  á  Trípol  donde  á  cinco  dras  después  que  el 
conde  llegó,  que  fué  sábado  nueve  de  agosto,  el  cual  como 
salió  en  tierra,  estando  allí  algunos  coroneles  y  capitanes 


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509 
y  otros  mllchos  hombres  de  bien  que  le  habinn  solido  allí 
á  rescibir,  comenió  á  decir  la  primera  palabra  xerra,  xav- 
ra,  que  quiere  decir  guerra,  guerra ^  porque  ansí  dicen 
tos  moros  ctiaodo  quieren  pelear,  á  dar  ¿  entender  que 
los  moros  de  los  Gelves  no  querian  sino  guerra;  lo  cual 
de  que  se  supo  en  la  ciudad «  toda  la  gente  hubo  mucho 
placer,  porque  desde  que  el  conde  fué  a  los  Gelves  todos 
estaban  muy  tristes,  penoando  que  los  moros  se  habían 
de  dar  á  partido,  lo  cual  pluguiera  á  Dios  que  ansi  fuera^ 
porque  nuestros  yerros  no  fueran  tan  públicos  como  fué 
con  su  fantasía  y  soberbia. 

Como  el  conde  viniese  enojado  de  la  respuesta  que  los 
moros  habían  dado,  teniendo  pensamiento  de  se  vengar 
dellos ,  dia  de  la  Asunción  de  nuestra  Señora,  que  se  con' 
taron  15  de  agosto,  mandó  hacer  alarde  general  de  toda 
In  gente  de  pelea,  en  que  se  hallaron  cerca  de  quince 
mili  hombres,  é  luego  mondó  6  dos  coroneles,  el  uno  llot 
mado  Samaniego  y  el  otro  Palomino ,  que  se  quedasen  en 
guarda  de  la  cibdad  de  Tn'pol  con  tres  míll  bembrcs;  todií 
la  otra  gente  hace  embarcar  luego  otro  día  después  de  la 
tiesta  de  nuestra  Señora ,  á  causa'  de  ser  el  tiempo  muy 
contrarío  estuvo  toda  la  gente  embarcada  sin  poder  salir 
del  puerto  hasta  sábado  24  de  agosto  que  estando  alH 
vieron  ir  16  navios  y  todos  ó  los  mas  de  dos  gavias,  en 
que  iba.  don  García ,  hijo  del  duque  de  Alba ,  con  el  cual 
iba  otro  su  hermano  con  otros  caballeros,  ansimismo  iba 
Diego  de  Vera,  capitán  del  artillería,  y  un  coronel  llama- 
do Francisco  Marqués  con  toda  la  gente  que  había  que-* 
dado  en  Bugia  en  guarda ,  que  serian  hasta  tres  mili  hom' 
hres;  y  como  estos  caballeros  con  toda  la  gente  iban  muy 
fatigados  á  causa  que  habían  andado  muchos  días  por  la 
mar  con  grandes  fortunas,  sin  salir  á  tierra ,  y  por  ver  la 


zecbyG00¿ílC 


eiuiIaJ  lie  Tn'itot.  salieron  en  tierra,  y  dcsla  causa  estu- 
vo el  armattfl  en  el  puerto  hasta  el  martes  siguiente,  que 
fueron  veinte  y  seis  de  agosto,  que  este  dia  toda  la  arma- 
da se  hizo  á  la  vela ,  y  el  mismo  dia  hizo  algunas  calmas, 
ansí  que  todo  aquel  dia  estuvimos  á  vista  de  Tripol,  y  lue- 
go miércoles  á  la  noche  comienzo  una  gran  fortuna ,  aun- 
que no  turó  mucho,  y  luego  otro  dítt  amanesció  toda 
el  armada  ante  la  isla  de  loa  Gelves,  y  las  primeras  nao« 
que  llegaron  fueron  la  capitana  y  otras  de  las  mejo- 
res i  y  surgieron  á  una  punta  que  se  hace  en  la  entrada 
de  una  cañada  de  la  isla  hacia  la  parte  del  castillo ,  y  allí 
estuvieron  hasta  que  la  armada  toda  se  recogió,  é  de 
que  fueron  juntas  se  hacen  vela  y  métense  lodos  en  la  ca- 
ñada hacia  la  puente ,  encima  cuanto  dos  millas  hacia  la 
parte  del  norte,  y  allí  todos  los  navios  surgieron  cerca 
de  un  hachón  ó  torre  que  los'  moros  tenian  por  atalaya, 
é  allí  estuvo  el  armada  todo  aquel  dia,  hasta  después  de 
media  noche  qlie  el  conde  mandó  embarcar  la  gente  de 
pelea  en  galeas^  é  galeones,  é  bergantines,  fustas,  chalu- 
pas y  barco»  y  otros  navios  de  temos,  porque  la  gente  es- 
tuviese mas  aparejada  para  saltar  en  tierra:  é  luego  olro 
día  viernes ,  que  se  Contaron  30  de  agosto .  luego  comen- 
zando á  esclarecer,  la  gente  ó  parte  della  fué  echada 
en  tierra,  aunque  con  mucho  trabajo  á  causa  de  \m 
muchos  bajíos,  porque  después  que  la  gente  saltaba  de 
los  bateles .  antes  que  pudiesen  llegar  á  tierra  iban  mas 
de  una  milla  por  el  agua  con  todas  sus  arma»,  de  manera 
que  cuando  llegaban  á  tierra  iban  muy  cansados,  é  ansí 
como  salian  á  tierra  luego  se  juntaban  cada  uno  con  sii 
gente ,  é  los  coroneles  y  capitanes  los  ponían  en  sus  escua- 
drones :  entre  tanto  que  esto  se  hacia,  aparejaron  un  altar 
y  dijieron  misa  junto  á  una  torre  ó  ocho,  donde  el  conde  y 


zecbyG00¿ílC 


5H 
i>.  García  y  otros  cobolleros,  qiio  habían  sido  los  prime- 
ros que  sallaron  en  tierra,  oyeron  misoi  y  acabada  la  misa 
B.  García  se  armó  de  un  coselete  dorado  con  sus  broza- 
letes  y  orlada  (I)  y  cabalgó  en  un  caballo  rucio,  crecido  y 
uo  paje  con  una  pica  y  otro  con  una  gineta.  Estaba  ansimes- 
ino  allí  Hernando  Alvarez,  lio  de  D.  García,  et  cual  estaba 
muy  enfermo  y  muy  flaco ,  y  como  vio  á  D.  García  puestea 
en  orden  para  pelear,  luego  demandó  un  caballo  para  se 
ir  con  él .  y  como  D.  García  lo  sintió ,  fnése  para  él  y  dí- 
jole :  Señor,  Vmd.  está  muy  flaco,  y  no  está  para  tomor  ar- 
mas ni  pelear,  por  que  según  el  calor  que  hace,  si  Vmd. 
allá  fuese  no  seria  mucho  moHr ,  y  otro  tanto  le  decia  et 
conde  Pedro  Navarru,  con  todos  loS' otros  caballeros  que 
allí  estaban..  Hernando  AWarez  respondió,  que  no  habiir 
de  dejar  de  ir  con  él ;  D.  García  le  dijo ,  señor,  hoy  no  te- 
nemos de  pelear,  para  que  queréis  ¡r  donde  todos  tenga- 
mos que  bftcer  en  mirar  por  vos,  por  estar  como  estáis. 
mas  que  en  pelear  con  los  moro»,  y  diciendo  esto-  salí» 
del  caballo  y  sentóse  á  par  del ,  diciendo,  pueseatémono» 
aquí  todos  (2)  comvesto  tío  Hernando  Alvarez  casr 

medio  por  fuerza  le  metieron  en  una  galera,  y  esio  hechiv 
luego  el  conde  é  D.  García  anduvieron  hablando  un  graiv 
rato  cabalgando  hasta  que  el  conde  se  despidió  dét  y  se  fué 
para  la  gente,  y  comienza  á  entender  en  sus  escuadrone»; 
pero  como  las  naos  estubnn  surtas  mas  de  tres  millas  de* 
tierra  y  la  gente  era  mucha  no  se  pudo  desembarcar  ta» 
presto  que  cuando  fueron  puestos  en  la  orden  que  había  de- 
estar  no  fuesen  mas  de  las  diez  del  día .  y  era  tan  grandísi- 
mo calor  de  las  armas  y  de  la  mucha  gente ,  que  no  po- 

{1)  Acaso  celada. 

¿2)  No  se  comprende  la  voz  qoe  aqui  nsa  el  orígioil. 


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312 

dian  sofrir  h  cslnr  cii  )o3  escuadrones :  nlli  vicrados  ha- 
cer fuentes  con  las  picas,  csvar  en  k  arena  enti-e  medio  de 
los  mesmos  escuadrones  pensnndo  sacar  ogua,  é  aanque 
alguna  sacasen,  era  lan  salada  como  si  fuera  dentro  de  la 
mar;  viéradcs  ansimesmo  dar  cinco  trípolioaa  é  veinte,  que 
cada  una  vale  un  ducado,  per  una  vez  de  agua ,  é  diera 
ciento  si  las  toviera  ,  i  ansi  con  la  pene  que  es  dicha  fue- 
ron ordenados  once  escuadrones  de  muy  lucida  gente  que 
serian  hasta  IG  mil  hombres  de  ordenanza,  sin  los  mii- 
rineros  que  serian  mas  de  dos  mili. 

Luego  hecho  esto ,  fueron  sacadas  seis  piezas  de  arti- 
llería 7  puestas  en  medio  de  los  escuadrones ,  que  eran 
dos  cañones  gruesos ,  y  dos  sacres  y  dos  fatconetes ,  y 
dado  el  cargo  á  los  que  lo  habian  de  regir  >  toda  la  gente 
comenzó  á  caminar,  y  estos  tiros  llevaban  los  soldados  ti- 
rando como  acémilas,  no  podiéndose  menear  de  sed, 
porque  los  otros  que  no  tenian  sino  sus  armas  ¿ntes  que  se 
comenzasen  los  escuadrones  se  caien  de  sed  muertos  en  el 
suelo,  cuanto  mas  los  cuitados  que  iban  tirando  el  artdle- 
ria,  haciéndoles  llevar  á  cuestas  los  barriles  de  la  pólvora, 
y  los  coroneles  y  capitanes  á  caballo  dando  palos  en  ellos 
porque  tirasen ,  como  si  fueran  asnos ,  ansi  que  caminan- 
do con  esta  pena  era  tan  grande  el  calor  y  la  sed ,  que  la 
gente  se  caia  algunos  dellos ,  é  muchos  muertos ;  otro» 
que  no  se  podian  levantar ,  é  como  esto  viese  el  coronel 
Vionelo ,  que  llevaba  la  delantera ,  no  pudiendo  hacer  mas 
dio  lugar  á  que  su  escuadrón  sé  deshiciese,  é  como  la 
gente  délos  otros  escuadrones  viesen  aquello,  todos  co- 
mienzan á  deshacerse,  salvo  el  escuadrón  de  don  Dieqo 
Pacheco,  que  era  el  postrero  do  la  retaguardia  y  había 
quedado  cerca  de  la  marina :  deshechos  los  escuadrones, 
se  me  turba  el  sentido  de  contar  este  paso !  ca  viérades 


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nir» 

ios  hombres  muertos ,  puestas  los  cabezas  sobre  las  rodi- 
llas, otros  los  coseletes,  puestos  por  sombreros  encima  de 
las  cabezas ,  é  ansí  se  les  saiia  el  alma ,  y  otros  temblando, 
é  otros  royendo  y  otros  llorando,  de  manera  que  ni  el  her- 
mano podia  remediar  al  hermano,  ni  el  padre  al  hijo ,  ni 
el  hijo  al  padre ,  ni  el  pariente  al  pariente ,  ni  el  ami- 
go al  amigo;  allí  andaba  aquella  sazón  aquel  esforzado 
caballero  don  Goréía  delante  toda  la  gente  dicÍ¿ndoles: 
ea  hermanos  míos  esforzaos  que  ya  llegamos  á  los  palma- 
res donde  hay  mucha  agua ,  y  allí  beberemos  y  reposare- 
mos ;  ansimesmo  el  conde  otro  tanto  les  decía ,  y  todos  los 
otros  caballeros  y  compañeros  que  mas  esforzódos  se  sen- 
tían ,  é  ansí  con  lesta  fatiga  anduvimos  casi  legua  y  media 
de  un  llano  raso  que  no  había  sino  unas  yerbas  y  arenal 
basta  llegar  a  unos  grandes  y  espesos  palmares,  y  en  este 
tiempo  ningún  moro  pareacía ,  y  como  la  gente  comenzó 
á  entrar  en  los  palmares  cuanto  una  milla,- que  es  un  cuar- 
to de  legua ,  estaban  muchos  olivares  hacia  la  parte  del 
mediodía ,  bacía  do  la  puente  iba ,  adelante  unos  pare- 
dones que  antiguamente  habían  sido  casas  estaba  un 
pozo  donde  los  moros  como  gente  de  guerra  y  que  tuvie* 
ron  conoscimiento  y  según  el  grandísimo  calor  y  camino 
que  habían  andado  la  mayor  necesidad  que  llevarían  sería 
de  agua ,  con  este  pensamiento  pusieron  muchos  jarros  y 
cántaros,  otras  muchas  vasijas  atadas  con  sus  sogas,  y 
los  moros  que  serian  mas  de  tres  mili  de  caballo  sin  mu- 
chos peones  estaban  puestos  en  velada  cuanto  un  tiro  de 
ballesta  del  pozo,  é  como  los  cristianos  llegaron,  luego 
comenzaron  sin  orden  ninguna  á  sacar  agua  y  beber,  otros 
se  arrojaban  dentro,  é  como  los  moros  de  la  celada  vieron 
aquello ,  salen  con  un  estruendo  y  alarido  quel  mundo 
parescia  que  se  hundía ,  pero  ni  por  eso  los  que  estaban 
Tomo  XXV.  55 


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514 

nn  el  pozo  que  serian  mas  de  quinientos  críslianoa  fteja* 
sen  de  beber  que  acaesció  estar  alanceando  el  moro  al 
crístUiao  y  no  dejar  de  beber ,  -  de  maDero  que  como 
esto  vieron  los  cristiaoos  que  á  la  sozoa  mas  cerca  de 
estos  estaban,  los  cuales  eran  bien  pocos  á  cabsa  áe  an- 
dar desmandados  de  diez  od  diez,  de  veinLe  en  vein- 
te á  buscar  agua ,  comienzan  á  retraerse  hacia  la  mano 
derecha  do  iba  el  golpe  de  la  gente ,  é  como  los  mu- 
chos viesen  huir  á  los  pocos  hacia  ellos ,  é  qae  los  mo- 
rosvenieB  alanceando  en  ellos,  comienzan  á  retraerse,  j 
como  esto  viese  don  García  que  á  la  sazoa  estaba  á  caba- 
llo j  había  arremetido  ya  dos  veces  á  lo»  moros ,  apéase 
del  caballo  y  suéltale,  y  tomó  una  pica  del  suelo,  qne  en* 
tóncea  ya  hubia  hartas  que  habían  dejada  los  soldados  {wr 
huir  y  púnese  delante  la  gente  diciendo :  aquí  henna- 
Hos,  aquír  que  no  son  nada,  no  hayáis  miedo,  y  como  calo 
dijese  arremete  á  loa  meros,  y  como  los  cristianos. lo  vie< 
ron  arremctea  á  ellos  con  éL,  é  kiego  los  moros  comien* 
zan  á  huir  cuanto  una  carrera  de  caballo  y  dan  vuelta  so* 
bre  los  cristiano»,  entonces  los  cristianos  tornan  á  huir, 
é  como  don  García  en  este  liento  se  hallase  en  la  delan- 
tera ,  y  la  gente  tornó  é  huir ,  quedóse  solo ,  y  ansí  pe- 
leando y  matando  morosmurió^  porque  hombres  que  le 
vjenm  pelear  aunque  estaban  bien  cerca  del  certt6caron 
tener  hecha  tanta  riza  de  moros  apardes  y  muertos  que 
era  cosa  de  maravilla ,  pero  como  era  solo ,  allí  le  mata* 
ron ,  ansímesmo  el  conde  Pedro  Navarro  que  á  la  sazón 
estaba- algo  desviado,  teniendo  y  esforzando  la  gente  que 
ya  del  lodo  iba  de  huida  ,^  como  viese  tan  gran  perdi- 
miento ,  arremete  como  un  lobo  á-  la  delantera  .  dicíéndo- 
les,  qué  es  esto ,  hijos  mies  y  mis  leones?  ^'uclla ,  vuelta 
que  aqut  estoy  yo-,  no  hayáis  miedo  que  no  son  nada,  no 


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515 

soliodes  vosotros,  hijos  míos,  hacer  ansí;  diciendo  esto 
el  conde  algunos  dedos  dan  vuelta  mas  de  vcrgúenza  que 
de  esfuerzo ,  y  luego  tornaron  los  moros  á  huir  cuanto  un 
tiro  de  piedto ,  pero  luego  lomaron  á  dar  vuelta,  é  luego 
los  críatlanoa  tornaron  á  huir ,  de  manera  que  no  aprove- 
cho el  conde  ponerse  delante  llorando ,  diciendo :  Hijos 
mros,  de  qué  huis?  vuelta,  vuelta  ¡ó  mis  leones  esfor- 
zados! que  hoy  se  pierde  cuanta  honra  ha  ganado  la  co- 
rona de  EspAña ,  hoy  quedamos  deshonriados,  hoy  que- 
damos sin  loor  dé  guerra ,  hoy  somos  tenidos  por  los  mas 
cobardes  que  jümás  fué  gente  én  el  mundo.  Estas  y  otras 
muchas  lástimas  les  decia,  pero  ninguna  Cosa  le  aprove- 
chaba porque  ninguno  habia  que  volViese  la  cabeza  atrás, 
ni  mirase  si  iban  sus  enemigos  tras  ellos  ó  no ,  sino  por 
donde  hablan  de  huir,  y  como  esto  viese  el  conde  no  po- 
diendo itins  hacer  llorando  so  va  hacia  la  marina ,  y  como 
los  escuadrones  que  estaban  en  la  retaguardia  que  á  la  sa- 
zón estaban  enteros  sin  deshacerse ,  y  sé  habían  sustentado 
porque  habían  estado  parados  y  sin  mudarse,  y  si  habían 
andado  era  muy  poco-,  viesen  que  ya  la  gente  iba  fuyendo 
conrenzaron  de  andar  rodeándose  de  Uno  parte  á  otra  de 
poco  en  poco ,  hasta  que  ni  bastaron  los  coroneles  qne 
eran  don  Diego  Pacheco  y  otro  que  decían  Gil  Meta ,  que 
eran  de  la  retaguardia ,  hacellos  detener,  sino  del  todo  se 
desbarataron  y  se  ponen  en  huida  comenzando  á  echar 
los  armas:  allí  vicrades  arrojar  los  coseletes,  brazales  y 
celadaSi  corazas,  casquetes,  espadas,  puñales,  balleií- 
tas,  picas,  lanzas,  rodelas,  escopetas;  oyérades  decir  á 
Ift  gente  con  un  alarido  que  al  cielo  queria  sobir,  sin  que 
ninguno  esperase  á  otro,  vuelta,  vuelta,  señores,  de  que 
huimos,  vuelta  que  no  hay  nada.  ¡O  España,  España! 
dónde  queda  tu  honra  ?  dónde  está  tu  fama ,  que  siempre 


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H6 

has  ganado  y  hoy  la  pierdes?  ¿qué  dia  aciago  ea  este?  qué 
gron  desventura?  qué  pecados  Iiaa  causado  lan  grande 
anguiLÍB?  y  esto  diciendo,  los  unos  se  hacian  pedazos  loa 
vestidos  y  se  quedaban  en  carnes ,  otros  se  ahogaban  de 
calor  con  esta  desventura :  la  gente  se  recogió  á  la  mari- 
na,  y  tos  moros  siempre  en  el  alcance  á  la  rezaga ,  y 
por  los  lados  alanceando  y  captivando  cristianos ,  y  esto 
de  una  manera  que  casi  parescia  los  moros  venir  con  te- 
mor ,  porque  de  cierto  ellos  pensaban  que  los  crístianoi 
huian  por  los  sacar  á  fuera  de  los  palmares  á  lo  raso ,  y 
después  dar  vuelta  sobre  ellos,  y  por  esto  paresce  muy 
claro  que  Dios  no  permitió  del  todo  perecer  tanta  geole, 
porque  de  otra  manera ,  según  lo  gente  íba  tan  perdida 
de  sed ,  y  destrozada ,  y  cansada  del  mucho  correr,  y  sin 
ninguna  arma>  cayéndose  muertos  por  el  camino,  si  los 
moros  80  pusieran  de  hecho  á  seguir  ei  alcance,  ninguno 
escapara  de  muerto  ó  cautivo ,  y  esto  por  lo  que  arriba 
es  dicho ,  y  porque  todos  los  bergantines,  gaiteras  y  fus- 
tas eran  idos  á  bajo  á  la  cañada ,  húaia  la  puente ,  por- 
que el  conde  les  habia  mandado  tr  y  estar  allí,  |tara 
guartla  que  ni  los  moros  se  saliesen  de  la  isla ,  ni  otroa  de 
fuera  entrasen ;  también  habia  mandado  á  tos  patrones  de 
las  naos  que  &  los  otros  navios  de  toda  la  armada ,  que  en 
haciéndoles  tiempo  bicíesen  vela  y  se  FueseD  ó  surgir  al 
paraje ,  ó  en  derecho  del.  castilo  de  los  Gelves ,  y  si  por 
mal  de  nuestros  pecados  les  bebiera  hecho  tiempo,  y  Iw 
navios  se  hobieran  ido ,  de  nueve  parles  de  la  genl«  que 
escapó,  no  escapará  una,  y  esto  porque  los  moros  no  es* 
tando  allí  las  naos,  se  metieran  mas  en  los  cristianoe, 
porque  si  una  vez  tas  naos  surgieran  en  derecho  del  cas- 
tillo, por  ventura  no  les  hiciera  tiempo,  y  si  hiciera  do 
fuera  tai  que  bastara  para  doblar  la  punta  para  volver  á 


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517 

la  cañada  donde  estaba  la  gente  desbaratada ,  donde  aun- 
que los  cristianos  quisieran  pelear  no  tenisn  armas,  j 
puesto  que  las  tuvieran  no  tenian  fuerza  para  poderse  me- 
near ,  fbé  gran  juicio  de  Dios  esto  que  así  tenia  delermi  • 
nado ,  porque  si  la  gente  aquel  día  que  saltaron  en  tierra 
asentaran  su  real  junto  á  la  marina  y  comieran  y  holgó- 
ran ,  pues  que  había  bastímientos  en  las  naos,  y  otro  dia 
en  esclareciendo  comenzaran  á  caminar ,  no  acaesciera 
esto,  pero  teníalo  Dios  determinado  que  no  fuese  ansí, 
por  los  muchos  pecados  que  cada  día  cometía  la  gente 
c<Hilra  Dios  en  renegar  y  descreer  de  Dios  y  de  sus  santos, 
y  esto  con  un  corazón,  y  solenidad,  y  articulizamiento  y 
ademan  que  es  absurdo  de  oír,  y  esto ,  según  uso  de  guer- 
ra y  costumbre  de  soldados,  dicen  que  no  es  pecado,  di- 
ciendo que  no  es  para  la  guerra  el  que  no  reniega ,  y  lo 
que  peor  fué ,  que  del  coronel  al  capitán ,  y  del  capitán  al 
teniente,  y  del  teniente  al  alférez,  y  del  alférez  al  algua- 
cil ,  al  cabo  de  scuadra ,  y  del  cabo  de  scuadra  al  canci- 
ller, y  del  canciller  al  escribano,  y  del  escribano  al  atam- 
bor,  y  del  alambor  al  compañero,  y  del  compañero  á 
su  mozo,  ninguno  de  estos  se  halló  en  Trípol  que  no  se 
ichase  con  cuantas  moras  podían  haber,  y  después  se 
alababan  dello ,  pensando  que  habían  hecho  mucha  gen- 
tileza .  ó  valentía .  ó  servicio  á  Dios :  hubo  muchos  que 
juraron  que  habían  oido  á  un  moro  de  un  caballo  rucio  y 
un  capellar  de  grana  colorada  que  \enia  deeiendo  tras  los 
cristianos:  ¡¿cristianos!  deque  huis  traidores,  no  ha- 
yáis miedo,  vuelta  qué  no  son  nada  tos  moros :  y  esto  lan 
claro ,  que  todos  los  cristianos  lo  podían  oir ;  arremetía 
este  moro'á  los  cristianos,  é  si  alguno  hallaba  delante, 
hacía  acometimiento  como  quo  lo  alanceaba ,  y  pasaba 
adelante  sin  llegar  á  ci,  y  esto  so  creia  ser  uno  de  los 


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518 
tres  renegados  que  habia  en  la  i»ln ,  y  los  dos  dellos  erao 
peores  que  los  m^smo^  moros ,  ca  M  crein  ellos  solos  ha< 
ber  muerto  mas  crislianos  que  cuantos  allí  se  bailaron. 

Allegada  In  gente  á  la  marina ,  con  la  fatiga  que  es 
dicha ,  viérades  en  aquel  arenal  tendidos  muchos  muer- 
tos, nnos  desnudos  y  otros  vestidos,  aunque  los  nwnos, 
y  esta  porque  en  cayendo  el  compañero  los  que  venían 
detrás  le  desnudaban ,  y  i^aescia  &  muchos  que  con  el 
mucho  calor,  sed  y  cansancio  que  traían,  caerse,  y  no 
ser  caídos  cuando  en  la  hora  les  quitaban  cuanto  traían 
á  cuestas ,  dejándolos  en  carnes ;  y  como  reposaban  algún 
poco  y  tornaban  en  sí ,  levantábanse  y  íbanse  para  la  gente 
atónitos,  no  sabiendo  decir  qv(ica  los  había  despojado; 
viérades  apsimesmo  muc)ia  diversidad  de  locos  haciendo 
muchos  gestos  la  boca  hacia  el  cíelo ,  otros  con  lasmanos, 
otros  caídos  en  tierra  dando  bocados  mordiendo  la  arena 
de  sed,  olro^  hacerse  pedazos  desgarrando  sus  carnes  de 
rabia,  otros  desenvainadas  las  espada»  arremeter  unos 
con  otros,  é  ra^tiánsela  ppr  el  cuerpo,  otros  tendidos  en 
la  mar  dando  voces ,  é  otros  haciendo  otra  mucha  diversi- 
dad de  locuras,  y  esto  causaba  que  como  iban  desatina- 
dos por  hnir  con  el  miedo,  y  cansancio,  y  calor,  y  grandí- 
sima &ed ,  echaban^  en  ta  piar  y  arlábanse  de  agoa ,  é 
como  «I  agijMi  de  la  mar  era  muy  salada ,  quemábales  los 
hígados  y  hacíales  hacer  aquellas  bascas ,  y  anu  de  esta 
manera  murieron  allí  muchos ,  que  serian  todos  los  qne 
de  s^d  perecieron  hasta  miU  hombres,  y  los  que  mataron 
los.  moros  y  quedaron  cautivos  basta  quinientos,  ansí  que 
todos  loa  que  en  esta  batalla  murierop  serian  hasta  mili  y 
quinientos  hombres;  y  esto  se  supo  por  algunos  cautivos 
que  después. se  rescataron,  y  fueron  á  Trtpol,  y  todos  los 
que  allí  murieron  fueron  hombros  delicados  qwe  nu^^  ó 


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519 

pocas  VACOS  se  vieron  en  trabajo,  y  esto  paresce  porque 
muy  pocos  hombres  del  campo  murieron ,  ansi  que  plugo 
á  nuestro  Señor  que  como  los  capitanes  y  maestros  de 
naos  estuviesm  apercibidos  esperando  tiempo  para  hacer 
vela  é  irse  á  la  parte  det  castillo  como  el  conde  les  ha- 
lúa  mandado ,  y  viesen  venir  la  gente  huyendo  y  los  mo- 
X0&  en  el  alcance,  traen  los  bateles  de  las  naos  ¿pues 
qué  diremos  de  este  embarcar?  allí  viérades  en  veniendo 
el  batel  media  legua  de  la  marina,  echarse  á  nadar  la 
gente  por  se  embarcar,  y  no  los  querían  los  bateles  res- 
cibir  sino  eran  de  la  gente  que  había  ido  en  la  nao  donde 
el  batel  era,  é  de  esta  manera  algunos  se  ahogaban :  vié- 
rades algunos  que  no  sabían  nadar ,  meterse  al  agua  hasta 
ia  cinta,  é  otros  mas.  é  otros  menos,  los  galeones  y  gale- 
ras, fustas  y  bergantines,  y  todos  los  navios  de  remos, 
como  estaban  abajo  á  la  guarda  de  la  puente,  ansí  como 
dicho  es,  viendo,  el  desbarate  vienen  ansimesmo  a  mocha 
prisa ,  aunque  llegaron  tarde  á  causa  de  estar  lejos  de  allí 
por  nuestro  mal ,  que  si  las  galeras  estuvieran  allí,  c  al 
tiempo  del  llegar  tiraran  algún  tiro  de  arlilteria,  los  mo- 
ros DO  solamente  se  detuvieran  sin  llsgar  á  la  marina ,  pe- 
ro en  oyendo  el  primero  tiro  huyeran,  sin  osar  esperar: 
allí  viérades  al  conde  con  los  otros  caballeros,  llorando, 
preguntando  por  D.  García ,  basta  que  llegaron  los  que 
mas  cerca  del  se  hallaron,  y  dijeron  como  era  mueilo ,  ca 
hasta  entonces  todos  creían  que  era  cabtivo.  Venidas  las 
galeras ,  el  conde  mandó  que  recogiesen  en  ellas  y  en  los 
navios  toda  la  gente,  y  llevasen  á  cada  uno  á  la  mesraa 
nao  donde  había  venido,  mandando  á  los  capitanes  de  las 
naos  que  los  rescibiesen ,  ca  no  los  querían  rescibir  á  cau- 
sa que  cargaba  tanta  gente  en  especial  en  los  navios  que 
estaban  cerca  do  tierra .  que  los  liacian  encallar  en  el  sue- 


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320 
lo  y  deata  manera  se  perdió  un  galeón  y  ooa  carabela; 
que  después  no  se  pudieron  sacar,  y  ansí  poco  á  poco  em- 
barcaron la  mayor  par4e  de  la  gente ,  pero  como  comen- 
zaroo  tan  tarde .  no  se  pudieron  tantos  embarcar  qne  no 
quedase  aquella  noche  en  tierra  mas  de  tres  mili  hombres, 
donde  algunos  murieron  y  otros  se  fueron  á  los  moros 
desesperados,  y  los  otros  mas  medrosos  que  esforzados,  sa- 
cando fuerzas  de  flaqueza  se  sostuvieron  haciendo  entre  lí 
rebatos  y  tocando  alarma  porque  kt  gente  no  se  durmiese, 
porque  sí  los  moros  viniesen  no  los  hallasen  ^sapercihi- 
dos ,  y  si  por  el  mal  de  sus  pecados  los  moros  aunque  pa- 
cos vinieran ,  no  quedara  homhra  dellos ,  porque  no  te- 
nían armas  con  que  pelear,  y  muy  desmayados  y  perdi- 
dos de  sed,  y  con  esta  pena  se  sostuvieron  hasta  la  mañana. 
¿Pero  quién  podrá  decir  e)  llorar  y  sollozar  del  conde, 
viendo  quedar  la  gente  eo  tanto  peligro,  sin  les  poder  so* 
correr  á  causa  do  ser  tan  tarde  á  tan  escuro?  Pero  como 
un  leoR  que  ve  sus  hijos  perecer,  se  levanta  otro  dia  an- 
tes que  amaoeaca  y  salla  en  ana  galera ,  y  toma  todas  las 
otras  galeras  y  fustas,  bergantines  y  navios  de  remo,  é 
presente  él,  hace  á  todos  embarcar,  cada  uno  en  el  na- 
vio en  que  había  venido ,  de  coronel  abajo  no  le  querían 
rescibír,  ni  para  ello  bastaba  persona,  y  esto  á  causa  de 
la  poca  agua  que  había  en  las  naos  de  toda  el  armada, 
porque  luego  como  la  gente  sailíó  á  tierra  con  mucha  so- 
berbia ,  de  la  cual  Dios  no  se  paga ,  pensando  que  no  ha- 
bía de  haber  detenimiento  en  ganar  h  isla,  las  mujeres 
que  quedaron  en  los  navios ,  consintiendo  bs  capitanes  y 
patrones  comenzaros  á  enjabonar  y  lavar  ropa,  como  si 
tuvieran  fuente  i  ríos,  de  manera  que  gastaron  la  mayor 
parte  del  agua  de  todas  las  naos ,  por  lo  cual  padesció  la 
gente  tanto  dctrimíoiito ,  que  dcoiaii  algunos  qu»  ftié  tanta 


3vGooglc 


521 

la  gente  que  se  ah<^ó  y  echaron  ¿  la  mar  de  aed ,  como 
la  que  murió  en  los  GeWes. 

Embarcada  la  gente,  como  dicho  es.  sábado  postrero 
de  agosto ,  este  mesmo  día  á  hora  de  las  nueve  se  levan< 
tó  tan  grandísimo  viento  norte  que-  puso  tonta  fortuna, 
que  no  parescia  sino  que  las  naoa  se  alzaban  dos  estados, 
é  puso  el  armada  en  nHtcho  peligro .  de  se  perder ,  y  ansí 
se  quebraron  las  amarras  de  tres  navios ,  que  eran  dos 
carabelas  y  un  galeón,  todos  cateados  de  gente,  los  eua< 
les  dieron  al  través,  sin  poderse  remediar  á  causa  de  la 
fortuna  tan  grande  de  la  mar  y  del  viento,  aunque  capea*^ 
ron  y  dieron  voces  por  ser  socorridos  de  bateles  de  las 
otras  naos ,  mas  en  aquel  tiempo  tenia  la  gente  tanto  que 
hacer  cada  uno  en  entender  en  su  navio  que  ninguno  era 
señor  de  ponerse  en  pie  para  asomar  ó  la  orla  de  la  nao, 
y  esta  fortuna  causaba  quel  viento-  entrabo  por  la  boca  de 
la  mesma  cañada  que  tenia  la  entrada  á  la  parte  del  ñor* 
te ,  de  manera  que  estos  tres  navios  se  fueron  por  Is  ca- 
ñada basta  que  llegaron  á  los  bojíos  y  se  encallaron  en 
el  suelo,  y  se  blcíeroH  pedazos,  en  los  cuales  se  ahija- 
ron muchas  mugeres  y  mochachos  y  la  mayor  parle  de 
todos  los  hombres  y  esclavos ,  salvo  los  que  sabian  nadar, 
aunque  pocos,  que  con  mucha  pena  iban  a  los  navios  mas 
cercanos,  y  aun  no  los  querian  acoger  ni  rescibir  por  la 
causa  ya  dicha ;  ansimesmo  se  salvaron  algunos  que  se 
sostuvieron  en  los  masteles  de  los  mismos  navios ,  y  de  la 
mesma  jarcia ,  hasta  la  tarde  que  viendo  el  conde  que  el 
tiempo  no  sosegaba  y  que  la  gente  se  iba  a  perder ,  por- 
que la  fortuna  ya  babia  desasí  (t)  los  masteles  de  la  mísmo: 


(1)  Dttoiido. 

HoU  de  Hattririe. 


3vGooglc 


533 

jarcia ,  y  so  iban  á  lierra ,  llorando  que  ee  le  salía  el  al- 
iña, mandó  á  dos  fuslas  gruesas  que  aventurasea  á  ir 
Irás  ellos  entes  que  llegasen  á  tierra  que  los  moros  los 
matasen  é  cablivasen ,  porque  como  loa  moros  viesen  le- 
vantada tan  grandísima  fortuna,  luego  se  fueron  hacía  la 
marina,  hacia  la  parte  do  estaban  los  navios  haciendo 
muy  grandes  algasar^s  y  alegrías,  andaban  de  una  parte 
é  otra,  ansí  de  caballo  como  peones,  corriendo  y  tirando 
tiros  hacia  el  armada  con  el  artillería  que  habia  quedado, 
mas  no  porque  daño  hiciesen,  por  no  saber  cuno  se  ar- 
maban ni  que  tanta  pólvora  habían  de  echar,  sino  como 
hallaron  armadas  las  piezas,  poníanles  fuego  y  desla  aw* 
neta  ellos  muy  alegres  estaban  esperando  cuando  todos 
los  navios  habian  de  dar  al  través ,  y  no  ftiera  mucho  si 
Dios  maravillosamente  no  los  sostuviera,  según  la  grandí- 
sima fortuna  que  habia ;  é  ansí  iban  las  fustas  á  mucho 
peligro,  y  alcanzan  aquellos  que  iban  en  los  masleles  que 
iban  bien  cerca  de  la  puente .  y  tréeulos  á  la  armada ,  y 
de  esta  manera  plugo  á  nuestra  Señora  de  sostener  bMta 
el  martes  siguiente.  Con  estos  y  otros  muchos  peligros 
estuvieron  allí,  sin  poder  salir,  salvo  las  galeras  tfm  sa- 
lieron el  domingo  adelante  después  de  la  rota,  aunque 
con  tiempo  cQntrario,  y  se  fueron  la  vía  de  Ñápeles,  por- 
que el  Rey  los  habia  inviado  á  llamar. 

Martes  siguiente ,  que  se  contaron  tres  de 
setiembre ,  plugo  á  nuestra  Señora  de  calmar 
y  cesar  el  tiempo  malo,  y  vino  un  poco  de 
viento  poniente  que  llaman  maestro,  e<m  el 
cual  toda  el  armada  se  hizo  á  la  vela  y  sali- 
mos de  la  cañada  donde  estábamos ,  y  nave- 
gamos cuanto  dos  leguas ,  y  como  aun  nuestra 
fortuna  no  había  acabado,  vuelve  levante. 


3vGooglc 


S25 

tiempo  coDlrario .  y  lu^o  ifl&t.  y  h  armada  comeDzó  á 
derrainarse .  unos  navtos  por  una  parte  y  otros  por  otra, 
aunque  el  conde  como  iba  á  la  sazón  en  nn  casa-con  gran- 
de ginovés  no  pudo  acabar  de  cabalgar  á  ta  punta  de  la 
cañada,  porque  era  muy  peaado  de  la  vela,  y  ansí  tomd 
á  «ui^ir  á  la  punta  d^  {a  isla  y  algunas  naos  con'él ,  aun- 
que pocas ,  y  allí  estuvieron  hasta  otro  dia  quo  calmó  el 
tiempo,  y  aun  entonces  salieron  coi^  el  mismo  tiempo, 
forceando  por  no  poder  hacer  otra  cosn  de  causa  que  \a 
gente  9e  moría  de  sed ,  y  ans(  tomaron  la  vía  de  Trípol. 
y  con  mucha  fortuna,  y  tiempo  contrario  y  peligro  de  los 
moros  tornaron  á  surgirá  Tn'piol  el  Viejo,  y  viéndose  en 
tanta  fortuna  de  sed,  ansí  conio  aborrído8.t  el  «jonde  los, 
manda  saltar  en  tierra,  y  los  moros  con  ell««  peleando,^ 
sacando  fuerza  de  flaqueza ,  algunos  tomaban  alguna  agua, 
y  los  otros  no  podiendo  resistir  á  los  moros  dejaban  las. 
bolas  en  (ierra  y  se  volvian  á  Iqs  naos ,  y  desta  manera 
muchas  naos  estuvieron  hasta  llegar  ñ  TrípoK  y  algunas 
nao»  que  eran  mas  ligeras  de  la  vela,  llegaron  tres  días 
antes  que  el  conde  llegase  con  las  naos  que  consigo  Iroia^ 
y  estas  tres  naos  hicieron  agua  de  presto  en  los  pozos  que 
estaban  junto  á  Trípol,  y  tornaron  á  salir  á  rescibir  al 
conde  antes  que  llegase  con  mas  do  diez  leguas ,  é  repar* 
tieron  el  agua  que  llevaban  cw  todas  I9S  naos  que  venían, 
4msimísmo  otras  naos  no  podiendo  Gofrir  la  grandísima  sed 
que  tenían  con  mucho  peligro  ó  aventura  de  sus  perso-n 
ñas ,  sallaban  eq  tierra  por  buscar  agua  y  se  ^b^n  costa  á 
costa  por  tierra  de  moros ,  no  teniendo  en  nada  ser  muer-i 
tos  ó  cablivos  de  los  moros,  se  iban  hasta  llegar  á  Trí- 
pol ,  ansimesmo  otras  naos  llegaban  á  Trípol  después  de 
-diez  días,  y  otras  mas,  y  otras  menos,  y  otras  que  se 
apartaron  del  conde  con  la  fortuna  que  lodos  las  naos  sa- 


3vGooglc 


524 

lieron  de  lo  cañada,  las  unas  tomaron  la  vía  de  Cerdeña,  y 
otraa  la  vi'a  de  España ,  y  otras  la  vía  de  Ñapóles ,  y  otras 
la  vía  de  Malta ,  y  Gozo  y  la  Pantoleria ,  y  otras  fueron  á 
parar  en  Cecilia,  entre  las  cuales  fué  uDa  en  que  iban  dos 
capitanes  con  su  gente,  en  la  cual  yo  me  hallé ,  y  como  el 
uno  destos  capitanes  tuviese  acordado  de  pasar  á  estas 
partes  de  España .  como  despuea  se  pasó  por  tener  me- 
jor aparejo,  hizo  al  capitán  de  la  nao  que  tomase  la  vía  de 
Cecilia,  lo  cual  hubiera  side  causa  qjie  todos  nos  perdié- 
ramos ,  como  fué  de  algunos ,  si  Dios  milagrosamente  no 
nos  sostuviera ,  ansí  que  lomada  la  vía  de  Cecilia  como  el 
viento  era  levante  é  muy  desaforado  hizo  abajar  la  nao 
ó  la  parle  de  poniente ,  y  ansí  navegando  martes  ya  di* 
oho .  que  la  armada  salió  de  la  cañada ,  A  hora  de  la  me* 
día  noche  dimos  en  los  bajíos  de  una  isla  que  dicen  los 
Querquenes,  en  unos  secanos  que  duran  catorce  leguas, 
y  diei  y  seis  leguas  de  bajíos,  que  na  tienen  sino  seis 
brazas,  oinoo,  cuatro  brazas  de  agua  en  el  ruedo  de  la 
misma  isla  de  los  Querquenes ;  en  estos  bajíos  se  babia 
perdido  el  dia  antes  una  carabela  que  se  encalló,  yú 
aquel  tiempo  estando  encallada  no  acaescíei-a  por  allí  ve- 
nir un  barco  sevillano,  toda  la  gente  peresciera  sin  tener 
ningún  remedio ,  mas  como  los  del  barco  viesen  la  cara- 
bela ,  fueron  allá ,  y  sacaron  toda  la  gente ,  y  dejáronse 
la  carabela  allí  donde  estaba  encallada ,  é  como  allí  alle- 
gásemos con  nuestra  nao ,  ya  qne  nos  íbamos  á  encallar 
el  piloto  hubo  conoscimiento  como  ibamo^  perdidos  y  co- 
mienza á  dar  voces ,  amaina ,  amaina ,  toma  vela ,  vuel- 
ta vuelta  que  nos  perdemos ;  y  ansí  mny  presto  giraron 
las  velas ,  y  nos  tornamos  por  donde  nos  habíamos  venido, 
la  vía  de  los  Gelves,  y  amanesciónos  sobre  el  mesmo  cas- 
tillo, dondo  estaban  otros  diez  y  ocho  navios  gruesos  es- 


zecbyG00¿ílC 


525 

lierando  tiempo  pora  toranr  la  vía  de  Tri'pol .  y  cerca  de 
allí  DOS  fuimos  ó  surgir;  y  porque  no  llevaba  la  nao  sino 
una  amarra  y  una  avela  (1)  muy  pequeño  no  se  osó  llegar 
cerca  de  laü  oli'aa  naos  que  estaban  algo  cerca  de  tierra, 
porque  si  lo  amarra  do  la  nao  se  quebrase  tuviesen  lugar 
de  bacer  vela  y  correr  por  la  mar ,  y  por  esto  surgimos  allí 
desviados  hacia  la  parte  del  norte ;  y  como  quiera  que 
las  mujeres  de  la  nao  habían  gastado  el  agua  en  jabonar. 
como  en  las  otras  >  no  había  sino  media  bota  de  vino  grie* 
go  para  trescientos  hombres  que  Íbamos  en  la  nao,  sin  otra 
gola  de  agua,  y  unas  pocas  de  habas,  y  estando  en  esta 
necesidad  pensamos  ser  allí  socorridos  de  las  otras  naos,  de 
algún  bastimiento ,  mas  como  no  llevábamos  batel,  porque 
eoa  la  fortuna  lo  hablamos  perdido  *  luego  en  sui^iondo  ti' 
ramos  dos  tiros  de  artillería  de  socorro  pensando  que  las 
otras  naos  socorrieran ,  ó  vinieran  á  ver  qué  cosa  era ;  mas 
tanta  era  la  fortuna  que  la  mar  traía  qne  no  había  ninguno 
que  se  asomase  al  bordel:  allí  víéradcs  decir  á  toda  la 
gente  ¡  O  Señor  I  y  qué  cosa  es  esta  incomportable  que 
usas  con  nosotros?  por  hacernos  morir  tantas  muertes^ 
mejor  fuera  que  los  moros  nos  mataran  que  no  vernos 
aquí  morir  sin  ser  remediados ;  algunos  decían  que  que* 
kraseb  las.amarras  á  la  nao ,  y  diesen  al  través  y  se  fuesen 
á  los  moros ;  y  es  la  verdad  que  en  todas  las  otras  naos 
juraban  que  si  estuvieran  ciertas  que  los  moros  1  os  tomaran 
captivos,  que  ellos  mismos  cortaran  las  amarras  á  las  naos 
para  se  ir  á  los  moros  porque  los  hartaran  de  agua  ,  y  aun 
algunos  lo  quisieron  intentar  de  poner  por  obra  ,  sino 
fuera  por  los  marineros  que  lo  sintieron  y  dijéronlo  á  dos 

(1)  Así  doro. 

NoU    it  SlTITTClíi 


«Google 


52G 

capitanes  y  pusieron  guarda  á  \its  amari'ns ,  y  ansí  con 
eat«  tribulaeíoo  y  pélÍg;ro  dándonos  á  cada  uno  veinte  ha- 
bas para  comer,  y  entre  cuolrO  hombres  medio  cuartillo 
de  vino,  estuvimos  allí  desde  el  miércoles  hasta  el  sábado. 
Sábado,  que  se  contaron  siete  de  setiembre  vegilia  de 
nuestra  Señora ,  Calmó  algo  el  tiempo  v  y  todas  las  naos 
que  estaban  surtas  al  castillo  hicieron  velo  y  tomaron 
barloventeando  como  pudierort  la  vía  de  Tripol  salvo  la 
nuestra  que  tornó  á  tomar  la  vía  de  Ciecilia,  y  con  aquel 
Tilinto  que  salimos  que  ertt  poniente  i  comenzó  á  venir 
viento  contrario,  y  de  poco  en  poco  comenzó  arreciar 
tantot  y  la  noche  cargó  tanto  de  escuridad  y  de  fortuna 
que  no  sabíamos  que  hacer,  y  andando  ansí  á  mucho  pe- 
ligro dimos  vuelta  hacia  á  donde  salimos,  y  andando  sin 
saber  donde ,  ni  á  que  pak-te  estábamos ,  á  causa  de  la  es- 
curidad, estaba  Una  nao  surta  en  16  brazas  de  agua ,  y 
como  Íbamos  desatinados  y  con  gran  reziura  (1)  topamos 
con  ella ,  sin  que  ello  nos  sintiese  á  nosotros ,  ni  nosotros 
á  ella,  hasta  que  del  gran  golpe  le  quebramos  baprés  con 
todas  las  obras  muertas  del  castillo  de  proa ,  é  si  mas  daño 
se  hizo  DO  lo  supimos,  y  así  nos  pesamos  de  largo,  y  como 
et  golpe  fué  grfinde,  cotno  lanza  le  dio  con  la  nariz  de  la 
proa ,  abrióse  por  la  misma  qullca  ( tic)  de  la  proa ,  y  hacia 
mucha  agua  ^  y  viendo  esto  surgimos  adelante  de  la  otra 
nao,  y  allí  estuvimos  las  trea  partes  de  la  noche,  y  con 
tanta  fortuna  del  mar  que  no  habia  ninguno  que  osase  re- 
posar ni  dormir,  y  viendo  el  cuarto  del  alba ,  como  la  nao 
trabajaba  mucho  y  la  marea  era  muy  delgada,  no  pudo  sos- 
tener tanto ,  que  antea  que  omaneacíese  tres  horas  no  se 


(i)  De  recio. 

Notí  de  Havarr* L(. 


zecbyG00¿ílC 


S21 

<]uebras[(  ei  amárrn  y  ramos  ni  íravés;  viendo  esto  tid 
tovimos  otro  remedio  sino  hocer  velas  y  correr  por  la  mar 
adelante  donde  nos  echase  la  fortuna ;  y  ansí  fueíAos  con 
gríindísima  forluna  de  la  mar,  é  gran  viento  levante  y 
mucha  escuridad.  sin  saber  donde  ibámoajiasla  otro 
día  domingo,  día  de  úuestra  Señora ,  que  calmó  tanto  ef 
tiempo  de  una»  calmas  muertas  que  la  nao  no  se  mudaba 
á  una  parte  ni  á  otra ,  tanto  que  mas  quisiéramos  la  gran 
fortuna  que  había  cesado  para  correr  alguna  parte,  aun-' 
que  fuera  á  tierra  de  moivs-,  qiie  no  vemos  ansí  perdidos 
en  medio  de  aquella  mar ,  estando  C!on  tanta  tríbulacíóU 
sin  bastimiento,  ni  gota  de  agua,  ni  vino,  que  la  mcdí^ 
bota  ya  era  acabada,  tomamos  por  medianera  y  abogada 
á  la  Virgen  nuestrff  Señora,  y  prometimos  en  saliendo  a 
tierra  de  cristianos  de  íñvíar  un  romero  á  nuestra  Sc-> 
ñora  de  Buen  Aire,  que  es  en  la  cibdad  de  Callar,  en  ht 
isla  de  Cerdeña,  que  es  una  Señora  muy  devota  y  de  mu-f 
chos  milagros,  quien  en  semejantes-  casos  á  ella  se  cn-< 
comienda  con  devoción ,  nnsimesmo  prometimos  que  cif 
llegando  á  Trápana,  que  es  en  Cieília,  de  ir  todos  descnl-' 
zos  y  en  procesión  á  un  monestcrio  de  frailes,  que  llaman 
la  Anunciada  de  Trápana,  donde  ansimesmo  está  otiif 
imagen  de  nuestra  Señora  que  hace  muchos  milagros ,  y 
COD  esto  muchas  misas  á  san  Laurencio,  con  quien  tienen 
mucha  devoción  los  marineros  quien  les  falta  vientos,  y 
para  complir  estos  votos,  ordenamos  que  un  lego  é  yo/ 
demandásemos  limosna  entre  la  gente  de  la  nao .  é  dieron 
el  cai^o  á  uno  que  parescia  muy  buen  hombre,  y  de  muy 
buena  conciencia  que  era  lego ,  y  este  é  yo  demandamos' 
por  toda  la  gente  que  se  llegaron  ansí  para  lo  uno  como 
para  lo  otro  cantidad  do  dineros  por  que  venia  en  la  nao' 
trecientos  soldados  sin  los  marineros  y  las  mujeres ,  qutf 


zecbyG00¿ílC 


en  esta  sazón  cada  uno  hacia  largamente  limosnn ,  ansí  ile 
dineros  como  de  otras  joyas  moriscas ,  y  demandado  qué- 
dasele todo  en  guarda  aquel ,  ansí  los  dineros  como  todo 
lo  demás,  en  que  plugo  á  nuestra  Señora  que  aquel  día 
de  su  Natividad  bendita  nos  refrescó  tiempo,  y  navegamos 
un  poco  y  yendo  ansí  con  tiempo  y  la  gente  comenzándose 
alegrar  después  de  mediodía  asentáronse  á  jugar  unos 
cuatro ,  y  con  ellos  aquel  que  tenia  en  guarda  los  dineros 
de  la  limosna ,  y  de  lance  en  lance ,  dijole  tan  mal  el  nai- 
pe ,  que  perdió  sus  propios  dineros ,  y  con  ellos  después, 
con  mucho  atrevimiento  y  poco  temor  de  Dios  y  de  nues- 
tra Señora,  jugó  y  perdió  los  dineros  de  la  limosna,  sin 
quedar  un  maravedí,  de  manera  que  quiso  Dios  por  nues- 
tros pecados,  en  la  larde  tornar  á  calmar,  y  estando  ansí 
sin  ningún  viento .  aun  algunos  de  los  que  miraban  como 
jugaban  que  conoscieron  poner  en  el  juego  de  los  dineros 
que  ellos  habían  dado  en  limoaia,  van  é  dicenlo  á  los 
capitanes',  los  cuales  movidos  con  mucha  ira  y  enojo  ar- 
remeten á  él  para  lo  malar .  los  que  allí  nos  hallamos, 
que  no  lo  hiciesen ,  sino  que  pues  él  habia  hecho  la  ofen- 
sa é  nuestra  Seítora,  nos  parescía  que  allá  hiciese  la 
emienda ,  por  tonto ,  que  por  servicio  de  Dios  no  mata- 
sen aquel  hombre ,  juntamente  decían  todos  que  no  satis- 
faría con  ninguna  emienda ,  pues  llevábamos  muy  buen 
tiempo ,  é  por  haber  hecho  el  tal  insulto ,  habia  cesado 
el  tiempo  y  estábamos  á  punto  de  nos  perder ,  sino  que  ile 
todo  en  todo  tan  mal  hombre  como  aquel  habia  de  ir  á  In 
mar  y  no  en  la  nao ,  porque  él  bastaba  para  irnos  todos  á 
fondo ,  entonces  dijimos  que  si  de  tanta  crueldad  con  este 
usasen ,  que  ni  Dios .  ni  nuestra  Seúora  serian  dello  ser- 
vidos, y  que  antes  tal  cosa  era  para  que  todos  nos  perdiése- 
mos á  tierra  de  cristianos ;  con  estas  y  otras  muchas  cosas 


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529 

sosegó  algo  la  gente ,  y  coucertainoa  tlu  eála  inanei-n :  qno. 
lo  primero  él  buscase  la  cantidad  del  dinero  prestado  sobro 
prendas ,  y  que  se  deposítase ,  para  que  se  cumpliese  lo 
que  se  bábio  prometido,  y  ansí  se  hizo,  que  dellos  sobre 
prendas,  dello  prestado,  é  depositaron  en  mí ;  ansimismo 
por  cumplir  por  la  gente  y  aplacar  el  Turor  que  contra 
est«  tenían,  dijimos:  que  pues  teníamos  prometido  de  ha- 
cer una  procesión  á  nuestra  Señora  de  la  IVunciada  de 
Trápana,  que  es  media  legua  de  la  cibdad,  que  este  Aiesu 
desnudo  y  descalzo ,  y  una  soga  á  la  garganta ,  y  decipli- 
Dándose  delante  la  procesión ,  y  dicho  esto ,  paresció  muy 
bien  á  todos;  mas  aun  no  contentos  con  esto,  témanlo  y 
dan  con  él  en  la  sentina  de  la  nao  á  bombo,  que  es  un  lu- 
gar donde  se  recoge  toda  el  agua  que  entra  dentro  en  la 
nao,  la  cual  es  muy  honda  y  hedionda,  y  este  lugar  por 
ser  deata  manera,  le  tienen  para  cárcel  donde  echan  los 
que  en  algo  yerran  en  la  nao,  y  echado  allí,  no  hacían 
sino  sacar  agua  de  la  sentina ;  y  cuanta  sacoban  le  caía  en- 
cima, y  desta  manera  pasamos  domingo,  y  lunes  y  martes 
sin  beber  gota  de  agua  ni  vino ,  aunque  del  comer  no  digo 
nada,  porque  la  sed  nos  hacia  perder  el  cuidado  y  gana  de 
comer ,  é  con  tanta  fatiga  que  en  contallo  me  temblan  las 
carnes.  Viérades  las  inujeres  desnudas  en  carnes  metidas 
en  el  agua  que  hacía  la  nao,  después  que  topamos  en  l;i 
otra  d^l  castillo  de  los  Gelves;  ansimismo  vícrades  los 
hombres  sacar  con  los  casquetes  del  agua  de  la  mar  y  me- 
ter tas  caras  y  las  cabezas  dentro  y  ansí  estarse  gran  pieza 
del  día,  otros  pasarse  con  el  aceite  que  bebían,  otro^ 
en  todo  el  día  no  orinaban  hasta  la  noche,  y  lo  que  orin.i- 
ban ,  guardábanlo  en  un  jarro  para  beber  á  la  mañana; 
ansimesmo  viérades  los  niños  hablando ,  salírseles  el  alma 
de  sed,  y  sus  padres  no  los  poder  remediar,  otros  hom- 
ToMo  XXV.  34 


zecbyG00¿ílC 


550 

bres  y  mujeres  riendo  morirse ;  viérades  I 
caídos  en  el  suelo  sin  poder  gobernar  l«  nao  ni  tmer 
Tuerza  para  menear  eí  leme ,  y  alguDM  veces  venia  sJgima 
gran  grupada  de  aire  recio ,  sin  nmaidar  las  velas  y  de- 
járselas tendidas  en  el  agua  sin  podellas  sacar  mas  do  una 
hora ,  aunque  los  soldados  que  mas  esforzados  se  senlie- 
ran ,  que  eran  bien  pocos ,  las  sacaban  del  agua ,  y  coa 
mucha  pena,  y  de  esla  manera  nos  sostuvimos  bastdel 
martes  siguiente  que  plugo  á  nuestra  Señora  de  rcrreSGar> 
nos  un  poco  de  viento  podiente ,  y  fué  tal ,  quel  piloto 
dijo,  que  sí  aquel  tiempo  duraba,  otro  día  miércoles  por 
la  mañana  viéramos  tierra  de  una  isla  llamada  Pantanelea; 
ansí  aquella  nocbe  navegamos  razonablemente,  y  otfo  dia 
miércoles  en  esclaresciendo ,  algunos  de  los  soldados  se 
subieron  á  las  gavias ,  y  miraron  á  una  parto  y  á  otra ,  y 
no  veian  tierra  ninguna ,  y  como  se  bajasen  y  dijiesen  que 
no  veían  tierra,  toda  la  gente  desmayó,  en  tanta  ma-^ 
ñera  que  no  había  quien  pediese  echar  la  habla  del  cuer- 
po ,  entonces  el  piloto  de  la  nao  doliéndose  de  tanto  per- 
dimiento de  gente ,  súbese  á  las  gavias  >  y  como  por  el  lino 
sabia  poco  mus  ó  menos  donde  estábamos ,  y  donde  cala- 
ba la  i^a ,  y  el  sol  era  ya  salido ,  y  la  niebla  era  qnilada 
que  estaba  encima  de  la  isla,  aunque  á  la  sazón  estaba 
mas  de  diez  leguas ,  luego  se  comenzó  á  determinar  In 
tierra ,  y  como  la  viese  luego  comenzó  á  decir  tierra,  tier- 
ra ;  entonces  toda  la  gente  alza  un  gran  alarido  de  placer, 
loando  á  nuestro  Señor  y  á  su  bendita  madre  que  tanto 
bien  nos  había  hecho ,  que  sí  por  nuestros  pecados  no  lle- 
gáramos aquel  día  á  ver  tierra  fuera  gran  maravilla  esca- 
par ninguno  de  Cuantos  en  la  nao  íbamos ,  por  haber  tres 
dias  que  ni  comíamos  oí  bebíamos ,  que  era  lo  mas  peli- 
groso ,  y  aun  con  todo  esto  aquel  dia  echamos  á  la  mar 


3vGooglc 


r.r.1 

cuolro  pertonas  otiogadas  <Ie  seJ ,  antea  que  Hegiii^eBias  ú 
la  isla ,  sin  oíros  muchos  que  antes  habían  echado ,  y  ami 
navegando  con  buen  tiempo,  y  allegados  en  la  tarde 
cuanto  dos  millas  de  la  isla  ,  antes  que  la  nao  surgiese  ni 
llegase  al  puerto,  se  echaron  muchos  á  nado  eon  barriles 
y  calabazas  por  ir  á  beber  agua ,  é  para  traer  á  sus  ami- 
gos ó  mujeres  y  hermanos,  y  esto  porque  como  didm 
es  no  llevábamos  batel  ni  marras,  eiao  una  mancha  muy 
pequeña  y  muy  delgada ,  y  ansí  loa  que  se  echaron  ¿  la 
mar  para  beber  fueron  á  tanto  peligro  que  uqo  ó  dos  se 
abogaron ,  y  porque  lo  bueno  «s  razón  que  sea  alabado  y 
resciba  algún  premio  el  que  obra  virtud,  en  esta  isla  está 
un  lugar  cercado  con  un  castillo  Rierle ;  hay  en  este  lugar 
trescientos  vecinos  que  hablan  algarabía  comO  moros ,  j 
muy  bien  la  lengua  ceciliana,  porque  confina  y  trata  «lu* 
cho  con  ella  por  estar  treihtd  leguas  la  una  de  la  otra ,  y 
creo  que  los  hizo  Dios  los  mas  caritativos ;  y  esto  digo 
porque  como  los  del  higar  vieron  fr  nadando  los  que  se 
'habían  echado  á  la  mar  desnudos  para  ir  á  beber,  porque 
de  otira  mtmei^a  no  pudieran ,  solen  los  hombres  y  muje- 
res del  hignr  con  mucho  pan,  y  vine ,  y  carne ,  y  uvas  y 
cosas  de  refresco ,  y  vánae  para  ellos ;  y  como  los  vieron 
desfigurados  y  traspasados  de  sed  y  de  hambre ,  llorando 
con  ellos,  no  los  dejaban  beber  hasta  que  oomiesen  algu- 
na cosa  ,  porque  no  les  hiciese  daño ,  y  ansí  abrazándolos 
les  haciao  comer ,  aunque  Con  mucha  pena ,  i  causa  que 
teniamos  cerrados  loa  caños  oi^ánicos  por  haber  estado 
tantos  días  sin  comer  ni  beber :  ansimesme  se  echaron  i 
nado  seis  hombres  de  aquellos  que  primero  se  habían  Me* 
gado  á  la  marina  i  cada  uno  con  su  media  bola  de  agua  de- 
lante de  si ,  y  tan  buena  diligencia  se  dieron  que  llegaron 
con  ello  ante  que  la  nao  fuese  surgida ,  porque  como  la 


3vGooglc 


632 

nao  tiró  una  lombardatb  pura  hacer  salva  al  puerto  como 
se  acostumbra ,  el  taco  de  la  lombardada  dio  al  uno  de 
aquellos  que  traian  el  agua,  é  le  descalabró,  aunque  no 
fué-cosa  de  peligro,  y  luego  como  ta  nao  surgió,  como 
las  galeras  del  armada  que  iban  á  Niípoles  arribaron  allí, 
y  el  dia  antes  se  habían  parlido ,  hablan  dicho  deste  des- 
barate de  los  r>elves,  el  capitán  de  la  isla  vino  á  la  nao  con 
un  batel  cargado  do  pan,  y  vino,  y  uvas,  y  pasas  y  de  oirás 
frutas  de  refresco,  y  como  viese  la  gente  tan  disligurada< 
y  ansí  arrojarse  á  la  mar  por  allegarse  al  batel ,  llorando 
dccia,  que  muchas  personas  habia  visto  debilitadas  de 
hambre  y  de  sed,  pero  que  jamás  había  visto  ni  oído  gente 
tan  sin  gesto  como  todos  íbamos:  decía  también  ,  callad 
hijos  y  estar  quedos  que  yo  os  traeré  cuanto  hubierdes 
menester,  é  acabado  Je  repartir  cuanto  traía  ,  tornó  y 
trajo  mas.  y  ansí  nos  estovtmos  en  la  nao  aquella  noche, 
hasta  otro  dia  jueves ,  que  se  contaron  doce  del  mes ,  quel 
mismo  capitán  envió  un  batel  en  que  saltó  toda  la  mayor 
parte  de  In  gente  en  tierra.  Ver  como  la  gente  del  lugar 
chicos  é  grandes,  de  vernos  tan  debilitados  y  desfigurados, 
lloraban  que  era  una  lástima  de  ver,  tanto -que,  aunque 
nosotros  veníamos  sin  poder  echar  lo  habla ,  ni  poder  escu- 
pir ,  sino  muy  poco ,  y  todo  podre  lo  que  escupíamos ,  nos 
provocaban  á  llorar ,  y  ansí  nos  estuvimos  allí  todo  aquel 
«lia  dándonos  muy  bien  todo  lo  necesario ;  á  los  que  tenia» 
dineros  y  querían  pagar,  pagábanlo ,  y  á  los  que  no  lo  te- 
nían, se  lo  daban  de  gracia,  aunque  muy  pocos  bahía  que 
no  tuviesen  dineros,  lo»  cuales  pagaban  aunque  no  les  pi- 
diesen el  dinero,  por  vellos  de  tan  buena  condición  y  áni- 
mo; ansímesmo  ellos  con  su  batel  inchcn  diez  ó  doce  bo" 
tas  de  ogua  y  las  posieron  en  la  nao.  y  haciéndonos  es- 
tas y  otras  muchas  caridades,  nos  estuvimos  allí  hasta  la 


zecbyG00¿ílC 


S33 
tarde  que  comenzó  á  salir  y  refrescar  vienlo  medio  jorno, 
que  entonces  el  capitón  de  la  isla  rogó  á  los  capitanes  de 
la  gente,  porque  los  de  aquella  isla  eran  muy  pobres,  á 
causa  de  ser  pequeña  la  isla ,  que  no  tiene  mas  de  doce 
millas  que  son  tres  leguas,  y  allende  desto  que  no  habia 
tres  años  que  habian  ¡do  mili  turcos  en  sus  fustas  é  se  en- 
tmron  en  la  isla  y  combatiendo  el  lugar,  y  lo  tomaron,  y 
los  del  lugar  se  reirajieron  en  el  castillo  con  sus  mujeres 
y  hijos ,  y  como  el  castillo  es  muy  fuerte  se  defendieron 
cuatro  meses  continuos  sin  que  los  turcos  les  podiesen  en- 
trar ,  basta  que  el  señor  de  la  isla,  que  es  un  caballero  de 
Aragón  lo  supo ,  invló  gran  socorro ,  toman  toda  I»  ropa 
que  había  en  el  lugar ,  y  embárcanse  en  sus  fustas  y  van- 
-se  en  Turquía ;  por  esto  el  capitán  les  rogaba  é  pedía 
por  merced,  hiciesen  embarcar  la  gente,  y  pues  hacia 
buen  tiempo  se  hiciesen  h  la  vela.  Los  capitanes  les  res- 
pondieron que  de  muy  buena  voluntad  les  placía ,  que 
aunque  él  oo  se  lo  dijiera  ellos  tenían  el  pensamiento  da- 
cello  ,  y  luego  mandaron  embarcar  la  gente ,  y  ellos  se 
despidieron  del  y  de  todos  los  del  lugar ,  dándoles  mu- 
chas gracias  por  la  mucha  caridad  y  nobleza  que  con  nos- 
otros habían  usado.  Embarcada  la  gente ,  como  dicho  es, 
jueves  en  la  noche  hecimos  i  la  vela,  y  con  muy  buen 
tiempo  de  media  proa  anduvimos  i  8  l^uas,  y  luego  cal- 
mó el  tiempo ,  y  con  mucha  pena  sábado  que  se  cuntan 
ii  del  mes ,  llegamos  cuatro  leguas  de  Trápana,  que  es  en 
la  isla  de  Cecilia,  y  como  nuestros  pecados  aun  no  esta- 
ban acaba'dos  de  purgar,  pasando  entre  la  isla  de  la  Fa- 
guñana  y  unos  bajíos  que  llaman  los  Hormigueros,  sábado 
ya  dicho,  después  de  media  noche,  yendo  a  la  vela  la  nao 
se  encalla ,  y  el  capitán  de  la  nao  toma  una  hacha  para 
cerlar  el  mástil,  á  cabsa  que  andaba  la  mar  muy  alta ,  y 


zecbyG00¿ílC 


534 
nndaba  mucho  viento  y  la  nao  se  hacia  pedazos  y  peres- 
ceria  la  gente :  viendo  el  contramaestre  quel  capitán  que* 
ría-  cortar  el  mástul ,  comienza  a  dar  voces  que  no  hubie- 
sen miedo,  por  esforzar  lo  gente,  que  la  nao  era  nueva  j 
se  sesteoia  sin  quebrarse  ni  deshacerse  tres  dias  si  fuese 
menester,  y  con  esto  el  capitán  no  cortó  el  máslel,  y  la 
gente  se  sosegó  hasta  otro  día  domingo  por  la  mañana  que 
comenzamos  á  tirar  tiros  de  una  lombarda  porque  viniese 
algún  socorro,  mas  sin  venir  batel  ni  socorro  nos  estuvi- 
mos todo  aquel  día ,  hasta  hora  de  vísperas  que  viendo 
tan  gran  perdimiento  algunos  de  los  mejores  nadadores 
que  en  lA  nao  habla,  ron  mucho  peligro  de  sus  personas, 
dijeron  que  ellos  se  querían  aventurar  y  echarse  á  la  mar, 
por  ver  si  podrían  llegar  á  tien-a ,  aunque  estaba  muy  le* 
jos ;  de  manera  que  viendo  su  buen  deseo  todos  les  die^ 
ron  mdichaa  gracias ,  y  les  ataron  muy  bien  calabaías  por 
bajo  de  los  brazos ,  y  encomendúndose  á  nuestra  Señora 
tmlos  tres  juntos  yendo  á  tonto  peligro ,  por  estar  la  tíer^ 
ra  muy  lejos ,  y  esibr  la  mar  muy  alta ,  que  muchas  veces 
los  aleaba  y  Iva  torn&ba  á  meter  debajo  de  las  grandes 
otas  que  hacia,  y  los  temamos  por  ahogados;  mas  con 
ayuda  y  esfuerzo  do  Dueslra  Señora  llegaron  i  tierra ,  y 
yendo  por  la  marina  adelante  topan  oon  unos  cecilianos 
qtie  andaban  ¿  caza  do  conejos,  y  como  quiera  que  estos 
erbn  de  Trápana ,  habis«rse  ido  ftllí  en  un  batelejd  por  la 
mar,  y  como  los  ^ue  salieron  déla  nao  toparon  con  ellos, 
y  vieron  el  balctejo ,  les  ruegan  por  amor  de  Dios ,  y  pa- 
gándoselo muy  bieti ,  que  vayan  con  ellos  hasta  saear  la 
gente  que  en  ella  estaba.  Los  Cazadores  mas  por  el  dine- 
ro qUe  les  dieron,  que  por  el  servicio  de  Dios,  dejan  la 
caza  y  mótense  con  los  compañeros  en  el  bntel,  y  van  á 
la  pao  y  sacan  uno  baldada  de  gente  en  licrpt,  y  oi^  (¡lio 


zecbyG00¿ílC 


535 

solió  el  capUao  de  la  nao ,  el  cual  fué  á  Trápana  en  un 
bergaiilin  é  trajo  una  ancla  y  una  gomia,  y  Iraida  echa  el 
nncla-  por  la  popa  de  la  nao  por  donde  la  nao  había  en- 
■track)  é  se  hatúa  encallado  y  ooniienza  á  rodear  el  cabes- 
trante todos  cuantos  habia  en  la  nao,  y  jamas  hizo  movi- 
miento para  salir,  y  viendo  esto  ,  acordaron  de  echar  toda 
la  gente  en  tierra ,  y  toda  la  ropa  y  dejarse  la  nao  perdi- 
da ,  y  ansí  comeozoaxto  á  echar  toda  la  gente  fuera ,  y 
com  la  tierra  estaba  muy  lejos  y  el  batelejo  era  muy  pe- 
queño, na  podieroQ  aquel  dia  sacar  toda  la  gente,  é  por- 
que la  maldad  de  tos  malos  no  es  razón  que  se  calle  por- 
que aea  publicándose  para  ellos  castigo  y  para  otros  es- 
carmiento, fué  que  como  á  lodos  no  sacasen  en  tierra,  y 
á  este ,  que  se  puede  llamar  delincuente  >  pues  jug6  la 
limosna ,  salida  toda  la  geale  no  quedaron  sino  seis  ma- 
rineros, y  después  de  lodos  fuera  prueban  ansí  como  de 
hurla  á  burgir  fiicj  el  cabcalranle .  y  plugé  á  nuestra  Se- 
ñera que  á  loa  primeras  vueltas,  estos  seis  solos ,  hicieron 
k)  que  trescientos  no  pedieron  hacer,  y  fué ,  que  á  la  hora 
sacaroQ  la  nao,  y  sacada  hicieron  á  la  vela,  y  fueron  al 
puerto  de  Trápana ,  donde  en  llegando ,  el  capitán  de  la 
nao  am  los  marineras ,  de  cierto  certificaron  que  en  sa- 
liende  aqtwl  delincuente ,  luego  en  la  hora  á  la  primer 
varita  calió  del  caliostrante  tan  ligeramente  como  sino 
ilegam  a  tierra ,  de  lo  cual  todos  dimos  gracias  á  nuestro 
Señor ,  y  con  inticho  placer  y  alegría  hicimos  la  proce- 
sioa  que  ieuiomos  prometido  á  nuestra  Señora  de  la  Anun- 
cia^ de  Trápana ,  y  ansimesmo  despachamos  el  romero 
a  nuestra  Señora  de  Buen  Aire ,  que  es  en  la  isla  de  Cer- 
486a.  Hecha  nuestra  procesión,  iba  tan  fatigada  toda  la 
^eale  y  temorizadá  del  poco  saber  del  piloto ,  que  lodos 
se  fuefon,  los  unos  á  Palermo,  los  otros  á  Mccina,  que 


zecbyG00¿ílC 


53t> 

snn  ctbilailes  en  la  isla ,  y  otros  embarcáronse  para  Ñapó- 
les y  otros  pnra  España,  oíros  se  quedaron  en  el  mismo 
hignr  lie  TTiipana ,  porque  solamente  les  diesen  de  comer 
por  su  trahnjo,  y  otros  nos  tornamos  á  embarenr  para  Trí- 
[lol ,  aunque  pocos  en  un  galeón  ginovés  que  iba  con  mer- 
cancía ,  y  salimos  del  puerto  de  Trápana  lunes  que  se  con- 
tnron  23  de  setiembre,  con  liempo  muy  contrario  de 
levante  lebeche ,  no  podiendo  tomar  la  isla  de  la  Lampa- 
dosa ,  corrimos  á  los  Querquenes,  y  allí  estovimos  un  dia 
y  una  noche,  é  de  alh  nos  Itevantamos  con  poniente 
maestro,  y  obra  de  10  leguas  tornónos  á  saltar  levante 
que  nos  echó  á  la  costa  de  los  Gelves ,  y  allí  lomamos  de 
necesidad  á  surgir,  y  estuvimos  dos  noches  y  un  dia,  y 
allí  plugo  á  nuestro  Sefior  que  nos  tornó  poniente  y  soli- 
mos junto  á  la  costa  de  Berbería ,  tierra  á  tierra  llegamos 
á  Trípol  lunes  postrero  de  setiembre,  y  como  el  piloto 
del  galeón  en  que  íbamos  no  era  platico  en  aquellas  par- 
tes ni  en  el  puerto ,  como  íbamos  muy  caídos  á  la  parte 
de  medio  jorno ,  no  pedimos  cabalgar  una  punta  que  se 
hace  de  unos  bajíos  y  peñas  á  la  entrada  del  puerto  á  ta 
parte  del  norte ,  de  manera  que  de  necesidad  hubimos  de 
surgir  fuera  det  puerto ,  y  como  el  conde  á  la  aazoD  esta* 
ha  ei^barctido  con  toda  la  gente  que  se  había  reci^do 
después  del  desbarato  de  los  Gelves, 'viese  el  navio  surto 
fuera  del  puerto  y  á  mucho  peligro  si  arreoiara  el  tiempo 
que  entonces  corría ,  ínvía  un  barco  por  medio  de  los  se- 
canos ,  y  metieron  el  galeón  á  jorro  dentro  det  puerto. 

Llegados  á  Trípol  postrero  de  setiembre ,  el  conde  es- 
taba embarcado  con  toda  la  gente  que  con  mucho  traba- 
jo y  peligro  le  habían  seguido  después  del  desbarato, 
que  serian  hasta  ocho  mili  hombres  de  pelea,  y  estovi- 
m.os  ansí  embarcados  hasta  viernes  seguiente,  que  se  conta- 


3vGooglc 


537 

ron  cuatro  de  oclubre ,  y  con  buen  tiempo,  to- 
das las  naos,  que  serían  hasta  sesenta  velas 
entre  grandes  y  pcqueíkas,  salieron  del  puer- 
to, y  aquel  día  y  aquella  noche  anduvimos 
hasta  25  leguas ,  porque  en  saliendo  del  puer- 
to calmó  algo  el  tiempo,  é  luego  otro  día 
sábado  por  la  mañana  se  levantó  tan  grandí- 
sima fortuna  de  poniente  maestro  que  no  pa- 
rescia  sino  que  rajar  fgicj  toda  la  tierr«.  Allí 
'  vtérades  los  navios  derramarse  unos  por  ana 
parte  y  otros  por  otra ,  diciendo  la  gente  con 
gran  clamor  y  alarido  ¡  O  Señor  y  miserícor- 
dia!  pues  Dios^e  misericordia  eres.  ¡  O  Se-^ 
ñora  Virgen  María!  váinos  pues  que  eres  ma- 
dre de  Dios.  Otros  decian  cosas  tan  lastime- 
ras que  á  todos  provocaban  á  llorar ;  y  con 
esta  tribulación  unas  naos  corrieron  á  Cecilia, 
otras  á  Malta ,  y  Gozo  y  la  Panlaleria ,  y  alie* 
garon  muy  destrozadas  y  perdidas  de  la  grap 
fortuna ;  y  de  necesidad  algunos  fueron  á  Me* 
ciña,  que  es  en  Cecilia,  á  dar  carena ,  otros  ti- 
raron la  costa  de  Turquía ,  otros  á  una  cíbdad 
que  llaman  Golfo,  que  es  en  Grecia ,  de  criS' 
tianos,  donde  fueron  muy  bien  remediados,  y 
otras  se  perdieron  por  otras  partes,  quenuq* 
ca  se  supieron,  salvo  de  cinco  navios,  los 
dos  galeones  y  tres  carabelas  gruesas  que  se 
perdieron  tres  leguas  de  Tripol ,  las  t:uale8 
iban  al  puerto,  y  la  grandísima  fortuna  hizoles 
dar  el  (i)  través  en  la  costa  donde  se  bicierofi 


(1)  El  por  al. 

Ñola  d*  Koarrelc. 


„.b,Googlc 


558 

pedazos ,  y  tiestos  cinco  navios  escaparon  solos  oinouenla 
hombres  y  mujeres  que  deqde  allí  se  fueron  de  noche  á 
Trípol,  que  de  la  oira  gente  cuanta  iban  en  los  navios  ja- 
más se  supe  mas  de  cuanto  se  creo  ser  ahogodos  ó  cabti- 
vos :  allí  se  perdieron  muchos  esclavos ,  muchos  dineros, 
mucho  oro  é  plata ,  mucha  ropa  muy  rica,  porque  todos 
los  que  escaparon ,  salían  desnudos  en  carnes .  salvo  algu- 
nas mugeres  que  salieron  á  gran  dicho  como  las  tomaba  la 
voz ,  Y  aun  cuando  escnpahan,  cuidaban  que  Dios  les  hacía 
la  mayor  merced  del  mundo.  Astraisrao  un  ber^ntin  de  1 8 
báñeos  que  iba  junto  para  entrar  en  el  puerto  de  Trípol  le 
tomó  la  ola  y  da  con  él  encima  de  una  peña  muy  alta,  do 
manera  que  cuando  cesó  la  Ibrtuna  quedó  en  seco  sin  se 
quebrar  ni  perder  un  solo  hombre.  Pues  que  diremos  del 
pobre  caballoro  el  conde  Pedro  Navarro ,  que  á  esta  sazón 
«staba  sin  dormir,  que  no  menos  peligros  pasó  que  toda  la 
otrn  gente  y  naos  que  se  salvaron ,  y  esto ,  porque  como 
todas  las  naos  se  derramaron,  quedó  solo,  aunque  no  de 
la  misericordia  de  Dios ,  la  cual  muy  claro  parescía  habe- 
Ile  salvado  á  ¿I ,  y  á  cuantos  con  él  iban ,  no  le  siguiendo 
sino  solo  un  barquito  de  Mólaga  de  hasta  ocho  ó  diez  tíme- 
les de  uno  llamado  Pedro  de  Morón,  y  ansí  solo  el  conde 
corrió  hasta  en  cabo  de  Mesúrate ,  que  es  en  Turquía ,  é 
come  él  iba  en  una  nao  de  cuatrocientos  toneles  de  un  víz- 
cttino  llamado  Juan  de  Ocho»  de  Motríca,  la  cual  como  era 
nueva  del  prmicr  viaje ,  y  hobiese  estado  alguna  parte  del 
verano  en  el  puerto  de  Trípol  donde  hace  grandísimos  ca- 
lores ,  y  como  nunca  se  habia  calafateado  dende  que  salió 
de  Castilla ,  estaba  algo  abierta ,  é  la  grandísima  fortuna 
hacíale  saltar  y  el  estopa  de  un  lado  que  habia  orza  mas 
quel  otro ,  y  como  siempre  iba  forzado  á  orza  por  el  tíenh 
pe  contrario,  y  muy  cerca  la  costa  de  Turquía ,  sobado  que 


3vGooglc 


559 
se  contaron  12  de  otultre  á  medía  noche  lo  nao  se  inchia 
de  agua  y  á  mas  andar  se  iba  á  hondo .  por  que  e)  agua 
daba  á  la  rodilla  de  abajo  de  sota  encima  del  asiré  fsicj  de 
la  nao,  y  como  los  marineros  y  oíros  caballeros  que  iban  en 
la  nao  viesen  tanta  agua  dentro,  comienzan  á  dar  vo- 
ces ;  como  el  conde  oyó  dar  voces  sale  de  ta  cámara  muy 
sosegado  que  parescia  ningui^a  atieracion  traer,  é  si  la 
traia  no  para  que  la  mostrase ,  por  no  desmayar  la  gente, 
é  premunió  que  era  aquello.  El  espitan  de  la  nao  respon- 
dió :  Señor,  jiaonos  á  fondo.  El  conde  dijo  ¿cómo  es  aso? 
Se&or,  la  media  nao  esta  de  agua  por  cima  del  lastre. 
Entonces  el  conde  habló  coma  caballero  muy  esforzado, 
éehala,  échala  fuera,  y  qué!  ¿de  eso  os  maravilláis? 
pues  yo  me  be  visto  en  naos  tener  el  agua  basta  la  rodilla 
sobre  la  c^Herla,  y  no  perdernos.  Estonces  viérades  chicos 
y  grandes,  caballeros  y  escuderos  unos  dar  á  la  bomba  y 
otros  con  calderas,  y  otpoi  con  baldés,  y  otros  con  medias 
Ctt*rtcT(das  echar  aguo  fuera  de  la  nao ,  y  el  conde  alum- 
brando  con  una  hacha ;  é  como  en  este  trabajo  anduvié- 
semos gran  pieza  de  la  noche,  tanto  que  apenas  los  que  es- 
taban en  ta  nao  le  pediesen  sofrtr ,  y  el  agua  de  la  nao  no 
menéate,  mas  cada  hora  crescieae ,  estonces  el  almirante 
db  la  mar  llamado  Charrán,  dijo  al  conde :  Señor,  esta  agua 
cada  hora  crece  é  ímoaos  á  fondo,  pues  nuestro  Señor  ansí 
lo  quiere,  mélaae  su  señoría  en  la  barca  de  la  nao  y  vayase 
i  BU  aventura  por  la  mar,  y  desla  manera  salvarsehá ,  y  no 
perezoamos  todos.  Entonces  el  conde  con  mucha  manse-r 
dumbre  dijo :  Si  vosotros  salváis  á  mi .  yo  salvaré  á  voso- 
tros; á  dar  á  entender  que  otros  se  hablan  de  salvar  y  él 
con  ellos,  é  que  si  todos  se  hablan  de  perder  y  él  lo 
mismo.  Acubadas  estas  i>alabras,  el  conde  preguntó  que 


3vGooglc 


510 

por  dontic  entraba  el  ngua  :  ellos  dijeron  que  por  el  lado 
que  la  nao  va  á  orza.  Dijo  el  conde,  pues  dar  olro  borde 
á  la  nao ,  y  giraron  las  velas,  y  en  la  hora  plugo  á  mies* 
tra  Señora,  como  del  otro  lado  no  estaba  lan  abierta  ces¿ 
el  agua  y  ansí  nos  sostuvimos  hasta  otro  día  domingo  por 
la  mañana  que  la  mar  mitigó,  y  sosegada  tomamos  la  vía 
de  Trípol,  y  llegamos  al  puerto  con  calmas  muertas  jue- 
ves diez  (1)  de  octubre,  y  cuando  llegamos  al  puerto  ya 
estaban  hasta  20  naos  que  habían  arribado  el  día  antes, 
y  ansí  estuvimos  allí  hasta  que  la  nao  del  conde  se  cala- 
fateó .  y  en  este  tiempo  llegaron  10  naos  que  venian  muy 
perdidas  y  destrozadas ;  mas  no  porque  el  conde  aquellos 
dius  que  allí  estuvimos  saliese  á  tierra,  sino  por  mucha 
maravilla  aunque  fuesen  personas  de  cargo,  y  sí  algunoi 
salían  no  volvían  mas  á  las  naos ,  y  esto  por  el  grandísi* 
mo  miedo  que  habían  cobrado  á  la  fortuna  de  la  mar. 

Llegado  el  conde  á  Trípol  y  recogidos  hasta  treinta 
navios  gruesos  en  que  podía  haber  hasta  cinco  mili  hcHO- 
bres  de  pelea,  y  no  muchos  mas,  porque  como  quiera 
que  todos  habían  corrido  mucha  fortuna  ta  gente  que  sa- 
lía de  las  naos  á  tierra  no  querían  volver  é  embarcarse, 
y  quedábanse  en  la  cibdad ;  y  porque  las  otras  naos  que 
habían  corrido  á  Cecilia  y  por  otras  partes  habían  perdí* 
do  mucha  gente ,  y  no  menos  los  que  dieron,  al  través  y 
se  perdieron ,  de  manera  que  salidos  de  allí  con  muy 
buen  viento  llegamos  á  la  isla  de  la  Lampadosa,  que  es- 
tá 55  leguas  de  Cecilia,  y  veinte  y  cinco  de  los  Gelves  y 
treinta  y  cinco  de  Trípol :  es  isla  que  tiene  en  ruedo  Irein- 

(t)  Debe  ser  diez^  seis. 


3vGooglc 


541 

IB  millas,  que  soii  siete  leguas  y  inedia  ;  liay  en  ella  mü* 
chas  brutas(l)y  cuevas  debajo  de  tierra;  hay  mucha  leña 
de  unos  chaparros  anchos  y  muy  espesos ;  hay  un  castillo 
en  la  marina  al  mismo  puerlo ,  muy  antiguo  y  la  mayor 
parte  del  derrocado ;  hay  en  esta  Jsla  poca  aguo  y  no  muy 
buena ;  había  en  ella  algunos  conejos  y  tortugas ,  y  al- 
gunos pajarlcos  muy  pequeños ;  hay  mucha  cebolla,  que 
llaman  albarrana ,  y  muchos  ajos  monteses ;  hay  al  tiem- 
po muchos  espárragos  y  cardos  montesinos ;  ansí  que  alie* 
gados  allí ,  luego  otro  día  el  conde  mandó  por  la  mañana 
decir  misa  á  sus  capellanes ,  y  á  toda  la  gente  con  el  sa' 
lid  á  oir  misa ,  y  desque  lodos  oyeron  misa .  como  el 
conde  habia  visto  tantas  desdichas  y  peligros  como  Dioa 
nos  habia  dado  unas  tras  otrils ,  mandó  juntar  toda  la  gen- 
te, y  él  en  medio  de  todos  dijo :  Hijos  y  hermanos  míos, 
Á  lo  que  os  mandé  llamar  aquí ,  es  para  deciros  como 
nuestro  Señor  ha  querido  castigarnos  muchas  veces  con 
las  fortunas,  y  peligros,  y  necesidades,  las  cuales  han 
9Ído  á  todos  muy  notorias ,  y  esto  pcir  nuestros  pecados, 
y  de  esta  cabsa  me  parece  que  yo  con  todos  vosotros  no 
me  avenloraria  ni  atrevería  á  la  menor  hueste  del  mundo 
lie  moros,  ni  aun  á  solo  el  menor  moro  de  la  Berbería;  por- 
que seria  tentar  á  Dios  muchas  veces,  si  primero  no  me 
prometiésedes  dos  cosas ,  lo  primero ,  el  muy  odioso  es- 
tilo que  tenéis  de  renegar,  que  os  apartéis  de  lo  hacer, 
lo  otro  de  no  os  echar  con  las  moras ,  y  si  estas  dos  cosas 
me  prometéis  y  las  guardáis,  osaré  acometer  á  cuantos 
moros  hay  en  la  Berbería ;  y  dicho  esto  tos  coroneles  res^ 
pendieron  que  se  lo  prometían,  y  ansí  toda  la  otra  gente 

{!)  Sin  duda  por  grutas. 


zecbyG00¿ílC 


Monei.,. 
Alfiquei 


542 

nizando  los  dedos  hacia  arruta.  El  c(Hidc  di- 
jo, pues  que  asi  es,  é  si  lo  cumplís,  iremos 
bien  preslo  á  tomar  nuestras  cosas  para  el  in> 
vieroo;  y  esto  decia-porque  tenia  pensado  de 
aSÍSÍm''"  •'"  ^  tornar  á  Zuzar ,  ó  i  Monasterio ,  ó  á  los 
Alfhques ,  ó  África ,  que  todos  estos  son  luga- 
res de  moros  y  están  á  quince  y  á  Teínle  le- 
guas de  atli  >  y  lodos  muy  buenos  y  ricos  lu- 
gares ,  y  de  rouy  buenos  puertos ,  y  hermo- 
samente torreados.  Y  dicho  el  conde  lo  que 
era  su  intención .  mandó  sentar  sus  tiendas  y 
que  toda  la  gente  solga  ó  tierra ,  la  cual  esta- 
ba muy  quebrantada  de  la  fortuna ,  y  aosi- 
mismo  manda  que  á  todos  dea  ración  de  hs- 
rjno .  y  vino ,  y  carne  salada  para  quince  diat 
porque  refrescasen  y  tomasen  fuerzas ;  y  coa 
esto  toda  la  gente  muy  alegre  holgaba  de  ma- 
nera que  luego  tornaron  en  si;  é  como  el 
conde  viese  que  la  gente  esiaba  ya  buena, 
salvo  que  estaba  muy  desarmada  del  desba- 
rato de  los  GclVes,  manda  repartir  las  armas 
que  habia  en  las  naos  á  cada  uno  pira  que 
todos  estuviesen  bien  armados  de  sus  cosele- 
tes, y  brazales,  y  celadas,  y  espadas ,  y  puña- 
les y  picas;  y  á  los  ballesteros  mandó  que 
tuviesen  aderezadas  sus  ballestas,  y  á  los  es- 
copeteros BUS  escopetas  y  su  pólvora  muy  á 
punto,  y  hecbo  esto  i  cabo  de  odio  dias 
mandó  embarcar  toda  la  gante,  y  poner  to- 
das las  naos  á  la  colín,  y  estando  ansí  em- 
barcados, comienzan  unas  calmas  muertas 
que  no  se  movía  ningún  aire,  y  ansí  estu- 


3vGoo¿ílc 


Vimos  quince  dins  embarcados,  y  viene  iltl 
Vietito  medio  jorno ,  que  hizo  que  ninguna  nao 
pudiese  salir  del  puerto ,  y  esto  porque  la  bo- 
ca de  este  puerto  estaba  hacia  lo  parte  de  me< 
(liodia,  y  snsí  estuvimos  esperando  que  aman- 
sase la  fortuna ,  la  cual  era  ton  grande ,  que 
muchos  DO  podiendo  sofrir  á  estar  en  las  naos, 
se  salian  á  tierra ,  y  como  allá  no  había  nin^ 
guno  que  les  diese  tílualla,  ni  después  do 
salidos  los  podían  ir  á  recoger  en  los  naos ,  se 
gun  la  grandísima  fortuna,  de  manera  que  se 
iban  por  la  isla  adelante  i  comer  yerbas,  y  se 
morían  1  y  de  esta  manera  muchos  hallaban 
muertos  por  la  isla ;  y  ansi  estuvimos  muchos 
dios  embarcados,  tanto  que  Viendo  eUo  se  co' 
menzaron  pocos  ¿  pocos  á  desembarcar  y  se ' 
estaban  en  tierra ,  y  otros  se  quedaban  en  ta 
nao,  y  de  esta  manera  estuvimos  hasta  el  mes 
de  diciembre  que  en  este  tiempo  algunos  na- 
vios iban  y  llevaban  bastimientos  de  Cicilia  y 
de  Ñapóles  I  y  siempre  daban  raciones  que  po^ 
co  que  mucho.  En  esta  isla,  como  es  dicho,  liay 
grandes  cuevas  debajo  de  tierra ,  y  otras  en- 
cima entre  las  pefias,  entre  las  cuales  hay  ana 
muy  grande  y  muy  gentil  hecha  debajo  de  una 
peña,  media  legua  del  puerto,  en  la  cual  esló 
un  altar  y  una  imagen  de  nuestra  Señora  do 
Unxada  á  la  gregisca .  con  su  bendito  Hijo  en 
los  brazos  muy  devotísimos,  la  cual  en  oque' 
lia  sazón  se  dccia  haber  tres  ó  cuatro  años 
que  estando  alli  en  el  mismo  puerto  de  1» 
Lampadosa  surta  cierta  armada  do  turcos^ 


3vGooglc 


Ui 

sallaron  los  liircos  en  la  isla  y  entraron  en  las  cuevas, 
y  como  enlrasea  en  esta  donde  estaba  ta  imagen  llevá- 
ronla á  las  naos,  y  como  la  arrojasen  por  escarnio,  aca- 
so en  aquel  navio  donde  la  llevaron  andaba  un  cristiano 
cautivo,  el  cual  como  viese  á  la  imagen  de  nuestra  Se- 
ñora hizo  su  acatamiento  y  disimuló  como  si  ningima 
cosa  viera ,  y  ansí  estovieron  los  turcos  allí  algunos  días, 
tanto  que  desdo  la  hora  que  metieron  la  imagen,  les 
comenzó  hacer  tiempo  contrario  lan  recio  y  tan  contino, 
que  estovieron  cuatro  meses  sin  poder  salir  del  puerto, 
tanto  que  estabait  ñ  punto  de  se  perder  y  morir  de  ham- 
bre, y  como  quiera  que  esta  necesidad  todos  loa  turcos 
la  sintiesen ,  pero  mucho  mas  el  cristiano  por  ser  cab- 
tivo ,  y  eso  poco  que  le  solian  dar ,  no  se  lo  daban  por 
no  lo  haber ,  y  no  podiendo  sofrír  la  hambre  pensó  que 
aquella  fortuna  causaba  la  traida  de  la  imagen,  y  dijo  al 
capitán  que  se  llamaba  Ah  Camalí :  Señor ,  tu  as  de  saber 
como  algunos  de  los  tuyos  andando  por  la  isla  toparon  una 
imagen  de  lo  madre  de  Dios ,  en  quien  todos  los  cristianos 
creemos  y  tenemos  mucha  confianza,  y  la  han  (raido  á 
los  navios ,  y  si  no  la  mandas  volver  ol  mismo  lugar  dundo 
la  tomaron,  sábete  que  no  saldremos  de  aquí,  y  todos 
perescerémoE,  y  si  eslo  se  hace  luego  nos  hará  tiempo. 
Oído  esto  Alí  Camali,  mandó  hacer  pesquisa  por  todos  los 
navios ,  y  pone  muchas  penas  para  que  luego  se  la  traigan; 
y  como  lo  supieron  los  que  la  tenían ,  á  la  hora  la  llevan. 
y  mandó  que  la  llevasen  y  pongan  en  su  lugar,  y  ansí  lo 
hicieron,  y  luego  otro  dia  vuélveles  buen  tiempo,  yvónse 
en  Turquía.  En  este  tiempo  que  es  dicho  que  estaba  el 
conde  en  esta  isla  con  toda  U  gente  esperando  tiempo 
para  salir  del  puerto,  un  clérigo  que  dccia  misa  en  el 
castillo,  habi a  tomado  esta  misma  imñgcn  de  donde  cs- 


zecbyG00¿ílC 


r>45 

laba,  y  la  había  ilevailo  al  caslillo  Jümle  leiiiu  su  nltar  y 
celebraba ,  y  como  muy  conlínuamentc  iba  la  geole  á  bi 
iglesia .  donde  solía  estar  la  imagen ,  á  misa  y  á  hacer 
oración,  y  no  vieron  la  ¡mágon  en  el  altar,  luego  pre- 
guntaron los  unos  á  loa  oíros,  que  era  do  la  imagen,  y 
esto  decían  porque  á  todos  era  muy  notorio  lo  que  habia 
acaescído  á  los  turcos ,  y  como  la  imagen  no  viesen  sino 
los  que  oían  misa  en  el  castillo ,  que  eran  pocos ,  los  que 
no  lo  sabían ,  van  al  conde  y  cuéntanle  muy  por  orden  lo 
que  habia  acaescído  á  los  tarcos  á  causa  de  la  imagen ;  y 
el  conde  les  respondió ,  pues  á  que  propósito :  ellos  dije- 
ron :  Señor ,  porque  han  tomado  la  imagen  de  la  iglesia, 
y  no  se  sabe  quien  ni  quien  no,  por  tanto  suplicamos  á 
V.  S.  mande  hacer  pesquisa.  El  conde  mandó  luego  que 
la  buscasen,  y  andAndo  pesquisando,  dijeron  como  no 
sabe  que  la  imagen  está  en  el  castillo ,  y  dijiéronlo  al  con- 
de, y  luego  manda  que  para  otro  día  por  la  mañana  to- 
dos los  clérigos  estén  apercebídos,  todos  los  clérigos  y 
frailes  que  había  en  la  isla «  y  toda  la  otra  gente  chicos  y 
grandes ,  y  ansí  jutitos  se  van  al  castillo ,  y  toman  la  ima- 
gen y  en  procesión  muy  ordenadamente  con  mucha  de- 
voción los  clérigos  y  frailes  eanlando  hinos  y  letanías  y 
toda  la  mas  de  la  gente  descalzos  nos  fuimos  hasta  la  igle- 
sia, qfie-  03  media  legua  grande  del  castillo ,  y  allí  posímos 
en  su  lugar  y  dijimos  misa,  y  de  allí  adehinte  toda  la 
gente  iban  cada  día  descalzos  á  la  iglesia  á  oír  misa  y  con- 
fesar y  comulgar,  y  esto  tan  continuamente  que  en  pocos 
dias,  aunque  el  campo  era  muy  áspero  á  causa  de  ser  todo 
peña  y  monte,  le  cavan  tan  seguido  y  tan  limpio  y  lleno 
de  cruces  t  y  de  montones  de  piedras,  como  está  el  ca- 
mino del  señor  Santiago  en  el  año  del  jubileo. 

Llevada  la  imógen,  como  dicho  es,  plugo  á  nuestra 
Tomo  XXV.  35 


zecbyG00¿ílC 


54G 

Señora  déiide  ú  pocos  dias  sosegar  la  ruriü* 
na  y  comenzó  hacer  algunos  dias  de  caimas- 
y  buen  tiempo,  y  viendo  esto  el  conde,  vigi- 
lia de  la  Natividad  de  nuestro  Señor ,  mandó 
sacar  toda  la  arlillería  que  estaba  en  las  naos 
é  mandóla  limpiar  muy  bien  de  dentro ,  po^ 
que  estaba  muy  lomada  de  Ib  mar,  y  des- 
pués bácelaa  tomar  á  las  naos  y  á  encabalgar 
en  suB  camenas  fatc^,  y  manda  embarcar  toda 
la  gente  pensando  que  ya  la  fortuna  estaba 
harta  de  le  perseguir,  y  pensando  que  ya 
muy  libremente  podíamos  salir  del  puerto, 
para  ir  donde  deseaba;  mas  como  quiera  que 
ya  estaba  determinado  de  Dios  que  habia  de 
ser  asi,  mediante  nuestros  pecados,  estando 
anai,  como  dicho  es ,  la  gente  en  las  naos  em- 
barcada .  martes  que  se  contaron  dos  de  ene- 
ro ,  se  comenzó  á  llevanlar  tiempo  ó  viento 
de  medio  jorno,  de  manera  que  de  poco  en 
poco  se  avino  tanto  que  á  hora  de  las  tres 
después  de  medio  dia  se  vuelve  en  tan  gran- 
dísima fortuna  que  comienzan  tas  unas  naos 
á  quebrarse  los  próises  que  tenían  echados 
en  tierra,  otras  quebrau  los  ayustes,  otras  co- 
mienzan á  garrar,  entre  las  cuales  habia  un 
carracon  grande  ginovés  de  ochocientos  tone- 
les, el  cual  por  ser  tan  grande  estaba  amar- 
rado fuera  de  la  entrada  del  puerto  con  ca- 
torce gomias  ó  marras  muy  gruesas ,  é  como 
quiera  que  el  puerto  es  muy  pequeño  que 
apenas  pudian  los  navios  que  dentro  estaban, 
caber ,  y  la  fortuna  fuese  siempre  mas ,  crcs- 


3vGooglc 


547 

ciendo  taoio  que  entraba  el  agua  por  los  cómbeles  tlu  hi 
nao ,  y  esto  á  cobsa  que  el  tiempo  que  corría  era  medio 
jomo,  como  dicho  es ,  y  la  mismo  entrada  del  puerto  esl» 
al  raismo  viento ,  de  manera  que  no  podiendo  eofrír  las 
amarras  del  corracon  la  grandísima  fortuna  se  quebra- 
ron todas :  iba  el  carracon  al  través ,  y  como  quiera  que 
las  naos  estaban  muy  juntas,  loma  delante  de  sí  cuatro 
ó  cinco  naos,  y  tráceles  romper  las  amarras  y  lle^'ab:* 
delante  y  bacetas  dar  en  tierra  donde  se  hicieron  mili 
pedazos;  Ansiraesmo  comienzan  otros  16  ó  17  navios  de 
poco  en  poco  á  qtiebl'ar  las  amarras  y  dar  al  través  de 
manera ,  que  los  unos  dobao  sobre  los  otros ,  que  la  for- 
tuna y  loa  mismos  navios  se  &rrojat>an  encima  de  unas 
peñas,  y  otros  encattalron  en  tierra,  y  algunos  con  la 
gente  via  que  iban  al  través  haeian  veta  muy  presto .  y 
como  la  fortuna  de  la  mar  y  aire  era  grandísimo  arrojaba 
la  nao  Ibera  de  la  mar  en  tien'a  con  la  gran  fuerza  que 
llevaba ,  y  ansí  escapaba  la  gente ,  en  especial  esto  Iiizo 
un  coronel  llamado  Diego  de  Valencia,  el  cual  por  esta 
dctigencia  que  bizo,  ninguti  hombre  de  su  nao  peligró ; 
de  manera  que  20  ó  22  navios  se  perdieron  entre  el  día 
y  la  noche.  Pues  ¿qué  se  dirá  de  lo  gente  pecadora  que 
dentro  estaba?  Viérades^los  saltar  y  echarse  á  la  mar,  y 
la  mesma  rezíura  (1]  lornallos  dentro,  y  donde  no  babia  el 
agua  á  la  rodilla  ahogarse ,  oíros  ir  nadando ,  y  no  poder 
pasar  con  los  muchos  que  ahogados  topaban ,  y  ansí  aho- 
garse ,  otros  asirse  á  los  abogados  por  sostenlarse ,  otros 
caballeros  en  la  madera  de  las  naos;  ansimismo  las  mu- 
jeres sacar  á  tos  hombres  por  la  mano  fuera  del  agua, 


(!)  Reziura  por  retaca. 


zecbyG00¿ílC 


548 

teiiíüiiJo  ellas  para  ello  mas  esfuerzo,  oLras  savar  sus  hi- 
jos, aquestas  no  poiltenilo  aalir.  de  lantos  como  había 
ahogados:  víérades  los  cosíales  de  la  harina  andar  na- 
dando por  la  mar ,  las  botas  de  vino  hechas  pedazos ,  la 
curne  salada  por  la  mar  adelante,  el  bizcocho  derrama- 
do por  la  costa',  y  las  tinajas  de  aceite  y  vinagre  derra- 
marse ,  y  tas  cajas  ó  arcas  andar  nadando  por  el  suelo 
dándose  golpes  las  mías  con  las  otras  haciéndase  pedazos: 
viérades  mucha  ropa  y  muy  buena ,  por  cima  de  las  olas 
y  no  en  parte  donde  della  se  pudiesen  aprovechar:  vié- 
rades ahogados  muchos  esclavos,  y  desla  manera  mucha 
gente  peresció ,  y  los  pobres  que  escapaban,  muy  mojados 
y  perdidos ,  el  socorro  que  tenían  era  hacer  lumbre  y  ca- 
lentarse c  ir  á  coger  puerros  montesinos  y  asar  y  comer, 
y  beber  de  una  agua  muy  amarilla  y  salobre  y  de  muy 
mal  gusto,  y  dende  adelante  como  la  mas  de  la  vitualb 
se  perdió ,  lo  que  quedó  vendíase  tan  caro  que  un  pan  de 
una  libra  de  IG  onzas  valia  un  quevír  de  nueve  mrs.,  y 
destoa  panes  habia  menester  hombre  tres  ó  cuatro  para 
hartarse  á  una  comida;  valía  una  tortuga  catorce  quíles; 
vendíanse  unos  pnjarícos  pequeños  en  tres  ó  cuatro  qui- 
bilcs,  valia  un  gato  medio  ducado,  valia  de  unos  espár- 
ragos que  allí  habia  cada  espárrago  á  maravedí,  vaha  de 
unos  cardos  montesinos  pequeños  cada  uno  dos  ó  tres  qui- 
les,  y  estos  no  eran  de  los  cardos  que  nascen  en  la  An- 
dalucía en  ei  campo,  mas  eran  de  una  naturaleza  que 
nacen  muy  bajos  pegados  con  la  tierra ,  y  las  hojas  muy 
bajas,  y  anchas,  y  redondas  y  almenadas  como  hojas  de 
higuera  y  muy  verdes ,  tanto  que ,  sino  muy  cocidos  en 
agua,  ninguno  habia  que  los  pediese  meter  en  la  boca  del 
gande  fstcj  amargor  que  tenían ;  valía  una  gallina  ducado  y 
medio  é  dos  ducados ;  valia  urí  conejo  un  ducado ;  y  es- 


zecbyG00¿ílC 


549 

tamlo  en  esta  estrecha  liecesiilad-ptugó  á  nuestro  Señor 
que  á  cabo  de  15  días  la  mar  se  sosegó  la  fortuna,  en- 
tÓDces  viérades  entrar  en  )a  mar  á  sacar  los  que  estaban 
ahogado&para  enterrallos,  aunque  no  en  la  iglesia  sino  en 
la  marina ,  y  como  se  habían  ahogado  muchos  esclavos 
moros  y  moras ,  muchas  veces  los  sacaban  pensando  que 
eraa  cristianos ,  hasta  que  tcnian  conocimiento  como  eran 
moros;  viérades  mas,  que  andando  sacando  los  abogados 
toparon  acaso  un  caballo  que  se  habia  muerto  mas  habia 
^e  15  dias  cuando  las  naos  se  perdieron,  y  como  lo  to- 
paron ,  viérades  la  gente  asi  como  lobos  entrar  á  porfía  y 
«OD  mucha  cuestión  y  rencilla ,  quien  mas  podia  roas  cor- 
taba, y  en  espacio  de  media  hora  ni  habia  ni  parescia 
hueso  ni  pelo  del,  y  aquello  comían  como  si  fuera  faisanes. 
Estando  el  conde  en  este  trabajo .  deseando  salir  del 
puerto  (t)  parte  por  los  coroneles  y  capitanes  hasta'qui- 
nientos  cestones  y  manda  que  luego  se  hagan  de  la  rama 
de  los  chaparros  que  había  asaz  por  toda  la  isla ,  los  cua- 
les hechos  eran  de  ocho  pies  en  ancho  y  de  mas  de  un  es- 
tado de  alto,  y  la  intención  porque  se  mandaron  hacer 
no  se  supo,  mas  de  cuanto  se  sospechó  que  era  para  ir  á 
la  puente  de  los  Gelves ,  y  en  saltando  la  gente  eif/ticrra 
enchir  los  cestones  de  tierra ,  y  hacer  al  derredor  una  ca- 
va ,  y  allí  hacerse  fuertes ,  de  manera  que  sospechando 
esto  al  principio  del  mes  de  hebrero,  manda  el  conde  á 
8U  mayordomo  y  á  otros  dos  coroneles  que  vayan  en  Ceci- 
lia y  calquen  los  mas  bastimientos  que  pudieren  y  los  trai- 
gan ,  y  porque  los  pocos  bastimientos  que  habían  quedado 
quedasen .  y  hubiese  mas  para  los  pocos  que  para  los  mu* 

(4)  A(|aí  hay  una  cifra  que  do  se  enlieodo. 


zecbyG00¿ílC 


550 

dios ,  y  se  poiliescn  mejor  susteat.tr ,  mandi  á  los  dichos 
coroneles  que  iban  á  Cecilia  que  cada  ano  se  lleve  ni 
gente  consigo  en  tres  naos  que  llevaban ,  y  aosimismo  les 
inandó  que  vuelvan  loa  mas  presto  que  puedan,  y  que 
cuando  tornasen  se  fuesen  á  tos  bajíos  de  los  Querquenes 
que  allí  le  tullorian.  Hartídose  estos  coroneles  con  toda 
su  gente ,  el  conde  quedó  y  mandó  apercibir  toda  ta  gen- 
te ,  y  donde  á  cuatro  dias  hizo  embarcar  la  gente  y  salie- 
ron del  puerto  á  diez  de  bebrero  con  hasta  24  navios  en- 
tre grandes  y  pequeños ,  y  tomamos  derrota  para  la  isla  de 
Negra  fée,  que  puede  ansí  llamarse  por  nuestros  peeados, 
de  los  Querquenes  ya  llegados  surgieron  tas  naos  de  noelM 
todas  á  causa  de  los  muchos  bajíos  por  no  encallar  en 
tierra,  que  si  navegaran  sin  tentar  los  bajíos  no  Aiera 
-mucho  perderse  los  navios ,  y  surtos  estuvimos  alli  aquella 
noche  que  serian  mas  de  cuatro  leguas  de  la  isla ,  y  cnan- 
do  amáneselo  no  se  vía  tierra  ^m^WM :  en  aquella  sozoa 
había  muy  poca  agua  en  las  naos  é  manda  el  conde  i  im 
coronel  llamada  Diego  de  Valencia ,  que  vaya  con  sn  nao 
y  gente  hacía  la  parte  de  un  higar  de  moros  que  se  llama 
los  Alfanequcs  á  hacer  agua ,  asimismo  ÍDvia  otro  coronel 
llamavV)  Samanicgo  á  otra  parte  que  Irujiese  agua ,  y  el 
conde  mandó  hacer  vela  con  las  naos  que  con  él  queda- 
ban ,  y  llégansQ  mas  adelante  hacia  la  kla'  y  haee  íp  un 
bei^ntin  delante  de  los  navios  con  una  Gíndiüe^  (1) 
tentando  el  fondo  que  había  porque  las  n^os  no  ettoalta- 
sen ,  y  como  llegaron  á  cinco  bra2as  de  hondo ,  hiego  to- 
dos los  navios  surgieron,  quesería  una  legua  de  Iq  idla ,  y 
-alli  estuvimos  á  vista  de  Zuzar  y  Monesterío  hasta  cerca 

(i)  Guindalaq. 


3vGooglc 


551 

-do  ocho  *\m  que  vino  el  coronel  Diego  de  Valencia,  y  no 
COD  mucha  agua  y  muy  salobre,  de  maDera  que  á  la  sa- 
zón mucha  fatiga  pasaba  la  gente  y  de  hamhre ,  tanto  que 
el  conde  mismo  teoia  por  deTocion  de  ayuoar  los  viernes, 
y  estando  eo  tanta  necesidad  lo  quebrantó  y  mandó  que 
aunque  era  cuaresma  toda  la  gente  comiese  carne  si  la 
.pediese  haber .  y  ansí  como  e)  coronel  Diego  de  Valencia 
llegó,  mandó  embarcar  toda  la  gente  en  las  fustas,  y  ber- 
gantines, y  barcas  y  otros  navios  de  rMTio  poco  ¿  poco, 
.aunque  con  mucha  pena  á  causa  de  estar  los  navios  muy 
lejos  é  echaron  toda  la  gente  en  la  isla. 

Echada  la  gente  en  tierra,  luego  se  ponen  en  orde- 
nanza de  cinco  escuadrones  y  comienzan  luego  á  ca- 
mioar  por  la  isla  adelante,  y  el  conde  á  pie  en  los  delan* 
teros,  con  sus  alabarderos,  y  en  esta  orden  caminaron 
cuanto  una  legua  grande ,  sin  que  pareciera  moro  ninguno 
ni  ganado ,  porque  la  intención  del  conde  era  solamente 
hacer  agua  y  nutar  algún  ganado  para  hacer  carne ,  por- 
que en  aquella  isla  había  mucho  de  todo  ganado ,  tanto 
que  los  Gelves  y  todos  los  lugares  de  la  costa  se  proveen 
da  carne  de  aquella  isla .  y  esto  porque  es  muy  grande  y 
despoblada ,  mas  de  cuanto  algún  pan  se  coge,  aunque 
poco,  y  para  esto  tienen  los  moros  allí  algunas  casas  ó 
manera  de  castilh»  para  coger  su  pan ;  de  manera  quo 
.viendo .  el  conde  que  la  gente  habia  andado  gran  trecho 
sin  que  hallase  ningún  ganado  ni  agua ,  da  la  vuelta  pora 
la  marina  porque  no  nos  tomase  b  noche ,  que  ya  era 
.algo  tarde ,  y  muy  desviados  de  la  marina :  en  esto  un 
coronel  llamado  Vioneto  habíase  apartado  de  la  gente 
cuanto  media  legua  dentro  en  tierra ,  y  andando  mirando 
por  nna  parte  y  por  otra ,  topó  tros  pozos  de  agua ,  que 
no  debieran  ser  hallados.  Vuélvese  muy  alegre  á  la  ma- 


zecbyG00¿ílC 


552 

rinn  donde  estaba  el  conde,  y  dicele:  Señor  yo  he  halla* 
do  tres  pozos  de  agua  muy  buena.  El  conde^  viendo  la 
gran  necesidad  que  en  las  naos  había,  holgó  mucho  de  oír 
aquellas  nuevas,  y  dijole:  ¿Dónde  eslan  esos  pozos  que 
decís?  Dijo  él:  Señor,  media  legua  de  aquí.  Entonces 
porque  ya  era  larde  maRda  que  toda  la  gente  embarqne 
siitro  el  escuadrón  de  la  gente  del  dicho  coronel  Vionelo, 
y  aquella  gente  manda  que  no  se  parta  de  allí  de  la  ma- 
rina ,  y  porque  los  pozos  estaban  hacia  la  parte  de  po- 
niente, li.icia  una  punta  que  se  hacia  en  la  misma  isla, 
métese  el  conde  en  un  bergantín ,  y  el  coronel  por  tíerra 
con  diez  compañeros  váse  por  la  marina  adelante  hasta 
el  derecho  donde  estaban  los  pozos,  y  allegados,  el  oonde 
tos  mira  muy  bien ,  y  bebe  del  agua,  y  hállala  muy  dulce 
y  muy  buena,  y  por  ser  tan  tarde  vuélvese  á  la  nurína 
donde  estaba  la  gente ,  y  llegados  embárcanse  lodos  y 
vánse  á  las  naos ,  y  luego  otro  dia  por  la  mañana  miérco^ 
les,  que  contaron  24  de  hebrero,  va  el  mismo  coronel  qu« 
babia  bailado  los  pozos,  como  aquel  que  no  sabia  lo  que 
le  babia  de  acontcscer,  y  suplica  al  conde  que  le  deje  sa- 
lir con  su  gente  en  tierra  para  ir  á  limpiar  los  pozos  para 
hacep  aguaje.  El  conde  viendo  tanta  necesidad  de  agua 
y  su  importunidad,  dio  licencia,  y  dada,  sale  en  tierra  coa 
su  gente,  que  era  la  mas  escogida  que  en  toda  la  armada 
había ,  y  váse  á  los  pozos ;  y  con  la  gran  diligencia  y  tra- 
bajo que  puso ,  á  hora  de  medio  i^a  los  tenia  limpios  y  ade- 
rezados, y  hecha  una  caña  ó  nlb;irrada  que  cerraba  lodos 
los  tres  pozos ,  y  puestas  las  picas  y  caladas  hacia  fuera, 
y  mezcladas  entre  dos  picas  una  escopeta,  porque  aun- 
que los  moros  viniesen  no  pudiesen  entrar.  El  conde  aquel 
mesmo  dia  después  de  comer ,  con  media  docena  de  ala-r 
barderos  salta  en  un  bergantín ,  c  yáse  para  los  pozos,  é 


3vGooglc 


como  allegó  vio  la  manera,  y  corao  eslafaaa  limpios  y 
con  mucha  agua,  y  viéndolo  todo  de  la  manera  que  es- 
tabo,  algoá  bu  conleutamiento ,  dijo  al  coronel  Vionelo 
¿bien  apercibido  estáis?  Entó;ices  dijo  el  coronel:  ¿pues 
qué  le  parece  á  V.  S.  ?  quién  bastará  á  entrar  en  esta  al- 
-barradaf  £1  conde  como  quiera  que  muy  bien  le  páreselo, 
-pero  como  hombre  de  guerra ,  y  que  pensó ,  lo  que  des-- 
pues  8iicedi6,  que  podría  acaescer ,  dijo  al  coronel :  ya  es. 
muy  tarde,  tomad  la  gente  y  vamos  á  embarcar.  Enton- 
ces dijo  el  coronel:  suplico  á  V.  S.  que  señaladamente 
allende  las  mercedes  que  me  ba  hecho .  sea  esta  la  ma- 
yor, de  dejarme  aquí  esta  noche  á  guardar  los  pozos, 
-porque  en  la  mañana  traigan  tas  botos  y  hagamos  agua- 
je. El  conde  dijo:  no  me  paresce  á  mí  ansí,  sino,  pues 
tenéis  tanta  gana  de  quedar  en  tierra ,  os  v^is  á  la  marina 
donde  desembarcamos,  y  allí  os  estéis  esta  noche  con 
-vuestra  gente.  Ekcoronel  le  lomó  &  replicar  con  mucha 
soberbia  de  lo  cual  Dios  no  se  paga.  ¡Oh  Señor!  quién 
basta  á  echarme  de  aquí ,  aunque  se  junten  cuantos^  moros 
hay  en  Berbería?  El  conde  viendo  el  gran  deseo  é  impor* 
tunidad  dijo :  ahora  pues  ansí  queréis  quedaos  con  Dios,  y 
váse  y  embárcase,  y  el  coronel  se  queda  con  toda  su  gen- 
te muy  alegre,  y  sin  ningún  peusamienlo  de  lo  que  des- 
pués la  fortuna  aun  no  contenta  con  lo  pasado^  rodeó. 

Estando  limpiando  los  pozos  est«  coronel ,  había  man- 
dado á  un  alférez  que  hiciese  cierta  cosa  que  perlenescia 
á  los  mismos  reparos,  y  porque  el  alférez  no  lo  hizo  tan 
presto ,  aquello  que  el  coronel  le  mandó ,  como  él  quisie- 
ra, arremete  con  él  como  un  perro,  é  con  mucho  vitupe- 
rio de  su  lengua  te  pelaba  las  barbas ,  dándole  de  puña- 
das y  golpes.  El  alférez,  viéndose  afrentado  de  tal  manera 
y  lan  públicamente ,  calla  y  disimula  lo  mejor  que  pudo. 


3vGoo¿ílc 


y  ea  anocheciendo  vóse  donde  eslabón  los  moros ,  que  es- 
taban casi  al  cabo  de  toda  la  isla,  y  dlceles  que  él  se  va 
con  intención  de  se  tornar  nioro ,  y  anaimesmo  dice  que  sí 
quieren  tomar  su  consejo ,  les  dará  industria  como  uingu- 
DO  de  los  cristianos  que  estaban  en  la  isla ,  escape  ni  que* 
de  cou  la  vida.  Los  moros,  como  quiera  que  ya  sabían  que 
habia  gente  en  la  isla,  holgoroo  de  oír  «quello,  é  infonna- 
(los  do  la  manera  que  la  gente  quedaba  >  eoneertanm  quet 
mismo  cristiano  tria  con  criloa  después  de  medía  nodw, 
y  como  el  cristiano  supiese  donde  habían  quedado  las  ca>- 
•  tíñelas  á  escuchas,  váse  con  loa  moros  ó  mótalas :  estas 
centinelas  ó  escuchas  es  uso  de  ponelbs  en  semejantes  ca- 
sos de  guerra^  de  tal  manera,  que  siempre  estén  aparta* 
dos  de  la  otra  gente  cuanto  un  tiro  de  ballesta  por  donde 
piensan  ó  sienten  que  puede  pasar  gente ,  ansí  como  en 
las  sendas  ó  caminos  ^  y  estos  que  están  por  escuchas  ó 
centinelas,  están  tan  secretos  que  aunque  pasa  por  el  ca- 
mino alguno ,  no  lo  verá ,  y  la  escucha  ha  de  ver  á  loa  que 
pasan,  de  manera  que  llegados  loa  moros  y  muertas  las 
centinelas,  vánse  para  los  poios  donde  estaba  la  otra  gen- 
te ,  y  cooto  los  que  estaban  en  los  poun  eataban  desan- 
dados dormiendo .  -pensando  que  sí  moms  viniesen ,  las 
centinelas  habían  de  Ir  con  el  rebaio,  mas  de  tal  mamera 
estaban  durmiendo  á  cMisa  de  estar  muy  eanaadoa  de  lo 
que  habían  trabajado  en  limpiar  los  posos  y  hacer  reparos 
que  no  los  sintieroQ  llegar :  llegados  ios  moros  á  los  po- 
zos donde  estaba  la  gente  dormiendo ,  ya  al  cuaKo  del 
alba ,  entran  dentro  del  circulo  sin  que  ninguno  de  los 
-cristianos  lo  sintiesen ,  ni  estuviese  despierto ,  de  lo  caal 
«o  obstante  que  las  centinelas  tuviesen  puestas,  pero  el 
coronel  y  los  que  allí  estuvieron ,  no  se  pueden  excusar 
de  culpa ,  porque  ansimismo  habían  de  tener  sus  velas, 


3vGooglc 


como  se  suele  hacer,  y  como  los  moros  eran  muchos ,  co> 
mieozan  á  matar  en  los  cristianos  de  tal  manera ,  que  en 
poco  tiempo  les  corlaren  las  cobezas  á  todos ,  sin  dejar 
mas  de  dos  que  tomaron  á  vida,  y  el  uno  de  estos  invÍa-< 
ron  al  Bey  de  Túnez ,  y  el  otro  al  jeque  de  los  Gelves ,  y 
otro  quedó  con  cinco  ó  seis  heridas ,  debajo  de  los  muer- 
tos, y  como  quiera  que  las  naos  estaban  de  allí  muy  lejoa 
nunca  cosa  se  sintió  d¡  oyó,  mas  de  cuanto  á  prima  noche 
el  conHiel  habia  inviado  20  hombres  dende  los  pozos  á 
lu  naos  para  que  trajiesen  bastimientos  para  que  el  coro* 
ntl  -y  la  gente  comiesen ,  y  como  desde  tos  pozos  ó  la  ma* 
riña  habia  gran  ralo ,  y  desde  la  marina  á  las  naos  ansi- 
mismo,  tardáronte  tanto,  que  cuando  volvieron  con  las 
Tituattos  oyeron  el  alarido  y  algarazas  que  los  moros  traían 
■Mtaad*  les  cristianos .  y  como  habieron  conoscimiento 
que  enm  moros,  vnélvense  y  allí  se  están  sin  hacer  nin* 
gim  nimoi  de  lo  que  hablan  oido ,  porque  aunque  qnisie- 
roa  haeer  reboto  ninguna  cosa  aprovechaba ,  por  ser  de 
noche  y  estar  las  naos  tan  lejos  de  alli  como  estaban ;  mas 
tos  moros  que  ya  habiaii  hecho  el  carnaje,  como  quiera 
que  de  su  natural  sea  dar  gritos  y  hacer  grandes  algarn- 
Eas ,  andando  ausl  en  sus  placeres,  [wbod  fuego ,  y  suel- 
tan tas  escopetas  que  est^an  todas  armadas  y  apercibidas, 
é  como  ya  era  cerca  del  alba ,  y  el  conde  aunque  estaba 
en  las  naos,  tenia  mucho  pessaniiento  de  la  gente,  y  á 
esta  sazen  oe  dormia ,  y  como  oyó  las  escopetas  que  ha* 
bion  soltado,  tomó  algún  recelo  de  ver  que  á  tal  hora  dis- 
paraban, y  como  quiera  que  ansí  en  la  mar  como  en  la 
tierra  jamás  nunca  nadie  le  vio  desnudo  sino  en  calzas  y 
^ubon,  salta  de  la  cama  y  manda  que  luego  á  la  hora  to- 
da la  genle  desembarque,  y  salte  en  tierra ,  y  como  la  mas 
de  \a  gente  estaba  an«  ,  como  hablan  venido  en  sus  bcr- 


zecbyG00¿ílC 


53C 

gnnlincs  y  fustas,  con  pensamiento  que  á  la  mañana  lia- 
bian  de  ir  á  los  pozos  con  las  botas  ¿  hacer  aguat.  Juego 
quQ  el  conde  mandó  aquello  sallan  en  tierra  aunque  no 
fué  tan  presto  que  cuando  la  gente  acabó  de  saltar  no  era 
de  día,  é  como  los  moros  que  aun  á  la  sazón  están  cor- 
riendo y  escaramuzando  cerca  de  los  mismos  posos,  vie- 
sen sallar  los  cristianos  en  tierra ,  con  la  osadia  que  les 
ponia  la  Vitoria  que  habian  habido,  se  vienen  hacia  la  ma- 
rina y  escaramuzando  los  unos  con  los  oíros ,  entonces  ul 
conde  mondó  al  coronel  Diego  de  Valencia ,  que  concier- 
te la  gente  en  sus  escuadrones .  y  que  arremeta  de  hecho 
y  den  en  los  moros ,  y  como  el  conde  toviese  grande  re- 
cela de  la  gente  que  habia  quedado  en  los  pozos ,  por  ha- 
ber oido  soltar  las  escopetas ,  se  mete  en  un  bergantín  y 
se  va  costa  á  costa,  al  lugar  donde  babia  desembarcado 
el  dia  antes  para  ir  á  los  pezos  porque'  por  allí  se  podía 
ver  desde  la  marina ,  y  llegado ,  comienza  á  mirar  desde 
el  bei^ntin  á  una  parte  y  á  otra  de  los  pozos ,  y  ni  oia  ni 
veia  ningún  cristiano ,  y  no  confíándose  en  esto  mandó  á 
un  marinero  de  los  del  bergantín  que  suba  en  el  mástil  y 
mire  bien  hacia  la  parte  de  los  pozos ,  ó  como  subiese  con 
mucha  diligencia  y  no  viese  nada  ,  cotonees  el  conde  pen- 
sando lo  que  era  da  vuelta  para  la  gente ,  la  cual  ya  esta- 
ba para  arremeter  á  los  moros,  y  aunque  los  moros  de 
caballo  estaban  salvos,  los  peones  libraban  muy  mal;  se 
ponen  todos  en  huida,  y  como  el  cristiano  que  es  dicho, 
que  escapó  muy  mal  herido  debajo  de  tos  muertos,  sintió 
que  los  moros  estaban  algo  desviados,  sálese  paso  á  paso, 
y  muy  cojo  de  las  heridas  que  traia,  echándose  y  llevan- 
tándose ,  viene  hacia  la  marina  donde  estaba  la  gente ,  y 
como  viesen  ansí  venir  de  lejos,  estaban  en  diferencia,  si 
ora  moro  ó  cristiano ,  y  en  este  letigio  estuvieron  hasta 


3vGooglc 


que  algo  se  acercó,  que  fué  entúitces  el  coronel  ya  (IícÍkI 
Diego  de  Valencia  con  algunos  compañeros  y  le  preguoia-' 
ron  que  como  venia  ansí ,  y  él  te  dijo  lo  que  hobia  acaes- 
cido,  y  ansi  se  vienen  con  el  herido  donde  estaba  la  gen- 
te ,  y  allí  el  mismo  coronel  llama  ua  fraile  de  san  Francis* 
co  que  el  conde  Iraia  consigo  llamado  fray  Hernando ,  y 
secretamente  le  cuenta  lo  que  aquel  herido  decía.  En  esta 
sazón  el  conde  era  llegado  donde  la  gente  estaba ,  y  el 
fraile  se  va  para  él  y  le  hace  relación  de  lo  que  pasaba.  £1 
condo  por  mejor  informarse  llama  al  herido  y  apártale ,  y 
pregúntale  de  que  manera  ó  &  que  hora  habia  acaeacido 
ton  gran  desdicha,  é  informado  con  mucha  tristeza  el  con' 
de  se  va  bacía  la  marina  donde  está  la  gente ,  y  manda 
que  luego  se  emh^uen,  sin  decir  ninguna  cosa  de  lo 
que  habia  acaeseído ,  aunque  no  habia  menester  de  lo  de' 
cir  pues  todos  conoscian  lo  que  era ,  pues  á  todos  mandu* 
ha  embarcar  sin  los  que  en  la  isla  quedaban. 

Otro  dia  por  la  mañana  el  conde  mandó  ó  un  coronel 
llamado  D.  Diego  Pacheco  ,  que  salga  en  tierra  con  media 
docena  de  compañeros,  y  puestas  sus  atalayas  vaya  y  vea 
tan  gran  desastre  de  muertos,  que  seria  mas  de  cuatro-^ 
cientos  y  cincuenta ;  el  cual  ido  ios  halló  todos  muertos  y 
se  volvió,  y  el  conde  quisiera  salir  mucho  de  aquellos  bu' 
jios  con  todas  sus  naos  y  hacerse  á  la  veta ,  salvo  que  los 
dos  coroneles  que  habiun  ido  á  Cecilia  por  bastimientos 
no  eran  venií^s ,  y  como  la  mayor  parte  de  la  nescesidaJ 
que  habia  en  la  armada  era  de  ogua ,  itivja  á  un  coronel 
llamado  Samaniego  hacer  agua ,  el  cual  la  hizo  en  una  ibla 
con  la  .voluntad  de  los  moros,  mas  no  fue  tanto  que  no  es- 
tovimos  en  tanta  ncsccsidad,  que  acacscíó  en  una  nao  don- 
de iban  los  enfermos,  cti  un  día  echar  á  la  mar  cuarenta 
[>or  fiílta  de  agua  ,  aunque  de  comer  no  hñbía  mucha  so- 


3vGooglc 


5o8 

bra,  porque  ninguna  cosa  lenia  para  regirse;  y  Vienilo 
esto  el  conde  mandó  hacer  vela  paro  ir  á  biucar  agua  don- 
de quiera  que  se  hollase ,  aunque  fuese  en  tierra  tnuy  pe< 
ligrosa  de  moros,  y  llama  á  un  coronel  Francisco  Marques. 
y  mándale  que  se  qued«  allí ,  hasta  que  los  dos  cúronelea 
vengan  de  Gicilia.  y  venidos  que  él  y  ellos  se  vayan  á  los 
Gelves  y  estén  surtos  en  derecho  del  castillo ,  y  le  esperen 
allí,  y  dicho  esto  se  vá;  y  quedado  e)  coronel  estuvo  espe< 
rando  allí ,  los  dias  que  el  conde  le  habia  mandado  quo 
esperase,  y  como  en  aquellos  diaa  no  vinleroD ,  el  coronel 
hace  vela  y  se  va  al  castillo  de  los  Gelves ,  y  como  sui^ió  y 
fué  visto  de  los  Gelves,  el  jeque  de  los  Gelves  mandó  luego 
un  esquife  con  tres  moros  y  una  bandera  de  seguro,  y  que 
sepan  quien  es  el  que  viene  en  aquella  nao,  y  que  quiere 
ó  que  busca.  Los  cristianos  de  la  nao  como  vieron  venir 
los  moros  en  su  batellejo ,  les  dan  seguro ,  y  Jes  dicen  que 
se  alleguen  á  la  orla  de  la  nao  para  ver  lo  que  quieren,  y 
llegados  dicen  por  una  lengua  que  con  ellos  iba ,  que  le 
llamasen  al  capitán  de  la  nao ;  entonces  al  coronel  se  para 
al  borde  de  la  nao ,  y  la  lengua  que  los  moros  llevaban  les 
dijo  las  palabras  seguientes:  Mi  señor  el  jeque  de  los  Gel- 
ves me  invia  á  tí,  para  que  me  digas  quien  eres,  ó  que 
buscas  por  aquí,  y  que  si  tienen  necesidad  de  algún  bas- 
timiento  de  pan ,  ó  agua ,  ó  de  otra  alguna  cosa  que  haya 
en  su  isla ,  qQe  se  lo  invíes  á  decir ,  que  él  te  mandara 
proverde  todo  lo  que  hubieres  menester  ^ara  tu  nao  ó 
gentes.  El  coronel  le  respondió,  qiie  él  podia  decir  al  je- 
que, que  él  era  un  criado  del  conde  Pedro  Navarro,  ca~ 
pitan  del  Rey  de  España .  que  le  andaba  ó  buscar,  y  que 
él  había  ido  allí  con  pensamiento  que  se  hallaría  en  aquel 
lugar ;  y  que  cuanto  á  loque  decía  de  los  baslimientos.  que 
él  traia ,  y  aun  sobrados  todo  lo  que  habia  menester  para 


3vGooglc 


550 

toda  su  genie ,  y  sabia  Dios  In  vcnlad.  £1  moro  le  dijo  qué 
por  allí  habían  pasado  ciertas  naos ,  cinco  ó  seis  días  ha- 
bia ,  que  debiera  ser  et  conde .  j  esto  dicho  el  moro  se  vo 
con  la  respuesta  i  y  dende  á  cuatro  ó  clocó  días  el  mesmo 
inoro  vuelve  coo  un  presente  de  pao  blanco  y  azan&honagí 
y  dice  al  coronel :  El  jeque  mi  señor  te  ínvía  este  presente 
y  querría  mucho  saber  cuando  el  conde  viniese  para  invia- 
lie  una  carta.  El  coronel  le  dijo  que  cuando  viesen  tornar 
las  naos  que  por  alli  pasanni  q«e  en  ella  venia  el  conde  i 
que  entonces  podían  venir,  y  qlw  si  cartas  trajiesen  que 
viniesen  al  mismo  coronel,  que  él  se- las  daria,  y  con  esto 
el  moro  se  decidió  y  el  coronel  estuvo  allí  hasta  que'el 
conde  vino. 

Hecho  e!  conde  á  la  vela,  ansí  como  dicho  es,  y  salido 
de  los  bajíos  da  los  Querquenes ,  toma  la  vía  de  los  Gel- 
ves.  y  ansí  como  aborrido,  viendo  la  gente  perescer  de 
sed  costa  á  costa ,  no  hallando-disposición  para  poder  sur* 
gir  y  tomar  agua,  se  va  basto  que  llegó  á  Trípol  el  Viejo» 
que  es  diez  leguas  de  Trípol  de  Berberís ,  y  llegados  sur* 
gen  y  echan  muy  bien  sus  anclas ,  y  manda  llamar  al  al* 
mirante  de  la  mar,  llamado  Posiunde,  que  tome  los  ala^ 
barderos ,  y  alguna  de  ta  otra  gente ,  y  salga  en  lierray 
y  puestas  sus  atalayas  sepa  sí  por  allí  hay  agua,  para  que 
luego  la  gente  se  provea  de  beber.  El  almirante  luego 
sale  en  tierra,  y  como  no  parescia  moro,  incfae  cuatro 
botas  de  agua  muy  presto,  y  vuélvese  y  reparte  el  agua 
por  toda  la  gente ,  y  ansí  se  sustentaron  todo  oque!  din. 
Por  la  mañana  tornó  á  salir  el  mismo  almirante .  y  como 
loa  moros  habían  visto  el  dia  óntes  salir  los  cristianos  y  ha' 
cer  agua ,  pensaron  en  sí  que  la  gente  tenia  necesidad  de 
agua ,  y  que  no  habian  podido  el  dia  antes  meter  en  ton  pe 
co  espacio  mucha  agua,  y  como  quiera  que  ellos  sabían  do 


Dg,l,zecbyG00¿ílC 


56n 

lus  c(uc  hubiaii  mucrlo  en  los  Qucrqucoes ,  pensando  en  si 
oalos  vienen  desbaraiados  do  tos  Querquenes,  y  troeD  mu- 
cha necesidad  de  agua,  agora  tenemos  tiempo  de  acá- 
ballw  de  destruir,  de  manera  que  allí  cerca  donde  et 
almirante  habla  hecho  el  agua,  se  hacia  una  quebrada  á 
manera  de  vallecJco ,  y  aquella  noche  se  ponen  los  moros 
en  celada  en  et  misino  valle,  y  como  vieron  la  gente  en 
tierra  eatánse  callando,  sin  parescer  ninguno.  Los  cristianos 
habían  puesto  sus  atalaya» luego  de  mañana,  y  mírarun 
por  una  parte  y  por  otra,  y  como  los  moros  estaban  eu 
celada  de  antenoche ,  y  estaban  sosegados ,  nunca  los  cris-' 
titmos  vieron  moro  ninguno,  de  manera  que  yendo  los 
cristianos  muy  apercibidos,  y  sobre  el  aviso,  comienzan 
á  seguir  ta  vía  de  los  pozos,  y  como  Dios  no  era  ya  ser- 
vido que  mas  desdichas  acaesciesen  por  nosotros,  como 
los  moros  vieron  Jr  á  los  cristianos  hacia  los  pozos ,  uo 
quiso  Dios  dalles  sufrimiento ,  para  no  descubrirse  ,  y  ansí 
salen  y  arremeten  con  un  alarido  que  no  páresela  sino  que 
toda  la  Berbería  estaba  allí ;  mas  como  los  cristianos  esta- 
ban cerca  de  la  marina  y  de  los  bateles,  dan  vuelta  muy 
presto  y  echánse  á  la  mar ,  y  métanse  en  los  bateles ,  y 
los^moros  en  la  marina  echaban  la  arena  hacia  riba,  y 
escarbaban  con  los  pies  bócia  tras,  y  los  cristianos  en  los 
bateles,  desafiaban  y  maltrataban  de  palabra  los  unos á 
tos  otros ;  y  onsí  Dios  escapó  á  tos  cristianos .  que  si  los 
moros  estuvieran  sin  descubrirse  hasta  que  los  cristianos 
llegaran  á  los  pozos,  y  comenzaran  á  beber,  ninguno  es- 
capara de  ellos ,  por  ser  los  moros  mos  de  trecientos  y  los 
cristianos  no  mas  de  treinta ,  y  an^  se  fué  el  almirante  á 
decir  al  conde  todo  lo  que  habla  jiusado,  y  toda  la  otr.i 
gente  se  quedó  en  los  bateles  hasta  que  la  gente  que  es- 
taba en  tas  naos  vino ,  porque  entonces  el  conde  oyó  lo 


zecbyG00¿ílC 


que  pasaba ,  y  manda  que  luego  á  la  liora  loda  la  gente 
■alga  en  lierra .  y  que  saquen  todas  las  botos  que  había 
en  las  naos  para  hacer  ngaa ,  y  salidos  en  tierra ,  luegu 
los  moros  vienen  á  los  pozos.  El  conde  manda  ordenar  In 
genle  en  un  escuadrón,  que  serian  hasta  mil)  hombres,  y 
él  se  va  en  un  bei^antin  hacia  la  punta  á  descobrir  la  ce- 
lada de  loa  moros ;  onsimismo  deja  mandado  que  cuando 
él  haga  una  cierta  señal ,  que  todos  airemetan  á  los  mo- 
ros, y  si  no  la  hiciere  que  estén  quedos.  Con  este  concier- 
to estando  los  cristianos  muy  apercibidos  y  hecha  su  orS' 
cion ,  como  es  costumbre  hacer  cuando  quieren  dar  bata- 
lla ,  y  hecha  el  conde  la  señal  que  arremetan ,  haciendo 
cuenta  que  los  moros  eran  pocos,  y  que  aunque  alguno» 
crístionos  matasen ,  era  mejor  que  no  todos  muriesen  cu 
las  naos  por  no  tener  agua ,  y  pensando  esto  plugo  á  nues- 
tro Señor  que  ninguno  peligró,  porque  como  ellos  arreme- 
tieron luego,  los  moros  se  ponen  en  huida,  sin  parar  en 
gran  ti-echo  de  tierra,  entonces  los  cristianos  tomaron  los 
pozos  y  bebieron ,  y  esforzaron  y  comenzaron  hacer  foyos 
con  las  manos ,  para  mas  presto  IiaCer  agua ,  é  traídas  las 
botas  el  conde  manda  que  se  dé  priesa  á  hacer  agua,  avi- 
sándoles que  el  que  hasta  la  tai'de  no  hubiese  hecho  agua 
la  que  había  menester ,  que  se  quedaría  sin  ella ,  y  de 
esta  manera  s^  dieron  tanta  prisa  que  cuando  vino  hora 
de  vísperas ,  lodos  tenían  hecha  el  agua  que  habían  me- 
nester y  puesta  en  las  naos ,  y  ansí  embarcaron ;  y  luegu 
otro  dia  por  la  mañana  nos  hicimos  á  la  vela  y  nos  tor- 
oamos  á  los  Gelves;  y  porque  el  tiempo  era  griego  levan- 
te y  recio,  no  nos  podimos  detener  tanto  que  no  pasáse- 
mos gran  ralo  del  castillo  de  los  Gelves  hacía  la  parle  de 
ios  Querquenes ,  y  allí  surgió  el  conde  con  las  naos  quu 
consigo  llevaba. 

Tomo  XXV.  30 


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562 

Llegada  el  conde  á  los  Getves,  como  los  moros  Iotíc* 
sen ,  luego  tos  tres'que  antes  habían  veaido .  se  van  á  lo 
nao  del  coronel  Francisco  Marques  con  una  caria  que 
inviaba  el  jeque,  y  pan  blanco  y  acenorias  al  conde.  El 
coronel  toma  un  bei^anlin  y  váse  para  la  nao  del  conde, 
y  date  la  carta  y  el  presente  en  secreto ,  y  también  por- 
que venía  en  letra  y  lengua  arábiga ,  y  de  esta  caria  lo 
mas  que  se  pudo  saber  de  ella ,  era  que  el  jeque  inviaba 
á  decir  al  conde ,  como  ya  él  babia  visto ,  como  había  ^ido 
desbaratado ,  y  ansímismo  que  él  creía ,  como  el  conde 
habría  oído,  qué^ntras  huestes  de  gentes  hablan  sido  des- 
baratadas de  los  moros  de  aquella  isla ,  por  tanto  que  di- 
jese lo  que  por  allí  buscaba ,  que  si  tenia  alguna  nescesí- 
dad  de  baslimientos  ó  agua ,  que  como  creía  que  la  tenía, 
pues  que  venia  desbaratado  de  los  Querquenea  á  causa 
de  tomar  agua ,  quét  se  le  mandaría  proveer  de  todo  lo 
que  hubiese  en  su  isla ;  que  en  lo  demás  bien  sabia  quel 
Rey  de  España  era  et  mayor  señtH*  que  había  por  la  mar 
del  mundo ,  y  que  por  esto  él  no  le  podía  defender  que 
anduviese  y  pasase  por  la  mar  donde  quisiese ;  pero  que 
si  se  quisiese  poner  á  tomalle  la  isla ,  que  la  había  de  de- 
fender como  siempre  había  hecho.  Leída  la  carta  el  conde 
rióse ,  y  aquel  día  mesmo  estando  comiendo  á  la  mesa  con 
Unos  caballeros ,  no  queriendo  el  conde  comer  el  pan  que 
le  habla  inviado  el  jeque ,  dijo  estas  palabras:  no  quiero 
comer  este  pan  porque  este  jeque  es  muy  gran  traidor  y 
alevoso;  y  esto  digo  porque  teniendo  dos  hermanos,  y  un 
día  invíó  llonar  el  mayor  de  ellos,  y  sin  ninguna  cabsa  le 
cortó  la  cabeza ,  y  luego  inviado  á  llamar  el  otro ,  y  mos- 
tróle el  muerto  para  ver  lo  que  hiciera,  determinado  si 
el  menor  sentimiento  del  mundo  le  viera  hacer,  matalto, 
y  ansí  el  conde  nunca  quiso  comer  e)  pan ;  pero  luego  los 


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otros  trabaron  del  á  la  mesa  y  lo  comieron.  Ansí  estuvi- 
mos aquel  dio  con  muy  mal  tiempo ;  y  otro  dia  por  \n 
mañana  eslAndo  segaros  Vienen  tres  cárabos  de  moros  que 
Tenían  del  poniente  de  la  cíbdad  de  Túnez ,  los  cuales 
venían  cargados  de  aceite,  y  como  el  tiempo  era  poniente 
lebecho,  cotno  asomaron  á  vista  del  armada,  no  podie- 
ron  dar  vuelta ,  y  luego  meten  á  Yerno  y  á  vela ,  y  mé- 
tense  por  medio  de  las  naos ,  y  pasaron  muy  presto  junin 
donde  estaba  la  nao  de  Francisco  Marques,  coronel,  y  ca- 
íanse muy  presto.  Los  que  estaban  en  las  naos,  como  los 
vieron  venir  derecho  á  ellos  pensaron  que  eran  navios  de 
la  armada,  hasta  que  fueroh  pasados  que  reconosoieron 
los  cárabos,  y  de  presto  va  Un  bergantin  á  vela  y  á  remo 
y  alcanzan  el  uno  t  y  embiste  con  él ,  é  como  les  moros 
eran  pocos  y  sin  armas,  luego  los  tomaron,  y  atan  cinco 
moros  que  habla  dentro  y  traen  el  cárabo  arrojo  (1)  has- 
ta donde  estaba  úl  conde ,  y  ansí  con  mucha  pena  y  nes- 
cesidad  de  vituallas  estuvimos  allí  hasta  el  sábado  i  5  de 
marzo  que  llegó  una  nao  de  un  vizcaíno  llamado  Juan  de 
Armendi,  que  venia  de  Cecilia  cateada  de  vituallas.  Con 
la  venida  de  esta  nao  él  conde  y  cuantos  en  la  armada  es- 
taban, hedieron  mucho  placer,  lo  uno  por  ser  el  dueño 
della  muy  bnen  hombre ,  y  de  muy  buena  ánima ,  y  por 
ser  acepto  al  servicio  del  conde,  porque  pensaron  ser  per- 
didos cuando  vino  la  fortuna,  cuando  salimos  de  Tripol, 
y  lo  otro  porque  como  la  nao  era  de  decientes  toneles  ve- 
nia muy  cateada,  ansí  de  vituallas  del  Rey,  como  de 
otros  mercaderes.  En  esto  nao  venían  dos  caballeros,  el 
uno  llamado  Diego  de  Quiñones,  natural  de  Valladolíd,  y 


(!)  Debe  decir  á  jorro. 

Hm»  if  Nn«rrti«. 


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p\  olro  llamailo  Francisco  Tetlo,  natural  de  Sevilla,  y  am 
siinesino  cinco  ca{)¡tanes  y  otros  hombres  de  bien  que  st¡ 
habían  embarcado  en  Palermo  y  en  Trápana.  Traia  la  nao 
dos  mili  y  quinientos  quintales  de  bizcocho,  cien  botas  de 
muy  buen  vino,  y  mucho  pan  fresco,  y  mucha  harina, 
y  carne  salada ,  quinientas  gallinas ,  muchas  botas  de  sar- 
dina arenque,  muchos  rodábalos,  mucha  fruía  y  muy 
buena ,  ansí  manzanas  como  granadas ,  mucho  higo ,  mu- 
cha pasa ,  almendra ,  mucha  azúcar ,  ansímismo  muchos 
cardos ,  rábanos ,  lechugas ,  cebollas ,  ojos ,  nueces ,  avo' 
llanas,  miel,  vinagre,  aceite,  y  de  cuanto  se  podiese 
hallar  en  la  mas  proveida  cibdad  del  munilo ;  y  ansí  esto- 
vimos  surtos  allí  un  día  y  una  noche.  Otro  din  domingo 
nos  llevanlamos  y  tornamos  á  surgir  unn  legua  de  allí  ha- 
cia los  secanos  de  los  Querquenes ,  y  esto  á  causa  que  las 
naos  se  juntasen  que  esiabao  divididas  las  unas  de  las 
otras ,  no  podiendo  hacer  mas  á  causa  de  ser  el  tiempo 
muy  fuerte  ,  y  alh  estovimos  surtos  hasta  que  el  miérco- 
les seguiente,  que  se  contaron  19  de  marzo ,  nos  partimos 
de  allí  y  con  mucha  fortuna  de  poniente  lebeche.  Sábado 
siguiente,  que  se  contaron  22  del  mes,  llegames  á  la  isla 
de  la  Lampadosa,  y  era  tanta  la  fortuna  de  la  mar  y  del 
viento  que  se  cayó  á  la  noar  un  grumete ,  y  nunca  lo  pe- 
dieron tomar,  y  ansí  algunas  naos  surgieron  á  la  boca  del 
puerto ,  y  otras  no  podiendo  arribar  se  pasaron  de  lai^o, 
y  no  se  pedieron  sostener  hasta  que  llegaron  á  Trípol  de 
Berbería ,  y  los  naos  qite  estaban  surt¡is  i;staban  en  punto 
de  hacerse  lo  mismo ,  y  ansí  estuvimos  allí  con  mucho 
peligro ,  basta  otro  dia  domingo  que  con  tiempo  Je  medio 
jorno  hicimos  a  la  vela  vía  de  Cicilia ,  y  luego  olro  dia 
nos  volvió  tiempo  contrarío  de  tiempo  traniontana,  la 
cual  vino  con  tan  grandísima  fortuna  que  apenas  podíamos 


zecbyG00¿ílC 


tomar  la  isla  ile  Cecilia ;  mas  todavía  plugo  á  nuestro  Se- 
ñor qtie  surgimos  la  costa  do  Mazara ,  que  es  un  lugar 
onatro  teguas  de  Trápana ,  y  una  legua  de  la  isla  de  la 
Fagañana ,  y  allí  estuvimos  hasta  martes  25  del  mes,  día 
de  la  Anunciación  de  nuestra  Señora,  que  abonó  la  mar, 
y  nos  metimos  en  el  puerto  de  la  isla  Faguñana ,  y  estan- 
do allí  viernes  y  sábado  siguiente  30  del  mes  se  metió 
tanta  fortuna  de  griego  llevante,  que  ocho  naos  que  esta- 
ban en  el  puerto  dieron  al  tr&vcs  y  salieron  del  puerto, 
y  plugo  á  nuestro  Señor  que  ninguna  peligró,  salvo  un 
galeón  que  estaba  muy  cargado  de  gente ,  y  le  trabucó  la 
fortuna ,  y  fuese  á  fondo  con  toda  la  gente ,  sin  poderse 
escapar  ninguno ,  que  serian  hasta  cien  personas ,  y  las 
otras  naos  que  salieron  del  puerto  tiraron  á  Ñápeles  sin 
poder  ser  remediados,  porque  la  fortuna  era  tal  que  las 
que  quedaron  en  el  puerto  se  pensaron  hundir,  y  esto 
porque  cada  vez  que  venia  la  ola ,  metía  por  cima  de  lo 
descollado  de  la  nao  cuatro  botas  de  agua ,  y  ansí  plugo  á 
nuestra  Señora  que  otro  día  amansó  la  fortuna  de  la  mar. 
Puédese  muy  bíeo  decir  que  este  invierno  del  año  de 
once  se  perdieron  muchos  navios  navegando ,  y  que  fué 
el  año  mas  cruel  en  la  mar  de  cuantos  mucho  tiempo 
han  sido ,  porque  estando  surtos  muchos  navios  en  los 
puertos  peresoian  muchos,  especial  hacia  la  parle  de  lle- 
vante ,  porque  vino  de  cierto  por  carta  á  Cecilia ,  que 
solo  en  el  golfo  de  Venecia  se  habían  perdido  325  navios 
desde  principio  de  enero  hasta  en  fín  de  febrero ,  y  es- 
tos de  los  que  alcanzaban  á  saber,  sin  otros  muchos  que 
no  venían  á  noticia  de  ningunos,  ansimesmo  otros  mu- 
chos que  se  perdieron  en  los  puertos,  unos  sobre  las  amar- 
ras ,  trabucándose  otros  á  la  vela ,  iban  parar  á  Turquía  o 
á  Berbería ;  c  ansimesmo  á  cuatro  dios  do  enero  se  per- 


zecbyG00¿ílC 


QG6 

dieron  cuatro  galeazas  de  veDecianos  que  venían  de  Ge- 
nova del  socorro  del  Papa ;  ansitnesmo  en  el  puerto  de 
Palermo  se  perdieron  muchos  navios ,  y  no  menos  en  el 
¡uierto  de  Trápana ,  y  por  otrait  muchas  parles  que  no  te 
supieron. 

Llegados ,  como  dicho  es ,  á  la  Fagoñaoa 
con  25  navios,  entre  grandes  y  pequeútw,  y 
con  tres  mil  hombres,  dende  á  poco  se  re- 
cogieron y  vinieron  á  Cecilia  otros  dos  mili  y 
quinientos  hombrea  de  los  que  habían  queda- 
do allí  del  desbarato  de  los  G^ves ,  ansimis- 
mo  vinieron  ciento  y  cincuenta  sardos  que 
trajo  un  capitán  de  la  isla  de  Gerdeña .  y  ansí 
los  que  allí  estaban  como  los  que  después  vi- 
nieron ,  todos  muy  bien  proveídos  de  muchos 
bastimíentos  que  e)  visorey  de  Cecilia  invift- 
nm;  ba;  y  luego  a  27  do  marzo  jueves  siguiente 
el  conde  invió  un  coronel  á  Ñapóles  para  que 
hiciese  gente ,  y  luego  el  día  de  Pascua  de 
Resureocion,  que  se  contaron  20  de  abril,  el 
conde  mandó  ir  todas  las  naos  de  la  armada 
á  Ñápeles  para  traer  vituallas  y  gente  de  á 
caballo  y  otras  cosas  pertenecientes  á  la  ar- 
mada, porque  entonces  de  cierto  se  decia  que 
el  Rey  nuestro  señor  pasaba  en  aquellas  par- 
tes de  Berbería ,  y  con  esta  fama  en  Cecilia 
y  en  todos  sus  puertos  estaban  juntas  y  aper- 
cibidas muchas  naos ;  ansimesmo  en  Nápotes 
se  habían  juntado  mas  de  cincuenta  naos  de 
dos  gavias ,  y  mas  de  otras  tantas  velas  pe- 
queñas, y  todas  á  punto,  muy  calafateadas 
é  muy  enjarciadas  y  pintadas ,  y  bocbos  los 


3vGooglc 


567 

alQDques  ó  lugares  donde  habían  de  ir  los  caballos,  y 
ansí  estovieron  en  el  puerto ,  hasta  que  vino  nueva  quel 
Rey  mandaba  sobreser  la  armada ,  y  esto  se  supo  en  Ña- 
póles á  quince  dias  del  mes  de  junio.  A  esta  sazón  se  sonó 
que  el  Rey  de  Francia  habia  inviado  á  Bolonia  quinientas 
lanzas  gruesas,  de  lo  cual  toda  la  gente  hubo  mucho  pe- 
sar .  porque  mas  quisieran  ir  en  Berbería  que  no  en  Bo- 
lonia, contra  cristianos;  y  en  todo  este  tiempo  el  conde 
estaba  con  su  gente  en  la  isla  de  ta  Faguñana,  hasta  jue- 
ves 18  de  junio  que  se  hizo  á  la  Vela  con  toda  la  gente 
por  mandado  del  Bey  nuestro  señor,  y  fué  lunes  vigilia 
de  San  Juan,  que  se  contaron  24  de  junio ,  á  surgir  cinco 
leguas  de  Ñapóles,  cerca  de  Prizoli,  que  lloman  la  bahía, 
{donde  el  vísorey  de  Ñápeles  en  sabiendo  su  venida ,  lue- 
go otro  dia,  día  de  San  Juan,  se  fué  para  allá  con  dos  ga- 
leras, y  allegados  estuvo  hablando  con  el  conde  la  mayor 
parte  de  aquella  noche ,  y  luego  otro  dia  se  volvió  á  Ña- 
póles, y  el  conde  se  hizo  á  la  vela  con  todas  las  naos, 
que  serian  basta  25  navios  con  grandes  y  pequeños,  y 
hasta  cinco  mil)  hombres ,  y  se  fué  á  surgir  á  una  isla 
llamada  Gapri ,  que  llaman  á  fsicj  las  Bocas,  30  millas  de 
Ñapóles.  Esta  es  una  isla  muy  fresca,  de  mucha  arboleda, 
de  muchas  frutas  y  viñas,  tiene  poca  agua,  tiene  de  rue- 
do de  tierra  20  millas .  tiene  un  lugar  á  la  parte  de  grie- 
go llevante  do  cuatrocientos  vecinos,  muy  cercado  y 
torreado  hacia  el  poniente  maestro ,  y  de  la  otra  parte 
peña  tajada  y  la  mar ;  ansimísmo  tiene  un  castillo  muy 
fuerte  cercado.  Hay  en  este  lugar  un  monesterio  de  cartu- 
jos, que  tiene  de  renta  cinco  mili  ducados,  y  en  este  mones- 
terio está  el  brozo  de  Santiago  el  Menor  con  otras  muchas 
reliquias ;  hay  ansimismo  en  esta  isla  otro  lugar  de  hasta 
cincuenta  vecinos  á  la  parte  del  poniente  maestro,  qne 


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568 
no  liene  adarve  ni  mnralla.  Hay  entre  estos  dos  lugares 
tina  iglesia  colegial,  llamada  san  Coslantíno,  donde  se  dice 
oslar  el  cuerpo  do!  santo  y  celebran  su  mesma  fiesta  á 
(|uince  de  mayo :  esta  iglesia  es  cabeza  de  obispado ,  y 
tiene  de  renta  el  obispado  delta  cuarenta  ducados,  y  estos 
de  recta  de  codornices  que  so  tomón  en  esta  isla  infinitas 
<!»ando  pasan  de  paso ,  y  ansí  [puchos  viven  de  lomar  co- 
dornices, y  Itévonlas  á  vender  á  Ñapóles. 

Llegada  la  gente  ala  isla  de  Capri,  otro  dia  de  san  Juan, 
r^ne  se  contaron  37  de  junio,  luego  el  visorey  de  Mápoles 
etivta  baslimientos,  ansí  de  pan  é  vino,  como  carne  y  atún 
salado,  y  de  todas  las  otras  vituallas  tan  abundantemente, 
que  después  de  repartidos  por  los  capitanes  y  por  toda  la 
gente ,  los  dejaban  por  la  marina ,  muy  sobrados  que  no 
los  podian  comer,  de  manera  que  la  mucha  abundancia  de 
lo  que  aquí  nos  daban,  suplían  te  mucha  nescesidad  que 
¿nles  habíamos  pasado ,  y  ansí  en  pocos  días  la  gente  se 
remedió  y  tornó  en  sí  que  páresela  no  haber  padetcido 
ninguna  necesidad ;  y  como  el  conde  viese  que  la  gente 
estaba  tornada  en  sus  fuerzas,  salvo  que  estaban  muy' 
dcslrozadoB  de  vestidos ,  mayormente  los  que  habían  es- 
lado  en  la  isla  de  la  Lampadosa ,  envía  un  mayordomo 
suyo  á  Ñapóles,  y  manda  traer,  para  los  que  estaban  mas 
destrozados ,  calzas,  y  camisas ,  y  gorras,  y  zapatos ,  y  ha- 
celo  repartir  de  manera ,  que  con  esto  y  con  el  buen  man- 
tenimiento estaban  muy  contentos  y  alegres.  Y  en  este 
tiempo  como  la  pasada  del  Rey  nuestro  señor  en  Berber 
ría  fué  tan  sonada  por  toda  Italia ,  había  mucha  gente  de 
guerra,  toda  española,  por  tas  comarcas  de  Roma  y  de 
Ñápeles,  ansimismo  muchos  que  esloban  sobre  Bolonia 
en  el  campo  del  Papa ,  y  otros  que  estaban  con  el  duque 
do  Ferrara.  Sabida  la  pucva  que  ol  Rey  pasabo,  se  to- 


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560 

nian  á  la  ciLtlad  de  Ñapóles,  de  manera,  qac  en  pocos 
dias  habinn  recogido  en  la  cibdad  sobre  cuatro  mili  hom- 
bres de  ¡pierro,  y  recogidos  el  coronel  ya  dicho,  que  et 
conde  babia  inviada  á  la  isla  de  la  Faguñana,  llamado  Joa- 
nes  de  Arriaga,  y  otro  coronel  llamado  Artiela,  el  cual 
ansímismo  el  conde  habia  inviado  hacer  gente ,  y  otros 
muchos  capitanes,  lodos  comenzaron  hacer  de  aquella  gen- 
te, y  como  quiera  que  }a  gente  estaba  muy  destrozada 
y  pobre,  ansí  la  que  venia  de  Bolonia,  qse  se  babia  baila* 
do  en  la  rota  del  Papa ,  á  cansa  que  todos  fueron  robados 
de  los  villanos,  como  los  que  babian  estado  en  el  campo 
del  duque  de  Ferrara,  que  «ra  capitán  del  Rey  de  Fran* 
cia,  á  los  cuales  por  no  querer  estar  en  s»  campo,  les 
quitaban  cuanto  tenisn ;  y  de  esta  causa  todos  asentaban 
con  aquellos  coroneles  y  capitanes ,  por  solo  que  tes  die- 
sen de  comer,  y  de  esta  causa  los  coroneles  y  capitanes 
en  pocos  días  gastaron  tan  largamente  con  los  compañe- 
ros ,  que  ya  ni  tenían  para  sí  ni  para  ellos ;  y  estando  en 
esta  necesidad ,  acordaron  los  coroneles  de  ir  al  vísorey  á 
le  suplicar,  que  pues  aquelh  gente  estaba  allí  en  servicio 
del  Roy  nuestro  señor ,  como  á.  sti  señoría  era  muy  noto- 
río,  y  ellos  habían  gastado  cuanto  tenían  con  ellos,  y  de 
esta  cabsa,  ni  ellos  tenian  para  sí  ni  para  los  otros;  por 
tanto  que  le  suplicaban  les  mandase  dar  algún  socorro 
para  que  comiesen ,  ó  si  no  que  les  diesen  licencia ,  que 
ellos  tos  llevarían  donde  les  pagasen  y  tuviesen  que  comer. 
El  visorey  tes  respondió  que  él  do  tenia  mandamiento  ni 
comisión  de  Su  Alteza  para  dalles  ninguna  cosa,  pero  hasta 
en  tanto  que  él  hacia  correo  al  Rey ,  él  mandaría  dar  á 
cada  uno  para  comer  cada  día  un  armentilina,  que  son  cin- 
co tornesca  de  Ñapólos  ó  ocho  mrs.  y  medio  de  Casti- 
lla ,  y  ansí  con  cslo  estuvieron  hasta  domingo,  que  se  con* 


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laron  tres  de  agosto ,  que  como  quiera  que  Ñápeles  ile 
cada  dia  mas  se  poblase  de  geute ,  por  la  fama  ya  dicha, 
y  las  vituallas  se  encarescieseo ,  y  los  soldados  viesen  que 
no  se  podían  mantener ,  domingo  dicho  se  juntó  la  mayor 
parle  de  los  soldados  y  se  anlea  fuera  de  la  ciudad  hacia 
nuestra  Señora  de  Pie  de  Brota  fsicj,  que  es  media  legua  de 
Ñapóles,  y  juntos  allí  entran  medio  por  fuerza  en  el  mo- 
neslerio,  y  loman  una  bandera,  y  allí  se  juntan  todos  con 
intención  de  salir  fuera  y  robar  y  saquear  cuantos  laga- 
res hallasen ,  por  donde  quiera  que  fuesen ,  y  lodos  jun- 
tos hácense  un  escuadrón  y  comienzan  á  caminar ,  y  como 
quiera  que  habían  de  salir  por  una  bruta  fsicJ  ó  cueva  que 
dura  mas  de  una  milla  debajo  de  tierra .  y  la  cual  tie- 
ne el  lai^or  que  dicho  es,  y  de  ancho  que  pueden  ir 
dos  carretas  juntas ,  sin  que  la  una  llegue  á  la  otra ,  y 
esta  cueva  dicen  haber  hecho  Virgilio ,  y  ansí  caminan- 
do por  la  cueva  los  villanos  de  los  lugares  cercanos  de 
Ñapóles,  como  supieron  que  los  españoles  eran  amoti- 
nados, júntanse  mochos  dellos  y  vienen  muy  armados 
y  tómanles  la  salida  de  la  cueva ,  y  allí  comenzaron  ¿ 
defendelles  la  salida;  y  como  los  españoles  viesen  aque- 
llo ,  provocados  á  mucho  enojo ,  matan  tres  ó  cuatro  yi- 
llanos,  y  salen  fuera  de  la  cueva  y  comienzan  á  entrar 
en  unas  tabernas  que  atli  esloban ,  y  beben  y  derraman 
tres  ó  cuatro  bolas  de  vino,  y  roban  cuanto  hallan.  Y  sabi- 
do esto  por  el  visorey  cabalga  con  algunos  caballeros  y  gen- 
tiles hombres  y  varones  que  allí  se  hallaron ,  y  váse  para 
donde  eslaha  la  gente,  y  antes  que  llegase  á  ellos  les  en- 
vía ¿  decir  con  un  caballero,  que  se  maravillaba  mu- 
cho dellos  haberse  amotinado ;  que  pura  que  lo  hacían, 
pues  que  él  estaba  allí,  á  quien  podían  ¿ntes  decir  sí  algo 
querían ;  y  díjoles  otras  cosas  de  mucho  ruego ;  mas  ellos 


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571 

como  vieron  venir  al  eabatlero  y  acabó  de  decir  lo  que 
era  mandado ,  no  quisieron  que  allí  esloviese ,  mas  uiu; 
crudomeule  caladas  las  picas  arremeten  para  él ,  y  entón* 
ues  él  se  relrajo  é  se  volvió  donde  estaba  el  visorey ;  ó 
visto  eeto  el  visorey  invía  un  escudero  suyo  á  decílles  que 
si  habrian  por  bueno  que  él  mismo  fuese  allá  á  hablalles: 
olios  dijeron  que  fíiese,  mas  que  no  llevase  ninguno  con- 
sigo ,  sino  que  fuese  solo ;  entonces  el  visorey  se  va  para 
allá  CMi  cuatro  de  caballo,  y  métese  en  medio  dellos,  y 
díjoles:  Hijos  y  hermanos  mies  jqué  es  lo  que  vosotros 
pedisF  ¿por  qué  liaheis  hecho  estof  Ellos  respondieron 
que  estaban  perdidos  y  muertos  de  hambre,  y  que  pues 
no  les  daban  lo  que  habian  menester ,  que  les  dejase  ii* 
á  sus  aventuras.  £1  visorey  entonces  respondió  muy  man- 
samente: Pues  hermanos,  ya  veis  y  sabéis  que  el  correo 
que  inviado  al  Rey  mi  señor ,  no  es  venido  para  que  vos- 
otros  tengáis  razón  de  quejaros  de  mí ;  pero  volveos  á  la 
cibdad ,  que  yo  os  doy  Is  fé  de  caballero  de  mañana  en 
todo  el  dia  haceros  dar  cada  quince  carlíos.  para  un  mes, 
que  vale  cada  carlie  treinta  maravedís ,  hasta  tanto  qud 
el  Rey  me  mande  lo  que  tengo  de  bacer  de  vosotros :  y 
dicho  esto ,  ellos  todos  dicen  que  con  aquella  seguridad 
ellos  se  volverían  con  él.  El  visorey  les  dijo  que  cumpli- 
rá lo  que  tenia  prometido :  entonces  toda  la  gente  se  vueU 
ve  hasta  la  ciudad  con  él ,  y  luego  otro  dia  hizo  reseña 
y  pagó  toda  la  gente  á  quince  carlíea. 

Sabido  en  la  isla  de  Capri ,  luego  otro  dia  martes, 
como  la  gente  que  estaba  en  Ñápeles  se  babia  amotinado, 
y  habian  rescibido  pagua  á  quince  carlíes  la  misma  no- 
che que  esto  supieron  todos,  se  alborotaron  diciendo, 
que  se  querían  amotinar  para  pasarse  á  Ñápeles ;  mas  co- 
mo quiera  que  au  deseo  no  hubo  efecto ,  lu^o  en  la  ma- 


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nana  ol  conde  maiidó  á  los  coronóles  que  cada  uno  por  sí 
juntase  toda  ta  gente  en  los  mismos  cuarteles  ó  estancias, 
y  juntos  todos ,  cada  coronelía  por  sí  va  el  mismo  conde  á 
la  una  gente,  y  después  á  la  otra,  haciéndoles  un  razona- 
miento .  diciendo :  que  se  maravillaba  mucho  de'llos  que- 
rerse poner  en  to  que  intentaban ;  que  les  rogaba  que  cada 
uno  por  sí  desde  el  mayor  al  menor  le  dijese  la  queja  que 
del  tenían ;  que  ninguno  loviese  empacho ,  ni  vergüenza, 
ni  temor.  A  esto  respondieron  algunos  que  sí  habían  in* 
tentado  aquello  era  porque  habían  dada  pitga  en  Ñapóles, 
y  á  ellos  qud  en  tanta  neacesidad  y  peligro  de  las  vidas  se 
habitin  puesto ,  siguiendo  á  su  señoría  por  hi  mar  y  por 
las  islas  descalzos,  y  desnudos  y  muertos  de  ;hambre.  y 
liabíendo  pasado  esto  por  servioio  de  Dios  y  de  su  señoría, 
los  tenían  en  menos  que  los  que  estaban  en  Ñapóles,  que 
no  se  habían  hallado  en  tantos  peligros ,  que  lo  sentían  á 
mucha  afrenta.  El  conde  les  respondió  quo  aun  á  él  nin- 
guno detlos  le  habla  fecho  saber  ni  dicho  que  á  los  de 
Ñápeles  habían  pagado ,  que  si  él  to  supiera ,  y  él  no  Itu 
hobiera  remediado,  entonces  tovieran  mucha  razón  de 
hacer  lo  que  hacían ;  mas  que  pues  ansí  era ,  no  se  escan- 
dalizasen, que  él  les  daba  su  fe  de  caballero  quél  les  daría 
tanto  y  algo  mas  que  á  los  do  Ñapóles ;  y  dicho  esto  á  lo- 
dos, luego  aquel  día  torna  á  inviará  su  mayordomo  para 
que  de  todos  supiese  lo  que  mas  querían  de  comer  y  al- 
gunos dineros,  ó  que  les  diesen  dineros  solos,  y  todos  es- 
cogieron que  mas  querían  dineros  solos.  El  conde  tomó 
luego  una  galera  y  se  va  á  Nópoles ,  y  vuelve  otro  día  jue- 
ves en  la  larde,  y  luego  otro  día  viernes  manda  hacer 
alarde  general,  y  luego  les  pagó  á  quince  carlines. 

Rescibida  la  pagua  estaban  todos  muy  contentos  y  muy 
alegres.  En  esto  medio  tiempo  ya  se  sonaba  como  ol  Rey 


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nuestro  señor  no  pasaba  en  Derbcnn ,  y  <]cs(a  causa  las 
naos  que  en  el  puerto. de  Ñápeles eslaban  llegadas,  cada 
dia  se  ibaú  pof  su  parte ,  y  ansimismo  se  sonaba  que  to- 
doít  los  navios  eslabaa  embargados  ea  loa  puertos  de  Es-^ 
l>aña  y  estaban  despedidos,  de  manera  que  toda  la  gente 
española  que  estaba  en  Ñápeles ,  y  la  que  estaba  en  la  isla 
de  Capri ,  estaban  mas  por  fuerza  que  por  grado.  Había 
muchas  sospechas  y  nuevas,  y  las  mas  ciertas  que  se  creían 
era  que  babian  de  ir  á  Bolonia  en  favor  del  Papa ,  y  esta 
tuvieron  por  mds  cierta  cuando  vieron  asomar  por  la  mar 
el  armada  que  el  Rey  nuestro  señor  inviaba ,  en  la  cuial 
armada  había  55  naos  gruesas  con  una  galeaza  del  Pap8« 
las  cuales  parescieron  domingo  iO  de  agosto,  enlí-e  una 
isla  Mamada  Próxita  y  otra  isla  que  estaba  treinta  millas 
de  Ñapóles,  y  porque  ya  estaba  mandado  del  visorey  que 
se  hiciese  ansí ,  desembarcaron  toda  la  infantería ,  que  se- 
rian hasta  dos  mili  hombres  en  una  isla  de  aquellas  dos, 
llamada  Próxita,  é  toda  la  otra  gente  de  cábíillo,  que  se- 
rían  aietecientos  ó  ochoeienlos  hombres  de  armas,  y  nuc 
vccientos  ginetes  mandaron  ir  á  Ñapóles ,  y  luego  marte» 
siguiente,  que  se  contaron  12  de  agosto,  se  hicieron  las 
naos  á  la  vela  coii  la  gente  de  caballo,  y  se  fueron  al 
puerto  de  Ñapóles.  ¿Quién  podrá  decir  el  expender  del  ar< 
lillería,  que  dende  los  castillos  de  la  cibdad,  y  dende  las 
naos  y  galeras  que  estaban  en  el  puerto ,  y  las  que  iban 
se  despedieron?  los  cuales  eran  tantos,  que  no  parescia 
sino  que  la  cibdad  se  hundía,  y  no  solamente  se  oia  en  la 
eibdad ,  pero  diez  leguas  alderredor  se  oían  los  tiros  y  se 
vían  el  ahumada,  ansimesmo  en  la  isla  de  Capri  se  oia,  y 
so  vela  muy  claramente,  de  lo  cual  era  grandísima  el  ale' 
gria  que  la  gente  que  estaba  en  la  isla  mostraba,  y  en  se- 
ñal de  mucho  placer  hicieron  infínitas  ahumadas  en  toda 


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aquella  noche ,  que  no  durmieron ,  sino  ha- 
ciendo lianzas  é  bailes. 

Allegados  los  navios  al  puerto  de  Ñápelos 
márles,  que  se  contaron  12  de  agosto,  luego 
otro  día  miércoles  desembarcaron  todos  tos 
caballos ,  y  dieron  sus  aposentos  á  los  hom- 
bres de  armas  y  gipetes  dentro  de  la  cibdad, 
donde  eran  muy  bien  proveídos  de  todo  lo 
necesario  por  sus  dineros ,  é  ansí  era  tanto  el 
tráfago  y  multitud  do'la  gente  que  habia  en 
la  cibdad,  que  era  cosa  maravillosa.  En  este 
tiempo  vino  nueva  de  muy  cierto  quel  Papa 
era  muerto,  ó  que  estaba  para  ello,  y  dende 
a  pocos  dios  se  supo  que  habia  estado  en  con- 
clave con  los  cardonales  y  con  el  embajador 
de  España «  y  como  aquellos  días  el  Papa  no 
páreselo ,  pensaron  y  echaron  fama  en  Boma 
que  estaba  enfermo,  y  junto  con  esto  se  sonó 
que  eran  paces  entre  el  Rey  de  Francia  y  el 
Papa,  porque  el  Rey  nuestro  señor  habia  en- 
tendido de  los  concertar ;  de  las  cuales  nue* 
vas  fué  sin  comparación  el  alegría  que  la  gen- 
te tomó ,  y  mas  el  conde  Pedro  Navarro .  y 
con  estas  nuevas  jamas  sosegaba,  sino  de  la 
isla  á  Ñapóles  al  vísorey,  y  de  la  isla  de  Ca- 
pri  á  la  isla  de  Próxita,  donde  estaba  la  in- 
fantería que  habia  ¡do  de  España  con  Carva- 
jal, y  de  esta  manera  nunca  sosegaba. 

Como  á  la  sazón,  que  vino  nueva  de  paz, 
el  conde  se  hallase  en  Ñapóles  con  mas  gozo 
que  se  puede  decir,  se  va  para  la  isla  de  Ca- 
pri ,  y  sábado  que  se  contaron  23  de  agosto. 


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mandó  juntar  lodos  los  coroneles  y  capitanes  y  toda  la 
mas  de  la  gente  en  un  moncsterio  que  está  en  la  misma 
isla ,  de  orden  de  San  Francisco ,  y  díjoles :  Señores  y 
hermanos  m¡os ,  quíéroos  hacer  saber  unas  nuevas  de  las 
cuales  holgareis  todos,  y  son  que  el  Rey  nuestro  se- 
ñor ha  concertado  al  Papa  y  a)  Rey  de  Francia ,  ansí  que 
ha  placido  á  nuestro  Señor  de  me  oír,  porque  no  es  otro 
mi  deseo  ni  pensamiento,  sino  de  hacer  gusrra  á  los 
enemigos  de  nuestra  fé,  y  no  ir  contra  cristianos,  de 
manera  que  como  yo  haya  suplicado  muchas  veces  al 
Rey  mi  señor,  que  no  habiendo  nescesidad  acá  de  mi, 
mo  dejase  ir  en  Berbería,  y  por  mucha  importunidad 
me  ha  dado  licencia  que  en  estos  tres  meses  primeros  yo 
haga  lo  que  me  parezca ;  ansimismo  me  manda  proveer  de 
vituallas,  y  no  como  hasta  aqui,  sino  muy  abundosamen- 
te ,  y  mándame  dar  hombres  de  armas  y  gineles  los  quo 
hubiese  menester:  por  tanto  os  ruego  que  todos  os  esFor' 
ceis  y  estéis  muy  alegres  y  aparejados  para  cuando  os  lia* 
máre,  que  yo  os  doy  mi  palabra  de  os  peñeren  parto 
donde  todos  inchamos  las  manos  si  fuéredes  para  ello.  Oido 
esto ,  algunos  respondieron  al  cotide :  Señor  no  hay  nin' 
guno  que  no  tenga  gana  y  esté  muy  aparejado  para  ser-* 
vir  á  V.  S. ;  mas  tememos  que  nos  sean  quitados  los  escl»' 
vos  y  ropa ,  como  nos  lo  lomaron  en  Tripol.  El  conde  res-> 
jiondió :  Desde  aqui  os  digo  y  mando  que  sí  coronel  ó  ca-^ 
pilan  se  quisiese  poner  en  tomaros  lo  vuestro ,  que  lo  ma' 
teis  y  os  vengáis  á  mi,  que  yo  os  doy  la  té  de  caballero 
de  os  defender ;  y  si  por  empacho  ó  por  no  poder  no  lo 
inaláredes ,  venios  á  mí ,  que  -  yo  le  daré  tal  castigo  que 
cualquiera  quede  satisfecho.  Entonces  dijeron  todos ,  que 
estaban  aparejados  para  morir  con  él ;  verdad  es  que  siem' 
{ire  tuvieron  sospecha ,  que  aquello  que  les  decia  de  Ihü 


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]inces  ,  y  de  ir  ú  Berbería ,  era  fingido,  porque  no  se  amo- 
tinasen ,  y  porque  estuviesen  allí  quedos. 

No  me  paresce  mucho  inconveniente  contar  lo  que  en 
esta  sazón  acaescíó  en  la  isla  de  Cecilia ,  en  la  cibdud  de 
Palcrroo,  y  fué  que  estando  Diego  de  Vera,  capitán  ge- 
neral de  la  artillería  del  Rey  nuestro  señor,  en  la  misma 
ciudad  con  nuevecientos  hombres  de  infantería,  los  cua- 
les babia  traído  de  Tn'pol  por  no  ser  allá  menester,  los 
cuates  ansí  como  llegaron  al  puerto  desembarcaron  en  la 
misma  cibdad,  donde  acaesció  que  miércoles  19  de  agos- 
to estando  la  gente  de  Spaña  reposando,  que  algo  venia 
fatigada  de  la  mar ,  fué  movida  una  gran  cuestión  entre 
toa  naturales  de  la  ciudad  y  la  ^enle  española ,  y  luego 
todos  los  de  la  cibdad  se  ponen  en  armas ,  y  ansimi^mo 
la  gente  española,  y  no  porque  su  intención  fuese  ofen- 
der i  los  de  la  ciudad ,  salvo  para  defenderse ;  pero  los 
ceciliaaos  con  gran  crueldad ,  ansí  como  peiros  regañan- 
do, con  muchas  escopetas  y  ballestas  y  lanzas  comienzan  á 
dar  en  los  pocos  de  los  nuestros  >  diciendo :  muera ,  mue- 
ra la  canalla  perra  española ;  y  como  esto  fuese  en  la  plaza 
do  la  cibdad  cerca  del  palacio  del  visorey ,  porque  todos 
é  los  mas  españoles  posaban  hacia  atlí,  y  como  fué  oído  y 
visto  por  el  visorey  y  Diego  de  Vera  salen  cabalgando  di- 
ciendo: pac,  paz  señores t  no  baya  mas;  y  metiéndose 
entre  ellos  hace  requerimiento  de  parte  del  Rey  que  cada 
uno  que  se  fuese  á  su  posada;  mas  aquella  gente  canina 
no  lo  teniendo  en  nada,  cuanto  mas  el  visorey  les  decía, 
mas  se  encendían  contra  los  españoles ;  é  como  esto  víó 
Diego  de  Vera  y  el  visorey ,  hacen  retraer  toda  la  gente 
hacia  palacio ,  é  viendo  los  cecilianos  que  no  podían  em- 
pecer á  los  que  se  habían  retraído ,  repártense  por  las  en- 
lies  y  otros  por  las  huertas  y  viñas  y  por  fuera  de  la  eiu- 


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dad ,  y  cuantos  españoles  hallaban ,  todos  los  mataban  y 
hacían  pedazos ,  y  se  lavaban  las  caras  y  manos  en  ta  san- 
gre,  y  á  los  que  estaban  en  las  huertas  sin  sospecha ,  j  por 
los  mesones,  mujeres  y  niños  y  hombrea,  cuantos  topaban, 
los  mataban  y  echaban  por  las  ventanas ,  y  no  solo  á  los 
españoles  que  entonces  vinieron ,  mas  aun  á  los  que  había 
veinte  años  que  eran  moradores  en  la  ciudad :  otros  sa 
iban  por  los  hospitales,  y  á  los  españoles  que  estaban  en- 
fermos en  las  camas  los  mataban .  basta  las  criaturas  que 
mataban  con  sus  madres,  diciendo:  muera  la  canalla  de 
España.  Y  estando  un  capitán  gallego  con  treinta  hombres 
retraído  en  una  casa  áe  Audiencia,  que  está  junto  á  ios  pa^ 
lacios  del  visorey ,  y  allí  se  defendían  tan  bravamente  que 
nanea  les  podian  entrar,  sale  un  caballero  ceciliano  y 
llama  al  capitán  y  dicele  que  él  le  da  palabra  de  caballe- 
ro que  no  haya  miedo  sino  qne  salga  él  y  los  suyos,  que 
no  haya  miedo,  y  como  ya  el  capitán  quisiese  salir,  dí- 
cenle  que  no  haya  miedo,  que  él  y  los  suyos  dejen  las 
armas,  y  ellos  las  dejaron  pensando  quejos  cecilianos  lo 
hacían  por  asegurar  sus  personas ,  y  por  tomalle  las  ar- 
mas solamente;  y  como  los  cecilianos  los  vieron  dejadas 
las  armas ,  comienzan  á  matar  en  ellos  y  hacelles  tajadas 
los  miembros,  lavándose  las  manos  en  su  sai^p'e ,  inovan- 
do  mili  maneras  de  crueldad  que  nunca  fué  visto  ni  oído 
entre  bárbaros,  ni  judíos,  ni  moros,  ni  turcos;  y  como  esto 
hiciesen  junto  al  palacio  del  visorey  donde  estaba  Diego 
de  Vera  con  toda  la  otra  gente,  vida  (1)  tan  gran  crueldad. 
llorando  á  grandes  voces  decía  Diego  de  Vera :  Señor  viso- 
rey,  porque  nos  tenéis  aquí  encerrados  y  consentís  que 

(1]  Vot  villa. 

Nota  de  Niisirclc. 

Tomo  XXV.  37 


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tanta  vruel Jad  Ee  haga  por  no  nos  dejar  salir  ?  que  de  olni 
manera,  ó  todos  habíamos  de  morir,  ó  no  se  haría  en  aque- 
llos pecadores.  Y  llorando  decía:  ;0  hijos  míos!  como  os 
veff  morir  y  no  os  ptiedo  valer !  Y  estando  ansí  llorando  arma 
una  eBCOpeta ,  aunque  ya  estaba  herido  de  una  pedrada 
en  las  narices  que  le  habían  dado  cuando  metía  paz ,  y 
encara  con  la  escopeta,  tira,  y  ansimísmo  los  soldados 
como  estaban  en  lo  alto  de  la  casa,  comienzan  á  quitar 
sillares  y  piedras  de  tas  paredes  y  echar  abajo;  los  ceci- 
lianos  viendo  esto ,  van  á  la  casa  de  la  munición  y  traen 
una  pieza  de  artillería  armada  con  su  pólvora ,  aunque 
algunos  quisieron  decir  que  no  llevaba  pólvora ,  y  ansí  la 
tiran  á  la  casa  donde  estaba  la  -gente ,  y  como  esto  vio, 
sale  el  visorey  á  caballo,  y  con  requerimientos  y  ruegos, 
quiso  nuestro  Señor  de  no  dar  mas  lugar  á  su  crueldad, 
y  ansí  de  poco  en  poco  se  mitigó  la  gente.  Entonces  man- 
dó el  visorey  á  loe  suyos,  de  quien  mas  él  se  fiaba,  que 
fuesen  armados  por  todas  las  calles ,  y  en  las  casas,  ó  igle- 
sias, ó  monestetíos  donde  supiesen  que  había  españoles, 
los  sacasen  y  llevasen  á  una  fortaleza  que  hay  en  hi  mis- 
ma cibdad  junto  á  la  marina,  ó  los  llevasen'  acompañán- 
dolos al  palacio ,  y  de  esta  manera  se  recogieron  algunos 
que  lee  tomó  la  voz  en  algunas  casas  de  hombres  de  bue- 
na conciencia  que  eran  aGcionados  á  nuestra  nación ,  y  los 
escondían  doliéndose  de  ellos,  y  estos  como  les.  tomaba 
la  voz  en  alguna  casa,  no  tenían  otro  remedio  sino  horadar 
las  paredes  por  los  lechos ,  y  de  tejado  en  tejado  irse  á 
los  moneslerios ,  y  no  porque  en  lodos  los  monesterios  los 
quisiesen  rescibir,  que  monesterio  hubo  donde  los  mismos 
frailes  repicaban  las  campanas  para  que  la  gente  de  la 
cibdad  saliese  toda  al  rebato ;  y  ansí  recogida  alguna  gen- 
te de  hombres  y  mujeres ,  y  puestos  en  seguro ,  luego  el 


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visorey  les  mandó  embarcar  y  se  van  á  Ñapóles;  aunque 
como  el  conde  esluviose  en  Capri .  y  los  capitanes  que 
esta  gente  llevoban  fuesen  avisados  desde  Palermo ,  que 
echasen  esla  gente  en  la  dicha  isla  donde  estaba  el  con- 
de :  dos  ó  Ires  naos  en  que  esta  gente  iba  surgieron  en  la 
isla ,  y  echaron  la  gente  en  tieira ,  y  la  otra  gente  que  iba 
en  las  tres  naos ,  viendo  que  ansimismo  los  querían  echar 
en  la  isla ,  dijeron  todos  á  tos  marineros  que  juraban  de 
dar  con  ellos  á  la  mar,  y  ansi  hicieron  que  los  llevasen  á 
Ñapóles,  donde  desembarcó  toda  la  gente. 

Pues  es  dicho  de  lo  que  acaesció  en  Gicilia ,  tornando 
.a  donde  antes  estábamos,  proseguiendo  después  quel 
conde  les  hizo  el  parlamento,  estuvieron  todos  en  mucho 
sosiego ,  dándoles  todo  lo  que  habían  menester  muy  abun- 
dosamente. En  este  tiempo  unos  decían  que  habian  d&ir 
á  Bolonia,  y  otros  que  se  esperaban  cuarenta  galeras  de 
venecianos ,  é  que  hablan  de  ir  en  Genova ,  y  de  esta  ma- 
nera había  mucha  confusión  entre  la  gente;  mas  el  conde 
que  mas  deseaba  la  ida  de  Berbería ,  de  continuo  estaba 
en  el  puerto  de  Ñapóles ,  que  jamás  salió  de  la  galera  si  no 
fuese  para  negociar  con  el  visorey ,  y  luego  se  volvía  á 
comer  y  dormir ,  y  ansí  estuvo  en  Ñápeles  hasta  que  se 
embarcaron  mas  do  cincuenta  caballos  ligeros  y  se  bas- 
tecieron las  naos  que  estaban  en  el  puerto ,  y  después  de 
bastecidas  se  embarcaron  en  su  nao  llamada  Mapreta ,  y 
con  otras  ocho  naos  gruesas  so  vino  á  la  isla  de  Caprí,  é  al 
tiempo  que  allí  llegó  no  eran  venidas  otras  naos  que  de- 
jaba con  gente  en  Nápotes,  y  ansí  estuvo  dende  sábado  20 
de  setiembre  que  se  juntaron  allí  hasta  treinta  navios ,  y 
este  dia  viernes  estando  toda  la  gente  embarcada  hizo 
tanta  fortuna  de  tramontana  que  hasta  otro  dia  sábado 
ninguno  pudo  salir  ni  entrar  en  las  naos.  En  esta  sazón 


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Tino  el  mayordome  del  visorey  de  Mapolea  en 
una  galera,  y  luego  el  conde  se  embarcó  en 
la  mesma  galera,  y  fué  á  Ñapóles,  y  otro  día 
volvió  y  dende  se  comenzó  á  sonar  que  de 
cierto  la  gente  iba  á  Bolonia^  y  que  el  Papa 
le  daba  al  conde  para  su  gente  seis  pagas,  y 
ansí  estuvimos  allí  efpbarcados  hasta  el  sába* 
do  4  de  octubre  que  nos  hicimos  ó  la  veta  con 
treinta  navios  y  con  seis  mili  hombres,  y  fui- 
mos otro  dia  domingo  ¿  surgir  cuatro  leguas 
y  media  de  Ñápeles  a  la  isla  de  Próxíta ,  y 
luego  ese  otre  día  estando  allí  vinieron  cinco 
naos  caladas  de  gente  y  de  bastimientos  de 
Ñápeles,  y  el  coronel  Camundio  (aic)  con  ellos, 
y  entonces  el  conde  otando  que  ninguno  se  de* 
sembarcase  ni  saliese  en  tierra ;  y  estando  allí 
tunes  y  martes  comenzó  hacer  mucho  tiempo 
de  levante ,  tanto  y  tan  grande  que  en  estos 
dos  dias  no  podían  entrar  ni  salir:  luego  lu- 
nes seguiente  vino  npa  galera  de  Ñipóles,  y 
el  conde  se  embarcó  en  ella  y  fuá  á  Ñápeles, 
luego  otro  dia  se  volvió .  y  ansí  estuvimos  has- 
ta el  miércoles,  ocho  del  mes  de  otubre ,  y 
con  buen  tiempo  nos  hecímos  á  la  vela ;  y  este 
mesmo  dia  nos  volvió  fortuna  grande  de  mu- 
chas grupadas  de  viento  y  agn^,  y  con  esta 
pena  llegamos  aquel  mismo  dia  á  la  cibdad 
de  Gaeta,  que  es  veinte  teguas  de  Ñápeles,  y 
allí  estuvo  la  gente  toda  en  las  naos  sin  des- 
embarcar hasta  viernes  seguiente,  que  se  con- 
taron diez  del  dicho  mes,  y  aquel  din  toda 
\fi  gente  desembarcó  y  puestos  en  ordeoanzft 


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cada  coroDelía  por  sí,  fueron  aposentar  legua  y  media 
ó  dos  leguas  de  Gaeta,  ¿  tres  lugares  llamados  Hola. 
Imola  y  Castellón ;  y  aquel  mismo  día  Tínieron  tantoí 
de  unos  gusanos  grandes  de  unas  zancas  y  atas  muy  lar- 
gas qae  veniao  de  hacia  do  iba  la  gente,  y  eran  (antas 
y  tan  espesas  que  quitaban  el  sol,  y  turó  el  pasar  de  ea< 
las  hasta  la  noche,  que  fué  mas  de  cinco  horas,  de  lo  cual 
todos  los  de  la  misma  tierra  se  maravillaban  y  decían  que 
nunca  tal  habían  visto.  T  allegadas  las  gentes  y  dadas  sus 
posadas,  los  dias  primeros  sacaron  muchos  bastimienlos 
de  bizcocho  y  vino  y  otras  vituallas  que  las  naos  llevabaq 
pensando  que  íbamos  á  Berbería ,  y  ansí  esAivimos  con 
ración  de  aquel  bizcocho  y  vino  y  carne  hosta  lunes  30 
de  otabre  que  hicieron  reseña  general  de  toda  la  gente 
que  había ,  y  luego  otro  dia  martes  en  la  noche  la  mayor 
'parte  de  la  gente  se  amotinó,  y  ansí  amotinados,  juntos  se 
fueron  á  la  posada  del  conde ,  y  como  el  conde  sintió  el 
ruido  que  traian,  asomóse  á  la  ventana  de  su  posada,  y 
muy  mansamente  les  dijo ,  que  es  lo  qne  querían ,  y  en-. 
tónces  con  mucho  reposo  le  respondieron ,  que  muy  bien 
sabía  su  señoría  que  habían  andado  con  él  por  la  mar  y 
por  islas  y  en  tierra  do  moros  sirviéndole  muy  lealmente 
sin  ninguna  paga  ni  socorro ,  antes  quitándoles  loa  coro- 
neles y  capitanes  lo  que  hahian  habido ,  y  agora,  pues  que 
estaban  destrozados ,  querían  que  los  pagasen.  Entonces  el 
conde  viendo  lo  que  decían  ser  justo,  les  respondió  qne 
por  cierto  si  él  había  mandado  hacer  alarde  el  día  antes, 
era  con  intención  de  les  pagar ,  por  tanto  que  les  rogaba 
que  no  se  pusiesen  en  hacer  ninguna  desorden ,  que  él  les  . 
daba  su  fé  de  otro  día  les  hacer  pagar,  y  ansí  se  hizo,  que 
tomada  la  nómina  de  la  gente  que  cada  coronel  había  ha- 
llado en  la  reseña ,  daban  á  cada  coronel  tos  dineros  para 


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que  cada  uno  pagase  su  gente,  los  cuales  pagaron  aunque 
no  tan  enteramente  que  á  muchos  no  dejaron  sin  ninguna 
paga ;  y  de  esta  causa  la  gente  quedó  no  muy  contenta. 
ansf  porque  no  dieron  mas  de  una  paga  de  treinta  carlies, 
como  por  la  mncba  gente  que  quedó  sin  paga ;  y  ansí  se 
estovieron  allí  aposentados  hasta  martes  veinte  y  ocho  del 
mes  de  octubre  que  la  gente  comenzó  á  salir,  mayormente 
de  dos  coronelías  que  se  fueron  á  Ñápeles ,  porque  no  tes 
habían  pagado^  para  que  allá  los  pagase  el  visorey,  y 
toda  la  olra  gente  quedó  allí  hasta  otro  día  que  comenza- 
ron á  salir ,  y  caminaron  la  vía  de  los  Santos ,  que  es  un 
lugar,  sin  Atber  á  donde  iban ,  mas  de  cuanto  decían  que 
habían  de  irá  Roma,  ó  ausentarse  por  algunos  días,  y 
con  esta  sospecha  muchos  ansí  de  los  coroneles  como  de 
los  capitanes  enviaban  toda  su  fardaje  por  la  mar  á  Bo- 
ma ,  y  ansimismo  muchos  de  los  soldados  se  iban  dere- 
chos á  Roma ;  mas  el  embnjador  de  España  como  supo 
que  dejaban  el  campo  y  se  iban ,  les  mandaba  que  luego 
á  la  hora  todos  salgan  de  Roma  y  se  vayan  donde  estaba 
la  gente .  sino  que  hacia  juramento  de  los  hacer  ahorcar 
á  todos ;  y  viendo  esto  la  gente;  se  iban  de  Roma  á  do  es* 
taba  todo  el  campo. 

FIN    DEL    TOHO    XXT. 


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tNDIGE 

DE  LO  CONTENIDO  EN  ESTE  TOMO. 


Heros  (D-  Martin  de  los)— Historia  de  Pedro 
Navarro .  conde  de  Olívelo ,  general  de  in- 
fantería,  marino  é  ingeniero 5 

IVavarro  (Pedro] — V.  Heros  (D.  Martin  de  los) 
— Historia  de conde  de  Olívelo,  ge- 
neral de  infaDteria ,  marino  é  ingeniero. 

-• Su  retrato  y  facsímile  de  su  firma.     ...       10 

Dibujo  de  su  sepulcro,  que  está  en  el  convento  de 

Santa  María  to  Nova  de  Ñapóles 400 

Facsímile  de  una  carta  suya  autógrafa 405 

Documentos  relativos  á  dicha  Historia id. 


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